Virgen Maria completa - Escritura y Verdad
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La Virgen María, página 130conformidad de cada doctrina profesada con las Sagradas Escrituras y con la tradición dela Iglesia antigua.“Este consenso singular del episcopado católico y de los fieles – como se expresa en laBula - . . . presentándonos la enseñanza concorde del magisterio ordinario de la Iglesia yla fe concorde del pueblo cristiano por aquel sostenida y dirigida, por sí mismomanifiesta en forma cierta e infalible, que tal privilegio es verdad revelada por Dios ycontenida en aquel divino depósito que Cristo confió a su Esposa para que los custodiasefielmente y lo declarase infaliblemente. El magisterio de la Iglesia ciertamente no porindustria puramente humana, sino por lo tanto infaliblemente cumple su mandato deconservar perennemente puras e íntegras las verdades reveladas, y las transmite sincontaminación sin agregados, sin disminuciones . . . Por tanto, del consenso universal delmagisterio ordinario de la Iglesia se saca argumento cierto y seguro para afirmar que laasunción . . . es verdad revelada por Dios . . . “Estas declaraciones evidentemente lo que hacen es invertir las posiciones y los métodostradicionales de la Iglesia. En el pasado se razonaba como sigue :“Las verdades que están contenidas en el Depositum fidei son definibles;Esta verdad está contenida en el Depositum fidei;Luego, esta verdad es definible; y si fuere necesario será definida.”Hoy, en cambio, se razona así :“Esta verdad quiere ser definida de algún modo, y por lo tanto debe ser definible;Todas las verdades definidas está en el Depositum fidei;Luego, esta verdad está contenida en él, si no explícitamente, al menosimplícitamente . . .La única vía por la cual se puede descubrir que una doctrina presumiblementeimplícita en el Depositum realmente lo está, es el hecho de que la Iglesia la hayadefinido.” 230En particular, la asunción debe ser una verdad revelada, y obsérvese bien, revelada por laSagrada Escritura, porque el magisterio, que no puede sufrir variaciones, decreta que esuna verdad revelada. 231 Esta declaración no puede ser un error, porque el magisterio ha230 Así escribe el teólogo anglicano de Oxford B. E. Mascall, texto transcripto en Oekum.Einh., cit., p. 145.231 Tal es en realidad, el razonamiento de Don Doménico Bertetto, S. D. B., en su libroMaría e i Protestanti, para refutar las objeciones de los acatólicos. La Asunción, afirmaél, no se conoce por la experiencia sensible, no tiene origen en una revelación privada, notiene su origen en los libros apócrifos. “Por tanto se debe concluir que la fe de la Iglesiaen la Asunción de la S. Virgen debe fundarse sobre la revelación divina de tal privilegio”.Y puesto que tal privilegio “no está explícitamente contenido en las S. Escrituras”, sesigue esta importante conclusión: “la gloriosa Asunción de María está contenida sólo demanera formal implícita en las fuentes de la revelación divina” (pp. 142-145). Está claro
La Virgen María, página 131sido dado para conservar intacto el depósito de la verdad, y se debe presumir que loconserva : y si se quiere averiguar mediante qué proceso lógico un magisterio, aunque suautoridad en materia de fe y de moral sea grandísima, o el consenso sea unánime dealgunos centenares de millones de hombres del siglo XX, pueden hacer que unacontecimiento histórico, que jamás aconteció, haya realmente acontecido, por fuerzatendríamos que quedarnos sin respuesta. Círculo vicioso para quien considera las cosasdesde afuera; pero para la conciencia católica éste es más bien el círculo viviente de la feen su propia infalibilidad, la cual reposa solamente sobre ella misma.Desde el punto de vista de los criterios de fe, el nuevo dogma de la asunción constituyepues un nuevo paso en el sentido del predominio del magisterio viviente sobre el depósitotradicional de la fe. Predominio particularmente natural, en este caso, porque elfundamento tradicional de este dogma es particularmente débil; pero se puede pensar queeste predominio sea más grato que en el pasado para la Iglesia de nuestro tiempo. A la luzdel nuevo dogma adquieren particular relieve algunas declaraciones de la encíclicaHumani generis, que ponen en guardia a los fieles contra la importancia, según ellaexcesiva, que los teólogos modernos dan a la historia :“La teología no puede ser equiparada a una ciencia solamente histórica. Junto con lassagradas fuentes, Dios ha dado a la Iglesia también el magisterio viviente, para ilustrar ydesarrollar aquellas verdades que están contenidas en el depósito de la fe sólo oscura eimplícitamente . . . Es enteramente falso el método que pretende explicar las cosas clarascon las oscuras; antes es necesario que todos sigan el orden inverso.” 232Oscura en este caso, evidentemente son la Biblia y la tradición; las cosas claras son lasnuevas enunciaciones dogmáticas. Se nos invita a aclarar la oscura revelación bíblica conlas luces de la revelación progresiva que culmina en el nuevo dogma de la asunción. Dehecho a éste se refiere explícitamente el padre Filograssi, comentando la Humani generis,en Civiltá Católica, declara repetidamente que “el Espíritu de Dios conserva la verdad enprogreso . . . “En el caso de la asunción, la teología reconoce otro notable tramo deprogreso dogmático, por el cual la verdad, paso a paso se ha aclarado lentamente.” 233La Asunción de María, pues obedece expresamente al principio modernista de laevolución dogmática; esto confirma la tesis de este libro. Este abrirse de la teologíacatólica al concepto del devenir podría tener un interés imponente, si el “progreso” fuerarealmente progreso en la verdad, si estuviera orientado en el sentido de una mayorclaridad evangélica, de una mayor profundidad de la fe; o si consistiera en el esfuerzopara reexpresar el mensaje eterno en el lenguaje de la humanidad de nuestro tiempo,superando barreras culturales y sociales e incomprensiones antiguas y recientes. Pero ennuestro caso es demasiado evidente que el “progreso” es en realidad una involución, esque para el autor esta presencia implícita, que no se percibe, se presume precisamenteporque la asunción ha sido definida infaliblemente como dogma revelado, y porque tododogma revelado debe pertenecer de algún modo a la revelación bíblica.232 Pío XII, encíclica Humani generis, A. A. S., 42 (1950), p. 560. Denz., 3014.233 Civ. Cattol., 4 de noviembre de 1950, pp. 287-288.
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La <strong>Virgen</strong> María, página 131sido dado para conservar intacto el depósito de la verdad, y se debe presumir que loconserva : y si se quiere averiguar mediante qué proceso lógico un magisterio, aunque suautoridad en materia de fe y de moral sea grandísima, o el consenso sea unánime dealgunos centenares de millones de hombres del siglo XX, pueden hacer que unacontecimiento histórico, que jamás aconteció, haya realmente acontecido, por fuerzatendríamos que quedarnos sin respuesta. Círculo vicioso para quien considera las cosasdesde afuera; pero para la conciencia católica éste es más bien el círculo viviente de la feen su propia infalibilidad, la cual reposa solamente sobre ella misma.Desde el punto de vista de los criterios de fe, el nuevo dogma de la asunción constituyepues un nuevo paso en el sentido del predominio del magisterio viviente sobre el depósitotradicional de la fe. Predominio particularmente natural, en este caso, porque elfundamento tradicional de este dogma es particularmente débil; pero se puede pensar queeste predominio sea más grato que en el pasado para la Iglesia de nuestro tiempo. A la luzdel nuevo dogma adquieren particular relieve algunas declaraciones de la encíclicaHumani generis, que ponen en guardia a los fieles contra la importancia, según ellaexcesiva, que los teólogos modernos dan a la historia :“La teología no puede ser equiparada a una ciencia solamente histórica. Junto con lassagradas fuentes, Dios ha dado a la Iglesia también el magisterio viviente, para ilustrar ydesarrollar aquellas verdades que están contenidas en el depósito de la fe sólo oscura eimplícitamente . . . Es enteramente falso el método que pretende explicar las cosas clarascon las oscuras; antes es necesario que todos sigan el orden inverso.” 232Oscura en este caso, evidentemente son la Biblia y la tradición; las cosas claras son lasnuevas enunciaciones dogmáticas. Se nos invita a aclarar la oscura revelación bíblica conlas luces de la revelación progresiva que culmina en el nuevo dogma de la asunción. Dehecho a éste se refiere explícitamente el padre Filograssi, comentando la Humani generis,en Civiltá Católica, declara repetidamente que “el Espíritu de Dios conserva la verdad enprogreso . . . “En el caso de la asunción, la teología reconoce otro notable tramo deprogreso dogmático, por el cual la verdad, paso a paso se ha aclarado lentamente.” 233La Asunción de María, pues obedece expresamente al principio modernista de laevolución dogmática; esto confirma la tesis de este libro. Este abrirse de la teologíacatólica al concepto del devenir podría tener un interés imponente, si el “progreso” fuerarealmente progreso en la verdad, si estuviera orientado en el sentido de una mayorclaridad evangélica, de una mayor profundidad de la fe; o si consistiera en el esfuerzopara reexpresar el mensaje eterno en el lenguaje de la humanidad de nuestro tiempo,superando barreras culturales y sociales e incomprensiones antiguas y recientes. Pero ennuestro caso es demasiado evidente que el “progreso” es en realidad una involución, esque para el autor esta presencia implícita, que no se percibe, se presume precisamenteporque la asunción ha sido definida infaliblemente como dogma revelado, y porque tododogma revelado debe pertenecer de algún modo a la revelación bíblica.232 Pío XII, encíclica Humani generis, A. A. S., 42 (1950), p. 560. Denz., 3014.233 Civ. Cattol., 4 de noviembre de 1950, pp. 287-288.