La <strong>Virgen</strong> María, página 134los gusanos!” Palabras a las cuales hace eco San Francisco de Sales: “¿Quién es aquelhijo que, si pudiera, no volvería a la vida a su madre, y no la llevaría después de muertaconsigo al paraíso?” San Alfonso de Ligorio ve empeñado en este asunto no sólo elafecto filial, sino el “honor” de Cristo. Y Pedro Canisio quisiera “silbar” (exsibilare) aaquellos que dudan de la Asunción, como “nimium contentiosi et temerarii” ysospechosos de espíritu herético. Los teólogos entran en calor. Se va elevando la onda desentimiento que ha de llevar a María cada vez más alto, hasta los altares de la gloriacelestial.Y precisamente a esta teología de la Contrarreforma, a esa teología de los afectosmarianos, se conecta la Bula en su demostración positiva :“Todas estas razones y consideraciones de los santos padres y de los teólogostienen como último fundamento las Sagradas <strong>Escritura</strong>s, las cuales nos presentanal alma Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y siempre partícipede su suerte. Por lo cual parece casi imposible figurarse separada de Cristo, si nocon el alma, al menos con el cuerpo, después de esta vida, a aquella que loconcibió, lo dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en brazos, y lo estrechócontra su pecho. Desde el momento que nuestro Redentor es hijo de María,ciertamente no podía, como observante perfectísimo de la ley divina, dejar dehonrar, además de al Eterno Padre, a la Madre dilecta. Pudiendo, pues, dar a laMadre tanto honor, preservándola inmune de la corrupción, se debe creer que lohaya hecho.”Como se ve, la demostración reúne en un solo párrafo las citas de Bellarmino y de SanFrancisco de sales, que aparecen en la parte histórica de la Bula. La teología de la bula esla del post-tridentino, con su continua apelación al sentimiento y a la piedad.En sustancia : la definición del dogma no reposa sobre la sagrada <strong>Escritura</strong>, que calla ; nisobre la tradición más antigua, que calla igualmente. Su fundamento formal es lainfalibilidad de la Iglesia que cree en la Asunción, y del papa que se constituye enintérprete de esa fe ; su fundamento sustancial, desarrollado sobre todo en la última partede la Bula, 237 es la armonía interna de la doctrina mariana, el “perfectum gratiarumconcentum”, que la Iglesia reconoce en la <strong>Virgen</strong> María; la asunción de laBienaventurada <strong>Virgen</strong> es el corolario de las otras gracias que recibió: la maternidaddivina, la virginidad perpetua, y sobre todo su inmaculada concepción. Es interesante veraparecer, entre aquellas perfecciones, también la corredención aunque no esté todavíadefinida dogmáticamente. Se puede tener la seguridad de que esta participación en lademostración del nuevo dogma, será considerada como un buen argumento a favor de lacorredención de María, cuando llegue el momento de su definición. 238237 Esta es la única parte de la bula que cita Denzinger.238 Este argumento de la corredención ha sido desarrollado con cierta amplitud por elPadre Roschini en sus discursos por Radio Vaticano en preparación del acontecimiento,remontándose naturalmente a la concepción de María como la nueva Eva (Justino,Ireneo) y perfeccionándola con una audaz interpretación de 1º Corintios 15:21, 22, quedebería leerse así: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre y una mujer (Adán
La <strong>Virgen</strong> María, página 135Y ahora, producida la definición, y ya casi lejana – tan presto pasan los acontecimientosen nuestro tiempo -, en presencia de estas enunciaciones tan problemáticas, queconstituyen una innovación metodológica cuyas consecuencias nadie puede prevertodavía, es inevitable formular la pregunta: ¿Para qué se ha querido esto? ¿Con qué fin?Y, ¿valía realmente la pena?Los motivos mencionados en la Bula, retomados y orquestados por sus comentadores, noson de naturaleza dogmática. No había, en efecto, ninguna necesidad doctrinaria, ningunaurgencia de definir el dogma. La Asunción vivía en la piedad de la Iglesia, como una píaopinión, generalmente aceptada, celebrada con fervor en la fiesta popular del 15 deagosto. Ni siquiera los reformadores del siglo XVI la habían negado explícitamente. Nohabía sobre ella ninguna controversia teológica, no era necesaria para devolver la paz a laIglesia perturbada por partidos adversos. Teológicamente, fue una definición gratuita ysuperflua.Los motivos que da la Bula son todos de carácter práctico, apologético, moralista, pietistay, en el fondo, aun político. Se trataba de “estimular la devoción de los católicos hacia laMadre celestial”, de promover la convicción del “valor de la vida humana” contra el“materialismo y la corrupción de las costumbres:; varios comentaristas no han vaciladoen insertar la definición en el cuadro de la cruzada contra el “comunismo ateo”,prometiéndose ingentes frutos políticos además de espirituales. ¿Era realmente necesario?Y admitiendo que lo fuera, ¿es el nuevo dogma realmente eficaz para tal fin? Una vezmás, dejemos la palabra a Altaner :“¿Quién ha de querer pensar seriamente que nuestra fe o la teología tengannecesidad del nuevo dogma para confutar al humanismo ateo que hace tiempo hasido rechazado y condenado por los dogmas cristianos?” Nadie afirmará que losacatólicos, y sobre todo los ateos, han de ver en el nuevo dogma una confutaciónde la incredulidad, y sean impresionados por ella. ¿Acaso no bastan los dogmasde la encarnación, la resurrección y la ascensión de Cristo, los dogmas de laantropología y la escatología (la resurrección de la carne)? ¿Estas doctrinas no sonacaso armas experimentadas desde hace mucho tiempo, y mucho más eficaces,conocidas en todo el mundo como una solemne protesta de la Iglesia contra elhumanismo secularizado y contra todas las formas del pensamiento materialista,negador de Dios? ¿Solamente su deber de combatir toda impiedad? ¿Tendránecesidad de la definición dogmática para ser fortificado en su fe en el triunfo delespíritu sobre la materia y en la transfiguración del cuerpo en la gloria eterna?” 239Y con respecto a la piedad mariana :y Eva), también por un hombre y una mujer (Cristo y María) la resurrección de losmuertos”. El argumento es éste: María pertenece, con Jesús, a las “primicias de laresurrección”, luego, resucitó con él, sin esperar la resurrección final (Roschini, Il Dogmadell’ Assunzione, Roma, 1950, p. 82).239 Oek. Einh., p. 58.
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