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Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La <strong>Virgen</strong> María, página 23hombre salga de una virgen, si brotó una copiosa surgente de una roca (Números 20:11),si el hierro flotó en el agua (2 Reyes 6:6), si un hombre caminó sobre las aguas (Mateo14:26). Si las ondas sostuvieron a un hombre, ¿No pudo la virgen dar a luz un hombre?¿Y qué hombre? Aquel del cual leemos: "Y les enviará salvador y príncipe que los libre,y los egipcios conocerán a Jehová" (Isaías 10:20-21). En el Antiguo Testamento, unavirgen condujo a la hueste de los hebreos a través del mar; en el Nuevo Testamento, unavirgen real, celestial recinto escogido, es la vía de la salvación."Todo esto está dicho con mucha nobleza, pero no se puede decir que sea muy inteligente.La imagen de la puerta de oriente del templo de Jerusalén, en las visiones de Ezequiel,aplicada a la natividad de Cristo está un poco traída por los cabellos; y el argumento de laposibilidad del milagro es demasiado genérico; no se trata de saber si la posibilidad de talprodigio es concebible en abstracto; siempre se admite a priori: aquí es el caso de decircredo quia absurdum. Pero se pregunta a qué fines sirve este prodigio, qué verdad de lafe lo requiere. No se puede decir que la virginidad de María in partu tenga un verdaderointerés cristológico; para la idea de la encarnación basta con la concepción por obra delEspíritu Santo. El problema de la integridad física de María no tiene interés sino sólo conrespecto a María, o mejor, a un ideal de virginidad que se quiere ver encarnado en María.El interés mariológico empieza a tomar la delantera al cristológico; y aun se podría decirque el interés ascético supera a los dos anteriores.Más aún. Los enunciados de la fe, aun cuando van más allá de los límites de la razón,están subordinados a una suerte de ley de economía, o de "conveniencia" interior, parautilizar una palabra cara a los mariólogos. Ahora, bien, la afirmación de la virginidad "inpartu" se comprende perfectamente en un concepto como el docetista, que no considerareal el cuerpo de Cristo: la atenuación del escándalo de la encarnación y la idealizaciónde la maternidad de María se dan la mano, se necesitasen mutuamente. Pero la afirmaciónde la realidad de la encarnación con todas sus consecuencias, parece tener como corolarioque se acepten íntegramente sus consecuencias para María. Querer introducir un conceptode tendencia docética del nacimiento de Jesús, en el cuerpo de una doctrina antidocéticade su persona da la impresión de una incongruencia inconsciente y la apelación alprodigio aparece como el manto destinado a encubrir la dificultad de una concepciónlógicamente contradictoria.Discutiendo con Elvidio, que objetaba irónicamente que el pensamiento del matrimoniosucesivo de María no es más escabroso que las penosas realidades fisiológicas de suparto, Jerónimo tiene un arranque de su temperamento iracundo, y recurriendo a unaexpresión de Tertuliano, exclama: "Agrega todavía, si te place, las demás cosasignominiosas propias de la naturaleza: los disturbios internos durante nueve meses, elparto, la sangre, los paños . . . No nos sonrojaremos, no enmudeceremos. Cuando máshumildes son las cosas que Cristo sufrió, tanto más le somos deudores. Y cuando lo hayasenumerado todo, no habrás mencionado nada más oprobioso que la cruz; la cualprofesamos y creemos, y en la cual triunfamos de todos los enemigos." 3030 Jerónimo, Adversus Elvidium, cap. 18, P. L. 23, 212; cf. Tertuliano, De Carne Christicit., cap. 4-5.

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