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Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La <strong>Virgen</strong> María, página 135Y ahora, producida la definición, y ya casi lejana – tan presto pasan los acontecimientosen nuestro tiempo -, en presencia de estas enunciaciones tan problemáticas, queconstituyen una innovación metodológica cuyas consecuencias nadie puede prevertodavía, es inevitable formular la pregunta: ¿Para qué se ha querido esto? ¿Con qué fin?Y, ¿valía realmente la pena?Los motivos mencionados en la Bula, retomados y orquestados por sus comentadores, noson de naturaleza dogmática. No había, en efecto, ninguna necesidad doctrinaria, ningunaurgencia de definir el dogma. La Asunción vivía en la piedad de la Iglesia, como una píaopinión, generalmente aceptada, celebrada con fervor en la fiesta popular del 15 deagosto. Ni siquiera los reformadores del siglo XVI la habían negado explícitamente. Nohabía sobre ella ninguna controversia teológica, no era necesaria para devolver la paz a laIglesia perturbada por partidos adversos. Teológicamente, fue una definición gratuita ysuperflua.Los motivos que da la Bula son todos de carácter práctico, apologético, moralista, pietistay, en el fondo, aun político. Se trataba de “estimular la devoción de los católicos hacia laMadre celestial”, de promover la convicción del “valor de la vida humana” contra el“materialismo y la corrupción de las costumbres:; varios comentaristas no han vaciladoen insertar la definición en el cuadro de la cruzada contra el “comunismo ateo”,prometiéndose ingentes frutos políticos además de espirituales. ¿Era realmente necesario?Y admitiendo que lo fuera, ¿es el nuevo dogma realmente eficaz para tal fin? Una vezmás, dejemos la palabra a Altaner :“¿Quién ha de querer pensar seriamente que nuestra fe o la teología tengannecesidad del nuevo dogma para confutar al humanismo ateo que hace tiempo hasido rechazado y condenado por los dogmas cristianos?” Nadie afirmará que losacatólicos, y sobre todo los ateos, han de ver en el nuevo dogma una confutaciónde la incredulidad, y sean impresionados por ella. ¿Acaso no bastan los dogmasde la encarnación, la resurrección y la ascensión de Cristo, los dogmas de laantropología y la escatología (la resurrección de la carne)? ¿Estas doctrinas no sonacaso armas experimentadas desde hace mucho tiempo, y mucho más eficaces,conocidas en todo el mundo como una solemne protesta de la Iglesia contra elhumanismo secularizado y contra todas las formas del pensamiento materialista,negador de Dios? ¿Solamente su deber de combatir toda impiedad? ¿Tendránecesidad de la definición dogmática para ser fortificado en su fe en el triunfo delespíritu sobre la materia y en la transfiguración del cuerpo en la gloria eterna?” 239Y con respecto a la piedad mariana :y Eva), también por un hombre y una mujer (Cristo y María) la resurrección de losmuertos”. El argumento es éste: María pertenece, con Jesús, a las “primicias de laresurrección”, luego, resucitó con él, sin esperar la resurrección final (Roschini, Il Dogmadell’ Assunzione, Roma, 1950, p. 82).239 Oek. Einh., p. 58.

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