Virgen Maria completa - Escritura y Verdad
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La Virgen María, página 104El segundo momento de la cooperación de la Virgen en la redención del mundo es supresencia al pie de la cruz. Sigamos, una vez más, resumiendo a Roschini.María estaba, pues, al pie de la cruz (Juan 19:25-27). ¿Por qué? ¿Para consolar a su Hijo?¿Para ayudarle en esa hora tenebrosa? Ella sabía que no podía serle de ninguna ayuda.Pero estuvo, . La misma manera de su presencia lo confirma. Ellaestaba en pie, ¡stabat!: . Estaba, como dice San Antonio, confirmándose a la voluntad de Dios,tanto que se puede decir que también ella, la madre terrena de Jesús, como el Padrecelestial, (Romanos 8:32). Y agregamos que estaba como madre. Después de estas explicaciones, no extrañará a nadie leer que al decirle a Juan, conreferencia a María: (Juan 19:25-27), Jesús proclamó solemnemente.
La Virgen María, página 105Conclusión: Lo menos que se puede decir de todo esto, en cambio, es que precisamente la SagradaEscritura rite interpretata, es decir, leída sin inclinaciones dogmáticas, a la luz de todo loque sabemos de las primeras generaciones de cristianos y sobre su pensamiento, nocontiene absolutamente nada de estas arriesgadísimas especulaciones. La presencia de lamadre de Jesús al pie de la cruz es ignorada por los evangelios sinópticos, esto es,mientras no se pruebe lo contrario, por las fuentes más antiguas y seguras desde el puntode la vista histórico; y en el evangelio de Juan tiene valor de un delicado episodiofamiliar y no tiene, por cierto, los acentos de una solemne proclamación de la dignidadsacerdotal y corredentora de María que estaría en contraste con todo lo que sabemos delclima espiritual y afectivo en el cual se desenvolvió la crucifixión. Lo que fue la cruzpara los discípulos de Jesús, nos lo demuestran realistamente los relatos sinópticos: fueun golpe, un escándalo, la crisis que conmovió todas sus certezas, como lo demuestra lafuga de los mas valientes, la medrosa ausencia aun de Pedro. Solamente algunas mujerespiadosas observaban desde lejos, ciertamente más dadas a los sentimientos de luto ydesconcierto que a las valoraciones transcendentales de la fe; las cuales sólo comenzarondespués de la resurrección. Representarse a María, en esa atmósfera, como una suerte deAbraham sacrificando sobre el monte Moria, es sencillamente sustituir la simple yhumanísima realidad por una visión enteramente convencional y no poco melodramática.Estaba más en los cierto Orígenes, cuando pensaba que también María se habíaescandalizado como todos, y que la espada que según la predicción del anciano Simeóndebía traspasarle el alma, había sido la trágica duda de esa ahora acerca de la misiónmesiánica de Jesús. Por tanto, la idea de que ofreciendo su Hijo en sacrificio, María seasociaba con él y formaba con él una ofrenda única, está totalmente fuera del horizonte,no sólo del Nuevo Testamento, sino del mismo pensamiento eclesiástico, hasta épocamuy reciente.También el relato de la Anunciación debe ser respetado tal cual es, con su frescurapoética y popular, y renunciar a leer en él toda la teología católica posterior al concilio deTrento, con su rigurosa definición de la colaboración de la libertad humana con la graciadivina (en antítesis al sola gracia de la Reforma), y de la capacidad humana para merecerde congruo, con la propia aquiescencia, la gracia salvadora. No hay siquiera la sombra deun indicio de que en el anuncio angelical María fuera consultada, de que el designiodivino dependiera siquiera por un instante de su , de que (es decir, abstractamente) ella hubiese podido rehusarse. En el relatoevangélico el anuncio es un anuncio, sencillamente: la comunicación de una decisiónsoberana extremadamente honrosa para María (), pero de la cual evidentemente María sólo puede tomar nota, como lo hace,con humilde sumisión, y sin que su obediencia revista para ella el más mínimo aspecto de181 Roschini, Ibid, II, pp. 289-299.
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La <strong>Virgen</strong> María, página 105Conclusión: Lo menos que se puede decir de todo esto, en cambio, es que precisamente la Sagrada<strong>Escritura</strong> rite interpretata, es decir, leída sin inclinaciones dogmáticas, a la luz de todo loque sabemos de las primeras generaciones de cristianos y sobre su pensamiento, nocontiene absolutamente nada de estas arriesgadísimas especulaciones. La presencia de lamadre de Jesús al pie de la cruz es ignorada por los evangelios sinópticos, esto es,mientras no se pruebe lo contrario, por las fuentes más antiguas y seguras desde el puntode la vista histórico; y en el evangelio de Juan tiene valor de un delicado episodiofamiliar y no tiene, por cierto, los acentos de una solemne proclamación de la dignidadsacerdotal y corredentora de María que estaría en contraste con todo lo que sabemos delclima espiritual y afectivo en el cual se desenvolvió la crucifixión. Lo que fue la cruzpara los discípulos de Jesús, nos lo demuestran realistamente los relatos sinópticos: fueun golpe, un escándalo, la crisis que conmovió todas sus certezas, como lo demuestra lafuga de los mas valientes, la medrosa ausencia aun de Pedro. Solamente algunas mujerespiadosas observaban desde lejos, ciertamente más dadas a los sentimientos de luto ydesconcierto que a las valoraciones transcendentales de la fe; las cuales sólo comenzarondespués de la resurrección. Representarse a María, en esa atmósfera, como una suerte deAbraham sacrificando sobre el monte Moria, es sencillamente sustituir la simple yhumanísima realidad por una visión enteramente convencional y no poco melodramática.Estaba más en los cierto Orígenes, cuando pensaba que también María se habíaescandalizado como todos, y que la espada que según la predicción del anciano Simeóndebía traspasarle el alma, había sido la trágica duda de esa ahora acerca de la misiónmesiánica de Jesús. Por tanto, la idea de que ofreciendo su Hijo en sacrificio, María seasociaba con él y formaba con él una ofrenda única, está totalmente fuera del horizonte,no sólo del Nuevo Testamento, sino del mismo pensamiento eclesiástico, hasta épocamuy reciente.También el relato de la Anunciación debe ser respetado tal cual es, con su frescurapoética y popular, y renunciar a leer en él toda la teología católica posterior al concilio deTrento, con su rigurosa definición de la colaboración de la libertad humana con la graciadivina (en antítesis al sola gracia de la Reforma), y de la capacidad humana para merecerde congruo, con la propia aquiescencia, la gracia salvadora. No hay siquiera la sombra deun indicio de que en el anuncio angelical María fuera consultada, de que el designiodivino dependiera siquiera por un instante de su , de que (es decir, abstractamente) ella hubiese podido rehusarse. En el relatoevangélico el anuncio es un anuncio, sencillamente: la comunicación de una decisiónsoberana extremadamente honrosa para María (), pero de la cual evidentemente María sólo puede tomar nota, como lo hace,con humilde sumisión, y sin que su obediencia revista para ella el más mínimo aspecto de181 Roschini, Ibid, II, pp. 289-299.