Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La Virgen María, página 128benevolencia a María virgen, a honra de su Hijo, inmortal rey de los siglos y vencedor delpecado y de la muerte, a mayor gloria de la misma augusta Madre y para regocijo yexultación de toda la Iglesia, por su autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de losbienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra [autoridad], proclamamos,declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la inmaculada Deiparasiempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrenal fue ascendida en cuerpo y alma a lagloria celestial. Por cuya razón, si alguno, Dios no lo quiera, osara voluntariamente negaro poner en duda lo que ha sido por Nos definido, sepa que habrá caído de la fe divina ycatólica.” 227Como se ve, la definición papal no dice si La Bienaventurada Virgen terminó su carreraterrenal con la muerte, o si ascendió viva al cielo; no precisa expresamente con quécuerpo ascendió, dejando suponer que se tratará de un cuerpo transfigurado, como el deCristo después de su resurrección; y se abstiene de establecer localmente el lugar al cualllegó la Bienaventurada Virgen, hablando genéricamente de la “gloria celestial”.Pero tal vez más que la definición misma, para la historia del dogma en el catolicismo,importa la técnica de la definición y su fundamentación teológica. 228La definición de la asunción de la Virgen María ha sido la primera definición dogmáticadespués de la proclamación de la infalibilidad del papa. Había, pues, en muchos ciertacuriosidad y una legítima expectativa: ¿cómo funcionaría el mecanismo de la definicióninfalible? En realidad, no ocurrió nada sensacional. El momento de la infalibilidad papalfue expresado claramente en la fórmula de la definición : auctoritate Domini Nostri IesuChristi, Beatorum Petri et Pauli ac Nostra; ésta había tenido ya expresión, además de enel recordado pedido del decano del colegio cardenalicio, en las palabras del papa alConsistorio del 30 de octubre en las cuales se alegraba por el “admirable consenso de lospurpurados, padres y obispos con el romano pontífice”, por el cual se veía ampliamentecuál era la fe, la enseñanza y el deseo de la Iglesia. Pero en todo el proceso de ladefinición el poder personal del papa, su capacidad de dirimir por su autoridad una gravecuestión controvertida, no aparece en primer plano. Ni había necesidad de ello. La píacreencia en la asunción de la Virgen María contaba con un vastísimo consenso en laIglesia católica romana, un consenso que la Bula pudo definir como “moralmenteunánime”. Le fue fácil al supremo magisterio retirarse discretamente detrás del consensogeneral de la Iglesia y dejar a ésta la función de definir su propia fe; al punto de que sepuede decir que el dogma fue definido no tanto en nombre de la infalibilidad personal delpapa, como en el de la del magisterio, ordinario y extraordinario, de la Iglesia romana,asistido y fortalecido por el consenso vivo del pueblo creyente ; si bien no es menoscierto que producida la definición, ésta es válida, según la clarísima enunciación delConcilio Vaticano, “ex sese, non autem ex consensu Ecclesiae”.227 De la Constitución apostólica “Munificentissimus Deus”, Denzinger. 3033.228 Las páginas que siguen reproducen en parte, ampliada con nuevos elementos, lavaloración contenida en una conferencia del otoño de 1950, publicada en ProtestantesimoVI, Nº 1 (1951).

La Virgen María, página 129¿Qué valor tiene este consenso; y en particular, qué peso dogmático puede tener en ladefinición de un dogma como el de la Asunción?La casi completa unanimidad de los obispos demuestra sobre todo el grado de disciplinay de la uniformidad alcanzado por el magisterio católico. La misma fórmula de laconsulta, que parecía tan solícita por el estado de la devoción mariana en la diócesisconsultadas, contenía una implícita sugestión de responder afirmativamente; y unarespuesta negativa le habría sido difícil a quien conociera el fervor de la piedad marianadel pontífice reinante. A este respecto es significativa la confrontación con la consultaanáloga hecha por Pío IX para la inmaculada concepción. El aumento de las cifrasabsolutas documenta el desarrollo del episcopado católico en el mundo ; el aumento de laproporción favorable (nueve décimos, en vez de dos tercios) demuestra el mayor grado deconformidad disciplinada con los pensamientos del jefe. Cabe pensar con nostalgia en laépoca, aún no lejana, en la cual existía un episcopado capaz de pensar personalmente.Más perplejos aún nos deja el consenso de los fieles. Los ocho millones de firmas de laspeticiones son poca cosa frente a los 350 ó 400 millones de fieles de la Iglesia católica.Las declaraciones hechas por los obispos en nombre de sus respectivas diócesis tiene unvalor muy relativo. Para que nuestras observaciones no tengan sabor a polémicaconfesional, citaremos las reservas hechas por Altaner, antes de la definición en losartículos mencionados:“Preguntémosnos escuetamente cuántos católicos en el mundo desean el nuevo dogma . .. Quien quiere ver y saber, sabe admitir que solamente una pequeña parte de los hombresque jurídicamente forman parte de la Iglesia, vive realmente con la Iglesia y acoge conviva fe lo que para los católicos, frente a los mismos dogmas centrales de la fe cristianaes indiferente, incomprensiva, indecisa u hostil . . . Si se definiera un nuevo dogma, pues,este hecho estaría, para la gran masa de católicos, desprovisto de significado íntimo, tantomás de un significado vívido ; cuando mucho, su culpa delante de Dios y suextrañamiento del verdadero espíritu de la Iglesia se harían objetivamente aún mayores . .. “ 229La gravedad de estas reservas debe ser considerada en su justo valor : ¿sobre esteproblemático consenso se funda el nuevo dogma? Pero inmensamente más grave es lacuestión de principio: según el documento papal, la legitimidad de la definicióndogmática reposa sobre el consenso casi exclusivo, y por cierto absolutamentepreeminente, de la Iglesia. Toda la primera parte de la Biblia desarrolla este concepto : laIglesia se ha expresado ampliamente en todos sus órganos, comunidades, órdenes,parroquias, episcopado, Iglesia docente e Iglesia discente, en admirable armonía desentimiento y de expresión. La infalibilidad de la Iglesia no reside solamente en elmagisterio extraordinario, concilios y pontífices, sino en el magisterio ordinario, en todaslas vías por las cuales puede expresarse la fe de la misma. El consenso de la Iglesiapresente basta también para resolver por sí mismo el problema de si la fe de la Iglesia dehoy está o no en armonía con la fe del pasado, con los cánones tradicionales de la229 Oekum. Einh., cit., p. 56.

La <strong>Virgen</strong> María, página 128benevolencia a María virgen, a honra de su Hijo, inmortal rey de los siglos y vencedor delpecado y de la muerte, a mayor gloria de la misma augusta Madre y para regocijo yexultación de toda la Iglesia, por su autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de losbienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra [autoridad], proclamamos,declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la inmaculada Deiparasiempre <strong>Virgen</strong>, cumplido el curso de su vida terrenal fue ascendida en cuerpo y alma a lagloria celestial. Por cuya razón, si alguno, Dios no lo quiera, osara voluntariamente negaro poner en duda lo que ha sido por Nos definido, sepa que habrá caído de la fe divina ycatólica.” 227Como se ve, la definición papal no dice si La Bienaventurada <strong>Virgen</strong> terminó su carreraterrenal con la muerte, o si ascendió viva al cielo; no precisa expresamente con quécuerpo ascendió, dejando suponer que se tratará de un cuerpo transfigurado, como el deCristo después de su resurrección; y se abstiene de establecer localmente el lugar al cualllegó la Bienaventurada <strong>Virgen</strong>, hablando genéricamente de la “gloria celestial”.Pero tal vez más que la definición misma, para la historia del dogma en el catolicismo,importa la técnica de la definición y su fundamentación teológica. 228La definición de la asunción de la <strong>Virgen</strong> María ha sido la primera definición dogmáticadespués de la proclamación de la infalibilidad del papa. Había, pues, en muchos ciertacuriosidad y una legítima expectativa: ¿cómo funcionaría el mecanismo de la definicióninfalible? En realidad, no ocurrió nada sensacional. El momento de la infalibilidad papalfue expresado claramente en la fórmula de la definición : auctoritate Domini Nostri IesuChristi, Beatorum Petri et Pauli ac Nostra; ésta había tenido ya expresión, además de enel recordado pedido del decano del colegio cardenalicio, en las palabras del papa alConsistorio del 30 de octubre en las cuales se alegraba por el “admirable consenso de lospurpurados, padres y obispos con el romano pontífice”, por el cual se veía ampliamentecuál era la fe, la enseñanza y el deseo de la Iglesia. Pero en todo el proceso de ladefinición el poder personal del papa, su capacidad de dirimir por su autoridad una gravecuestión controvertida, no aparece en primer plano. Ni había necesidad de ello. La píacreencia en la asunción de la <strong>Virgen</strong> María contaba con un vastísimo consenso en laIglesia católica romana, un consenso que la Bula pudo definir como “moralmenteunánime”. Le fue fácil al supremo magisterio retirarse discretamente detrás del consensogeneral de la Iglesia y dejar a ésta la función de definir su propia fe; al punto de que sepuede decir que el dogma fue definido no tanto en nombre de la infalibilidad personal delpapa, como en el de la del magisterio, ordinario y extraordinario, de la Iglesia romana,asistido y fortalecido por el consenso vivo del pueblo creyente ; si bien no es menoscierto que producida la definición, ésta es válida, según la clarísima enunciación delConcilio Vaticano, “ex sese, non autem ex consensu Ecclesiae”.227 De la Constitución apostólica “Munificentissimus Deus”, Denzinger. 3033.228 Las páginas que siguen reproducen en parte, ampliada con nuevos elementos, lavaloración contenida en una conferencia del otoño de 1950, publicada en ProtestantesimoVI, Nº 1 (1951).

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