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Las Entrevistas Iniciales

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LAS ENTREVISTA INICIALESPs. Jaime YaskyGrupo de Estudios PsicoanalíticosResúmen: este artículo presenta el tema de las entrevistas que dan inicio a un tratamientopsicoanalítico, resaltando sus objetivos y su técnica, enfatizando su importancia para lasperpectivas de éxito del tratamiento a iniciar.Palabras claves: entrevistas iniciales, diagnóstico, psicoanálisis.En general, se llaman así a las entrevistas que sostienen analista y consultante al comenzar sutrato profesional, entrevistas en que se realiza, según Freud (1913), un "... sondeo a fin de tomarconocimiento del caso y decidir si es apto para el psicoanálisis" (p.126) antes de dar inicio formal altratamiento psicoanalítico.Este encuentro se define por los particulares roles que ocupan las partes. Uno, el paciente, acudedonde la otra parte, el clínico, con la expectativa de ser ayudado a tratar con algún sufrimientopsicológico que lo aqueja y que no ha sido capaz de resolver por sus propios medios. El clínico, envirtud de sus competencias y cierta experticia adquirida en el tratamiento del sufrimientohumano, lleva a cabo algún tipo de procedimiento para enterarse del caso para así poder estimarlas posibilidades de ofrecer al paciente algún tipo de auxilio.Estas entrevistas reciben distintas denominaciones según se recalque uno u otro aspecto de éstas.Algunas de estas denominaciones son: "entrevistas preliminares" resaltando que estas entrevistasson los necesarios encuentros preliminares al inicio del análisis, o sea, que no son el tratamientomismo o que no siguen necesaria y estrictamente los lineamientos técnicos de éste; "análisis deprueba" para resaltar que sí se está aplicando la técnica propia del tratamiento analítico pero amodo de evaluar si éste tiene posibilidades de prosperar; y "entrevistas diagnósticas" para resaltarque estas entrevistas tienen como objetivo establecer la naturaleza y el tipo de dolencia quepresenta el paciente.La denominación "entrevistas iniciales" resaltar el hecho que estas entrevistas ya son el inicio deltratamiento. Si bien es cierto son entrevistas en las cuales evaluamos si están dadas lascondiciones necesarias para iniciar un tratamiento, y si bien es cierto que la técnica y el encuadreno son iguales a los que rigen el tratamiento propiamente tal, en los casos en que sí iniciamosefectivamente el tratamiento, retrospecticamente éstas ya fueron el inicio. De esta manera sepropicia el inicio inmediato del análisis, aunque como fruto preliminar de éste lleguemos a laconclusión de que no están dadas las condiciones para iniciar un tratamiento.Objetivos de la <strong>Entrevistas</strong> <strong>Iniciales</strong>


Son varios los objetivos que se pretenden cumplir durante estas entrevistas, objetivos que no sonexcluyentes y que representan los intereses tanto del analista como del paciente.En términos prácticos y estratégicos, se trata de evaluar conjuntamente si se dan las condicionespara iniciar un tratamiento psicoanalítico. Digo conjuntamente pues es necesario que el pacientesea co‐partícipe de toda esta empresa, inclusive de la evaluación de su inicio. Por supuesto, laparticipación de ambas partes en esta evaluación no es igualitaria dada la diferencia de roles, cadaparte aporta desde lo suyo para resolver este asunto.Como lo planteara Freud en 1913, desconsiderar esta evaluación puede acarrear consecuenciasnegativas tanto para el intento de cura que se inicia como para el paciente mismo. No da lo mismopercatarse de la inviabilidad de un tratamiento a la segunda sesión que pasados seis meses o unaño. En el segundo caso hay más chances que el paciente se desilusione de la utilidad deltratamiento analítico en general y/o de sus expectativas de mejorar su situación de vida, yconviene ahorrarle tales penurias, en la medida de lo posible, tanto al paciente, como a laprofesión y al propia analista. Respecto a esto último, cabe puntualizar que esta precaucióntambién protege al analista, pues la evaluación realista de las posibilidades de ayudar al pacientepermite que éste se ahorre la frustración y potencial merma en la seguridad de sus competenciasque un fracaso en un tratamiento, no previsto pero tal vez previsibles, pudiera acarrear.De lo anterior se desprende el reconocimiento de que el tratamiento analítico no funciona paratodos los casos ni en cualquier condición, y en particular, que es posible que no podamos ayudar atodas las personas que lo requieran, ni en cualquier condición. Partir con estas precauciones, en lamedida que no nos inhiban a actuar, pues no hay empresa excenta de riesgos, nos ubica frente alpaciente de una manera en que existen mayores posibilidades de que el trabajo que se inicia seafructífero. Cada analista tiene límites ‐más amplios o más estrechos, más o menos móviles, quedependen de su personalidad, su experiencia y del caso en cuestión‐ en su capacidad de trabajarproductivamente con un paciente, o visto de otra manera, para establecer una relación con unparticular paciente ‐rapport‐ en que sea posible hacer un trabajo analítico. Esto, por cierto, por lomenos relativiza aquello de que la analizabilidad del paciente es un problema que radicafundamentalmente en la patología de éste.Son varias las condiciones ideales o mínimas que debieran darse para resolver el inicio de untratamiento y como ya vimos, evaluarlas es un objetivo importante de estas entrevistas.Por un lado, es importante sondear la naturaleza del caso. Tomar noticia de lo que aqueja alpaciente, intentar bosquejar las características de las problemáticas que nos presenta el paciente,tanto las que plantea a nivel explícito como aquellas que se perfilan o deducen de suscomunicaciones pero que no están formuladas de manera explícita. ¿Cuál es el grado de precisióny profundidad del conocimiento que se persigue o cuanto es necesario sondear? Lo justo ynecesario para arribar a un punto en que de manera sensata podamos avisorar que lo que nospresenta el paciente puede hacernos sentido, o sea, lo suficiente para poder sostener la


expectativa realista de que la problemática presentada por el paciente puede resolverse a travésde su análisis.Este sondeo del caso implica una aproximación tanto nomotético como ideográfico: intentamosestablecer sintonía con el caso, con su singularidad, condición sine qua non para iniciar untratamiento psicoanalítico. Pero este sondeo también incluye una mirada comparativa,intentamos ubicar este caso en el concierto de lo ya conocido, lo ya descrito, en una nosografía oteoría psicopatológica, con la expectativa que estas generalidades nos orienten en la comprensióndel caso. No siempre lo ya sabido nos sirve para conocer un nuevo caso, sino por el contrario,pueden inhibir su comprensión, y también es cierto que en un nuevo caso podamos hacer nuevasintelecciones más o menos extrapolables: pero lo cierto es que todo caso lo abordamos desdecierta teoría que valoramos , y es necesario cotejar el mutuo encaje entre el caso y la teoría quesostenemos, pues en este interjuego se juega la dirección de un proceso psicoterapéutico. Estasdos orientaciones ‐ nomotética e idiográfica ‐ son parte de una dialéctica, pues indefectiblemente"comprendemos" el caso particular en virtud de nociones psicopatológicas que, consciente oinconscientemente, nos constituyen como observadores y desde las cuales damos o captamos elsentido de lo que observamos, y a la vez, "comprendemos" o nos hace sentido la teoría en lapráxis clínica .Al respecto Bleger (1964) señala "...la observación que se realiza (es) siempre en función de ciertossupuestos y que, cuando éstos son conscientes y manejados como tales, la observación seenriquece" "...ir formulando hipótesis mientras se observa, y en el curso de la entrevista verificar yrectificar las hipótesis durante su transcurso mismo en función de las observacionessubsiguientes..." "Observar, pensar e imaginar coinciden totalmente y forman parte de un solo yúnico proceso dialéctico" (p.22). El interpretar debiéramos incluir como relativo al imaginar,comprender. Añadiría que estos supuestos e hipótesis que señala Bleger están siempre ahí ennuestra actividad investigativa, sepámoslo o no.En consecuencia, no basta con comprender intelectualmente el caso, con ubicarlo dentro deciertas coordenadas teóricas (ej. identificar la repulsión hacia ciertos alimentos en un pacientecomo síntoma histérica ante la sobresexualización de tal alimento), sino que hacer análisisrequiere que el analista se dispongan a explorar y reconocer cómo está involucradosubjetivamente en la configuración y comprensión del caso, lo que particularmente se pone derelieve en la dinámica transferencial‐contratransferencial.Relativo a lo anterior, es importante el sondeo o reconocimiento de la forma de funcionamientopsíquico o dinámicas psíquicas preponderante en el paciente. Esto tanto para estimar la magnitudde la tarea a emprender ‐ dadas las maniobras defensivas del paciente ‐ como para reconocer lasaptitudes y disposición del paciente para el trabajo psicológico de reelaborarción. En términosoperativos, importa conocer su disposición a extrañarse respecto a sí mismo, a pensarse y poneren cuestión la manera en que está involucrado en la determinación de su acontecer mental,particularmente en las problemáticas que lo aquejan.


Un objetivo tácito de las entrevistas iniciales es permitir al futuro paciente conocer al analista y suforma de trabajo, para así tener más elementos para decidir respecto a iniciar el tratamiento. Esun hecho que esto ocurre y pienso que hay buenas razones para destacarlo. Explicitar que elpaciente es partícipe de la decisión de iniciar o no el tratamiento, subraya su rol activo yparticipativo en el tratamiento. Propicia que el paciente se apropie de su tratamiento. Aunque elpaciente termine resolviendo el inicio del tratamiento impulsado por las vicisitudes de su patología(ej. temor a que "se le pase el tren") y no tanto por consideraciones realistas, el delinear estaprerrogativa nos ubica en mejor pie para iniciar su análisis. Invitar al paciente a participar de estadecisión puede propiciar la manifestación de dudas que tanto la técnica como la persona delanalista puedan despertar en éste, lo que puede constituir un auspicioso punto de inicio delanálisis de la transferencia o puede precipitar el aborto de un análisis con pies de barro.Ligado a lo anterior está el sondear si es posible establecer una relación de afinidad básicanecesaria entre paciente y analista que permita emprender la labor analítica, un rapportoperativo. Esto tiene que ver con que el analista sienta que puede comprender al paciente,identificarse con éste tanto en su posición de padeciente respecto a lo que lo aqueja, comoidentificarse con éste en su posición de provocante de aquello que lo aqueja. En general, estacomprensión que el analista puede tener por el paciente se correlaciona con la sensación de sermínimamente comprendido por el analista, lo que es indispensable para el desarrollo deltratamiento.Aparte hay una serie de consideraciones prácticas tales como la coincidencia y disponibilidadmutua de horarios y el acuerdo en el valor de los honorarios que es necesario despejar y de lascuales depende el inicio de un tratamiento.Todas estas consideraciones abogan a favor de esclarecer de la manera más realista posible laviabilidad del tratamiento antes de iniciarlo.La situación de entrevista y la técnicaEl paciente que enfrentamos en la primera entrevista ha sido impulsado a contactarnos y aapersonarse ante nosotros aquejado por algo que lo angustia, por algún derivado de ésta o por lasconsecuencias de sus intentos por defenderse de sus problemas y es necesario no sofocar esteverdadero motor del análisis, por lo que la primera y principal tarea del analista es no entorpeceru obstaculizar el despliegue del caso.Bleger (1964) plantea "..entre los participantes se estructura una relación de la cual depende todolo que en ella acontece. La diferencia básica, en este sentido, entre entrevista y cualquier otro tipode relación interpersonal (como la anamnesis) reside en que en la primera la regla fundamental aeste respecto es tratar de obtener que el campo se configure especialmente y en su mayor gradopor las variables que dependen del entrevistado" (p.14)


El paciente que ya hizo los esfuerzos necesarios para ubicarse frente a nosotros en la primeraconsulta lo ha hecho impulsado por la necesidad de dar cuenta de lo que le pasa, por lo queexpresiones tales como "no sé por qué vine", "no tengo nada que decir", el mutismo o lacomunicación incoherente deben ser tomadas en este contexto, como vicisitudes propias dedinámicas entre deseos y defensas. Anteponerse al paciente dirigiéndolo de cualquier forma, talcomo comenzar uno a hablarle o preguntarle, en general es un buen medio para taponear oimpedir que éste se despliegue.Digo en general y no absoluto, por que también es cierto que en esto no hay fórmulas absolutas.Este mismo hecho recalca Freud (1912) cuando aclara que sus indicaciones técnicas son consejos,ni más ni menos que eso. Tomar literalmente lo recién planteado ‐ como una prohibición parahacer cosas ‐ es complicado, por que, por ejemplo, dirigir al paciente o preguntarle, puede serjustamente lo procedente para lograr que el paciente se despliegue .Bleger (1964) sugiere "..permitir en todo lo posible que el entrevistado configure el campo de laentrevista según su estructura psicológica particular, o ‐dicho de otra manera‐ que el campo de laentrevista se configure al máximo posible por las variables que dependen de la personalidad delentrevistado" (p. 10).No es un rol del entrevistador provocar angustia ‐aunque justamente eso sea lo que el encuentrocon el entrevistador genere en el paciente‐ ni mitigarla por otros medios que no sean losanalíticos. Esto es particularmente importante ante la solicitud tácita o explícita de parte delpaciente por que hagamos cosas o representemos determinados roles ‐transferencia‐ queaplaquen las particulares ansiedades que se actualizan en el encuentro con el analista. No está demás plantear que lo recién dicho también es válido en sentido inverso: el paciente no está ahí paraatenuar o aplacar la angustia que el encuentro con éste pueda provocar en el analista. Principio deabstinencia. Todo esto en el marco de la cordialidad que naturalmente podamos ofrecerle alpaciente: no me refiero a estereotipar un trato, si no a reconocer que no todo el trato quetenemos con nuestros pacientes se circunscribe ni debe circunscribirse a la relación analistapaciente:es más, nuestra actividad analítica se nutre de que ambos partícipes puedanefectivamente tratarse ‐ por lo menos en un plano mentalizado ‐ con naturalidad, por sentidocomún, como personas. Desafortunadamente esto se pierde de vista no con poca frecuencia ennombre de una mal entendida neutralidad (ej. no pasarle un pañuelito a un paciente que estámoqueando o no ayudarlo si al entrar se le están cayendo las cosas que carga).En último término, lo importante es sostener una actitud analítica, o sea, la disposición aconsiderar lo que hacemos con el paciente, lo que éste nos despierta o provoca como parte delmaterial a analizar."En la contratransferencia se incluyen todos los fenómenos que aparecen en el entrevistador,como emergentes del campo psicológico que se configura en la entrevista; son las respuestas del

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