La <strong>Virgen</strong> María, página 22Este había apelado ante el emperador Teodosio, que se hallaba en Milán. Ambrosio hizoratificar por un sínodo milanés la excomunión romana, con el tácito consentimientoimperial.La epístola con que Ambrosio comunicó a su colega romano Siricio la decisión delsínodo milanés se puede considerar como el acta de fundación de la doctrina de lavirginidad de María durante el parto. 29En su primera parte, Ambrosio afirma, contra Joviniano, el valor eminente de lavirginidad: "Aquellos amenazan con restar honor al matrimonio. Pero ¿cuál es el honordel matrimonio si la virginidad no tiene gloria alguna? Nosotros no negamos que elmatrimonio ha sido santificado por Cristo . . . Es justo alabar a una buena esposa, pero estambién más justo anteponerle una virgen piadosa . . . Aquélla está ligada por losvínculos del matrimonio; ésta está libre de vínculos; aquélla está bajo la ley, ésta bajo lagracia. Bueno es el connubio por medio del cual se obtiene una posteridad humana; peromejor es la virginidad, por medio de la cual se conquista una herencia celestial y unasucesión de méritos celestiales. Por medio de una mujer entraron en el mundo loscuidados y por medio de una virgen salieron (per mulierem cura succesit, per virginemcura evenit). Finalmente, Cristo escogió para sí el don de la virginidad, y representó ysacó a luz en sí mismo el honor que prefirió en su madre."He aquí el problema de la virginidad de María."¡Con cuánta demencia de furiosos ladridos dicen que Cristo no pudo nacer de unavirgen! . . . Dios escogió una vía inusitada para venir a la tierra . . . Pero ellos continúanen su perversidad y dicen: Ella concibió como virgen, pero no dio a luz como virgen(Virgo concepit sed non virgo generavit). ¿Pudo, pues concebir siendo virgen y no pudodar a luz siendo virgen, cuando siempre la concepción precede y el parto la sigue?"Pero sí no creemos a la doctrina de los sacerdotes, creamos en el oráculo de Cristo: "Heaquí la sierva del Señor" . . . Esta es la virgen que ha dado a luz al Hijo. Así es como estáescrito: "He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo" (Isaías 7:14): no dicesolamente que concebiría siendo virgen, sino también que daría a luz siendo virgen".Y he aquí la demostración:"¿Cuál es en realidad esa puerta del santuario, esa puerta exterior que mira hacia eloriente, que estaba cerrada, y por la cual, dice, nadie pasará sino el Dios de Israel?(Ezequiel 44:1-2). ¿Esa puerta no es acaso María, por la cual el Redentor entró en elmundo? Esta es la puerta de la justicia, como él mismo dice: "Conviene que cumplamostoda justicia" (Mateo 3:15). Esta puerta es la bienaventurada María, de la cual estáescrito: "Jehová Dios de Israel entró por ella; estará por tanto, cerrada" (Ezequiel 44:2)después del Parto; pues ha concebido y dado a luz siendo virgen."Qué hay increíble en esto si contra lo natural el mar se vació y huyó, y si las aguas delJordán corrieron hacia su fuente (Salmo 114 [Vulg. 113], v. 3:5)? No es increíble que un29 Ambrosio, Epistula 42, ad Syricum, P. L. 16, 1172 sgs.
La <strong>Virgen</strong> María, página 23hombre salga de una virgen, si brotó una copiosa surgente de una roca (Números 20:11),si el hierro flotó en el agua (2 Reyes 6:6), si un hombre caminó sobre las aguas (Mateo14:26). Si las ondas sostuvieron a un hombre, ¿No pudo la virgen dar a luz un hombre?¿Y qué hombre? Aquel del cual leemos: "Y les enviará salvador y príncipe que los libre,y los egipcios conocerán a Jehová" (Isaías 10:20-21). En el Antiguo Testamento, unavirgen condujo a la hueste de los hebreos a través del mar; en el Nuevo Testamento, unavirgen real, celestial recinto escogido, es la vía de la salvación."Todo esto está dicho con mucha nobleza, pero no se puede decir que sea muy inteligente.La imagen de la puerta de oriente del templo de Jerusalén, en las visiones de Ezequiel,aplicada a la natividad de Cristo está un poco traída por los cabellos; y el argumento de laposibilidad del milagro es demasiado genérico; no se trata de saber si la posibilidad de talprodigio es concebible en abstracto; siempre se admite a priori: aquí es el caso de decircredo quia absurdum. Pero se pregunta a qué fines sirve este prodigio, qué verdad de lafe lo requiere. No se puede decir que la virginidad de María in partu tenga un verdaderointerés cristológico; para la idea de la encarnación basta con la concepción por obra delEspíritu Santo. El problema de la integridad física de María no tiene interés sino sólo conrespecto a María, o mejor, a un ideal de virginidad que se quiere ver encarnado en María.El interés mariológico empieza a tomar la delantera al cristológico; y aun se podría decirque el interés ascético supera a los dos anteriores.Más aún. Los enunciados de la fe, aun cuando van más allá de los límites de la razón,están subordinados a una suerte de ley de economía, o de "conveniencia" interior, parautilizar una palabra cara a los mariólogos. Ahora, bien, la afirmación de la virginidad "inpartu" se comprende perfectamente en un concepto como el docetista, que no considerareal el cuerpo de Cristo: la atenuación del escándalo de la encarnación y la idealizaciónde la maternidad de María se dan la mano, se necesitasen mutuamente. Pero la afirmaciónde la realidad de la encarnación con todas sus consecuencias, parece tener como corolarioque se acepten íntegramente sus consecuencias para María. Querer introducir un conceptode tendencia docética del nacimiento de Jesús, en el cuerpo de una doctrina antidocéticade su persona da la impresión de una incongruencia inconsciente y la apelación alprodigio aparece como el manto destinado a encubrir la dificultad de una concepciónlógicamente contradictoria.Discutiendo con Elvidio, que objetaba irónicamente que el pensamiento del matrimoniosucesivo de María no es más escabroso que las penosas realidades fisiológicas de suparto, Jerónimo tiene un arranque de su temperamento iracundo, y recurriendo a unaexpresión de Tertuliano, exclama: "Agrega todavía, si te place, las demás cosasignominiosas propias de la naturaleza: los disturbios internos durante nueve meses, elparto, la sangre, los paños . . . No nos sonrojaremos, no enmudeceremos. Cuando máshumildes son las cosas que Cristo sufrió, tanto más le somos deudores. Y cuando lo hayasenumerado todo, no habrás mencionado nada más oprobioso que la cruz; la cualprofesamos y creemos, y en la cual triunfamos de todos los enemigos." 3030 Jerónimo, Adversus Elvidium, cap. 18, P. L. 23, 212; cf. Tertuliano, De Carne Christicit., cap. 4-5.
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