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¿Quien lo hubiera dicho? - Fundación Otras Ovejas de Argentina

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¿Quién <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong> <strong>dicho</strong>?Un examen <strong>de</strong> concienciaPor Gerard P. Cleator, O.P.Traducción <strong>de</strong> Patricio Cernadas1


DedicatoriaA Catalina <strong>de</strong> Siena y Teresa <strong>de</strong> Lisieux,Los mejores amigos que se pue<strong>de</strong>n tener,Y a Katherine Buckner, mi Beatriz.2


INDICEINTRODUCCION:LO QUE OFREZCO EN ESTAS REFLEXIONES………….CAPITULO UNOQUIERO SER PREDICADORCAPITULO DOSPREPARATIVOS PARA ENTRAR EN LA ORDEN ………MI FORMACION EN LA VIDA ACADEMICA…………………………………CAPITULO CUATROLO QUE LA FORMACION ME ENSEÑO………………………………..CAPITULO CINCOPRIMEROS PASOS EN EL MINISTERIO………………………………………CAPITULO SEISORGANIZO UN EQUIPO DE PREDICACION ……………………………..CAPITULO SIETEME ELIGEN PROVINCIAL …………………………………………………………...CAPITULO OCHOLOS TRAPENSES PROFUNDIZAN MI PLEGARIA ……………………………………CAPITULO NUEVETAREAS DE MINISTERIO EN ESPAÑOL…………………………………….CAPITULO DIEZPASTOR EN LA PARROQUIA DE SAN PIO, CHICAGO………………………………CAPITULO ONCESALGO DEL PLACARD……………………………………………………………..CAPITULO DOCETRANSICION A BOLIVIA…………………………………………………………………..CAPITULO TRECEMINISTERIO PARA GAYS………………………………………………………………….CAPITULO CATORCELA POBREZA Y LA CRUZ. EL CORAZON DE LA VIDA RELIGIOSA………………CAPITULO QUINCECUMPLO CON EL VOTO DE OBEDIENCIA…………………………………………….CAPITULO DIECISEISMINISTERIO EN MEXICO………………………………………………………………….3


CAPITULO DIECISIETEME ENAMORO ………………………………………………………………………………CONCLUSIONEL MAL DE PARKINSON ME LLEVA DE REGRESO A CASA.....................................4


IntroducciónLo que ofrezco en estas reflexionesThomas O´Meara, OP, uno <strong>de</strong> mis hermanos dominicos, escribió un libro sobre sucarrera <strong>de</strong> teó<strong>lo</strong>go. Tom empieza el libro con un recuerdo <strong>de</strong> su primer año en elnoviciado. Pensaba que su futuro ya se había establecido. Aunque se <strong>hubiera</strong> dado unaserie <strong>de</strong> variaciones sobre este tema, el tipo <strong>de</strong> vida que iba a llevar era una <strong>de</strong>cisióntomada. El Eclesiastés dice que no hay nada nuevo bajo el sol, una frase verda<strong>de</strong>ra en elseno <strong>de</strong> la Iglesia. La ve<strong>lo</strong>cidad <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s días, la vida <strong>de</strong> oración y la teo<strong>lo</strong>gíapermanecería sin cambios; también la misma espiritualidad, el esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida que <strong>lo</strong>sfrailes que habían vivido, esos frailes ahora enterrados en el cementerio frente alpriorato. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que sepultaran a su generación en el mismo cementerio, otrascontinuarían con <strong>lo</strong> mismo que Tom <strong>hubiera</strong> hecho.Tom es una persona aventurera y creativa. La rutina <strong>de</strong> todas las cosas <strong>lo</strong> <strong>de</strong>primía y<strong>lo</strong>s años monótonos que vendrían <strong>lo</strong> <strong>de</strong>jaban abúlico: ―Con apenas tenía veintiuno,pensaba que no tenía futuro.‖Mi reacción fue la opuesta cuando ingresé en la Or<strong>de</strong>n. Deseaba acomodarme en unmol<strong>de</strong> que me pudiera contener. Le tenía miedo a la vida y mi autoestima era baja. Dealguna manera, buscaba justificar mi existencia: amaba a Dios, quería ofrecerle mi vida,y servir en su viña. También buscaba aprobación, sobre todo la <strong>de</strong> mi padre. Sería unbuen dominico que iba a vivir según las Escrituras, por <strong>lo</strong> menos según la mayoría <strong>de</strong>ellas, y que acce<strong>de</strong>ría a la santidad a través <strong>de</strong> una vida <strong>de</strong> disciplina y <strong>de</strong> sacrificio. Eraobsesivo, terco y huía <strong>de</strong> mí mismo. De pensamiento estricto, intolerante con respecto alas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros, indiferente a su punto <strong>de</strong> vista, cumplía con las reglas ynunca irritaba a mis superiores. Mis compañeros <strong>de</strong> clase me <strong>de</strong>cían que no les gustaríaque llegara a convertirme en un superior porque sería <strong>de</strong>masiado duro con el<strong>lo</strong>s.Me alegraba pertenecer a una Iglesia don<strong>de</strong> la verdad se había afirmado y todo <strong>lo</strong> quenecesitaba era seguirla, enseñarla y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla. La Iglesia era un barco macizo parasurcar <strong>lo</strong>s mares. Tom O´Meara se quejaba por la pérdida <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s héroes, la gente ―quetuvo la oportunidad <strong>de</strong> participar en las tribulaciones <strong>de</strong> la historia, <strong>lo</strong>s mártires, <strong>lo</strong>spredicadores apasionados, <strong>lo</strong>s enfermeros en <strong>lo</strong>s barcos <strong>de</strong> esclavos, <strong>lo</strong>s misioneros en elAmazonas o en el Congo, <strong>lo</strong>s santos <strong>de</strong> todas las clases.‖ (1) A mí me bastaba vivir en la5


tradición. Necesitaba seguridad y me alegraba el hecho <strong>de</strong> estar establecido. El camino ala santidad estaría garantizado. Sería uno <strong>de</strong> ―<strong>lo</strong>s chicos buenos‖ en esta batalla con elmundo pecaminoso. Mi confesor en la escuela secundaria me había <strong>dicho</strong> que yo era<strong>de</strong>masiado individualista para adaptarme a la vida religiosa. Por entonces creí queestaba preparado para per<strong>de</strong>r este individualismo y que podría obe<strong>de</strong>cer a muerte: amayor renuncia, más cerca <strong>de</strong> Dios. Como dijo uno <strong>de</strong> mis profesores: ―Deja que lagente tome las escaleras para subir al cie<strong>lo</strong>. Nosotros, <strong>lo</strong>s religiosos, subimos enascensor.‖Ni Tom O´Meara ni yo tuvimos las vidas que esperábamos. El concilio Vaticano II, laguerra <strong>de</strong> Vietnam, el <strong>de</strong>scontento social <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años 60 cambiaron nuestro pensamientoy nuestra conducta. Tom consiguió el mundo que anhelaba y a mí me arrastró el mundoque nunca había <strong>de</strong>seado. ¿Quién <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong> <strong>dicho</strong>? Pero aquí estamos.La historia que voy a narrar es autobiográfica, pero no es en rigor una autobiografía.No voy a contar nada sobre mi infancia o mi familia como factores <strong>de</strong>cisivos en laformación <strong>de</strong> mi personalidad. Tampoco aparecen algunas amista<strong>de</strong>s que fueron clavespara mí. No se mencionan acontecimientos en <strong>lo</strong>s que estuve involucrado, ni personasque he conocido. No se trata <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> mi vida, sino <strong>de</strong> un examen <strong>de</strong> conciencia.Intento compartir con el lector una travesía teológica y espiritual, en particular comofraile predicador, miembro <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s predicadores fundada por Santo Domingo<strong>de</strong> Guzmán en 1220, y todavía una fuerza vibrante <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres y <strong>de</strong> las mujeres queviven y trabajan en todo el mundo, que difun<strong>de</strong>n la palabra <strong>de</strong> Dios con un grancompromiso personal. Deseo que aprecien cómo experimenté la influencia <strong>de</strong> Dios enmi vida durante mi formación <strong>de</strong> predicador. Deseo que sean testigos <strong>de</strong> <strong>de</strong> que aunquepermaneciera fiel a mis raíces, a la vez tuve cambios drásticos según pasaban <strong>lo</strong>s años.Ya cumplí sesenta y siete años. En algunos aspectos soy tan conservador como cuandoingresé en la Or<strong>de</strong>n, pero a la vez mi pensamiento y mi esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida son más radicales,como así también mis expectativas más impacientes en cuanto al futuro.Hice bien algunas cosas, fracasé con otras y pequé muchas veces. Espero que al final<strong>de</strong> estas reflexiones, mis lectores concuer<strong>de</strong>n conmigo con respecto a las palabras <strong>de</strong>San Pab<strong>lo</strong>: ―Todas las cosas contribuyen para beneficiar a quienes aman al Señor.‖(Romanos 8:28). Esta convicción ha sido parte <strong>de</strong> mi travesía en la vida.En la época <strong>de</strong> mi or<strong>de</strong>nación, encargué que me imprimieran una postal con lafotografía <strong>de</strong> una escultura <strong>de</strong>l hijo pródigo <strong>de</strong> regreso a la casa <strong>de</strong> su padre. Al dorso,6


las palabras a <strong>lo</strong>s efesios:‖Nos salvó y nos ofreció una vida <strong>de</strong> santidad, no por <strong>lo</strong> quehubiéramos hecho. Se <strong>lo</strong> <strong>de</strong>bemos a su propio <strong>de</strong>signio, a la gracia que nos otorgó.‖Esto es <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seo compartir con uste<strong>de</strong>s.Notas Introducción(1) Thomas F. O´Meara, O.P.: A Theo<strong>lo</strong>gian´s Journey, Paulist Press, 2002, p. 3-4Capítu<strong>lo</strong> 1 – Quiero ser predicador¿Por dón<strong>de</strong> empiezo a reflexionar sobre mi vida <strong>de</strong> dominico? Por el principio. Allávoy.Cuando cumplí <strong>lo</strong>s 17, poco antes <strong>de</strong> graduarme en la secundaria, tuve que elegir laorientación <strong>de</strong> mi vida, la carrera que iba a <strong>de</strong>sarrollar. Tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> convertirmeen un fraile dominico.Siempre había tenido inclinación al sacerdocio. Cuando era niño tomaba el cisne <strong>de</strong> lapolvera <strong>de</strong> mi madre y <strong>lo</strong> usaba como hostia. Jugaba a celebrar misa y su cama era elaltar. Me sentía en la g<strong>lo</strong>ria. Durante mi adolescencia consi<strong>de</strong>ré otras opciones, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>trabajar <strong>de</strong> jardinero, chef o maestro, pero nunca en serio ni por mucho tiempo. Meeducaron en el seno <strong>de</strong> una familia católica norteamericana-irlan<strong>de</strong>sa. La prácticareligiosa era parte <strong>de</strong> la vida cotidiana y el sacerdocio una <strong>de</strong> las profesiones másrespetables que podía elegir. Los relatos sobre las vidas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s santos y sus hazañas meentusiasmaban: yo también quería entregar mi vida a Dios.En la escuela me habían hablado <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s tres votos <strong>de</strong> la vida religiosa (pobreza,castidad y obediencia) y esto también me llenaba <strong>de</strong> alegría. ¿Qué podía ser másarrojado que estar cerca <strong>de</strong> Dios ofreciéndole todo <strong>lo</strong> que poseía? Entonces me <strong>de</strong>cidírápido: no só<strong>lo</strong> me convertiría en sacerdote, sino en miembro <strong>de</strong> una comunidadreligiosa. En el primer año <strong>de</strong> la secundaria pasé una ―etapa trapense‖. Cuanto más durala vida, mejor para mí. ―La montaña <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s siete círcu<strong>lo</strong>s,‖ <strong>de</strong> Thomas Merton fue unlibro muy exitoso, allá en <strong>lo</strong>s años cincuenta. En este libro, la vida parecía muyromántica para un adolescente norteamericano-irlandés como yo. Comida vegetariana,ropa rústica, largas horas <strong>de</strong> oración a medianoche, silencio constante y jamás regresar a7


casa para ver a mi familia. ¿Podría haber algo más duro? Parecía i<strong>de</strong>al. Con todo, estaetapa trapense no duró mucho. Asistí al Chamina<strong>de</strong> College (*) en Mineola, New York.Esta institución estaba llena <strong>de</strong> marianistas, una congregación <strong>de</strong> hermanos y <strong>de</strong>sacerdotes, fundada por Guillermo José Chamina<strong>de</strong>, en Bor<strong>de</strong>aux, France, en 1817. Losmarianistas me dieron otra visión <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que podría ser mi vida religiosa. Cuando observésu modo <strong>de</strong> vida, comprendí que podía comprometerme <strong>de</strong> una manera militante en lamisión <strong>de</strong> la Iglesia. Yo también podía ser un apóstol como el<strong>lo</strong>s. En esta congregaciónmarianista se encendió el fuego <strong>de</strong> mi vocación.―Hermandad‖ era un término terrible para mí. Me evocaba imágenes <strong>de</strong> chicasvestidas <strong>de</strong> blanco que adornan la estatua <strong>de</strong> la Virgen en el mes <strong>de</strong> mayo. Me sentíaincómodo porque podría dar la impresión <strong>de</strong> que yo integraba un grupo <strong>de</strong> mariquitas, yque no expresaba nuestra condición. Hubiera sido más apropiado que <strong>lo</strong> llamaran―Solidaridad,‖ como el gremio obrero que li<strong>de</strong>ró la revuelta contra el régimencomunista en Po<strong>lo</strong>nia en <strong>lo</strong>s años setenta.John Leunis, un sacerdote jesuita, fundó esta congregación en 1563. El objetivo era el<strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> <strong>de</strong> un fuerte li<strong>de</strong>razgo laico <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia Católica. Enfatizó laformación personal religiosa <strong>de</strong> cada miembro, combinada con el compromiso <strong>de</strong> untrabajo activo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la sociedad secular para transformar el mundo según elmensaje <strong>de</strong> Cristo. El padre Chamina<strong>de</strong> adoptó este abordaje según el contexto social <strong>de</strong>las comunida<strong>de</strong>s religiosas francesas en <strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> la Revolución. La Sociedad <strong>de</strong>María se fundó para continuar la formación <strong>de</strong> comunida<strong>de</strong>s. Este grupo optó por laeducación, pero siempre con el propósito <strong>de</strong> formar apóstoles laicos. Por <strong>lo</strong> tanto, cadaescuela marianista tenía su hermandad y no se permitía ninguna activida<strong>de</strong>xtracurricular mientras ésta <strong>de</strong>sarrollaba sus reuniones. Esta era la razón <strong>de</strong> que enprimer lugar existiera el establecimiento educativo.Me uní a esta comunidad en el primer año <strong>de</strong> la secundaria y participé <strong>de</strong> lasactivida<strong>de</strong>s hasta mi graduación. Algunos recuerdos más queridos <strong>de</strong> mi vidacorrespon<strong>de</strong>n a esa época. Cuando echo una ojeada al el libro <strong>de</strong> texto ―Mi i<strong>de</strong>al, Jesús,el hijo <strong>de</strong> María,‖ me causan gracia mis preocupaciones: persuadir a nuestroscompañeros <strong>de</strong> clase para que fueran a misa <strong>lo</strong>s domingos, rezaran el rosario y cuidaran―el buen <strong>de</strong>cir‖.En el segundo año <strong>de</strong> la secundaria me encargaba <strong>de</strong> conseguir una lista <strong>de</strong> todas lasactivida<strong>de</strong>s para la cuaresma, que organizaban las parroquias que correspondían a las8


zonas don<strong>de</strong> vivían <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong> Chamina<strong>de</strong>. Las publicaba en un boletín quecolgaba en la pizarra <strong>de</strong> la cafetería <strong>de</strong> la institución. Pensaba que mis compañerospodrían asistir a estos servicios religiosos si conocían <strong>lo</strong>s horarios, pero nunca pu<strong>de</strong>comprobar si algunos concurrían. También participé en un proyecto <strong>de</strong> la comuniónfamiliar, una campaña que <strong>de</strong>sarrollaba un seglar fuera <strong>de</strong> la comodidad <strong>de</strong> su casa.Distribuíamos sus carteles y asistíamos a las reuniones <strong>de</strong> la unión <strong>de</strong> padres <strong>de</strong> familiaen la escuela para pedirles encarecidamente que comulgaran con sus hijos <strong>lo</strong>s domingos.De algún modo, una excusa para reunir a <strong>lo</strong>s miembros <strong>de</strong> la familia y mi primeraexperiencia <strong>de</strong> ―prédica.‖La primera noche que hablé frente a una audiencia, pensé que podría hacer<strong>lo</strong>espontáneamente y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el corazón. Fue un <strong>de</strong>sastre. Escupí frases breves eincoherentes, <strong>de</strong>sconectadas; mis manos temblaban como si tuviera epilepsia. Hubotibios aplausos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s padres y <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s profesores, que luego regresaron a susocupaciones. Pero no iba a permitir que ocurriera <strong>lo</strong> mismo la segunda noche. Porsuerte, el director había olvidado que yo iba a hablar otra vez, pero para esta ocasión mehabía preparado cuidadosamente y tenía notas a mano. No quería que me ignoraran.Logré captar su atención y permanecí frente al micrófono, si bien estaba preparado pararetirarme en cualquier momento. Esa noche <strong>lo</strong>s entusiasmé, y <strong>de</strong> esta manera nació miamor por la prédica.A pesar <strong>de</strong> la visión limitada <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que significa ser un cristiano activo (2), lahermandad fue un buen comienzo para formar mi espíritu apostólico. Cada encuentrocomenzaba con una plegaria y una meditación para nuestro mejoramiento personal yespiritual; y luego echábamos una ojeada a nuestro entorno. Nos entrenaban paraapreciar<strong>lo</strong> <strong>de</strong> una manera crítica. Nos preguntábamos si reflejaba el espíritu <strong>de</strong>levangelio, y si éste no era el caso, diseñábamos una estrategia para cambiar<strong>lo</strong>. Todas lassemanas había que dar informes sobre cómo el grupo resolvía <strong>lo</strong>s problemas. Seesperaba que fuéramos más lejos que las palabras.Ibamos a cambiar el mundo a través <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s pequeños grupos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s claustros. Aúnpuedo oír la voz <strong>de</strong>l director explicando el proceso. Primero se empieza con un grupo <strong>de</strong>cristianos comprometidos, luego cada miembro <strong>de</strong> se separa y convierte a otros, y asísucesivamente. El número se incrementaría más y más, y antes <strong>de</strong> <strong>lo</strong> esperado, el mundoya pertenecería a Cristo: una visión que estremecía mi corazón optimista. Losmarianistas habían roto el hechizo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s trapenses.9


Mis profesores, <strong>lo</strong>s hermanos y <strong>lo</strong>s padres marianistas, también fueron <strong>lo</strong>s héroes <strong>de</strong>mi adolescencia. Cuando pensaba en elegir una comunidad religiosa en la que podríaingresar, no dudaba en absoluto que ésta sería la marianista. Fui el primero <strong>de</strong> <strong>lo</strong>salumnos <strong>de</strong> mi curso en sacar un formulario <strong>de</strong> solicitud. Pero este papel permaneciósobre mi pupitre. Mientras mis compañeros <strong>lo</strong> llenaban, yo ni siquiera anoté mi nombreen la parte superior. Había estado tan convencido, tan entusiasmado. ¿Por qué estaparálisis?Hablé con mi confesor. Me sorprendió que observara que yo era <strong>de</strong>masiadoin<strong>de</strong>pendiente para <strong>de</strong>sarrollar una vocación religiosa. Tampoco me creyó cuando leaseguré que podría adaptarme a la disciplina para la vida en comunidad, y agregó queme convirtiera en un hermano seglar.Esta era una opción que no había consi<strong>de</strong>rado por mucho tiempo. Pero mientras elpadre Jansen hablaba, sentí que me libraba <strong>de</strong> un peso sobre <strong>lo</strong>s hombros. Después <strong>de</strong>todo, <strong>lo</strong>s marianistas me habían enseñado bien. Como laico podría cumplir una funciónimportante para la transformación <strong>de</strong>l mundo, y a la vez también podría disfrutar unpoco. La vida no tenía que ser un ejercicio continuo <strong>de</strong> abnegación: el consejo <strong>de</strong>l padreJansen me trajo bienestar.Incluso mis ensoñaciones mejoraron. Hoy me causa gracia <strong>lo</strong> que me llamaba laatención. ¿Empecé a pensar en el tipo <strong>de</strong> mujer que sería mi esposa? No, comencé aelegir muebles <strong>de</strong> esti<strong>lo</strong> francés provenzal.Dudo que la mayoría o acaso alguno <strong>de</strong> mis compañeros pensaran sobre muebles enaquel momento <strong>de</strong> sus vidas. Pero para mí era más seguro que la obsesión común: elsexo. (3) Esto ocurrió varias décadas antes <strong>de</strong> que yo empezara a tratar este tema. Teníaque pensar en mi futuro. Ya había tomado la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> permanecer laico. Mi familiano contaba con <strong>lo</strong>s medios para pagar <strong>lo</strong>s gastos <strong>de</strong> mis estudios en la universidad.Debía conseguir mi propio dinero. Mi padre me llevó a la escuela <strong>de</strong> aviación Grummeren Bethpage, Long Island, para conversar con el jefe respecto <strong>de</strong> un posible puesto en lalínea <strong>de</strong> ensamblaje.¿La monotonía <strong>de</strong> una línea <strong>de</strong> ensamblaje? Imposible metérme<strong>lo</strong> en la cabeza. Pero<strong>de</strong>bí haber aceptado ese empleo: me habría ayudado a fortalecerme y también acompren<strong>de</strong>r cómo vivía mucha gente. De todos modos, para mí esto parecía unapesadilla, y una vez más opté por convertirme en sacerdote. Intuía que el padre Jansen10


tenía razón. ¿Pero qué podía hacer si no me convertía en marianista, aunque no fuerauno bueno?Reflexionaba sobre esto cuando recordé una charla que ofreció el promotor <strong>de</strong>vocación <strong>de</strong> la secundaria. Había <strong>dicho</strong> que existen varias comunida<strong>de</strong>s religiosasdiferentes en el Iglesia, y cada una imita un aspecto distinto <strong>de</strong> la vidad y lapersonalidad <strong>de</strong> Jesús. Entre <strong>lo</strong>s ejemp<strong>lo</strong>s que citó, estaba el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos, queimitan al Jesús predicador. Por <strong>lo</strong> tanto, <strong>lo</strong>s dominicos son predicadores. Volvió a mimemoria el rubor en mis mejillas cuando hablaba con la unión <strong>de</strong> padres <strong>de</strong> familia y se<strong>de</strong>spertó mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> convertirme en predicador.Al día siguiente, visité a un promotor <strong>de</strong> vocación y le solicité la dirección <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdominicos. Unos días más tar<strong>de</strong>, mi carta en la solicitaba que me admitieran ya estabaen el correo. A pesar <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que opinaba, el padre Jansen le aprobó mi <strong>de</strong>cisión. Cuandome habló sobre mis limitaciones no había pensado en <strong>lo</strong>s dominicos, con quienes habíaestudiado teo<strong>lo</strong>gía en Friburgo, Suiza, y que en verdad eran más tolerantes con laidiosincracia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s individuos.Nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, recibimos a una gran variedad <strong>de</strong> personas, y a numerosasexpresiones <strong>de</strong> nuestro carisma, y ―todas pue<strong>de</strong>n ser encarnaciones válidas <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al <strong>de</strong>la Or<strong>de</strong>n.‖ (4) Entre nosotros había lugar inclusive para mí. (5) El padre Jansen noshabía i<strong>de</strong>ntificado correctamente. Sin embargo, cuando ingresé no buscabain<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Iban a pasar varios años antes <strong>de</strong> que comprendiera este rasgo <strong>de</strong> lapersonalidad <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n y <strong>de</strong> mí mismo, varios años antes <strong>de</strong> que reconociera <strong>lo</strong> bienque me adaptaba a la Or<strong>de</strong>n. Lo única que procuraba por entonces era formar parte <strong>de</strong>una Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> predicadores, y yo <strong>de</strong>seaba ser predicador más que nada en el mundo.Notas Capítu<strong>lo</strong> 1(*) Esta institución marianista sería el equivalente a un seminario menor en el sistemaeducativo <strong>de</strong> formación superior <strong>de</strong> religiosos en países <strong>de</strong> habla hispana, que combinala formación <strong>de</strong> la escuela secundaria común y la <strong>de</strong> la escuela preparatoria <strong>de</strong>l sistemaeducativo norteamericano. Por <strong>lo</strong> general, college es una institución que prepara a <strong>lo</strong>segresados <strong>de</strong> la secundaria para <strong>lo</strong>s exámenes <strong>de</strong>nominados A levels requisitosobligatorios para matricularse en la universidad, y también ofrece formación con salidalaboral para quienes no <strong>de</strong>sean seguir estudios universitarios. En la presente traducción,se traduce college como escuela preparatoria y cuando se menciona el nombre <strong>de</strong> la11


institución se conserva el término original en inglés, como es el caso <strong>de</strong> Chamina<strong>de</strong>College o el <strong>de</strong> Loras College. En el sistema <strong>de</strong> formación <strong>de</strong> religiosos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s países <strong>de</strong>habla hispana, el equivalente a la formación <strong>de</strong> las escuelas preparatoriasnorteamericanas es el módu<strong>lo</strong> constituido por <strong>lo</strong>s últimos dos años <strong>de</strong>l seminario menor.(nota <strong>de</strong>l traductor)(2) No aprendíamos nada sobre la justicia social, aunque hoy en día se entienda queésta sea una parte esencial <strong>de</strong> la prédica <strong>de</strong>l evangelio y la principal preocupación<strong>de</strong> un cristiano laico.(3) Estas ensoñaciones sobre <strong>lo</strong>s muebles me señalaba algo sobre mi personalidad.Necesito ―anidar,‖ contar con un sitio don<strong>de</strong> relajarme y llamar<strong>lo</strong> ―mi hogar.‖ Elhecho <strong>de</strong> ingresar en una Or<strong>de</strong>n religiosa sería acaso un sacrificio noble, peropodía cercenar un aspecto muy importante para mi bienestar. Só<strong>lo</strong> abordé estacuestión cuando comencé a preocuparme por mi sexualidad. Otro aspecto <strong>de</strong>lmismo estado <strong>de</strong> las cosas.(4) Palabras <strong>de</strong> Oscar Uzin, O.P. en una carta que me escribió.(5) Solíamos bromear sobre <strong>lo</strong>s requisitos para ingresar en la Or<strong>de</strong>n. Só<strong>lo</strong> había querespon<strong>de</strong>r dos preguntas: 1- ¿Usted está <strong>lo</strong>co? 2- ¿Su <strong>lo</strong>cura es distinta <strong>de</strong> la<strong>lo</strong>cura <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros? Si se podía contestar que sí a ambos, las puertas <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>nse abrían en señal <strong>de</strong> bienvenida. Otro ejemp<strong>lo</strong> humorístico, pero real, <strong>de</strong>l espíritudominico: En el curso <strong>de</strong> una <strong>de</strong>bate, un fraile frustrado se lamentaba que nuncapodía encontrar a dos dominicos cuya opinión coincidiera en algo. Un segundofraile intervino: ―¡Bueno, no sé nada <strong>de</strong> eso!‖Capítu<strong>lo</strong> 2 –Preparativos para entrar en la Or<strong>de</strong>nNo fue difícil que me admitieran. Tenía que presentar una carta <strong>de</strong> recomendación <strong>de</strong>mi pastor, que apenas me conocía, pasar un examen médico <strong>de</strong> diez minutos paraverificar que tuviera buena salud y un certificado escolar que acreditara que yo habíapasado todas las materias <strong>de</strong> la secundaria, por <strong>lo</strong> menos con la nota mínima <strong>de</strong>aprobación. No hubo exámenes psicométricos, tampoco entrevistas profundas ni largoscuestionarios a llenar. Escribí una carta para solicitar el ingreso y me admitieron. Fuemuy sencil<strong>lo</strong>. Las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> admisión juzgaban que la clave para averiguar la12


aptitud <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s candidatos era convivir con el<strong>lo</strong>s por un tiempo y muy pronto seaveriguaría si podían adaptarse correctamente.En esa época, <strong>lo</strong>s aspirantes a la Or<strong>de</strong>n tenían que haber completados <strong>lo</strong>s dos años <strong>de</strong>la escuela preparatoria (6) Se podía cumplir este requisito concurriendo al LorasCollege. Smyth Hall estaba reservado para <strong>lo</strong>s postulantes <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n dominica y <strong>lo</strong>spadres <strong>lo</strong> empleaban para son<strong>de</strong>ar las aguas. Se asistía regularmente a las clases para <strong>lo</strong>sestudiantes <strong>de</strong> Loras, pero llevábamos una vida cuasi-religiosa, con una rutina <strong>de</strong>eucaristía diaria, oraciones por la mañana y por la noche, horas <strong>de</strong> silencio y <strong>de</strong> estudio,recreación en grupo, una hora santa <strong>de</strong> prédica <strong>lo</strong>s sábados por la noche. Había ciertofervor <strong>de</strong> obediencia, ya que <strong>de</strong>bíamos pedir permiso prácticamente para cualquier cosaque quisiéramos hacer; incluso se revisaba nuestra correspon<strong>de</strong>ncia. Unos cuantosaspirantes no llegaban a ingresar a la Or<strong>de</strong>n antes <strong>de</strong> que reconocieran que nuestra vidano era para el<strong>lo</strong>s. Tenían que residir unos meses en Smyth Hall.Algunos amigos pensaban que se trataba <strong>de</strong> una mala <strong>de</strong>cisión que me fuera a laprovincia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos en el medio-oeste. La anoche anterior a mi partida, un amigoíntimo intentó que <strong>de</strong>sistiera: ―La gente es distinta allá, Jerry. No te sentirás cómodo.No te gustará.‖Para un neoyorquino cosmopolita, Dubuque podía parecer un lugar provinciano. ―Laviejita <strong>de</strong> Dubuque‖ era un lugar común para señalar simpleza, y <strong>de</strong> la misma manera<strong>lo</strong>s habitantes <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> México hablan <strong>de</strong> quienes resi<strong>de</strong>n en las provincias.Sin embargo, me agradaban las planicies <strong>de</strong>l medio-oeste. La tierra era chata, elpaisaje aburrido en términos generales. Echaba <strong>de</strong> menos el mar. Pero yo no era taningenuo y tan simple como <strong>lo</strong>s hijos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s granjeros con quienes estudiaba.Me llamaban ―Brooklyn‖ <strong>de</strong>bido a mi marcado acento <strong>de</strong>l este. Ignoraba dón<strong>de</strong> estabaBrooklyn, a pesar <strong>de</strong> que fuera un distrito <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Nueva York, en la mismaLong Island don<strong>de</strong> vivía. Mis compañeros s me <strong>lo</strong> mostraron en un mapa. Mis padressolían hablar <strong>de</strong> Brooklyn como si se tratara <strong>de</strong> algo así como un laberinto don<strong>de</strong> unopodría extraviarse y nunca hallar la salida si se recorría en automóvil. Nunca fuimos aBrooklyn.Es posible entonces imaginar <strong>lo</strong> poco que sabía sobre Iowa. A <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años,muchas personas me han preguntado porqué opté por la provincia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos <strong>de</strong>medio-oeste si había una provincia en el este, una se<strong>de</strong> en la misma Nueva York.13


Cuando le solicité al director vocacional <strong>de</strong> la secundaria la dirección, só<strong>lo</strong> tenía a manola <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos <strong>de</strong> River Forest, Illinois. La encontró en un folleto <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong>Espiritualidad que dirigían <strong>lo</strong>s dominicos en nuestra casa <strong>de</strong> estudios <strong>de</strong> esa zona.El padre Graham me dijo en su carta que me había dirigido a una provincia <strong>de</strong>lmedio-oeste y que podría concurrir a una en el este si prefería permanecer cerca <strong>de</strong> mihogar. Y como nunca había visto a un dominico en el este, ni en ninguna otra parte,elegí el lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong> me había llegado la respuesta. Yo era un neoyorquino auténtico.Apenas conocía la geografía <strong>de</strong> mi país. Para mí y para otros nativos <strong>de</strong> Nueva York, elmedio-oeste empezaba en el otro lado <strong>de</strong>l río Hudson, el límite <strong>de</strong> la ciudad. Al hablar<strong>de</strong>l medio-oeste incluíamos a Ohio. La carta <strong>de</strong>l director vocacional provenía <strong>de</strong>Chicago, Illinois, que <strong>de</strong>bían ser <strong>lo</strong>s límites extremos <strong>de</strong>l territorio provincial, porqueseguramente todo el mundo sabía que esta ciudad era el comienzo <strong>de</strong>l oeste. Entoncesopté por el medio-oeste, don<strong>de</strong> viviría con <strong>lo</strong>s habitantes <strong>de</strong> Ohio.Luego, la conmoción. La carta <strong>de</strong> admisión me informó que durante <strong>lo</strong>s dos primerosaños <strong>de</strong> preparación tenía que concurrir al Loras College en Dubuque, Iowa.¿Qué cuernos era Iowa? Mamá y papá corrieron al mapa. Primero divisamos a Iowaen el lejano oeste. Idaho, Iowa... todo parecía <strong>lo</strong> mismo y nos sentimos <strong>de</strong>sfallecer alimaginarme tan lejos <strong>de</strong> casa. No había <strong>de</strong>seado ser un misionero en el exterior, pero meparecía que todo ese viaje a Idaho era como internarse en el extranjero. Después, mimadre y yo echamos otra ojeada al mapa y reconocimos que habíamos confundido aIdaho con Iowa. Aunque la distancia se recorriera en un viaje <strong>de</strong> veinticuatro horas enautomóvil, se trataba <strong>de</strong> un lugar ubicado en un lugar muy remoto para mí.Muy rápido me encariñé con el medio-oeste. Me gustaba que la gente fuera amistosa<strong>de</strong> inmediato. En Dubuque, cuando llamaba a alguien por teléfono, o le pedía ayuda aun ven<strong>de</strong>dor en un negocio, no iba directo al grano como en Nueva York, sino quecharlaba un rato amigablemente sobre cómo iban mis cosas o si disfrutaba <strong>de</strong>l buentiempo. Las cosas tenían otra ve<strong>lo</strong>cidad. La <strong>de</strong>spreocupación contribuía para que uno serelajara con respecto a las tensiones <strong>de</strong>l día. Iba a clase en jeans y camisa sport. Uncambio importante con respecto a Nueva York, don<strong>de</strong> siempre llevaba saco y corbatapara ir a la escuela, a la iglesia, e incluso para almorzar en familia <strong>lo</strong>s domingos. Todoesto comenzó a ablandar mi formalidad excesiva.14


Rápidamente me encariñaba con la vida en instituto. Se trataba <strong>de</strong> una transiciónnecesaria para mí. Había sido un ―nene <strong>de</strong> mamá‖ y apegado por completo a la casa.Incluso a <strong>lo</strong>s ocho años, cuando mi abue<strong>lo</strong> me había ofrecido pasar las vacaciones <strong>de</strong>verano con él en las montañas, no había podido alejarme <strong>de</strong> mi familia. Fueronvacaciones <strong>de</strong> só<strong>lo</strong> un día. Cuando por fin partir para entrar en la escuela preparatoria,no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> mis padres. Fuimos al aeropuerto y le pedí que permanecieranen el automóvil. De otro modo, no <strong>hubiera</strong> podido controlar mi llanto. Pero en SmythHall hice amigos <strong>de</strong> diferentes partes <strong>de</strong>l país, aprendí a amar el estudio y me di cuenta<strong>de</strong> <strong>lo</strong> pequeña que había sido mi Nueva York. (7)Recuerdo muy bien la noche que llegué a Dubuque. El tren nos había <strong>de</strong>jado al este<strong>de</strong> la ciudad, en el lado este <strong>de</strong> Illinois, junto al río Mississippi. Había que cruzar el río<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Illinois hasta Iowa. Aquel septiembre <strong>de</strong> 1956 fue la primera vez que hice estatravesía. Y la llamo <strong>de</strong> esta manera, a pesar <strong>de</strong> que se trataba <strong>de</strong> un viaje en taxi quecruzaba un puente bien por encima <strong>de</strong> las aguas. En ese automóvil tuve plena conciencia<strong>de</strong> que entraba en un nuevo mundo, un lugar nunca exp<strong>lo</strong>rado.Cruzaba el Mississippi, el río más gran<strong>de</strong> y más largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos. El cursoprincipal <strong>de</strong>l río, un afluente <strong>de</strong>l lago Itasca, en <strong>lo</strong>s bosques al norte <strong>de</strong> Minesota, creceen tamaño y ve<strong>lo</strong>cidad mientras fluye hacia el sur a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> tres mil setecientos cincokilómetros hasta que <strong>de</strong>semboca en el golfo <strong>de</strong> México. El noventa y dos por ciento <strong>de</strong><strong>lo</strong>s productos agrícolas que se cultivan en <strong>lo</strong>s Estados Unidos parten <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s puertos a <strong>lo</strong>largo <strong>de</strong> este río. Cincuenta ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus aguas, como Mineápolis, SanPab<strong>lo</strong>, San Luis, Nueva Orleans. Mis maestros <strong>de</strong> la escuela primaria <strong>lo</strong> habían <strong>de</strong>jadoen claro: éste no es un río cualquiera, sino el po<strong>de</strong>roso Mississippi, un gran factor <strong>de</strong>prosperidad <strong>de</strong> nuestro país.Aunque apenas podía ver en esa noche oscura, sentí sobrecogimiento al pasar <strong>de</strong> laribera <strong>de</strong> Illinois a la <strong>de</strong> Iowa. Cruzaba hacia otro mundo, una nueva forma <strong>de</strong> vida.Había abandonado el nido confortable <strong>de</strong> casa y tendría que apren<strong>de</strong>r a volar.A propósito, <strong>lo</strong> <strong>de</strong>scubrí más tar<strong>de</strong>: Ohio es un estado en el este.15


Notas Capítu<strong>lo</strong> 2:(6) Hoy en día <strong>lo</strong>s postulantes tienen que haber obtenido su títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Bache<strong>lo</strong>r Degree(*1) y asimismo haber saldado la <strong>de</strong>uda para conseguir<strong>lo</strong>.(7) Por supuesto que yo no era tan sofisticado como <strong>lo</strong> imaginaba. Durante <strong>lo</strong>sprimeros años en Loras, escribí cartas a mis padres contándoles que no <strong>lo</strong>ssorprendiera ciertos cambios en mí porque estaba madurando. Pensaron entoncesque había empezado a fumar. Pero no era así: ¡había empezado a tomar beber!Cuando fueron a buscarme en auto para las vacaciones <strong>de</strong> verano, me llevaron aun restaurante. Para complacerme me preguntaron si me gustaría un tomar untrago antes <strong>de</strong> comer. ―Sí, quisiera un Alexan<strong>de</strong>r,‖ respondí. Y se quedaron con laboca abierta. Pasarían varios años antes <strong>de</strong> que supiera que no se trataba <strong>de</strong> unaperitivo sino <strong>de</strong> una bebida para <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las comidas.(*1) Primer grado académico a obtener en la universidad, que no es equivalente altérmino bachiller en español, que se refiere a un títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> graduación <strong>de</strong> la escuelasecundaria. (N. <strong>de</strong>l T.)Capítu<strong>lo</strong> 3 - Mi formación en la vida dominicaLos dos años <strong>de</strong> la escuela preparatoria fueron productivos y felices, pero también un<strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> peregrino. Anhelaba ese treinta <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> mil novecientos cincuenta yocho cuando me investirían con el hábito <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n y comenzaría mi vida <strong>de</strong> frailepredicador.El día <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>nación fue en verdad <strong>dicho</strong>so, <strong>lo</strong> recuerdo muy bien. Primero nospostramos sobre el piso <strong>de</strong> la capilla, <strong>de</strong>spués nos incorporamos para que nos vistiera elprior con el hábito dominico y a continuación nos otorgó otro nombre: ―En el mundo tellamaban... En la Or<strong>de</strong>n, te llamarán...‖ La ceremonia finalizó con el Te Deum,magnífico canto gregoriano <strong>de</strong> alabanza y <strong>de</strong> gratitud. Y al cantar nos abrazábamos eintercambiábamos un beso <strong>de</strong> paz. La atmósfera <strong>de</strong> celebración era plena.Me convertí entonces en el hermano Tomás. Mi nuevo patrón no era el doctorangélico Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, como se <strong>hubiera</strong> esperado en la Or<strong>de</strong>n, ya que este16


santo era un hermano venerado. Me dieron el nombre <strong>de</strong> Tomás el apóstol, el que duday que permaneció un poco apartado <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> sus compañeros, y por en<strong>de</strong> no pudocontemplar la aparición <strong>de</strong> Jesús resucitado aquella noche g<strong>lo</strong>riosa; el discípu<strong>lo</strong> a quientuvieron que mostrarle la evi<strong>de</strong>ncia, porque no iba a creer a menos que él mismopudiera ―ver <strong>lo</strong>s agujeros que <strong>lo</strong>s clavos habían hecho en las manos <strong>de</strong> Jesús, e inclusotocar<strong>lo</strong>s.‖ Y que asimismo tanto temía por la seguridad <strong>de</strong> su maestro, mientras que <strong>lo</strong>sotros apóstoles <strong>de</strong>seaban que retornara a Betania y levantara a Lázaro <strong>de</strong> entre <strong>lo</strong>smuertos. Sin embargo, Tomás permaneció leal a pesar <strong>de</strong>l miedo y le propuso a suscompañeros: ―Vayamos también nosotros a morir con él.‖ De todos modos, venero alhermano Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, aunque me vincularon homónimamente con el otro yse convirtió en un buen amigo: mi personalidad es parecida a la suya.Ya no se celebra el acto <strong>de</strong> vestir el hábito por primera vez como si fuera un granacontecimiento. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con esta modificación. ―Tomar las investiduras,‖como <strong>lo</strong> llamamos, es apenas el comienzo, algo tentativo como verificar si el talle es ela<strong>de</strong>cuado. Falta aún un largo camino para el compromiso final.Pero para nosotros, allá a <strong>lo</strong> lejos en <strong>lo</strong>s años cincuenta, se trataba <strong>de</strong> una entradatriunfal en Jerusalén. Hubo frailes que acudieron <strong>de</strong> todas las provincias para estar connosotros y mis padres volaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Nueva York. Años más tar<strong>de</strong> recordaría aquel díacon gran emoción. Fue un acto <strong>de</strong> amor, como intercambiar anil<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> compromiso. Elhábito permanece en mí como un anil<strong>lo</strong> en el <strong>de</strong>do. Hoy en día, cuando <strong>lo</strong> llevo, no esuna rutina. Aún me conmueve usar<strong>lo</strong> como algo que me pertenece, y me sientoagra<strong>de</strong>cido por este sentimiento. Sin embargo, <strong>lo</strong> siento a menudo como un cilicio antesque un traje <strong>de</strong> bodas. No siempre me alegra: hay do<strong>lo</strong>r y también conflictos. Esta esuna parte <strong>de</strong> la historia que <strong>de</strong>seo narrar.Los primeros ocho años fueron <strong>lo</strong>s peores. Se suponía que esta época <strong>de</strong> formaciónsería la más feliz <strong>de</strong> nuestras vidas; por <strong>lo</strong> menos así <strong>lo</strong> aseguraban <strong>lo</strong>s frailes <strong>de</strong> másedad. No teníamos responsabilida<strong>de</strong>s importantes y podíamos <strong>de</strong>dicarnos por completoal estudio y a la oración y llevar una vida contemplativa. Esto es <strong>lo</strong> que se <strong>de</strong>cía. Peropara mí fueron años tristes.Durante el primer año, el período <strong>de</strong> nuestro noviciado, en el cual aprendimos <strong>lo</strong>saspectos básicos <strong>de</strong> la vida dominica, me sentía como en una prisión. En el tiempoescaso <strong>de</strong> recreación hacía una caminata por un sen<strong>de</strong>ro que llevaba a un precipiciojunto a una autopista. Miraba hacia abajo, clavando la mirada. Envidiaba a la gente en17


<strong>lo</strong>s automóviles, ansiaba estar con el<strong>lo</strong>s. ¿Podría haber imaginado que alguna vez meconvertiría en un monje trapense? Lo que experimentaba en el noviciado ya era más quesuficiente en cuanto a esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida para mí. Ese año <strong>de</strong> noviciado fue el más largo <strong>de</strong>mi vida. Contaba <strong>lo</strong>s días hasta que terminaron; incluso llegué a contar las horas en elmes duodécimo.La tristeza retrocedió durante <strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> estudio, pero estaba al acecho. UnaNavidad, en el último período <strong>de</strong> mi formación, escribí tarjetas <strong>de</strong> saludos a mis amigos.Les contaba <strong>lo</strong> feliz que me sentía postal tras postal. Tantas veces <strong>lo</strong> repetí que comencéa cuestionar<strong>lo</strong>: ―Te quejas <strong>de</strong>masiado, Jerry, ¿no?‖ En aquel momento pensaba que estono era cierto. Había hecho un buen trabajo para ocultar mis verda<strong>de</strong>ros sentimientos. Locierto era que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había ingresado en la Or<strong>de</strong>n estaba melancólico, y todavía meduraba la tristeza. En aquel<strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> formación solía cantar villancicos durante todo elaño. Más tar<strong>de</strong> comprendí que era un intento inútil <strong>de</strong> conservar la alegría <strong>de</strong> las fiestaspara compensar que me hallara tan lejos <strong>de</strong> casa.Nunca <strong>de</strong>bí haber sido admitido en la Or<strong>de</strong>n. Debería haber recibido el consejo <strong>de</strong>salir y disfrutar <strong>de</strong>l mundo por un tiempo antes <strong>de</strong> tomar la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> que estabapreparado para abandonar<strong>lo</strong>. En verdad, no sabía quién era y me sentía inseguro.Ocultaba mis temores <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una personalidad severa, como si <strong>hubiera</strong> erigidomurallas protectoras altas y gruesas <strong>de</strong>bido al miedo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir mi impostura, <strong>de</strong> caercomo Humpty-Dumpty sin que pudiera levantarme otra vez.Los promotores <strong>de</strong> vocación no eran muy perspicaces en aquella época. Por afuera, yoaparentaba ser el postulante i<strong>de</strong>al. Por un lado, mi familia era católica practicante. Ypor el otro, yo tenía buenas notas, mi sonrisa irlan<strong>de</strong>sa era encantadora, y también<strong>de</strong>mostraba genuino interés en mi inter<strong>lo</strong>cutor <strong>de</strong> turno. Y fue así que me agarraronantes <strong>de</strong> que huyera. Necesitaban alumnos para una nueva escuela <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía reciéninaugurada y que había costado cuatro mil<strong>lo</strong>nes <strong>de</strong> dólares.La responsabilidad se repartía entre la Or<strong>de</strong>n y yo, aunque siempre sea más fácil ver<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>fectos en <strong>lo</strong>s otros. Comencemos entonces por la Or<strong>de</strong>n. Cuando ingresé había dosaspectos a consi<strong>de</strong>rar. No eran esenciales para <strong>lo</strong> que voy a abordar, pero tampococontribuían para que las cosas mejoraran. Permití que reforzaran <strong>lo</strong> que ya era una cargasuficiente <strong>de</strong> dudas con respecto a mi persona. Uno se refería al espíritu competitivo enmi clase, casi siempre el aspecto principal. Aunque no se reconociera explícitamente, seobservaba quién estaba en el primer puesto y quién rezagado. Había dos áreas don<strong>de</strong>18


uno se podía <strong>de</strong>stacar: la práctica <strong>de</strong>portiva y la actividad académica. Por entonces, <strong>lo</strong>ssacerdotes <strong>de</strong>bían contar con una imagen viril e inspiraban mayor respeto simanifestaban gran<strong>de</strong>s aptitu<strong>de</strong>s intelectuales. En mi caso personal, no me <strong>de</strong>stacaba ennada. Jamás recibí pequeños favores, tampoco la palmada en la espalda <strong>de</strong> missuperiores.Odiaba <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>portes. No tenía buena coordinación ni <strong>de</strong>streza para las activida<strong>de</strong>sfísicas, que iban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> usar un martil<strong>lo</strong> para golpear un pedazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra hasta atajaruna pe<strong>lo</strong>ta. Era él último a quien se elegía cuando se formaban <strong>lo</strong>s equipos. Fue unalivio terminar el noviciado, porque ya no tendría la obligación <strong>de</strong> jugar y podríaentonces limitarme a observar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s límites <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> juego. Sin embargo, sinestos beneficios e intereses tenía la sensación <strong>de</strong> que algo me faltaba. Cuando <strong>de</strong>jé elStudium (Casa <strong>de</strong> Estudios, según la palabra latina que significa ―estudio‖) no merecordarían por ninguna <strong>de</strong>streza.Y <strong>lo</strong> mismo en el área académica. Para mi crédito, aclaro que obtuve el títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong>licenciado y el <strong>de</strong> doctor en teo<strong>lo</strong>gía. (8) Tuve notas más altas cuando cursé la maestríaen Comunicación en la universidad <strong>de</strong> Wisconsin, Milwaukee. Incluso me solicitaronque ejerciera la docencia en el Studium y me dieron la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollar undoctorado, pero <strong>lo</strong> rechacé. Por <strong>lo</strong> tanto, no estaba entre <strong>lo</strong>s rezagados. Con todo, en elStudium había compañeros que eran soles resplan<strong>de</strong>cientes, mientras que yo era unasteroi<strong>de</strong> como tantos otros.El énfasis sobre la capacidad intelectual iba más allá <strong>de</strong>l Studium, porque otorgabaprestigio <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las provincias. (9) Los intelectuales eran nuestros ído<strong>lo</strong>s. Eraprestigioso enseñar en nuestra casa <strong>de</strong> estudios. A esto <strong>lo</strong> seguía ejercer en launiversidad y en la escuela preparatoria. Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> todo estaban <strong>lo</strong>s asignados a lasparroquias. Cuando el provincial no sabía qué hacer con alguien, allá <strong>lo</strong> enviaban. (10)Probablemente yo no terminaría en una parroquia, pero tampoco daría conferencias queconvocaran a una numerosa audiencia dominica: siempre permanecería en un segundopuesto. El otro aspecto era más sutil, y quizá por este motivo me perjudicaba en mayormedida. Só<strong>lo</strong> <strong>lo</strong> comprendí años más tar<strong>de</strong>, cuando analicé la situación. Lasexpectativas para llevar nuestra vida era rigurosamente altas, y mis méritos no eransuficientes.Al ingresar en la Or<strong>de</strong>n, se consi<strong>de</strong>raba que la se<strong>de</strong> norteamericana era la máspermisiva. Había muchas prácticas ascéticas que no seguíamos. Contábamos con más19


dinero en <strong>lo</strong>s bolsil<strong>lo</strong>s y más libertad para nuestras activida<strong>de</strong>s que en otras partes. Perosurgió un movimiento reformista en varias se<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l mundo queinsistía en retornar a una manera <strong>de</strong> vida más prístina. El superior <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n organizóentonces un curso en Roma para <strong>lo</strong>s prefectos <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios. La i<strong>de</strong>a eraque la reforma se implementaría a partir <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s postulantes. Cómo éramos ―másfrescos,‖ por así <strong>de</strong>cir<strong>lo</strong>, nos podrían formar en la ―fe verda<strong>de</strong>ra‖ con todo el rigor <strong>de</strong>lreglamento y el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> santidad. Nosotros, <strong>lo</strong>s jóvenes, seríamos como la levadura enel pan, que permite que la masa ascienda hacia un futuro brillante, nuevo y austero. Bienformados en la interpretación estricta <strong>de</strong> la ley, seríamos <strong>lo</strong>s catalizadores quereestructurarían el resto <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n. (11)El prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios concurrió a ese curso. Recuerdo a <strong>lo</strong>shermanos ya mayores refiriéndose a él como un ―hombre común y corriente‖ y conbuen sentido <strong>de</strong>l humor. Pero al regresar se Roma se había convertido en un reformadorcategórico y severo. Nunca conocimos a ese ―hombre común y corriente.‖ Se trataba <strong>de</strong>un jansenista, un hombre que <strong>de</strong>spreciaba el cuerpo, que <strong>lo</strong> percibía como un obstácu<strong>lo</strong>para el crecimiento espiritual, que predicaba que teníamos que someter<strong>lo</strong> a una duradisciplina y quebrar la influencia que tenía en nosotros. Esto siempre me pareció unaironía, dado que Santo Domingo había creado la Or<strong>de</strong>n para oponerse al jansenismo.El padre Connell nos <strong>de</strong>cía que había que <strong>de</strong>jar la mesa sin saciar el hambre porcompleto, y e<strong>lo</strong>giaba a a <strong>lo</strong>s frailes que nunca tomaban asiento en una silla cómoda. Unavez dio una charla sobre cómo prescindir <strong>de</strong> ciertos lujos, por ejemp<strong>lo</strong>, las <strong>lo</strong>ciones para<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> afeitarse. Al día siguiente por la tar<strong>de</strong> hubo una larga fila junto al tacho <strong>de</strong> labasura para que nos <strong>de</strong>shiciéramos <strong>de</strong> todo artícu<strong>lo</strong> mundano <strong>de</strong> confort para el cuerpo.En cuanto a mí, no podía <strong>de</strong>shacerme <strong>de</strong> nada. Me habían educado <strong>de</strong> tal manera queinclusive usar champú en vez <strong>de</strong> jabón común para lavar mi pe<strong>lo</strong> era una señal <strong>de</strong>afeminamiento. Con todo, entendí el mensaje. (12)No quisiera juzgar con dureza al padre Connell porque <strong>lo</strong> admiraba. Resistía <strong>lo</strong>ssignos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s tiempos. Si bien es cierto que no era popular entre sus pares, ¿ha existidoalguna vez un reformador popular? Trataba <strong>de</strong> hacer su trabajo <strong>de</strong> un modo honesto,según las instrucciones <strong>de</strong> Roma. A pesar <strong>de</strong> su intolerancia, seguía siendo un hombreagradable y <strong>de</strong> fácil acceso.El padre Connell había dado una charla <strong>de</strong> estímu<strong>lo</strong> a su primer curso <strong>de</strong> novicioscuando salieron <strong>de</strong> Winona rumbo a la casa <strong>de</strong> estudios en River Forest. Les dijo20


entonces que entraban en una provincia laxa, y que su tarea iba a ser la <strong>de</strong> comenzar unareforma: serían ―la luz en las tinieblas‖. Varios <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s recién or<strong>de</strong>nados le tomaron lapalabra y muy pronto <strong>lo</strong>s llamaron ―las luces.‖ Los miembros <strong>de</strong> la comunidad <strong>de</strong> másedad <strong>lo</strong>s hallaba arrogantes, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lidiar con el<strong>lo</strong>s durante tres años <strong>lo</strong>s mandarona sus respectivas casas. Una lástima, pues había hombres buenos entre el<strong>lo</strong>s, que acasotenían vocación y tuvieron un mal comienzo.Yo estaba en el tercer curso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios <strong>de</strong>l padre Connell, que por entonces ya sehabía mo<strong>de</strong>rado. Con todo, había cierta tensión entre nuestra laxitud y la necesidad <strong>de</strong>reforma. Mi clase se dividía en dos grupos. Uno seguía a Jan<strong>de</strong>l y el otro a Lacordaire.Habíamos estudiado la historia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos y la pugna entre el<strong>lo</strong>s por el corazón <strong>de</strong>la Or<strong>de</strong>n. Jan<strong>de</strong>l, el maestro <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong>seaba un esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida ascético y severopara <strong>lo</strong>s hermanos. Garrigou, el fraile que restableció la Or<strong>de</strong>n en Francia, habíapropuesto una adaptación con respecto a las condiciones <strong>de</strong> la sociedad mo<strong>de</strong>rna, en lacual <strong>lo</strong>s aspirantes no sufrieran privaciones.Apoyé a Garrigou, pero pienso que más me gustaba Jan<strong>de</strong>l. De todos modos, tenía eli<strong>de</strong>al trapense, o mejor <strong>dicho</strong>, la falsa interpretación <strong>de</strong> este i<strong>de</strong>al. La mejor ofrenda parael Señor, la más valiosa, era la autoinmolación. Los <strong>de</strong>más seríamos meros segundones.Entonces, en tanto era estricto y obsesivo para cumplir con la ley, sabía que no podríapagar todas las facturas que las reglamentaciones imponían. Nos comprometíamos avivir en un ―estado <strong>de</strong> perfección,‖ una asignatura que yo nunca iba a aprobar. (13)Por suerte, cuando el año terminó, no hubo charla <strong>de</strong> estímu<strong>lo</strong> <strong>de</strong>l padre Connell sobrela necesidad <strong>de</strong> ser luz en las tinieblas, y mantuvimos en discreta reserva <strong>lo</strong> quesentíamos por él. Me alegro <strong>de</strong> que haya sido <strong>de</strong> este modo. No porque yo sea uno <strong>de</strong><strong>lo</strong>s blandos a la hora <strong>de</strong>l ascetismo, sino porque el tiempo me ayudó a compren<strong>de</strong>r <strong>lo</strong>speligros <strong>de</strong> ciertas prácticas. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista positivo, nos pue<strong>de</strong> convertir en unSan Antonio en el <strong>de</strong>sierto, un hombre transparente capaz <strong>de</strong> abrazar al mundo. (14)Pero también podría convertirnos en personas soberbias e intolerantes. Nunca meimpresionó la mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s ascetas que he conocido. Creo que ignoraban cómo honrarla vida. Y en cuanto a mí, ya era bastante estricto y soberbio sin que necesitara ningunainducción adicional.En aquel<strong>lo</strong>s días había bastantes discusiones sobre retornar o no a una manera másprístina <strong>de</strong> vida. ¿Qué nos ocurría? Acaso tenía razón Thomas O´Meara cuandomanifestaba su temor respecto <strong>de</strong> un sentido <strong>de</strong> permanencia en la vida eclesiástica. Si21


teníamos que cambiar, el cambio no podía ser algo nuevo sino un regreso a la edad <strong>de</strong>oro. En cuanto a mí, me <strong>de</strong>sagradaba el tono <strong>de</strong> estos argumentos. De alguna manera, seconnotaba que la Or<strong>de</strong>n no era perfecta, y si esto era cierto, por <strong>lo</strong> menos yo necesitabaque fuera perfecta: algo indispensable para apuntalar mi baja autoestima.En aquel<strong>lo</strong>s años, la mayoría <strong>de</strong> nosotros recibíamos sobrenombres. El mío era―whackafritz‖ y ―<strong>de</strong>dos gruesos.‖ El primero era una onomatopeya que se refería a mimalhumor al <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> la siesta. La segunda a mis <strong>de</strong>dos, que siempre fuerongruesos. Quizás para mis compañeros eran un gesto <strong>de</strong> simpatía. Pero <strong>lo</strong> más importante<strong>de</strong>l caso es cómo me sentía yo al respecto, porque en verdad no fortalecían mi ego. Nome hacían sentir más inteligente o más piadoso, y me avergonzaba <strong>de</strong> mi cuerpo.¿Asíme veían?Años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber salido <strong>de</strong>l Studium, el compañero <strong>de</strong> clase con quien tenía másafinidad, me dijo que cultivaba mi amistad porque no tenía que competir conmigo,como sí le ocurría con <strong>lo</strong>s genios <strong>de</strong> la clase. No sé qué quiso <strong>de</strong>cirme con esto, aunquehoy <strong>lo</strong> tomaría como un cumplido. Allá a <strong>lo</strong> lejos, só<strong>lo</strong> confirmaba <strong>lo</strong> que sentía durante<strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> formación: estar perdido en una multitud.Con todo, como <strong>lo</strong> señalé en el comienzo, estos eran <strong>lo</strong>s únicos aspectos a consi<strong>de</strong>rar.Creo que el centro <strong>de</strong>l problema era la misma formación. En cierta oportunidad, unsuperior en el Studium nos preguntó algo que sus colegas también le habían preguntado:―¿Por qué <strong>lo</strong>s aspirantes para la Or<strong>de</strong>n llegan como hombres y luego <strong>de</strong>l período <strong>de</strong>formación se han convertido en niños?‖ El padre Jacobs nos culpaba por este estado <strong>de</strong>las cosas. Creo que <strong>de</strong>bió haber apuntado el <strong>de</strong>do en la otra dirección. Según mi punto<strong>de</strong> vista, <strong>lo</strong>s postulantes se volvían niños porque nos trataban como si <strong>lo</strong> fuéramos yhabíamos sobrevivido este proceso en consecuencia. La educación era regresiva.En la formación no advertía en mí el espíritu in<strong>de</strong>pendiente que había mencionado elpadre Jansen. En la práctica, cada momento <strong>de</strong>l día estaba controlado. Si queríamos salir<strong>de</strong> nuestro cuarto para ir a la biblioteca, durante el período <strong>de</strong> estudio, teníamos quepedirle permiso al prefecto <strong>de</strong> disciplina. (15) Todos <strong>lo</strong>s días, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo,había una larga fila <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la oficina <strong>de</strong>l prefecto <strong>de</strong> disciplina para pedir permisopara cosas triviales. Algo idiota, ahora que <strong>lo</strong> recuerdo, porque inclusive <strong>lo</strong>s niñostienen más libertad. Nunca contábamos con dinero en el bolsil<strong>lo</strong>. En clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechocanónico, el profesor nos había <strong>dicho</strong> que cometeríamos pecado si tomásemos dinero <strong>de</strong>la caja chica sin permiso <strong>de</strong>l prefecto <strong>de</strong> disciplina para comprar go<strong>lo</strong>sinas mientras22


íbamos <strong>de</strong> paseo en el barrio. Estábamos preparados para la or<strong>de</strong>nación sin que <strong>lo</strong>supiéramos.Si nuestro prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong>l noviciado había sido un jansenista, mucho peorfue nuestro primer profesor <strong>de</strong> fi<strong>lo</strong>sofía: un tirano. Aquel fue el peor año para mí. Elpadre Scullion fue otro ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> persona respecto <strong>de</strong> la cual todo el mundo opinabaque su labor era perfecta. Como docente era excelente: sabía aconsejar con sensatez ytenía buen sentido <strong>de</strong>l humor. Pero luego <strong>lo</strong> nombraron prefecto <strong>de</strong> disciplina. Laresponsabilidad <strong>de</strong> nuestra formación fue una carga <strong>de</strong>masiado pesada para sushombros, y con la excusa <strong>de</strong> tener éxito instrumentó un régimen <strong>de</strong> terror. Finalizabacada una <strong>de</strong> sus charlas con la frase: ―Entonces, si no tienen esta virtud, quizá estoseñale que este lugar no es para uste<strong>de</strong>s.‖ Cuando habló sobre la esperanza, terminódiciendo: ―Entonces, si no tienen esperanza, quizá esto señale que este lugar no es parauste<strong>de</strong>s.‖ ¡Qué concepto <strong>de</strong> la esperanza!El padre Scullion dio muchas charlas en el curso <strong>de</strong>l año. Só<strong>lo</strong> recuerdo una en la quepermitió escuchar nuestra opinión. El período <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s exámenes estaba cerca y <strong>lo</strong>salumnos se sentían presionados. Las horas <strong>de</strong> recreación eran ahora <strong>de</strong> estudio y <strong>lo</strong>salumnos intentaban adivinar qué preguntas tendrían que respon<strong>de</strong>r. La tensión eraevi<strong>de</strong>nte; el padre Scullion sabía que esto no era bueno. Entonces, rechinando <strong>lo</strong>sdientes y con la cara muy roja, <strong>lo</strong> <strong>de</strong> siempre cuando nos corregía, nos dio un sermón <strong>de</strong>dos oraciones. ―Demasiados nervios por aquí.‖ Y luego, golpeó el escritorio y gritó:―¡RELAJENSE! ¿Se trataba <strong>de</strong> una broma? Si ésta fue su intención, ni siquiera sonriópara dar un indicio. La mayoría abandonó el salón con mayor tensión. Nos aterrorizabala i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que si no conseguíamos relajarnos, quizá se trataba <strong>de</strong> una señal <strong>de</strong> que laOr<strong>de</strong>n no era un lugar para nosotros.Me enfermé muchas veces aquel año. Algo psicosomático, una manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargar<strong>lo</strong>s nervios. Un día que estaba en cama, el padre Scullion fue a verme. Estaba en verdadpreocupado, no <strong>lo</strong> dudo. Al partir me dijo que si todavía seguía en cama para Pascua,me iba a traer un huevo <strong>de</strong> chocolate. En tono <strong>de</strong> broma le dije: ―Padre, no me gustan<strong>lo</strong>s huevos <strong>de</strong> Pascua.‖ De inmediato se endureció, y con la cara muy roja me gruñó: ―Site rega<strong>lo</strong> un huevo <strong>de</strong> Pascua, tendrá que gustarte.‖ ¿Qué podía respon<strong>de</strong>rle? ―Sí,Padre.‖El padre Scullion odiaba a las madres. Que Dios ayudara a quien estuviera apegado aquien <strong>lo</strong> había traído al mundo, porque era una señal segura <strong>de</strong> que la Or<strong>de</strong>n no era un23


lugar para él. La familia <strong>de</strong> Larry vivía a unas pocas cuadras <strong>de</strong>l priorato. La señoraNichoff había <strong>de</strong>cidido organizarle a su hijo un festejo <strong>de</strong> cumpleaños. Llevó jamón,adornos, una gran cantidad <strong>de</strong> gaseosas, e incluso creo que hubo una torta. Pero jamásnos llegó nada <strong>de</strong> todo aquel<strong>lo</strong>, y Larry no pudo recibir visitas <strong>de</strong> su madre durante seismeses. La señora había supuesto que se celebraría el cumpleaños <strong>de</strong> su hijo sinnecesidad <strong>de</strong> pedir permiso, el cual <strong>de</strong> todos modos nunca <strong>lo</strong> habrían consentido.El padre Scullion fue nuestro profesor durante el primer curso <strong>de</strong> fi<strong>lo</strong>sofía. Fue durofingir que nos apenaba <strong>de</strong>spedir<strong>lo</strong> a fin <strong>de</strong> año porque nos sentíamos aliviados. El padreJohn <strong>lo</strong> reemplazó y fue <strong>lo</strong> opuesto: el mejor padre espiritual que tuvimos en aquel<strong>lo</strong>saños.El padre Jacobs me gustaba y con él mantenía conversaciones serias. No temíacontra<strong>de</strong>cir<strong>lo</strong> o incluso levantarle la voz cuando no me agradaba algo que <strong>hubiera</strong> <strong>dicho</strong>o hecho. Lo respetaba mucho porque sabía que él también me respetaba mucho. Misalud se mejoró notablemente por entonces y comencé a sentir que acaso la Or<strong>de</strong>n erami lugar en el mundo.Pero nuestras vidas continuaban bajo una tutela muy estricta a pesar <strong>de</strong> la actitud <strong>de</strong>este nuevo padre espiritual. Algunos compañeros más normales que yo se lasingeniaban para zafar <strong>de</strong> sus obligaciones y transgredir las reglas para sacar provecho.No les daba miedo <strong>de</strong>slizarse sigi<strong>lo</strong>samente en la cocina por la noche para prepararsándwichs aunque esto estuviera prohibido. Yo no podía hacer<strong>lo</strong>. Cuando era pequeño,mi madre me había aconsejado que no fuera tan crítico, tan rígido y terco. La vidareligiosa <strong>de</strong> entonces, tan estricta, me hizo olvidar este consejo. Yo era ―un buenreligioso‖ y mi comportamiento cumplía con las Escrituras.Pero no era tan virtuoso como pensaba. No dominaba mi ego <strong>de</strong> acuerdo con el voto<strong>de</strong> obediencia. Lo alimentaba tratando <strong>de</strong> ganar el reconocimiento <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s:cumplía con las reglas porque <strong>de</strong>seaba que me amasen. Ni siquiera la pasión por elestudio que había adquirido era virtuosa. Estudiaba intensamente y me enorgullecíahacer<strong>lo</strong> incluso en el día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias o en Navidad. En verdad, escapaba <strong>de</strong> mímismo: permanecía en mi pupitre y evitaba pensar en <strong>lo</strong> que me ocurría.Sin embargo, <strong>lo</strong> peor <strong>de</strong> nuestra formación, <strong>lo</strong> más perjudicial, era el aislamiento. Porcierto, nada casual, porque así <strong>lo</strong> habían planeado nuestros padres espirituales. Pensabanque <strong>de</strong>bíamos estar separados <strong>de</strong>l mundo para que pudiéramos <strong>de</strong>dicarnos por completo24


a <strong>lo</strong>s estudios y a la preparación espiritual. Si nos abríamos al mundo, las malas i<strong>de</strong>asnos contaminarían. Nada <strong>de</strong> radio, nada <strong>de</strong> televisión, nada <strong>de</strong> diarios y revistas. En elnoviciado veíamos ocasionalmente documentales didácticos, pero ninguna película <strong>de</strong>entretenimiento o artística, y tampoco había permiso para leer novelas u otro tipo <strong>de</strong>literatura, y ni siquiera había paseos en la ciudad. El acto <strong>de</strong> donar sangre a la Cruz Rojaera un gran acontecimiento porque nos obligaba a salir <strong>de</strong> la institución. En el verano,picnics en dos ocasiones, y también una jornada para rezar el rosario conducida por elfamoso padre Peyton. Eso era todo. Conseguía salir por un par <strong>de</strong> días <strong>de</strong>bido a misdo<strong>lo</strong>res en el sistema digestivo y me internaban en un hospital para un control médico.Problemas <strong>de</strong> nervios, nada más, pero este <strong>de</strong>scanso me alegraba.Una vez a la semana, cartas <strong>de</strong> nuestras familias. Só<strong>lo</strong> podíamos comunicarnos connuestros amigos para la Navidad. No podíamos conversar con <strong>lo</strong>s padres o <strong>lo</strong>s hermanosasistentes que vivían con nosotros. Una disciplina, que llamábamos ―todo el mundo ensu sitio.‖ Los hermanos laicos, <strong>lo</strong>s sacerdotes y <strong>lo</strong>s estudiantes permanecían en susrespectivos sectores en la institución. Con respecto a <strong>lo</strong>s estudiantes, les preocupabaque si había comunicación con alguien que no fuera el prefecto <strong>de</strong> disciplina podríamosrecibir información errónea o distorsionada. Su voz era la única que <strong>de</strong>bíamos oír yescuchar. De este modo, no había riesgo <strong>de</strong> confusión y <strong>de</strong> contradicción.La poetisa y ensayista Kathleen Norris <strong>lo</strong> señaló en sus escritos. La función <strong>de</strong> <strong>lo</strong>spadres espirituales en una comunidad religiosa es la <strong>de</strong> enseñar a <strong>lo</strong>s jóvenes acerca <strong>de</strong><strong>lo</strong> posible. A esto <strong>lo</strong> <strong>de</strong>nominábamos tutoría en otras áreas <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s. Todo elmundo necesita un tutor a la hora <strong>de</strong> iniciarse en una nueva área <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s. Esimportante que <strong>lo</strong>s <strong>de</strong> mayor edad nos guíen y ayu<strong>de</strong>n a compren<strong>de</strong>r a través <strong>de</strong> suexperiencia y sabiduría. Por entonces, esto no importaba en la Or<strong>de</strong>n. La comunicaciónestaba b<strong>lo</strong>queada y no sabíamos que <strong>lo</strong>s hermanos <strong>de</strong> mayor edad <strong>hubiera</strong>n podidocompartir su experiencia. No había confianza en quienes aún estuvieran en el período <strong>de</strong>formación; por <strong>lo</strong> tanto, según este punto <strong>de</strong> vista, no teníamos suficiente criterio paraevaluar ni reconocer nada a través <strong>de</strong>l diá<strong>lo</strong>go, y tenían que protegernos <strong>de</strong> las malasinfluencias. El aislamiento limitaba la atmósfera liberal y necesaria para el aprendizaje.Después <strong>de</strong>l noviciado, las restricciones no fueron tan rígidas. Podíamos abandonarlas instalaciones cuando nos visitaban nuestros padres, hacer caminatas por <strong>lo</strong>salre<strong>de</strong>dores dos veces por semana por la tar<strong>de</strong>, alquilábamos películas viejas paraentretenernos <strong>lo</strong>s viernes por la noche e incluso llegábamos a ver televisión25


ocasionalmente: algún programa <strong>de</strong> <strong>de</strong>portes o dibujos animados como ―LosPicapiedras.‖ Algunos hermanos habían convencido al prefecto <strong>de</strong> disciplina para que<strong>lo</strong>s aficionados a la ópera pudieran ver la transmisión <strong>de</strong> las representaciones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elteatro Metropolitan <strong>lo</strong>s sábados por la noche.Con todo, la campaña seguía dura. Nada <strong>de</strong> diarios, revistas o <strong>de</strong> noticieros <strong>de</strong>televisión. Se suponía que no estaba permitido tener una radio en nuestro cuarto.Entonces no sorpren<strong>de</strong> que sufriéramos una regresión a la infancia.La misma actitud guiaba la formación intelectual. El estudio para convertirse en unsacerdote dominico era por entonces un proceso largo. Debíamos estudiar por <strong>lo</strong> menosdos años en la escuela preparatoria antes <strong>de</strong> ingresar en la Or<strong>de</strong>n. Después <strong>de</strong>l primeraño <strong>de</strong> noviciado, cursábamos tres años <strong>de</strong> fi<strong>lo</strong>sofía y cuatro <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía (cuatro horas<strong>de</strong> clases por la mañana y a veces una clase por la tar<strong>de</strong>). Contábamos con un mínimo<strong>de</strong> tres y horas y media <strong>de</strong> estudio personal todos <strong>lo</strong>s días: un programa <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>slargo y agobiante. Estos estudios eran importantes para nosotros. Cada comunidadreligiosa tiene su carisma particular, no só<strong>lo</strong> por <strong>lo</strong> que hace sino por el cómo <strong>lo</strong> hace.Nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, no somos meros predicadores: nos consi<strong>de</strong>ramos―predicadores doctrinales.‖ No se supone que nuestra prédica sea apenas unaexhortación piadosa, sino la justificación <strong>de</strong> la fe en nuestro interior. Santo Domingonos fundó precisamente porque <strong>lo</strong>s sacerdotes en su época contaban con escasaeducación y por en<strong>de</strong> no estaban preparados para predicar y enseñar una doctrina sólida.Los albigenses estaban en su apogeo. La Iglesia necesitaba hombres que pudieran llegaral corazón <strong>de</strong> la gente, y a la vez respon<strong>de</strong>r a sus objeciones a la fe. Por <strong>lo</strong> tanto, elestudio se volvió un requisito indispensable para nosotros para predicar una doctrinasólida. El estudio se convirtió en el vehícu<strong>lo</strong> principal <strong>de</strong> santificación: ―Tu escritorio,tu crucifijo.‖ No es fácil para mí estar sentado durante horas en mi escritorio paraestudiar la palabra <strong>de</strong> Dios en sus diferentes manifestaciones. Pue<strong>de</strong> ser do<strong>lo</strong>roso, sobretodo para alguien extrovertido como yo. Pero en tanto dominico no puedo nunca serrealmente santo si <strong>de</strong>scuido esta parte <strong>de</strong> mi vida. De esta manera rehusamos seguir aCristo.Por la época que ingresé en la Or<strong>de</strong>n, el pensamiento fi<strong>lo</strong>sófico y teológico era estérilen el catolicismo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos. Nuestras clases se dictaban en latín: esto ilustrael estado <strong>de</strong> las cosas. Nuestros corazones permanecían allá en el sig<strong>lo</strong> XIII, o quizásaún más atrás, en Aristóteles.26


Estudiábamos el pensamiento <strong>de</strong> Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino. Des<strong>de</strong> 1879, cuando elPapa León XIII publicó la encíclica Aeterni Patris, el pensamiento <strong>de</strong> Santo Tomás seconvirtió en algo normativo, casi i<strong>de</strong>ntificado con la fe católica, y en rigor <strong>lo</strong> quesignifica ser un dominico. Y entones, jamás nos <strong>de</strong>sviábamos hacia otros autores, amenos que se tratara <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> paja ya establecido. Esto no era algocompletamente negativo. Aunque Santo Tomás escribió y enseñó en el sig<strong>lo</strong> XIII, suinteligencia era tan brillante que inclusive hoy en día sus principios teológicos ymorales resultan relevantes. La oportunidad <strong>de</strong> estudiar una <strong>de</strong> las mentes célebres <strong>de</strong> lacivilización occi<strong>de</strong>ntal nos proporcionó una base sólida para la reflexión. Santo Tomástenía un abordaje sistemático <strong>de</strong> la teo<strong>lo</strong>gía y nos enseño a pensar. Más tar<strong>de</strong>, con elsurgimiento <strong>de</strong> nuevas i<strong>de</strong>as, tuvimos una perspectiva para analizarlas. Me alegro haberestudiado a Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino por mucho tiempo.El estudio contribuyó a la santificación <strong>de</strong> Santo Tomás y también a la <strong>de</strong> su mentorSan Alberto Magno. El estudio <strong>lo</strong>s llevó a Dios. San Alberto no era un mero teó<strong>lo</strong>go,sino un científico. (16) Dijo que todo el mundo es teo<strong>lo</strong>gía para nosotros, porque <strong>lo</strong>scie<strong>lo</strong>s proclaman la g<strong>lo</strong>ria <strong>de</strong> Dios (Ps. 19:2). El estudio asimismo les dio una disciplina<strong>de</strong> humildad. Don Goergen, un teó<strong>lo</strong>go <strong>de</strong> mi provincia, <strong>lo</strong> expuso bien. Cuanto más seestudia, más se reconoce <strong>lo</strong> mucho que se ignora. Cuando entramos en una biblioteca yobservamos todos esos volúmenes que aún no hemos leído, sentimos más claramentenuestras limitaciones en tanto autoridad. Esto es <strong>lo</strong> que el estudio pue<strong>de</strong> hacer pornosotros.El estudio constante era algo clave en la estructura <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n. Permitía va<strong>lo</strong>rar otrasmodalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> contemplar a Dios y al mundo. ―Verifiquen <strong>lo</strong> que saben.‖ De algúnmodo, Santo Tomás y San Alberto eran radicales, abrazaban esa extraña fi<strong>lo</strong>sofía griegay árabe que inspiraría temor en cualquier otra persona. Muy lejos <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarla unaamenaza, la emplearon en forma diferente para articular el evangelio y <strong>de</strong>mostrar conmayor claridad las maravillas <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su creación.Cuando <strong>lo</strong>s reglamentos dominicos todavía prohibían el estudio <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s libros paganos,Alberto comenzó a dictar conferencias sobre Aristóteles en el nuevo Estudio General enCo<strong>lo</strong>nia. El método <strong>de</strong> estudio escolástico <strong>de</strong> las universida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l sig<strong>lo</strong> XIII tambiénfomentó esta apertura que se elabora en torno a un <strong>de</strong>bate, y que requiere respeto haciael inter<strong>lo</strong>cutor y la capacidad <strong>de</strong> encontrar la verdad en <strong>lo</strong> que esta persona manifiesta.27


Un principio escolástico, regla solemne para el <strong>de</strong>bate, fue: ―Nunca negar, rara vezaseverar y siempre distinguir.‖ Esta guía es una gema para quien busque la verdad:pocas veces alguien está por completo equivocado, mucho más raro aún es que esté porcompleto acertado; es importarte encontrar un aspecto con el que uno esté <strong>de</strong> acuerdo yentonces construir a partir <strong>de</strong>l mismo. Si el argumento <strong>de</strong> alguien se consi<strong>de</strong>raba enverdad algo bizarro, entonces, un buen escolástico presentaría su crítica con estaspalabras: ―Con lágrimas <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que...‖ Le dolía <strong>de</strong>scalificar totalmente unargumento que alguien le propusiera. ―Santo Tomás escribió que ―<strong>de</strong>bemos amar a quienes cuyas opiniones compartimos, ytambién a aquel<strong>lo</strong>s cuyas opiniones rechazamos, porque ambos trabajaron paraencontrar su verdad y ambos contribuyeron a que nosotros encontráramos la nuestra.‖Dentro <strong>de</strong>l sistema escolástico <strong>de</strong> la educación está la tradición venerable <strong>de</strong>l Círcu<strong>lo</strong>.El Círcu<strong>lo</strong> era un <strong>de</strong>bate que se organizaba varias veces durante el año académico. Seelegía un tópico corriente. Luego una autoridad expondría su tesis sobre el mismo yluego había un <strong>de</strong>bate para discutirla. Se trataba <strong>de</strong> un ―círcu<strong>lo</strong>‖ porque todos <strong>lo</strong>sparticipantes estaban invitados a compartir sus i<strong>de</strong>as, y en el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s casos, cuandoterminaba este ejercicio, se habría profundizado la comprensión general sobre el tópicopropuesto. Ojalá hoy fuera posible regresar a esta práctica, y también al métodoescolástico. En <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>bates a <strong>lo</strong>s que asisto, <strong>lo</strong>s participantes procuran reforzar su punto<strong>de</strong> vista antes que apren<strong>de</strong>r. Apenas tenemos tiempo para escuchar la opinión <strong>de</strong> las otrapersona, dado que estamos tan ocupados elaborando <strong>lo</strong>s argumentos contra ellas. Por <strong>lo</strong>tanto, no fue una mala i<strong>de</strong>a permitir que Santo Tomás y <strong>lo</strong>s escolásticos hayan guiadonuestro pensamiento. Con todo, se presenta un problema serio: hemos perdido laexpansión liberal <strong>de</strong> nuestros puntos <strong>de</strong> vista, el sentido <strong>de</strong> apertura.Santo Tomás ahora se había convertido en la autoridad por excelencia, y en el caso <strong>de</strong><strong>lo</strong>s dominicos, la única autoridad. Como Santo Tomás ya había accedido a la verdad, noparecía entonces necesario seguir discutiéndola, sino asimilarla, y también memorizar elpensamiento <strong>de</strong> este filósofo y transmitir<strong>lo</strong>. Incluso cuando había otras escuelas <strong>de</strong>teo<strong>lo</strong>gía que podían contar con su propia opinión sobre ciertos tópicos, nosotros, <strong>lo</strong>sdominicos, no podíamos disentir con Santo Tomás. Si un estudiante cuestionaba<strong>de</strong>masiado, <strong>lo</strong>s padres le solicitaban que abandonara la Or<strong>de</strong>n. Esto le ocurrió a unos <strong>de</strong><strong>lo</strong>s alumnos más brillantes y muy reconocido, que estaba en un curso más avanzado(17) En cuanto al Círcu<strong>lo</strong>, el estudiante que había sido elegido aquel día (nunca se sabía28


quién era hasta que la clase <strong>hubiera</strong> comenzado), tenía que exponer una tesis sobrecierta cuestión teológica o fi<strong>lo</strong>sófica seleccionada, y <strong>de</strong>spués se planteaban objeciones yse ofrecían respuestas. Nuestros oponentes intelectuales no eran más que personajesridícu<strong>lo</strong>s con actitud seria.Algo en verdad lamentable con respecto a la fi<strong>lo</strong>sofía. Habría sido una experienciaestimulante si <strong>lo</strong>s temas a tratar <strong>hubiera</strong>n sido <strong>de</strong> interés contemporáneo. Nos<strong>de</strong>dicábamos a transmitir la cosmo<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong> Aristóteles. Muy poca gente fuera <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdominicos todavía hablaba sobre el mundo a partir <strong>de</strong> la forma sustancial y <strong>de</strong> la materiaprima. Era como integrar una ―sociedad <strong>de</strong> la tierra plana‖, aislada <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s progresosimportantes <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong> la relatividad, <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong>l caos y <strong>de</strong> la física quántica, y<strong>de</strong> las consecuencias <strong>de</strong> estas teorías en nuestro concepto <strong>de</strong> Dios.Estábamos aislados. La educación se convirtió en adoctrinamiento y en niños <strong>lo</strong>shombres adultos. Durante mis años <strong>de</strong> estudio mis críticas no fueron severas. Después<strong>de</strong> todo, había entrado en la Or<strong>de</strong>n en busca <strong>de</strong> certezas, <strong>de</strong>seaba estar en compañía <strong>de</strong><strong>lo</strong>s que se salvarían. Me hallaba preparado para ser una luminaria <strong>de</strong> verdad para que mibaja autoestima se en<strong>de</strong>rezara por <strong>lo</strong> menos un poco. De todos modos, nuestro rigor eratan extremo que incluso podía advertir que nuestra posición era intolerable. Inclusive yopodía empezar a imaginar otras maneras <strong>de</strong> contemplar el mundo.Con el propósito <strong>de</strong> ser un buen escolástico, y también justo con mis docentes, <strong>de</strong>seoreconocer que hubo momentos memorables en aquellas horas <strong>de</strong> clase. La adrenalinacorría cuando algunos profesores <strong>de</strong> primera línea me conducían a través <strong>de</strong> la historia<strong>de</strong> la fi<strong>lo</strong>sofía y <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>safíos <strong>de</strong> la teo<strong>lo</strong>gía moral contemporánea, y asimismo con otrosque con talento me <strong>de</strong>mostraban que Dios está vivo. Teníamos notables lecciones <strong>de</strong>predicación, algo que nos ben<strong>de</strong>cía en particular y <strong>lo</strong> que más me interesaba por sobretodas las cosas. Las clases <strong>de</strong> homilía comenzaron a partir <strong>de</strong>l primer día queingresamos en le Or<strong>de</strong>n. No son muchas las congregaciones religiosas, y para nada <strong>lo</strong>sseminarios diocesanos, que le proporcionan tanto énfasis a la prédica.Nuestros docentes <strong>de</strong> homilía eran todos buenos sin excepción. Nos enseñaron aconcentrar nuestros pensamientos, a resumir <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seábamos <strong>de</strong>cir en una oración yluego asegurarnos que todo fuera relevante con respecto al tema a tratar. Nos ayudabana librarnos <strong>de</strong> la jerga teológica y <strong>de</strong> las frases piadosas que no significaba nada para laaudiencia. Nos enseñaron la importancia <strong>de</strong> las imágenes como una herramienta para29


llegar al corazón <strong>de</strong> la audiencia porque ―todo conocimiento en verdad eficaz en la vidacristiana es afectivo. ― (18)Todavía me quejo, una vez más. Incluso en las clases <strong>de</strong> predicación carecíamos <strong>de</strong>elemento vital. Hacíamos sermones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una cápsula: no había intercambio con lagente fuera <strong>de</strong> las aulas. Só<strong>lo</strong> predicábamos a nuestros compañeros y ni siquiera nospermitían enseñarles catecismo a <strong>lo</strong>s niños <strong>de</strong> la parroquia <strong>lo</strong>cal. ¿Cómo se pue<strong>de</strong>apren<strong>de</strong>r a predicar a menos que uno dia<strong>lo</strong>gue con quienes van a recibir la prédica?Egresé <strong>de</strong>l Studium con menos confianza en mí mismo que antes. Después <strong>de</strong> habertomado veintidós horas <strong>de</strong> clase todas las semanas, a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> ocho años, aún sudabaa mares a la hora <strong>de</strong> preparar mis primeros sermones: ―Tantos años <strong>de</strong> estudio y notengo nada que <strong>de</strong>cir.‖Notas al capítu<strong>lo</strong> 3:(8) La licenciatura es parecido al grado <strong>de</strong> maestría en el sistema <strong>de</strong> educación,norteamericano, aunque algo inferior. El lectorado era un cargo medieval en elámbito académico que otorgaba el <strong>de</strong>recho a enseñar <strong>lo</strong>s cursos básicos. Se trataba<strong>de</strong> un ―lector‖ <strong>de</strong>l material para <strong>lo</strong>s estudiantes, antes que el ―profesor‖, o sea eldoctor.(9) En la tradición provincial <strong>de</strong> mis años <strong>de</strong> estudio había una anécdota sobre unaclase en nuestros establecimientos. El fraile a cargo <strong>de</strong> la oración cierto díaterminó dos minutos antes el período <strong>de</strong> meditación <strong>de</strong> la comunidad. Al salir <strong>de</strong>la capilla, otro fraile le echó en cara el error. Luego siguió una discusión sobrequién tenía la razón hasta que el que había estado a cargo dio todo por concluidodiciendo: ―¿Qué sabe usted? Usted no es un lector.‖ Una actitud común por esaépoca.(10) En el curso <strong>de</strong> nuestra formación, <strong>lo</strong>s frailes recibían cada tanto la invitación <strong>de</strong>dar charlas sobre su ministerio. En todos esos años nunca hubo un fraile quetrabajara en una parroquia a quien le solicitaran que hiciera <strong>lo</strong> mismo.(11) Por el contrario esta confianza en la élite <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s jóvenes es como poner una gota<strong>de</strong> vinagre en un tanque <strong>de</strong> agua. El agua siempre será la misma y la gota <strong>de</strong>vinagre se asimila. Un método horrible <strong>de</strong> reforma, pero así eran las cosas.30


(12) A pesar <strong>de</strong> todo esto, no pa<strong>de</strong>cimos <strong>lo</strong> peor <strong>de</strong>l padre Connell. Regresó <strong>de</strong> Romaprimero para las clases <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía y les hizo la vida imposible a aquel<strong>lo</strong>shermanos. A varios les postergó la or<strong>de</strong>nación para enseñarles humildad. Tambiénestaba Dachau, el camping <strong>de</strong> verano que había establecido en una zona anegada<strong>de</strong> Wisconsin, llena <strong>de</strong> mosquitos, don<strong>de</strong> se aseguraría que <strong>lo</strong>s hermanos llevanuna vida libre <strong>de</strong> la atmósfera blanda <strong>de</strong>l camping <strong>de</strong> Menominee, Michigan, quedirigía el padre Walker, el querido prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong>fi<strong>lo</strong>sofía. Los estudiantes bautizaron a aquel lugar con el nombre <strong>de</strong> Dachau. Consemejante s vacaciones espartanas, poca carne, nada <strong>de</strong> tentempiés, las horas <strong>de</strong> laliturgia se recitaban a la hora apropiada, había poco tiempo libre para caminar porla playa y entonces era una alegría regresar a la vida relajada <strong>de</strong>l Studium. Hubouna protesta tan fuerte contra el padre Connell que le quitaron el cargo <strong>de</strong> prefecto<strong>de</strong> disciplina, pero el Superior <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n insistió que le asignaran el puesto <strong>de</strong>prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios. Y esto empeoró el problema.(13) Los argumentos se referían a prácticas diferentes. Recuerdo uno sobre si se <strong>de</strong>bíarestaurar el oficio <strong>de</strong> las lecturas a la hora asignada y levantarse a medianochepara rezar. El más serio se centró en servir carne para el almuerzo durante elperíodo <strong>de</strong> no penitencia durante el año, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pascua hasta el 14 <strong>de</strong> septiembre.El grupo <strong>de</strong> Jan<strong>de</strong>l opinaba que no <strong>de</strong>beríamos comer nada <strong>de</strong> carne, muchomenos tres veces a la semana en <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>sayunos. Los <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> Garrigoupensaban que el señor Gabriel había hecho un gran trabajo con tanto lío y nospredisponía a la indulgencia con nuestros cuerpos débiles norteamericanos. Estacuestión se resolvió con la visita <strong>de</strong>l provincial: tantas quejas sobre la laxitud <strong>de</strong>nuestro esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida era <strong>de</strong>masiado y por <strong>lo</strong> tanto e <strong>de</strong>sterró la carne <strong>de</strong>l menú(14) Cfr. Peter Brown, The Body and Society, New York, Columbia University Press,1988, p. 213-216, 223-226.(15) Fueron tantas las veces que pedí permiso que el padre Scullion me hizo unaobservación. Me preguntó si al concurrir a la biblioteca tan a menudo no trataba<strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> mi cuarto y por <strong>lo</strong> tanto <strong>de</strong> mí mismo. En esto tenía razón.(16) Les contaba a <strong>lo</strong>s pescadores sobre el ruido que hacen <strong>lo</strong>s peces cuando copulan.Estudiaban <strong>lo</strong>s hábitos diferentes <strong>de</strong> las moscas para ovar. Advirtió que la orinacambiaba <strong>de</strong> co<strong>lo</strong>r cuando la gente ayunaba, ofrecía obstinadamente pedazos <strong>de</strong>metal a las ostras para ver si <strong>lo</strong>s comerían. La lista prosigue.31


(17) Irónicamente, esto contradice <strong>lo</strong>s principios <strong>de</strong> Santo Tomás: Se <strong>de</strong>ben evitardos cosas: aseverar algo que es falso y opuesto a la verdad <strong>de</strong> la fe. Y tampoco eslícito tomar cualquier cosa que uno crea que es verdad y aseverar que pertenece alas verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la fe. Porque entonces la verdad <strong>de</strong> nuestra fe se convierte en unacuestión ridícula entre <strong>lo</strong>s no creyentes. (De Potentia, 4,1)(18) Thomas Chrysostom O´Brien, cuando comenta sobre Santo Tomás, la SumaTeológica I, 33-42, Gilby edition, p. 263.Capítu<strong>lo</strong> 4 - El legado <strong>de</strong> mi formación―No pudo haber sido tan mala, ¿no?‖ Me <strong>lo</strong> dijeron en varias ocasiones con respecto ami formación. Mi respuesta es que así fue. Ab esse ad posse, como aprendimos en lasclases <strong>de</strong> lógica: se argumenta sobre <strong>lo</strong> posible a partir <strong>de</strong> la realidad. Pero a la vez <strong>de</strong>boreconocer que no me habían lastimado tanto como podría parecer según una primeraimpresión. No me convertí en un niño porque siempre he sido un niño. El programa <strong>de</strong>la formación contribuía a que yo permaneciera <strong>de</strong> alguna manera en mi infancia yreforzaba ciertos aspectos <strong>de</strong> mi personalidad que necesitaba cambiar.Con todo, soplaban vientos que anunciaban cambios; y si bien mi primera reacciónfue <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa y <strong>de</strong> rechazo, la influencia <strong>de</strong>l Espíritu Santo fue inevitable. E<strong>lo</strong>frecimiento <strong>de</strong> mi vida al Señor ha sido siempre algo clave para mí. Recuerdo unhimno que cantaba a menudo durante las jornadas <strong>de</strong> oración: ―Espíritu Santo, ven a mí,ven a mí. Quiero sentir que me <strong>de</strong>rrites, que soy una escultura que mo<strong>de</strong>las, que mellenas como a un cuenco. Úsame, Espíritu Santo, ven a mí.‖ Si <strong>de</strong> este modo nosabrimos a Dios, nuestra transformación será inevitable.Vuelve a mi memoria una bella mañana <strong>de</strong> primavera mientras caminaba por elcamino <strong>de</strong> Asbuir en Dubuque. Rezaba en voz alta: ―Señor, te ofrezco mi vida, teofrezco mi vida.‖ Y surgió una voz en mi interior: ―Ya la tomé. Esto explica tuproblema.‖ Me reí para mis a<strong>de</strong>ntros. Era obvio que tenía reservas y luchas internasaunque <strong>hubiera</strong> ofrecido mi vida a Dios. Me acosaban dificulta<strong>de</strong>s con respecto a <strong>lo</strong>sque esto implicaba y me consoló la esperanza <strong>de</strong> que mi voluntad pudiera triunfar.Los cambios no son fáciles para mí. Con todo, como la mayoría <strong>de</strong> las personas,terminé cediendo, y entonces Dios prosiguió con la tarea <strong>de</strong> la conversión. Ingresé en laOr<strong>de</strong>n, estricto e intransigente, un <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la fe. En Dubuque aún seguía escuchando32


el mensaje <strong>de</strong> que el tomismo estaba sitiado y que, como <strong>lo</strong>s viejos co<strong>lo</strong>nos <strong>de</strong>l oeste <strong>de</strong>nuestro país, <strong>de</strong>bíamos disponer las carretas en círcu<strong>lo</strong> para repeler <strong>lo</strong>s ataques <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sindígenas hasta que nuestra verdad finalmente pudiera prevalecer. Al principio, no <strong>lo</strong>cuestioné. Y luego, un rega<strong>lo</strong> inesperado: me enviaron a Washington para que finalizara<strong>lo</strong>s dos últimos años <strong>de</strong>l curso <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía.En el transcurso <strong>de</strong> mi vida comprendí que periódicamente necesito una mudanzapara contemplar la realidad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro punto <strong>de</strong> vista. Tener otra casa y no un lugardon<strong>de</strong> meramente cuelgo mi abrigo, tener otro ministerio, y sacudir todo en mi interior.Este fue el caso <strong>de</strong> mi estadía en Washington DC.Hubo cambios importantes <strong>de</strong>bido al Concilio Vaticano II. Para mejor o para peor, elConcilio abrió la ventana y permitió que entraran bocanadas <strong>de</strong> aire fresco, justo <strong>lo</strong> queel Papa Juan XXIII había <strong>de</strong>seado. Entramos en contacto con nuevas i<strong>de</strong>as y advertimosque <strong>lo</strong> <strong>de</strong> antes no era necesariamente <strong>lo</strong> mejor. La atmósfera en el establecimiento sevolvió más flexible que en Dubuque: varios profesores <strong>de</strong> Washington fueron muygenerosos con la presentación <strong>de</strong> nuevas perspectivas en teo<strong>lo</strong>gía que modificaronnuestra formación. (19) Llamábamos ―Charlie‖ a nuestro prefecto <strong>de</strong> disciplina, y no―Padre‖. Era un hombre amable que nos trataba como a adultos: no supervisaba cadacosa que hacíamos, nos daba dinero para viáticos e incluso permiso para pasear por laciudad y visitar a nuestros amigos. Incluso podíamos tomar vino en las comidas cuandohabía algún festejo.Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudiantes en Washington, que también era compañero mío <strong>de</strong> Dubuque,me aconsejó <strong>lo</strong> siguiente: ―Nadie <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s que están a cargo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s alumnos <strong>de</strong> esterégimen <strong>de</strong> intercambio estudiantil sabe a quién <strong>de</strong>bemos reportarnos. Por <strong>lo</strong> tanto, nopidas permiso para <strong>lo</strong> que quieras. Solamente le comunicas al prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>lo</strong>que vas a hacer y punto. Él supondrá que esto ya fue aclarado en Dubuque, mientras queen Dubuque creerán que a la vez <strong>lo</strong> mismo fue aclarado aquí en Washington.‖Así <strong>lo</strong> hice y me sorprendió que todo saliera bien. Comencé a hacerme cargo <strong>de</strong> mivida y a tomar responsabilida<strong>de</strong>s. Me tomaría varios años completar este proceso, peropor <strong>lo</strong> menos ya estaba en camino. Incluso en <strong>lo</strong>s peores momentos, el proceso <strong>de</strong>formación me brindó algunas cosas que agra<strong>de</strong>zco. En primer lugar, aprendí a amar elsilencio. Para mí, un <strong>lo</strong>gro. Cuando pasaba por mi etapa trapense en la secundaria, <strong>lo</strong>shermanos marianistas me aseguraron que nunca podría sobrevivir, que nunca podríapermanecer callado por mucho tiempo, y probablemente tenían razón. Nosotros, <strong>lo</strong>s33


dominicos, nunca <strong>lo</strong>gramos la quietud trapense porque no la <strong>de</strong>seamos. Santo Domingo<strong>de</strong> Guzmán no fundó esta comunidad en la campiña bucólica, don<strong>de</strong> sus hombresvivirían según la ve<strong>lo</strong>cidad <strong>de</strong> la naturaleza, oyendo el mugir <strong>de</strong> las vacas y el canto <strong>de</strong>las aves, sino que nos emplazó en el corazón <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s. Hay una cita que se cita amenudo <strong>de</strong> ―La imitación <strong>de</strong> Cristo‖, <strong>de</strong> Tomás <strong>de</strong> Kempis, un libro clásico <strong>de</strong>espiritualidad, que dice que un monje es menos monje cada vez que abandona su celda.Esto será cierto para <strong>lo</strong>s monjes, pero nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, somos frailespredicadores, una congregación con un compromiso activo en el mundo.Se ajusta mejor a mi naturaleza. Nunca podría vivir en el silencio <strong>de</strong> un monasterio.Odié el primer año <strong>de</strong>l noviciado porque nos obligaban a llevar una vida <strong>de</strong> monjes.Sospecho que aquel<strong>lo</strong>s que escribieron todos <strong>lo</strong>s libros sobre vida espiritual eranindividuos introvertidos que encontraban a Dios en su interior, mientras que yo soyextrovertido y encuentro a Dios en el exterior: cuando abandono el convento tengo unaexperiencia religiosa. Aprecio a todos <strong>lo</strong>s hijos <strong>de</strong> Dios que pasean o corren apurados.Creo que Dios está mucho más vivo en las calles <strong>de</strong> la ciudad.Con todo, también cultivamos cierto silencio que podríamos <strong>de</strong>nominar ―trapense‖.Intentamos limitar la conversación y el ruido en nuestras vidas. Los establecimientos <strong>de</strong>nuestra formación cuentan con el mismo diseño <strong>de</strong> arquitectura. En cada piso <strong>de</strong>ledificio <strong>de</strong> Dubuque, don<strong>de</strong> se encentraban nuestras celdas, teníamos un <strong>lo</strong>cutorio. Novisitábamos a ningún hermano en su cuarto y tampoco podíamos permanecer <strong>de</strong> pie enel pasil<strong>lo</strong> que conducía a su puerta para hablarle. Si era necesario, nos dirigíamos a ese<strong>lo</strong>cutorio y podíamos cerrar la puerta por razones <strong>de</strong> privacidad. De ninguna manera sepodía hablar en <strong>lo</strong>s corredores. Este fue un pecado que provocó que me encerraran poruna semana, incluso si tenía lugar en la entrada <strong>de</strong>l establecimiento (ver laIntroducción). Para no romper el silencio teníamos que besar el escapulario <strong>de</strong>l hábitopara indicar ―disculpe‖ o ―<strong>lo</strong> siento‖, y tampoco había permiso para tener radios oestéreos en nuestros cuartos. La quietud tenía que ser total.El silencio no surgía naturalmente y yo me <strong>hubiera</strong> sentido inútil en un retiro <strong>de</strong>silencio <strong>de</strong> treinta días. Con todo, como práctica general, me alegro <strong>de</strong> haber asimiladoesta disciplina. Incluso ahora, cuando la mayoría <strong>de</strong> nosotros pue<strong>de</strong> tener un televisor oun equipo <strong>de</strong> audio en sus respectivos dormitorios, yo no tengo nada <strong>de</strong> eso. Deseo quemi vida tenga una quietud plena.34


Un buda <strong>lo</strong> expresó con claridad cuando le hizo esta reflexión a sus monjes: ¿Habríamejorado las cosas <strong>lo</strong> que el<strong>lo</strong>s <strong>hubiera</strong>n expresado en vez <strong>de</strong> permanecer en silencio?Por <strong>lo</strong> menos dudaba <strong>de</strong> su propia palabra: no habló durante dieciocho años. Es difícilexplicar <strong>lo</strong> que brinda el silencio. Sin embargo, todo hemos conocido alguna personatranquila, <strong>de</strong> pocas palabras, pero que cuando habla, uno le presta mucha atenciónporque <strong>lo</strong> que expresa proviene <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el espíritu. Este es el fruto <strong>de</strong>l silencio, algo quecontribuye a una mayor conciencia <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que ocurre a nuestro alre<strong>de</strong>dor. Escuchamosentonces una voz interior, que a menudo es la voz <strong>de</strong> Dios. En la quietud apren<strong>de</strong>mos aver a la gente más en profundidad, a observar a la personas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la máscaras. En elsilencio nos convertimos en personas más plenas. No sé cómo <strong>lo</strong> consiguen <strong>lo</strong>s padresque educan a sus hijos. Por su propia naturaleza, <strong>lo</strong>s niños gritan. Según misobservaciones, incluso quienes tengan esta ocupación, por difícil que sea, necesitancontar con tiempo para el<strong>lo</strong>s mismos y conseguir momentos <strong>de</strong> silencio.Nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, nos <strong>de</strong>finimos como una congregación apostólica conreglamentos monásticos. En <strong>lo</strong> que a mi respecta, el silencio es una práctica religiosamonástica. <strong>Otras</strong>, como el ayuno o el uso <strong>de</strong>l hábito son secundarios, y apenascorrespon<strong>de</strong>n a esta categoría. Si tuviera que abordar esta cuestión una vez más sobre sisomos una comunidad laxa o estricta, comenzaría por preguntar cómo se mantiene elespíritu <strong>de</strong>l silencio.En segundo lugar, en la Or<strong>de</strong>n aprendimos a amar la liturgia. Celebramos la liturgia,esto es, la eucaristía y la oración diaria <strong>de</strong> las Horas, junto con <strong>lo</strong>s tres votos <strong>de</strong> pobreza,castidad y obediencia, la vida en común y el estudio: <strong>lo</strong> básico en el plan para nuestrasantificación. A quien no le atraiga la oración litúrgica no <strong>de</strong>bería entrar en nuestraOr<strong>de</strong>n.Solíamos llamar ―la recitación <strong>de</strong>l Divino Oficio‖ a la Liturgia <strong>de</strong> las Horas. Setrataba <strong>de</strong> un oficio, una misión <strong>de</strong> alabanza al Señor, no só<strong>lo</strong> para nosotros sino paratodo el pueb<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Dios. Esto no significa que siempre <strong>lo</strong> hemos hecho correctamente.Era un aspecto <strong>de</strong> nuestra vida que incluso cuando ingresé como novicio podíamosadvertir que necesitaba reforma. Durante un examen oral –siempre estaba muy nerviosoen estas ocasiones- me preguntaron cuáles eran <strong>lo</strong>s cuatro pilares <strong>de</strong> la espiritualidaddominica. Y respondí: ―La recitación divina <strong>de</strong>l oficio en vez <strong>de</strong> la recitación <strong>de</strong>l oficiodivino.‖ Todos se rieron. La liturgia podía ser obra <strong>de</strong> Dios, pero la manera <strong>de</strong> ejecutarlano siempre es divina. Por <strong>lo</strong> general, la aniquilamos. Alguien que estaba <strong>de</strong> visita en la35


capilla <strong>de</strong> Winona, antes <strong>de</strong> que partiera, me preguntó por qué parecíamos tanfastidiados cuando rezábamos. No se trataba <strong>de</strong> eso, simplemente estábamos ansiosos yapurados porque teníamos mucho que <strong>de</strong>cir. Las maitines las laudas, las preces, lasprimas, las tercias, las sextas, las nonas y las vísperas, compline, el pequeño oficio <strong>de</strong> laSantísima Virgen, tres décadas <strong>de</strong>l Rosario, dos períodos <strong>de</strong> meditación y la misa. En eltranscurso <strong>de</strong> una semana también recitábamos todos <strong>lo</strong>s oficios <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s difuntos,teníamos una hora santa <strong>lo</strong>s sábados por la noche y cada domingo había una procesiónespecial en honor <strong>de</strong> María, Santo Domingo, el Santísimo Sacramento o el SantoNombre <strong>de</strong> Jesús. Era un día <strong>de</strong> jornada completa.Le agra<strong>de</strong>zco a Dios por las preces, palabra latina que significa plegarias en latín. Enaquel momento rezábamos el rosario por la Iglesia y la sociedad. También había unalectura <strong>de</strong> la lista <strong>de</strong> las efeméri<strong>de</strong>s correspondientes a <strong>lo</strong>s mártires <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s días y la<strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> cómo habían muerto, que podían incluir <strong>de</strong>talles muy cruentos. Como setrataba <strong>de</strong> una literatura antigua, a veces resultaban cómicas y poco inspiradoras. Eradifícil cantar esos textos y mantener la compostura; una nota <strong>de</strong> ligereza a un programa<strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> por sí muy recargado.También estaba el problema <strong>de</strong> la afinación. Debido a las restricciones, nocantábamos <strong>lo</strong>s salmos con <strong>lo</strong>s bel<strong>lo</strong>s tonos gregorianos originales. Todo tenía una solanota, sin acompañamiento y ni siquiera un órgano, una guitarra o algún otro instrumentomusical para mantener la tonalidad. Los tenores llevábamos la voz cantante –yo estabaentre el<strong>lo</strong>s- y comenzábamos con <strong>lo</strong>s salmos. Imponíamos una clave alta y cantábamoscon notas agudas e incómodas para <strong>lo</strong>s barítonos. Entonces empezaba a dominar lamayoría y el tono bajaba, bajaba y bajaba. Luego, yo empezaba a subir la afinaciónsoplando una flauta. Al finalizar ―la divina recitación <strong>de</strong>l oficio‖ todos resoplaban.A pesar <strong>de</strong> todo, puedo afirmar que este oficio coral y formal fue una experienciamaravil<strong>lo</strong>sa e incluso hoy en día <strong>lo</strong> extraño. Disfrutaba la ceremonia <strong>de</strong> la liturgia:permanecíamos <strong>de</strong> pie o sentados mientras cantábamos <strong>lo</strong>s salmos, hacíamos unareverencia al cantar ―G<strong>lo</strong>ria al Señor‖, y luego otra entre nosotros al comenzar ofinalizar nuestras respectivas partes. Disfrutaba todas las reverencias, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> asentir conla cabeza a prosternarse en el piso, según la solemnidad <strong>de</strong> la ocasión; también el<strong>de</strong>sempeño <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cantores y <strong>lo</strong>s recitadores <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s versícu<strong>lo</strong>s y <strong>lo</strong>s lectores, que se<strong>de</strong>splazaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus asientos en la fila central. Algo teatral y divertido, una danzalitúrgica.36


Tuvimos que simplificar y abreviar esta liturgia. Se trataba <strong>de</strong> un servicio <strong>de</strong>masiadolargo para quienes tenían otras activida<strong>de</strong>s. Con todo, a veces echo <strong>de</strong> menos <strong>lo</strong>s―buenos viejos tiempos‖. Es cierto que nos apurábamos, pero incluso entonces teníaexperiencias contemplativas. Todas aquellas plegarias y formalida<strong>de</strong>s me brindaron unarutina en la que podía relajarme. Probablemente só<strong>lo</strong> comprendía la mitad <strong>de</strong> <strong>lo</strong> querezábamos dado que todo era en latín, pero esto no era un problema para mí. Nonecesitaba concentrarme en las palabras, sino solamente estar allí, alabando al Señor enmi espíritu. Al terminar el oficio, me sentía renovado e incluso en <strong>lo</strong>s peores momentossentía que Dios estaba conmigo.Me entristezco un poco cuando conozco gente a la que nunca le enseñaron a tener unaexperiencia litúrgica, y por <strong>lo</strong> tanto no la encuentra estimulante, y no pue<strong>de</strong>n escucharla voz <strong>de</strong> Dios. Creo que es mucho <strong>lo</strong> que se pier<strong>de</strong>n. Dios nos alcanza <strong>de</strong> distintasmaneras, pero para mí la plegaria litúrgica siempre fue la más profunda, y quisieracompartirla con todos.Nunca aprendíamos otros tipos <strong>de</strong> oración fuera <strong>de</strong> la litúrgica en la etapa <strong>de</strong>formación. Nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, no contamos con un método particular <strong>de</strong> oraciónfuera <strong>de</strong> la liturgia. ¿No resulta extraño? Somos un grupo <strong>de</strong> hombres y <strong>de</strong> mujeres queenfatiza el aspecto intelectual <strong>de</strong> nuestra fe, y sin embargo es muy poco <strong>lo</strong> que hacemoscon respecto a la plegaria, que nos permite expresar tanto acerca <strong>de</strong> nuestra fe. Estoforma parte <strong>de</strong> la libertad dominica que había observado el padre Jansen, mi confesor <strong>de</strong>la secundaria. Apren<strong>de</strong>mos con la acción. Procuramos <strong>de</strong>sarrollar una modalidad quenos i<strong>de</strong>ntifique en nuestra oración privada o en las liturgias públicas.En su introducción al judaísmo sefardí, James Kugel, manifiesta un abordaje <strong>de</strong> laoración:‖Imposible imaginar nada más íntimo que la plegaria; y sin embargo, paranosotros consiste en una actividad comunitaria y en pocas ocasiones <strong>de</strong> carácterespontáneo. Entonces, si bien el objetivo es conocer a Dios, se <strong>de</strong>be comenzar con <strong>lo</strong>scompañeros, y no só<strong>lo</strong> con uno o dos, sino con todo un grupo. De esta manera seapren<strong>de</strong> a honrar el Sabbath y con estos compañeros se <strong>de</strong>ben rezar las oraciones. Estaera nuestra fi<strong>lo</strong>sofía.Pero hay fisuras en este abordaje, pues requiere una guía particular para cadaindividuo que nunca se obtiene. Con todo, me gusta esta aproximación: respetar lafortaleza interior <strong>de</strong> la persona. Una hermana que trabajaba con las novicias <strong>de</strong> sucomunidad comentó que a menudo existe un supuesto sobre quienes ingresan en una37


comunidad religiosa. Pensamos que no saben cómo rezar y que tenemos que enseñarlesa partir <strong>de</strong> <strong>lo</strong> más elemental. Por el contrario, ella observó algo que ya estaba ocurriendoen <strong>lo</strong>s hábitos <strong>de</strong> oración <strong>de</strong> las postulantes, porque <strong>de</strong> <strong>lo</strong> contrario no habríaningresado en la Or<strong>de</strong>n. Necesitamos comenzar con <strong>lo</strong> que ya saben, a menos queintroduzcamos a estas personas por la fuerza <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un lecho <strong>de</strong> Procusto. Tienerazón. Incluso hoy en día me siento incómodo cuando alguien intenta imponer unametodo<strong>lo</strong>gía para la oración creyendo que es la única válida. Cuando <strong>lo</strong> advierto, raravez regreso para escuchar a esa misma persona. Acaso mi perspectiva sea limitada. Só<strong>lo</strong>porque no consi<strong>de</strong>re útiles ciertas instrucciones no significa que tampoco <strong>lo</strong> sean para<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. Quizás otros necesiten más asistencia que yo. Bueno, que sigan con susguías. En cuanto a mí, prefiero disfrutar <strong>de</strong> mi espíritu dominico.También tuve la ventaja <strong>de</strong> un buen fundamento en la oración, incluso antes <strong>de</strong>ingresar en el noviciado. Acaso esto haya sigo una ventaja para mí con respecto aalgunos compañeros. Para empezar, la imagen <strong>de</strong> Dios en mí era positiva. Mucha genteha tenido malas experiencias <strong>de</strong> Dios en <strong>lo</strong>s primeros años <strong>de</strong> su vida. Les hanpresentado un Dios que exige y castiga, y a quien se <strong>de</strong>be temer. Es difícil que alguienquiera conocer a un Dios <strong>de</strong> estas características, porque pue<strong>de</strong> ser un obstácu<strong>lo</strong> para lavida <strong>de</strong> oración.Nunca tuve esta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Dios. Es claro que me hablaron <strong>de</strong>l infierno porque enaquel<strong>lo</strong>s días se <strong>lo</strong> mencionaba a menudo, pero como un tema <strong>de</strong> menor importancia.―¿Por qué Dios me creó?‖ ―Para que sea feliz y viva con él para siempre.‖ Estas eranalgunas <strong>de</strong> las primeras preguntas y respuestas que <strong>de</strong>bía memorizar. Dejando <strong>de</strong> lado ladiferencia <strong>de</strong> género, la respuesta es válida hoy como ayer. Dios era alguien a quien yole importaba, y por <strong>lo</strong> tanto era alguien a quien yo <strong>de</strong>seaba conocer. Creía que esto iba aocurrir a través <strong>de</strong> la oración.No era frecuente que pasara por una iglesia y no entrara por unos instantes para unaoración. Una corta visita bastaba. Concurría a misa a diario y leía a autores queabordaban experiencias espirituales. En la época que ingresé en el noviciado tuve laexperiencia que <strong>de</strong>jó cierta impronta en mi vida <strong>de</strong> oración. En la teo<strong>lo</strong>gía carismáticaesto se <strong>de</strong>nominaría ―el bautismo <strong>de</strong>l espíritu‖ <strong>de</strong>bido a que renovó la presencia <strong>de</strong> Diosen mí.Ocurrió una noche <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar, cuando necesitaba un libro <strong>de</strong> la capilla. Corrítan rápido como pu<strong>de</strong>, tomé el libro y salí <strong>de</strong> la misma manera que había entrado porque38


no quería per<strong>de</strong>rme el resto <strong>de</strong> mi recreo. Al pasar por el santuario, me <strong>de</strong>tuve <strong>de</strong>pronto, sobrecogido por la presencia <strong>de</strong> Dios. Me arrodillé y me puse a rezar. Y laalabanza brotó <strong>de</strong> mi corazón ―como <strong>de</strong> una fuente <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> vida.‖ (Juan 7, 38) No<strong>de</strong>bo haber permanecido allí mucho tiempo, porque pu<strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> la última parte <strong>de</strong>mi recreo. Pero la alabanza brotó como agua <strong>de</strong> un manantial durante una semanaentera, y mi relación con Dios había progresado. Ahora Dios estaba conmigo lasveinticuatro horas <strong>de</strong>l día. Sentía su presencia y podía celebrarla sin dificulta<strong>de</strong>s. Creoque cada cristiano necesita y tiene <strong>de</strong>recho a este tipo <strong>de</strong> experiencia, y que cuando estoocurre, el acto <strong>de</strong> la plegaria es más fácil.A veces no <strong>de</strong>seo rezar, y me siento a ver televisión o a conversar amistosamente. Detodos modos, nunca me aburrí en ninguna capilla. Estoy agra<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> que en mi vidadominica tenga una vida litúrgica.En tercer lugar, agra<strong>de</strong>zco a mi formación que me hiciera amar la vida en comunidad,otro medio dominico indispensable para la salvación. Después <strong>de</strong> todo, esto es el motivoprincipal <strong>de</strong> la vida comunitaria <strong>de</strong> todos aquel<strong>lo</strong>s que ingresamos en la Or<strong>de</strong>n. La regla<strong>de</strong> San Agustín, que solíamos leer <strong>lo</strong>s viernes por la noche, dice: ―Ante todo, convivanen armonía, en pleno consenso <strong>de</strong> mente y <strong>de</strong> corazón en el sen<strong>de</strong>ro que conduce a Dios,porque no es precisamente por este motivo que les ha tocado vivir juntos.‖ (21) (22)Pero como en todo buen matrimonio, hay <strong>de</strong>savenencias. En cierta oportunidad, elactor Alec Guiness visitó un monasterio trapense y un monje le preguntó qué le parecía<strong>lo</strong> que sería más difícil para él. ―Los otros monjes,‖ respondió el actor. ―Así es,‖confirmó el monje.Había hermanos que para mí eran insoportables. Para mi seguridad, <strong>de</strong>seaba que todosfueran parecidos a mí. Me fastidiaba mucho que alguien no cumpliera con las reglas conel mismo ce<strong>lo</strong> con el que yo <strong>lo</strong> hacía. Los consi<strong>de</strong>raba individuos <strong>de</strong> espíritu <strong>de</strong>masiadolibre y no podía reconocer a ese Cristo que llevaban en su interior. (23) Eventualmentetrabajábamos juntos salvando <strong>lo</strong>s obstácu<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> nuestro amor fraternal y genuino,porque nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, va<strong>lo</strong>ramos la individualidad. Si alguien conoció a undominico, no <strong>lo</strong>s conoció a todos. Nos instruyeron para apreciar la variedad. Trata <strong>de</strong>ser amable con todos tus hermanos aunque sus personalida<strong>de</strong>s o i<strong>de</strong>as políticas noconcuer<strong>de</strong>n con las tuyas. Apren<strong>de</strong> a disfrutar <strong>de</strong> su compañía, no tan só<strong>lo</strong> a amar<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>la misma manera que Dios disfruta <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que amas a alguien sien verdad no te gusta? Apren<strong>de</strong> a gustar genuinamente.39


Incluso hay confrontaciones. Las comunida<strong>de</strong>s dominicas no siempre son tranquilas:residí en una don<strong>de</strong> nos peleábamos todos <strong>lo</strong>s días, pero esto no importaba. Incluso laspeleas <strong>de</strong>jan una enseñanza. Aprendí que puedo vivir y <strong>de</strong>jar vivir.Después <strong>de</strong> tantos años, aún tengo manías que pue<strong>de</strong>n fastidiar a quienes convivanconmigo, pero el<strong>lo</strong>s también tienen <strong>lo</strong> suyo. Con la convivencia se erosionan ciertasaristas duras <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s individuos, pero a la vez uno apren<strong>de</strong> a aceptar<strong>lo</strong>s tal como son. Meagrada sentir que paso <strong>de</strong> la mera tolerancia al placer <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros,porque me brinda un sentido <strong>de</strong> <strong>lo</strong>gro en tanto comienza a morir el espíritu competitivoque hay en mí y acepto que todos contribuimos para que la comunidad evolucione. (24)La vida comunitaria pue<strong>de</strong> anticipar la vida celestial.En cuarto lugar, otra cosa que agra<strong>de</strong>zco con respecto a mi formación fue el aspectoteológico. Aprendí un nuevo significado <strong>de</strong> la palabra ―gracia.‖ Ya conocía la gracia entanto gracia santificadora (la vida <strong>de</strong> Dios en nosotros) y gracia real (la ayuda que nosbrinda Dios <strong>de</strong> modo tal que po<strong>de</strong>os vivir según su voluntad). Ahora había aprendido lagracia en tanto don <strong>de</strong> Dios.Estudiamos el tratado <strong>de</strong> Santo Tomás sobre la gracia y la pre<strong>de</strong>stinación. La mayoría<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cristianos se sorpren<strong>de</strong> cuando escuchan que otro católico habla <strong>de</strong> lapre<strong>de</strong>stinación. Parece que Calvino aún conserva <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>rechos sobre este tópico en lasociedad contemporánea. Pero <strong>lo</strong>s escolásticos medievales discutieron mucho el mismomucho antes que Calvino y había polémicas encendidas en su época.Santo Tomás enseñaba que nadie llega al cie<strong>lo</strong> por su propio mérito, algo quecualquier buen católico enseña (<strong>lo</strong> establece la Biblia y es una larga tradición católica).Incluso si esa persona nunca pecó, esto no basta para que alcance el cie<strong>lo</strong>. Só<strong>lo</strong> Diospue<strong>de</strong> dar la entrada. La invitación <strong>de</strong> Dios es gratuita y no un premio merecido. InclusoMaría, en su inmaculada concepción, no pudo pedir este privilegio.Cuando se profundiza este aspecto, la capacidad <strong>de</strong> llevar una vida virtuosa, el brindar<strong>lo</strong>s dones y <strong>lo</strong>s frutos <strong>de</strong>l Espíritu Santo y la conciencia <strong>de</strong> que somos <strong>lo</strong>s hijosadoptivos <strong>de</strong>l Dios –es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>cir, todas esas obras que nos santifican- nos vienen anosotros a través <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong>l Espíritu Santo <strong>de</strong> Dios en nosotros. El<strong>lo</strong>s son el donlibre <strong>de</strong> Dios. De ningún modo po<strong>de</strong>mos ganar<strong>lo</strong>s.En las palabras <strong>de</strong> la carta a Tito: ―Pero cuando se manifestó la bondad <strong>de</strong> Dios,nuestro Salvador, y su amor a <strong>lo</strong>s hombres, no por las obras <strong>de</strong> justicia que habíamos40


ealizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por elbautismo y renovándonos por el Espíritu Santo.‖ (Tito 3, 4-5)Decimos que <strong>de</strong>bemos tener fe, creer que todo es posible y aceptar el don. Lacapacidad <strong>de</strong> creer viene a través <strong>de</strong> este don <strong>de</strong> Dios. No pediríamos fe si Dios ya noestuviera actuando en nuestro interior.Algunos cristianos en el sig<strong>lo</strong> V pensaban que esto no era cierto. Creían quepodíamos santificarnos por medio <strong>de</strong> nuestros propios esfuerzos. Estos hombres ymujeres, discípu<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> Pelagio, fueron <strong>de</strong>clarados heréticos. Otros trataron <strong>de</strong> afirmarque nosotros, <strong>lo</strong>s humanos, comenzamos el trabajo que Dios concluye. Introdujeron aDios en la escena, pero no era suficiente. Se trataba <strong>de</strong> semi-pelagianos y tambiéni<strong>de</strong>ntificados como heréticos.La teo<strong>lo</strong>gía católica no es fatalista. Todavía tenemos po<strong>de</strong>r: el <strong>de</strong> rechazar el don. Losteó<strong>lo</strong>gos tienen que reconocer<strong>lo</strong> para proteger la realidad <strong>de</strong> nuestro libre albedrío. Sinembargo, cuando todo está <strong>dicho</strong> y hecho, <strong>de</strong> principio a fin, es aún Dios, volcando suvida en nosotros, gesto <strong>de</strong> su generosa libertad. En un sentido real, la vida está fuera <strong>de</strong>nuestras manos:―Te aseguro que el que no renace <strong>de</strong> <strong>lo</strong> alto no pue<strong>de</strong> ver el Reino <strong>de</strong> Dios.‖―Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así comonadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se <strong>lo</strong> quiera revelar.‖ (Mateo11, 27)Esta fue la doctrina. La mayoría <strong>de</strong> nosotros somos pelagianos en la práctica. Lesolicitamos a Dios la gracia y creímos que nos la conce<strong>de</strong>ría. Con todo, <strong>lo</strong> que pedimosfue ayuda en el camino e incluso pensábamos que todo estaba bajo control. No eranuestra la culpa. En la escuela y en la iglesia nos hablaban en profundidad sobre laposibilidad <strong>de</strong> merecer el acceso a <strong>lo</strong>s cie<strong>lo</strong>s. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> mérito no se encuentra presenteen la teo<strong>lo</strong>gía católica. En mi opinión, se trata <strong>de</strong> un término pobremente escogido. SanAgustín aclaró el concepto: el mérito no es nada más que la coronación que hace Dios<strong>de</strong> su propia labor. Nadie se molestó en hablarnos sobre el<strong>lo</strong>, o si <strong>lo</strong> hicieron, no <strong>lo</strong>entendimos.Cuando en la clase <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía aprendimos <strong>lo</strong> que Santo Tomás <strong>de</strong>sarrolló sobre eltema (incluso usó el término ―pre<strong>de</strong>stinación‖, la mayoría <strong>de</strong> nosotros ya estábamosprofundamente perturbados. Para <strong>lo</strong>s estudiantes significó trastornos <strong>de</strong> sueño durante41


una semana. Nosotros habíamos sido educados en el mito <strong>de</strong> que cualquiera podríaprogresar hasta convertirse en el Presi<strong>de</strong>nte, que podríamos conseguir cualquier cosaque quisiéramos si tuviésemos la voluntad (y el talento a<strong>de</strong>cuado), nos <strong>de</strong>cían que en elárea que era más vital no podíamos controlar nuestros <strong>de</strong>stinos, que todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong>Dios, quien podría conce<strong>de</strong>r<strong>lo</strong> o no. (25)Más que cualquier otra cosa que estudié en mis cuatro años <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía este tratadohizo impacto en mí y fue el llamado <strong>de</strong> mi conversión. Sospecho que fue semejante a <strong>lo</strong>que atraviesa el alcohólico en el programa <strong>de</strong> recuperación <strong>de</strong> las doce etapas. En laetapa primera, reconoce que está <strong>de</strong>samparado; en la segunda: advierte que Dios estáaquí para ayudar<strong>lo</strong> y por eso le entrega su vida. Esta reflexión me ofreció un gransentido <strong>de</strong> la esperanza. ¿Qué había estado pensando? ¿Confiaba más en mí que enDios? Me daba mayor consue<strong>lo</strong> saber que Dios <strong>de</strong>seaba mi felicidad y que él seocuparía <strong>de</strong> todo. Si Dios es tan po<strong>de</strong>roso como se dice, ¿para qué preocuparse? ―Todosaldrá bien, todo saldrá bien‖ escribió Julián <strong>de</strong> Norwich. Me tomó un buen tiempo. Enverdad, toda una vida, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta epifanía volví a pensar rápido como antes.En la clase <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong>l padre Masterson se habló <strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> que uno seconvirtiera en un santo. Había anhe<strong>lo</strong>s en el aula. ¡Qué hermoso sería si todos fuéramossantos! ¡Cuánto camino nos quedaba por recorrer! El padre dio por concluida ladiscusión con este comentario: ―Bueno, hermanos, todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> todosmodos, no <strong>de</strong> nosotros.‖ Esta respuesta me fastidió y le dije. ―Padre, usted es perezoso.Usted podría ser un santo si realmente <strong>lo</strong> <strong>de</strong>seara.‖Es cierto que si uno <strong>de</strong>sea convertirse en un santo <strong>lo</strong> conseguirá. Así ocurrió conSanta Teresa <strong>de</strong> Lisieux. Con todo esto no le daba a Dios el crédito merecido. Continuépensando, que si todo se trataba <strong>de</strong> mi responsabilidad, <strong>de</strong>bía trabajar duro. Como diceel viejo proverbio, reza como si todo <strong>de</strong>pendiera <strong>de</strong> Dios y actúa como si todo<strong>de</strong>pendiera <strong>de</strong> ti. Permanecía entonces en un segundo plano tratando <strong>de</strong> trabajar para misantidad. Por <strong>lo</strong> visto, no me iba tan mal.En el cuarto año <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía me hallaba en Washington D.C. Incluso en aquel<strong>lo</strong>s días<strong>de</strong> rectificación había jornadas <strong>de</strong> plegaria con me<strong>lo</strong>días gregorianas tradicionales.Nuestro canto era bel<strong>lo</strong>, mucha gente acudía a escucharnos y tomaba asiento en la parte<strong>de</strong> atrás <strong>de</strong> la capilla y rezaba con nosotros. Me había familiarizado con la audiencia y<strong>de</strong>seaba que advirtieran mi fervor religioso. Una noche escuché que alguien comentabasobre mí: ―¿No te inspira ese joven fraile <strong>de</strong> la segunda fila? Parece muy piadoso.‖42


Con este estado <strong>de</strong> ánimo marchaba con mis hermanos por el pasil<strong>lo</strong> central cantandoel Ave María, Entonces, sin previo aviso, el relámpago: me reconocí vanidoso ehipócrita. Aquel sentido <strong>de</strong> superioridad moral que había tenido durante la clase <strong>de</strong>lpadre Masterson volvió a mí. Me pregunté si mis esfuerzos para la vida espiritual nobastaban. Aparentemente no. Había estado tan seguro <strong>de</strong> mí mismo y ahora sentía queme había equivocado. Todavía cursaba ―Humildad 101‖ y había reprobado. Por ciertoque en verdad no me interesaba la gente que me observaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte trasera <strong>de</strong> lacapilla.Y comencé a rezar: ―Señor, creí que podía hacer<strong>lo</strong> por mi cuenta. Me rindo. Porfavor, <strong>lo</strong> <strong>de</strong>jo en tus manos.‖ Me sentía mortificado y me alegraba que nadie supiera <strong>lo</strong>que ocurría en mi espíritu. Pasaría mucho tiempo hasta que fuera capaz <strong>de</strong> reírme <strong>de</strong> mímismo, hasta que pudiera sentir cierto bienestar en mi in<strong>de</strong>fensión, hasta que pudieracompartir esta experiencia con cualquier persona. Se trataba <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong><strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>finitiva respecto <strong>de</strong> mi vida. Como ya <strong>lo</strong> observó el teó<strong>lo</strong>go James Alison, lafrase ―Jesús es el Señor‖ no es en verdad un s<strong>lo</strong>gan sino un grito sofocado. Aquellanoche, cuando reconocí mi condición, estuve boqueando.Creo que durante unos días incluso me sentí triste, una sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrota y <strong>de</strong>vacío. No duró mucho. La esperanza surge cuando no aparece una solución humana, yentonces uno se arrodilla y empieza a tener esperanza. Ahora contaba con laoportunidad <strong>de</strong> luchar para conseguir la santidad, porque ahora no tenía que luchar. La<strong>de</strong>finición tomista <strong>de</strong> la gracia me había ofrecido el coraje la primera vez que la estudié,y ahora regresaba a mí. Me fortaleció la sensación <strong>de</strong> que Dios me cuidaba y sentir queestábamos unidos. Allí estaba este alfarero que trabajaba con la arcilla llamada JerryCleator. El aire fresco que el Vaticano nos brindaba era una verdad renovadora: lasataduras caían al sue<strong>lo</strong>. Jerry Cleator no sería siempre alguien vacío y temeroso <strong>de</strong> quealguien le perforara el caparazón. Pero <strong>lo</strong> aclaro una vez más, aunque se tratara <strong>de</strong> unmomento <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión, también era un comienzo. He sufrido unos cuantos reveses segúnpasaron <strong>lo</strong>s años. A veces tuve que obligarme a actuar como si tuviera fe para que <strong>de</strong>hecho pudiera creer.Dos hechos regresan a mi memoria incluso en el resplandor <strong>de</strong> la conversión. Enprimer lugar, nuestra actitud con respecto a la vocación sacerdotal dominica aún erasombría. Jesús nos había manifestado que ―el que ha puesto la mano en el arado y mirahacia atrás, no sirve para el Reino <strong>de</strong> Dios.‖ (Lucas 9,62) Si dirigíamos la vista hacia43


atrás, nos per<strong>de</strong>ríamos. Algunos docentes habían <strong>de</strong>slizado comentarios <strong>de</strong>spectivos queapuntaban a que cualquiera fuera el motivo <strong>de</strong> un ―traidor‖ para alejarse, la mujersiempre iba a ser la causa verda<strong>de</strong>ra (el éxodo como reacción a las reformas <strong>de</strong> la misaaún no había comenzado). Incluso si habíamos tomado una <strong>de</strong>cisión errónea, SantoTomás nos aseguraba que Dios nos daría la gracia <strong>de</strong> proseguir con el tipo <strong>de</strong> vida quehabíamos escogido. Antes <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>nación, aún convivía con cierto malestar que medaba un sueño agitado, y me revolvía una y otra vez en la cama. Temía que si aceptabala or<strong>de</strong>nación, <strong>de</strong>spués iba a tener que renunciar por <strong>de</strong>bilidad. Cuando por fin meor<strong>de</strong>naron, <strong>lo</strong>s miedos se esfumaron. Me sentía feliz con mi nueva vida. Con todo,cuando se aproximaba ese día, bajé <strong>de</strong> peso cuando reflexioné sobre la eternidad en elinfierno, es <strong>de</strong>cir, la sanción por mirar hacia atrás.En segundo lugar, nuestras obligaciones <strong>de</strong> oración. Los sacerdotes y <strong>lo</strong>s diáconos, oquienes <strong>hubiera</strong>n hecho <strong>lo</strong>s votos solemnes <strong>de</strong> la Iglesia Católica Romana estabanforzados a recitar la liturgia <strong>de</strong> las horas todos <strong>lo</strong>s días (ver la última pagina <strong>de</strong>l capítu<strong>lo</strong>anterior). Esto insumía mucho tiempo, sobre todo cuando había tantas activida<strong>de</strong>s quenos ocupaban. Algunos <strong>de</strong> nosotros, <strong>lo</strong>s estudiantes, habíamos <strong>de</strong>cidido que si undiácono, un sacerdote o alguien que <strong>hubiera</strong> hecho algún voto solemne no hubiesepodido asistir a un oficio coral, y entonces rezaba rápido las horas litúrgicas en privado,intentando recitar todo antes <strong>de</strong> la medianoche con el objetivo <strong>de</strong> cumplir con lasobligaciones, la oración no era divina y tampoco correcta, y nos parecía mejor omitirla.Nuestros superiores no estaban <strong>de</strong> acuerdo. Nos advirtieron que con esta omisióncometíamos un pecado mortal, según la cantidad <strong>de</strong> oraciones que habíamos pasado poralto. Entre <strong>lo</strong>s católicos siempre hay cierta libertad <strong>de</strong> acción para compensar las<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s humanas. Teniendo en cuenta <strong>lo</strong>s dos aspectos <strong>de</strong>l argumento, <strong>de</strong>cidí quenosotros, <strong>lo</strong>s estudiantes, teníamos razón, y un día <strong>lo</strong> llevé a la práctica. Opté por norezar a solas las horas que no había rezado en el coro. Sabía que mi <strong>de</strong>cisión era sensata,pero también era cierto que se trataba <strong>de</strong> la primera vez que tomaba este tipo <strong>de</strong><strong>de</strong>cisiones, y entonces me puse a temblar: <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cía a las autorida<strong>de</strong>s y me aferraba ami libertad. Otro gesto violento.La preocupación <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad y la obsesión <strong>de</strong> cumplir con las normas eclesiásticasal pie <strong>de</strong> la letra me <strong>de</strong>mostró que no era libre. Todavía tenía que apren<strong>de</strong>r que la graciaes un don <strong>de</strong> Dios. Podía relajarme incluso si estaba equivocado, porque el Señor no44


estaba al acecho, sino que <strong>de</strong>seaba salvarme y brindarme ayuda si había cometido unerror.De este modo, el tratado <strong>de</strong> Santo Tomás sobre la gracia y la pre<strong>de</strong>stinación mebrindó algo capital para mi espiritualidad. Se trata <strong>de</strong>l mensaje que he predicado a <strong>lo</strong>largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años. Una lección a la que se alu<strong>de</strong> en la introducción <strong>de</strong> este libro eimpresa en mi tarjeta: ―Jesús nos salvó y nos trajo a una vida <strong>de</strong> santidad, no por <strong>lo</strong> quehemos realizado. Se <strong>lo</strong> <strong>de</strong>bemos a su propio <strong>de</strong>signio, a la gracia que nos concedió.‖Notas al capítu<strong>lo</strong> 4(19) Pero no en otros aspectos. El padre Halligan aún enseñaba que aunque no fueraun pecado mortal, era moralmente dudoso que una pareja casada tuviera relacionessexuales en una posición que no fuera la común: el hombre sobre la mujer en todomomento, dado que <strong>de</strong> este modo había más posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fecundar.(20) James Kugel, On Being a Jew, 1998, John Hopkins University Press.(21) Traducción <strong>de</strong> Raymond Canning, London, Longman & Todd, 1984.(22) En aquel<strong>lo</strong>s días, ―vivir juntos‖ significaba residir bajo el mismo techo y hacercosas en común. Más a<strong>de</strong>lante, abordaré otra interpretación más amplia, pero esta esla primera interpretación que asimilé.(23) En aquel momento <strong>de</strong> mi evolución, no podía advertir al Cristo en el<strong>lo</strong>s. Misolución era menos piadosa. Trabajaba <strong>de</strong> prefecto-anfitrión, <strong>lo</strong> que implicaba que<strong>de</strong>bía aten<strong>de</strong>r a las familias que venían <strong>de</strong> visita todos <strong>lo</strong>s meses. Me agradaban <strong>lo</strong>sparientes <strong>de</strong> mis hermanos <strong>de</strong> la congregación. Después <strong>de</strong> todo, <strong>lo</strong>s conocía en elaspecto social y no tenía que vivir con el<strong>lo</strong>s. Mientras conversábamos, reconocí <strong>lo</strong>mucho que disfrutaban estos padres y hermanos <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> quienes mefastidiaban. Tomé un poco <strong>de</strong> distancia al observar<strong>lo</strong>s y reflexioné que si estosfamiliares <strong>lo</strong>s querían tanto, era porque serían buenas personas. Des<strong>de</strong> entonces,cambié <strong>de</strong> opinión con respecto a el<strong>lo</strong>s.(24) Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s vicios a <strong>lo</strong>s que tuve que renunciar rápido fue el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s ce<strong>lo</strong>s. Unavez, durante el recreo, observé que en la capilla había unos hermanos que rezabanarrodillados y con una actitud <strong>de</strong> oración profunda. Me fastidió que yo no fuera tan<strong>de</strong>voto como el<strong>lo</strong>s. Nunca llegué a imitar su <strong>de</strong>voción, pero sí recé para quecambiaran mis sentimientos. Unos meses más tar<strong>de</strong>, pasé por la capilla y advertí que<strong>lo</strong>s mismos hermanos estaban orando. En esta ocasión me alegré al ver<strong>lo</strong>s.45


(25) Esto conduce a cuestiones <strong>de</strong>salentadoras con las que tuvimos que lidiar en elaquel primer año <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía. ¿Cómo se explica el libre albedrío? ¿Es en verdad el<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Dios que algunos no consigan la salvación para que <strong>de</strong> este modo se puedamanifestar su justicia y su misericordia? ¿Este es el significado <strong>de</strong> la pre<strong>de</strong>stinación?Los teó<strong>lo</strong>gos han discutido estas cuestiones durante sig<strong>lo</strong>s. Santo Tomás intentóexplicarlas con la teoría <strong>de</strong> la distinción <strong>de</strong> las gracias. Todos consiguen la graciasuficiente para respon<strong>de</strong>r al amor <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> modo tal que si no <strong>lo</strong> consiguen nopue<strong>de</strong>n culpar a nadie más que a el<strong>lo</strong>s mismos. Con todo, se necesita una graciaeficaz, y só<strong>lo</strong> respon<strong>de</strong>n aquel<strong>lo</strong>s que la reciben. En el sig<strong>lo</strong> XVI, <strong>lo</strong>s jesuitasargumentaron que la distinción entre la gracia suficiente y la gracia eficaz era unmero juego <strong>de</strong> palabras, según <strong>lo</strong>s parámetros <strong>de</strong> su maestro Molina. Si una personano conseguía la gracia, entonces ésta no era en verdad suficiente. En este <strong>de</strong>bate,coincidía (y aún coincido) con Molina. Por entonces, nunca <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong> manifestadoabiertamente, porque <strong>de</strong>seaba que me or<strong>de</strong>naran. La discusión fue tan encarnizadaque <strong>lo</strong>s jesuitas y <strong>lo</strong>s dominicos enviaron sus teó<strong>lo</strong>gos más brillantes al Vaticano paracontinuar la polémica, que duró nueve años sin que pudieran llegar a un acuerdo. ElPapa <strong>de</strong>cidió que cada una <strong>de</strong> las partes explicara las cosas a su modo. Sin embargo,<strong>de</strong> cualquier manera que se explique esta cuestión, en la espiritualidad católica unose enfrenta con la realidad <strong>de</strong> que todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> Dios. La vida es un rega<strong>lo</strong>.Capítu<strong>lo</strong> 5 - Primeros pasos en el ministerioAl final <strong>de</strong> mis estudios <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía, en 1966, aún seguía molesto: me hartaba lacondición <strong>de</strong> estudiante. Quería salir al mundo y comenzar una etapa productiva. Miscompañeros <strong>de</strong> la secundaría ya eran profesionales y habían formado sus respectivasfamilias, mientras que yo permanecía en las aulas.Para mi frustración, <strong>de</strong>bía seguir esperando para estar libre. Recibí una carta <strong>de</strong>ldirector <strong>de</strong> estudios en la cual me informaba que en el otoño yo <strong>de</strong>bía a concurrir a launiversidad <strong>de</strong> Wisconsin, Milwaukee, para un posgrado. Iba a cursar la maestría enteoría <strong>de</strong> la comunicación, y luego regresaría a Dubuque para enseñar homilía en elStudium, justo el lugar que <strong>de</strong>seaba abandonar con tanta ansiedad.46


En 1966 las <strong>de</strong>cisiones se tomaban todavía <strong>de</strong> arriba hacia abajo. Nadie me habíaconsultado nada y no se trataba <strong>de</strong> algo que yo <strong>hubiera</strong> elegido. Pero Frank McNutt,quien había ejercido la docencia y estaba interesado en otros ministerios, sabía que yohabía mostrado interés en la predicación y que incluso había presentado una tesis sobreel uso <strong>de</strong> la retórica en la misma, y seguramente por este motivo me consi<strong>de</strong>ró como elcandidato más a<strong>de</strong>cuado. (26) A<strong>de</strong>más, el titular <strong>de</strong> la cátedra era el doctor FrankDance, amigo <strong>de</strong>l padre McNutt.Una mala <strong>de</strong>cisión académica. Una vez más no me interesaba <strong>de</strong>masiado <strong>lo</strong> que iba aestudiar. La teoría <strong>de</strong> la comunicación es interesante y en verdad aprendí mucho. Contodo, casi ninguno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s contenidos se vinculaba con la predicación. No había clases <strong>de</strong>oratoria, y tampoco teo<strong>lo</strong>gía o historia <strong>de</strong> la prédica. El tema principal era la dinámica<strong>de</strong>l cambio social. Y al terminar el curso, uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s profesores me confió que todoestaba <strong>de</strong>sactualizado, que habían <strong>de</strong>cidido abordar<strong>lo</strong> <strong>de</strong> otra manera.Sin embargo, por otras razones, Milwaukee se convirtió en una bendición. Vivía ycolaboraba en el centro <strong>de</strong> estudiantes católicos, ofreciendo prédicas, asesoramiento yorganizando reuniones con personas que luego serían amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> muchos años. Aúnno tenía mucho que <strong>de</strong>cir, y cada sermón me <strong>de</strong>strozaba <strong>lo</strong>s nervios cuando intentabaexpresar algo interesante y útil. Pero en la universidad y en el centro <strong>de</strong> estudiantes,mantenía conversaciones con distintas personas acerca <strong>de</strong> sus vidas. Este fue elcomienzo <strong>de</strong> otra etapa.En Milwaukee, cuando residía en el Newman Center, lejos <strong>de</strong> mis hermanosdominicos, lejos <strong>de</strong> las ataduras <strong>de</strong> la vida religiosa, mi sistema <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensas habíabajado porque me sentía <strong>de</strong>primido. Esto era peor que la ansiedad. Algunos días mearrojaba en la cama y permanecía acostado por un tiempo largo: <strong>de</strong>seaba morir. Entendíesto como una crisis vocacional. Mis temores antes <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>nación habían sido señales<strong>de</strong> <strong>lo</strong> que me ocurría: no estaba seguro <strong>de</strong> que la Or<strong>de</strong>n fuera el lugar para mí.Poco a poco adquiría más libertad interior. Allá en Milwaukee comencé a disfrutar laresponsabilidad plena sobre mi vida. Regresaba el espíritu in<strong>de</strong>pendiente que habíaadvertido el padre Jansen en la escuela secundaria. Debido a que había recurrido a lavida religiosa para protegerme <strong>de</strong> mí mismo, ahora la consi<strong>de</strong>raba opresiva antes queliberadora. Fuera <strong>de</strong> la comunidad, sufría la soledad <strong>de</strong>l celibato. ¿Valía la pena tantoesfuerzo? Una gran cantidad <strong>de</strong> hombres y <strong>de</strong> mujeres abandonaban <strong>lo</strong>s hábitos. Incluso47


en nuestra propia provincia. ¿Cuál sería mi lugar? ¿Quién era yo y qué <strong>de</strong>seaba hacer enla vida?Solicité entonces una entrevista en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> asesoramiento <strong>de</strong> launiversidad Marquette, pero no soy una persona paciente. La lista <strong>de</strong> espera era larga, ycuando pasaron dos semanas sin que me asignaran una entrevista, ya no podía más <strong>de</strong> laansiedad. Entonces me <strong>de</strong>rivaron a Leo Graham, un psicó<strong>lo</strong>go <strong>de</strong> la ciudad que atendía avarios religiosos. Apenas <strong>lo</strong> llamé me atendió ese mismo día, porque había tenido unacancelación.Leo resultó ser el consejero que necesitaba: leyó mi mente. A menudo me interrumpíay terminaba algunas <strong>de</strong> mis reflexiones, o las formulaba antes <strong>de</strong> que yo las manifestara.El efecto era divertido y <strong>de</strong>sconcertante.Lo primero que hizo Leo fue someterme a un test IMPM (inventario <strong>de</strong> las múltiplesfases <strong>de</strong> la personalidad <strong>de</strong> Minesota), una herramienta <strong>de</strong> evaluación psicológicaestándar. Me señaló algo que acaso cualquiera hubiese podido verificar, ya que en un98% yo era terriblemente obsesivo y compulsivo. Si bien se trataba <strong>de</strong> un diagnóstico<strong>de</strong>salentador, Leo me aseguró que tendría cura.A partir <strong>de</strong> un buen tratamiento psicoanalítico, comenzamos a rastrear el origen <strong>de</strong>mi tristeza en <strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> la infancia.―¿Tenemos que hacer<strong>lo</strong>, realmente?‖―No, en realidad me encanta per<strong>de</strong>r el tiempo.‖Y entonces son<strong>de</strong>amos el pasado. Me sorprendió que ciertos problemas triviales para<strong>lo</strong>s adultos, resulten cargas pesadas en nuestra niñez. En mi recuerdo era claro que enaquel<strong>lo</strong>s años había tenido una vida familiar normal, aunque mis padres tuvieran sus<strong>de</strong>fectos, como otros progenitores. No dudaba <strong>de</strong> que me quisieran.Sin embargo, mi personalidad es muy diferente <strong>de</strong> la <strong>de</strong> mi padre y a menudo nosenfrentábamos. Yo era afeminado: prefería jugar como si fuera maestra, sacerdote oama <strong>de</strong> casa antes que salir afuera y revolcarme en la tierra. Ir al cine era mejor quepracticar algún <strong>de</strong>porte. Por el otro lado, mi padre era muy viril. En su juventud habíasido boxeador amateur y siempre aludía al ―g<strong>lo</strong>rioso arte <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa personal.‖ (27)Amaba estar al aire libre en un día soleado, y en estas ocasiones me arrastraba afuera apracticar con él. Ocasionalmente <strong>lo</strong> acompañaba, pero casi nunca <strong>lo</strong> disfruté. (28) Pero a48


la vez, era tierno: no <strong>lo</strong> avergonzaba l<strong>lo</strong>rar, le gustaba abrazarme, mordisquear misorejas, y darme un beso afectuoso y húmedo.¡Puaj! Yo salí a mi madre, más reservada, y durante años <strong>de</strong>sprecié a mi padre, quienprovenía <strong>de</strong> un arrabal irlandés, como solíamos <strong>de</strong>cir. Su nivel <strong>de</strong> escolaridad llegabahasta el octavo grado <strong>de</strong> la escuela primaria. Carecía <strong>de</strong> ―clase‖ y sus modales erantoscos, y para empeorar las cosas, se negaba a que sus hijos <strong>lo</strong> corrigieran. Con respectoa todo esto contrastaba conmigo, ya asistía a una <strong>de</strong> las mejores escuelas secundarias <strong>de</strong>Long Island, y no só<strong>lo</strong> aprendía geografía y álgebra, sino también protoco<strong>lo</strong> y etiqueta.Pero no era bueno que tuviera la típica actitud <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s adolescentes con respecto a suspadres: ―¿Qué saben el<strong>lo</strong>s?‖ Papá se esforzaba en pagarme una educación excelente queme había llevado a pensar que yo era mejor que él.En una oportunidad, íbamos en su automóvil rumbo a la ceremonia <strong>de</strong> la graduación<strong>de</strong> la secundaria <strong>de</strong> mi hermana. Pat amaba <strong>lo</strong>s días <strong>de</strong> la escuela y estaba <strong>de</strong> due<strong>lo</strong>:l<strong>lo</strong>ró durante todo el viaje, sentada en el asiento <strong>de</strong> atrás. Papá se fastidió y le or<strong>de</strong>nóque terminara <strong>de</strong> una buena vez. ―¿Cómo pue<strong>de</strong>s saber <strong>lo</strong> que siente? Nunca tegraduaste <strong>de</strong> la secundaria,‖ le espeté. Herí a mi padre en varias oportunida<strong>de</strong>s.De todos modos, él también me lastimaba. Si yo quería ver una pieza <strong>de</strong> Shakespeareo un recital <strong>de</strong> un cantante <strong>de</strong> ópera ―finoli‖ en la televisión, tenía que usar el aparatoque estaba en el sótano <strong>de</strong> casa (29) Papá se burlaba <strong>de</strong> estos programas si estabansintonizados en la televisión <strong>de</strong>l living.Otra anécdota resume nuestra relación. Mi hermano se había marchado para unirse a<strong>lo</strong>s marines y mis padres estaban tristes. Después <strong>de</strong> la cena, tuvieran una charla <strong>de</strong>sobremesa en el comedor. Yo permanecía en el living, mirando televisión, a unos pocosmetros <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s. De pronto, oí que papá <strong>de</strong>cía: ―Enviemos a Gerard a la WAC y tenemoscartón lleno.‖La WAC era la rama femenina <strong>de</strong> las fuerzas armadas. Continué mirando televisión,pero papá me había herido profundamente. Las lágrimas corrieron por mis mejillascuando afirmó que yo no era un hombre. Cuando <strong>lo</strong> advirtió, me pidió muchas disculpas<strong>de</strong> inmediato. Lo que había <strong>dicho</strong> era parte <strong>de</strong> su preocupación y escepticismo sobre <strong>lo</strong>sMarines. No creía en la propaganda <strong>de</strong> que convertirían a mi hermano en un hombre.Ergo, ―enviemos a Gerard a las WACs‖ se podía enten<strong>de</strong>r como ―no pue<strong>de</strong> haber mejoruna opción peor que <strong>lo</strong>s Marines.‖ Esta observación me perturbó mucho. Después <strong>de</strong>49


todo, mis modales eran muy afeminados y mi actitud <strong>de</strong>fensiva contra mi condición eraintensa. (30)Por <strong>lo</strong> tanto, a pesar <strong>de</strong> las manifestaciones <strong>de</strong> afecto <strong>de</strong> mi padre a <strong>lo</strong>s largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>saños, só<strong>lo</strong> ahora puedo apreciar en plenitud que la relación con él era precaria, y <strong>de</strong>alguna manera yo buscaba ganar su aprobación. La alternativa más obvia no era unaopción: nunca sería un gran jugador <strong>de</strong> fútbol y tampoco había ganado muchas peleas enla escuela. Pero aún quedaba otra buena carta para jugar. Éramos católicosnorteamericanos <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>ncia irlan<strong>de</strong>sa y en nuestra cultura el sacerdocio otorgabacierto prestigio social. La familia que contaba con un sacerdote era consi<strong>de</strong>rada un clanprivilegiado, y sus respectivos progenitores se elevaban por encima <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otrosmortales, ya que se convertían en expertos en religión y una referencia para sus amigos.Entonces, yo podría convertirme en un sacerdote, y <strong>de</strong> esta manera me ganaría laaprobación <strong>de</strong> mi padre. (31)Ahora comprendo <strong>lo</strong> que hacía para mi persona por entonces. Ya no podía continuarcomo sacerdote só<strong>lo</strong> para ganar la aprobación <strong>de</strong> mi padre. Sin embargo, tampoco teníaque <strong>de</strong>sechar todo: podría repensar las cosas y tomar una <strong>de</strong>cisión sobre <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaba<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista más equilibrado.Permanecí en compás <strong>de</strong> espera durante un año. No sufría por esta <strong>de</strong>cisión: sabía queeventualmente podría asumir la nueva situación, como ya había ocurrido antes conrespecto a otras <strong>de</strong>cisiones importantes. Una tar<strong>de</strong> me dije: ―Me gustaría ser predicador,pero no trabajar individualmente sino en un equipo. Deseo vivir en la pobreza para queno me preocupe ganarme la vida sino <strong>de</strong>dicarme a la plegaria y a la predicación.‖Largué una carcajada. Ya estaba <strong>de</strong> regreso en casa.En Dubuque me asignaron la enseñanza <strong>de</strong> la prédica. Me preguntaba para qué, puesen verdad no tenía nada que <strong>de</strong>cir. Déja vu. Me atemorizaba encontrarme <strong>de</strong> nuevo entremis docentes, esta vez como colega (aún me sentía un estudiante) En las reuniones <strong>de</strong> lafacultad permanecía en silencio. ¿Cómo <strong>de</strong>cirle al gran Benedicto Ashley que estabaequivocado? Si era yo el que no estaba <strong>de</strong> acuerdo, seguramente yo era el equivocado.No podía <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r ninguna <strong>de</strong> mis opiniones. Un profesor se acercó a mí y con tacto mepreguntó por qué algunos docentes permanecían siempre callados en las reuniones.Comprendí a quién aludía. No me importó: proseguí con mi silencio.50


Tampoco me llevaba bien con <strong>lo</strong>s estudiantes. Había ocurrido un cambio medular enla formación: ya no estaban aislados. Estos neófitos ya ofrecían charlas, enseñabancatecismo y dirigirían retiros espirituales. Contaba con más experiencia que yo.Durante el primer semestre dicté un curso <strong>de</strong> teoría <strong>de</strong>l cambio social, tema <strong>de</strong>l cualsabía muy poco, pero supuestamente era <strong>lo</strong> que había estudiado en Milwaukee. El otrocurso era <strong>de</strong> predicación. Uno <strong>de</strong> mis ex profesores <strong>de</strong> fi<strong>lo</strong>sofía me había aconsejadouna vez: ―Ni no pue<strong>de</strong>s enseñarles, abrúma<strong>lo</strong>s con información.‖ En sus clases habíaque separar mucha paja <strong>de</strong>l trigo y yo procedí <strong>de</strong> la misma manera. Llenaba las clases<strong>de</strong> predicación con teoría y eran engorrosas. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista académico Había<strong>de</strong>cidido <strong>de</strong>mostrarles a mis alumnos que la predicación era una cuestión seria.Me sentía inclusive inseguro con respecto a mi propia prédica. Cuando me levantaba<strong>de</strong> la capilla para predicar, antes <strong>de</strong>l comienzo cambiaba <strong>de</strong> posición el atril paraapartar<strong>lo</strong> aún más <strong>de</strong> la audiencia. No <strong>lo</strong> había <strong>de</strong>cidido <strong>de</strong>liberadamente, pero sí intuíael efecto. La audiencia estaba <strong>de</strong>masiado cerca y me atemorizaba. En el fondo, <strong>de</strong>seabahuir.Con toda su experiencia, <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong>cidieron adiestrarme y un día una<strong>de</strong>legación me visitó y me dijeron: ―Deje el atril don<strong>de</strong> está. Usted tiene algo que <strong>de</strong>ciry queremos escuchar<strong>lo</strong>. Hable <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el corazón. Lo escucharemos.‖ Después <strong>de</strong> estaobservación, no cambié más la posición <strong>de</strong>l atril.En cuanto a las clases, uno so<strong>lo</strong> <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s alumnos, no una <strong>de</strong>legación, se acercó a<strong>de</strong>cirme: ―Olvi<strong>de</strong> la teoría. Que todos hablen <strong>de</strong> un tópico que <strong>lo</strong>s apasione, quecomuniquen algo con entusiasmo. Cuando <strong>lo</strong> consigan, habrán comprendido <strong>lo</strong> que esdar un buen sermón. Las técnicas y las teorías vienen <strong>de</strong>spués. Una vez que sepan <strong>lo</strong> quees comunicar estarán ansiosos por apren<strong>de</strong>r para mejorar su <strong>de</strong>sempeño.‖Seguí este consejo. El semestre siguiente hubo momentos <strong>de</strong> gran emoción en lasaulas. Mientras cada alumno <strong>de</strong>sarrollaba el sermón, sus compañeros escuchabanatentamente. Les or<strong>de</strong>né que no tomaran nota, porque cuando alguien <strong>de</strong>sea compartiralgo importante con <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más, en verdad <strong>lo</strong> <strong>de</strong>sconcierta que éstos <strong>lo</strong> sigan con papel ylápiz en mano para anotar <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> la exposición. Cuando el que <strong>de</strong>sarrolla unaexposición que algún compañero toma notas, pier<strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> seguridad en sí mismo.Mis alumnos <strong>de</strong>bían escuchar su discurso para compren<strong>de</strong>r <strong>lo</strong> que pensaba, no paracriticar<strong>lo</strong>. Luego había <strong>de</strong>bates estimulantes y todos salíamos <strong>de</strong>l aula muy51


emocionados, ya que habíamos captado el fuego <strong>de</strong> la predicación. Algunos estudiantesme dijeron que aquél había sido el mejor curso que habían tenido hasta entonces.Había recorrido un largo camino, pero no importaba. Presenté mi renuncia un año ymedio más tar<strong>de</strong>. Nos habían formado para convertirnos en dominicos felices siobe<strong>de</strong>cíamos, si nos zambullíamos en <strong>lo</strong> que nos habían solicitado. Esto no era cierto:nuestros superiores ahora comprendían que si no <strong>de</strong>seaban que <strong>hubiera</strong> un gruponumeroso <strong>de</strong> frailes infelices, primero <strong>de</strong>bían trabajar con sus hermanos en un ambiente<strong>de</strong> comprensión. Aunque mi <strong>de</strong>sempeño fuera óptimo, no me gustaba enseñar en unámbito académico. La disciplina <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cic<strong>lo</strong>s lectivos me agobiaba. Si <strong>de</strong>bía ayudar aotros para convertirme en predicador, sería entonces tutor pero no docente. Mientrastanto, <strong>de</strong>bía salir y predicar, y así respondía al llamado que recibía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi interior, y ala vez esto era necesario antes <strong>de</strong> que me animara a brindar asesoramiento.Durante mi estadía en Dubuque hubo dos movimientos <strong>de</strong> la Iglesia que estudié enprofundidad. El primero fue la ―homilía dia<strong>lo</strong>gada‖ y la segunda, el movimientocatólico y carismático. Debido a mi exposición al movimiento católico Pentecostal –como también se <strong>lo</strong> conocía- <strong>de</strong>sarrollé un ministerio <strong>de</strong> curación que formaba parte <strong>de</strong>la misión predicadora. Quisiera, entonces, contarles acerca <strong>de</strong> estos movimientos.Estudié y trabajé como docente <strong>de</strong> homilía dia<strong>lo</strong>gada como contribución académica ala predicación. Dado que esta modalidad se volvía popular en ciertas parroquias, penséque merecía consi<strong>de</strong>ración seria. Creo que el motivo principal que me llevó a promoverla homilía dia<strong>lo</strong>gada fue la conciencia <strong>de</strong> mis limitaciones <strong>de</strong> predicador.En la homilía dia<strong>lo</strong>gada, el sacerdote no <strong>de</strong>sarrolla un sermón para que la feligresíasolamente escuche, sino que actúa como mo<strong>de</strong>rador <strong>de</strong> una discusión en la que todosintercambian opiniones. Pue<strong>de</strong> ser un canal muy eficaz <strong>de</strong> comunicación, sobre todocuando <strong>lo</strong>s participantes no cuentan con otros para interactuar El diá<strong>lo</strong>go construye unsentido <strong>de</strong> comunidad y le permite a la gente acce<strong>de</strong>r a consejos sabios o a ejemp<strong>lo</strong>sconspicuos que acaso el sacerdote no <strong>hubiera</strong> consi<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>bido a su limitadaexperiencia <strong>de</strong>l mundo. Más aún, si el objetivo es cambiar la conducta <strong>de</strong> las personas,el diá<strong>lo</strong>go es mucho mejor que una exhortación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito. (32) Con todo,sospecho que la mejor motivación para la homilía dia<strong>lo</strong>gada en aquel<strong>lo</strong>s días era que lagente <strong>de</strong>seaba liberarse <strong>de</strong> la obligación <strong>de</strong> escuchar sermones irrelevantes, malpreparados, aburridos, y que no iban a ninguna parte. Se podría <strong>de</strong>cir que casi cualquierotra cosa era mejor que todo esto. En cuanto a mí, la homilía dia<strong>lo</strong>gada constituía una52


<strong>de</strong>fensa. Si me ocupaba <strong>de</strong> que la gente <strong>de</strong>batiera, no tendría que sufrir para preparar unsermón para el cual <strong>de</strong> todos modos me sentía incapaz.Después <strong>de</strong> un tiempo, la gente suele aburrirse <strong>de</strong> las homilías dia<strong>lo</strong>gadas, sobre todocuando se convierten en una rutina y siempre son las mismas personas que repiten <strong>lo</strong>mismo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada misa. La gente reconocía que había diferentes dones necesariosy dignos, que formaban parte <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Cristo. En un cuerpo sano todas las partes<strong>de</strong>ben funcionar correctamente. Entonces, la gente no <strong>de</strong>sea escuchar a cualquiera, sinoque necesitan docentes calificados y con sentido <strong>de</strong> la intuición para guiar<strong>lo</strong>s einspirar<strong>lo</strong>s.En aquel primer retiro comencé a predicar a un grupo <strong>de</strong> esposas <strong>de</strong> granjeros <strong>de</strong>Dakota <strong>de</strong>l Sur, les proyecté primero una película y luego reproduje algunasgrabaciones <strong>de</strong> un predicador. Pensaba que no podría disponer <strong>de</strong> material suficientepara hablar por mi cuenta durante un fin <strong>de</strong> semana. De todos modos, fue un comienzo ycada retiro me inspiró más confianza en mí mismo y mayor capacidad para llegar alcorazón <strong>de</strong> las personas.En la segunda área <strong>de</strong> concentración, combiné el movimiento carismático con SantoTomás <strong>de</strong> Aquino, algo que me exigió coraje. La Or<strong>de</strong>n preconizaba predicacióndoctrinal y no estaba dispuesta a admitir <strong>lo</strong> que consi<strong>de</strong>raba un acercamiento emocionale histérico a Dios. Tantos aplausos y gritos, todo ese hablar en lenguas diversas, y lacreencia <strong>de</strong> que Dios le hablaba directamente a uno, todo esto parecía manifestaciones<strong>de</strong> gente alienada rego<strong>de</strong>ándose en sus emociones y que no apreciaba la presencia <strong>de</strong>Dios. Pero si admitía que me gustaba el movimiento carismático, iba a tener el mismoefecto que admitir que yo era gay, y por <strong>lo</strong> tanto permanecí en el placard.Había leído sobre estos movimientos en <strong>lo</strong>s semanarios y len os diarios. Loscarismáticos hablaban <strong>de</strong> experimentar la presencia <strong>de</strong> Dios en sus vidas como el día <strong>de</strong>Pentecostés (cf. Hechos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Apóstoles, cap 2) Afirmaban que con el bautismo <strong>de</strong>lespíritu ahora podían rezar en lenguas extranjeras; conocían ―el grito <strong>de</strong> alegría‖(Salmos 89, 16) y ―el canto <strong>de</strong> alegría‖ (Salmos 100,2) También aseveraban que teníanel po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> curar las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las personas con la imposición <strong>de</strong> manos. Paramuchos <strong>de</strong> mis hermanos, se trataba <strong>de</strong> una mera histeria <strong>de</strong> masas. Para mí, estosignificaba que el Señor obraba en verdad como yo sentía que <strong>de</strong>bía hacer<strong>lo</strong>. Cerré laboca, pero cualquier cosa que tuvieran, yo también la quería para mí.53


Mi oportunidad apareció cuando estaba ocupado con un reemplazo en la parroquia <strong>de</strong>San Alberto Magno en Miniápolis. Mi amigo Dick <strong>de</strong> Ranitz estaba allí y <strong>de</strong>cidimoshacer una investigación en equipo. No conocíamos a ningún Pentecostal, rastreamosentonces la entrada ―iglesias pentecostales‖ en la guía telefónica y hallamos unapequeña feligresía en San Pab<strong>lo</strong>, que estaba por celebrar un oficio religioso esa mismanoche, y luego solicitamos permiso para viajar hasta allá en uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s automóviles <strong>de</strong>la Or<strong>de</strong>n.La feligresía era <strong>de</strong> escasa educación y pertenecía a la clase obrera. Permanecimosalgo apartados <strong>de</strong>l grupo. Dudo mucho que el predicador evangelista <strong>hubiera</strong> terminadola escuela secundaria y ni siquiera acostumbraba bañarse todos <strong>lo</strong>s días. Pero se trataba<strong>de</strong> alguien que había recibido el llamado y <strong>lo</strong> llevaba a la práctica.Y nosotros también estábamos en la misma situación. Cuando hay hambre, noimporta quién sirva la comida. Teníamos hambre y nos alegraba estar en ese lugar. Lamúsica era terrible; la predicación, primitiva. Podría haberle dado al predicador algunaslecciones <strong>de</strong> homilía. Esa danza inspirada por el espíritu era algo extraña, pero no lacriticamos abiertamente. Había personas para quienes el Espíritu Santo era más que unapropuesta teológica, y pensaban que su fe era algo que merecía ser propagada a <strong>lo</strong>sgritos. De regreso al monasterio, hablábamos tan entusiasmados por la experiencia queno que no advertimos una cartel <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención y tuvimos un acci<strong>de</strong>nte.Asistimos a <strong>lo</strong>s servicios <strong>de</strong>l pastor Ranger en otras ocasiones, pero sabíamos queestas experiencias no podían aportar nada más. Proseguí por mi cuenta, rezando por estebautismo <strong>de</strong>l Espíritu. (33) No ocurrió nada y comencé a <strong>de</strong>sesperarme. No comprendíaqué andaba mal y <strong>de</strong>cidí regresar a San Pab<strong>lo</strong>.―Pastor Ranger, ¿en qué me equivoco? ¿Por qué no recibí el bautismo?‖―Bueno, Jerry, si tu plegaria no es atendida, es probable que reces por algoequivocado. Quizás aún no estés preparado para el bautismo, como si intentaras instalarel motor <strong>de</strong> un Cadillac en un Volkswagen. Posiblemente tu espíritu no pueda resistirsemejante dosis <strong>de</strong>l Espíritu Santo. ¿Por qué no rezas para que el Espíritu Santo teayu<strong>de</strong> en tu ministerio? Esto sería suficiente por ahora.‖Me <strong>de</strong>cepcionaron las palabras <strong>de</strong>l pastor. Una vez más no estaba entre <strong>lo</strong>s primeros<strong>de</strong> la clase; una vez más, un segundón. Pero finalmente seguí su consejo.54


Luego llegó Tommy Tyson. Tommy, ya fallecido, era un evangelista metodista <strong>de</strong>Goldsboro, Carolina <strong>de</strong>l Norte. Fue uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s oradores <strong>de</strong>signados para el foro <strong>de</strong> tresdías que yo había organizado para el instituto Aquino sobre aquel movimientocarismático. Me invitó a cenar con un amigo suyo, quien estaba <strong>de</strong> visita en la ciudad.Edith era la acompañante <strong>de</strong> Agnes Sanford, una bien conocida curadora por la fe en laiglesia episcopal. Desarrolló un taller en el centro <strong>de</strong> las conferencias <strong>de</strong> las hermanasfranciscanas <strong>de</strong> la ciudad, don<strong>de</strong> Agnes contrajo neumonía y tuvo que ser hospitalizada.Incluso <strong>lo</strong>s curadores por la fe a veces necesitan la medicina tradicional.La velada fue bastante agradable, pero Edith era <strong>de</strong> Maine, y como la mayoría <strong>de</strong> laspersonas <strong>de</strong> esa parte <strong>de</strong>l bosque, no iba con vueltas. Hablábamos <strong>de</strong> nada en particular,cuando <strong>de</strong> pronto me preguntó: ―Jerry, ¿te bautizaron en el Espíritu Santo?‖ ―No,Edith.‖Tuve la sensación <strong>de</strong> que me habían sometido al tribunal <strong>de</strong> la inquisición carismáticay que había <strong>de</strong>saprobado el examen. Tommy me miró severo, me sentí avergonzado ypensé: ―Debe estar molesto conmigo porque a esta altura <strong>de</strong> mi vida soy muyanticuado.‖Es sorpren<strong>de</strong>nte, ¿no? Me cuesta creer en las numerosas ocasiones en las quealguien me observa y estoy seguro <strong>de</strong> que me están juzgando y me consi<strong>de</strong>ran limitado.No es necesariamente el caso.Al día siguiente, Tommy quería hablar conmigo y me puse tenso: anticipaba unaamonestación. Había <strong>de</strong>cidido asumir una actitud humil<strong>de</strong> y enterarme cuál había sidoel error. Estaba listo para cambiar: mantuve una sonrisa en mi rostro. Pero Tommy mesorprendió cuando nos reunimos esa misma tar<strong>de</strong>: ―Jerry, cuando Edith te preguntó si tehabían bautizado en el Espíritu y contaste que no, yo quise gritarle: Sí, Edith, Claro quesí.‖ Me contó sobre las distintas modalida<strong>de</strong>s que habían influido en mi bautismo <strong>de</strong>lEspíritu. La mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s carismáticos procuran que el bautismo sea un momentodramático, como una prueba <strong>de</strong> que Dios te ha alcanzado. Al respecto opinaba que estaexperiencia era irrelevante: <strong>lo</strong> que importaba era apreciar <strong>lo</strong>s resultados en la vida <strong>de</strong> lapersona. (34)Cuando recuerdo mi experiencia en el noviciado la comparo con un encuentroPentecostal, aunque no haya hablado en lenguas extranjeras. Por <strong>lo</strong> tanto, podía mostrarostentosamente mis cre<strong>de</strong>nciales, aunque esto ya no me interesara. Las palabras <strong>de</strong>Tommy fueron, a mi juicio, el testigo más confiable; y también una instancia <strong>de</strong>curación <strong>de</strong>bido a que habían exorcizado algo <strong>de</strong> mi baja autoestima. Ahora tenía una55


nueva conciencia <strong>de</strong> mi dignidad como hijo <strong>de</strong> Dios y como lí<strong>de</strong>r espiritual en lacomunidad cristiana.Fuera <strong>de</strong> concurrir a alguna jornada <strong>de</strong> oración ocasional, nunca me involucré en elmovimiento carismático. Con todo, su influencia llegó a mis entrañas. Aún disfruto la―canción alegre‖ y su gran capacidad para alabar al Señor. Mi espíritu se eleva cuandome uno a la adoración <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s. (35) Sin embargo, la experiencia <strong>de</strong> andar corriendo yprocurando el bautismo <strong>de</strong>l espíritu me había templado. En ―El coraje <strong>de</strong> rezar,‖ unapequeña joya <strong>de</strong> Anthony B<strong>lo</strong>om, se resume <strong>lo</strong> que esta búsqueda me enseñó: ―A menosque renunciemos a la búsqueda <strong>de</strong> una presencia tangible y resplan<strong>de</strong>ciente <strong>de</strong>l Señor,nos dirigimos a nuestro propio juicio. Seamos cuidadosos y no procuremos ningunaexperiencia mística, cuando <strong>lo</strong> que necesitamos en realidad sea el arrepentimiento y laconversión.‖Había buscado una presencia tangible y resplan<strong>de</strong>ciente. Deseaba hallar a un Diossegún mis requerimientos drásticos. No era <strong>de</strong> extrañar, entonces, que no apareciera.Había olvidado que mi tarea era y es la <strong>de</strong> procurar la que propone B<strong>lo</strong>om. En esteaspecto, el consejo <strong>de</strong>l pastor Roger había dado en el blanco.Los carismáticos <strong>de</strong>stacaban la importancia <strong>de</strong> conocer a ese Dios que actúa ennuestras vidas. Aún creo que aciertan con respecto a el<strong>lo</strong> y entonces comencé a predicarsobre el bautismo en el Espíritu. No <strong>lo</strong> anunciaba como si tocara una trompeta profética,pero no por esto era menos verda<strong>de</strong>ro para mí. Hacía referencia al bautismo <strong>de</strong> Jesús enel río Jordán, a cargo <strong>de</strong> su primo Juan el Bautista, para la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> sus pecados; yluego al otro bautismo, la gran experiencia <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, la conciencia <strong>de</strong> que era elHijo <strong>de</strong> Dios y que <strong>lo</strong> convocaba para trabajar en su Reino. En este bautismo, el Espírituse instaló en Jesús y le permitió iniciar un ministerio público. Este bautismo esnecesario para todos <strong>lo</strong>s cristianos y nos capacita para trabajar para el advenimiento <strong>de</strong>lReino <strong>de</strong> Dios. (36)Según el ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> San Pab<strong>lo</strong>, <strong>lo</strong>s carismáticos también enseñan que con el bautismoen el Espíritu Santo vienen dones prácticos como la enseñanza, la profecía y laadministración, que se emplearán para reconstruir la Iglesia. (37) También concuerdocon el<strong>lo</strong>s con respecto a esto último. Creo que nosotros, en la Iglesia Católica, nosencontramos agudamente <strong>de</strong>bilitados, <strong>de</strong>bido a que nos <strong>de</strong>sconectamos <strong>de</strong> la energía entanto hijos <strong>de</strong> Dios. Si en verdad <strong>de</strong>seamos trabajar para el Reino <strong>de</strong> Dios y laconfirmación <strong>de</strong>l Pueb<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Dios, entonces ya es hora <strong>de</strong> que otra vez tomemos56


posesión <strong>de</strong> estos dones. Durante aquel fin <strong>de</strong> semana en el instituto Aquino, enparticular por la influencia <strong>de</strong> Tommy Tyson, reconocí especialmente la importancia <strong>de</strong>ldon <strong>de</strong> la curación. En la Iglesia contemporánea existen aún muchos cristianoscreyentes que <strong>de</strong>sestiman la curación espiritual como si se tratara <strong>de</strong> una tontería.Entonces, permítanme contarles por qué este carisma es importante para mí y por quépienso que es una herramienta básica en el ministerio <strong>de</strong> la Iglesia.En el seminario Aquino sobre el movimiento carismático, Tommy Tyson nos <strong>de</strong>safió:―Uste<strong>de</strong>s, <strong>lo</strong>s católicos, afirman que son la Iglesia Apostólica. Lo acepto <strong>de</strong> buen grado,pero en mi opinión, ―apostólico‖ significa que hacemos <strong>lo</strong> que <strong>lo</strong>s apóstoles hicieron.Cuando leo <strong>lo</strong>s Hechos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Apóstoles, <strong>lo</strong>s contemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong>volver la vista a <strong>lo</strong>s ciegos,ayudar a <strong>lo</strong>s tullidos a para que caminen otra vez, curar a <strong>lo</strong>s enfermos y resucitar a <strong>lo</strong>smuertos. Si uste<strong>de</strong>s proclaman que son la Iglesia Apóstólica, <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>mostrar<strong>lo</strong>. (38)San Pab<strong>lo</strong> afirmó que ―<strong>lo</strong>s signos, las maravillas, <strong>lo</strong>s milagros… son las cosas quei<strong>de</strong>ntifican al verda<strong>de</strong>ro apóstol. (Corintios 12,12) Jesús les encargó a sus discípu<strong>lo</strong>sque fueran a predicar y a curar.‖ (Mateo 4,23; 8,16; 9:35). Los dos ministros marchabanjuntos y eran partes esenciales <strong>de</strong> este ministerio así como también el <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong><strong>lo</strong>s discípu<strong>lo</strong>s. ―Regresen y cuéntenle a Juan <strong>lo</strong> que han visto y oído: <strong>lo</strong>s ciegos <strong>lo</strong>granver <strong>de</strong> nuevo, <strong>lo</strong>s tullidos caminan, <strong>lo</strong>s leprosos se purifican, <strong>lo</strong>s sordos escuchan, <strong>lo</strong>smuertos vuelven a la vida, la Buena Nueva se proclama entre <strong>lo</strong>s pobres.‖ (Lucas 7,22)Esto era en verdad la Buena Nueva, algo más que una promesa vacía, un don aotorgar en el futuro. Cuando Jesús vino a ejercer su ministerio en la tierra, unainnovación radical tuvo lugar para la gente <strong>de</strong> su época. Por fin había llegado el Reino<strong>de</strong> Dios, por el cual <strong>lo</strong>s seguidores <strong>de</strong> Jesús rezaban según sus instrucciones. Se trataba<strong>de</strong> un Reino que recién germinaba, pero que por <strong>lo</strong> menos ya estaba presente.La curación es una parte <strong>de</strong> la doctrina <strong>de</strong> la Iglesia Católica. Y más allá <strong>de</strong> la eraapostólica, <strong>lo</strong>s cristianos han proclamado la llegada <strong>de</strong>l Reino ejerciendo sus po<strong>de</strong>rescurativos. Proclamamos esto cada vez que damos la extrema unción a <strong>lo</strong>s enfermos; ypor este motivo es importante que sea uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s siete sacramentos, que se basa en laspalabras <strong>de</strong> Santiago: ―Si alguien está enfermo, que llame a <strong>lo</strong>s presbíteros <strong>de</strong> la Iglesia,para que oren por él y <strong>lo</strong> unjan con óleo en el nombre <strong>de</strong>l Señor. La oración que nace <strong>de</strong>la fe salvará al enfermo, el Señor <strong>lo</strong> aliviará y si tuviera pecados, le serán perdonados.‖(Santiago 5, 14-16)57


Cuando cursaba teo<strong>lo</strong>gía aun hablábamos <strong>de</strong> este sacramento como parte <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s―últimos ritos‖ para consolar a quienes iniciaban el viaje al otro mundo, Con todo, estossacerdotes llegaban a afirmar en varias ocasiones que <strong>lo</strong>s enfermos habían mejoradonotablemente una vez ungidos, y que ya estaban curados en el aspecto físico. Si elsacramento podía resultar tan eficaz cuando ya no había esperanza alguna, piensen en <strong>lo</strong>que podría hacer por nosotros si fuéramos como las vírgenes <strong>de</strong> la parábola <strong>de</strong> Jesús,con nuestras linternas encendidas y una buena provisión <strong>de</strong> aceite, mientras esperabanque llegaran sus novios a las bodas.Estoy <strong>de</strong> acuerdo con quienes critican que la curación física es una exageración, y poresto a veces me siento culpable. La curación espiritual <strong>de</strong>be ser la primera en tenerlugar. Cuando aquel<strong>lo</strong>s hombres <strong>de</strong> la parábola abrieron el techo <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Jesús paraintroducir al paralítico, haciéndo<strong>lo</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r en la cama don<strong>de</strong> estaba postrado, laprimera preocupación <strong>de</strong>l Señor no fue que el enfermo pudiera salir <strong>de</strong> su lecho sino elperdón por sus pecados. (Marcos 2, 1-2) ¿Quién sabe si Jesús le <strong>hubiera</strong> or<strong>de</strong>nado alhombre que se levantara y caminara, si no fuera por las dudas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s escribas, dado quesintió que <strong>de</strong>bía lidiar con ellas?Acepto las priorida<strong>de</strong>s establecidas por Jesús. Cuando rezo por alguien, soy feliz sihay una paz profunda o cualquier número <strong>de</strong> resultados positivos <strong>de</strong>bido a la plegaria.(39) De todos modos, nunca me quedo satisfecho: <strong>de</strong>seo resultados completos. No creoque mi actitud sea irracional. A menudo me pregunto por qué existe tanto escepticismocon respecto a la curación física. ¿Acaso porque la persona que no cree es sofisticada,madura y ya <strong>de</strong>jó atrás <strong>lo</strong> propio <strong>de</strong>l niño, esto es, la superstición y la magia? ¿O se trata<strong>de</strong> un signo visible y físico <strong>de</strong> que Dios actúa entre nosotros, el sacramento máspeligroso <strong>de</strong> todos? ¿Nos escon<strong>de</strong>mos a veces <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esa realidad espiritual porque elespíritu es <strong>de</strong>masiado efímero para que nos permita mantener a Dios en su lugar? Por <strong>lo</strong>tanto, ¿actuamos como <strong>lo</strong>s gírasenos que, cuando vieron al poseído por el Demonio,sentado, vestido y en su sano juicio, se atemorizaron y le pidieron a Jesús que semarchara? (Marcos 5, 15-17)Creo que nos perjudicamos y hacemos <strong>lo</strong> mismo con el mensaje <strong>de</strong> Jesús cuando lesrestamos importancia a la curación <strong>de</strong>l cuerpo. Un principio básico <strong>de</strong>l credo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sapóstoles para la fe cristiana es ―creemos en la resurrección <strong>de</strong> la carne.‖ San Pab<strong>lo</strong>afirma que en la resurrección vamos a contar con cuerpos espirituales y que no sabemos<strong>lo</strong> que esto significa (cf. Corintios I, 15, 35). Lo que sabemos es que <strong>de</strong>be ser cuerpo,58


carne. No somos ángeles, sino seres humanos. Provenimos <strong>de</strong>l mundo espiritual y <strong>de</strong>lmundo animal. (40) En tanto seres humanos, no estamos plenamente vivos sin nuestrosrespectivos cuerpos. A través <strong>de</strong> la Eucaristía, Jesús no só<strong>lo</strong> nos entregó su espíritu:también su cuerpo y su sangre.El ministerio <strong>de</strong> la curación no es mágico. En <strong>lo</strong> que a mí respecta, ni siquiera essobrenatural. En <strong>lo</strong>s evangelios las curaciones son ―actos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r‖ (dinamos) o―signos‖ (semion) u ―obras‖ (ergon). No hay ninguna sugerencia en cuanto a lasuspensión <strong>de</strong> las reglas <strong>de</strong> la Naturaleza. El po<strong>de</strong>r curativo se encuentra en <strong>lo</strong>sfundamentos <strong>de</strong>l universo. Uno pue<strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a canalizar esta energía. Existe muchagente con gran<strong>de</strong>s po<strong>de</strong>res curativos que jamás oyeron hablar <strong>de</strong> Jesús, pero que sabencómo usar<strong>lo</strong>s. Jesús fue el curador magistral. Se hallaba en tal sintonía con su Padre quecomprendía esta luz y sabía cómo emplearla, dado que era el intermediario <strong>de</strong> estepo<strong>de</strong>r. Bastaba tocar su túnica para conseguir el efecto <strong>de</strong>seado. De todos modos, una yotra vez Jesús no <strong>lo</strong> reconocía, y le afirmaba a las personas que su fe las había salvado.En cualquier momento que elevo una plegaria, ya sea en un día <strong>de</strong> conmemoración odurante un retiro <strong>de</strong> siete días, siempre tengo rezo con fines curativos. Creo que milabor queda inconclusa si no <strong>lo</strong> hago. Voy a celebrar la unción <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s enfermos cuandome sea posible, dado que éste es nuestro sacramento para curar, y con mis propiasplegarias, en el caso <strong>de</strong> que el sacramento no sea apropiado. De otro modo, no creo quetenga las cre<strong>de</strong>nciales <strong>de</strong> predicador real. A veces soy testigo <strong>de</strong> curaciones visibles ydrásticas: una mujer ciega que recupera la vista, un muchacho con una herida en elcorazón que finalmente se cierra, otro muchacho que llega a la adultez aunque le hayandiagnosticado una enfermedad terminal. A veces, <strong>lo</strong>s que participan permanecensentados y l<strong>lo</strong>ran, y yo no tengo la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que ocurre en su interior. <strong>Otras</strong>veces, <strong>lo</strong>s resultados no son muy importantes, pero me retiro con una sensación general<strong>de</strong> paz. En cualquier caso, las personas que participan consi<strong>de</strong>ran que estos momentosson el clímax <strong>de</strong> la predicación.Notas al capítu<strong>lo</strong> 5(26) Mi tesis no fue muy buena: incluso hoy en día me avergonzaría mostrársela acualquiera. Mientras me esforzaba por concluirla, Thomas Heath, mi tutoracadémico, insistía: ―No te preocupes, Jerry. Sigue trabajando, porque si vale la pena59


hacer<strong>lo</strong>, no importa que el resultado sea pobre.‖ Cuando por fin la presenté, Tomobservó: ―Jerry, esto es realmente pobre.‖ De todos modos, me aprobó.(27) En una ocasión me hermana Joan le compró a mi hermano Joe unos guantes <strong>de</strong>box. Era la oportunidad <strong>de</strong> papá para llevarnos al sótano con el fin <strong>de</strong> dar lecciones<strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa personal, como si <strong>lo</strong>s muchachos pelearan según las reglas <strong>de</strong>Queensbury. Las clases no duraron mucho. Terminaron abruptamente en la primera,cuando Joe le hizo sangrar la nariz a papá <strong>de</strong> un golpe. ¡Qué alivio para mí!(28) En mi recuerdo, aquel<strong>lo</strong>s momentos ahora son tiernos. Comprendo que era lamanera <strong>de</strong> papá <strong>de</strong> mostrar su amor. Al madurar psicológicamente, reconocí que enverdad había tenido un gran padre y que Dios me había ben<strong>de</strong>cido a través <strong>de</strong> él. Laanécdota negativa que estoy por narrar es só<strong>lo</strong> una fase pasajera <strong>de</strong> mi vida.(29) El autor emplea el término ―highfalutin‖ en el original, y en una nota al pieaclara que se trataba <strong>de</strong> una palabra que una persona <strong>de</strong> bajo nivel <strong>de</strong> educaciónusaba para referirse <strong>de</strong>spectivamente a cualquier obra <strong>de</strong> arte que no pudieraapreciar.(30) De una manera inconsciente, mi padre y yo probablemente abordábamos micondición homosexual, pero ninguno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dos tenía conciencia <strong>de</strong> la cuestión comopara reconocerla.(31) Cuando estaba en la escuela secundaria y le anuncié a mi familia que no iba aconvertirme en sacerdote o religioso, mi padre <strong>de</strong>cidió tomar las riendas sobre eltema. Tuvo una conversación con el padre Jansen. Era la primera vez en la vida quehablaba con uno <strong>de</strong> mis docentes. Sin embargo, la charla entre el<strong>lo</strong>s resultó positiva,y papá regresó a casa, me aseguró que yo tenía condiciones para la vida religiosa yque <strong>de</strong>bería consi<strong>de</strong>rarla como una opción. Por supuesto que <strong>lo</strong> obe<strong>de</strong>cí.(32) Esta era mi conclusión por entonces. Como ocurrió hace mucho tiempo, ignorosi una investigación actual la reforzaría. Sospecho que pensaría <strong>lo</strong> mismo si tengo encuenta mi experiencia <strong>de</strong> predicación a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> cuarenta años.(33) La teo<strong>lo</strong>gía carismática pone un gran énfasis en el bautismo <strong>de</strong>l espíritu. En elmomento <strong>de</strong> la ascensión a <strong>lo</strong>s cie<strong>lo</strong>s, Jesús les dijo a sus discípu<strong>lo</strong>s que noabandonaran Jerusalén y que aguardaran ―<strong>lo</strong> que el Padre había prometido. Se trata<strong>de</strong> algo que ya les he <strong>dicho</strong>. Juan bautizaba con agua, pero uste<strong>de</strong>s, en unos días,serán bautizados con el Espíritu Santo.‖ (Hechos 1, 8) En aquel domingo <strong>de</strong>Pentecostés la aparición <strong>de</strong>l Espíritu ante <strong>lo</strong>s primeros discípu<strong>lo</strong>s, reunidos en elsalón <strong>de</strong> arriba, fue muy impactante. Se hallaban tan mareados con esta experiencia60


que algunas personas pensaron que se habían emborrachado. Aquel<strong>lo</strong>s queparticipaban <strong>de</strong> este <strong>de</strong>spertar carismático también rezaban una plegaria por elbautismo, y a menudo tenían el mismo tipo <strong>de</strong> experiencia <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios y<strong>de</strong> su amor en la vida <strong>de</strong> una persona.(34) Recuerdo las palabras <strong>de</strong> William Seymour (1870-1915), el fundador <strong>de</strong>lPentecostalismo en <strong>lo</strong>s Estados Unidos: ―Si montan en cólera, hablan con malicia omurmuran con resentimiento, no importa cuántas lenguas tengan, no tienen elbautismo <strong>de</strong>l Espíritu Santo.‖(35) Cuando era provincial, la única carta pastoral que escribí a la provincia fue unaplegaria comunitaria, y no se trata <strong>de</strong> ninguna influencia carismática en mí. Señaléque nuestra oración era a menudo monótona. Necesitábamos animarla un poco ycantar un Aleluya si ésta era nuestra intención. En <strong>lo</strong> personal, he <strong>de</strong>scubierto quemuchas cosas buenas ocurren cuando me entrego a una alabanza exuberante <strong>de</strong> Dios.No meramente cuando estoy en un grupo. Me gusta <strong>de</strong>spertar a medianoche, o muytemprano por la mañana, y cantar mi alabanza a viva voz. Esto requiere un lugaralejado <strong>de</strong> otras personas que están durmiendo a esas horas, <strong>lo</strong> que no ocurre muy amenudo. Cuando esto pasa, me siento más ligero al día siguiente. También canto enalabanza cuando medito o rezo por alguien, y mi plegaria no rin<strong>de</strong> frutos. Essorpren<strong>de</strong>nte que surjan tantas respuestas a mis oraciones en el medio <strong>de</strong> la alabanza.(36) Los católicos romanos i<strong>de</strong>ntificarían este bautismo con <strong>lo</strong>s sacramentos <strong>de</strong>lbautismo o <strong>de</strong> la confirmación. Lo carismático se apropia o vuelve explícito <strong>lo</strong> que se<strong>de</strong>clara en estos sacramentos.(37) Cf. Pab<strong>lo</strong>, Corintios I, 12 y siguientes. Como tomista aristotélico, preferiríaafirmar que <strong>lo</strong>s dones en su interior fueron concedidos. Algo potencial se convirtióen acto. Y asimismo, según el pensamiento tomístico, <strong>lo</strong> sobrenatural se <strong>de</strong>sarrollasobre <strong>lo</strong> natural.(38) El sacerdote <strong>de</strong> Chicago Theodore Dobson señala en su pequeño libro ―Curacióninterior. La gran promesa <strong>de</strong> Dios‖ que el títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong>l libro en el griego original es―Hechos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Apóstoles.‖ El artícu<strong>lo</strong> que prece<strong>de</strong> al <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s apóstoles no está. ―Otramanera <strong>de</strong> traducir el títu<strong>lo</strong> es ―La labor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s apóstoles‖ o ―Lo que hacen <strong>lo</strong>sapóstoles.‖ Quien haya asignado este títu<strong>lo</strong>, parece indicar que por <strong>lo</strong> menos, en elaspecto <strong>de</strong>vocional, el texto se pue<strong>de</strong> leer como una instrucción personal para <strong>lo</strong>scristianos con el fin <strong>de</strong> convertirse en apóstoles <strong>de</strong> Cristo.‖ (p.65) Leí ese pequeñolibro años más tar<strong>de</strong>, pero parece plantear <strong>lo</strong> mismo que Tommy aquella noche.61


(39) Hay una anécdota que me gusta contar trata sobre la época en que residía en laCasa <strong>de</strong> Estudios en River Forest. Un domingo prediqué sobre el don <strong>de</strong> la cura.Después <strong>de</strong> la misa, mi ex profesor <strong>de</strong> metafísica me hablé en la sacristía. Porentonces, la curación espiritual era todavía un tópico nuevo y controvertido. Cuandome topé con el padre Kane, listo para atacarme, pensé que seguramente iba acuestionar mi teoría. Por el contrario, sus primeras palabras fueron: ―Oh, PadreCleator. ¡Qué bel<strong>lo</strong> sermón! Y entonces se arrodilló ante mí y me solicitó que lehiciera una imposición <strong>de</strong> manos. Tenía cáncer. Me sentía halagado y a la vezintimidado, pero <strong>lo</strong> hice.¿El resultado? ―Des<strong>de</strong> que el Padre Cleator oró por mí comencé a empeorar.‖Bueno, así fue, y sospecho que esto ocurrió porque su hora había llegado y ya era elmomento <strong>de</strong> aceptar<strong>lo</strong>. Mi plegaria no había sido en vano; por <strong>lo</strong> menos, estrechónuestro víncu<strong>lo</strong>. Cuando agonizaba en el hospital, Humbert no quería que <strong>lo</strong>shermanos fueran a visitar<strong>lo</strong> para que no <strong>lo</strong> vieran en tal condición. Pero en mi casofue todo <strong>lo</strong> contrario, porque siempre fui bienvenido. Me sentaba al lado <strong>de</strong> su camapor un largo período, permanecía en silencio, mi mano aferrada a la suya. Unacuración maravil<strong>lo</strong>sa se había producido en un plano que no era el físico, y ahorahabía un víncu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> afecto.(40) Sospecho que la mayoría <strong>de</strong> nosotros tiene experiencias trascen<strong>de</strong>ntes endiferentes momentos <strong>de</strong> la vida. Lo sé en mi caso. Para muchos, uno <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>sparecería una experiencia carnal, <strong>lo</strong> supongo, pero para mí se trataba <strong>de</strong> algoprofundamente espiritual. Sin previo aviso hizo un gran impacto en mí: soy unanimal. Gran parte <strong>de</strong> mi vida escapé <strong>de</strong> esta realidad. Ahora la experimentaba conalegría. Caminaba por la calle o me sentaba en un café, y veía todos esos animalesque paseaban a sus animales, y esto me maravillaba. Somos animales inteligentes ycontamos con un espíritu dura<strong>de</strong>ro. Es cierto. Pero <strong>de</strong>masiadas veces nos pensamoscomo espíritus con cuerpos, listos para <strong>de</strong>spojarnos <strong>de</strong> éste como <strong>de</strong> la cáscara <strong>de</strong> unafruta, en vez <strong>de</strong> ser animales con almas inmortales. Estamos tan relacionados con <strong>lo</strong>sperros, <strong>lo</strong>s gatos y <strong>lo</strong>s mosquitos, como con <strong>lo</strong>s ángeles. En el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la creaciónsomos la intersección entre dos reinos y vivimos entre el<strong>lo</strong>s. Ambos se convierten enuno so<strong>lo</strong> en nosotros, y trabajamos para nuestra propia <strong>de</strong>strucción si nos olvidamos<strong>de</strong> alguno.62


Capítu<strong>lo</strong> 6 - Organizo un equipo <strong>de</strong> predicaciónTras haber <strong>de</strong>cidido abandonar el Instituto Aquino, ya no dudé <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaba:había ingresado en la Or<strong>de</strong>n porque mi objetivo era convertirme en predicador y aúnsentía el llamado. De todos modos, predicar era un esfuerzo. Cada vez que estaba <strong>de</strong> piefrente a una audiencia, sudaba a mares por <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>cir y también por el cómo<strong>de</strong>cir<strong>lo</strong>. Por suerte no tenía que predicar a menudo.Mis primeros sermones fueron pobres. El último profesor <strong>de</strong> homilía en WashingtonDC había sido como el padre Scullion, mi primer prefecto <strong>de</strong> disciplina: un profetaapocalíptico. Sus críticas y sermones eran tan severos que resultaba casi imposiblesatisfacer<strong>lo</strong>; y para mortificarnos un poco más afirmaba que ninguno <strong>de</strong> nosotros habíamejorado su <strong>de</strong>sempeño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong>l curso. Podía anticipar mi futuro:esfuerzos continuos para elaborar sermones mediocres. (41)A pesar <strong>de</strong> este panorama negativo, se avivó el fuego con la predicación que conseguí<strong>de</strong>sarrollar mientras daba clases sobre la misma asignatura en el Instituto Aquino. Como<strong>de</strong>seaba progresar más aún, renuncié a mi cargo en la facultad para continuar con estaactividad. No sabía dón<strong>de</strong> y cómo podría trabajar, pero me había comprometido conesta causa, y como dice el refrán: ―A Dios rogando y con la maza dando.‖Un día cayó <strong>de</strong> visita un hermano dominico llamado John Krenski, que más tar<strong>de</strong> fuenombrado pastor asociado en la parroquia <strong>de</strong> San Pío, en Chicago. Cuando le mencionéque había abandonado el Instituto Aquino porque <strong>de</strong>seaba convertirme en predicador <strong>de</strong>tiempo completo, John pegó un grito <strong>de</strong> sorpresa porque él también había <strong>de</strong>jado suparroquia para <strong>de</strong>dicarse a <strong>lo</strong> mismo.Antes <strong>de</strong> finalizar el almuerzo, ya estábamos preparados para unir fuerzas.Reclutamos a otro fraile, Gary Ger<strong>de</strong>s, un amigo mío a quien admiro por su presenciacarismática. Era joven y estaba terminando sus estudios <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía. Me hallaba tanconvencido <strong>de</strong> que Dios obraba a través <strong>de</strong> él que ignoré su falta <strong>de</strong> experiencia. Lostres redactamos una propuesta <strong>de</strong> una página que remitimos al capítu<strong>lo</strong> provincial <strong>de</strong>1969. El capítu<strong>lo</strong> le dio aprobación unánime y nuestro proyecto siguió su curso.Organizamos una agenda <strong>de</strong> trabajo para un año completo sin que nadie nos <strong>hubiera</strong>escuchado previamente.63


En el otoño <strong>de</strong> 1969, nos mudamos a la Casa <strong>de</strong> Estudios en River Forest, Illinois.Nuestra primera misión fue en la parroquia <strong>de</strong> Santa Gertrudis, en Franklin Park, muycerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vivíamos. Algunos hermanos nos <strong>de</strong>searon buena suerte cuando nosvieron salir <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia, Biblia en mano. Fue emocionante para todos nosotros. Enla historia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos norteamericanos hubo varios grupos <strong>de</strong> predicadores <strong>de</strong>repercusión popular ya <strong>de</strong>saparecidos, y nuestro grupo representaba la renovación <strong>de</strong> unviejo sueño. Teníamos una perspectiva diferente para conducir una misión o un retiro, ya la vez seguíamos vinculados a la antigua tradición <strong>de</strong>l predicador viajero.Me sentía eufórico en aquella ocasión y me sorprendía aquel exceso <strong>de</strong> confianza enmí mismo. No me preocupaba Gary, ¿acaso yo no era también joven e inexperto?¿Cómo me atrevía a presentarme como un predicador experto a quien habían convocadopara contribuir a la renovación <strong>de</strong> una parroquia?Repetí las palabras <strong>de</strong> Jeremías: ―No digas: soy <strong>de</strong>masiado joven, porque tú irás adon<strong>de</strong> yo te envíe y dirás todo <strong>lo</strong> que yo te or<strong>de</strong>ne. No temas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s porque yoestoy contigo para liberarte –orácu<strong>lo</strong> <strong>de</strong>l Señor.‖ Esta reflexión, repetida a menudo, medio coraje. Si no sentía el llamado para ser profeta entre las naciones, por <strong>lo</strong> menospodía llevar a<strong>de</strong>lante una misión parroquial. Comprendía que estaba don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía estaraunque me sintiera <strong>de</strong>sorientado.Aquella época era interesante para empezar un equipo <strong>de</strong> predicación <strong>de</strong>bido a <strong>lo</strong>scimbronazos que había causado el Concilio Vaticano II entre <strong>lo</strong>s católicosnorteamericanos practicantes. Había algo en común entre <strong>lo</strong>s laicos y nosotros: lamentalidad pueblerina <strong>de</strong> nuestra educación. Formábamos parte <strong>de</strong> una Iglesia quejamás cambiaba. Una Iglesia única, santa, católica, apostólica y romana: el bastión <strong>de</strong> laverdad en este mundo confundido y pecaminoso. Se podía distinguir dos tipos <strong>de</strong>personas: <strong>lo</strong>s católicos y <strong>lo</strong>s no-católicos. Só<strong>lo</strong> nos interesaba el ecumenismo relativo aaquel<strong>lo</strong>s hermanos y hermanas que se habían alejado <strong>de</strong> sus respectivas congregacionespara que se acercaran nuevamente a las mismas.En mi adolescencia, <strong>lo</strong>s católicos no podían concurrir a <strong>lo</strong>s servicios religiososprotestantes. Si alguien <strong>de</strong>seaba contraer matrimonio con alguien <strong>de</strong> este credo —Diosno <strong>lo</strong> permitiera— había un intercambio <strong>de</strong> votos en la rectoría, o por <strong>lo</strong> menos fuera <strong>de</strong>lsantuario. Los judíos, <strong>lo</strong>s budistas o cualquier otro grupo no cristiano eran ignorados.En mi parroquia, una familia había repudiado a su hija, bajo la influencia <strong>de</strong> un64


sacerdote parroquial, y no hubo contacto entre el<strong>lo</strong>s durante décadas porque se la jovenhabía casado con un judío.Los católicos fervientes <strong>de</strong> entonces se enorgullecían <strong>de</strong> nuestras reglas <strong>de</strong> disciplina.Nos absteníamos <strong>de</strong> comer carne <strong>lo</strong>s viernes, ayunábamos durante la Cuaresma, íbamosa misa <strong>lo</strong>s domingos. Era duro ser católico y pasábamos la prueba. Nuestra vidarebosaba <strong>de</strong> ritos, costumbres y actitu<strong>de</strong>s que formaban una subcultura. Incluso cuandono se las cumplía, se reaccionaba contra ellas. Uno podía ser un católico laxo o uno<strong>de</strong>scarrilado, pero un católico al fin.También nos enorgullecía nuestra homogeneidad. Esto en verdad no era cierto, peronos gustaba pensar que todos <strong>lo</strong>s católicos en el mundo pensábamos <strong>de</strong> la mismamanera y que actuábamos en consecuencia. Nuestros docentes afirmaban <strong>lo</strong> afortunadosque éramos <strong>de</strong>bido a que la misa seguía siendo la misma aunque estuviéramos <strong>de</strong> visitaen otro país. (42)Comenzó el Concilio Vaticano II. Durante un año <strong>lo</strong>s católicos se habían preparadopara el Concilio rezando por un nuevo Pentecostés. Juan XXIII ya había <strong>dicho</strong> que erahora <strong>de</strong> abrir las ventanas para que entrara aire fresco. La mayoría no tenía la menori<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que podría ser un nuevo Pentecostés. Pero la brisa <strong>de</strong> aire refrescante setransformó en un huracán, o por <strong>lo</strong> menos, en una borrasca intensa (Hechos 2,1) tanintensa que <strong>de</strong>rribó a las Bastillas <strong>de</strong> muchos. Estas ventanas abiertas nos expusieron alsol, al viento, a la lluvia, a la nieve, al frío.Era un período <strong>de</strong> due<strong>lo</strong>. Las disciplinas ascéticas <strong>de</strong> las que tanto nos habíamosenorgullecido ya no estaban. Aunque fuera ininteligible, la liturgia había sido algoplacentero. Ahora <strong>de</strong>bíamos apren<strong>de</strong>r a rezar <strong>de</strong> nuevo. Nos obligaban a cantarcanciones insípidas e intercambiar saludos <strong>de</strong> paz con gente que ni siquiera conocíamos.Perdimos nuestra misa agradable y tranquila, y también la oportunidad <strong>de</strong> estar a solascon Dios. Para colmo, <strong>de</strong> pronto nos veíamos obligados a abrazar a <strong>lo</strong>s protestantes,nuestros viejos enemigos, que ya no pertenecían al grupo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s no-católicos sino al <strong>de</strong>nuestros hermanos emancipados, que tenían algo para enseñarnos. Nada más y nadamenos. ¿Dón<strong>de</strong> terminaría este estado <strong>de</strong> las cosas?Los obispos que aún procedían a la antigua don<strong>de</strong> podían ejercer su autoridad y ellaicado <strong>lo</strong>s obe<strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>jaba a las personas libradas a su suerte. No hubo preparaciónpara <strong>lo</strong>s cambios y tampoco muchas explicaciones. Aquel<strong>lo</strong>s que habían sido educados65


en las escuelas católicas tenían dificulta<strong>de</strong>s especiales con la ―nueva iglesiaPentecostal.‖ Después <strong>de</strong> todo, habían pagado un montón <strong>de</strong> dinero para asimilar<strong>lo</strong> todo<strong>de</strong> una sola vez.El equipo <strong>de</strong> predicación había dispuesto nuestras tareas. Junto con la prédica siempreofrecíamos la oportunidad <strong>de</strong> dia<strong>lo</strong>gar y la audiencia podía sacar ventaja <strong>de</strong> lapropuesta. No importaba el tema <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sermones: las únicas preguntas se referían a <strong>lo</strong>scambios en la Iglesia.En términos generales, la atmósfera era amistosa aunque <strong>hubiera</strong> una batalla que seestaba librando. Algunas personas se levantaban <strong>de</strong> improviso y abandonaban el temp<strong>lo</strong>con pasos histriónicos, y nunca más regresaban. Para otros, se trataba <strong>de</strong> un momento<strong>de</strong> conversión. No con respecto a <strong>lo</strong>s pecados, porque eran buena gente, sino quepasaban <strong>de</strong> una actitud <strong>de</strong> espíritu fariseo <strong>de</strong> superioridad espiritual a otra, en la cual larelación personal con Jesús fuera algo <strong>de</strong> importancia suprema, y en la que podíamoscelebrar que ―todos <strong>lo</strong>s conducidos por el Espíritu <strong>de</strong> Dios sean hijos <strong>de</strong> Dios. Y uste<strong>de</strong>sno han recibido un espíritu <strong>de</strong> esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu <strong>de</strong>hijos adoptivos que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, es <strong>de</strong>cir, ¡Padre! (Romanos 8, 14-15)Al respon<strong>de</strong>r las preguntas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s participantes, también les preguntábamos: ―¿Dón<strong>de</strong>ubicaron su fe, en el amor <strong>de</strong> Jesús o en las estructuras <strong>de</strong> la iglesia? ¿Se enorgullecían<strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r al cie<strong>lo</strong> por su propia reputación? ¿Comprendían el sentido<strong>de</strong> la Gracia? ¿Qué significaba el acto <strong>de</strong> rezar por un nuevo Pentecostés en la ocasión<strong>de</strong>l Concilio Vaticano II?Probablemente ofrecimos la mejor prédica en aquellas sesiones <strong>de</strong> preguntas yrespuestas. Era tan estimulante advertir la luz que se encendía en <strong>lo</strong>s corazones <strong>de</strong> laaudiencia y saber que nunca más serían las mismas personas.―Así como la lluvia y la nieve <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l cie<strong>lo</strong> y no vuelven a él sin haberempapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar para que dé la semilla alsembrador y el pan al que come, así suce<strong>de</strong> con la palabra que sale <strong>de</strong> mi boca: ella novuelve a mi estéril, sino que realiza todo <strong>lo</strong> que yo quiero y cumple la misión que leencomendé.‖ (Isaías 55, 10-11) (43)Esta fue una época muy feliz en mi vida. Estaba realizando <strong>lo</strong> que había <strong>de</strong>seado<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el ingreso en la Or<strong>de</strong>n. Escribir <strong>lo</strong>s sermones era una cuestión <strong>de</strong> mucho tiempo y66


mucho esfuerzo. De todos modos, mi <strong>de</strong>sempeño no era tan ma<strong>lo</strong>. Poco a poco ganabaconfianza en mí mismo y mejoraba mi técnica. Este progreso no se <strong>de</strong>bía meramente ala práctica regular, sino a que predicaba <strong>de</strong> otra manera. Ahora formaba parte <strong>de</strong> unequipo, algo que había soñado en un primer momento. Formábamos el ―Equipo <strong>de</strong>Predicación Evangélica.‖ Convivíamos, rezábamos y estudiábamos juntos; había apoyomutuo con respecto a nuestros esfuerzos y sufrimientos, y también <strong>de</strong>safío mutuo sialguno quedaba rezagado. Cuando se gestó este proyecto surgió el compromiso <strong>de</strong>permanecer unidos. Había tanta confianza mutua que nos confesábamos secretospersonales, incluso nuestros pecados. Tuvimos conflictos y más <strong>de</strong> una vez discutimosa <strong>lo</strong>s gritos, pero no fueron obstácu<strong>lo</strong>s para nuestra unión. Yo era consciente <strong>de</strong> quepodían escucharme, y el<strong>lo</strong>s eran conscientes <strong>de</strong> que yo también podía hacer <strong>lo</strong> mismo.Sabíamos que finalmente habría una solución pacífica.En cuanto al resultado <strong>de</strong> este emprendimiento comunitario, aclaro que cuandosalíamos a predicar a menudo teníamos sintonía recíproca. Solíamos predicar uno a lavez, pero incluso cuando algunos <strong>de</strong> nosotros permanecían <strong>de</strong> pie frente a la audiencia,también se trataba <strong>de</strong> una labor cooperativa. Mientras el orador <strong>de</strong>sarrollaba laexposición, <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más <strong>lo</strong> apoyaban con plegarias y luego participaban en el <strong>de</strong>bateposterior con la feligresía.Existe una energía espiritual que proviene <strong>de</strong>l trabajo en equipo que es mayor que lasuma <strong>de</strong> las partes. En este contexto, nuestra vida <strong>de</strong> comunidad espiritual era parteintegral <strong>de</strong> nuestro ministerio y la gente <strong>lo</strong> sentía. Podíamos oír<strong>lo</strong> constantemente.Nuestra enseñanza más intensa consistía en el testimonio <strong>de</strong> la vida que compartíamos.―Uste<strong>de</strong>s tienen personalida<strong>de</strong>s diferentes, y sin embargo se complementan muy bienentre sí. Incluso parecen disfrutar <strong>de</strong> su compañía y nos brindan esperanza.‖Cuando leí en un texto <strong>de</strong> Santo Tomás sobre ―<strong>lo</strong>s signos y las maravillas‖ que senecesitan para probar la autenticidad <strong>de</strong> un predicador, creo que testimoniar el amor quefluye en una comunidad es el primer signo y maravilla que todos necesitamos apreciar.La palabra predicación en inglés tiene a menudo una connotación negativa. ―Basta <strong>de</strong>predicar‖ le <strong>de</strong>cimos a quien nos quiere dar un sermón para corregir nuestra conducta.Existe un lugar común respecto <strong>de</strong> aquel sacerdote que arenga a la feligresía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elpúlpito, por <strong>lo</strong> que hizo o <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hacer, y que no la predispone a que le preste atención.67


Muchos <strong>de</strong> mis primeros sermones fueron <strong>de</strong> este tipo. Afortunadamente, ahora sondia<strong>lo</strong>gados.La prédica dialógica no es <strong>lo</strong> mismo que la homilía dialógica. En la predicacióndia<strong>lo</strong>gada aún sigo siendo la misma persona que permanece <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> lafeligresía y proclama la Buena Nueva. Pero reconozco que la audiencia <strong>de</strong>be procesarmis palabras y adaptarlas a las suyas, según sus necesida<strong>de</strong>s y puntos <strong>de</strong> vista. En laprédica dialógica, la audiencia también advierte que necesita cumplir con su obligación<strong>de</strong> conseguir que la palabra sea ―viva y eficaz y más cortante que cualquier espada <strong>de</strong>doble fi<strong>lo</strong>.‖ (Hebreos 4, 12) Somos socios en este emprendimiento, y por en<strong>de</strong>necesitamos dia<strong>lo</strong>gar entre nosotros. (44)El acto <strong>de</strong> levantarse y dar un sermón sin conversar con la audiencia se siente comoalgo poco natural. Me parece un milagro que surja algo bueno <strong>de</strong> todo esto. El ―retiro <strong>de</strong>predicación‖ es aún peor porque el silencio prevalece. Los participantes entran en lacapilla, escuchan el sermón, luego salen y meditan por su cuenta. No mantengo contactocon el<strong>lo</strong>s y no tengo la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que ocurre en su interior. Me vuelvo neuróticoen estos retiros, incluso a pesar <strong>de</strong> mi larga experiencia. Permanezco sentado en micuarto, escribo y reescribo la primera presentación, que en verdad resulta alguna que yaexpuse en otras ocasiones. Pierdo horas <strong>de</strong> sueño revisando y revisando, preocupadoporque no consigo expresar las cosas <strong>de</strong> una forma que me satisfaga. Me <strong>de</strong>senvuelvocon torpeza porque no tengo dón<strong>de</strong> afirmarme <strong>de</strong>bido a esta ausencia <strong>de</strong> diá<strong>lo</strong>go.Entonces, ya sea en el mismo sermón o en el <strong>de</strong>bate subsiguiente, siempre intentomantenerme en contacto con la audiencia, ofreciéndoles la oportunidad <strong>de</strong> hacercomentarios, preguntas o cuestionarme algo que he afirmado. Cuando <strong>lo</strong> hago, me dicenque mejoro mi <strong>de</strong>sempeño en el transcurso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s días. Les respondo entonces que sonel<strong>lo</strong>s quienes mejoran: sus corazones se abren y escuchan con mayor atención.Con todo, su observación es válida. Yo también mejoro y me oriento a mi objetivo.Tengo una i<strong>de</strong>a clara <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> proviene la gente. Aprendo mientras presto atención asus comentarios, ejemp<strong>lo</strong>s y explicaciones, <strong>lo</strong> cual a menudo influye en mis prédicasposteriores, e incluso empleo alguno <strong>de</strong> sus ejemp<strong>lo</strong>s. De hecho, escribimos <strong>lo</strong>ssermones en colaboración. (45)Cuando comencé a predicar en el Studium, ubicaba la plataforma, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> iba ahablar lejos <strong>de</strong> la audiencia. Se trataba <strong>de</strong> un gesto <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa personal. Cuando68


comencé a predicar con el Grupo <strong>de</strong> Predicación Evangélica Dominica no permitía quenadie grabara mis charlas. Aún estaba inseguro y tenía miedo <strong>de</strong> que me examinaran en<strong>de</strong>talle. Pronto mejoré y permití que me grabaran <strong>lo</strong> que quisieran. Acepté escucharhumil<strong>de</strong>mente aquel<strong>lo</strong>s errores que la máquina repetía con indiferencia. Pero miaudiencia también escuchaba <strong>lo</strong> bueno que tenía para contarles, y <strong>de</strong> este modo lesofrecía la oportunidad <strong>de</strong> fortalecer el mensaje positivo que había intentado ofrecerles.Disfruto el acto <strong>de</strong> predicar, pero só<strong>lo</strong> me siento cómodo si advierto que la audienciano se siente obligada a coincidir conmigo. Prefiero guardar silencio frente a la gentepredispuesta a aceptar mis palabras. Mi tarea <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito es ayudar<strong>lo</strong>s a formar lapropia consciencia, a que formulen su vida religiosa según su propia personalidad yexperiencia personal. Estoy allí como un medio para que encuentren a Dios en suinterior y no para que adoren el Dios en el mío. Cuando predico tengo la esperanza <strong>de</strong>que Jesús <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>slumbre y yo pueda <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> la escena. Me agrada que se e<strong>lo</strong>giemi prédica; sin embargo, me siento incómodo si <strong>lo</strong>s comentarios apuntan a mí y no a lamanera en que el Señor llegó a sus corazones.Deseo que mis sermones sean dia<strong>lo</strong>gados. Quizá tenga convicciones categóricas sobre<strong>lo</strong> que expreso y quiera manifestarlas intensamente. Con todo, <strong>de</strong>seo que mi audienciase sienta libre <strong>de</strong> rechazar mis i<strong>de</strong>as si no les parecen satisfactorias para sus necesida<strong>de</strong>so no las formu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> manera tal que se entienda el sentido <strong>de</strong> las mismas. En verdad,trato <strong>de</strong> hablarles <strong>de</strong> un modo que se vincule con su realidad. Soy muy consciente que amenudo estoy en otra sintonía; y cuando esto ocurre, el único recurso para mí es aclararque se trata <strong>de</strong> mi propia visión <strong>de</strong> las cosas. Cuando <strong>lo</strong> hago, observo que a ciertaspersonas les cuesta mucho compren<strong>de</strong>r y adaptar algún ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> mi vida a susituación personal. Nunca <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> dia<strong>lo</strong>gar, incluso cuando me refiero a algo particularsobre mí. La feligresía <strong>lo</strong> compren<strong>de</strong> y entonces participa en el <strong>de</strong>bate.Puedo <strong>de</strong>cir que predicar me divierte. Algunas personas consi<strong>de</strong>ran irrespetuoso quehable <strong>de</strong> esta tarea sagrada como ―una diversión.‖ Pero consi<strong>de</strong>ro que casi todo mi tratocon Dios es algo divertido. Un juego en el sentido más real. Preparar la predicaciónpue<strong>de</strong> ser duro y a veces me lleva muchas horas. En el púlpito, podría sentirmeincómodo, las manos temblando y mi discurso atrancado. Y entonces saldría <strong>de</strong>l púlpito<strong>de</strong>scorazonado porque las cosas <strong>hubiera</strong>n podido salir mejor.Creo que esto pue<strong>de</strong> ocurrir. Inclusive el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s jugadores <strong>de</strong> fútbol americanoson afortunados si consiguen hacer tres saques <strong>de</strong> diez. ¿Por qué tendría que ser siempre69


perfecto? Pero ofrezco todo en ese momento y le agra<strong>de</strong>zco a Dios que acaso unospocos <strong>de</strong>stel<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> luz puedan mostrar el camino a quienes me escuchen. Es cierto quecuando predico me siento más vivo que cuando hago cualquier otra cosa. Cuandopredico fluye la adrenalina, y en verdad disfruto a pleno, y no puedo pensar en otroministerio que pudiera darme más alegría.Notas al capítu<strong>lo</strong> 6(41) Algunas décadas más tar<strong>de</strong>, tuve que predicar ante una comunidad don<strong>de</strong> elpadre Burke estaba presente. Esto me puso muy nervioso, pero no se convirtió en unaobsesión porque yo había madurado bastante. Fue una sorpresa agradable que elpadre Burke me dijera que había sido el primer sermón que realmente le habíagustado en mucho tiempo.(42) La misa se celebraba en latín por entonces, <strong>lo</strong> que implicaba que en verdad no lacomprendíamos. Pero teníamos el consue<strong>lo</strong> <strong>de</strong> saber que sería ininteligible encualquier lugar don<strong>de</strong> estuviéramos.(43) A menudo escucho la objeción <strong>de</strong> que un ministerio itinerante como el nuestroes poco fructífero. ―¿Cuál es su seguimiento? ¿No es usted un <strong>de</strong>stel<strong>lo</strong> <strong>de</strong> luz que seesfuma apenas se retira? ¿Cómo pue<strong>de</strong> predicar a personas cuando usted no haconvivido con ellas y ni siquiera las conoce?‖ La mejor respuesta para estasobjeciones sería respon<strong>de</strong>rle a esta persona que critica: ―Venga a escucharme.‖Muchas vidas cambiaron, incluso drásticamente. Algunas personas con las queestuve un par <strong>de</strong> semanas se convirtieron en amigos <strong>de</strong> toda la vida. A menudo,cuando terminábamos, se formaban pequeños grupos que se reunían regularmente,gente comprometida con su crecimiento espiritual. Ciertos grupos duraron muchosaños. Éramos só<strong>lo</strong> un momento en la vida <strong>de</strong> estas personas, pero confiábamos que elSeñor nos había congregado en el momento apropiado para ofrecernos <strong>lo</strong> quenecesitábamos en ese preciso momento. Por supuesto, podíamos pasar por altoalgunos aspectos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> aquella gente cuando llegábamos y partíamos tanrápido. Con todo, todos tenemos algo humano en común: todos necesitamos a Dioscomo parte íntima <strong>de</strong> nuestras vidas.(44) Nuestros hermanos <strong>de</strong>l capítu<strong>lo</strong> provincial <strong>de</strong> 1988 <strong>lo</strong> expresaron muy bien:―Nuestra prédica <strong>de</strong>bería ser algo más que <strong>lo</strong>s esfuerzos individuales: <strong>de</strong>bería sercomunitaria. De la misma manera que el actor necesita a otras personas –autor,70


director, diseñador <strong>de</strong> escenografía y <strong>de</strong> vestuario, iluminadores, técnicos, audiencia,etc.- para <strong>lo</strong>grar el momento supremo <strong>de</strong> la actuación, también nosotros necesitamosencontrar diferentes maneras <strong>de</strong> involucrar a otras personas en la preparación <strong>de</strong>nuestra prédica antes que convertirla en un ejercicio solitario. Necesitamos recurrir ala riqueza presente en nuestras feligresías, a través <strong>de</strong> una discusión comunitaria <strong>de</strong>la palabra <strong>de</strong> Dios (…) y entre aquel<strong>lo</strong>s con quienes y a quienes ofrecemos esteministerio, a través <strong>de</strong> una audición atenta y la búsqueda honesta <strong>de</strong> una respuesta.Debemos reconocer que <strong>lo</strong>s otros, en particular aquel<strong>lo</strong>s familiarizados con el do<strong>lo</strong>r<strong>de</strong>l Crucificado, nos anuncian la Buena Nueva, así como también el<strong>lo</strong>s esperan quenosotros también <strong>lo</strong> hagamos.‖(45) No es necesario ser original cuando uno predica. La audiencia merece laoportunidad <strong>de</strong> expresar sus opiniones. Algunos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s mejores sermones que hedado se <strong>de</strong>ben a que conversé previamente con quienes <strong>lo</strong> iban a escuchar y <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>jéque me contaran sobre su fe y <strong>lo</strong> que le dirían a la gente si tuvieran la ocasión.Después <strong>de</strong> haber predicado durante el funeral <strong>de</strong> mi cuñado Johnny, mi cuñadoFrank se acercó a mí para agra<strong>de</strong>cer mis palabras. ―Dijiste exactamente <strong>lo</strong> que habíapensado,‖ me confió. ―Por supuesto,‖ le respondí, ―repetí <strong>lo</strong> que me dijiste ennuestra conversación <strong>de</strong> anoche.‖Capítu<strong>lo</strong> 7 - Me eligen provincialCreía que iba a permanecer en mi equipo <strong>de</strong> predicación unos cuantos años; latravesía iba a ser larga pero por <strong>lo</strong> menos no viajaba so<strong>lo</strong>, porque con mis compañeroslas horas transcurrían agradables. Todo marchaba bien con respecto a nuestra prédica y,como ya dije, pensaba que nada cambiaría en mucho tiempo.Pero en 1973, cuatro años más tar<strong>de</strong>, me eligieron provincial <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> SanAlberto Magno <strong>de</strong>l medio-oeste. El provincial anterior era muy buena persona y lí<strong>de</strong>ridóneo. En un período <strong>de</strong> enfrentamientos intensos y <strong>de</strong>spiadados, y <strong>de</strong> luchas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rentre <strong>lo</strong>s hermanos con respecto a <strong>lo</strong>s cambios introducidos por el Concilio Vaticano II,tanto en la Or<strong>de</strong>n como en la Iglesia, Clem Collins había <strong>lo</strong>grado mantener la unión.Hubiera sido posible reelegir<strong>lo</strong> para el período siguiente, pero Clem <strong>de</strong>testaba sutrabajo. Para él implicaba innumerables noches sin dormir <strong>de</strong>bido a la pesadaresponsabilidad sobre sus hombros. ¿Dón<strong>de</strong> había advertido esto en otra oportunidad?71


Clem era un hombre que siempre libraba una batalla contra la <strong>de</strong>presión. Ya <strong>hubiera</strong>sido bastante duro para él <strong>de</strong>sarrollar tareas en un puesto <strong>de</strong> menos estrés, pero porentonces estaba en el epicentro <strong>de</strong> un tornado y <strong>de</strong>seaba salir.Los <strong>de</strong>legados aceptaron su <strong>de</strong>cisión y luego analizaron el estado <strong>de</strong> las cosas. Eladministrador <strong>de</strong> la economía <strong>de</strong> la provincia, hombre <strong>de</strong> la ―vieja escuela‖, nos dio unsermón entusiasta animándonos para encarar <strong>lo</strong>s acontecimientos <strong>de</strong> otra manera: habíaconsenso general respecto <strong>de</strong> un cambio <strong>de</strong> perspectiva. No necesitábamos unadministrador, sino alguien que nos inspirara y proyectara la imagen <strong>de</strong> que éramos unaor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> predicadores. Necesitábamos un predicador para el puesto <strong>de</strong> provincial yentonces mi nombre comenzó a circular entre <strong>lo</strong>s comités <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n.No creo que nadie esperara mi triunfo en las elecciones. No tenía sentido. Con apenastreinta y cuatro años <strong>de</strong> edad, nunca había sido lí<strong>de</strong>r y tampoco había estado a cargo <strong>de</strong>ninguna gestión administrativa en la provincia o en cualquier otro lugar ¿Cómo eraposible que me tuvieran en cuenta para este puesto? Como reflexionó uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>shermanos más tar<strong>de</strong>, esperaban que aquella carrera fuera ganada por un cabal<strong>lo</strong> cuyotriunfo sorprendiera, pero nunca se les había ocurrido que ganara el menos pensado.Sospecho que algunos hermanos me nominaron con la esperanza <strong>de</strong> que si semencionaba mi nombre varias veces acaso podría ser elegido para el consejo provincial.Creo que fue una sorpresa para todos cuando gané en la sexta vuelta.En nuestra provincia, la nominación no <strong>lo</strong> convierte a uno automáticamente encandidato, porque había varios nombres propuestos. Es un modo <strong>de</strong> reconocer a unhermano <strong>lo</strong>s servicios prestados, aunque no haya probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> triunfar. Por <strong>lo</strong>tanto, no fue una sorpresa que con tanto entusiasmo por el tema <strong>de</strong> la predicaciónmuchos hermanos mencionaran mi nombre entre otros. Finalmente aparecí en las listas<strong>de</strong> todos y me convertí en el candidato más nombrado. El tiro <strong>de</strong> gracia vino cuando uno<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos más conservadores, un portavoz <strong>de</strong> esa rama <strong>de</strong> la provincia meincluyó en su lista. Es probable que yo fuera la última persona en el mundo que <strong>hubiera</strong><strong>de</strong>seado como candidato, pero quiso actuar con dip<strong>lo</strong>macia porque el año anteriornuestro equipo <strong>de</strong> predicación había solicitado trasladarse al establecimiento que estabaa su cargo en la condición <strong>de</strong> prior y él nos había rechazado. Para poner paños fríos, menominó aclarando que me consi<strong>de</strong>raba una buena persona y que lamentaba habermenegado la posibilidad <strong>de</strong> que mi equipo trabajara en su priorato.72


Esta maniobra tuvo el efecto inverso al <strong>de</strong>seado. Cuando <strong>lo</strong>s responsables <strong>de</strong> evaluar a<strong>lo</strong>s nominados observaron que inclusive <strong>lo</strong>s electores conservadores me aceptaban,creyeron que yo era el candidato con mayores posibilida<strong>de</strong>s y comenzaron a presionarpara que me votaran.El día <strong>de</strong> las elecciones fue tenso. El recuento <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s votos tuvo lugar durante toda lamañana y gran parte <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. En varias vueltas el asistente provincial <strong>de</strong> laadministración y yo quedamos empatados. En cuanto a mí, insistía en votar por mi rivaly uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos señaló que si yo <strong>hubiera</strong> votado por cualquier otra persona habríainclinado le empate a mi favor. Aunque <strong>de</strong>seaba el puesto me <strong>hubiera</strong> disgustadoganar<strong>lo</strong> con un ardid <strong>de</strong> procedimiento electoral.En aquel momento creo que <strong>de</strong>bería haber renunciado a la candidatura humil<strong>de</strong>mente.La oposición fuerte contra mí estaba bien justificada <strong>de</strong>bido a mi juventud y escasaexperiencia para el puesto. El hecho <strong>de</strong> que yo mismo no <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong> advertido conclaridad era una señal <strong>de</strong> que no estaba preparado para aquel cargo. De todos modos,quienes me apoyaban presintieron la victoria y querían contar con esa nueva persona <strong>de</strong>la que ya se había hablado. No iban a cambiar sus votos sin que yo les comunicara <strong>lo</strong>que <strong>hubiera</strong> <strong>de</strong>cidido. Por fin, convencieron a quienes necesitaban para que votaran pormí y <strong>de</strong> este modo obtuve la mayoría necesaria. En la sexta vuelta me convertí en elsexto provincial <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> San Alberto Magno. No en el más joven alguna vezelegido, pero probablemente uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s más ingenuos.En este momento me tienta escribir un informe sobre mi período <strong>de</strong> provincial parainformar sobre mis <strong>lo</strong>gros y mis fracasos. Algo que abordaría si estuviera escribiendo unlibro sobre historia o una biografía, pero no es éste el objetivo principal <strong>de</strong> estosrecuerdos autobiográficos. Lo más importante es la manera que aquel<strong>lo</strong>s cuatro añoscontribuyó a mi evolución personal. La respuesta es muy dura: aprendí a fracasar.El problema más importante fue que carecía <strong>de</strong> la competencia administrativaque el puesto necesitaba. Le aclaré muy bien al capítu<strong>lo</strong> que yo no era un administrador,y si <strong>lo</strong>s frailes buscaban uno, no <strong>de</strong>berían elegirme. Los electores me aseguraron queesto no era un problema: yo podría encargarle a alguien que se ocupara <strong>de</strong> estascuestiones. Estas palabras sonaban bien pero no tenían sentido práctico. Guste o no, a lagente le agrada apreciar que trata con una autoridad que tiene pleno control sobre lasresponsabilida<strong>de</strong>s a su cargo. Los frailes quieren que las cuestiones se traten <strong>de</strong> unamanera or<strong>de</strong>nada y eficaz. Procuran <strong>de</strong>cisiones claras y sin dudas, y yo manejaba73


presupuestos que superaban más <strong>de</strong> un millón <strong>de</strong> dólares, y también a un personal quesuperaba las cuatrocientas personas. Sé cómo estimular a la gente, pero muy poco sobreorganización y <strong>de</strong>testo lidiar con <strong>de</strong>talles: aunque sean importantes, me abruman. Ignorocómo resolver conflictos y soy débil a la hora <strong>de</strong> una confrontación. Todo fuimosingenuos por haber pensado que <strong>de</strong>bido a que en mi caso personal había conseguidocontribuir a formar un grupo <strong>de</strong> predicación me hallaba en condiciones <strong>de</strong> ocuparme <strong>de</strong>aquellas cuestiones tan importantes. Todo esto me frustraba, sobre todo cuando aún nohabía terminado el primer año <strong>de</strong> mi período y me cuestionaban que no fuera un buenadministrador. Hubiera <strong>de</strong>seado respon<strong>de</strong>r en voz alta: ―¡Se <strong>lo</strong>s dije!‖ Pero se trataba <strong>de</strong>una lección que <strong>de</strong>bía apren<strong>de</strong>r: un provincial eficiente necesita ser un administradoreficiente.Había un área <strong>de</strong> mis ocupaciones en don<strong>de</strong> me sentía competente, y daba porhecho que iba a brindar una contribución sustancial. Nada salió según mis planes. Lai<strong>de</strong>a era simple. El capítu<strong>lo</strong> les había solicitado a <strong>lo</strong>s hermanos que <strong>de</strong>batieran entreel<strong>lo</strong>s sobre su fe. Es fácil que en un grupo <strong>de</strong> hombres que conviven, <strong>lo</strong>s individuos nose conozcan entre sí. Celebramos la liturgia todos juntos, nos reunimos para las comidaso la recreación, y conversamos sobre el tiempo o el último problema en la parroquia, unacontecimiento político, o alguna i<strong>de</strong>a teológica. Pero a menudo olvidamos el tema másimportante <strong>de</strong> todos, esto es, nuestra relación con Dios. A pesar <strong>de</strong> una convivencia <strong>de</strong>muchos años, es posible que nunca conversemos entre nosotros <strong>lo</strong> que experimentamoscon la oración. Esto aún ocurre hoy en día. No es frecuente que hablemos <strong>de</strong> <strong>lo</strong> queexperimentamos en la oración o sobre nuestras tentaciones, o nuestros anhe<strong>lo</strong>s. Rara veznos sentamos y meditamos sobre un pasaje <strong>de</strong> las Escrituras respecto <strong>de</strong> cómo aplicar<strong>lo</strong>a <strong>lo</strong> que nos ocurrió ese día. Casi nunca nos reunimos para rezar espontáneamente conun hermano cuyo padre estuviera enfermo, o meramente triste. Compartimos una rutinacotidiana, y por <strong>lo</strong> general, existe un espíritu <strong>de</strong> caridad y <strong>de</strong> preocupación por el otro.Nuestra vida en común no tiene un saldo negativo. Con todo, es posible que haya másbeneficios cuando apren<strong>de</strong>mos a caminar juntos en nuestro viaje a través <strong>de</strong> la vida. Elcapítu<strong>lo</strong> provincial <strong>de</strong> 1973 intentó remediar esta situación cuando recomendó―compartir la fe‖. ¿Esto no había sido acaso mi ocupación con <strong>lo</strong>s laicos en nuestrasmisiones parroquiales? Pensé que podía hacer <strong>lo</strong> mismo con mis hermanos y me animéa dar el primer paso: visité una comunidad junto con mi asistente y nos reunimos consus miembros y les pregunté qué <strong>lo</strong>s acercaba a <strong>lo</strong>s dominicos. La respuesta fue muy74


positiva: para mí se trataba <strong>de</strong> ―compartir la fe‖. Sin embargo, cuando empleábamosesta expresión, que nos había asignado el capítu<strong>lo</strong> para usarla como mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> diferentepara que las comunida<strong>de</strong>s abordaran sus respectivas experiencias <strong>de</strong> la fe, nostopábamos contra un muro. Aunque tuvieran todas las pruebas, toda la documentaciónfrente a el<strong>lo</strong>s, <strong>lo</strong>s hermanos aún se quejaban <strong>de</strong> que no podían compren<strong>de</strong>r a qué serefería el ―compartir la fe.‖ A pesar <strong>de</strong> que mis colaboradores y yo intentamos aclarar<strong>lo</strong>una y otra vez, <strong>lo</strong>s hermanos <strong>de</strong> esa comunidad seguían sin compren<strong>de</strong>r. Y no se trataba<strong>de</strong> un problema <strong>de</strong> inteligencia, sino <strong>de</strong> temor. Nadie tiene el va<strong>lo</strong>r suficiente pararevelar cosas íntimas. ¿Por qué este obstácu<strong>lo</strong>? ¿Temor <strong>de</strong> parecer débil, superficial ovanidoso? En <strong>lo</strong> personal, cuando un hermano comparte conmigo <strong>lo</strong> que le pasa a suespíritu, incluso si confiesa un pecado, se profundiza el amor que siento por él. Nuncavuelvo a mirar<strong>lo</strong> con ojos indiferentes otra vez, pero supongo que usted, lector, tendríaque vivir la experiencia para creer<strong>lo</strong>. He conocido mucha gente que manifestó que nadie<strong>lo</strong>s amaría si <strong>lo</strong>s conociera como son en realidad. Mis hermanos no diferían <strong>de</strong>l resto,porque era más fácil caminar en la superficie y no correr riesgos. El proyecto <strong>de</strong>―compartir la fe‖ naufragó.Una pérdida triste para mí. No habíamos podido emplear aquel recurso po<strong>de</strong>rosopara nuestro crecimiento en Cristo y amor fraternal. Terminé mi período <strong>de</strong>scorazonado.Algunos amigos me dicen que cuando evalúo aquella época <strong>de</strong> provincial soymuy duro conmigo mismo. Acaso sea cierto. Hubo varias cosas buenas que ocurrieronen aquel<strong>lo</strong>s cuatro años. Me enorgullece que hayamos comenzado un proyecto llamado―Parábola‖, que congregaba a hombres y a mujeres <strong>de</strong> diferentes comunida<strong>de</strong>sdominicas. Antes la ten<strong>de</strong>ncia era que cada comunidad se <strong>de</strong>senvolviera según suspropias pautas. No nos animábamos a continuar con la labor <strong>de</strong> Santo Domingo conrespecto al trabajo cooperativo entre hombres y mujeres. ―Parábola‖ contribuyó paraque encontráramos la riqueza <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dones divinos <strong>de</strong> cada sexo.También me enorgullece nuestro trabajo para el mejoramiento <strong>de</strong> la calidad <strong>de</strong>nuestra prédica. Asimismo, me ocupé <strong>de</strong> que nuestra vida <strong>de</strong> oración fuera másprofunda. La única carta pastoral que escribí a <strong>lo</strong>s hermanos se refería a la oraciónlitúrgica. Cada tanto, invitaba a <strong>lo</strong>s hermanos <strong>de</strong> Chicago para reunirnos en una jornadanocturna <strong>de</strong> oración informal, y muchos respondieron (en verdad, conseguimoscompartir la fe, ahora que vuelvo a este tema).75


Otro aspecto positivo fue que algunos hombres me agra<strong>de</strong>cieron haber confiadoen el<strong>lo</strong>s, ya que mi apoyo les hizo posible aventurarse en nuevos ministerios. Más aún,pu<strong>de</strong> mantener la promesa <strong>de</strong> que sería para el<strong>lo</strong>s un mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> <strong>de</strong> predicador. Meconvocaban a menudo para predicar, y nunca <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> hacer<strong>lo</strong> en retiros y en jornadas <strong>de</strong>reflexión. En alguna oportunidad, <strong>lo</strong>s miembros <strong>de</strong>l concilio me criticaron que empleara<strong>de</strong>masiado tiempo en la prédica y menos <strong>de</strong>l necesario en la administración. Mirespuesta fue si no predicaba me moría, ya que con la prédica reponía fuerzas.Por <strong>lo</strong> tanto, hubo algunos <strong>lo</strong>gros significativos en aquel<strong>lo</strong>s años, aunque sienta quehaya fracasado. En ciertas áreas <strong>de</strong>bí haber sido más enérgico, pero me intimidaban <strong>lo</strong>shermanos a quienes juzgaba más inteligentes y me atemorizaba confrontar<strong>lo</strong>s. Deberíahaber<strong>lo</strong> hecho y con buena razón. Luego estaba la cuestión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s problemas personalesy <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>talles administrativos que me presionaron por un tiempo. Nunca pasé una nochesin dormir, si bien esto significara el noventa por ciento <strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong> un provincial.Mi madre advirtió <strong>lo</strong> que ocurría y rezaba sus novenas para que no mereeligieran. Con semejante voto en contra, ¿cómo iba a triunfar otra vez?Me perturbaba esta cuestión. Sentía que había aprendido mucho li<strong>de</strong>razgo,<strong>de</strong>seaba un segundo período para proseguir y consi<strong>de</strong>raba que mi <strong>de</strong>sempeño había sidouna suerte <strong>de</strong> entrenamiento con buenos resultados y que sería un provincial másenérgico en el período siguiente. Deseaba <strong>de</strong>mostrar a <strong>lo</strong>s hermanos que su confianzainicial en mi persona había sido recompensada.Reconozco que hubo <strong>de</strong>masiada afirmación <strong>de</strong> mi ego al <strong>de</strong>sear que me eligieranuna vez más. Siento intensamente que no <strong>de</strong>bería haber sido algo automático. Es muyposible que <strong>hubiera</strong> sido el candidato correcto en 1973 y que otro perfil fuera necesarioen 1977. Les ofrecí mi apoyo a <strong>lo</strong>s hermanos cuyos nombres se barajaban para la carreraelectoral. Entonces, si pensaba que Dios me había asignado este puesto en 1973, nohabía motivo para pensar que no ocurriría <strong>lo</strong> mismo en 1977 cuando finalmente se eligióa Damián Fandal para que me reemplazara. Los hermanos tienen el <strong>de</strong>recho y laobligación <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar otras posibilida<strong>de</strong>s, inclusive aunque estén conformes con <strong>lo</strong>que se <strong>lo</strong>gró en el período anterior.Pero pese a todo me dolió no haber sido reelecto. Aunque alguien no esté <strong>de</strong>acuerdo conmigo, <strong>lo</strong> que ocurrió fue para mí un fracaso, un rechazo.76


He conocido algunos hermanos que <strong>de</strong>seaban la elección o la reelección, ycuando no <strong>lo</strong> consiguieron se volvieron muy amargados. Desperdicio <strong>de</strong> energía y falta<strong>de</strong> confianza en <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. Tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> que esto no me iba a ocurrir. Con todo,aunque mantuve mi sonrisa, me sentía avergonzado y resultaba duro para míenfrentarme a personas que sabían <strong>lo</strong> que había pasado.En el capítu<strong>lo</strong>, el provincial recién electo quiso recompensarme por mis años <strong>de</strong>servicio con el lanzamiento <strong>de</strong> una campaña para que me eligieran para el capítu<strong>lo</strong>general en Manila. Era una costumbre <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s años hacer algo así como un gesto <strong>de</strong>gratitud hacia un provincial saliente. (46) Me disgustó la i<strong>de</strong>a, y manifesté sinceramenteque había planificado un año sabático y no <strong>de</strong>seaba interrumpir<strong>lo</strong>. La razón másprofunda que no mencioné era que no <strong>de</strong>seaba asistir a un capítu<strong>lo</strong> como el individuoque había perdido la reelección. Cuando reflexioné sobre <strong>lo</strong>s acontecimientos reconocíque estaba renunciando a oportunida<strong>de</strong>s excelentes por culpa <strong>de</strong> mi orgul<strong>lo</strong>, pero <strong>de</strong>cidírespetar mis sentimientos. Tenía que <strong>de</strong>jar que la herida cerrara a su <strong>de</strong>bido tiempo;ocasionalmente es bueno ir a un rincón a l<strong>lo</strong>rar un poco.Los hermanos todavía me presentaban como alguien que había sido suprovincial. Para el<strong>lo</strong>s era obviamente un rasgo <strong>de</strong> distinción, un término que indica quela persona mereció ese cargo. Pero por un tiempo largo me sobresaltaba que <strong>lo</strong>mencionaran. Deseaba olvidar que esto había sucedido. A menudo, cuando una personame preguntaba cuánto tiempo había permanecido en el puesto, le respondía con lahumildad <strong>de</strong> una oveja que apenas habían sido cuatro años. Aquel<strong>lo</strong> había sido unperíodo breve y muchos podían inferir que yo no había triunfado en mi trabajo.Pues bien, todas las cosas colaboran en un aspecto positivo para quienes aman alSeñor, dijo San Pab<strong>lo</strong>. Este momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrota personal no era una excepción y seconvirtió en otro peldaño para mi conversión. Cuando ya no fui provincial meconcedieron un año sabático como recompensa para reponer energías. Pasé la primeraparte en el noviciado <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong>l este y también en una casa <strong>de</strong> retiro con e<strong>lo</strong>bjetivo <strong>de</strong> profundizar mi experiencia <strong>de</strong> oración contemplativa (haré un comentariosobre esto en el próximo capítu<strong>lo</strong>). El Señor me concedió otra bendición, aparte <strong>de</strong> laque <strong>de</strong>seaba: Santa Teresa <strong>de</strong> Lisieux, porque fue ella quien me guió mientras sufría misheridas y me ayudó no só<strong>lo</strong> a aceptar mi situación, sino también a va<strong>lo</strong>rar sinceramente<strong>lo</strong> que me había ocurrido.77


Nunca me había llamado la atención esta santa. En la facultad había leído su―Historia <strong>de</strong>l Alma‖ sin enten<strong>de</strong>rla. Apenas recordaba su plegaria, en la cual ella<strong>de</strong>seaba ser insignificante como un grano <strong>de</strong> arena en la playa. Yo también intentabarezar <strong>de</strong> aquel modo, pero las palabras se ahogaban en mi garganta.¿Qué pensaba <strong>de</strong> su ―manera mo<strong>de</strong>sta‖? Me sonaba como un pretexto, intentarhacer una virtud <strong>de</strong> la incapacidad <strong>de</strong> actuar. Su espiritualidad era <strong>de</strong>masiado dulzona.¿Cómo podría ―un hombre real‖ convertirse en una f<strong>lo</strong>r pequeña? Teresa meincomodaba.Pero el primer libro que atrajo mi atención cuando hice un relevamiento en labiblioteca <strong>de</strong>l priorato fue la biografía <strong>de</strong> la santa que escribió Ida Goerres: ―La caraoculta.‖ Hace varios años que <strong>de</strong>seaba leerla y por fin la hallaba. La tomé en préstamo,y si bien era mi lectura habitual antes <strong>de</strong> ir a dormir, se convirtió en el libro másimportante que leí aquel verano <strong>de</strong>bido a un giro <strong>de</strong> 180° con respecto a mi actitud haciaSanta Teresa. Pu<strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>r la imagen <strong>de</strong> ―f<strong>lo</strong>r pequeña‖ y <strong>de</strong>scubrir a una mujergigante <strong>de</strong> férrea voluntad.Teresa fue una niña malcriada, consentida en exceso por su padre y sushermanas mayores. Se dice que no se <strong>de</strong>bería consentir a <strong>lo</strong>s niños; en el caso <strong>de</strong> Teresa,esto no provocó daño alguno porque aprendió muy temprano que la amaban. Más aún,la manera que se padre se preocupaba por ella y le satisfacía cada capricho le otorgó unaimagen positiva <strong>de</strong> su Padre Celestial, o sea, Dios.―Nunca po<strong>de</strong>mos esperar <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> Dios, que es tan po<strong>de</strong>roso y compasivo. De élrecibiremos precisamente a la medida <strong>de</strong> nuestra esperanza.‖―Mi Dios, ¿no me permitiste tratarte con gran confianza durante mucho tiempo? Mehablaste como el padre <strong>de</strong>l hijo pródigo a su primogénito: todo <strong>lo</strong> mío es tuyo.‖Con todo, Teresa sufría una <strong>de</strong>presión severa. Que sintiera que Dios la amaba noera suficiente para su felicidad. Aún la obsesionaba el temor <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r a Dios. En <strong>lo</strong>saños <strong>de</strong> infancia, sus hermanas mayores le habían enseñado a hacer examen <strong>de</strong>conciencia. Tenía que confeccionar dos listas: una con las buenas acciones <strong>de</strong>l día y otracon las malas. El <strong>de</strong>safío era incrementar la lista <strong>de</strong> las buenas y reducir la <strong>de</strong> las malas.Toda esta cuestión significó una tortura para sus escrúpu<strong>lo</strong>s. Pensaba que Dios<strong>de</strong>bía ser alguien que no fuera meramente un empleado contable. Desechó las listas y78


<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> preocuparse por esto. Cuando reflexionó sobre el evangelio <strong>de</strong> San Juan,concluyó que no sería finalmente juzgada. (47)Cuando su hermana Paulina le confió su temor <strong>de</strong> que cuando ella muriera notendría buenas obras para ofrecer al Señor, Teresa optó por otro curso <strong>de</strong> acción.Semejante posibilidad la hizo feliz. Dado que no tenía nada para ofrecer a Dios, le dijo aPaulina que Dios le daría todo. No <strong>de</strong>seaba que le llevaran la cuenta <strong>de</strong> sus buenasacciones porque entonces Dios se <strong>de</strong>dicaría a ejercer la contabilidad, y si anotaba <strong>lo</strong>shaberes, también tendría que añadir las <strong>de</strong>udas <strong>de</strong> sus pecados. Ya había llegado<strong>de</strong>masiado lejos con esta libreta <strong>de</strong> calificaciones respecto <strong>de</strong> su espiritualidad. Queríaconfiar en el amor pródigo y abundante <strong>de</strong> Dios.Me pregunté si Teresa era realmente sincera. ¿No se trataba <strong>de</strong> una mujer quepresumía <strong>de</strong>liberadamente que nunca había cometido un pecado venial? En su interior,¿no llevaba las cuentas <strong>de</strong> sus actos? ¿Y no se trataba también <strong>de</strong> <strong>de</strong> la mujer queproseguía esforzándose no ya para una buena acción, sino para la acción más virtuosaposible?Creo que muchas reflexiones <strong>de</strong> Teresa aclararan mis dudas, pero precisamenteen sus acciones observo el <strong>de</strong>venir <strong>de</strong> su conversión.Teresa solicitó convertirse en la ―víctima <strong>de</strong> la misericordia divina,‖ fraseextraña en el sig<strong>lo</strong> XXI. Pero tenía sentido en aquel contexto histórico. La insistencia enla oración la volvió doctora <strong>de</strong> la Iglesia y reconocía que su labor fuera tanrevolucionaria en su época que la convencía <strong>de</strong> que la canonizarían. Teresa no era enverdad una ―f<strong>lo</strong>r pequeña‖ cuando solicitó llegar a ser la ―víctima <strong>de</strong> la misericordiadivina.‖En el mundo católico <strong>de</strong> Francia en <strong>lo</strong>s tiempos <strong>de</strong> Teresa, el alma piadosaestaba vinculada con la justicia <strong>de</strong> Dios. Porque Dios era justo no podía simplementeignorar <strong>lo</strong>s daños que había causado el pecador. Hacía falta un castigo y Jesús se hizocargo <strong>de</strong> esta necesidad <strong>de</strong> justicia cuando sufrió y pa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s pecadores. Através <strong>de</strong> Jesús, el pecador se congració con Dios nuevamente. Y aunque no diríamosque nuestro sufrimiento incrementa el va<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> la crucifixión <strong>de</strong> Jesús, diríamos quepo<strong>de</strong>mos unirnos a él en <strong>lo</strong>s sufrimientos y participar con él en las tareas <strong>de</strong> salvación.―Ahora me alegro <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r sufrir por uste<strong>de</strong>s, y completo en mi carne <strong>lo</strong> que falta a <strong>lo</strong>spa<strong>de</strong>cimientos <strong>de</strong> Cristo, para bien <strong>de</strong> su Cuerpo que es la Iglesia.‖ (Co<strong>lo</strong>senses 1, 24)79


Esta fue la gran obra <strong>de</strong>l Carme<strong>lo</strong> don<strong>de</strong> Teresa vivía. Las monjas llevaban vidasausteras <strong>de</strong> penitencia. Trataban <strong>de</strong> ser víctimas <strong>de</strong> la justicia divina, cargando con la<strong>de</strong>uda <strong>de</strong> este gesto <strong>de</strong> justicia <strong>de</strong> modo tal que el pecador pudiera conseguir la libertad.Un día las monjas leyeron sorprendidas el obituario <strong>de</strong> una carmelita colega quehabía pa<strong>de</strong>cido terribles sufrimientos, siempre suplicando sufrir más aún, para que <strong>de</strong>esta manera pudieran salvarse más pecadores.Teresa no podía contemplarse meramente como semejante heroína. Era<strong>de</strong>masiado consciente <strong>de</strong> su <strong>de</strong>bilidad y no sentía que pudiera resistir una penitenciadura. Una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber leído aquel obituario, Teresa respondió escribiendosu famosa plegaria, el corazón <strong>de</strong> su espiritualidad. En la misma, no suplicó convertirseen la víctima <strong>de</strong> la justicia divina, sino <strong>de</strong> la misericordia divina. Tomaría el caminopequeño para celebrar su insignificancia. Llegó a <strong>de</strong>finir la santidad como la habilidad<strong>de</strong> tolerar con paciencia estas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s. Permitió que ella misma se convirtiera en unacriatura consentida. Dejaría que el Señor le concediera sus dones y no le exigiría suamor. Éste vino sin que mediara mérito <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> ella, y en cuanto a aquel<strong>lo</strong>specadores perdidos, no trataría <strong>de</strong> hacer penitencia por el<strong>lo</strong>s. Por el contrario, <strong>lo</strong>s tendríaen su corazón, y le suplicaría al Señor que fuera tan generoso con el<strong>lo</strong>s como con ella.Teresa era una mujer ambiciosa. Quería viajar predicando en el mundo y atraerel mundo hacia Cristo. Para ella era frustrante el encierro en un convento <strong>de</strong> clausura y<strong>lo</strong> consi<strong>de</strong>raba una prisión. Pero asimismo aprendió que podía estar igualmente en todosaquel<strong>lo</strong>s lugares en el extranjero <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cuales había tenido noticias. Podía estar encualquier parte, conservar a toda aquella gente y a todos aquel<strong>lo</strong>s sitios en su corazón ypodía amar<strong>lo</strong>s. Esta era su manera mo<strong>de</strong>sta <strong>de</strong> hacer las cosas.Al principio, esto me parecía una actitud piadosa. Eventualmente comprobé la verdad.Teresa tenía conciencia mística <strong>de</strong> la unidad <strong>de</strong> toda la creación. Sabía que todosestábamos vinculados, y por <strong>lo</strong> tanto incluso en <strong>lo</strong> que diría sobre ella misma para autoflagelarse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su propia muerte: ―Será difícil para esta hermanita, por másamistosa que sea, que haya hecho algo que merezca difusión.‖ Nunca se pronunciaronpalabras más falsas.Mientras estudiaba la vida <strong>de</strong> Teresa y su doctrina espiritual, sentí que mehallaba <strong>de</strong> regreso en Dubuque abordando el tratado <strong>de</strong> Santo Tomás sobre la gracia.Me llevaba toda una vida asimilar<strong>lo</strong>. Como provincial aún intentaba hacer<strong>lo</strong> por mi80


cuenta. No pretendo afirmar que no rezaba suplicando la guía y la ayuda <strong>de</strong> Dios. Demis labios siempre brotaban plegarias. Mi problema era que todavía me restaba muchoego para reducir. Acaso no me encontraba <strong>de</strong>l todo cómodo con las obligaciones <strong>de</strong>lli<strong>de</strong>razgo eclesiástico. No me agradaba ser el primero en la fila para recibir la comida.Todavía me gustaba disfrutar <strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> hacer las cosas a mi modo. Era buenala i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> ser un lí<strong>de</strong>r enérgico. Cuando era provincial, aún me acompañabaun consejo que mi padre me había dado para estimularme y que me había puesto en elrumbo equivocado.―No me importa <strong>lo</strong> que seas, Gerard. Pue<strong>de</strong>s llegar a ser un cavador <strong>de</strong> zanjas, si estoes <strong>lo</strong> que quieres. Só<strong>lo</strong> quiero que seas en el mejor cavador <strong>de</strong> zanjas.‖ Nunca fui elmejor ni el más brillante en nada, y rara vez me esfuerzo para sacar <strong>lo</strong> mejor <strong>de</strong> mí. Peroaquí estaba, el muchacho maravilla que <strong>de</strong>scubría que só<strong>lo</strong> era un muchacho.Tenía tanto que apren<strong>de</strong>r antes <strong>de</strong> asumir. Nunca <strong>de</strong>bí haber aceptado aquelpuesto pues no tenía el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión imprescindible, y tampoco <strong>lo</strong>s conocimientosadministrativos que se requerían. Había <strong>de</strong>seado ejercer mi cargo eficazmente yesperaba que todo saliera según mis planes, y luego, frente a todos, me <strong>de</strong>splazaron. Decualquier manera que <strong>lo</strong> abor<strong>de</strong>, <strong>lo</strong> sentí como un rechazo.El padre Luis Evely, años antes <strong>de</strong> que asumiera el muchacho maravilla <strong>de</strong> laprovincia <strong>de</strong>l este, tampoco había sido reelecto. Lo encontré al comienzo <strong>de</strong>l capítu<strong>lo</strong> ensu función <strong>de</strong> asistente <strong>de</strong>l maestro <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n. Se dio cuenta <strong>de</strong> mi situación y me dijo:―Jerry, te va a doler por un tiempo, pero <strong>de</strong>spués pasará.‖Luis tenía razón, aunque aquel ―por un tiempo‖ fuera <strong>de</strong>masiado largo. Finalmenteconseguí reconocer <strong>lo</strong> valioso que había aportado a mi cargo y <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sentir vergüenzacuando contaba que só<strong>lo</strong> había durado cuatro años. Pero se convirtió en algo más queuna cuestión <strong>de</strong> superar<strong>lo</strong>: comencé a sentirme mejor cuando pu<strong>de</strong> reconocer, comoSanta Teresa, mi manera mo<strong>de</strong>sta.Notas al capítu<strong>lo</strong> 7(46) Una mala política. Nuestros capítu<strong>lo</strong>s rectores están organizados <strong>de</strong> modo tal que<strong>lo</strong>s provinciales se trasladan a la mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s capítu<strong>lo</strong>s; para un capítu<strong>lo</strong> alternativo81


se envía a alguien que recién empieza, como si se tratara <strong>de</strong> un sistema <strong>de</strong> cheques y <strong>de</strong>saldos, y para fomentar una perspectiva más amplia con respecto a la toma <strong>de</strong><strong>de</strong>cisiones. Pero esto último no ocurre cuando se envía a un capítu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> <strong>de</strong>finidores a unhermano a quien <strong>lo</strong> han rebajado en jerarquía.(47) ―Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado,tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado <strong>de</strong> la muerte a lavida.‖ (Juan 5,24)(48) Ver la explicación <strong>de</strong> este texto en la nota al pie <strong>de</strong> página en la Biblia <strong>de</strong>Jerusalén, edición <strong>de</strong> 1966, 1985 y otras.82


CAPITULO 8 –MIS PLEGARIAS SE VUELVEN MAS PROFUNDAS GRACIAS A LOSTRAPENSESCuando hab<strong>lo</strong> sobre mi formación, digo que nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos, no contábamoscon un sistema particular <strong>de</strong> meditación. Nos permitían <strong>de</strong>sarrollar un esti<strong>lo</strong> propio. Paramí, una ventaja: se respetaba nuestra individualidad, sobre todo con respecto a Dios. Sinembargo, había algunas <strong>de</strong>sventajas. A menudo es más fácil rechazar o adaptar unsistema impuesto antes que empezar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cero. En mi caso personal, había ido<strong>de</strong>masiado lejos y me sentía frustrado.Ya conocía la importancia <strong>de</strong>l silencio en la plegaria, algo que nuestro prefecto <strong>de</strong>disciplina nos había enseñado. Durante el período <strong>de</strong> meditación, la mayoría <strong>de</strong> nosotrosusaba un libro como guía <strong>de</strong> pensamientos (y para evitar que nos ganara el sueño).Después <strong>de</strong> unos meses, sin embargo, el padre Connell nos or<strong>de</strong>nó <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> lado estoslibros y empezar a trabajar por nuestra cuenta. Bastaba cualquier pensamiento piadosoque nos pasara por la cabeza, y cualquier examen <strong>de</strong> conciencia o <strong>de</strong>cisión práctica quecontribuyera a una vida más virtuosa. Con todo, <strong>lo</strong> que en verdad <strong>de</strong>seábamos era laacción <strong>de</strong> gracias y la alabanza, y en última instancia, la unión silenciosa en el amor.Parecía espléndido, pero ¿qué era exactamente la unión silenciosa en el amor?¿Sería posible que yo pudiera aspirar a <strong>lo</strong>grar<strong>lo</strong> tras gran<strong>de</strong>s esfuerzos con <strong>lo</strong>srudimentos <strong>de</strong> mi vida espiritual? Nuestra teo<strong>lo</strong>gía dominica nos había enseñado quetodos estaríamos en unión con Dios algún día.Pero yo era la excepción. Cuando meditaba, mi mente continuaba una <strong>lo</strong>cacarrera en direcciones distintas. Si permanecía en silencio, no sabía qué hacer, cómomantener<strong>lo</strong>, y tampoco cuánto tiempo. Pensaba que en aquel momento <strong>de</strong>bería teneralguna epifanía o experiencia religiosa, una revelación <strong>de</strong> Dios en forma intangible.Dado que nada ocurría, só<strong>lo</strong> me quedaba hacer <strong>lo</strong> único que podía en estas ocasiones:levantarme y empren<strong>de</strong>r la retirada. La meditación había concluido.Un colega dominico trató <strong>de</strong> enseñarme la experiencia contemplativa empleando laplegaria <strong>de</strong> Jesús. O este hermano la había interpretado erróneamente o era yo quien sehabía equivocado. De cualquier manera, la oración era farragosa. Había que empezarcon esta larga fórmula: ―Jesucristo, hijo <strong>de</strong>l Dios viviente, que tengas piedad <strong>de</strong> mí, un83


pecador,‖ y luego se repetía una y otra vez. Poco a poco se reducía la fórmula, seeliminaban las frases una por una hasta que só<strong>lo</strong> quedaba ―Jesús‖. Y luego, con granesfuerzo, gran concentración, la mente en blanco <strong>de</strong> modo tal que el nombre ya no fueranecesario, y uno se lanzaba hacia el otro lado y experimentaba a Dios en una dimensiónnueva. Pasé muchos años imaginando que tenía que saltar por encima <strong>de</strong> un muro queen realidad estaba en otro lugar. (49)Los trapenses me rescataron con su plegaria concentrada. En el primer año comoprovincial había integrado un comité <strong>de</strong> vida espiritual <strong>de</strong> la Convención <strong>de</strong> SuperioresMasculinos y la primera misión había sido un retiro sobre plegaria concentrada,<strong>de</strong>sarrollado por Basil Pennington, OSC, <strong>de</strong> la abadía <strong>de</strong> San José, en Spencer,Massachusetts.Nunca había pensado que <strong>lo</strong>s monjes trapenses fueran a abandonar alguna vez susmonasterios para organizar retiros y talleres. La or<strong>de</strong>n dominica se fundó en el sig<strong>lo</strong>XIII precisamente para liberar a <strong>lo</strong>s monjes <strong>de</strong> la prédica trashumante. No era sucarisma. Pero como en <strong>lo</strong>s tiempos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dominicos, <strong>lo</strong>s monjes eran quienes advertíanesta necesidad y se trasladaban para predicar la Palabra. Los monjes <strong>de</strong> Spencer fueron<strong>lo</strong>s primeros en compren<strong>de</strong>r la necesidad <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s tiempos contemporáneos, y asimismoadvertían quienes tenían la capacidad <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.Muchos hombres jóvenes y mujeres visitaban la abadía en Spencer para conversar con<strong>lo</strong>s monjes sobre <strong>lo</strong> trascen<strong>de</strong>nte. Algunos estaban <strong>de</strong> paso, <strong>de</strong>seaban unirse a <strong>lo</strong>sashrams hindúes o a <strong>lo</strong>s sanghas budistas, sin reconocer que ya tenían la puerta abiertaal Dios trascen<strong>de</strong>nte en la tradición cristiana. En 1971, el papa Pau<strong>lo</strong> VI convocó a lasramas monásticas <strong>de</strong> la Iglesia para que ayudaran a revivir la dimensión contemplativapara TODOS <strong>lo</strong>s católicos: <strong>lo</strong>s monjes comenzaron a ofrecer retiros y talleres.Apareció la ―oración central‖. El término fue acuñado por primera vez en un taller <strong>de</strong>Basil Pennington, en el cual se citaba a Thomas Merton: ―Rara vez oramos só<strong>lo</strong> con lamente. La meditación monástica involucra a todo el hombre, y proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong>nuestro ser.‖ Los participantes tomaron esta frase y así nació la ―oración central‖. (50)La oración central es la metodo<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong> un clásico <strong>de</strong>l sig<strong>lo</strong> XIV: La nube <strong>de</strong> <strong>lo</strong><strong>de</strong>sconocido. Es la parte <strong>de</strong> una travesía que reconoce que si bien <strong>de</strong>bemos esforzarnospara ―conocer‖ a Dios a través <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> las Escrituras y <strong>de</strong> la teo<strong>lo</strong>gía, nuestroconocimiento más completo resulta una mera ana<strong>lo</strong>gía, es <strong>de</strong>cir, algo más falso que84


verda<strong>de</strong>ro, porque Dios está más allá <strong>de</strong> nuestro entendimiento. Santo Tomás pasó todasu vida concentrado en el estudio y la enseñanza <strong>de</strong> la teo<strong>lo</strong>gía, la ciencia sobre Dios.Con todo, escribió que ―la persona que mejor conoce a Dios es aquella que reconoceque <strong>lo</strong> que piense y hable sobre Él nunca es suficiente para conocer quién es en verdad‖y que ―<strong>lo</strong> primordial en el conocimiento humano sobre Dios es saber que no se sabenada al respecto.‖Más aún, según Karl Rahner escribió: ―Ningún hombre pue<strong>de</strong> ofrecer la libertad quenecesita para respon<strong>de</strong>r a Dios por completo. Para esta tarea necesita que el mismo Dios<strong>lo</strong> libere, y só<strong>lo</strong> la plegaria pue<strong>de</strong> liberar<strong>lo</strong>. La plegaria es entonces un recurso necesarioporque manifiesta la <strong>de</strong>bilidad humana, la afirmación <strong>de</strong> la nada <strong>de</strong>l hombre y el corte<strong>de</strong>finitivo con todos <strong>lo</strong>s medios <strong>de</strong> evasión.‖ (51)Cortamos estos medios <strong>de</strong> evasión con nuestro silencio, <strong>de</strong> la misma manera quealguien abrumado con un rega<strong>lo</strong> admite que no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir nada, algo que tambiénconstituye la regla <strong>de</strong> la oración central.Cuando conocí a Santa Teresa cambié el nombre <strong>de</strong> mi plegaria. Se convirtió en laoración <strong>de</strong> ―la manera mo<strong>de</strong>sta‖, la oración <strong>de</strong> la pobreza espiritual. El momento queaceptamos nuestra mu<strong>de</strong>z porque nos reconocemos tan pequeños, y ningún esfuerzo esa<strong>de</strong>cuado para alabar o agra<strong>de</strong>cer a Dios. Para expresar <strong>lo</strong> inefable articulamos sonidosconfusos o balbuceamos.La oración contemplativa es asimismo un ejercicio que establece nuestras priorida<strong>de</strong>sclaramente. Todas las bendiciones maravil<strong>lo</strong>sas <strong>de</strong> Dios para nosotros, sus hijos, algoque San Juan <strong>de</strong> la Cruz <strong>de</strong>nominan mensajeros que nos hablan <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios. Tar<strong>de</strong>o temprano, sin embargo, <strong>de</strong>bemos expresarle a Dios: ―Gracias por tus mensajes y tusmensajeros, pero ahora quiero que vengas a mí.‖ (52)―No es posible enseñar ni explicar la contemplación con claridad, sino dar indicios,señalarla, sugerirla, simbolizarla.‖ (53) Cuando la experimentamos nos libramos <strong>de</strong> lasconcepciones erróneas <strong>de</strong> la misma, <strong>lo</strong> cual explica por qué abordamos esta cuestión <strong>de</strong>modo superficial en nuestro programa formativo. Por el contrario, <strong>lo</strong>s trapensescontaban con una orientación más práctica y nos dieron acceso a esta técnica.Tome asiento en una silla cómoda. Relájese. Este es el arte <strong>de</strong> no hacer nada.Permanezca alerta. No <strong>de</strong>sea dormir; por <strong>lo</strong> tanto no necesita que la silla sea <strong>de</strong>masiado85


landa, pero a la vez tampoco <strong>de</strong>be mover su cuerpo porque no pue<strong>de</strong> acomodar<strong>lo</strong>correctamente, o porque el asiento sea <strong>de</strong>masiado duro.No piense en nada. Los pensamientos vendrán, pero déje<strong>lo</strong>s correr. No se concentreen el<strong>lo</strong>s. Elija una palabra. Permanezca sentado, quieto, y permita que su mente seconcentre en ella. Sentimientos y reflexiones distintas, heridas olvidadas, algunaintuición, cosas a la <strong>de</strong>riva que <strong>de</strong> pronto ascien<strong>de</strong>n a la superficie en la corriente <strong>de</strong> laconciencia. Permita que todo fluya. Incluso si comienza a tener una visión. Que todofluya. Este no es momento para visiones. Es el momento para reconocer que ningunavisión es a<strong>de</strong>cuada para la realidad <strong>de</strong> Dios. Cada vez que comienza a ―engancharse‖ enuna i<strong>de</strong>a o en una imagen, regrese a su palabra. Repítala lenta para usted mismo. Noimporta qué palabra sea. No va a meditar sobre la misma porque se trata <strong>de</strong> un mantra.Lo que cuenta es su manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar la intención <strong>de</strong> estar con Dios y ofrecer algopara que su mente se concentre mientras su espíritu se traslada a otro nivel <strong>de</strong>existencia: el único objetivo.Concéntrese en esta palabra durante la plegaria y vuelva a ella al comenzar en otraocasión. Trate <strong>de</strong> orar a la mañana y a la noche, por <strong>lo</strong> menos veinte minutos en cadasesión. Cuando termine, rece para sí un Padrenuestro, suave y lento. Esta plegaria queJesús nos enseñó es en efecto una expresión verbal <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que manifiesta con el silencio,y constituye la manera <strong>de</strong> regresar tranquilamente a nuestro mundo cotidiano.Nada <strong>de</strong>be pasar a nivel consciente en la oración central: ―Dichoso el espíritu queconsigue la inconsciencia perfecta <strong>de</strong> toda experiencia sensible a la hora <strong>de</strong> la plegaria.‖(54) ―La oración no es perfecta cuando el monje tiene conciencia <strong>de</strong> que está orando.‖(55)La técnica ayuda a conseguir y a mantener la quietud. (56) No se trata <strong>de</strong> aqueltrabajo arduo que un hermano dominico había sugerido, sino <strong>de</strong> la relajación y <strong>de</strong>labandono <strong>de</strong> sí mismo.Era interesante observar en aquel<strong>lo</strong>s primeros grupos <strong>de</strong> aprendizaje sobre la oracióncentral, cómo nos tentaba la productividad, una obsesión norteamericana. Losparticipantes insistían con la pregunta: ―¿Cómo sabes <strong>de</strong> que se trata <strong>de</strong> una plegaria sino estás haciendo nada?‖ Si nos preocupa esta cuestión, nos co<strong>lo</strong>camos en la posición<strong>de</strong> Marta, cuya historia es bien conocida (Lucas 10,5). Marta y María eran buenasamigas <strong>de</strong> Jesús y a él le gustaba visitarlas. En una oportunidad, Jesús conversaba con86


María mientras Marta hacía las tareas hogareñas, pero estaba fastidiada porque no podíadisfrutar <strong>de</strong> la charla con el visitante.Nosotros, <strong>lo</strong>s predicadores, hemos recurrido a este relato una y otra vez comoadvertencia sobre <strong>lo</strong>s riesgos <strong>de</strong> una vida repleta <strong>de</strong> ocupaciones y poco tiempo para lareflexión. El mensaje <strong>de</strong>l evangelio trascien<strong>de</strong> este aspecto, pero por el momentopo<strong>de</strong>mos conservar esta interpretación muy popular.Los padres <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto avanzaron un poco más. Afirmaron que en la plegaria, todosnos transformamos en Marta, diligente y charlatana. Lo observamos en las técnicas <strong>de</strong>oración que nos obligan a finalizar con una pregunta pragmática: ―¿Cómo aplicarásestas reflexiones en tu propia vida?‖ Tal era la preocupación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s superiores conquienes yo trabajaba.El peor aspecto <strong>de</strong> la fi<strong>lo</strong>sofía pragmática norteamericana: la plegaria es inútil si no laempleamos conscientemente para cumplir un objetivo. ¿Por qué una plegaria tiene queser útil? Cuando visito a un amigo, ¿<strong>de</strong>bo tomar una <strong>de</strong>cisión con fines prácticos paramejorar el víncu<strong>lo</strong> antes <strong>de</strong> retirarme?Entre nosotros hay <strong>de</strong>masiada gente que habla <strong>de</strong> Dios en exceso mientras se reza.Los monjes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>lo</strong>s llamarían ―Martas‖. Apren<strong>de</strong>mos entonces a permanecer ensilencio y a entrar en contacto con Dios, a escuchar cada tanto mientras le damos a Diosla oportunidad <strong>de</strong> que nos hable. Con todo, incluso en esta situación, po<strong>de</strong>mos serMartas preocupadas con respecto a la finalidad <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que hacemos. ¿Para qué presumirque Dios <strong>de</strong>sea comunicarse con nosotros? Quizás Dios só<strong>lo</strong> <strong>de</strong>sea estar con nosotros.Una vez le pregunté a mi madre qué pasaba por su mente mientras rezaba el rosario.―Nada,‖ me respondió. ―Só<strong>lo</strong> cierro <strong>lo</strong>s ojos y estoy con Dios.‖ Los buenos amigos nosiempre tienen que hablar, y mucho menos aquellas parejas que llevan muchos años <strong>de</strong>casados.Si preguntamos cómo es posible reconocer una plegaria, <strong>lo</strong>s monjes respon<strong>de</strong>n: ―Porsus frutos <strong>lo</strong>s conocerán.‖ (Mateo 7,16). Reza la plegaria y observa qué ocurre. Altranscurrir tu vida, advertirás <strong>lo</strong>s cambios.Los monjes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto discurrieron acerca <strong>de</strong> cómo se vuelve más fácil enten<strong>de</strong>r lasEscrituras, por ejemp<strong>lo</strong>, y <strong>de</strong> cómo mejora la plegaria regular por la vida. (57)Ofrecieron testimonio <strong>de</strong>l crecimiento <strong>de</strong>l amor, <strong>de</strong> la capacidad <strong>de</strong> perdonar y <strong>de</strong> laabstención <strong>de</strong> juzgar a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. (58) Comenzaron a observar a todo el universo <strong>de</strong>s<strong>de</strong>87


una perspectiva completamente distinta. (59) Habría resultados positivos. Sufriríaquemaduras si permanezco expuesto al sol por mucho tiempo. (60) No puedo acercarmea Dios sin que me transforme, y puedo reconocer cómo esta oración abrió mis ojos, perono <strong>de</strong>bo registrar todo. No es necesario hacer examen <strong>de</strong> conciencia todos <strong>lo</strong>s días.―Existe un sentido que probablemente encuentren quienes <strong>lo</strong> busquen, pero tambiénexiste otro, <strong>de</strong> igual importancia, que si se busca con frenesí, algo impedirá el acceso.‖Esta es una reflexión <strong>de</strong>l teó<strong>lo</strong>go cuáquero, Dr. Trueb<strong>lo</strong>od. Ofrece el ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> hacerun gran esfuerzo <strong>de</strong> memoria para recordar un nombre olvidado, algo que usualmenteno funciona. Debemos hacer una pausa y <strong>de</strong>sviar la atención <strong>de</strong>l problema que nosocupa, y en ese momento el nombre surge <strong>de</strong> repente. ―De la misma manera, elencuentro con el Dios viviente a menudo ocurre cuando <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> intentar<strong>lo</strong> y só<strong>lo</strong>permanecemos en espera.‖ (61)La oración central llenó una brecha gran<strong>de</strong> en mi evolución espiritual y me convertíen un entusiasta <strong>de</strong>l método. Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber empezado, me hallaba cenando conmi amigo John y mientras conversábamos sobre meditación, me dijo que la gente que lapracticaba eran por <strong>lo</strong> general pésimos consejeros: ―No importa <strong>lo</strong> que le ocurra a lapersona, el consejero consi<strong>de</strong>ra la solución como meditación.‖Largué una carcajada. Esto era exactamente <strong>lo</strong> que había comenzado a hacer. Contodo, no siempre carecía <strong>de</strong> fundamento. Cuando <strong>de</strong>sarrollábamos un taller sobrepredicación en una provincia, las horas que me asignaban trataban este método <strong>de</strong>oración. Algunos se preguntaban qué tenía que ver con la prédica. Mi respuesta: ―¡Todotiene que ver con la prédica! No he cambiado <strong>de</strong> opinión. Una <strong>de</strong> las divisas <strong>de</strong> lafamilia dominica es ―dar a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más <strong>lo</strong>s frutos <strong>de</strong> nuestra contemplación.‖ Algo que noconsiste en pasarle a <strong>lo</strong>s otros <strong>lo</strong>s juicios sobre la verdad que contemplamos.‖ (62) Laspalabras <strong>de</strong> Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino. Mi entusiasmo tiene buena compañía. Y en tantoya no <strong>lo</strong> empleo como bálsamo cura<strong>lo</strong>todo, consi<strong>de</strong>ro que la oración central es larespuesta a muchos <strong>de</strong> mis esfuerzos. Me ayuda a vivir en un plano distinto don<strong>de</strong> lapercepción y el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios se manifiestan <strong>de</strong> sin dificulta<strong>de</strong>s.Mi formación dominica me enseñó esto en teoría, pero mis hermanos trapenses meayudaron a transitar el sen<strong>de</strong>ro. Siempre voy a estar en <strong>de</strong>uda con el<strong>lo</strong>s. Me encantaríapo<strong>de</strong>r hacer<strong>lo</strong> con mis hermanos dominicos. Cuando ingresé en la Or<strong>de</strong>n por primeravez, <strong>lo</strong>s períodos <strong>de</strong> meditación se hacían en común y a varios hermanos <strong>lo</strong>s distraía.Era arduo meditar cuando un hermano a tu lado comenzaba a roncar o hacía ruido al88


pasar las páginas <strong>de</strong> un libro. Entonces la meditación se convirtió en una prácticaprivada y así fue como perdimos algo <strong>de</strong> va<strong>lo</strong>r incalculable.Había un problema. Aunque intentáramos trabajar en aquellas sesiones comunitarias,no nos esforzábamos para concentrar nuestros esfuerzos. Cuando un grupo <strong>de</strong> personaspermanece unido con este propósito, la energía <strong>de</strong>l Espíritu Santo influye en todos.Resulta entonces más fácil meditar en grupo, y así se fortalece el víncu<strong>lo</strong> afectivo entre<strong>lo</strong>s participantes. Me gustaría intentar una meditación comunitaria una vez más con estanueva perspectiva. Creo que sería una contribución sólida a la vida en comunidad. (63)Notas al capítu<strong>lo</strong> 8(49) Con respecto a la vida <strong>de</strong> plegaria, existe una manera en la cual nosotros <strong>lo</strong>shermanos nos <strong>de</strong>cepcionamos <strong>lo</strong>s unos a <strong>lo</strong>s otros. Sabemos que <strong>de</strong>bemos alcanzarniveles altos <strong>de</strong> oración contemplativa. Afirmamos que es un requisito para nuestraprédica. Con todo, apenas esperamos que esto ocurra. ―La unión mística con Dios‖ espara <strong>lo</strong>s santos y en verdad no querríamos ser tan soberbios como para lanzar nuestracandidatura. .Incluso cuando estaba en el Smyth Hall, Loras College, alguien dijo que cuando se<strong>de</strong>sarrollan <strong>lo</strong>s hábitos básicos <strong>de</strong> la virtud, se pue<strong>de</strong> esperar el ingreso en nivelesprofundos <strong>de</strong> plegaria. Sabía que no era un santo, pero por <strong>lo</strong> menos pensaba quecumplía con la preceptiva fundamental. Un día le pregunté a mi confesor: ―¿Qué hagoahora?‖ No recibí respuesta; mi pregunta <strong>lo</strong> había incomodado. Abandoné elconfesionario avergonzado por haber sido tan presumido.Acaso sería más fácil si consiguiéramos que el misticismo fuera menos místico. Mesorpren<strong>de</strong> y me entusiasma en mi paso por la vida cómo muchos místicos genuinos queconocí, gente común en comunión profunda con Dios. San Juan <strong>de</strong> la Cruz afirma queapenas comenzamos nuestra travesía con el Señor, <strong>de</strong>beríamos tener la esperanza <strong>de</strong>ingresar en la contemplación. A menudo la gente llega a este estadio a través <strong>de</strong> laplegaria. Un signo es que las otras formas <strong>de</strong> "meditación" ya no funcionan. Suinspiración se secó, pero en vez <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar<strong>lo</strong> como un signo <strong>de</strong> progreso y unllamado a ir más allá <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que ya tienen, la persona piensa que es un fracaso y <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>89


ezar. Como en mi caso personal, cuando conseguí permanecer en silencio, y luego melevanté y me retiré porque no sabía qué hacer.Cuando <strong>de</strong>sarrollamos nuestra vida <strong>de</strong> oración, no se trata só<strong>lo</strong> <strong>de</strong> cómo <strong>de</strong>seamosestar con Dios, sino <strong>de</strong> cómo Dios <strong>de</strong>sea estar con nosotros. Reflexiono sobre el capítu<strong>lo</strong>17 <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> San Juan, en particular <strong>lo</strong>s versícu<strong>lo</strong>s 22 y 23, don<strong>de</strong> Jesús reza a suPadre: ―Yo les he dado la g<strong>lo</strong>ria que tú me diste para que sean uno, como nosotrossomos uno –yo en el<strong>lo</strong>s y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo sepaque tú me has enviado y que <strong>lo</strong>s amé como tú me amaste.‖Dios es mucho más que alguien que soluciona nuestros problemas, el que satisfacenuestras necesida<strong>de</strong>s, el Padre que nos consiente con chucherías que nos <strong>de</strong>leitan. Diosnos invitó a una vida íntima con la Santísima Trinidad, compartirla a pleno. Dios <strong>de</strong>seabrindarnos su sí mismo.(50) Extraje esta información <strong>de</strong> una entrevista con el abad Thomas Keating, queapareció en Common Boundary, en septiembre <strong>de</strong> 1997. Debe haber sido el taller en elcual participé, si bien no recuerdo el diá<strong>lo</strong>go que condujo a este nombre.(51) Sobre la Plegaria, p. 15.(52) Leí la mayoría <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> la Cruz, pero en aquel<strong>lo</strong>s años nopensaba citar<strong>lo</strong> algún día en libro alguno. Por <strong>lo</strong> tanto, las referencias en esta unidad son<strong>de</strong> ―segunda mano‖ y tomadas <strong>de</strong> notas <strong>de</strong> conferencias a cargo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s monjes <strong>de</strong> laabadía <strong>de</strong> San José.(53) Nuevas semillas <strong>de</strong> contemplación, capítu<strong>lo</strong> 2.(54) Evagrius, Chapters on Prayers, No. 120(55) Casiano, Conferences 9, 31(56) En la oración central permanecemos sentados en silencio. Esto no significa quepo<strong>de</strong>mos vaciar completamente nuestras mentes <strong>de</strong> todo pensamiento. Esto es casiimposible. Los pensamientos siguen su curso. Simplemente no se concentre en el<strong>lo</strong>s.También <strong>de</strong>bemos tener cuidado con respecto a i<strong>de</strong>ntificar esta plegaria con unsentimiento <strong>de</strong> paz. La paz está a menudo allí. No obstante, el período <strong>de</strong> plegaria pue<strong>de</strong><strong>de</strong> hecho ser muy turbulento. Es difícil permanecer allí en estos momentos, como si <strong>lo</strong>sveinte minutos nunca terminaran. Esto no significa que no haya sido una buena sesión<strong>de</strong> plegaria. Los pensamientos, <strong>lo</strong>s problemas, las tensiones y <strong>lo</strong>s recuerdos do<strong>lo</strong>rosos90


suben a la superficie mientras meditamos. Estas cosas tienen que ascen<strong>de</strong>r, porque<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jar que se vayan, trascen<strong>de</strong>rlas. Es parte <strong>de</strong>l proceso y Dios está tan presenteallí como en cualquier sentimiento <strong>de</strong> paz. En este sentido, <strong>lo</strong>s monjes explicaron que nohay cosa que distraiga a menos que <strong>de</strong>liberadamente nos aferremos a la misma. Todo <strong>lo</strong>que ocurre es parte <strong>de</strong>l proceso, todo nos lleva más cerca <strong>de</strong> Dios.(57) En Review for Religious, enero 1978, Thomas Keating escribió: ―La oracióncentral no tiene por objetivo reemplazar todos <strong>lo</strong>s otros tipos <strong>de</strong> plegaria, pero co<strong>lo</strong>catodos <strong>lo</strong>s otros tipos <strong>de</strong> oración en una nueva perspectiva. Hace foco en la presencia <strong>de</strong>Dios en nuestro interior y nos impulsa a <strong>de</strong>scubrir su presencia en cualquier otro lugar.Por <strong>lo</strong> tanto, no se trata <strong>de</strong> un fin en sí mismo, sino <strong>de</strong> un comienzo. No es algo parahacer por la experiencia misma, sino por <strong>lo</strong>s frutos <strong>de</strong> la vida propia.‖(58) ―Ha <strong>lo</strong>grado la oración real y el amor no distingue las diferencias entre las cosas;no distingue el justo <strong>de</strong>l pecador, pero ama a ambos <strong>de</strong> igual manera y no juzga aningún hombre, como Dios hace que el sol brille y la lluvia caiga sobre <strong>lo</strong>s justos y <strong>lo</strong>sinjustos.‖ Citado en The Way of the Pilgrim.(59) ―Y cuando recé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi corazón, todo <strong>lo</strong> que estaba en torno a mí parecía<strong>de</strong>licioso. Los árboles, la hierba, <strong>lo</strong>s pájaros, la tierra, el aire y la luz parecían contarmeque existían para la causa <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres, que testimoniaban el amor <strong>de</strong> Dios a la razahumana, que todo probaba el amor <strong>de</strong> Dios a la raza humana, que todas las cosas orabanpor Dios y cantaban su alabanza.‖ Citado en The Way of the Pilgrim.(60) En un retiro a mi cargo, una hermana compartió esta comparación conmigo. Loque yo <strong>de</strong>seo señalar por medio <strong>de</strong> la importancia <strong>de</strong>l diá<strong>lo</strong>go que todos llegan apredicar.(61) D. Elton Trueb<strong>lo</strong>od, The People Called Quakers.(62) Summa Teo<strong>lo</strong>gica of St. Thomas, II-II/182 a.2 ad 3.(63) En <strong>lo</strong>s últimos meses me fue difícil tomar asiento en silencio para la oracióncentral. Ahora sufro el mal <strong>de</strong> Parkinson y afecta mis estados <strong>de</strong> ánimo, e incluso aveces mi capacidad para permanecer sentado en quietud. Irónicamente, esto me hizoretornar a la práctica <strong>de</strong> rezar el rosario, una oración que nunca me había gustado y quehacía varias décadas que no la rezaba. Descubrí que esta <strong>de</strong>voción me brindaba elmismo silencio <strong>de</strong> la oración central. Hemos contado con nuestro método todo el tiempoy ha sido muy popular entre muchos hermanos. A menudo no va<strong>lo</strong>ro <strong>lo</strong>s tesoros que91


siempre han estado al alcance <strong>de</strong> la mano, y <strong>de</strong> pronto alguien fuera <strong>de</strong> mi propiatradición tiene que acudir para encaminarme en la senda correcta.Capítu<strong>lo</strong> 9 - Tareas <strong>de</strong> ministerio hispano parlanteLas primeras seis semanas <strong>de</strong> licencia sabática fueron idílicas La belleza <strong>de</strong> lanaturaleza, la calidad <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> oración comunitaria, la cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s frailes, todocolaboraba para que el lugar fuera una renovación espiritual. Y para profundizar miconocimiento <strong>de</strong> la plegaria central, una vez a la semana viajaba en auto a Spencer paravisitar al abad Thomas Keating en la abadía <strong>de</strong> San José.No recuerdo una sola palabra que el abad me dijo, pero nunca olvidaré aquellassesiones. Le preguntaba sobre algo que yo había leído aquella semana y esto era todo.El abad no paraba <strong>de</strong> hablar durante cuarenta y cinco minutos como si yo no estuvieraen aquel cuarto. Una observación llevaba a otra, y él ascendía muy arriba, supensamiento <strong>de</strong>masiado elevado para que yo pudiera compren<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>. No era necesario,porque <strong>lo</strong> que importaba era la experiencia <strong>de</strong> estar junto a él. Cuando advertía <strong>de</strong> quémanera la plegaria había transformado su vida, se <strong>de</strong>spertaba mi ansiedad <strong>de</strong> procurar lamanera mo<strong>de</strong>sta, la plegaria <strong>de</strong> la pobreza. Concluíamos cada sesión compartiendomedia hora <strong>de</strong> oración central. Y me marchaba contando las horas hasta que pudieraregresar.Seis semanas <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, y sin embargo comencé pensar en mi futuro. ¿Qué me<strong>de</strong>paraba? Ya había comenzado la ola <strong>de</strong> inmigración hispánica, la mayoría proveniente<strong>de</strong> México. Había pocos sacerdotes preparados. Las puertas <strong>de</strong> las parroquiaspermanecían cerradas aunque <strong>lo</strong>s latinos golpearan muy fuerte para que <strong>lo</strong>s recibieran.Decidí entonces marchar a Cuernavaca, México, para estudiar español durante diezsemanas. Acaso podría ser útil.Aquel período <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncia en la ―tierra <strong>de</strong> la primavera eterna‖ fue muy disfrutable.Me enfrentaba con dificulta<strong>de</strong>s a una nueva cultura y a un nuevo idioma, algo que sinembargo era otra manera <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r humildad. Hablaba mi propio idioma <strong>de</strong> manera92


muy fluida, y aquí estaba una vez más balbuceando como un niño. Tenía que escribir <strong>lo</strong>que iba a <strong>de</strong>cir incluso para ir a la peluquería.A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> competencia en el idioma para expresarme bien, sufría <strong>de</strong> shockcultural. Una cosa es estar en el extranjero como un turista, conducido <strong>de</strong>l autobús alrestaurante y luego <strong>de</strong> regreso al hotel, y todo tan eficaz que rara vez uno conocía a un―nativo‖; y otra muy distinta es residir entre <strong>lo</strong>s lugareños según sus propios parámetros.Se trata <strong>de</strong> una experiencia que <strong>de</strong>seo que todos puedan tener. Es didáctica: en verdadme enseñó que mi manera <strong>de</strong> hacer y ver las cosas, la norteamericana, no es la única yni siquiera la mejor. Había situaciones que me irritaban o me ponían impaciente: si tansó<strong>lo</strong> pudieran apren<strong>de</strong>r pequeñas cosas <strong>de</strong> la eficiencia norteamericana, o mucho sobreel capitalismo, su mundo mejoraría. Así reflexioné, y aún no cambié <strong>de</strong> opinión, pero aldar un paso atrás y observarme a mí mismo, comprendí cuántos aspectos hermosos <strong>de</strong> lavida me perdía <strong>de</strong>bido a mis prejuicios. (64)Un factor irritante provenía <strong>de</strong> la familia que me hospedaba. Cada vez que salía, mepreguntaban, como si fuera un niño, adón<strong>de</strong> iba, con quién, cómo y a qué hora estaría <strong>de</strong>regreso. Yo quería gritarles: ―¿Qué les importa?‖ Me llevó un tiempo reconocer que noquerían entrometerse en mi vida. Simplemente les interesaba <strong>lo</strong> que hacía. Aprendí acompartir la emoción con el<strong>lo</strong>s al contarles <strong>de</strong> mis aventuras, <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>talles pequeños <strong>de</strong>mi personalidad que guardaba para mí. Mi ego rígido comenzaba a relajarse un poco. Lagente me enseñaba que disfrutar <strong>de</strong> la vida es apren<strong>de</strong>r a compartirla con <strong>lo</strong>s otrosLa resi<strong>de</strong>ncia en un país extranjero en verdad me ayudó a salir <strong>de</strong> mi burbuja. Y meencantaba la escuela don<strong>de</strong> balbuceaba. Me <strong>de</strong>spertaba cantando todas las mañanas,ansioso <strong>de</strong> escalar una colina empinada hacia un IDEAL, <strong>de</strong> tener cinco horas <strong>de</strong> clase,aprendiendo a comunicarme con la gente en su propio idioma. Cuando nosotros, <strong>lo</strong>snorteamericanos, <strong>de</strong>claramos que no es necesario apren<strong>de</strong>r otra lengua porque todo elmundo hoy en día habla inglés, nos per<strong>de</strong>mos el placer <strong>de</strong> conocer a otras personas y asu cultura vernácula. Una lengua no só<strong>lo</strong> transmite palabras, sino también una maneracompleta <strong>de</strong> apreciar el mundo.Esta fase <strong>de</strong> mi período sabático terminó bruscamente a principios <strong>de</strong> diciembre,cuando me llamaron <strong>de</strong> la oficina provincial. En la primera elección <strong>de</strong>l priorato <strong>de</strong>lSanto Rosario <strong>de</strong> Mineápolis, Minesota, me había elegido prior <strong>de</strong> su comunidad.¿Acepté la elección? <strong>Otras</strong> comunida<strong>de</strong>s se habían comunicado conmigo para hacermeofrecimientos similares que yo había rechazado sin dificultad alguna. Los hermanos <strong>de</strong>l93


Santo Rosario no habían tenido la cortesía usual <strong>de</strong> preguntarme <strong>de</strong> antemano. Sabíancuál sería mi respuesta, por <strong>lo</strong> tanto no me preguntaron nada. Sabían que <strong>lo</strong>s tomaría enserio, dado que me habían elegido con una enérgica <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> apoyo. El viejointrigante <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esta estratagema era el viejo Jerry Mullen y todo le salió bien.Nunca me había atraído Mineápolis, <strong>de</strong>masiado poblada <strong>de</strong> suecos rubios y <strong>de</strong> ojosazules. Prefiero ciuda<strong>de</strong>s con más diversidad étnica. Y me preguntaba cómo usaría miespañol en semejante cónclave sueco. Pero mis hermanos me habían dado una or<strong>de</strong>n, y<strong>de</strong> acuerdo con mi voto <strong>de</strong> obediencia que <strong>de</strong>bía aceptarla.No me llevó mucho tiempo adaptarme a la vida en el norte. Los inviernos eranmenos intensos que en Chicago porque el clima era seco. Me gustaban las caminatas por<strong>lo</strong>s alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s lagos <strong>de</strong> Mineápolis en las tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> enero, cuando bajaba el sol yla temperatura oscilaba entre <strong>lo</strong>s 0 y <strong>lo</strong>s 20 grados Fahrenheit. No parecía frío paranada, só<strong>lo</strong> refrescante. También me agradaba el progreso <strong>de</strong> la comunidad. Loshermanos me habían elegido prior porque creían que con mi prestigio como exprovincial podría formar una comunidad. Necesitábamos sangre nueva. Esto me dio laoportunidad <strong>de</strong> trabajar en uno <strong>de</strong> mis sueños favoritos: un establecimiento lleno <strong>de</strong>predicadores, don<strong>de</strong> el espíritu <strong>de</strong> la prédica estableciera la tonalidad. Nos fue bien alrespecto, y nos ocupamos <strong>de</strong> profundizar nuestra vida comunitaria. Teníamos días <strong>de</strong>retiro todos juntos, y picnics para relajarnos. Incluso el ―compartir la fe‖ se convirtió enparte <strong>de</strong> nuestra vida comunitaria.En cuanto al ministerio personal, volví a predicar. El equipo <strong>de</strong> la parroquia eracompetente y numeroso. No necesitaban mis servicios, pero me dieron la bienvenida abordo. Para el<strong>lo</strong>s se trataba <strong>de</strong> otra oportunidad <strong>de</strong> enseñarme muchas cosas. Yasumieron su tarea <strong>de</strong> buen grado, una oportunidad para que participara en esteministerio al que se <strong>lo</strong> <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> lado. Celebraba misas y predicaba <strong>lo</strong>s domingoscuando estaba en la ciudad. Redactaba mis sermones <strong>de</strong> antemano, un sistema que<strong>de</strong>testo, pero me permitía hablar más allá <strong>de</strong> mi español precario. Había un profesor <strong>de</strong>español <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> Santa Catalina para asistirme todas las semanas.En una ocasión me solicitaron predicar un día <strong>de</strong> remembranzas para <strong>lo</strong>s feligreses <strong>de</strong>la tercera edad. Era la primera vez en mi vida, la única que me hizo sudar frío antes <strong>de</strong>predicar. Aunque <strong>hubiera</strong> aceptado, no me sentía capaz <strong>de</strong> hacer<strong>lo</strong>. ¿Podría <strong>de</strong>cir más <strong>de</strong>cinco palabras juntas? ¿A quién iba a engañar? Bueno, sobreviví y suspiré <strong>de</strong> aliviocuando todo terminó. Que <strong>lo</strong>s participantes, hombres y mujeres, se sintieran cómodos94


fue clave para que aquel día fuera tolerable. Todo el tiempo me alentaban diciendo quepodían enten<strong>de</strong>rme. A la vez no dudaban en corregir mi español mientras les hablaba.Aprendí mucho aquel día. Pero también algo más que sintaxis española. Aprendí aescuchar con atención. Había preparado un mensaje maravil<strong>lo</strong>samente optimista einspirador para la tercera edad en esta charla introductoria. Debo haber leído sobre eltema en alguna revista popular. No hablaba según mi experiencia propia: tenía apenastreinta y nueve años y no conocía muchas personas mayores. Opté por la solución fácil<strong>de</strong> inventar una fábula romántica sobre la edad <strong>de</strong> oro, y cómo mi audiencia podríacompartir con una generación más joven <strong>lo</strong> que había acumulado durante décadas.Una anciana no <strong>de</strong>moró mucho en interrumpirme. Creo que ya habría escuchado<strong>de</strong>masiados sermones <strong>de</strong> este tipo. Toda la g<strong>lo</strong>ria y la paz que le prometía, me dijo, notenía nada que ver con su vida. Para ella, la vejez significaba artritis en lasarticulaciones, un cuerpo rígido que no le permitía moverse a don<strong>de</strong> quisiera, y el do<strong>lo</strong>r<strong>de</strong> sentir que <strong>lo</strong>s amigos que habían sido sus confi<strong>de</strong>ntes y compañeros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> suinfancia la habían abandonado. Apenas la mujer terminó <strong>de</strong> hablar, reconocí que <strong>de</strong>bíahacer cambios rápidamente. Arrojé mis f<strong>lo</strong>res al cesto y empecé a preguntar a laaudiencia cómo eran sus vidas, y fueron el<strong>lo</strong>s quienes <strong>de</strong>sarrollaron la predicación.Como si <strong>hubiera</strong> necesitado una prueba, aquel día en San Pab<strong>lo</strong> bastó para<strong>de</strong>mostrarme <strong>lo</strong> crucial que era para mí abandonar la aca<strong>de</strong>mia si <strong>de</strong>seaba predicar bien.En las clases <strong>de</strong> homilía les enseñaba a <strong>lo</strong>s estudiantes la importancia <strong>de</strong>l ―análisis <strong>de</strong> laaudiencia.‖ Lamento <strong>de</strong>cir que aquel<strong>lo</strong> significaba la lectura <strong>de</strong> estudios sociológicos,que aunque fueran útiles no reemplazaban el acto <strong>de</strong> sentarse junto a la gente ypermitirle que cuente historias <strong>de</strong> vida. ¿Cómo podía dirigirme a estos individuos <strong>de</strong> latercera edad sobre Dios y la plenitud <strong>de</strong> la vida si no sabía nada sobre sus pérdidas yachaques do<strong>lo</strong>rosos en aumento?¿Qué les había <strong>dicho</strong> a mis estudiantes en Dubuque sobre el análisis <strong>de</strong> la audiencia?Me saqué un aplazo en aquella oportunidad. Nunca más intenté repetir aquel sermón.95


Capítu<strong>lo</strong> 10 – Pastor en la parroquia <strong>de</strong> San Pío, ChicagoEpígrafe: ―Si un hombre tiene treinta y seis años <strong>de</strong> edad, como yo, y alguna verdadgran<strong>de</strong> se alza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> su vida, alguna gran oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r <strong>lo</strong>que es correcto y justo, y se niega a hacer<strong>lo</strong> porque <strong>de</strong>sea vivir un poco más y teme quele arrojen una bomba en su hogar, o teme per<strong>de</strong>r su empleo, o teme que le peguen untiro, pue<strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lante y vivir hasta <strong>lo</strong>s ochenta, y el cese <strong>de</strong> la respiración en suvida es meramente el anuncio <strong>de</strong>morado <strong>de</strong> una muerte temprana <strong>de</strong>l espíritu.El hombre muere cuando se niega a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r <strong>lo</strong> que es correcto. El hombre muerecuando se niega a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r <strong>lo</strong> que es verda<strong>de</strong>ro. Entonces aquí mismo vamos a<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos: ¡Que el mundo sepa que nuestra <strong>de</strong>cisión es ser libres!‖Martin Luther King, Jr.El Santo Rosario resultó una experiencia más agradable y más corta <strong>de</strong> <strong>lo</strong> esperado.El provincial tenía otra cosa en mente y me envió a Chicago a una reunión <strong>de</strong> consejo.Mientras saludaba a <strong>lo</strong>s participantes y me disponía a comenzar la jornada, el provincialy su asistente me tomaron <strong>de</strong>l brazo y sin gentileza me llevaron a una sala. Queríahablar conmigo y la conversación fue breve y al grano: San Pío no tenía pastor y<strong>de</strong>seaban que yo ocupara ese puesto.Una elección irónica. Yo opinaba que las parroquias no eran ámbito para <strong>lo</strong>sdominicos. Como provincial me había negado a consi<strong>de</strong>rar ni siquiera la posibilidad <strong>de</strong>hacernos cargo <strong>de</strong> otra parroquia adicional para nuestro ministerio e incluso <strong>de</strong>seaba quenos <strong>de</strong>shiciéramos <strong>de</strong> las que ya teníamos. Pensaba que el ministerio parroquial lecorrespondía al clero secular, y que nosotros, <strong>lo</strong>s frailes dominicos, <strong>de</strong>beríamos llevarun tipo <strong>de</strong> vida más fluido, que nos permitiera especializarnos en otras formas <strong>de</strong>predicación y <strong>de</strong> enseñanza. A<strong>de</strong>más, tenía la obligación personal <strong>de</strong> estar en unamisión <strong>de</strong> prédica <strong>de</strong> tiempo completo dado que pocos <strong>lo</strong> hacían. Yo parecía la últimapersona a quien le solicitarían tomar a cargo esta misión.Para duplicar la ironía, el ministerio <strong>de</strong> San Pío me había atraído durante años, yhabía tenido una corazonada <strong>de</strong> que algún día me convocarían. En principio, rechacé lai<strong>de</strong>a y en muchos monó<strong>lo</strong>gos dirigidos al Señor, cuando el tópico surgía, <strong>lo</strong> expuse96


claramente: ―Si me quieres en San Pío, Señor, tendrás que enviarme allí. De ningunamanera me ofrecería como voluntario.‖Bueno, así fue. Ahora tampoco sería voluntario porque no cambié <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a conrespecto al ministerio parroquial para <strong>lo</strong>s dominicos. De todos modos, en aquelmomento aún poseía un sentido fuerte y tradicional <strong>de</strong> la obediencia. Tenía querespon<strong>de</strong>r a <strong>lo</strong> que se esperaba que yo hiciera. La voz <strong>de</strong>l superior era la voz <strong>de</strong>l Señor.―¿Me dan tiempo para tomar una <strong>de</strong>cisión?‖―Queremos su respuesta antes <strong>de</strong> que abandone esta sala.‖Se trataba <strong>de</strong> un pedido poco razonable. Pero dado que ya había luchado con lacuestión en mi cabeza por un tiempo, podía enten<strong>de</strong>r su apremio injustificado yfinalmente acepté. Ese período <strong>de</strong> pastor <strong>de</strong> San Pío provocó un cambio en mí: <strong>de</strong>jé <strong>de</strong>ser un fraile tradicional y conservador, y me convertí en uno más radical que proponecambios necesarios para la Iglesia.San Pío fue una <strong>de</strong> las primeras parroquias en la arquidiócesis <strong>de</strong> Chicago que leabrió las puertas a la comunidad latina. Entraban a través <strong>de</strong>l sótano, don<strong>de</strong> se celebrabala liturgia a la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. No se trataba <strong>de</strong> una bienvenida muy cálida, pero por <strong>lo</strong>menos no se discriminaba a nadie. San Pío se convirtió entonces en algo así como laiglesia madre para <strong>lo</strong>s hispanos. Venían familias <strong>de</strong> todas partes <strong>de</strong> la ciudad para asistira las liturgias, para bautizar a sus hijos y para contraer matrimonio.Se trataba <strong>de</strong> gente honesta, trabajadora, nunca entrometida en <strong>lo</strong>s asuntos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s<strong>de</strong>más, y que intentaba vivir el sueño americano como <strong>lo</strong>s inmigrantes que <strong>lo</strong>s habíanprecedido. Esto no significaba que no <strong>hubiera</strong> problemas. La violencia <strong>de</strong> las pandillasera una maldición, y no se trataba <strong>de</strong> peleas entre <strong>lo</strong>s muchachos <strong>de</strong> la calle 18 o <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s―reyes latinos‖ entre sí. El primer funeral y el último que celebré en San Pío fueron <strong>de</strong>víctimas inocentes <strong>de</strong> tiroteos o <strong>de</strong> fuegos cruzados, gente muy joven. También habíaproblemas <strong>de</strong> droga, incesto, abuso sexual <strong>de</strong> mujeres, pero a la vez cierta vitalidad ybelleza innegables en el vecindario. Con documentos o sin el<strong>lo</strong>s, allí estaban.Madrugaban a las cinco <strong>de</strong> la mañana, viajaban a las fábricas que les habían ofrecidotrabajo, y só<strong>lo</strong> <strong>de</strong>seaban ganar un salario <strong>de</strong>cente que les permitiera vivir con dignidad yayudar a sus familias que habían quedado allá a <strong>lo</strong> lejos, en sus respectivos países <strong>de</strong>origen.97


Me gustaba sobre todo el verano. Todo el mundo en la calle. ¿Quién podía pagaraire acondicionado? El lugar rebosaba <strong>de</strong> vida, la música fuerte, <strong>lo</strong>s niños jugando, <strong>lo</strong>svecinos <strong>de</strong> visita <strong>de</strong> una casa a la otra. Cuando caminaba por cualquier cuadra, en elbarrio <strong>de</strong> Pilsen, sentía la vida palpitar.La fe <strong>de</strong> la gente era fuerte. Los ang<strong>lo</strong>sajones venían a menudo a nuestraeucaristía en español <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s domingos. Los cánticos y la participación <strong>de</strong> la feligresía <strong>lo</strong>sinspiraba y no les era necesario saber el idioma para recibir el mensaje.Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s momentos memorables <strong>de</strong> mi vida <strong>de</strong> oración ocurrió en el primeraño como pastor, mientras celebraba la resurrección <strong>de</strong>l Señor. Una misa mariachi en laque la feligresía colmaba la capacidad <strong>de</strong> la iglesia, e incluso ocupaba la escalinata <strong>de</strong>acceso y obstruía dos carriles <strong>de</strong> una calle <strong>de</strong> mucho tráfico. Una alegría <strong>de</strong> fe entusiastase elevaba hasta el techo, salía por las ventanas y se expandía en <strong>lo</strong>s alre<strong>de</strong>dores. Fueuna misa larga; no recuerdo a ningún mexicano que alguna vez se haya quejado <strong>de</strong> queel servicio fuera <strong>de</strong>masiado extenso. Llegamos al final y cantamos el himno religiosocon la misma energía y entusiasmo <strong>de</strong> antes. ―¡Resucitó! ¡Resucitó!‖ (*) ―Se halevantado.‖ ¿Cómo podría <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> creer, fortalecido por semejante fe <strong>de</strong> corazón?Aquel mismo día, unas horas más tar<strong>de</strong>, reflexioné sobre esta experiencia,pensaba en quienes me habían convencido <strong>de</strong> que la espiritualidad mexicana seconcentraba en el Viernes Santo y que el Domingo <strong>de</strong> Pascua era una mera secuela. Mirespuesta: ―¡Qué error! ¡Qué error!‖ En <strong>lo</strong>s seis años en San Pío, la Pascua siemprehubo fe <strong>dicho</strong>sa que movía montañas.Los mexicanos me enseñaron a estar presente en la situación <strong>de</strong>l momento. Cuandome invitaban a una fiesta o una cena, no querían –como <strong>de</strong>cían el<strong>lo</strong>s- una visita <strong>de</strong>médico. Nosotros, <strong>lo</strong>s ang<strong>lo</strong>sajones, nos <strong>de</strong>stacamos por hacer acto <strong>de</strong> presencia,estrechar alegremente la mano <strong>de</strong> todos, asegurando que estamos allí, y luego nosvamos a otro compromiso que tengamos esa noche. Esto está bien para <strong>lo</strong>sang<strong>lo</strong>sajones. Les alegra que uno haya concurrido. Pero ésta no era la costumbre <strong>de</strong> mifeligresía latina. Si yo tenía algún compromiso previo, <strong>lo</strong> comprendían perfectamente yno se ofendían. En caso contrario, sin embargo, esperaban una participación plena, yretirarse al poco tiempo <strong>de</strong> haber llegado equivalía a un <strong>de</strong>saire.A través <strong>de</strong>l ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s mexicanos, <strong>lo</strong>s portorriqueños y <strong>lo</strong>s salvadoreños aprendíque la persona más importante en mi vida era la que estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Esto resultaba98


muy frustrante cuando organizaba una reunión y <strong>lo</strong>s miembros principales llegabantar<strong>de</strong>. ¿Pero qué podían hacer mis feligreses si en el camino a la reunión se encontrabancon alguien que quisiera hablar con el<strong>lo</strong>s? ¿O alguien llamaba a la puerta justo cuandoestaban listos para salir? ¡Qué grosero pedirle a esa persona que vuelva en otromomento!Nosotros, <strong>lo</strong>s ang<strong>lo</strong>sajones, <strong>lo</strong> hacemos todo el tiempo, por supuesto. De hecho,generalmente ni siquiera se nos ocurriría visitar a nadie sin llamar primero. Se trata <strong>de</strong>una cortesía razonable para aquel<strong>lo</strong>s que cuentan con una lista interminable <strong>de</strong> tareas arealizar. Comenzamos nuestras reuniones puntualmente y seguimos las reglas <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>npara que una discusión llegue a su término <strong>de</strong> modo eficaz. Es parte <strong>de</strong> la mentalidadnorteamericana, <strong>lo</strong> supongo. Pero, ¿me ayuda a contemplar a esa persona que está frentea mí y compren<strong>de</strong>r su importancia? ¿O le echo un vistazo rápido, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tener encuenta esa otra ocupación que sigue en mi agenda?Antes <strong>de</strong> mudarme a Pilsen, una caminata por la calle era como una carrera con e<strong>lo</strong>bjetivo <strong>de</strong> cruzar la línea <strong>de</strong> llegada. Só<strong>lo</strong> tenía en mente ir a la oficina <strong>de</strong> correo antes<strong>de</strong> que cerrara o comprar chauchas para la cena. Cuando me cruzaba con algúnconocido le daba la mano, quizás <strong>lo</strong> saludaba con un rápido ―Hola, ¿cómo estás?‖ yseguía mi camino. Con <strong>lo</strong>s vecinos <strong>de</strong> San Pío aprendí a interrumpir mi itinerario parahacer visitas. Siempre podría <strong>de</strong>spachar aquella encomienda al día siguiente, o<strong>de</strong>terminada reunión no sería un <strong>de</strong>sastre por una breve impuntualidad. Los hispanos <strong>de</strong>San Pío me enseñaron que la eficiencia no era la única virtud. Comprendían que laprioridad real <strong>de</strong> la vida era la cortesía con quien estaba conmigo en aquel momento.También aprendí a contemplar el rostro <strong>de</strong> Dios en <strong>lo</strong>s mendigos callejeros mássucios, más nauseabundos, más harapientos y <strong>de</strong>mandantes hasta el hartazgo. Habíatanta gente pobre en aquel vecindario que carecía <strong>de</strong> la educación que podría motivar<strong>lo</strong>a uno para ayudar<strong>lo</strong>s. Fray David Staszak, nuestro encargado <strong>de</strong> tratar con estaspersonas, era un santo. Dedicaba su vida a el<strong>lo</strong>s. El resto <strong>de</strong> nosotros <strong>lo</strong>s evitábamos encuanta ocasión se presentaba. Con todo, aunque Fray David estuviera cerca, no siempreera posible zafar <strong>de</strong> su presencia. Los encontrábamos en todas partes y se aferraban anosotros como papilla <strong>de</strong> avena recalentada y pegada al fondo <strong>de</strong> una cacerola.En una reunión <strong>de</strong> nuestro equipo reflexionamos sobre esta parte <strong>de</strong> la población. Apesar <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cientos y miles <strong>de</strong> personas que tratábamos en la parroquia, i<strong>de</strong>ntificábamosa cada mendigo por su nombre. Por más frustrante que fuera trabajar con el<strong>lo</strong>s,99


percibíamos la presencia <strong>de</strong> Dios brillar en el<strong>lo</strong>s, algo no tan evi<strong>de</strong>nte cuando estábamoscon otros feligreses. ¿Qué tenían para que esto ocurriera? ¿Se habían rebajado tanto queya nada obstruía nuestra visión para distraernos <strong>de</strong> su dignidad <strong>de</strong> hijos <strong>de</strong> Dios? No <strong>lo</strong>sé. ¿Se <strong>de</strong>bía a que nos ocupaban más que el promedio <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s feligreses y por estemotivo sus nombres se adherían a nuestra memoria? No <strong>lo</strong> sé. Pero confirmaban laspalabras <strong>de</strong> Jesús: ―Les aseguro que cada vez que <strong>lo</strong> hicieron con el más pequeño <strong>de</strong> mishermanos, <strong>lo</strong> hicieron conmigo.‖ (Mateo, 25, 40-41)Al final <strong>de</strong> la jornada nos reíamos <strong>de</strong> algunas payasadas que nos habían irritado unashoras antes. Pero a través <strong>de</strong> estas Ruths y estos Pab<strong>lo</strong>s, y también a través <strong>de</strong> Jesús, noshabían ben<strong>de</strong>cido. Creo que mi trabajo con <strong>lo</strong>s pobres fue uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s privilegios másimportantes en mi vida. Me ayudó a enten<strong>de</strong>r que son <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>stinatarios <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s evangeliosy que para ser fiel a las enseñanzas <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>dicar gran parte <strong>de</strong> mi tiempo y <strong>de</strong>mis energías a este sector oprimida y rebajado <strong>de</strong> la sociedad. Jesús dijo que era másfácil para un camel<strong>lo</strong> pasar por el ojo <strong>de</strong> una aguja que para un rico entrar en el reino <strong>de</strong>Dios. (Lucas 18,25. Pasó la mayor parte <strong>de</strong> su vida con <strong>lo</strong>s pobres y <strong>lo</strong>s discriminados<strong>de</strong> la sociedad. A sus conciudadanos (Lucas 4, 16 y siguientes) y a Juan el Bautista(Lucas 7, 18 y siguientes) les aclaró que la prédica a <strong>lo</strong>s pobres y a <strong>lo</strong>s oprimidos era elsigno <strong>de</strong> que predicaba el reino <strong>de</strong> Dios y les dijo a <strong>lo</strong>s lí<strong>de</strong>res fariseos: ―Incluso cuandoorganicen una cena <strong>de</strong> celebración, no inviten a sus amigos, hermanos, conocidos ovecinos ricos... Inviten a <strong>lo</strong>s pobres, <strong>lo</strong>s lisiados, <strong>lo</strong>s débiles, <strong>lo</strong>s ciegos‖ (Lucas 14, 12.¿Cómo podía haber leído las Escrituras tanto tiempo sin reconocer<strong>lo</strong>? Los ojos ven <strong>lo</strong>que acostumbran ver, <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>sean ver, y poco más. Había reflexionado sobre elmensaje <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s evangelios <strong>de</strong> una manera que no era la <strong>de</strong> Jesús. La convivencia con <strong>lo</strong>spobres que ya no eran meras estadísticas o conceptos abstractos, sino gente <strong>de</strong> carne yhueso, abrió mis ojos y podía apreciar más profundamente <strong>lo</strong> que Jesús hablaba.También significaba que podría comenzar a predicar estas cuestiones con pasión, unavirtud que todo predicador auténtico <strong>de</strong>be poseer.Ya mencioné <strong>lo</strong> rígido que era, y cómo el Concilio Vaticano II y mis experienciaspersonales, incluyendo la terapia psicológica, comenzaron a liberarme. Con todo, enSan Pío sufrí el cambio más importante <strong>de</strong> actitud y la teo<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi conducta sevolvió mucho más radical, si bien por entonces no podía reconocer en qué medida. Eltrabajo cotidiano con la gente me llevó a creer que muchos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s legisladoreseclesiásticos carecían <strong>de</strong> contacto con la realidad. Por la manera en que <strong>de</strong>fendían su100


propia autoridad e intentaban imponer su perspectiva teológica en <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más,afirmándola como la palabra <strong>de</strong> Dios, les retiré mi confianza en su li<strong>de</strong>razgo. ¿Algunavez se sentaron junto a gente real y dia<strong>lo</strong>garon con el<strong>lo</strong>s?Al principio pensé que la solución consistía en emplear la virtud <strong>de</strong> la justicia llamadaepikeia. Esta palabra, que significa racionalidad, mo<strong>de</strong>ra la letra <strong>de</strong> la ley, brindando el<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> alterarla cuando lesiona a las personas y no se aplica justificadamente a lasituación dada. (65) Más tar<strong>de</strong> reconocí que iba más allá <strong>de</strong> la interpretación tradicional<strong>de</strong> esta virtud: ponía en duda si las autorida<strong>de</strong>s tenían el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>de</strong>cretar leyes. Lascuestiones que surgían constantes en el ámbito parroquial, se referían a lasinterpretaciones fundamentalistas y estrictas <strong>de</strong> las Escrituras con respecto a lasfunciones <strong>de</strong> las mujeres en la Iglesia, y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> las personas a contraermatrimonio nuevamente y todavía recibir la comunión <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l divorcio. Pensabaque a la gente le imponíamos ―cargas insoportables‖ y que ―ni siquiera brindábamosayuda.‖ (Lucas 11, 46)Cuando abordo <strong>lo</strong>s temas <strong>de</strong> las mujeres, no acepto el argumento <strong>de</strong> que no haydiferencias entre <strong>lo</strong>s sexos. Por este motivo, llegué a la conclusión <strong>de</strong> que lasnecesitamos en puestos <strong>de</strong> li<strong>de</strong>razgo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia, sobre todo en la prédica <strong>de</strong> laPalabra. Le brindan una dimensión a la interpretación <strong>de</strong>l texto que no tienennaturalmente <strong>lo</strong>s hombres. Cuando las mantenemos alejadas <strong>de</strong>l púlpito, nosperjudicamos a nosotros mismos, limitamos la riqueza <strong>de</strong> las Escrituras que Dios nosbrinda. Es posible <strong>de</strong>cir que todo el mundo en la iglesia es igual al otro pero confunciones diferentes. Sin embargo, cuando estas funciones otorgan autoridad a un sexoy al otro só<strong>lo</strong> la posibilidad <strong>de</strong> que <strong>lo</strong> consulten, entonces no importa que intentemosexplicar<strong>lo</strong>: no las tratamos con verda<strong>de</strong>ra equidad. He advertido <strong>lo</strong>s perjuicios que ladisciplina eclesiástica <strong>de</strong> hoy en día le infligió a las mujeres, como si fueran ciudadanos<strong>de</strong>l Reino, pero <strong>de</strong> segunda clase, y por <strong>lo</strong> tanto consi<strong>de</strong>ro estas regulaciones pocorazonables, con escasa justificación en las Escrituras, y perjudiciales. Cuando caminabapor cualquier cuadra en el barrio <strong>de</strong> Pilsen El primer principio <strong>de</strong> un médico cuando lesuministra <strong>de</strong>terminado tratamiento a un paciente es ―no hacer daño,‖ algo que también<strong>de</strong>bería ocurrir con el ministerio pastoral. Cuando se llega a ese estadio, ―la obedienciaa Dios prece<strong>de</strong> a la obediencia a <strong>lo</strong>s hombres‖ (Hechos, 5,29) y mi experiencia en SanPío me llevó a creer que habíamos llegado al mismo.101


Siempre había argumentado a favor <strong>de</strong> la paciencia hasta que comencé ainteractuar con la feligresía <strong>de</strong> San Pío. Afirmé que hacíamos progresos, y a su <strong>de</strong>bidotiempo el resto también. Si bien fuera probable que nosotros no llegáramos a ver<strong>lo</strong>, laigualdad <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sexos en la Iglesia sería un hecho, como así también la or<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> lasmujeres. Esta argumentación <strong>de</strong>jaba insatisfechas a mis colegas femeninos ypermanecían fastidiadas. Por un largo tiempo, fue incómodo concurrir a cualquier <strong>de</strong> susconventos para celebrar la Eucaristía. Mis intenciones eran buenas, y acaso mi prédicay mi conducción <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s servicios religiosos fueran eficaces, pero <strong>de</strong> todos modos yorepresentaba el enemigo: mi presencia les recordaba su propia represión. Al reflexionarsobre esto, las comprendía: era <strong>de</strong>masiado fácil predicar paciencia, porque ya formabaparte <strong>de</strong> una clase privilegiada y ya poseía <strong>lo</strong> que ellas luchaban por conseguir.En mi condición <strong>de</strong> pastor <strong>de</strong>bía preguntarme cuál era el perjuicio que lescausábamos a estas mujeres. Se trataba <strong>de</strong> seres humanos con vocación <strong>de</strong> ministeriosacerdotal, y en aquel punto <strong>de</strong> nuestra historia, ni siquiera se les permitía asistir alsacerdote oficiante <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l altar, o leer las Escrituras. Para ellas, una discriminación,y resultaba difícil consolarlas con principios abstractos o con súplicas <strong>de</strong> paciencia. Nopuedo afirmar que yo tuviera razón y no el Vaticano, aunque así fueran misconvicciones. Acaso las generaciones futuras confirmen que el Vaticano estaba acertadoy nos alegrará entonces cumplir con las reglas. Mientras tanto, había que ocuparse <strong>de</strong>lpresente. Los argumentos se habían discutido largamente y ya era tiempo <strong>de</strong> acción. EnSan Pío, las mujeres comenzaron a predicar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito y las adolescentestrabajaban <strong>de</strong> asistentes para <strong>lo</strong>s servicios religiosos. Si <strong>hubiera</strong> contado con laautoridad para or<strong>de</strong>nar, habría or<strong>de</strong>nado incluso a algunas.Para mí, un movimiento sísmico. Ya no se trataba <strong>de</strong> las pequeñas rebeliones <strong>de</strong>otros tiempos: ahora se abordaban cuestiones fundamentales. Con respecto a <strong>lo</strong>sdivorciados, no es necesario <strong>de</strong>tallar situaciones ya muy difundidas. Era simplistapensar que <strong>de</strong>berían abandonar a sus cónyuges y familias actuales, y vivir con su parejaactual como si fueran hermanos. Era poco realista exigirle a alguien que permanecieracélibe el resto <strong>de</strong> su vida. Y con respecto al matrimonio, la Iglesia no siempre habíaactuado <strong>de</strong> la misma manera, no siempre había prohibido el divorcio y rechazado laposibilidad <strong>de</strong> un nuevo casamiento a las mismas personas. (66) Nuestros obispos noeran eficientes al respecto. Su lealtad a la Iglesia, que iba más allá <strong>de</strong> su pasión por <strong>lo</strong>sevangelios, les impedía proclamar <strong>lo</strong> que éstos trataban <strong>de</strong> eliminar con sinceridad. A102


veces no me quedaba otra opción que eliminar <strong>lo</strong>s obstácu<strong>lo</strong>s por mi cuenta. Gran parte<strong>de</strong> mi ministerio se convirtió en una causa <strong>de</strong> liberación, <strong>de</strong> ayudar a la feligresía areconocer que tenía su propia capacidad <strong>de</strong> tomar <strong>de</strong>cisiones como cristianos fieles,madurar como adultos y <strong>de</strong>jar atrás esa infancia que las jerarquías se empeñaban enimponerle. Había regresado la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>tectada por mi confesor <strong>de</strong> la escuelasecundaria.Siempre me había regocijado en la virtud <strong>de</strong> la obediencia. Seguía laespiritualidad <strong>de</strong> Santa Teresa <strong>de</strong> Lisieux, quien afirmaba que ―só<strong>lo</strong> recurran a la brújula<strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s, siempre estamos seguros <strong>de</strong> seguir el camino correctosin temor <strong>de</strong> equivocarnos, incluso cuando parezca incontrovertible que las autorida<strong>de</strong>sesté equivocadas.‖ (67) La espiritualidad dominica siempre fue más equilibrada queaquella, pero no la mía. Tenía en cuenta a <strong>lo</strong>s gran<strong>de</strong>s teó<strong>lo</strong>gos que Roma habíasilenciado, como el padre Chenu, O.P., <strong>de</strong> Francia, a quien le habían prohibido escribirsobre ciertas cuestiones, y que había acatado la or<strong>de</strong>n. Luego continuó con las mismasi<strong>de</strong>as y se convirtió en uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s mentores <strong>de</strong>l Concilio Vaticano II. El Padre Chenu esuno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s héroes <strong>de</strong> mi generación: admiraba su obediencia y cultivaba una fantasíaromántica en la que su sacrificio personal era un grito a <strong>lo</strong>s cie<strong>lo</strong>s, que en últimainstancia había ben<strong>de</strong>cido a la misma Iglesia. Y proseguía, razonando que si Lutero<strong>hubiera</strong> sido más pru<strong>de</strong>nte, como Chenu, no habríamos tenido tantos problemas.Estaba convencido <strong>de</strong> que ésta era la obediencia que llevaría a la práctica yestimularía a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más para que la <strong>de</strong>sarrollaran a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> sus vidas. Pensaba que laConstitución <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n <strong>lo</strong> exigía <strong>de</strong> esta manera. (68) En mi condición <strong>de</strong> provincial,en una <strong>de</strong> las asambleas, imp<strong>lo</strong>ré apasionadamente para que prevaleciera este espíritu enla provincia. No creo que gran parte <strong>de</strong> mi audiencia me haya tomado en serio. Mealegro que así fuera porque estaba equivocado: creo que este tipo <strong>de</strong> autoridad esopresiva y estéril, y que actúa en contra <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong>l evangelio. (69)Si necesitaba consejos por alguna una situación controvertida, en mi período <strong>de</strong>pastor, no me dirigía a la oficina <strong>de</strong>l obispo. Hablaba directamente con la genteinvolucrada, porque estaban en una posición mucho más ventajosa para discernir laverdad que aquel<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>svinculados <strong>de</strong> la misma cuestión. Cada misionero o misionera ledirá a su gente que ha recibido mucho más <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que les ha brindado. La presencia <strong>de</strong>Dios es anterior a la llegada <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s misioneros. No <strong>lo</strong> afirmaban por humildad, sinoporque es cierto. La parroquia <strong>de</strong> San Pío fue una instancia didáctica suprema para mí.103


No hubo una situación que pueda <strong>de</strong>finir como transformadora. No dispongo <strong>de</strong>un resumen narrativo que ilustre <strong>lo</strong> que me ocurrió en San Pío. Só<strong>lo</strong> puedo recordaralgunos episodios como si fueran fotos instantáneas que tomé en aquel<strong>lo</strong>s años, y queacaso <strong>de</strong>jen evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la clase <strong>de</strong> predicador y <strong>de</strong> sacerdote en que me convertí.Recuerdo que en una ocasión tuve que enterrar a un hombre <strong>de</strong> treinta años que se habíasuicidado. Mientras <strong>de</strong>scendían el ataúd en la tumba, sus padres comenzaron a cantar, y<strong>de</strong> pronto todos cantamos al unísono. El himno <strong>de</strong>cía: ―Dios está aquí. Vamos aadorar<strong>lo</strong>.‖ En el medio <strong>de</strong> su tragedia, <strong>lo</strong>s padres insistían en proclamar su fe. Tambiénrecuerdo a Raquél, quien me pidió que fuera a su casa para una jornada <strong>de</strong> oración. Alllegar me encontré con toda su familia reunida. Clase obligada sobre la Biblia, dadoque ella no le interesaba rezar en aquel momento. El yerno <strong>de</strong> Raquél era un testigo <strong>de</strong>Jehová, que constantemente intentaba convertir<strong>lo</strong>s y no sabían qué respon<strong>de</strong>rle. Nosreunimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces todas las semanas. No importaba que no abordáramosdirectamente el ataque <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s testigos <strong>de</strong> Jehová contra el catolicismo. Una noche,<strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciendo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la dueña <strong>de</strong> casa, el yerno irrumpió y comenzamos adiscutir. La familia no recurrió a mí para respon<strong>de</strong>r sus preguntas, sino que muytranqui<strong>lo</strong>s las contestaron el<strong>lo</strong>s mismos. Y en la misma casa <strong>de</strong> Raquél, conocí a Jesús ya Olga, con quienes hice amistad. Aquella primera noche, cuando daba aquella clasesobre la Biblia, Jesús se sentó y se preguntó para qué perdía el tiempo. ¿Para quéescuchar a este sacerdote cuyo español apenas se entendía? ―Pues bien, que me enseñela Biblia.‖ Jesús nunca se perdió una lección.En una oportunidad, Jesús y Olga le dieron a<strong>lo</strong>jamiento a una muchacha cuyospadres la habían echado <strong>de</strong> su hogar porque estaba embarazada. Cuando nació lacriatura, Jesús y Olga les escribieron a <strong>lo</strong>s padres para contarles que eran abue<strong>lo</strong>s ypreparar el retorno <strong>de</strong> su hija. Tuvimos una ceremonia <strong>de</strong> bienvenida para el bebé,organizada por laicos. En el medio <strong>de</strong> la reunión, Jesús alzó la criatura y solicitó labendición <strong>de</strong> Dios. Antes <strong>de</strong> que partiera, le pregunté si <strong>lo</strong> iba a ver en la iglesia al díasiguiente. ―No. Recién tuvimos iglesia,‖ me respondió.Asimismo recuerdo cuando el grupo <strong>de</strong> directores <strong>de</strong> la Asociación Cristiana <strong>de</strong>Jóvenes, que yo integraba, buscaba otra se<strong>de</strong> para <strong>de</strong>sarrollar nuestras activida<strong>de</strong>s. Porentonces, só<strong>lo</strong> contábamos con una oficina arriba <strong>de</strong> una droguería. Solicitamos a lasautorida<strong>de</strong>s administrativas <strong>de</strong> la ACJ metropolitana para que le echaran una ojeada aledificio que nos interesaba adquirir. Era un gigantesco mamotreto y poco práctico para104


nuestras necesida<strong>de</strong>s, y <strong>lo</strong> reconocimos apenas <strong>lo</strong> recorrimos por completo. Sinembargo, me impresionó profundamente la actitud <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s ejecutivos metropolitanos. Nonos <strong>de</strong>sahuciaron ni criticaron, a pesar <strong>de</strong> que perdían el tiempo visitando semejantemonstruosidad. Va<strong>lo</strong>raron nuestro proyecto y asentían sobre sus posibilida<strong>de</strong>s, ytambién confiaron en nosotros para que nos diéramos cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bíamos tenerplanes más mo<strong>de</strong>stos. Aquel personal <strong>de</strong> la ACJ metropolitana estaba formado porhombres y mujeres cuyo trabajo era una vocación verda<strong>de</strong>ra: en verdad, <strong>de</strong>seabanayudar a <strong>lo</strong>s pobres. Era una bendición tratar<strong>lo</strong>s y <strong>de</strong> alguna manera me enseñaronmucho sobre li<strong>de</strong>razgo creativo. (70)Vuelve a mi memoria un episodio sobre el do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> una madre, cuando su hijo,la alegría <strong>de</strong> su vida, fue a prisión, y rezó para que con este escarmiento se volviera unamejor persona cuando <strong>lo</strong> liberaran. También otra madre, a quien visité en el hospital,víctima <strong>de</strong> un incendio en Pilsen que <strong>de</strong>struyó el edificio <strong>de</strong> <strong>de</strong>partamentos don<strong>de</strong> vivía.Temía por la vida <strong>de</strong> su bebé, y el único recurso para salvar<strong>lo</strong> fue encomendar<strong>lo</strong> a Diosy arrojar<strong>lo</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong>l tercer piso con la esperanza <strong>de</strong> que alguien <strong>lo</strong> atajara, yasí ocurrió, mientras que ella sufrió quemaduras graves.Algunos vecinos vivían aterrados porque una banda <strong>de</strong> <strong>de</strong>lincuentes se habíamudado a la cuadra don<strong>de</strong> vivía. Y otros habían ocupado una casa abandonada.Recuerdo su alegría cuando vinieron a contarme que habían conseguido que semarcharan cuando les informaron que <strong>lo</strong>s vigilaban y que <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>nunciarían a la policíaante cualquier maniobra sospechosa.Evoco aquel año cuando el equipo <strong>de</strong> la parroquia predicó durante meses laimportancia <strong>de</strong> comulgar durante la misa. Le ofrecimos a la gente las razones teológicasque no estaban en ninguna parte. Por fin, un domingo hice una comparación. ―En lavecina parroquia <strong>de</strong> San Vicente Ferrer, fuera <strong>de</strong>l <strong>lo</strong>s suburbios <strong>de</strong> River Forest, casitodos comulgan cuando van a misa. ¿Son más piadosos que uste<strong>de</strong>s?‖ La gente se rió.Aquel domingo casi todo el mundo recibió la comunión.Tantas cosas ocurrían en San Pío y había tanto para hacer y para apren<strong>de</strong>r. Aúnconservo el prejuicio <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s dominicos no <strong>de</strong>berían dirigir parroquias. Con todo, fueuna gran experiencia para mí. La consi<strong>de</strong>raba como una suerte <strong>de</strong> tierra santa, y cuandocaminaba por las calles sentía que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>scalzarme y ponerme <strong>de</strong> rodillas.105


También recuerdo momentos tristes. Roberto estaba ya bien entrado en <strong>lo</strong>streinta años y solía venir a casa periódicamente buscando folletos. Era un granconversador y rara vez su visita duraba menos <strong>de</strong> una hora. Una vez me contó sobre sutrabajo como empleado <strong>de</strong>l correo. Estaba tan emocionado que me mostró unasfotografías. Allí estaba, sentado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su escritorio. Su responsabilidad capital eraasegurarse <strong>de</strong> que todo el mundo en el <strong>de</strong>partamento recibiera su correspon<strong>de</strong>ncia. Congran emoción en la voz, me dijo: ―Nunca más conseguiré un empleo tan bueno comoéste.‖Manuel era uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s individuos que vivía en la calle. Cuando estaba sobrio, seocupaba <strong>de</strong> limpiar las estatuas en la iglesia. Cuando se emborrachaba, <strong>lo</strong>sorprendíamos comiendo restos <strong>de</strong> comunidad en nuestros tachos <strong>de</strong> basura. Manuelsiempre contaba cuánto amaba a su esposa y a su hija; las amaba tanto que si ellas undía no le permitieran regresar a su hogar, me aseguró que iba a matarlas. A Manuel nole gustaba fanfarronear y era sincero. Hablé con él y se sorprendió cuando le previneque este gesto no sería <strong>de</strong> amor. Me escuchó, <strong>de</strong> todos modos. Manuel muriófinalmente en la calle, mientras que su esposa y su hija aún viven.Una <strong>de</strong> las emociones más importantes como pastor fue la or<strong>de</strong>nación <strong>de</strong>Gilberto, el primer diácono permanente <strong>de</strong> la parroquia. Esto significó un pasoimportante para <strong>lo</strong>s habitantes <strong>de</strong> habla hispana en Chicago, quienes ahora podíanejercer su propio ministerio.Cuando <strong>lo</strong> or<strong>de</strong>naron, mientras se <strong>de</strong>splazaba en el pasil<strong>lo</strong> <strong>de</strong> la nave central <strong>de</strong>la catedral, durante la procesión <strong>de</strong> entrada, Gilberto comenzó a gritar, apenas teníacontrol sobre sí mismo. L<strong>lo</strong>ró durante casi toda la ceremonia. Nos preguntamos queocurría. Ahora que <strong>lo</strong> or<strong>de</strong>naban como diácono, giró la cabeza y advirtió que su mujer ehijos estaban en el fondo <strong>de</strong>l temp<strong>lo</strong>. Más tar<strong>de</strong>, Gilberto me dijo que había sido unalcohólico que había perdido a su esposa, su familia, su empleo y que ahora estabaviviendo en la calle. Un día caminaba <strong>de</strong>sesperado; <strong>de</strong> pronto divisó una iglesia y<strong>de</strong>cidió entrar. Se arrodilló y le pidió a Dios que <strong>lo</strong> ayudara. Derramaba lágrimas <strong>de</strong>alegría y <strong>de</strong> gratitud.¿Cómo olvidar a Nacho? Nacho y su hermano Rubén solían concurrir a misatodos <strong>lo</strong>s días. Llevaban camperas <strong>de</strong> cuero y anteojos ahumados, y parecían ladronesantes que feligreses. Me <strong>hubiera</strong> atemorizado cruzar<strong>lo</strong>s en un callejón oscuro. Un día106


<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> misa, estábamos conversando cuando <strong>de</strong> pronto Nacho le dijo a Rubén:―Bueno, vamos. Es hora <strong>de</strong> que nos <strong>de</strong>n una buena paliza.Nacho no bromeaba: se trataba <strong>de</strong> una observación sobre el riesgo que corrían,ya que habían formado parte <strong>de</strong> una pandilla. Rubén había terminado una con<strong>de</strong>na en lacárcel hacía poco tiempo, y ahora juntos <strong>de</strong>sarrollaban un ministerio entre <strong>lo</strong>spandilleros. Iban a <strong>lo</strong>s lugares que eran territorio <strong>de</strong> estos grupos, se dirigían a <strong>lo</strong>smiembros nuevos y les contaban la historia <strong>de</strong> la agrupación y les incentivaban e<strong>lo</strong>rgul<strong>lo</strong> <strong>de</strong> pertenecer a las mismas. Pero a la vez les hablaban sobre la necesidad <strong>de</strong>renunciar a la violencia y a las drogas, y les suplicaban que permitieran que Dios entraraen sus vidas.No fue fácil. En el medio <strong>de</strong> una conversación un pandillero acuchilló a Nacho y<strong>lo</strong> enfureció. Enseguida otro <strong>de</strong> la pandilla rival le arrojó un cuchil<strong>lo</strong> a Nacho para quepersiguiera al que <strong>lo</strong> había atacado. Nacho comenzó a correr cundo <strong>de</strong> pronto sintió quealguien <strong>lo</strong> hacía retroce<strong>de</strong>r y le hablaba con voz clara.―Calmate, Nacho. Es só<strong>lo</strong> sangre.‖―¿Quién me habla?‖―Nadie, flaco, ¿estás <strong>lo</strong>co?‖Nacho reconoció que el Señor le <strong>de</strong>volvía la cordura y le <strong>de</strong>volvió el cuchil<strong>lo</strong> alpandillero <strong>de</strong> la otra banda y repitió su mensaje: la violencia no es la mejor manera <strong>de</strong>resolver <strong>lo</strong>s problemas. Entonces se dirigió a hospital para que <strong>lo</strong> curaran. Al díasiguiente ya estaba otra vez en la calle. Nacho me mostró la remera que usaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>su camisa. Le preguntaba a <strong>lo</strong>s pandilleros quién <strong>lo</strong>s quería y éstos le <strong>de</strong>cían ―Nadie,flaco.‖ Luego alzaba la camisa y les mostraba la remera, que tenía la inscripción: ―Minombre es Nadie‖ Al mostrarles su i<strong>de</strong>ntificación, les <strong>de</strong>cía: ―Bueno, yo <strong>lo</strong>s quiero.‖En otra ocasión, durante uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s almuerzos con la gente <strong>de</strong> la tercera edad,que por <strong>lo</strong> general tenían lugar <strong>lo</strong>s viernes en nuestro centro <strong>de</strong> servicio social, unaanciana me preguntó qué significaba la vela encendida sobre la mesa. Le contesté quenada, que só<strong>lo</strong> se trataba <strong>de</strong> una <strong>de</strong>coración. Ella se rió y le dijo al grupo: ―El padre nisiquiera sabe el significado <strong>de</strong> la vela.‖ Y comenzó una larga explicación sobre elsimbolismo <strong>de</strong> las velas con respecto a la presencia <strong>de</strong> Cristo. Le agra<strong>de</strong>cí por suenseñanza. Les agra<strong>de</strong>cí a todos.107


El trabajo con <strong>lo</strong>s pobres significó un <strong>de</strong>safío para mis votos <strong>de</strong> pobreza.Usualmente no hab<strong>lo</strong> <strong>de</strong> esto con nadie porque me incomoda. La gente podría presumirque vivo con las restricciones <strong>de</strong> una persona pobre y no es el caso. Tengo micomputadora personal, mi propio dormitorio, y todos <strong>lo</strong>s libros y la ropa que necesito.Me alimento bien y voy a restaurantes agradables. Incluso viajo a veces. He viajado aEuropa en varias oportunida<strong>de</strong>s. Algo lejos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s recursos <strong>de</strong> una familia <strong>de</strong> la clasetrabajadora, y mucho más lejos <strong>de</strong> otra <strong>de</strong> escasos recursos.En San Pío el contraste se intensificaba. La gente <strong>de</strong>l vecindario no podíavincularse con el priorato don<strong>de</strong> vivíamos. El mismo edificio era inhóspito: cinco pisos<strong>de</strong> ladril<strong>lo</strong> y piedra, más gran<strong>de</strong> que la iglesia. Las dimensiones intimidaban. Los bel<strong>lo</strong>stoldos sobre las ventanas <strong>de</strong>l frente en el verano, el revestimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y <strong>lo</strong>senormes mosaicos <strong>de</strong>corados en el piso <strong>de</strong> la terraza en la entrada <strong>de</strong>l edificio, esaventanilla <strong>de</strong> atención al público en la que apenas se veía el rostro <strong>de</strong> la recepcionista.Nada era propicio para una bienvenida. Si alguna persona concurría para visitar a algúnfraile que viviera allí, la recepción resultaba poco amistosa. Había un factor evi<strong>de</strong>nte: ala mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos en la casa les molestaba y se ponían tensos, el barrio y eledificio era una isla en sí misma. Hubiera sido <strong>lo</strong> mismo sacar<strong>lo</strong> <strong>de</strong> allí y trasladarla aotro lugar en el mundo, y no <strong>hubiera</strong> cambiado ningún aspecto <strong>de</strong> la vida quellevábamos. Los frailes trataban a nuestra feligresía como intrusos. El director <strong>de</strong>lsantuario <strong>de</strong> San Judas, a<strong>lo</strong>jado en la iglesia parroquial, me solicitó si no podíamosobligar a nuestra feligresía a esperar al personal <strong>de</strong> la parroquia en otro lugar que nofuera la sala <strong>de</strong> recepción, <strong>de</strong>bido a que su presencia molestaba a <strong>lo</strong>s huéspe<strong>de</strong>s <strong>de</strong>lsantuario. El apodo que la gente le había dado a nuestra casa era ―la embajada.‖ Deninguna manera un cumplido, sino una alusión al aislamiento <strong>de</strong> la iglesia.Por este motivo, apenas pudimos hacer<strong>lo</strong>, mudamos las oficinas parroquialesfuera <strong>de</strong>l priorato. Nos establecimos en la mitad <strong>de</strong>l convento que les sobraba a lashermanas. El prior se enfureció conmigo porque no <strong>lo</strong> había consultado y tenía razón.Mi <strong>de</strong>cisión afectaría el bienestar <strong>de</strong>l priorato. Pero por el otro lado, ¿para qué tomarmela molestia <strong>de</strong> consultar si ya había tomado una <strong>de</strong>cisión? De esta manera, evité que medisuadieran, y eventualmente la gente manifestó gratitud por el cambio.Para acercarnos aún más a la feligresía, <strong>lo</strong>s frailes <strong>de</strong>l equipo parroquial nosmudamos a un <strong>de</strong>partamento al otro lado <strong>de</strong> la calle. La gente asimismo apreció estegesto. Comenzaron a enviarnos comida y algunas mujeres ofrecieron hacer la limpieza.108


La razón <strong>de</strong> todo esto era significativa: sentía ahora mucha más responsabilidad paracuidar <strong>de</strong> nosotros. ―Después <strong>de</strong> todo, uste<strong>de</strong>s ya son parte <strong>de</strong> nosotros,‖ dijo una <strong>de</strong>ellas. (71)Los dormitorios eran pequeños: en el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s casos, la mitad <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong><strong>lo</strong>s <strong>de</strong>l priorato. No había placares, y por <strong>lo</strong> tanto <strong>de</strong>bíamos guardar nuestra ropa <strong>de</strong>bajo<strong>de</strong> la cama, y asimismo co<strong>lo</strong>car un escritorio que obstruía el paso entre aquélla y lapared. Se trataba <strong>de</strong> un sacrificio que habíamos elegido y <strong>lo</strong> consi<strong>de</strong>ramos como unaspecto <strong>de</strong> nuestros votos <strong>de</strong> pobreza. Cuando <strong>lo</strong>s religiosos nos visitaban, recibían elmensaje y se admiraban <strong>de</strong> nuestro esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida simple. Los parroquianos venían ypermanecían un rato <strong>de</strong> pie admirando ―la suntuosidad‖ <strong>de</strong>l lugar. Después <strong>de</strong> todo,cada uno tenía su propia habitación.Podría contar muchas más anécdotas, experiencias cotidianas, que mecambiaron. Aprendí a convivir con <strong>lo</strong>s pastores que llegaron al pesebre antes que yo.Comencé a apreciar la sabiduría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s galileos, muy ocupados con sus activida<strong>de</strong>sagrícolas y pesqueras para apren<strong>de</strong>r todos <strong>lo</strong>s aspectos sutiles <strong>de</strong> la ley, pero que estabanlistos para suspen<strong>de</strong>r cualquier actividad con el fin <strong>de</strong> escuchar la prédica <strong>de</strong> Jesús.Respetaba a las Marías Magdalenas que se acercaban a nuestro santuario <strong>de</strong> San Judas,solicitando que intercediera por ellas para que tuvieran una noche <strong>de</strong> trabajo productivo.Encontré a Dios en tantos lugares insólitos; y lenta, muy lentamente, mis principiosestrictos y rígidos sobre la vida y la religión comenzaron a ablandarse.Después <strong>de</strong> pasar seis años en San Pío ya estaba preparado para otra mudanza.Yo era como un misionero extranjero en el corazón <strong>de</strong> Chicago. Como todo el equipo,trataba con una lengua y una cultura extranjeras: ayudaba a <strong>lo</strong>s inmigrantes a adaptarsea otras tierras, pero yo <strong>de</strong>bía hacer gran<strong>de</strong>s esfuerzos para adaptarme a el<strong>lo</strong>s. Se trataba<strong>de</strong> un ir y venir continuo, un doble esfuerzo costoso. Un año <strong>de</strong> ministerio en el barrio<strong>de</strong> Pilsen equivalía a dos años <strong>de</strong> energía empleada en cualquier otro lugar. Esta fue una<strong>de</strong> las razones que explican por qué no pro<strong>lo</strong>ngué mi período inicial <strong>de</strong> seis años, apesar <strong>de</strong> mis <strong>lo</strong>gros y <strong>de</strong> mi felicidad en esa parroquia. Deseaba salir a pie, noarrastrarme.También me preocupaba el hecho <strong>de</strong> que me había involucrado <strong>de</strong>masiado en lapolítica. El barrio <strong>de</strong> Pilsen era famoso en la ciudad por la violencia en sus calles. Nadiehabía conseguido que las diferentes organizaciones sociales trabajaran juntas. Integrévarias organizaciones comunitarias y contribuí para que funcionara un club para jóvenes109


y como miembro <strong>de</strong>l directorio. Ayudé a restablecer la ACJ como un centro <strong>de</strong> serviciosocial y para el<strong>lo</strong> tuvimos que <strong>de</strong>shacernos <strong>de</strong>l directorio anterior. A menudo, junto conotros colegas <strong>de</strong> la parroquia, me manchaba con la sangre <strong>de</strong> algún enfrentamientocallejero. Algo que no me molestaba; <strong>de</strong> alguna manera, parte <strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong> un pastorque pelea por <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> la gente. Pero sin mayores dificulta<strong>de</strong>s comencé aalinearme políticamente y procurar po<strong>de</strong>r político. Esto NO es <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>be hacer unpastor y entonces antes <strong>de</strong> que causara perjuicios, comprendí que <strong>de</strong>bía alejarme <strong>de</strong> estasituación <strong>de</strong> riesgo. Mi función no era la <strong>de</strong> asumir li<strong>de</strong>razgo en estas áreas: esto lecorrespondía a <strong>lo</strong>s laicos. Descubrí que al tomar posición en áreas don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bería haberpeleado por un principio y <strong>de</strong>jar <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>talles a <strong>lo</strong>s otros, también me usaban en juegos<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Me hallaba en aguas profundas y no sabía nadar. Reflexioné que si continuabapodía tergiversar el mensaje <strong>de</strong>l evangelio. Contábamos con un hombre que tenía másexperiencia y más pru<strong>de</strong>ncia en estas áreas, y que estaba preparado para cubrir mipuesto. . Por el bien <strong>de</strong> la parroquia y <strong>de</strong>l barrio, ya había llegado la hora <strong>de</strong> pasarle lasriendas.L<strong>lo</strong>ré al abandonar San Pío, y por el do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> la separación no pu<strong>de</strong> regresar <strong>de</strong>visita durante cuatro años. Amaba y todavía amo a esa gente, y fue como abandonar amis parientes y a mis seres queridos (Lucas 24,26). Pero no tuve ninguna duda <strong>de</strong> quehabía hecho <strong>lo</strong> correcto. Al terminar cualquier ministerio, reflexiono sobre el pasado yanalizo mis <strong>lo</strong>gros y mis fracasos. En la reunión <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s miembros <strong>de</strong>la parroquia se levantó y dijo algo que me alegró mucho: ― Cuando Fray Jerry llegó,había algo en él que me fastidiaba. ¡Nunca nos gritaba! Jamás se molestó en señalarnosqué cosas hacíamos mal y cómo <strong>de</strong>bíamos esforzarnos más para ser mejores católicos.Y por fin comprendí su mensaje: hablaba <strong>de</strong> amor, nos pedía que nos amáramos <strong>lo</strong>sunos a <strong>lo</strong>s otros.‖Si por allá hubo otros que también <strong>lo</strong> comprendieron, ¿qué más podría pedircomo pastor?Notas al capítu<strong>lo</strong> 10(*) en español en el original (N. <strong>de</strong>l T.)110


(65) Ver Suma Teológica <strong>de</strong> Santo Tomás, II-II q.120, entre otras fuentes.Concepto importante en teo<strong>lo</strong>gía moral y bien <strong>de</strong>sarrollado en el pensamientoescolástico.(66) Ver James A. Brundage: Law, Sex, and Christian Society in MedievalEurope, Chicago, The University of Chicago Press, 1987(67) Capítu<strong>lo</strong> 9 <strong>de</strong> su autobiografía. Mi propia traducción <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el español.(68) ―A través <strong>de</strong> nuestra obediencia nos unimos a Cristo.‖ Nro. 19 par. II(69) Para Santo Tomás, la ley es el or<strong>de</strong>namiento <strong>de</strong> las cosas según la razóncorrecta. <strong>Otras</strong> escuelas <strong>de</strong> fi<strong>lo</strong>sofía podrían afirmar que la ley <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la voluntad<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s legisladores, esto es, esta persona o grupo que tiene el po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>cretaron la ley, yesto es suficiente. Para un tomista, sin embargo, no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> quien<strong>de</strong>creta la ley. Si la conducta que se or<strong>de</strong>na no es razonable, entonces la ley no es válida.Más aún, según el principio legal antiguo <strong>de</strong> receptio legis (aceptación <strong>de</strong> la ley), lagente a quien se le solicitó que obe<strong>de</strong>ciera la ley es la que en última instancia toma la<strong>de</strong>cisión sobre la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la misma.Hubo un ejemp<strong>lo</strong> concreto <strong>de</strong> este principio puesto en práctica cuando el PapaJuan XXIII publicó la carta Veterum Sapientiae, en la que <strong>de</strong>cretaba que a partir <strong>de</strong>entonces todas las clases en <strong>lo</strong>s seminarios <strong>de</strong>bían ser dictadas en latín. Roma estaba tan<strong>de</strong>cidida a que esto se implementara que incluso le encargaron James Byrne, elarzobispo <strong>de</strong> Dubuque, su implementación en <strong>lo</strong>s Estados Unidos. Este arzobispo erabien conocido por su total obediencia a Roma. Sin embargo, <strong>de</strong>claró que VeterumSapientiae era letra muerta antes <strong>de</strong> que fuera impresa. Jamás levantó un <strong>de</strong>do paracomprobar que la obe<strong>de</strong>cieran. El principio <strong>de</strong> receptio legis se había aplicado.El dictamen <strong>de</strong> Teresa respecto <strong>de</strong> que ―cuando usamos la brújula <strong>de</strong> la voluntad<strong>de</strong> <strong>lo</strong> superior, siempre nos aseguramos <strong>de</strong> seguir el sen<strong>de</strong>ro correcto, sin temor <strong>de</strong>equivocarnos‖ <strong>de</strong>ja mucho que <strong>de</strong>sear. El sacerdote psicó<strong>lo</strong>go Eugene Kennedy <strong>lo</strong>señaló bien al afirmar que ―el principio <strong>de</strong> contradicción está involucrado en lapretensión <strong>de</strong> que las personas sean a la vez humanas y obedientes a ciegas.‖(Tomorrow´s Catholics, p. 108)En cuanto a Veterum Sapientiae, nosotros, <strong>lo</strong>s dominicos <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> SanAlberto, fuimos más dóciles. Siempre tuvimos la mitad <strong>de</strong> nuestras clases <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gíadictadas en latín. El día asignado para la implementación <strong>de</strong>l documento <strong>de</strong> Juan XXIII,111


todos <strong>lo</strong>s profesores cumplieron con la obligación <strong>de</strong> usar el latín para todas las clases.Fue frustrante para todos. Dos días <strong>de</strong>spués hubo una reunión <strong>de</strong> emergencia en lafacultad. La mañana siguiente, todos <strong>lo</strong>s profesores entraron a clase y <strong>de</strong> inmediatocomenzaron a hablar en inglés. Nunca más oímos otra palabra en latín. VeterumSapientiae, escrito para preservar el latín entre el clero, <strong>lo</strong> había aniquilado.(70) Esto me enseñó que puedo acercarme a las personas, pero a pesar <strong>de</strong> todosmis recursos nunca más podré vivir en el mismo nivel <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s que recibieron miministerio. También aprendí que sería perjudicial que <strong>lo</strong> intentara. Cuando llegué a laparroquia, <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> ir al teatro, algo que adoro. Sin embargo, la mayoría <strong>de</strong> mis feligresesno tenían dinero para esto. Por <strong>lo</strong> tanto, pensé que no <strong>de</strong>bía ir. Meses <strong>de</strong>spués, tuve unacrisis y compré una entrada para ver una obra <strong>de</strong> un grupo <strong>lo</strong>cal. Me emocionó sentarme<strong>de</strong> nuevo frente a un escenario, y este estado <strong>de</strong> ánimo me <strong>de</strong>jó como si f<strong>lo</strong>tara sobreuna nube durante una semana. Tuve tanta energía para mis ocupaciones que mepregunté si renunciar al teatro era realmente una medida apropiada para a trabajar con<strong>lo</strong>s pobres. No <strong>lo</strong> era. No puedo pasar hambre pensando que mi falta <strong>de</strong> comida <strong>de</strong>alguna manera <strong>lo</strong>s alimentará. De una vez por todas, <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> lado el concepto <strong>de</strong> <strong>lo</strong>svotos <strong>de</strong> pobreza en cuanto al dinero. Aún mantengo un voto, cuyo significado <strong>de</strong>scubrí<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s episodios que narro en este capítu<strong>lo</strong>.(71) No <strong>lo</strong> aceptamos. Necesitábamos hacer estas cosas nosotros mismos paracompren<strong>de</strong>r la realidad <strong>de</strong> sus vidas. Ninguno <strong>de</strong> nosotros tuvo ayuda doméstica.112


Capítu<strong>lo</strong> 11 – Salgo <strong>de</strong>l placardCuando me hice cargo <strong>de</strong> la parroquia <strong>de</strong> San Pío había cumplido <strong>lo</strong>s cuarenta. Estabaprobablemente en la mitad <strong>de</strong> mi vida. Era tiempo <strong>de</strong> hacer un balance, pero no revisé elpasado sino que me orientaba hacia el futuro. ¿Había áreas <strong>de</strong> mi personalidad quenecesitaban atención? No hizo falta que pensara <strong>de</strong>masiado al respecto: se trataba <strong>de</strong> misexualidad.En la etapa <strong>de</strong> crecimiento, el tema <strong>de</strong>l sexo era difícil para mí. De eso no se hablabaen casa. Mi padre nunca me explicó ―<strong>lo</strong>s hechos <strong>de</strong> la vida‖ y yo no tenía la menor i<strong>de</strong>a<strong>de</strong> la anatomía femenina y a través <strong>de</strong> amigos había aprendido algo sobre el coito y laconcepción, pero nada sobre el proceso <strong>de</strong> gestación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s bebés. Si mi hermano y yoestábamos en una sala don<strong>de</strong> había mujeres que empezaban a hablar sobre el embarazo,nos retirábamos <strong>de</strong> inmediato.No había educación sexual en la escuela; las únicas charlas que recuerdo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s retiros<strong>de</strong> la secundaria son las que nos conminaban a ser puros. ―Tratan <strong>de</strong> alcanzar lasestrellas,‖ predicaba un director. ―Por la noche, cuando van a dormir, levanten lasmanos rezando el rosario en vez <strong>de</strong> tocarse ahí abajo. ― Por <strong>lo</strong> menos, sabía que habíaallí, y también sabía que podría llevarme al infierno.Para San Agustín, el sexo era ―el apetito bestial <strong>de</strong> la lujuria.‖ La cópula <strong>de</strong> una parejacuyo propósito no fuera la procreación era libertinaje. (72) El papa Gregorio Magnohabía <strong>dicho</strong> que ―<strong>de</strong>bido a que incluso la relación sexual permitida <strong>de</strong> una pareja unidaen matrimonio no pue<strong>de</strong> tener lugar sin el placer <strong>de</strong> la carne, es necesario restringir laentrada en ese lugar sagrado <strong>de</strong> la mujer, porque el placer en sí mismo es un pecado.‖Esto todavía se enseñaba en <strong>lo</strong>s años cincuenta. Lo había escuchado en la secundariay <strong>de</strong> nuevo en las clases <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gía. Si se pensaba en el sexo y había goce <strong>de</strong>liberado,ya había motivo suficiente para irse al infierno. Incluso las parejas casadasprobablemente pecaba <strong>de</strong> algún modo, si bien venial, en el clímax <strong>de</strong>l coito, <strong>de</strong>bido aque la razón y la voluntad estaban abrumadas, la pareja fuera <strong>de</strong> control... ¿Cómo eraposible que con semejante ebullición <strong>de</strong> placer pudieran concentrar sus mentes enDios?Había una tradición opuesta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> Roma que se solazaba en lasensualidad. En algunas iglesias <strong>de</strong> la Edad Media hay portales <strong>de</strong>corados con imágeneseróticas. Y también había una tradición llamada ―la risa pascual‖ que duró alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>113


mil años en Europa. Durante la homilía <strong>de</strong>l domingo <strong>de</strong> Resurrección, el sacerdotecontaba bromas <strong>de</strong> humor negro. Una práctica muy criticada que <strong>lo</strong>s obispos a su <strong>de</strong>bidomomento eliminaron, porque les proporcionaba a <strong>lo</strong>s protestantes una excusa paraatacarnos.En la época que se abandonó esta costumbre, <strong>lo</strong>s sacerdotes la reivindicaronafirmando que <strong>lo</strong> hacían para que la gente acudiera a la iglesia. Si éste era el caso, unaobservación lamentable en cuanto a la condición <strong>de</strong> la liturgia y la prédica. Sinembargo, María Caterina Jacobelli, una estudiante <strong>de</strong> Ives Congar, O.P., sostiene que lacostumbre comenzó <strong>de</strong>bido a una creencia profunda en la resurrección <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong>Jesús, que a la vez era una afirmación <strong>de</strong> la condición física <strong>de</strong> nuestros propioscuerpos. (73)Esta tradición nunca echó raíces en el sig<strong>lo</strong> veinte, y tampoco en mi educaciónteológica. No se hablaba <strong>de</strong> sexo. Cuando era novicio probablemente empleábamosmenos tiempo estudiando <strong>lo</strong>s votos <strong>de</strong> celibato que cualquier otro aspecto <strong>de</strong> nuestravida. No era necesario, porque estaba bien aclarado: ya llevábamos una vida célibe connuestra soltería. Se daba por sentado que ni siquiera nos masturbábamos. Creo que seles recomendaba a <strong>lo</strong>s postulantes que no <strong>de</strong>bían masturbarse, por <strong>lo</strong> menos durante unaño antes <strong>de</strong> entrar en el seminario o en la vida religiosa, para <strong>de</strong>mostrar que podíanmanejar el celibato. (74) Esta era la guía pastoral con la que trabajábamos. Una vez enla Or<strong>de</strong>n, só<strong>lo</strong> bastaba continuar con cierta disciplina personal el resto <strong>de</strong> nuestras vidas.Se hablaba <strong>de</strong> ―sublimar‖ nuestra energía sexual, canalizándola hacia otras áreascomo el estudio o el servicio a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. Afirmábamos que renunciábamos al amor <strong>de</strong>una persona en particular para incrementar nuestro amor a Cristo, o para estardisponibles para darle toda nuestra energía a quienes nos necesitaban. Caminábamos porel camino al calvario, pero era cuesta arriba. O, como <strong>lo</strong> mencioné a través <strong>de</strong> unametáfora en la introducción, subíamos al cie<strong>lo</strong> en ascensor, mientras que la gente <strong>lo</strong>hacía por las escaleras. No había mucho más para agregar a estas reflexiones.En la ceremonia <strong>de</strong> entrega <strong>de</strong>l hábito dominico y en las otras ceremonias, el superiorsiempre leía la misma exhortación: ―Con respecto a la castidad, hermanos, <strong>de</strong>benconsi<strong>de</strong>rarse como si fueran un pa<strong>lo</strong> o una piedra.‖ Una vez que se planteaba esto comoi<strong>de</strong>al, algo tan elevado sobre <strong>lo</strong>s hermanos, no sorpren<strong>de</strong> que nadie quisiera hablar <strong>de</strong>ltema.114


Nuestro prefecto <strong>de</strong> disciplina <strong>de</strong>cía que no <strong>de</strong>bíamos permitir que <strong>lo</strong>s niños, nisiquiera nuestros sobrinos, se sentaran sobre nuestro regazo: tenían que a apren<strong>de</strong>r arespetarnos como hombres diferentes. En un curso anterior al mío, se les or<strong>de</strong>naba a <strong>lo</strong>shermanos no alzar jamás a una criatura, porque esto podría <strong>de</strong>spertar el anhe<strong>lo</strong> <strong>de</strong> lapaternidad.Quizás tanto rigor se <strong>de</strong>bía a que <strong>lo</strong>s votos <strong>de</strong> celibato nos co<strong>lo</strong>caban en una situación<strong>de</strong> doble riesgo. Si cedíamos a la tentación sexual, hubiéramos pecado como cualquierotra persona. Pero como habíamos prometido abstención, se duplicaban lasconsecuencias <strong>de</strong> nuestra caída en el aspecto lujurioso y <strong>de</strong> incumplimiento. Sitransgredíamos <strong>lo</strong>s votos <strong>de</strong> pobreza o <strong>de</strong> obediencia no iríamos al infierno tan rápido.Por <strong>lo</strong> tanto, rechazábamos nuestra sexualidad integrándola en nuestra vida espiritual:<strong>lo</strong>s pecados contra la castidad eran ―vergonzosos‖. Jamás se hablaba <strong>de</strong> que casi todosluchábamos contra nuestros impulsos y ni siquiera se podía imaginar que alguien cayeratan bajo.¿Nuestra actitud era realista? Por entonces había una <strong>de</strong>voción piadosa <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdominicos que se <strong>de</strong>nominaba ―la fraternidad <strong>de</strong> Santo Tomás‖. El objetivo erafomentar la castidad y le rezábamos a Santo Tomás imp<strong>lo</strong>rándole que fuéramos puroscomo él.Quizá el lector conozca la leyenda <strong>de</strong> este santo. Su familia no quería que seuniera a <strong>lo</strong>s frailes <strong>de</strong> vida mendicante y que se a<strong>lo</strong>jaran en casas sencillas con escasascomodida<strong>de</strong>s. Si Tomás <strong>de</strong>seaba ser religioso, por <strong>lo</strong> menos <strong>de</strong>bía entrar en la abadía <strong>de</strong>Monte Casino, don<strong>de</strong> conseguiría el puesto <strong>de</strong> abad a través <strong>de</strong> la influencia <strong>de</strong> sufamilia. Tomás fue encarcelado Cuando rechazó esta propuesta, <strong>lo</strong> mandaron a prisión,pero el ardid fracasó. Como último recurso, le enviaron una prostituta y nuestro santohermano no cayó en la tentación. Echó a la mujer <strong>de</strong> su cuarto amenazándola con unatizador al rojo vivo recién extraído <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong>l hogar (estoy seguro <strong>de</strong> que SigmundFreud se <strong>hubiera</strong> regocijado con el simbolismo <strong>de</strong> este episodio). Después <strong>de</strong> que SantoTomás resistió esta tentación, un ángel apareció ante él y le otorgó el don <strong>de</strong> la castidadperpetua: nunca más tentación alguna, y por <strong>lo</strong> tanto se convirtió en ―el doctorangélico.‖ Cuando su familia reconoció que ni siquiera una mujer podía tentar<strong>lo</strong>, lepermitió hacer <strong>lo</strong> que quisiera y continuar con su vida <strong>de</strong> fraile predicador.Queríamos ser como Santo Tomás, y como símbo<strong>lo</strong> y recordatorio <strong>de</strong> nuestrojuramento, nos daban un cor<strong>de</strong>l con nudos para que <strong>lo</strong> usáramos como cinturón. ¿El115


propósito <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s nudos? Creo que evocar la corona <strong>de</strong> espinas. O quizá se trataba <strong>de</strong> uncilicio simbólico, nunca <strong>lo</strong> supe con certeza.Había una broma –en verdad una anécdota verídica- difundida entre <strong>lo</strong>sestudiantes dominicos, inspirada en este famoso cor<strong>de</strong>l <strong>de</strong> Santo Tomás. Era habitualfomentar esta <strong>de</strong>voción en las escuelas secundarias y en las faculta<strong>de</strong>s don<strong>de</strong> enseñabannuestros colegas. Una vez, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que recibiera su cordón <strong>de</strong> castidad, unestudiante, cordón en mano, se acercó a un fraile y le dijo: ―Se <strong>lo</strong> <strong>de</strong>vuelvo Padre. ¡Nome sirvió!‖ Nos reíamos cada vez que la escuchábamos, risas que revelaban la verdadque encerraba.¿Nuestros superiores pensaban en verdad que la cuestión era tan simple?¿Nosotros también? Lo dudo. Cuando estaba en el período <strong>de</strong> formación, mi profesor <strong>de</strong>teo<strong>lo</strong>gía pastoral nos previno que no <strong>de</strong>bíamos predicar sobre la castidad mientrastodavía éramos jóvenes. Un tópico <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s predicadores mayores cuyos fuegos <strong>de</strong> lujuriaya no ardían; si intentábamos predicar sobre esto antes <strong>de</strong> que esto ocurriera, nadie nostomaría en serio. ¿Qué nos sugería esto con respecto a <strong>lo</strong> que pensaban nuestrossuperiores <strong>de</strong> la ejecución <strong>de</strong> estos votos? (76)A <strong>lo</strong>s cuarenta años <strong>de</strong> edad, yo era un aún un niño con respecto a mi sexualidad.El sexo me paralizaba. La única manera <strong>de</strong> manejar<strong>lo</strong> era reprimir<strong>lo</strong>, pero esto no podíafuncionar por un tiempo ilimitado. Lo que no tratamos en la década apropiada <strong>de</strong>nuestro <strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> regresará hasta que por fin enfrentemos el estado <strong>de</strong> las cosas.Por entonces, imposible escapar <strong>de</strong> mi sexualidad. Recuerdo un episodio <strong>de</strong> miinfancia en el que me encuentro so<strong>lo</strong>, en mi cuarto, atemorizado por <strong>lo</strong>s chirridos <strong>de</strong> lacasa. Creo que hay un monstruo en el placard y me escondo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las frazadas, con<strong>de</strong>masiado miedo para espiar. Una noche <strong>de</strong>cido ponerle punto final todo esto. Cuandoescucho ruidos, me levanto, reviso el cuarto, abro el placard y compruebo que no haynada que pueda dañarme. Nunca más sentí miedo. Y a <strong>lo</strong>s cuarenta años necesitaba elmismo coraje. Si entonces pu<strong>de</strong> hacer<strong>lo</strong>, ahora también sería posible. Decidí mirar a estemiedo en <strong>lo</strong>s ojos, cara a cara.Como un adolescente, compré revistas <strong>de</strong> jóvenes <strong>de</strong>snudas e fui a cines queexhibían películas pornográficas. Pero no fue fácil: la primera vez que entré en una <strong>de</strong>estas salas tuve una sensación <strong>de</strong> parálisis. Tenía la certeza <strong>de</strong> ingresar en un mundomugriento y <strong>de</strong>gradado. El lugar estaría ocupado por viejos frustrados, en harapos y con116


<strong>de</strong>ntadura postiza, e iba a compa<strong>de</strong>cer<strong>lo</strong>s porque seguramente carecían <strong>de</strong> una maneranormal <strong>de</strong> expresar su sexualidad ¿Cómo entrar en estos antros? Si <strong>lo</strong> hacía, sería unomás <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s, y me mirarían con la misma repugnancia con la que se miraban a símismos. Más aún, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> someterme a algo tan <strong>de</strong>gradante, ¿qué haría si unconocido me sorprendiera al salir <strong>de</strong>l cine? ¿Qué le pasaría a mi reputación?El Gerard pequeño se había salvado <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>monios cuando echó una ojeada enel placard y el Jerry adulto tendría que hacer <strong>lo</strong> mismo. Caminé alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la manzanavarias veces, sentí atracción y rechazo. No sabía si podría hacer<strong>lo</strong>. Finalmente, recé unaplegaria: ―Ven a mí, Espíritu Santo,‖ y entré.Una sorpresa. La audiencia no estaba repleta <strong>de</strong> viejos lascivos que trataban <strong>de</strong>compensar su soledad y su tristeza. La mayoría era bastante joven, e incluso habíamujeres. Parecía que en verdad algunos la estaban pasando bien. Cuando tomé asientopara ver la película no me sentí sucio, sino aliviado porque ya no era un extraterrestre.No era la única persona en este mundo con genitales y con sensaciones eróticas; mesentí igual a <strong>lo</strong>s otros que estaban a mi alre<strong>de</strong>dor.No <strong>lo</strong> dudo: Dios estuvo conmigo aquella tar<strong>de</strong> cuando entré en el cine. Se trató<strong>de</strong> una experiencia religiosa, en el sentido amplio <strong>de</strong>l término. Si sentí algo <strong>de</strong> culpa, fueacaso porque al pagar mi entrada contribuía con la mafia, la cual, según tengoentendido, tenía el monopolio <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> entretenimiento en Chicago. Debido aesto, le pedí perdón al Señor. Este primer encuentro sexual a través <strong>de</strong> un film no meexcitó, y tampoco las otras funciones porque me parecían terriblemente aburridas. ¿Porqué la gente gastaba dinero para ver pornografía? Esto fue só<strong>lo</strong> una parte <strong>de</strong> miinvestigación. Aún quedaba exp<strong>lo</strong>rar el área <strong>de</strong> la homosexualidad, <strong>lo</strong> que me puso másnervioso porque inconscientemente sabía que éste era el mundo <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>seo.La gente se sorpren<strong>de</strong> cuando les cuento que ignoré este aspecto básico <strong>de</strong> mivida en mis primeros cuarenta años. La condición gay nunca había sido una opción paramí. La consi<strong>de</strong>raba perversa e inmoral, y como yo necesitaba ser ―normal‖ y muy buenapersona, había <strong>de</strong>cidido reprimir mis impulsos. La represión es mucho más fácil <strong>de</strong>manejar que el enfrentamiento <strong>de</strong> una realidad do<strong>lo</strong>rosa.La posibilidad <strong>de</strong> ser gay había surgido. En el segundo año <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudios teológicos,tuve un sueño en el que me casaba con uno <strong>de</strong> mis compañeros <strong>de</strong> clase. Me sentía muybien y todo parecía muy natural en el sueño. Sin embargo, al <strong>de</strong>spertar estaba117


aterrorizado. Quise consultar a un psicó<strong>lo</strong>go sobre este sueño, pero fue imposible. Enaquel<strong>lo</strong>s días, si alguien concurría a un psicó<strong>lo</strong>go no permanecía en la Or<strong>de</strong>n. Si<strong>hubiera</strong> consultado con alguno, se habría inferido que yo era una personaemocionalmente inestable y no apta para la vida religiosa y el ministerio. Por <strong>lo</strong> tanto,guardé el sueño bien a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí.La cuestión apareció <strong>de</strong> nuevo cuando promediaba <strong>lo</strong>s treinta. Tomé un testpsicológico en el cual <strong>de</strong>bía completar una serie <strong>de</strong> afirmaciones. Una <strong>de</strong> ellas era:―Tengo miedo <strong>de</strong>....‖ Mi respuesta inmediata fue: ―ser gay.‖ Y el psicó<strong>lo</strong>go me dijo: ―Sicree que pue<strong>de</strong> ser homosexual, ¿por qué no se pone un vestido y se va <strong>de</strong> paseo por lacalle Clark y comprueba cómo se siente?‖ Esta calle en Chicago era un lugar <strong>de</strong>encuentro para la comunidad gay. ¿Cómo podía un psicó<strong>lo</strong>go confundir el travestismocon la homosexualidad? No me <strong>lo</strong> explico, pero así fue. Me alegré <strong>de</strong> continuar con elestereotipo falso, ya no que no tenía la intención <strong>de</strong> vestirme <strong>de</strong> mujer. El consejo <strong>de</strong>lpsicó<strong>lo</strong>go me permitió permanecer en el placard seis años más.En una ocasión, mientras caminaba por la calle State en Chicago, observé cómo <strong>lo</strong>shombres miraban embobados a las chicas que pasaban. ―¡Qué vulgar!‖ Me pregunté porqué esto nunca me había tentado. ―Bueno, a <strong>lo</strong> mejor soy una persona con mayor<strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> espiritual.‖ En el aspecto moral, me sentía algo superior. No me pasaba por lacabeza que miraba a <strong>lo</strong>s hombres como el<strong>lo</strong>s a las mujeres.Tres factores ser convirtieron en las llaves que abrieron el placard para mí. La primerafue la lectura <strong>de</strong> La alegría <strong>de</strong>l sexo gay, <strong>de</strong> Charles Silverstein. Me parecían muybel<strong>lo</strong>s <strong>lo</strong>s dibujos <strong>de</strong> las parejas <strong>de</strong>snudas y abrazadas. Y más importante que esto,estaba algo que apunté en la introducción: la condición gay no significaba que uno teníaque abominar <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una relación sexual con una mujer. Esto podría ser en verdaduna experiencia placentera. Pero más relevante para <strong>de</strong>finir la orientación es nuestrapreferencia, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> brota con fuerza nuestra energía afectiva. Siempre <strong>lo</strong> habíaconsi<strong>de</strong>rado una elección <strong>de</strong> dos opciones, y sabía que por <strong>lo</strong> menos había una mujer ala que podría amar muy profundamente, incluso <strong>de</strong> la manera sexual. Hasta aquí mijustificación, un argumento sin vali<strong>de</strong>z.En segundo lugar, la contribución <strong>de</strong>l Vaticano. Cuando algunos miembros <strong>de</strong> lacomunidad homosexual buscaron una cabeza <strong>de</strong> turco <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia CatólicaRomana, afirmaron que Pau<strong>lo</strong> VI, el Papa <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s años, era homosexual. ElVaticano reaccionó <strong>de</strong>scalificando la calumnia y aseguró al mundo que la acusación era118


falsa. Al respecto, pensé que resultaba cómico que tuvieran la necesidad <strong>de</strong> reconocereste revue<strong>lo</strong>. Me llevó a preguntarme: ―¿Qué haría si me acusaran <strong>de</strong> que me atraen <strong>lo</strong>shombres sexualmente?‖ Pensé en mis amigos. Conocía a <strong>de</strong>masiados homosexuales enla Or<strong>de</strong>n que podían ser objeto <strong>de</strong> burla según <strong>lo</strong>s estereotipos. Y pensando en el<strong>lo</strong>s, nodudé en respon<strong>de</strong>r para mí mismo: ―Algunos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres más nobles que conozcoson homosexuales. Me sentiría orgul<strong>lo</strong>so <strong>de</strong> que me contaran entre el<strong>lo</strong>s. Y así el factor<strong>de</strong> la vergüenza se <strong>de</strong>svaneció.En tercer lugar, un día yo había retomado la costumbre <strong>de</strong> mirar fotografías. Esta vez,un libro <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudos femeninos. No sentía nada, como siempre. Luego vino la última:un hombre <strong>de</strong>snudo junto a dos mujeres. Mi cuerpo reaccionó inmediatamente, y supeque las mujeres no causaban la respuesta. Ya no podía negar la realidad y <strong>lo</strong> reconocí:―Soy gay.‖ La lucha había terminado.Este <strong>de</strong>scubrimiento fue irónico. Cuando era provincial, una <strong>de</strong> mis funciones habíasido la <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar que muchos estudiantes eran homosexuales No tenía problema coneste tema. El comité <strong>de</strong> admisión y yo habíamos <strong>de</strong>cidido que la orientación sexual nosería un obstácu<strong>lo</strong> para entrar en nuestra provincia. Con todo, un par <strong>de</strong> sacerdotes seacercaron a mi oficina para informarme que nuestra provincia ganaba la reputación <strong>de</strong>simpatizar con <strong>lo</strong>s homosexuales. Los estudiantes <strong>de</strong> esta condición iban a <strong>lo</strong>s bares <strong>de</strong>su comunidad y no se comportaban <strong>de</strong> la manera apropiada en nuestro salón <strong>de</strong>recreación, ―mariconeaban‖ e incomodaban a <strong>lo</strong>s otros hermanos.Entré en pánico y actué bajo el impulso <strong>de</strong> mis temores. Entré como una trombaen Dubuque, y sin asesoramiento suficiente <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> formación, exigí ver a todoscuyos nombres me habían mencionado. Les or<strong>de</strong>né que <strong>de</strong>bían cambiar su conducta, ymás aún, que <strong>de</strong>bían rezar por su curación. Esto no era un problema complicado porquehabía leído un panfleto <strong>de</strong> Agnes Sanford, una mujer episcopal que tenía el don <strong>de</strong> lacuración, una mujer a quien conocía en persona y que respetaba. Agnes dijo que paracurar a un homosexual só<strong>lo</strong> se necesitaba una plegaria simple, una súplica a Dios paraque concentrara la energía en el canal correcto. Esto era <strong>lo</strong> que <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong>bíanhacer. Si no tenían la fe suficiente para cambiar su orientación sexual, por <strong>lo</strong> menos<strong>de</strong>berían abstenerse <strong>de</strong> ejercerla.¡Qué lejos que estaba <strong>de</strong>l aspecto principal <strong>de</strong> la cuestión! Tuve que pedirmuchas disculpas una vez que comprendí el estado <strong>de</strong> las cosas. Con todo, las cosascolaboran para el bien <strong>de</strong> quienes aman al Señor, y el Señor pudo emplear mis errores119


para que yo emprendiera mi propia búsqueda <strong>de</strong> la verdad. Pero todo esto excedía misposibilida<strong>de</strong>s. Sabía que carecía <strong>de</strong> comprensión y <strong>de</strong> compasión. Entonces comencé arezar para que el Señor me concediera estas cualida<strong>de</strong>s para tratar con mis hermanosgays. A la vez, <strong>lo</strong>s hermanos a quienes yo había enfrentado advirtieron que yonecesitaba asesoramiento y le pidieron a un amigo íntimo mío que me confesara suorientación sexual. Fue una conmoción, pero <strong>de</strong>bido a que <strong>lo</strong> quería y confiaba en élpu<strong>de</strong> ser muy directo con mis preguntas y mis objeciones, y él me respondió <strong>de</strong> modotranqui<strong>lo</strong> y afectivo. Esta iniciativa <strong>de</strong> mi amigo motivó que no muchos años más tar<strong>de</strong>yo pudiera <strong>de</strong>cir sin vergüenza: ―Algunos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres más nobles que conozco sonhomosexuales. Estaría orgul<strong>lo</strong>so <strong>de</strong> pertenecer a su grupo.‖ Todavía me sonrío cuandorecuerdo este episodio. Le había rezado a Dios para que me concediera comprensióncon respecto a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más y no esperaba que esta se extendiera a mi persona.Cuando reconocí mi sexualidad, las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> las expectativas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros serompieron. Ahora yo era libre <strong>de</strong> ser <strong>lo</strong> que era, <strong>lo</strong> que soy. Esto no significaba queestuviera listo para comunicárse<strong>lo</strong> al mundo. No quería exponerme a más ataquessociales que a <strong>lo</strong>s inevitables, <strong>de</strong>bido a mi sinceridad. Mi carácter <strong>de</strong> ex provincialinspiraba cierta autoridad, la gente le prestaba atención a <strong>lo</strong> que yo <strong>de</strong>cía. Si confesabapúblicamente mi orientación, me convertiría en una persona comprometida con una solacausa y emplearía todo mi tiempo <strong>de</strong>fendiendo a la comunidad homosexual. Mis amigoshomosexuales me aconsejaron que no <strong>lo</strong> hiciera, porque mi credibilidad iba a disminuirsi abordaba otros temas.Pero <strong>de</strong>bía contárse<strong>lo</strong> a alguien. Se trataba <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la palabra. Cuando ledigo algo en voz alta a otra persona, ese ―algo‖ cobra vida. La palabra <strong>lo</strong> vuelve real einnegable. Al contar a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más acerca <strong>de</strong> mi sexualidad ponía en evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que setrataba <strong>de</strong> un impulso importante en mi vida. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con quienes afirman quelas preferencias sexuales son irrelevantes y que <strong>lo</strong> que más cuenta es el sentido <strong>de</strong>humanidad que se comparte. Sin embargo, mi experiencia personal me señala que laorientación sexual influye en la manera <strong>de</strong> contemplar el mundo, como ocurre con todala sexualidad humana.Y entonces me confié primero con dos queridas amigas. Se sorprendieron porcompleto y les costó mucho creer<strong>lo</strong>. Yo no coincidía con <strong>lo</strong>s estereotipos que teníancon respecto a <strong>lo</strong>s homosexuales. También me confié a otras dos amigas íntimas, que ya<strong>lo</strong> habían intuido. Una había observado que a mí me resultaba cómodo vincularme con120


la gente en el nivel emocional. ―Algo inusual para un hombre. Jerry <strong>de</strong>be ser gay.‖ Laotra opinó que yo <strong>de</strong>bía ser homosexual, porque <strong>lo</strong>s homosexuales nunca se sentíanintimidados ante su personalidad enérgica. En mi propio caso, lejos <strong>de</strong> sentirmeintimidado por este rasgo <strong>de</strong> personalidad en una mujer, <strong>lo</strong> que me podía atraer eraalgún otro aspecto. El motivo <strong>de</strong> esto es una cuestión que podría explicar el mismoFreud. A pesar <strong>de</strong> sus estereotipos, las mujeres habían intuido correctamente.Tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> tantear el terreno con un amigo heterosexual. Podría revelárse<strong>lo</strong>porque era mi mejor amigo y tenía la certeza <strong>de</strong> que no me iba a rechazar. Y para misorpresa, me confesó que también era gay. Un shock para mí. Aunque fuéramos muyunidos, siempre hubo reserva entre nosotros. Esto <strong>de</strong>mostraba qué intenso era el nivel<strong>de</strong> temor en el mundo eclesiástico, que impedía la comunicación sincera entre amigos.Por entonces me <strong>hubiera</strong> gustado contar con un grupo <strong>de</strong> apoyo <strong>de</strong> sacerdotes. Habíatantas cosas para discutir: <strong>de</strong>seaba integrar armónicamente mi sexualidad y misacerdocio. También <strong>de</strong>seaba la libertad <strong>de</strong> un ambiente don<strong>de</strong> pudiera ser simplementeyo mismo y <strong>de</strong>spreocuparme <strong>de</strong> controlar cada palabra que <strong>de</strong>cía por si revelaba miorientación. Incluso cuando me hallaba en algún lugar <strong>de</strong> la comunidad gay, no mesentía libre <strong>de</strong> hablar sobre mi sacerdocio. Que un sacerdote se manifestaraabiertamente con respecto a su homosexualidad, podía <strong>de</strong>jar perplejos a otras personas<strong>de</strong> su misma condición.Los grupos <strong>de</strong> apoyo sacerdotal existían, pero no eran <strong>de</strong> fácil acceso: <strong>de</strong>bido almiedo <strong>de</strong> la exposición, uno no podía comunicarse con el<strong>lo</strong>s sino que el procedimientoera al revés. Só<strong>lo</strong> invitaban a quienes conocieran bien y confiaran en su discreción.Muchos que necesitábamos ayuda quedábamos a la intemperie. Otro indicio <strong>de</strong> laintensidad <strong>de</strong> este temor.Lástima que nuestra sociedad occi<strong>de</strong>ntal co<strong>lo</strong>cara tantos obstácu<strong>lo</strong>s. Recibí una granayuda <strong>de</strong>l libro El espíritu y la carne, diversidad sexual en la cultura indígenanorteamericana, <strong>de</strong> Walter L. Williams. (77) Un estudio antropológico <strong>de</strong> lahomosexualidad en la sociedad indígena en el sudoeste <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos. El doctorWilliams <strong>de</strong>scubrió que en las comunida<strong>de</strong>s norteamericanas nativas no se rechazaba a<strong>lo</strong>s homosexuales, sino que se <strong>lo</strong>s consi<strong>de</strong>raba miembros honorarios. (78) Debido a queel ―berdache‖ era diferente, creían que estaba más cercano a Dios. Era uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s quecomenzaban las celebraciones tribales con una bendición. A menudo era un lí<strong>de</strong>r en lacomunidad, conocido por su sabiduría. Porque se <strong>lo</strong> consi<strong>de</strong>raba masculino y femenino121


a la vez, podía compatibilizar con ambos sexos. Por <strong>lo</strong> tanto era un pacificador yconsultor matrimonial. Según una profecía navaja: ―Cuando todos <strong>lo</strong>s nádaleehé sehayan ido, vendrá el fin <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s navajos.‖ El ―nadaleehé‖ era el ―berdache‖ <strong>de</strong> susociedad. La profecía <strong>de</strong>muestra su importancia para la gente.Cuando leí el libro <strong>de</strong> Williams sobre el bedache, me reconocí a mí mismo. ―¡Ese soyyo!‖ exclamé. Había encontrado mi lugar en el mundo. Por primera vez en mi vida mesentía en casa, y mi condición <strong>de</strong> sacerdote y homosexual me parecían la combinaciónmás natural posible. Ahora <strong>de</strong>seaba ayudar a <strong>lo</strong>s otros, en particular a mis compañerossacerdotes. ¿Qué podría hacer? Según <strong>lo</strong> que había observado, había una gran ausencia<strong>de</strong> información en el entorno. Se sabía <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> homosexuales en el clero.¿Eran numerosos? ¿Vivían en tensión con la Iglesia <strong>de</strong>bido a su orientación? ¿Cómo <strong>lo</strong>sayudaba su orientación sexual para encontrar a Dios? ¿Cumplían con el celibato?Antes <strong>de</strong> emitir juicio sobre el clero gay, <strong>de</strong>bíamos conseguir información. Deseabaescribir un libro. La primera parte sería una encuesta sociológica para aventar ciertosrumores y librarnos <strong>de</strong> otros factores concretos. Y la segunda incluiría el testimonio <strong>de</strong>algunos sacerdotes homosexuales que abordaran su vida espiritual. Los números <strong>de</strong> lasestadísticas tendrían carne y hueso, tendrían vida.En cuanto a mí, también tenía mis propios prejuicios, por supuesto. Creía que laencuesta mostraría un gran número <strong>de</strong> sacerdotes homosexuales y que tenía unaespiritualidad muy positiva. El libro sería una manera <strong>de</strong> entusiasmar a <strong>lo</strong>s sacerdoteshomosexuales para que vivan a pleno su espiritualidad, y que esto les abriría <strong>lo</strong>s ojos alas personas que vivían con estereotipos negativos. Con todo, <strong>lo</strong> que importaba no eraprobar mi tesis, sino buscar la verdad.Otro sacerdote homosexual, que vivía cerca, se unió al proyecto. Contrataríamos aJim Wolf para diseñar y administrar la encuesta. El señor Wolf estaba casado y teníados hijos. Era un notable hombre <strong>de</strong> familia reconocido, católico, apostólico y romano.Nadie podría acusar<strong>lo</strong> <strong>de</strong> manipular la información para promover sus propios intereses.(79) Su colaboración le otorgó credibilidad a nuestro emprendimiento.Nos interesaba relevar en or<strong>de</strong>n aleatorio a <strong>lo</strong>s sacerdotes católicos cuya informaciónfuera en verdad representativa. Comenzamos con un ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> prueba y <strong>lo</strong>s resultadosfueron buenos. La <strong>de</strong>volución habría sido a<strong>de</strong>cuada con casi cualquier otro tópico, y noshabría brindado el visto bueno para continuar con un ejemp<strong>lo</strong> más extenso, pero éste era122


un caso especial. Debido a que la sexualidad <strong>de</strong>l clero era un tema muy controvertido<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista emocional, nuestros asesores <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong> Chicagomanifestaron que una <strong>de</strong>volución normal no bastaba, pero asimismo juzgaban que novalía la pena continuar con una encuesta <strong>de</strong> más envergadura.Dada la situación, hicimos <strong>lo</strong> mejor que pudimos. En el caso <strong>de</strong> que noconsiguiéramos el punto <strong>de</strong> vista objetivo que procurábamos, por <strong>lo</strong> menos habría algúnresultado recurriendo a una encuesta con efecto <strong>de</strong> bola <strong>de</strong> nieve. Nuestros amigossacerdotes gays pasaron el cuestionario a otros colegas <strong>de</strong> su condición hasta que ciensacerdotes compartieron sus historias. Se trataba <strong>de</strong> un número respetable <strong>de</strong> personas, yteníamos la esperanza <strong>de</strong> que nos permitiera <strong>de</strong>sarrollar un análisis serio y co<strong>lo</strong>car eltema en un foro <strong>de</strong> <strong>de</strong>bate. Aunque no fuera posible dar respuestas, pensábamos que <strong>de</strong>todos modos se planteaba bien el estado <strong>de</strong> las cosas.Jim se hizo cargo <strong>de</strong> la encuesta y yo <strong>de</strong> la recolección y la edición <strong>de</strong> lascontribuciones <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sacerdotes. Jim fue el editor final y también quien se ocupó <strong>de</strong>ven<strong>de</strong>r el libro. Se publicó só<strong>lo</strong> bajo su nombre. Los nombres <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sacerdotesinvolucrados permanecieron anónimos. Ninguno <strong>de</strong> nosotros aún estaba preparado paraarriesgarse a una expulsión <strong>de</strong>l sacerdocio por haber participado en un proyecto que lajerarquía oficial no vería probablemente con buenos ojos.El libro se completó y Jim <strong>lo</strong> llevó primero a la editorial <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong>Chicago. La investigación se había <strong>de</strong>sarrollado con la asistencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong>socio<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong> esa universidad. Se trataba <strong>de</strong> un lugar lógico para la publicación. Másaún, pensábamos que si esta institución <strong>lo</strong> publicaba, el proyecto no tendría ningúncarácter <strong>de</strong> exposición sensacionalista sino que tendría una repercusión <strong>de</strong> estudio seriopara promover <strong>de</strong>bates <strong>de</strong> igual tenor. El prestigio <strong>de</strong> la editorial <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong>Chicago habría bastado para que cualquiera hojeara la publicación. Pero aunqueestuvieran interesados, <strong>lo</strong>s editores <strong>de</strong>sconfiaban <strong>de</strong>l proyecto <strong>de</strong>bido a que el tema era<strong>de</strong>masiado controvertido. Postergaron su respuesta durante seis meses y por fin <strong>lo</strong>rechazaron. Entonces Jim <strong>lo</strong> envió a Harper Row, que <strong>lo</strong> compró <strong>de</strong> inmediato y sepublicó en 1989.Una vez le escuché <strong>de</strong>cir a un escritor bien conocido que cualquiera podría publicarun libro. El <strong>de</strong>safío real era ven<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>, y éste era nuestro caso. Los editores <strong>de</strong> Harper yRow estaban entusiasmados y esperaban gran<strong>de</strong>s ventas, algo que no ocurrió a pesar <strong>de</strong>algunas críticas positivas.123


Había escánda<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> pedofilia clerical que ocupaban las primeras planas en la época<strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> nuestro libro. El abuso sexual <strong>de</strong> menores era una cuestión másurgente, e inclusive llamaba más la atención que la homosexualidad. Tampocomovieron un <strong>de</strong>do <strong>lo</strong>s sacerdotes que <strong>lo</strong> escribieron para difundir<strong>lo</strong> por mediospublicitarios. Phil Donohue, un conductor <strong>de</strong> un programa <strong>de</strong> televisión con mil<strong>lo</strong>nes <strong>de</strong>espectadores, nos ofreció la oportunidad <strong>de</strong> aparecer en el programa. Una forma <strong>de</strong>publicidad fuera <strong>de</strong> nuestro po<strong>de</strong>r adquisitivo, pero <strong>de</strong>cidimos no hacer<strong>lo</strong>. Nospreocupaba aparecer en un ambiente proclive al sensacionalismo y procuramos evitar<strong>lo</strong>.Alcanzaríamos a mil<strong>lo</strong>nes <strong>de</strong> personas para convertirnos en excusa para chismorreo,algo que se charla durante el café <strong>de</strong> la mañana.Nuestra actitud era realmente muy pretenciosa. Mucha gente miraba el show <strong>de</strong> PhilDonohue y podríamos haber accedido a el<strong>lo</strong>s. Y si el tono <strong>hubiera</strong> sido sentimental ypolémico, ¿habría <strong>de</strong>scalificado el va<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> la entrevista? Cuando uno intenta cambiar<strong>lo</strong> que las personas sienten, el sensacionalismo es más eficaz. La señora Briony Penncabalgó como Lady Godiva a través <strong>de</strong> Vancouver, B.C. para protestar contra la tala <strong>de</strong>árboles en la isla <strong>de</strong> Saltspring. ―Tengo un doctorado en geografía y nadie me escucha.Me <strong>de</strong>snudo y aquí están todos uste<strong>de</strong>s.‖ Isaías caminó <strong>de</strong>snudo por su ciudad durantetres años para permitir que Egipto y Cush supieran que les iba a ocurrir (Isaías 20, 1-6).Jeremías <strong>de</strong>strozó las jarras <strong>de</strong> vino para permitir que el pueb<strong>lo</strong> supiera que Dios iba a<strong>de</strong>struir<strong>lo</strong>s por su falta <strong>de</strong> arrepentimiento (Jeremías 13, 12). A veces tenemos que serhistriónicos si <strong>de</strong>seamos llamar la atención.Notas al capítu<strong>lo</strong> 11(72) JAMES NELSON: Embodiment, p. 53(73) RISUS PASCHALIS: El fundamento teológico <strong>de</strong>l placer sexual.(74) Uno <strong>de</strong> mis amigos confesó haber pecado unos meses antes <strong>de</strong> la fecha <strong>de</strong>ingreso a la Or<strong>de</strong>n. Se había masturbado una sola vez. Su confesor le recomendó queesperara otro año antes <strong>de</strong> empezar el noviciado. Afortunadamente cambió <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión.¿Cómo explicarle a su familia que <strong>de</strong>moraba el ingreso a la vida religiosa porque unavez se había masturbado? ¿Y qué <strong>de</strong>cir si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo un año <strong>de</strong> abstinencia volvíaa incurrir en <strong>lo</strong> mismo? ¿Esto significaba que <strong>de</strong>bía empezar todo <strong>de</strong> nuevo? ¿O era unaseñal <strong>de</strong> que ese lugar no era para él?124


(75) Creo que Santo Tomás recibió el títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> ―doctor angélico‖ más por lamagnificencia <strong>de</strong> su síntesis teológica, pero cuando ingresamos en el Or<strong>de</strong>n <strong>lo</strong>justificaban por su carencia <strong>de</strong> impulso sexual.(76) Un monje chino y gran maestro espiritual <strong>de</strong> la tradición budista, Sug-Yuan unavez preguntó: ―¿Por qué incluso el monje más lúcido no pue<strong>de</strong> apagar la llama <strong>de</strong> lapasión entre sus piernas?‖ Me contaron que las prostitutas que trabajaban cerca <strong>de</strong> <strong>lo</strong>smonasterios budistas tenían buenas ganancias. Los monjes se referían a esto como―trepar la pared.‖ Llevaban una vida célibe, pero cada tanto la pasión se acumulaba ynecesitaban <strong>de</strong>scargar la tensión (Cf. DAVID GUY: The Red Thread of Passion,Spirituality and the Paradox of Sex. Ver también CARLOS ESPEJO MURIEL: El<strong>de</strong>seo negado. Aspectos <strong>de</strong> la problemática homosexual en la vida monástica. Sig<strong>lo</strong>s III-VI DC) No estoy seguro <strong>de</strong> que nosotros en la tradición cristiana seamos muydiferentes.(77) Boston, Beacon Press, 1988.(78) Cuando fui a vivir a México reconocí la misma realidad entre grupos indígenasdistintos.(79) Un hombre heterosexual que estudia la heterosexualidad no sería acusado <strong>de</strong>promover su propia causa. Existe un prejuicio respecto <strong>de</strong>l hombre homosexual queestudia la homosexualidad, que lleva a juzgar poco científica su investigación <strong>de</strong>bido aque se presume que trabaja para su propio provecho.Capítu<strong>lo</strong> 12 – Transición a BoliviaCuando terminé mi período como pastor toda la energía psíquica se habíadrenado <strong>de</strong> mi cuerpo. Estaba <strong>de</strong>masiado cansado para pensar. Tenía <strong>de</strong>recho a un añosabático, pero sin la menor i<strong>de</strong>a con respecto a qué hacer. El provincial Don Goergen serió cuando le comenté mi situación: ―Por el momento, cuando menos estamospreparados, tenemos que empezar a llenar formularios y hacer propuestas y esperar laaprobación <strong>de</strong>l comité. Jerry, <strong>lo</strong> primero que tienes que hacer es <strong>de</strong>scansar.‖Como provincial, Don tenía una cuenta bancaria con fondos suficientes. Extrajoel dinero necesario para darme una licencia <strong>de</strong> seis meses <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. ―Si se te antoja125


encerrarte en tu cuarto, tomar asiento y mirar la pared todo el tiempo, a<strong>de</strong>lante nomás.Si quieres visitar a tu familia, buena i<strong>de</strong>a.‖El objetivo <strong>de</strong> esos seis meses era aliviar el estrés. Después <strong>de</strong> varias semanas <strong>de</strong>relax podíamos sentarnos a planear qué hacer durante el período sabático, e incluso mepodrían conce<strong>de</strong>rme un año entero. Bueno, <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaba era regresar a mi casa. Teníacuarenta y seis años, y a pesar <strong>de</strong> que había pasado <strong>de</strong>masiado tiempo para sentirnostalgia, reconocía que esto era <strong>lo</strong> que me pasaba. Creía erróneamente que había<strong>de</strong>sechado mis raíces al cruzar el río Mississippi rumbo al Loras College: anhelaba elretorno.Cuando <strong>lo</strong>s santos Combskill y Brendan abandonaron su amada isla <strong>de</strong>esmeralda para viajar por el mundo, nunca tuvieron el propósito <strong>de</strong> regresar a su hogar.Sus vidas iban a ser una parábola en acción. Eligieron vivir en una tierra <strong>de</strong> la Nostalgia,que les recordaba que su verda<strong>de</strong>ro hogar era el cie<strong>lo</strong>, y para que fuera más intenso elanhe<strong>lo</strong> <strong>de</strong>l cie<strong>lo</strong> prometido. Su historia me inspiró y me convertí en el fraile errante.Como no quería regresar a una vida se<strong>de</strong>ntaria, reconocí que no bastaba <strong>lo</strong> que habíaasimilado en todos estos años. En verdad, residía en la tierra <strong>de</strong> la Nostalgia, y meditarsobre el cie<strong>lo</strong> que me esperaba no satisfacía mis necesida<strong>de</strong>s. Había cosas básicas queme faltaban.Aquel verano tomé dos <strong>de</strong>cisiones. La primera fue visitar a mis familiares por untiempo pro<strong>lo</strong>ngado. Me a<strong>lo</strong>jé en la ciudad, don<strong>de</strong> vivía mi hermana Marilyn. Contabacon un cuarto <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s y le alegraba mi compañía porque hacía poco que habíaenviudado. En su casa siempre me sentía muy relajado. Des<strong>de</strong> que mis padresfallecieron, la casa <strong>de</strong> Marilyn había sido la que yo llamaba ―hogar‖. No sentía laincomodidad que siento a menudo cuando soy huésped en cualquier otra resi<strong>de</strong>ncia.Marilyn me daba la libertad total <strong>de</strong> ir y venir a mi antojo. Nunca me sentí como unavisita en su casa. Le gustaba <strong>de</strong>mostrarme que no la molestaba en absoluto y que su vidacontinuaba como siempre. Quizá fuera así, pero también era cierto que se preocupabamucho: lavaba mi ropa, planchaba mis camisas, compraba go<strong>lo</strong>sinas y cocinaba misplatos favoritos. Una vez más yo era el chico consentido.Aquel verano visité a todos <strong>lo</strong>s familiares y a mis amigos que <strong>de</strong>seaba volver aver, pero por sobre todas las cosas, me sentaba en una silla cómoda en el patio <strong>de</strong>l fondo<strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Marilyn, oía <strong>lo</strong>s pájaros o <strong>lo</strong>s niños jugar, observaba a mis sobrinaschapoteando en la pileta, leía novelas o contemplaba <strong>lo</strong>s árboles. Don tenía razón.126


El otro proyecto era mo<strong>de</strong>sto, pero asimismo importante. Mi alma mater, laescuela Chamina<strong>de</strong> había organizado una reunión <strong>de</strong>l trigésimo aniversario <strong>de</strong> miscompañeros <strong>de</strong> promoción. Excepto unos pocos amigos cercanos, yo me habíacomunicado con el<strong>lo</strong>s escasamente a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años. Nunca había retornado a laescuela en ninguna ocasión. Era hora <strong>de</strong> retomar contacto e incluso aceptaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>pagar <strong>lo</strong>s veinticinco dólares <strong>de</strong>l bono contribución para financiar <strong>lo</strong>s gastos. Aquel<strong>lo</strong>sque conozcan mi tacañería se darán cuenta <strong>de</strong> que mi <strong>de</strong>seo era realmente intenso.La reunión con <strong>lo</strong>s viejos compañeros no fue la travesía nostálgica agradable quehabía esperado. Los miembros <strong>de</strong> la facultad <strong>de</strong> la escuela secundaria, presentes en laocasión, no eran por cierto buenos anfitriones. Uno <strong>de</strong> mis ex compañeros era ahora unhermano marianista que tenía un cargo <strong>de</strong> mucha responsabilidad. La facultad pasabamucho tiempo reunida junto a él. La comida –fi<strong>de</strong>os recocidos con salsa <strong>de</strong> tomate ypol<strong>lo</strong> blando- era insípida, y la conversación aburrida. Cuando mis viejos compañeros seenteraron <strong>de</strong> que yo había tomado <strong>lo</strong>s hábitos, me abrumaron con protestas contra laIglesia y le echaban la culpa al clero porque había cometido tantos errores que sus hijosya no concurrían a misa. En aquel momento lamenté no haberles <strong>dicho</strong> que trabajaba enel rubro <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s plásticos. Ser el chivo expiatorio <strong>de</strong> sus frustraciones no había sido e<strong>lo</strong>bjetivo <strong>de</strong> mi viaje a Nueva York: me sentía presionado y comenzaba a fastidiarme.Tras escuchar<strong>lo</strong>s y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme por un rato, <strong>de</strong> pronto no quise saber nada más <strong>de</strong> lacuestión y les dije: ―Ya tengo bastantes problemas manejando <strong>lo</strong>s problemas <strong>de</strong> laIglesia en Chicago. No pienso hacerme cargo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s problemas <strong>de</strong> Long Island.‖ No eranecesario <strong>de</strong>cir que en verdad no me había ocupado <strong>de</strong> todos <strong>lo</strong>s problemas <strong>de</strong> Chicago.La parroquia <strong>de</strong> San Pío era <strong>lo</strong> máximo a mi alcance.Mis ex compañeros dip<strong>lo</strong>máticamente cambiaron el tema <strong>de</strong> la conversación,pero ya era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Ya había <strong>de</strong>cidido que no iba a concurrir a ninguna otrareunión, aunque prometieran menúes mejores. Por <strong>lo</strong> tanto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un intercambio<strong>de</strong> una <strong>de</strong>spedida formal, opté por hacer una visita guiada en la escuela. Caminaba comouno más en un grupo conducido por un hermano marianista como guía. Me sorprendiócomprobar que aquellas salas que tanto amaba ahora lucían angostas y sucias: elencanto estaba roto. Pero algunos buenos recuerdos regresaron. Le agra<strong>de</strong>cí a Dios poresta institución notable que nos había brindado conocimientos, por <strong>lo</strong>s sacrificios <strong>de</strong> mispadres para que yo pudiera asistir a esas aulas, por las bendiciones que había recibido enaquel<strong>lo</strong>s cuatro años <strong>de</strong> estudio. En septiembre <strong>de</strong> 1952, el día <strong>de</strong> la charla <strong>de</strong>orientación para <strong>lo</strong>s alumnos <strong>de</strong> primer año, el hermano Darby, el director, nos había127


<strong>dicho</strong> que a partir <strong>de</strong> aquel momento ya no seríamos meramente Juan Pérez, sino JuanPérez <strong>de</strong> Chamina<strong>de</strong>. El espíritu académico era fuerte en Chamina<strong>de</strong>. Treinta años<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi graduación todavía sentía el orgul<strong>lo</strong>. Aún era Jerry Cleator <strong>de</strong>Chamina<strong>de</strong>.Había otro aspecto <strong>de</strong> la visita que no había previsto, el propósito real <strong>de</strong> lavisita a través <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la memoria durante la caminata. Estábamos al final <strong>de</strong> lacaminata <strong>de</strong> pie en el hall <strong>de</strong>l auditorio Darby. Mi compañero José García estabaconmigo. (80). Me recordó que allí había terminado la ceremonia <strong>de</strong> graduación, ellugar don<strong>de</strong> nos vimos por última vez.La escena volvió repentinamente y tuve que contener las lágrimas. Estaba enverdad en el lugar don<strong>de</strong> había pronunciado adiós, no só<strong>lo</strong> a Joe y a la mayoría <strong>de</strong> miscompañeros, sino a una época <strong>de</strong> mi vida que había sido tan estáticamente feliz. Elproblema era que nunca me había <strong>de</strong>spedido.Niego el do<strong>lo</strong>r cuando no puedo enfrentar<strong>lo</strong>. ―¿Cómo te sientes por no habersido reelegido provincial, Jerry?‖ ―No me molesta. Los hermanos tienen el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>elegir a quien <strong>de</strong>seen.‖ ―¿Extrañas a tu padre?‖ ―¿Cómo podría estar triste si hamarchado al cie<strong>lo</strong>?‖Y así fue al <strong>de</strong>jar atrás a Chamina<strong>de</strong>. Siempre reprimí la congoja. Por <strong>lo</strong> tanto, eldo<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> abandonar la escuela secundaria no se había ido. Tenía más equipaje y miandar era más pesado. Pero había aprendido una lección. Aquella noche <strong>de</strong> la reunión noreprimí el do<strong>lo</strong>r, y luego <strong>de</strong>jé que fluyera, y durante <strong>lo</strong>s días siguientes estuve <strong>de</strong> due<strong>lo</strong>.De esta manera me libré <strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> lastre y me resultó más fácil interpretar elpersonaje <strong>de</strong> fraile alegre <strong>de</strong> siempre.El verano pasó <strong>de</strong>masiado rápido. En agosto volé <strong>de</strong> regreso a Chicago y memudé al priorato <strong>de</strong> San Pío. No había cambiado: seguía siendo ―la embajada,‖ pero lapureza i<strong>de</strong>ológica no era mi preocupación en ese momento. El priorato me permitiótomar distancia <strong>de</strong> la parroquia y disponer <strong>de</strong> libertad para moverme sin darexplicaciones. Si me <strong>hubiera</strong> a<strong>lo</strong>jado en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> enfrente, la parroquia habríasido, una vez más, el tema <strong>de</strong> conversación. Aproveché las ventajas <strong>de</strong> la estructuraimpersonal <strong>de</strong>l priorato y el carácter anónimo que necesitaba para finalizar el libro.No quería empren<strong>de</strong>r estudios formales en mi período sabático. Me <strong>de</strong>diqué atrabajar en el libro Sacerdotes Gays. Tuve esta oportunidad <strong>de</strong> viajar y <strong>de</strong> conversar con<strong>lo</strong>s colaboradores, y también ayudar<strong>lo</strong>s a escribir sus ensayos. El resto <strong>de</strong>l tiempoprediqué en misiones y en retiros para gente que no podía pagar mis honorarios, me uní128


al equipo <strong>de</strong> predicadores dominicos en Texas, y luego seguí viaje rumbo a México. Mehabía agendado para un seminario <strong>de</strong> estudio en Israel durante tres meses en el otoño;sin embargo, cuando llegó el verano, me sentía tan renovado que <strong>de</strong>seaba volver a mitrabajo <strong>de</strong> jornada completa.Para mi sorpresa, fue difícil <strong>de</strong>cidir qué hacer luego. Pensaba que vendría a mítan fácil como transcurría el año sabático. A menudo las <strong>de</strong>cisiones se toman <strong>de</strong> estemodo; si permitía que se elaboraran en mi mente, a su <strong>de</strong>bido tiempo iba a saber cómoiba a abordar un tema. Esta vez no se me ocurría nada.Tres hermanos habían organizado un equipo <strong>de</strong> predicación en Denver,Co<strong>lo</strong>rado, y me pidieron que me uniera a el<strong>lo</strong>s. A pesar <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s apreciaba y quetambién amaba la prédica, no me pareció una buena i<strong>de</strong>a. De todos modos, acepté e<strong>lo</strong>frecimiento, la única puerta abierta, y aquel verano viajé a Denver.El priorato estaba repleto. El provincial le dijo a Dick <strong>de</strong> Ranitz y a mí quealquilaríamos un <strong>de</strong>partamento para nosotros dos. Dick buscó un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> dosdormitorios, completamente amueblado, y con un balcón que daba a una playa <strong>de</strong>estacionamiento. El precio era razonable y a pocas millas <strong>de</strong>l priorato. Podríamos ir enauto todos <strong>lo</strong>s días para compartir la liturgia con <strong>lo</strong>s hermanos. Esta fue la tercera vez enmi vida religiosa que había vivido en un <strong>de</strong>partamento. Primero, en el equipo <strong>de</strong>predicación; luego, en aquel último año en la parroquia, y ahora, en Denver. (81)Llevaba una vida más cercana al promedio <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s norteamericanos. Tenía que ir <strong>de</strong>compras, cocinar, lavar <strong>lo</strong>s platos, pasar la aspiradora a la alfombra; esto también era―nuestro hogar‖. No necesitábamos el permiso <strong>de</strong> un superior, ni tampoco una larga ycal<strong>de</strong>ada discusión capitular <strong>de</strong>sarrollada por una comunidad para cambiar la ubicación<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s muebles, colgar cuadros, invitar a unos amigos a cenar por la noche.De algún modo pu<strong>de</strong> realizar mi sueño adolescente, cuando mi confesor meprevino que carecía <strong>de</strong> vocación religiosa. Me daba cuenta <strong>de</strong> que podría tener un hogar.Cada vez que ponía la llave en la cerradura, se abría la puerta a nuestro mundodoméstico, me entusiasmaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hogar. Por excelente que fuera la calidad <strong>de</strong> vida<strong>de</strong> un priorato, en una comunidad <strong>de</strong> diez a cuarenta integrantes, me sentía un pocoperdido. Para mí, una señal <strong>de</strong> buena suerte que no <strong>hubiera</strong> ningún cuarto vacante.Todas las semanas organizaba una reunión en casa para coordinar las activida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un nuevo equipo <strong>de</strong> predicación <strong>de</strong> cuatro integrantes. Cenábamos juntos y luego nossentábamos en el living para planificar. Era entretenido. Siempre disfruto compartir mitiempo con quienes quiero, respeto y planifico el futuro.129


Sin embargo, <strong>lo</strong>s planes no avanzaron mucho. El provincial entró en escena yme solicitó que <strong>lo</strong> acompañara a Bolivia como su intérprete personal. Pat Reardon, elvicario en Bolivia, ya me había invitado para dirigir misiones <strong>de</strong> prédica. Fue fácilaceptar tras dos invitaciones consecutivas. Pensé que me daban una oportunidad <strong>de</strong>ampliar mi perspectiva, y esta sería la ayuda para cualquier tipo <strong>de</strong> organización paranuestra nueva comunidad.Pero Don tenía otra agenda <strong>de</strong> la que no había contado nada. La noche previa apartir rumbo a Sudamérica, yo estaba en San Pío, en Chicago, narrándole a un amigo,Cornelius Hahn, el motivo <strong>de</strong> mi viaje. Cornelius, siempre el primero en enterarse <strong>de</strong>todas las noticias en la provincia, me miró sorprendido: ―Pero sabes cuál es el verda<strong>de</strong>romotivo <strong>de</strong> este viaje, ¿no? Don quiere que seas el prefecto <strong>de</strong> disciplina allí, y te llevacon él para que te hagas una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo es el lugar, y que sea más fácil que aceptes supropuesta.‖ No, yo <strong>de</strong>sconocía la razón real y nunca se me había ocurrido cuál podríaser: <strong>de</strong> pronto, la alegría <strong>de</strong>l viaje se evaporó. Después <strong>de</strong> pasar varias semanas enBolivia, nada me llamaba la atención. Observé en persona las divisiones entre <strong>lo</strong>shermanos. Me provocaba pesadillas la posibilidad <strong>de</strong> quedar atrapado entre fuegoscruzados. A<strong>de</strong>más, Bolivia estaba <strong>de</strong>masiado lejos <strong>de</strong> casa, y no me gustaba la comida.Una noche Don y yo salimos a caminar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la plaza central <strong>de</strong>Cochabamba. Había sido un día duro <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> escuchar peleas vehementes entrefrailes <strong>de</strong> i<strong>de</strong>o<strong>lo</strong>gías radicalmente opuestas y en las que ninguna <strong>de</strong> las partes queríace<strong>de</strong>r nada. Ahora era tiempo <strong>de</strong> abordar la cuestión y Don me preguntó directamente siestaba listo para mudarme a Cochabamba. ¿Qué podía respon<strong>de</strong>rle? Al disminuir mipropio entusiasmo, las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros pesaban más. Mi voto <strong>de</strong> obedienciaganó con gran ventaja y finalmente acepté la propuesta.Había buenas razones para que Don quisiera personal nuevo para el vicariato.Había un f<strong>lo</strong>recimiento masivo <strong>de</strong> las vocaciones religiosas y la situación era distinta.Durante <strong>lo</strong>s cuatrocientos cincuenta años <strong>de</strong> su labor evangelizadora, <strong>lo</strong>s misioneros queprovenían <strong>de</strong> Europa y <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos no habían formado jamás una iglesianativa. Nunca habían consi<strong>de</strong>rado que <strong>lo</strong>s bolivianos estuviesen preparados asumirresponsabilida<strong>de</strong>s, y dado que había tantos extranjeros disponibles, ¿para quépreocuparse incluso para establecer<strong>lo</strong>s en un nivel común <strong>de</strong> vida? Pero ahora, graciasa Dios, <strong>lo</strong>s extranjeros eran como una raza que se extinguía y por en<strong>de</strong> se requeríafomentar las vocaciones religiosas entre <strong>lo</strong>s mismos bolivianos. Por distintos motivos,nuestros primeros frailes se oponían a esto. Me contaron que si <strong>de</strong>sarrollaban la or<strong>de</strong>n130


dominica en <strong>lo</strong>s An<strong>de</strong>s, impondrían un mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> medieval europeo <strong>de</strong> vida religiosapropio <strong>de</strong> Europa en una cultura diferente, y afirmaban que sería un estéril lecho <strong>de</strong>Procusto. Era significativo que este argumento proviniera <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos <strong>de</strong> mi país.Nos <strong>hubiera</strong> gustado que tres bolivianos promovieran estas innovaciones, aunque seopusieran tajantes a las que nosotros implementamos.El cambio para <strong>lo</strong>s dominicos vino a través <strong>de</strong> la Mansión, un centrocarismático que dirigíamos en Santa Cruz. Era un ministerio f<strong>lo</strong>reciente y muchos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sparticipantes <strong>de</strong>seaban pedían con fervor su entrada en la Or<strong>de</strong>n. (82) Los hermanos queal principio se oponían a la i<strong>de</strong>a ahora la apoyaban con entusiasmo: oyeron la voz <strong>de</strong>lEspíritu Santo que hablaba a través <strong>de</strong> estos jóvenes. Entonces construyeron unaresi<strong>de</strong>ncia en el predio <strong>de</strong> la Mansión y comenzaron a recibir postulantes.No fue una buena i<strong>de</strong>a porque aún no estábamos listos para recibir<strong>lo</strong>s. De lunes aviernes <strong>lo</strong>s estudiantes dominicos tenían clases en la Mansión, pero dictadas por laicossin formación en teo<strong>lo</strong>gía. Se trataba <strong>de</strong> ejercicios <strong>de</strong> estudios piadosos <strong>de</strong> la Bibliaantes que lecciones académicas sólidas. Los frailes que dirigían la Mansión noaprobaban un abordaje académico para <strong>lo</strong>s estudiantes: argumentaban que en tanto <strong>lo</strong>sdominicos enviaban sus frailes a las universida<strong>de</strong>s, <strong>lo</strong>s centros <strong>de</strong> vida y creatividad <strong>de</strong>entonces, ahora <strong>de</strong>bíamos formar a nuestros frailes en centros carismáticos que eran lafuente <strong>de</strong> vida <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> hoy. El provincial y el director <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n, y unos pocos<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos ―tradicionales‖ <strong>de</strong> Bolivia, afirmaban enérgicamente que si íbamos apermanecer fieles a nuestro legado dominico como predicadores doctrinales, entonces<strong>de</strong>bíamos enfatizar una formación intelectual sólida para nuestra prédica. Era evi<strong>de</strong>nteque esto no ocurría.El contenido <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudios era <strong>de</strong>ficiente, y ni siquiera el mínimo esfuerzo erauna prioridad para nuestros estudiantes. Hubiera sido difícil inclusive llamar<strong>lo</strong>sestudiantes. Creían en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu Santo y en éste buscaban su formación:aprendían a predicar a través <strong>de</strong> la misma prédica, y no contaban con ningún predicadormayor que <strong>lo</strong>s acompañara o ejerciera tutoría. Cada fin <strong>de</strong> semana se marchaban <strong>de</strong> laMansión y se dirigían a <strong>lo</strong>s suburbios <strong>de</strong> la ciudad: visitaban <strong>lo</strong>s bares y dirigíanjornadas <strong>de</strong> oración y servicios religiosos. Su objetivo era formar comunida<strong>de</strong>spequeñas <strong>de</strong> orientación carismática. (83)El entusiasmo <strong>de</strong> estos hermanos era contagioso. Me impresionaba su energía ysu capacidad para transmitir mensajes. En el entrenamiento a <strong>lo</strong>s estudiantes, que<strong>de</strong>sarrollaban conjuntamente con sus tareas, les brindaban un estímu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> iniciativa que131


yo <strong>hubiera</strong> <strong>de</strong>seado recibir cuando ingresé en la Or<strong>de</strong>n. Se hallaban muy ocupados<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento <strong>de</strong> la llegada hasta el <strong>de</strong> la partida. Dormían don<strong>de</strong> les era posible,sobre un sue<strong>lo</strong> <strong>de</strong> concreto o <strong>de</strong> tierra. Comían escasamente y en condiciones primitivas.Se trataba <strong>de</strong> un trabajo arduo, y al regresar a la Mansión estaban exhaustos. Estudiabanpoco durante <strong>lo</strong>s dos primeros días porque <strong>de</strong>bían recuperar las fuerzas empleadas el fin<strong>de</strong> semana anterior. Los estudios serios no podían empezar hasta el miércoles. Luegovenía el jueves y ya comenzaban a prepararse para el fin <strong>de</strong> semana siguiente. En elmejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s casos, tenían un so<strong>lo</strong> día para estudiar.Y a consecuencia <strong>de</strong> todo esto, ¿qué predicaban? La mayor parte era algosuperficial, con escaso conocimiento <strong>de</strong> la doctrina católica. Aun fueran jóvenes y conescasa experiencia <strong>de</strong> vida o formación en psico<strong>lo</strong>gía, se sentía competentes parabrindar asesoramiento. Habían experimentado el bautismo <strong>de</strong>l Espíritu Santo. Aquel<strong>lo</strong>bastaba y só<strong>lo</strong> necesitaban concentrarse en la inspiración <strong>de</strong>l Espíritu.Para <strong>lo</strong>s dominicos esto era un error grave. Dejaban <strong>de</strong> lado uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s cuatropilares <strong>de</strong> nuestra vida: el estudio asiduo <strong>de</strong> la verdad sagrada. Era una situaciónlamentable, dado que Dan y Chris habían sido siempre muy buenos estudiantes y muybuenos docentes. Trabajaban juntos en armonía y antes <strong>de</strong> llegar a Bolivia habíanescrito un manual excelente sobre ética social. Pero no pasaban estos conocimientos a<strong>lo</strong>s postulantes. También fracasaron para construir algunos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros pilaresnecesarios para la casa dominica. No había entrenamiento para la vida en comunidad.La mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s frailes norteamericanos que todavía permanecían en Bolivia a millegada, eran solitarios que iban y venían a su voluntad. Acaso vivían en la misma casa,pero no había víncu<strong>lo</strong> afectivo entre el<strong>lo</strong>s, ningún interés en <strong>lo</strong>s que hacían <strong>lo</strong>s otros, nisiquiera sobre su ministerio. Yo tenía una lucha dura entre manos. Contra <strong>lo</strong>s vientosque prevalecían, <strong>de</strong>bía convencer a <strong>lo</strong>s estudiantes que en verdad eran <strong>lo</strong>s asistentes <strong>de</strong>sus hermanos, y que la familia dominica era ahora la familia a la cual le <strong>de</strong>bían lealtadprincipal. Aunque fuera agradable visitar a sus parientes consanguíneos durante laNavidad, era mucho más importante apren<strong>de</strong>r a compartir las fiestas con sus nuevoshermanos.Los ―Mansionistas‖ practicaban una pobreza estricta. No poseían casi nada. Setrataba <strong>de</strong> una vida <strong>de</strong>spojada y <strong>de</strong>bido a esto se ganaban mi admiración. Con todo, iban<strong>de</strong>masiado lejos. Opino que no cultivaban la pobreza, sino que se <strong>de</strong>gradaban a símismos. Sus condiciones <strong>de</strong> vida eran miserables y ni siquiera embellecían un poco lacasa. Para un contemplativo, la belleza no es algo añadido. La belleza acerca a las132


personas a Dios. Todos necesitamos que nos ro<strong>de</strong>e algo <strong>de</strong> belleza y no es necesarioesforzarse <strong>de</strong>masiado para conseguirla. Todo <strong>lo</strong> que precisamos es darles la libertad a<strong>lo</strong>s artistas que nos ro<strong>de</strong>an y que pue<strong>de</strong>n improvisar con <strong>lo</strong> que tengan a mano.La resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudiantes era oscura y melancólica. ¿Una capa <strong>de</strong> pinturahabría violado el voto <strong>de</strong> pobreza? El edificio no contaba con una sala <strong>de</strong> recreación enla que pudieran entretenerse en compañía. No tenían una capilla don<strong>de</strong> se pudierameditar en silencio o <strong>de</strong>sarrollar una jornada <strong>de</strong> oración comunitaria: rezaban en elcomedor.La entrada al edificio me señaló un indicio importante <strong>de</strong> <strong>lo</strong> su autoestima. Lapuerta al baño era la puerta a la resi<strong>de</strong>ncia. Uno entraba y salía a través <strong>de</strong>l baño, queera feo, sucio y ma<strong>lo</strong>liente. No era agradable regresar a casa y tampoco el edificioofrecía una buena bienvenida a nadie. Le pregunté a uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos que lesindicaba esto sobre sus respectivos sentidos <strong>de</strong> autoestima. La cuestión nunca les habíapasado por la cabeza. Una lástima: nuestros espíritus se forman con la arquitectura en lacual vivimos, como así también con <strong>lo</strong>s libros que leemos o las plegarias que rezamos.Era urgente sacar a <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong> la Mansión. Teníamos una casa enCochabamba, Bolivia, la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Universidad Católica, don<strong>de</strong> estudiaba la mayoría<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s postulantes diocesanos y religiosos <strong>de</strong> todo el país. Ya era hora <strong>de</strong> que nuestrosestudiantes se unieran a el<strong>lo</strong>s.Yo estaba a cargo <strong>de</strong> su formación dominica, una asignación dura en sí misma.Luego <strong>lo</strong>s hermanos me solicitaron que ocupara el puesto <strong>de</strong> superior <strong>de</strong>lestablecimiento. Una carga doble en el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s casos.El provincial me había <strong>dicho</strong> que me iba a apoyar en cualquier <strong>de</strong>cisión. Elproblema era <strong>de</strong>masiado complejo, porque abordábamos cambios básicos en la fi<strong>lo</strong>sofíay en la praxis <strong>de</strong> la formación. No era posible que un so<strong>lo</strong> hombre pudiera hacer<strong>lo</strong>. Senecesitaban por <strong>lo</strong> menos dos frailes trabajando juntos. Jesús siempre enviaba a sushombres en parejas, pues necesitaban apoyo mutuo, la opinión <strong>de</strong>l otro y una voz másenérgica cuando <strong>lo</strong>s problemas <strong>lo</strong>s agobiaban.Desgraciadamente no era fácil que <strong>lo</strong>s norteamericanos resi<strong>de</strong>ntes pudierantomar las riendas. Ya habían tomado posición en <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>bates <strong>de</strong>l gran vicariato y, porotra parte, no estaban calificados para estas tareas. Esto era una gran parte <strong>de</strong>l problemay el<strong>lo</strong>s apenas podrían ayudarme. Yo estaba so<strong>lo</strong>.―Jerry, no luches contra el hecho <strong>de</strong> que en <strong>lo</strong>s primeros cinco años vas a ser unturista. A menudo no enten<strong>de</strong>rás qué ocurre.‖ Esta fue la observación <strong>de</strong> una hermana133


norteamericana que había pasado varios años en el país. Me llevó cinco años enten<strong>de</strong>r<strong>lo</strong> que me quiso <strong>de</strong>cir. Con todo, allí estaba, tomando <strong>de</strong>cisiones importantes que haríanimpacto en el futuro <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n en Bolivia. Cometí varios errores y aprecio lapaciencia que mis hermanos bolivianos tuvieron conmigo.El aislamiento era el <strong>de</strong>safío permanente que <strong>de</strong>bía tratar durante mi estadía enBolivia. Cochabamba es una bella ciudad ubicada en un valle a 8000 pies <strong>de</strong> altura en lacordillera <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s An<strong>de</strong>s. En el primer año no pu<strong>de</strong> apreciar la belleza <strong>de</strong> la <strong>lo</strong>calidad,porque para mí esas montañas eran como <strong>lo</strong>s barrotes <strong>de</strong> una prisión. Nunca podría<strong>de</strong>cir que fui feliz en Bolivia. Fueron cinco años duros, una parte <strong>de</strong> mi vida que mealegro <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado atrás, pero a la vez fue una época <strong>de</strong> gran aprendizaje y quecambió radicalmente mi perspectiva sobre la vida religiosa.Me sentía so<strong>lo</strong> porque evitaba abordar dos cuestiones urgentes para el vicariato.La primera, como ya <strong>lo</strong> mencioné, se refería a la re<strong>de</strong>finición <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong> laautoridad en la vida religiosa. La segunda tenía que ver con la sexualidad. Conrespecto a estas cuestiones me sentía como si estuviera escalando una montaña <strong>de</strong> granaltura y careciera <strong>de</strong>l equipo y <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s conocimientos indispensables. Mi fe creció engran medida en aquel<strong>lo</strong>s años: sentía que solamente podía <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> nadiemás. Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s padres me habría prevenido que jamás <strong>de</strong>bía confiar en la sinceridad <strong>de</strong><strong>lo</strong>s bolivianos. ―Ni siquiera me creas a mí,‖ me dijo. No <strong>de</strong>bería haberse molestado enprevenirme porque ya <strong>lo</strong> había advertido.Se criticaba mi li<strong>de</strong>razgo juzgándo<strong>lo</strong> <strong>de</strong>masiado permisivo. Tal vez fuera cierto,una reacción personal contra mis experiencias <strong>de</strong>l pasado. Recordaba bien cómo mehabía afectado a mí y también a mis compañeros el otro esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> formación, y no<strong>de</strong>seaba que <strong>lo</strong> mismo se repitiera. Los dominicos no son hombres <strong>de</strong> ―sí fácil‖ y queactúan según las ór<strong>de</strong>nes que reciben. Somos adultos que po<strong>de</strong>mos tener iniciativapropia y asumimos la responsabilidad <strong>de</strong> nuestras <strong>de</strong>cisiones. Así abordamos las cosas.Cada hermano <strong>de</strong>be criterio propio y no <strong>de</strong>be reprimir el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> cuestionar una<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> un superior que no consi<strong>de</strong>re a<strong>de</strong>cuada. Por este motivo, el capítu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> lacomunidad es muy importante para nosotros. No <strong>de</strong>seamos que una sola persona presidacomo un abad y nos imponga qué <strong>de</strong>bemos hacer. Discernimos <strong>lo</strong> que Dios dispone paranosotros a través <strong>de</strong> un diá<strong>lo</strong>go con todos <strong>lo</strong>s hermanos en el capítu<strong>lo</strong> y tomamos<strong>de</strong>cisiones en conjunto.Una vez establecido esto como objetivo, mi fi<strong>lo</strong>sofía era -y es- que la manera <strong>de</strong>entrenar a una persona con respecto a la responsabilidad es otorgársela. Un prefecto <strong>de</strong>134


disciplina acostumbraba <strong>de</strong>cir que es necesario darle a la persona la soga suficiente paraque se cuelgue con ella. Debes saber cómo es realmente, algo que ocurrirá cuando lebrin<strong>de</strong>s la libertad <strong>de</strong> actuar y jamás mientras mantengas su vida bajo control. Si tratas<strong>de</strong> controlar la vida <strong>de</strong> un postulante, entrará muy fácil en el juego, y parecerá muy dócily se mantendrá alejado <strong>de</strong> cualquier problema. Su objetivo es la or<strong>de</strong>nación y noper<strong>de</strong>rá la oportunidad <strong>de</strong> conseguirla. Con todo, nunca asimilará <strong>lo</strong> que se le enseña.―Jugará según las reglas,‖ como dice, y va a esperar el día que sea sacerdote y recobresu libertad. Luego podrá llevar la vida que siempre ha <strong>de</strong>seado.Creo que el estudiante no <strong>de</strong>bería esperar hasta su or<strong>de</strong>nación. Sería mejor darlelibertad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo y observar cómo la emplea. Esta libertad <strong>de</strong> acción anticipa<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en la vida conventual. Los hombres tienen diferentes etapas en el <strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong>psicológico y espiritual. Mucho no sabrán cómo manejar su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y cometeránerrores, algunos muy serios. Pue<strong>de</strong> provocar algo <strong>de</strong> caos en el establecimiento y lamayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s superiores <strong>de</strong>sean tranquilidad. La institución educativa pue<strong>de</strong> ser unlugar muy inhóspito para vivir.Sin embargo, para mí vale la pena el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n: no produce falsas ilusiones <strong>de</strong>piedad y nos muestra con sinceridad al hombre interior. Y es mucho más útil para elhermano que está en la etapa <strong>de</strong> formación, porque le brinda una oportunidad real <strong>de</strong><strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong>. En este momento, el que ha cometido errores pue<strong>de</strong> reflexionar y apren<strong>de</strong>r<strong>de</strong> la experiencia, o cambiar <strong>de</strong> rumbo. Se trata <strong>de</strong> una preparación sólida para elsacerdocio y le ahorra a la comunidad tener que lidiar con problemas personales<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el fraile se or<strong>de</strong>nó y cuenta con ciertos beneficios.Para <strong>lo</strong>s bolivianos, esta era una nueva manera <strong>de</strong> abordar la cuestión. Hablésobre el<strong>lo</strong> <strong>lo</strong> suficiente, por <strong>lo</strong> tanto concluí que mi punto <strong>de</strong> vista se había entendido.¡Cómo me equivoqué! Mi concepción resultó errónea <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Recién llegadoa Bolivia, había <strong>de</strong>legado la formación en <strong>lo</strong>s mismos bolivianos <strong>lo</strong> antes posible. Eranjóvenes y sin experiencia, pero no se me ocurrió que podría hacer las cosas peores que<strong>lo</strong>s norteamericanos. Se aceleraba el proceso y el personal <strong>de</strong> la nueva formación tuvopoco tiempo para compren<strong>de</strong>r mi concepto <strong>de</strong> li<strong>de</strong>razgo. Una vez que consiguieron unpuesto jerárquico, comenzaron una lucha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Ahora estaban en la parte superior<strong>de</strong> la pirámi<strong>de</strong> para dirigir y controlar a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong> abajo. Actuaban con el tipo <strong>de</strong> obedienciapropuesto por Santa Teresa: se convirtieron en pequeños dictadores.El prefecto <strong>de</strong> disciplina, un hombre cálido y compasivo, una vez más elcandidato i<strong>de</strong>al para el puesto hasta que <strong>lo</strong> consiguió. Se le ocurrió que <strong>lo</strong>s novicios135


comían <strong>de</strong>masiado y or<strong>de</strong>nó que no les sirvieran nada para cenar. Continuó con unadiatriba sobre el uso excesivo <strong>de</strong>l papel higiénico y tomó control <strong>de</strong>l suministro. Yo noopinaba que la obediencia religiosa significara que fuera necesario imp<strong>lo</strong>rar paralimpiarse: esto era una caricatura <strong>de</strong> nuestro esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida. Me llegó una cantidadsuficiente <strong>de</strong> quejas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios para que tuviera que tomar un vue<strong>lo</strong> a Santa Cruz yle or<strong>de</strong>nara al prefecto <strong>de</strong> disciplina que no fuera tan severo. Me hizo caso y <strong>lo</strong>snovicios no tuvieron mayores problemas el resto <strong>de</strong>l año. De todos modos, el prefectodisentía conmigo y nunca siguió mis pautas fielmente.Cada vez que algo como esto ocurría me preguntaba: ¿Intentaba imponer unsistema totalmente ajeno a la cultura boliviana? ¿Me resistía a admitir que sumetodo<strong>lo</strong>gía podría carecer <strong>de</strong> va<strong>lo</strong>r en su contexto cultural? ¿Cómo estarabsolutamente seguro? Mi trabajo en el contexto social <strong>de</strong> otras personas me otorgó unpoco más <strong>de</strong> humildad y un poco menos <strong>de</strong> certeza con respecto a mis creencias. Pero siesto es <strong>lo</strong> que ocurría, era imperativo que abandonara el ministerio <strong>de</strong> formación,porque no había posibilidad <strong>de</strong> que alguna vez aceptara o trabajara <strong>de</strong> buen grado coneste mol<strong>de</strong>.Si tengo en cuenta <strong>lo</strong>s principios y <strong>lo</strong>s procedimientos que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>sarrollar pararesolver <strong>lo</strong>s problemas <strong>de</strong> las diferencias culturales, el equipo <strong>de</strong> formación funcionóbastante bien. Pero tuvimos un problema serio al tercer año: <strong>de</strong>scubrimos que un fraileque dirigía el programa para <strong>lo</strong>s postulantes (84) robaba gran<strong>de</strong>s sumas <strong>de</strong> dinero. Lamayor parte <strong>de</strong>l dinero que recolectaba para la renovación <strong>de</strong>l edificio iba a para a susbolsil<strong>lo</strong>s. Y tenía una cómplice: su amante.Con el personal limitado disponible para el trabajo <strong>de</strong> formación, teníamos quejugar a las damas. Me mudé al establecimiento <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s postulantes. Mi intención erasupervisar al hombre que se hiciera cargo <strong>de</strong>l puesto. Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sacerdotes bolivianos<strong>de</strong>l vicariato alemán tomó mi puesto <strong>de</strong> prefecto <strong>de</strong> disciplina. El plan parecía viable.Mala suerte. Con el nuevo prefecto <strong>de</strong> disciplina se repitió el mismo problema<strong>de</strong>l prefecto <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s novicios. Apegado a una obediencia muy estricta en todos <strong>lo</strong>s<strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la vida, castigaba duramente a la laxitud. Me atormentaba el curso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sacontecimientos. Estábamos <strong>de</strong> regreso en el lugar don<strong>de</strong> habíamos empezado. Una vezmás apoyábamos el sistema que recibe a hombres y <strong>lo</strong>s convierte en niños. Me visitaronvarias <strong>de</strong>legaciones <strong>de</strong> estudiantes para suplicarme una solución, pero ya era <strong>de</strong>masiadotar<strong>de</strong> porque no tenía supervisión <strong>de</strong> la formación, que ahora estaba en manos <strong>de</strong> otroequipo. Más aún, Lucio era <strong>de</strong>l vicariato alemán y sus colegas estaban convencidos <strong>de</strong>136


que la manera antigua era la mejor. Y como no quería librar una batalla contra el<strong>lo</strong>s,emprendí una rápida retirada y me hundí en mi pesimismo. Se había rechazado mifi<strong>lo</strong>sofía y entonces quise ahorrarme el espectácu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> contemplar cómo mis esfuerzosy mi trabajo se echaban a per<strong>de</strong>r y no intenté dia<strong>lo</strong>gar nunca más. Simplemente lesanuncié a <strong>lo</strong>s estudiantes que regresaría a <strong>lo</strong>s Estados Unidos en pocas semanas.Los meses siguientes, <strong>lo</strong>s estudiantes llevaron sus críticas al provincial. Escuchólas quejas <strong>de</strong>masiado a menudo como para ignorarlas. Despidió al prefecto <strong>de</strong> disciplinay me solicitó que ocupara el puesto <strong>de</strong> nuevo.Y al regresar pasé el año más traumático <strong>de</strong> mi vida, pero a la vez uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>smás productivos en cuanto a mi evolución espiritual. Un año que me sacudió porcompleto en el cual tuve reflexionar una y otra vez sobre un montón <strong>de</strong> supuestos. Enaquel<strong>lo</strong>s meses terminé articulando la apariencia <strong>de</strong> mi vida religiosa según misintenciones, <strong>lo</strong> que significaba la cruz <strong>de</strong> Jesús para mí, y <strong>lo</strong> que significaba para mí elvoto <strong>de</strong> pobreza. Un año crítico.Notas al capítu<strong>lo</strong> 12(80) Joe era uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dos hispanos en nuestro curso. El otro, cuyo nombre norecuerdo, era <strong>de</strong> España. No había negros en la escuela. Este <strong>de</strong>finitivamente era unestablecimiento para gente blanca <strong>de</strong> clase media y alta, claramente una <strong>de</strong>bilidad en mieducación, pero no cuestionable por entonces.(81) El <strong>de</strong>partamento estaba realmente en Arvada.(82) En tanto la gente en <strong>lo</strong>s Estados Unidos estaba contenta <strong>de</strong> oír sobre elf<strong>lo</strong>recimiento <strong>de</strong> las vocaciones en Bolivia, y también en otras partes <strong>de</strong>l ―TercerMundo,‖ había una sospecha que corría por <strong>lo</strong> bajo señalando que era mentira. Amenudo se oían las preguntas: ―¿No están uniéndose para ascen<strong>de</strong>r socialmente, paramejorar el nivel social y conseguir un nivel <strong>de</strong> vida mejor y más económico? ¿Vienenporque <strong>lo</strong>s tiempos son duros?‖ Mi respuesta fue: ―¡Por supuesto! ¿Qué más hay <strong>de</strong>nuevo?‖ No todas las razones para acercarse a la Or<strong>de</strong>n eran nobles. Entre nosotros hayalgunos que probablemente busquen prestigio y glamour cuando ingresan. Por ciertoque había esto último en mí. Cuando ingresé en la Or<strong>de</strong>n, el sacerdocio otorgaba ciertonivel social, en particular en familias irlan<strong>de</strong>sas-norteamericanas. Era una manera <strong>de</strong>progresar. Un honor para la familia si contaba con un sacerdote o un religioso entre laparentela. En la época que comencé a estudiar para el sacerdocio, mis padresadquirieron un aura <strong>de</strong> jerarquía propia y privilegiada. En el círcu<strong>lo</strong> social <strong>de</strong> madre, la137


consi<strong>de</strong>raban una experta en religión, ya que tenía las respuestas a las preguntas <strong>de</strong> susamigos. Después <strong>de</strong> todo, su hijo era un sacerdote. No me siento culpable por esto.Dios nos atrapa en la red <strong>de</strong> su amor <strong>de</strong> cualquier manera a su alcance. ―¡Tú me hasseducido, Señor, y yo me <strong>de</strong>jé seducir!‖ gritó el profeta Jeremías (20, 7) Dios nosseduce a través <strong>de</strong> nuestros egos, y luego comienza a trabajar en nosotros parareformarnos a su imagen. Al embarcarnos en nuestra vocación y durante el curso <strong>de</strong>nuestra vida, <strong>de</strong>bemos mantener la apertura al po<strong>de</strong>r transformador <strong>de</strong> Dios. Con eltiempo, nuestros motivos se purificarán.(83) Irónicamente, a pesar <strong>de</strong> que estuvieran formando comunida<strong>de</strong>s pequeñas, noreconocían a la iglesia <strong>lo</strong>cal e invadían un área sin consentimiento <strong>de</strong>l pastor <strong>lo</strong>cal,formaban comunida<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>pendían <strong>de</strong> la Mansión y no <strong>de</strong>l obispo <strong>lo</strong>cal. Pa<strong>de</strong>cíanuna actitud hostil <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> Santa Cruz, algo bien merecido.(84) Un candidato a Or<strong>de</strong>n tenía que pasar uno o dos años como ―buscador‖ en esteprograma, tratando <strong>de</strong> conocernos mejor, probando las aguas en un régimen menossevero que las cosas que <strong>de</strong>bía hacer cuando ingresara formalmente en la Or<strong>de</strong>n. Unpaso crucial para conocernos entre nosotros.Capítu<strong>lo</strong> treceMinisterio para <strong>lo</strong>s homosexualesViajé a Bolivia como asistente para que nuestro programa <strong>de</strong> formaciónfuncionara sin mayores problemas. Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi llegada, comencé otroministerio: a <strong>lo</strong>s homosexuales. Nunca había trabajado con la comunidad gay en <strong>lo</strong>sEstados Unidos y tampoco había previsto que <strong>lo</strong> haría en cualquier otra parte <strong>de</strong>lmundo. Había editado un libro sobre sacerdotes homosexuales y pensaba que ésta seríami única contribución a la causa.Mientras caminaba por las calles <strong>de</strong> Cochabamba, me perturbaron ciertos graffitien las pare<strong>de</strong>s: ―Muerte a <strong>lo</strong>s homosexuales.‖ Algunos gays afeminados me contaronque la policía <strong>lo</strong>s acosaba, arrestaba y multaba só<strong>lo</strong> por su aspecto. Ante esto sentíindignación, y también supe que la policía irrumpía en fiestas privadas en las casas conel fin <strong>de</strong> extorsionar a <strong>lo</strong>s que asistían y garantizarles que no <strong>lo</strong>s molestarían otra vez; yentonces volvieron a mi memoria las palabras <strong>de</strong> Jesús: ―Al ver a la multitud, tuvocompasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.‖138


(Mateo 9,36) Sentí que había que hacer algo al respecto: me tocaba a mí a tomar lainiciativa, porque nadie proclamaba la Buena Nueva en esas tierras.Conocí a pocos gays en Cochabamba, pero éstos me hablaron <strong>de</strong> la posibilidad<strong>de</strong> reunirse para socorros mutuos y trabajar juntos en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su dignidad. Millamado era como el <strong>de</strong> un evangelista. Hasta entonces ejercía la evangelización; no eraun experto en la sexualidad humana y el tema tampoco estaba entre mis intereses.Para expresar<strong>lo</strong> en términos sencil<strong>lo</strong>s, só<strong>lo</strong> <strong>de</strong>seaba que estos hombres supieran<strong>lo</strong> mucho que Dios <strong>lo</strong>s amaba, que tenía la intención <strong>de</strong> convertir<strong>lo</strong>s en sus propioshijos, y <strong>de</strong> solicitarles que le permitieran entrar en sus vidas como la persona que más sepreocupaba por el<strong>lo</strong>s. El mensaje evangélico es el primer paso en el sen<strong>de</strong>ro cristiano.Una vez que un hombre o una mujer ya experimentaron la conversión a Dios, tienen quecontinuar con el aprendizaje y a cultivar virtu<strong>de</strong>s. Asumía que Dios les enviaríacatequistas y pastores para guiar<strong>lo</strong>s, y que entonces formarían una comunidad cristiana.Yo só<strong>lo</strong> iba a plantar las semillas y a otras personas les tocaría el riego y la cosecha.Por <strong>lo</strong> tanto, mi intervención sería breve.La tarea fue más ardua <strong>de</strong> <strong>lo</strong> previsto. Un domingo por la tar<strong>de</strong>, invité a algunosgays a un convento para hablar sobre su situación Fui muy ingenuo, porqueinterpretaron mi gesto como un pretexto para reprocharles su condición o exponer<strong>lo</strong>s enpúblico. El convento formaba parte <strong>de</strong> la Iglesia: <strong>de</strong> ninguna manera iban a entrar enterritorio enemigo. Otro rumor corría con respecto a que yo estaba escribiendo unartícu<strong>lo</strong> periodístico don<strong>de</strong> publicaría sus nombres; por <strong>lo</strong> tanto, el grupo nunca se armó.Pasaron varias semanas y mis planes no se concretaron hasta que Roberto entróen escena para ofrecer ayuda. Era conocido y respetado entre <strong>lo</strong>s distintos grupos <strong>de</strong> lacomunidad homosexual <strong>de</strong> la ciudad. Como confiaban en él, aceptarían su invitación; y<strong>de</strong> esta manera conseguí reunir un grupo <strong>de</strong> veinticuatro hombres. Pero estaba claro queno pisarían el establecimiento dominico. ¿Dón<strong>de</strong> sería entonces la reunión? Nadie iba aofrecer la propia porque temían <strong>de</strong>masiado la posibilidad <strong>de</strong> una exposición. Tampocolas instituciones públicas iban a ce<strong>de</strong>r espacio alguno para apoyar a gente pervertida einmoral. Por fin, la única opción disponible fue el pasil<strong>lo</strong> en el fondo <strong>de</strong> un bar sórdido.Nos sentamos en las escaleras, dado que no había sillas, y teníamos que soportar lasinterrupciones <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s clientes que iban a <strong>lo</strong>s baños. Y por esto me cobraron mucho. Ellugar estaba tan concurrido que me era difícil concentrarme en <strong>lo</strong> que hablaba, pero setrataba <strong>de</strong> mi única oportunidad y no iba a <strong>de</strong>sperdiciarla.139


Aunque <strong>lo</strong>s invitados fueran corteses conmigo aquella noche, no conseguíconvencer a nadie. No bastaba que la invitación <strong>hubiera</strong> provenido <strong>de</strong> Roberto: yo eraun sacerdote católico, alguien poco confiable. Le pregunté entonces a Roberto quépodíamos hacer y me dijo que aquel<strong>lo</strong>s hombres tenían que conocerme más paraasegurarse <strong>de</strong> que no <strong>lo</strong>s con<strong>de</strong>naría. ―Es necesario que frecuentes sus bares y vayas asus fiestas. Tienen que verte como uno <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s.‖Rechacé la i<strong>de</strong>a porque nunca me sentí a gusto en <strong>lo</strong>s bares. No soy una persona<strong>de</strong> vida nocturna. Los religiosos por <strong>lo</strong> general duermen cuando la vida social gay<strong>de</strong>spierta. Luego recordé a las ovejas sin pastor. También en la parábola <strong>de</strong> la ovejaperdida y la <strong>de</strong>cisión que tomó el pastor para ir en su busca y <strong>de</strong>jar a las otras noventa ynueve <strong>de</strong>l rebaño a solas (Lucas 15,41). Estos hombres eran las ovejas perdidas, y nonos habían perdido a nosotros como nosotros a el<strong>lo</strong>s. Debía tomar la iniciativa, aunquetuviera que concurrir a bares por la noche.Había otra cuestión: no me cabía la menor duda <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s bares serían sórdidos.Eran <strong>lo</strong>cales <strong>de</strong> entretenimiento <strong>de</strong> clase baja don<strong>de</strong> incluso se recibía amistosamente a<strong>lo</strong>s homosexuales. ¿Qué pasaría si alguien me viera entrar en estos lugares? ¿No estaríacorriendo el riesgo <strong>de</strong> provocar un escánda<strong>lo</strong>? Cochabamba es una ciudad pequeña ysería difícil permanecer anónimo.El peligro era real (85). Superé mis dudas reflexionando sobre el ministerio <strong>de</strong>Jesús, quien no fue el primero ni el único comprometido con la salvación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>specadores. Los fariseos eran anteriores al ministerio <strong>de</strong> Jesús y estaban dispuestos aviajar por mar y tierra para la conversión religiosa (Mateo 23,15). Con todo, suabordaje era con<strong>de</strong>scendiente o, por <strong>lo</strong> menos, aséptico. Vivían apartados <strong>de</strong> la multitudy sin contacto físico con nadie para no ensuciarse las manos. Hablaban a <strong>lo</strong>s pecadoressobre Dios, pero cuidaban la distancia con el<strong>lo</strong>s para que no <strong>lo</strong>s contaminaran. Si <strong>lo</strong>specadores respondían a sus palabras, entonces se convertían en sus hermanos perdidos.En caso contrario, ya no había más contacto y <strong>lo</strong>s abandonaban a su suerte.Jesús no comenzaba con la tarea <strong>de</strong> convertir a <strong>lo</strong>s pecadores. Primero, hacíaamistad con el<strong>lo</strong>s: esto es el sentido <strong>de</strong> compartir una comida. No comemos conextraños o con personas <strong>de</strong> las cuales nada pue<strong>de</strong> importarnos. Cuando invitamos aalguien a tomar café, <strong>lo</strong> hacemos como un gesto amistoso. Jesús no temía per<strong>de</strong>r sureputación y no intentaba protegerla reuniéndose con nadie en secreto. Se alegrabacuando <strong>lo</strong> veían entre <strong>lo</strong>s publicanos y <strong>lo</strong>s pecadores, y <strong>de</strong>mostraba que <strong>lo</strong>s consi<strong>de</strong>rabasus amigos. Les <strong>de</strong>volvía <strong>lo</strong> que la sociedad les había robado: su dignidad. No140


sorpren<strong>de</strong> entonces que la gente acudiera en masa para escuchar <strong>lo</strong> que tenía paracontarles. Sabían que él <strong>lo</strong>s amaba. Sabían que no tendrían que escuchar una largaperorata sobre sus pecados, sino que les brindaría un paisaje <strong>de</strong> esperanza don<strong>de</strong> el<strong>lo</strong>socuparían un lugar preparado por el mismo Jesús, y don<strong>de</strong> todos serían bienvenidos entorno a la mesa. Dejé <strong>de</strong> preocuparme por el miedo al escánda<strong>lo</strong>.Pero aún quedaba otro problema. En las reuniones sociales, era una groseríarechazar la bebida que se ofrecía para agasajar al invitado, y no se trataba precisamente<strong>de</strong> una limonada. Se trataba <strong>de</strong> la chicha, una bebida alcohólica boliviana muy fuerte abase <strong>de</strong> maíz. Deseaba ser cortés y esta bebida no me disgustaba <strong>de</strong>l todo. Sin embargo,al tomarla me metía en problemas porque me emborrachaba <strong>de</strong> inmediato. Si aceptabatodo <strong>lo</strong> que me convidaban, nunca podría salir <strong>de</strong>l bar caminando y no quería ofrecersemejante espectácu<strong>lo</strong>.Por suerte, tenían la tradición <strong>de</strong> arrojar al piso el primer sorbo <strong>de</strong> chicha. Sepodía incluso <strong>de</strong>rramar otro poco cada tanto. Los bolivianos más sofisticados laconsi<strong>de</strong>raban una superstición, pero <strong>de</strong> todos modos seguían la costumbre. Se trataba <strong>de</strong>un gesto <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento a la Pacha Mama, la Madre Tierra, y le <strong>de</strong>volvían algo <strong>de</strong>lmaíz que había brotado <strong>de</strong> ella. Esto explicaba que el piso fuera tan resba<strong>lo</strong>so. Sinembargo, en tanto no se confundiera a la Pacha Mama con una diosa, queprobablemente haya sido en un principio, reconozco que la costumbre me parecíaatractiva. Por <strong>lo</strong> menos, me mantenía sobrio.Le hice muchos tributos a la Pacha Mama. Le agra<strong>de</strong>cí vaciando vasos enteros.También le pedía a algún amigo que permaneciera cerca <strong>de</strong> mí durante aquellasreuniones. Su trabajo consistía en interrumpir cuando <strong>lo</strong>s anfitriones se ponían muyinsistentes para que aceptara su hospitalidad, y aclarar que el padrecito tenía unestómago gringo muy <strong>de</strong>licado, y que por razones <strong>de</strong> salud no podía tomar más <strong>de</strong> unoo dos sorbos. La estrategia funcionó bien. Nadie se ofendió, pero entonces mi guardiánsucumbía a <strong>lo</strong>s efectos <strong>de</strong> la chicha y se convertía en el primero en insistir que aceptarasu ofrecimiento. Esta era la señal <strong>de</strong> que ya era hora <strong>de</strong> regresar a casa.La primera vez que fui a un bar me puse muy nervioso. Me hallaba en un mundo<strong>de</strong>sconocido y no tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo me recibiría la gente o <strong>de</strong> cómo yoreaccionaría. Fue una sorpresa estupenda, más agradable que <strong>lo</strong> previsto, cuando lagente me saludó a <strong>lo</strong>s gritos: ―¡Padre!‖No conocía a ninguno <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s, y tampoco nadie me conocía. No llevaba uncollar clerical que me i<strong>de</strong>ntificara. Creo que suponían que en tanto gringo yo <strong>de</strong>bía ser141


un cura. Dos horas <strong>de</strong>spués, antes <strong>de</strong> retirarme, toda la concurrencia, homosexual yheterosexual, se había acercado a mi mesa para saludarme y ofrecerme un trago. Si ibaa provocar un escánda<strong>lo</strong>, no sería en verdad junto a quienes socializaba, que mellamaban ―Padre‖ con afecto. Ya estaba en el umbral <strong>de</strong> la puerta cuando alguien seaproximó para convidarme chicha. No sabía qué era o si en señal <strong>de</strong> cortesía <strong>de</strong>bíabeberla <strong>de</strong> una sola vez. Un caballero, <strong>de</strong> pie junto a mí, exclamó: ―No se preocupePadre, es como tomar la comunión.‖Me reí a pesar <strong>de</strong> la incomodidad, pero acepté el trago. Y cuanto más reflexionosobre esta observación <strong>de</strong> aquel hombre, más me convenzo <strong>de</strong> que tenía razón. Logrémis objetivos al recurrir a <strong>lo</strong> que para mí era una estrategia evangélica <strong>de</strong> Jesús.Comenzamos a organizar reuniones <strong>lo</strong>s domingos por la tar<strong>de</strong> y la gente acudía enpequeños grupos. El número se incrementó bruscamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un inci<strong>de</strong>nteterrible. Eduardo, una <strong>de</strong> las personas más importantes <strong>de</strong> la comunidad homosexual, unhombre <strong>de</strong> muchos seguidores, pero que resistía nuestro emprendimiento, sufrió unatragedia personal. Su amante murió acci<strong>de</strong>ntalmente en un tiroteo. El cura párroco <strong>lo</strong>calrehusó darle un funeral cristiano. Nuestro grupo aprovechó esta oportunidad paraacercarse a Eduardo y a su entorno. Fuimos al ve<strong>lo</strong>rio y rezamos, y arreglamos unservicio fúnebre en el cual fui el orador. Un acto sencil<strong>lo</strong> <strong>de</strong> misericordia en un tiempo<strong>de</strong> congoja que bastó para conmover al corazón <strong>de</strong> Eduardo. El domingo siguiente, él ysus seguidores aparecieron en nuestra reunión. Siguieron viniendo y <strong>de</strong>spués Eduardose convirtió en el presi<strong>de</strong>nte. Su li<strong>de</strong>razgo nos puso en escena y no dio credibilida<strong>de</strong>ntre <strong>lo</strong>s homosexuales.Nuestras reuniones no estaban centradas en <strong>lo</strong> religioso. Hablábamos <strong>de</strong> <strong>lo</strong> quesignificaba ser homosexual en Bolivia. Organizábamos fiestas que cualquierorganización juvenil católica <strong>hubiera</strong> auspiciado con orgul<strong>lo</strong>; también talleres <strong>de</strong>prevención <strong>de</strong>l sida y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> <strong>de</strong> relaciones sanas, humanas y afectivas.Establecimos una red <strong>de</strong> trabajo en grupo en el área <strong>de</strong> la justicia social.En cuanto a mí, permanecía al margen <strong>de</strong> todo esto. Mi función siempre habíasido la <strong>de</strong> evangelista. Insistía con el mismo mensaje que conocía, que Dios nos habíacreado porque nos amaba y que todos contábamos con <strong>de</strong>rechos a la propia dignidadporque somos sus hijos adoptivos.A <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años <strong>de</strong> prédica en grupos diferentes, me doy cuenta <strong>de</strong> que noes fácil que la gente reciba el mensaje como uno <strong>lo</strong> imaginó. No influye en esto laorientación sexual, el nivel <strong>de</strong> educación religiosa, la clase social o la nacionalidad. La142


mayoría parece tener poca i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Dios <strong>lo</strong>s ama y <strong>de</strong> que son especiales ante susojos.En el caso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s homosexuales, acosados y víctimas <strong>de</strong> infamias, el terreno queiba a cultivar era más trabajoso. Cuando llegó la hora <strong>de</strong> darle un nombre a nuestraorganización, alguien sugirió ―Dignidad‖, como un grupo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos.Eduardo, nuestro lí<strong>de</strong>r por entonces, dijo que no podíamos usar<strong>lo</strong> porque sería unamentira. ―No merecemos ningún respeto.‖Cuánto trabajo fue necesario para sacar<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> la ciénaga <strong>de</strong>l odio que sentíancontra el<strong>lo</strong>s mismos. Era esencial seguir insistiendo en el tema hasta que pudieran ver laluz. Con el ministerio <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s homosexuales en Bolivia no pu<strong>de</strong> ir más allá <strong>de</strong> esteaspecto. De todos modos, tuvimos éxito. Me alegraba <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que habíamos <strong>lo</strong>grado,sobre todo si tenía en cuenta que al comienzo alguien me había <strong>dicho</strong> que Cochabambano era un buen lugar para <strong>lo</strong>s primeros pasos <strong>de</strong> este emprendimiento. ―Esta ciudad espequeña y <strong>de</strong>masiado conservadora. ¿Por qué no intentar<strong>lo</strong> en Santa Cruz o La Paz?Allá la gente tiene la mente más abierta.‖No podía porque me habían asignado a Cochabamba. También pensaba que siera posible <strong>lo</strong>grar algo en esta ciudad tan tradicional, <strong>de</strong>spertaría la iniciativa <strong>de</strong> otrasciuda<strong>de</strong>s. Había acertado. Algunas cosas comenzaron a ocurrir y ya nadie sospechaba<strong>de</strong> mí como alguien que <strong>de</strong>seaba exponer a individuos para que la sociedad <strong>lo</strong>scon<strong>de</strong>nara. Ejercía un ministerio <strong>de</strong> asesoramiento en el que reinaba la alegría, y elgrupo y yo influimos en las vidas <strong>de</strong> muchas personas, a través <strong>de</strong> las reunionessemanales y <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s talleres que ofrecimos. Una buena cantidad <strong>de</strong> homosexualescomenzaron a acudir a nuestra se<strong>de</strong>, en busca <strong>de</strong> un consejo o <strong>de</strong> una simple taza <strong>de</strong> té.Fue un cambio radical que había <strong>de</strong>jado atrás a la otra actitud hacia nosotros, cuandonos consi<strong>de</strong>raban territorio enemigo, y me alegré por el<strong>lo</strong> porque indicaban progreso:comenzábamos a manifestar a la Iglesia ―católica.‖Al principio <strong>de</strong> este ministerio, había consultado con el provincial y habíarecibido su aprobación. (86) También hablaba regularmente con un fraile <strong>de</strong> lacomunidad, a quien respetaba por su pru<strong>de</strong>ncia. Necesitaba su consejo para manejarmebien en cierto terreno minado, dado que para alguien como yo, tan ingenuo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> laperspectiva cultural, podía cometer errores que me estallarían como una granada en lamano.Aún en el caso <strong>de</strong> que contara con su aprobación, sabía que la cautela eranecesaria. Había mucha homofobia, especialmente entre <strong>lo</strong>s religiosos, y muy evi<strong>de</strong>nte143


en la comunidad dominica. Dos estudiantes dominicos homosexuales, que habíanbrindado su ayuda, me habían prevenido que si entraba en esta área <strong>de</strong>scubriríamos <strong>lo</strong>srastros <strong>de</strong> algunos hermanos y que reaccionarían en contra <strong>de</strong> nosotros. Opté por actuarcon cuidado.Nunca pensé que éste sería un proyecto pro<strong>lo</strong>ngado. Mi plan consistía en ponerciertas cosas en funcionamiento, buscar un lí<strong>de</strong>r entre <strong>lo</strong>s laicos, y luego <strong>de</strong>jar<strong>lo</strong>s asolas. ¿Cómo se me ocurrió pensar que podría <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> la escena? Se trataba <strong>de</strong>un proyecto que requería li<strong>de</strong>razgo eclesiástico, <strong>de</strong>bido a que justamente fueron <strong>lo</strong>seclesiásticos <strong>lo</strong>s que habían causado el problema en primer lugar. Una vez que micredibilidad quedó establecida, ya no me vieron más en <strong>lo</strong>s lugares <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s gays, y raravez concurría a las fiestas, pero aún tenía conflictos.El problema con el éxito es la dificultad <strong>de</strong> mantener<strong>lo</strong> oculto. Jesús le or<strong>de</strong>nó ala gente a quien había curado que guardaran discreción, pero todos salieron y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lasterrazas proclamaron a <strong>lo</strong>s gritos <strong>lo</strong> que había ocurrido. (Marcos 7,36-37) Y connosotros ocurrió algo parecido. El fraile consultor me pidió que interrumpiera elministerio. Le preocupaba las consecuencias en la reputación <strong>de</strong> nuestra comunidad sise difundía que yo estaba involucrado en aquellas activida<strong>de</strong>s. Asimismo, la gentecomenzó a pensar que nosotros éramos una ―comunidad gay‖, y que <strong>lo</strong>s homosexualespensaban que tenían mejor oportunidad <strong>de</strong> ingresar en la vida religiosa si se unían a <strong>lo</strong>sdominicos.Presté atención a las preocupaciones <strong>de</strong> mis hermanos, pero por entonces noestaba dispuesto a rectificarme. Una cuestión <strong>de</strong> justicia y <strong>de</strong> ―opción por <strong>lo</strong>s pobres‖que <strong>lo</strong>s teó<strong>lo</strong>gos <strong>de</strong> la liberación afirmaban enérgicos en aquel<strong>lo</strong>s días. (87) Ya no creíaque podría interrumpir el ministerio y a la vez permanecer fiel a <strong>lo</strong>s evangelios. Por <strong>lo</strong>tanto, me mantuve firme a pesar <strong>de</strong> que el agua estaba alcanzando el punto <strong>de</strong>ebullición.Por entonces el teó<strong>lo</strong>go James Alison vivía entre nosotros. Era abiertamentehomosexual y avergonzaba a <strong>lo</strong>s estudiantes homo fóbicos, que curiosamente erantambién homosexuales. Se quejaban <strong>de</strong> que James ponía en ridícu<strong>lo</strong> a la institución consus modales afeminados en clase. James me suplicó que hablara con el<strong>lo</strong>s para<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>. Y cumplí con su pedido. El joven que exigía a <strong>lo</strong>s gritos que le quitaran elpuesto era el mismo que había irrumpido en su cuarto para tener sexo con él durante suprimera semana <strong>de</strong> estadía en Bolivia. Todavía creo que James tenía <strong>de</strong>recho para<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse en esta confrontación, pero el miedo mezclado en este tópico impidió que <strong>lo</strong>s144


hombres observaran el estado <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> un modo objetivo. Só<strong>lo</strong> contribuyó aagitar mucho más las aguas.Después yo me encargué <strong>de</strong> agregar el último leño al fuego. Habíamos trabajadocon un médico y un asistente social para <strong>de</strong>sarrollar talleres <strong>de</strong> prevención <strong>de</strong>l sida. Por<strong>lo</strong> general, nos reuníamos en <strong>lo</strong>s suburbios, pero un día me solicitaron usar la se<strong>de</strong>dominica <strong>de</strong>bido a su mejor ubicación. Me sobresaltó el pedido y tragué saliva: sillevaba el ministerio a la se<strong>de</strong>, muchos hermanos se sentirían incómodos. A pesar <strong>de</strong> lasituación, no <strong>lo</strong> rechacé. Al negarme reforzaría <strong>lo</strong>s prejuicios, e iba a transmitir elmensaje <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s homosexuales eran, una vez más, ciudadanos <strong>de</strong> segunda clase. Sinuestro propósito era brindar testimonio cristiano, entonces <strong>de</strong>bíamos darle labienvenida al grupo en nuestra se<strong>de</strong>, incluso con más razón, <strong>de</strong>bido a que estabaninvolucrados en un ministerio importante cuyo objetivo era salvar vidas. Finalmente nosreunimos y creció la homofobia <strong>de</strong> la comunidad dominica.En todos estos acontecimientos cometí un error co<strong>lo</strong>sal <strong>de</strong> consecuenciastrágicas, la gota que rebasó el vaso. Me asistían dos hermanos gays en el ministerio.Pensaba que serían mucho menos visibles y que podrían alternar libres en la comunidadhomosexual. Un error terrible, porque puse en peligro sus vocaciones. No comprendíael nivel <strong>de</strong> homofobia en nuestra propia comunidad, y, en efecto, estos hermanostuvieron que abandonar la comunidad dominica.Les había brindado a mis colegas homo fóbicos las municiones que necesitaban.Los dos hermanos que trabajaban conmigo habían sido observados en una plazamientras conversaban con otros homosexuales. Las ban<strong>de</strong>ras se alzaron. En la ocasión<strong>de</strong>l cumpleaños <strong>de</strong>l hermano Reynaldo, la comunidad gay le organizó una fiesta y envióinvitaciones. Reynaldo <strong>de</strong>jó la suya sobre el mostrador <strong>de</strong> la cocina, don<strong>de</strong> un hermanoestudiante la encontró.En la noche <strong>de</strong> la fiesta, este estudiante y otro más, a quien había reclutado parasu misión, jóvenes sorprendidos en situaciones comprometedoras en varias ocasiones,fueron en bicicleta a través <strong>de</strong> la ciudad para espiar durante la fiesta. Le informaron a<strong>lo</strong>s otros prefectos <strong>de</strong> disciplina todo <strong>lo</strong> que observaron, o imaginaron que observaron.Por supuesto que a mí no me dijeron nada, a pesar <strong>de</strong> que <strong>hubiera</strong> correspondido que así<strong>lo</strong> hicieran, dado que yo era el prefecto <strong>de</strong> su grupo. Para mis colegas fue irrelevanteque no se <strong>hubiera</strong> <strong>de</strong>nunciado ninguna conducta escanda<strong>lo</strong>sa <strong>de</strong>l hermano Reynaldo.Había travestidos en la fiesta. Esto bastaba, porque só<strong>lo</strong> dime con quien andas y te diré145


quién eres. Y en la reunión siguiente recomendaron que se expulsara al hermanoReynaldo y al otro hermano, también acusado <strong>de</strong> homosexualidad.Un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión para mí. Dos hombres a quienes conocía, y que noestaban haciendo nada que yo no <strong>hubiera</strong> hecho, con<strong>de</strong>nados y castigados. Pensé que enmi caso me hallaba en una posición mejor que cualquiera para juzgar que no habíanhecho nada inmoral. Mantenían sus votos. Si <strong>lo</strong>s echaban, ¿tendría yo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>permitir que <strong>lo</strong>s castigaran? ¿Cómo podría <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>s?Las circunstancias no me ayudaban, pero la única solución fue salir <strong>de</strong>l placard.Tenía que <strong>de</strong>mostrar que conocía el escenario, y que también sabía en qué andaban mishermanos. Podía hablar <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s.Por el otro lado, me tentó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> mantener distancia <strong>de</strong> la cuestión bajo e<strong>lo</strong>bjetivo <strong>de</strong> que si no me veía directamente involucrado, podría cuestionar la medida enotro momento. Per<strong>de</strong>ríamos a dos hermanos, pero ¿qué podría hacer? Esta tentación fuebreve porque ya no podía mantenerme apartado <strong>de</strong> esta pugna y tenía que alinearme conel<strong>lo</strong>s. Algunos pensaron que mantener distancia <strong>hubiera</strong> sido más pru<strong>de</strong>nte; sinembargo, para mí era cobardía. Si iban a caer, entonces sentí la obligación moral <strong>de</strong> caercon el<strong>lo</strong>s. Hubiera sido más pru<strong>de</strong>nte mantener la distancia.La i<strong>de</strong>a me atemorizó. Si me animaba a hablar, cruzaría la línea hacia una zonasin retorno. Con todo, siento que el mismo Jesús me pidió que tomara este curso <strong>de</strong>acción. Por <strong>lo</strong> menos, así había interpretado el enfrentamiento <strong>de</strong> Jesús con susadversarios. Por un tiempo, él intentó no agitar las aguas. Se manifestaba con parábolaspara ocultar su mensaje <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s enemigos. Ejerció su ministerio en el norte, lejos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>ssectores que iban a tener po<strong>de</strong>r. Pero cuando observó que el pueb<strong>lo</strong> había sidoabandonado por <strong>lo</strong>s pastores, y cuando advirtió la amenaza que representaban <strong>lo</strong>soficiales contra la vida, ya le fue imposible permanecer inactivo. Jesús comenzó unviaje a Jerusalén para enfrentar a las autorida<strong>de</strong>s sin dudar<strong>lo</strong>. (88) Esta osadía le costó lavida.A imitación <strong>de</strong> Jesús, le conté al comité <strong>de</strong> formación sobre mi trabajo y cómoestos dos hermanos habían cooperado conmigo. Luego escribí una carta al consejo <strong>de</strong>lvicariato en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> estos estudiantes y reclamé por sus <strong>de</strong>rechos, y también por sunecesidad <strong>de</strong> reunirse con otros homosexuales con fines sociales y <strong>de</strong> apoyo mutuo, asícomo también para <strong>de</strong>sarrollar activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ministerio.No me sorprendió que la carta fuera en bal<strong>de</strong>. Había <strong>de</strong>masiado miedo entre <strong>lo</strong>shermanos. Muchos recelaban que expondríamos la zona más vulnerable <strong>de</strong> sus vidas.146


Otros pensaban que íbamos en contra <strong>de</strong> las enseñanzas <strong>de</strong> la Iglesia y le abríamos laspuertas a la perversión. Sentí que <strong>de</strong>bía expresar mi opinión incluso en el caso <strong>de</strong> querehusaran escucharme, <strong>de</strong>bía darles también la oportunidad <strong>de</strong> que reflexionaran sobresus i<strong>de</strong>as, aunque no estuvieran dispuestos a respon<strong>de</strong>r. No cedí en mi actitud <strong>de</strong>irlandés testarudo.La Or<strong>de</strong>n expulsó a <strong>lo</strong>s hermanos. El consejo estaba dispuesto a que yopermaneciera, por <strong>lo</strong> menos esta es la impresión que tuve, pero <strong>de</strong>seaban que ya nosiguiera con el ministerio para la comunidad homosexual. No argumentaron en contra<strong>de</strong> la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l ministerio. Reaccionaron como cualquier persona que siente <strong>de</strong>masiadotemor para actuar; dijeron que la gente no estaba preparada para tratar este asunto tan<strong>de</strong>licado, que <strong>de</strong>bían evitar el escánda<strong>lo</strong> que causaría a las mujeres piadosas que asistíanal centro carismático <strong>de</strong> al lado. Un hermano homosexual, que ocultaba su condición,también argumentó que no había necesidad alguna <strong>de</strong> este ministerio, porque en Boliviala homosexualidad no era un problema, mientras que ocurría <strong>lo</strong> contrario en <strong>lo</strong>s EstadosUnidos y en Europa. Su ex amante estaba listo para intervenir y confrontar<strong>lo</strong>, pero mepareció mejor i<strong>de</strong>a mantener la boca cerrada. Mi único argumento fue que con todo estoescandalizaríamos a la Iglesia al interrumpir el ministerio, porque habríamos fracasadocon respecto a la difusión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s evangelios. Reconocí que el consejo tenía <strong>de</strong>recho a<strong>de</strong>cidir cuáles eran <strong>lo</strong>s ministerios a <strong>de</strong>sarrollar, aunque manifesté que si no podíacontinuar con éste, tendría que abandonar el vicariato.El día anterior a viajar <strong>de</strong> vacaciones a mi casa, el superior entró en mi cuarto yme entregó una carta <strong>de</strong>l consejo en la cual me informaban que mis servicios habíanterminado. No me sorprendió recibirla: a menudo se malinterpreta y se rechaza a <strong>lo</strong>spioneros <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong> conductas nuevas. Mi labor en la comunidad gay con semejanteentorno homo fóbico había sido <strong>de</strong>masiado provocativa. ¿Qué podía esperar? Me <strong>lo</strong>había buscado. Con todo, me pregunté: ¿Podría haber manejado la situación <strong>de</strong> otromodo para evitar este <strong>de</strong>senlace? O acaso, en primer lugar, no <strong>de</strong>bería habermeinvolucrado con <strong>lo</strong>s gays. Es incuestionable que les impuse una carga pesada a estegrupo <strong>de</strong> hombres que comenzaban a organizar la Or<strong>de</strong>n en Bolivia. En el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>scasos, la homosexualidad es un tema controvertido y podría haber causado un dañobrutal al vicariato.También es cierto que tenía la obligación <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar la fe <strong>de</strong> las personas queconcurrían al centro <strong>de</strong> al lado. Debemos guiar con gentileza a <strong>lo</strong>s débiles <strong>de</strong> fe. SanPab<strong>lo</strong> <strong>lo</strong> aclara muy bien en el capítu<strong>lo</strong> catorce <strong>de</strong> su ―Epístola a <strong>lo</strong>s romanos.‖ Sin147


embargo, el otro lado <strong>de</strong> la moneda es que no <strong>de</strong>bemos subestimar la madurez <strong>de</strong>nuestros hermanos y hermanas en la fe, y tampoco negarles la oportunidad <strong>de</strong> crecer. Loúltimo que necesitan <strong>de</strong> nosotros es una actitud con<strong>de</strong>scendiente. A menudo, nuestraduda para proclamar <strong>lo</strong>s evangelios con firmeza se <strong>de</strong>be más a nuestras propiasexpiaciones que a las <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s. Creo que éste fue el problema <strong>de</strong> mis hermanos <strong>de</strong>Cochabamba, ya que <strong>lo</strong>s abrumaba <strong>de</strong>masiado el temor para pensar con luci<strong>de</strong>z.Al insistir con mi trabajo en estas cuestiones, pu<strong>de</strong> haber tratado con misconflictos no resueltos antes que las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s homosexuales a quienes lesofrecía el ministerio. Habría sido más fácil <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>s si yo no <strong>hubiera</strong> sido uno <strong>de</strong>el<strong>lo</strong>s y tampoco me <strong>hubiera</strong> atemorizado el oprobio. Intentaba curar a <strong>lo</strong>s otros antes <strong>de</strong>que yo mismo estuviera curado.Todo ocurrió <strong>de</strong> este modo <strong>de</strong>bido a que mi comportamiento fue <strong>de</strong>masiadotorpe. Introduciría algunos cambios si pudiera hacer todo <strong>de</strong> nuevo. Creo que seríamucho más abierto con respecto a mis activida<strong>de</strong>s. Mi reserva excesiva coincidía con lai<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la Iglesia con respecto a <strong>lo</strong>s homosexuales: que <strong>de</strong>berían sentir vergüenza <strong>de</strong> símismos porque su mundo es esencialmente pervertido. El mundo gay se mueve aoscuras, <strong>de</strong> acuerdo con <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>sea la Iglesia y la sociedad, y yo obraba enconsecuencia. Acaso necesitaba insistir más en el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> las conciencias y en laelaboración <strong>de</strong> alianzas antes <strong>de</strong> empezar a trabajar directamente con <strong>lo</strong>s gays. Elterreno <strong>de</strong>bió haber sido mejor preparado. (89)Pero a pesar <strong>de</strong> que lamento que las cosas no hayan sucedido <strong>de</strong> otra manera,todavía estoy satisfecho con mis <strong>lo</strong>gros. El hombre sensato se adapta al mundo,mientras que el poco razonable insiste en adaptar el mundo a él mismo. Por <strong>lo</strong> tanto,todo progreso <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l hombre poco razonable. (90)Cuando somos agentes <strong>de</strong> cambio, tratamos <strong>de</strong> ser agradables y sensatos. Esilusorio pensar que todas las cuestiones se pue<strong>de</strong>n manejar con calma y llegar a unasolución pacífica. Preparados o no, a veces tenemos que alzar la voz. Nuestras almastoman partido. La falta <strong>de</strong> justicia hacia <strong>lo</strong>s homosexuales en Bolivia era abominable.Se trataba <strong>de</strong> un pecado que se <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>nunciar y reparar <strong>de</strong> inmediato: no podía tratar<strong>lo</strong>como un problema. ―(…) en nombre <strong>de</strong> su Manifestación y <strong>de</strong> su Reino, proclama laPalabra <strong>de</strong> Dios, insiste con ocasión o sin ella.‖ (Timoteo 4, 2) En las palabras <strong>de</strong>Gilbert K. Chesterton, si un esfuerzo vale la pena, no importa que el resultado seapobre.148


Las consecuencias humillantes <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que había ocurrido y que me enviaron <strong>de</strong>regreso a <strong>lo</strong>s Estados Unidos me <strong>de</strong>mostraron una vez más que iría al cie<strong>lo</strong> por la Graciay no por mis buenas calificaciones. San Pab<strong>lo</strong> <strong>de</strong>nominaba a esta experiencia como ―laespina clavada en la carne,‖ algo <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>bemos librarnos (2 Corintios 12,7). Hubomuchas especulaciones sobre el sentido <strong>de</strong> esta espina. Jerome Murphy-O´Connorescribió que la única hipótesis seria que se podría plantear es que San Pab<strong>lo</strong> quisoreferirse a una intensa oposición al ministerio. (91) Si esto es <strong>lo</strong> que ocurría, podríahaberme convertido en un santurrón y acusar a mis hermanos <strong>de</strong> ser la espina en micarne; pero <strong>hubiera</strong> malinterpretado a San Pab<strong>lo</strong>. El ángel <strong>de</strong> Satanás nos trae la espina,pero según el razonamiento <strong>de</strong> San Pab<strong>lo</strong>, este ángel no es completamente malvado. Enverdad forma parte <strong>de</strong> la labor <strong>de</strong> Dios: el ángel vino para ―golpearme e impedir que mevuelva <strong>de</strong>masiado soberbio.‖El ángel me enfrenta con mi <strong>de</strong>bilidad. En este caso, mi <strong>de</strong>bilidad es que mismejores argumentos, mis mejores intenciones y mi personalidad amable no bastan paraganar un <strong>de</strong>bate. La <strong>de</strong>bilidad es también mi perversión. A veces no manejo bien lasrelaciones y me entrometo, y reacciono cuando sobrevienen <strong>lo</strong>s insultos, <strong>lo</strong>s problemas,las persecuciones.San Pab<strong>lo</strong> es un buen ejemp<strong>lo</strong> <strong>de</strong> que incluso <strong>lo</strong>s santos no siempre tienen éxitocon el amor cristiano. ¿Qué les dijo a <strong>lo</strong>s que insistían en la circuncisión? ―En cuanto a<strong>lo</strong>s agitadores, ojalá que llegaran hasta la mutilación total.‖ (Gálatas 5, 12). No es unafrase que incluiríamos en el expediente <strong>de</strong> un candidato a la canonización.La espina en la carne pue<strong>de</strong> sacar a la luz <strong>lo</strong> mejor o <strong>lo</strong> peor <strong>de</strong> nosotros. Si nomanejamos una situación correctamente, po<strong>de</strong>mos recibir una acusación justificada.Entonces San Pab<strong>lo</strong> suplicó tres veces con plegarias para que le quitaran la espina. Porfavor, nada <strong>de</strong> oposición. Permitan que la Palabra fluya con suavidad cuando laproclamen. Si <strong>de</strong>bemos disentir, hagámos<strong>lo</strong> <strong>de</strong> manera agradable. Que a todos,incluyéndome a mí mismo, nos sea posible conducirnos con <strong>lo</strong>s modales apropiados <strong>de</strong>hijos <strong>de</strong> Dios.No ocurrió con San Pab<strong>lo</strong> y sería raro que ocurriera alguna vez con nosotros; por<strong>lo</strong> menos, cuando estamos en la línea <strong>de</strong>l cambio y exigimos mayor compromiso con elradical evangelio <strong>de</strong> Jesús. La respuesta que el Señor le dio a San Pab<strong>lo</strong> fue muy clara:―Te basta mi gracia, porque mi po<strong>de</strong>r triunfa en la <strong>de</strong>bilidad.‖ (2 Corintios 12, 7-9) Enel medio <strong>de</strong> nuestras <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s humanas y nuestros pecados, quizás ni siquiera a pesar<strong>de</strong> el<strong>lo</strong>, sino porque Dios pue<strong>de</strong> trabajar a través <strong>de</strong> estas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong> hecho <strong>lo</strong>149


hace. ―La paradoja es tan extrema como profundo el sentido. La espina le recuerda aSan Pab<strong>lo</strong> que carece <strong>de</strong> las cualida<strong>de</strong>s que el mundo consi<strong>de</strong>raba requisitos esencialespara el éxito <strong>de</strong> su misión. Con todo, obra como una vía <strong>de</strong> gracia divina que semanifiesta en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Cristo.‖ (92) Como escribió San Pab<strong>lo</strong>: ―Llevamos ese tesoroen recipientes <strong>de</strong> barro, para que se vea bien que este po<strong>de</strong>r extraordinario no proce<strong>de</strong><strong>de</strong> nosotros sino <strong>de</strong> Dios (2 Corintios 4,7)A pesar <strong>de</strong> mis errores obvios en toda esta confrontación, nunca me sentí másseguro <strong>de</strong> mí mismo como cuando <strong>de</strong>cía verda<strong>de</strong>s, bienvenidas o no, e insistía en ellas.Me <strong>de</strong>sempeñaba con torpeza, pero al menos estaba en la dirección correcta. Hubierahecho <strong>lo</strong> mismo una vez más sin que me importara conocer las consecuencias.Y en cuanto a las mujeres piadosas que iban a escandalizarse por mi labor con<strong>lo</strong>s homosexuales, me escribieron unos meses <strong>de</strong>spués. Se habían enterado <strong>de</strong> <strong>lo</strong> quehabía ocurrido y <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s motivos <strong>de</strong> mi abrupta partida. Querían agra<strong>de</strong>cerme por seguirel camino <strong>de</strong>l Espíritu Santo, prometieron su apoyo e iban a seguir rezando por mí.Notas al capítu<strong>lo</strong> 13(85) Había una comunidad <strong>de</strong> monjas cuyo propósito era trabajar con prostitutas.Durante mi estadía en Bolivia, su principal ocupación era enseñar en escuelas.Cuando algunas religiosas <strong>de</strong>cidieron que había llegado la hora <strong>de</strong> recuperar elcarisma <strong>de</strong> esta comunidad, y comenzaron a salir a hablarles a las mujeres <strong>de</strong>la calle, hubo tal protesta <strong>de</strong> la feligresía católica que las hermanasrápidamente se retiraron a sus conventos. Hasta aquí había llegado el propósito<strong>de</strong> quien había formado este grupo. Este emprendimiento surgió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lmío, pero <strong>lo</strong> que ocurrió confirmaba que yo no estaba paranoico <strong>de</strong>bido a mipreocupación sobre el escánda<strong>lo</strong> que podría provocar.(86) En un momento me proporcionó fondos para un viaje especial a Perú yvincularme con la comunidad gay. Creo que Bolivia necesitaba un mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> máspróximo en el plano cultural y geográfico antes que el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos.Se pensaba que mi país era una suerte <strong>de</strong> paraíso don<strong>de</strong> reinaba la libertad,algo que no se había concretado en Bolivia. Cuando pu<strong>de</strong> traer a hombres ymujeres <strong>de</strong> Perú para que compartieran sus experiencias, hubo mayoresesperanzas para nuestra gente.150


(87) Estos teó<strong>lo</strong>gos no propagaban <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s homosexuales. Muchos seoponían a su implementación, restringían sus i<strong>de</strong>as al plano socio-económico.De todos modos, me parecía que trabajar por la liberación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s oprimidos <strong>de</strong>cualquier clase social era un <strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> lógico <strong>de</strong> su teo<strong>lo</strong>gía.(88) Cf. Car<strong>lo</strong>s Bravo, SJ: Jesús, hombre en conflicto, Universidad Iberoamericana,México, D.F.(89) Cuando la gente se ahoga <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, es un poco difícil entablar undiá<strong>lo</strong>go sobre la necesidad <strong>de</strong> enseñar natación.(90) George Bernard Shaw(91) Paul, A Critical Life, Clarendon Press, Oxford, p. 321-322.(92) Paul, A Critical Life, Clarendon Press, Oxford, p. 322.151


Capítu<strong>lo</strong> 14LA POBREZA Y LA CRUZ. EL CORAZON DE LA VIDA RELIGIOSABolivia cambió mi vida. Fui a prestar ayuda para la formación <strong>de</strong> nuevoshermanos según <strong>lo</strong>s parámetros dominicos y terminé implementando una fi<strong>lo</strong>sofíapropia y bien planteada. Bolivia me obligó a observar <strong>de</strong> nuevo. Al acercarme a lacomunidad gay y tener que lidiar con las reacciones negativas <strong>de</strong> mis colegas,comencé a cuestionarme si en verdad creía en el tipo <strong>de</strong> esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida que enseñabay si yo mismo quería llevar<strong>lo</strong>. La respuesta fue un ―no‖ retumbante. Mis i<strong>de</strong>ashabían sido tradicionales; ahora eran radicales y muy intolerantes con el status quo.Nosotros, <strong>lo</strong>s religiosos, formábamos una clase privilegiada. Llevábamos unavida consagrada, <strong>de</strong>dicada especialmente a servir al Señor. Debido a estecompromiso, obteníamos cierta recompensa. Los laicos nos rendían sus respetos ynos <strong>de</strong>jaban pasar al primer puesto <strong>de</strong> una fila para el que padre no tuviera queesperar. Teníamos <strong>lo</strong>s primeros asientos en la iglesia. Mejor aún, siempre habíaalguien que se ofreciera para hacer diligencias para nosotros o invitarnos a comer.De modo inconsciente o no, asumíamos la función <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s fariseos, ―a quienes lesgusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas.‖(Lucas 11,43) (93)Me alegraba ocupar mi lugar en mi condición <strong>de</strong> sacerdote con todos susprivilegios. Después <strong>de</strong> todo, nuestra iglesia era jerárquica. No sería un obispo, perosí algo más que un cristiano común. Só<strong>lo</strong> trataba <strong>de</strong> mantener la dignidad <strong>de</strong>lsacerdocio. Era bueno que la gente <strong>lo</strong> reconociera, porque <strong>lo</strong>s ayudaba a confiar enmí, y a través <strong>de</strong> mi prédica y mi ejemp<strong>lo</strong> sentía que <strong>lo</strong>s acercaba un poco más aDios. Quizá fuera así.Sin embargo, al abrirles las puertas a <strong>lo</strong>s homosexuales, <strong>de</strong>scubrí que elconcepto tradicional era <strong>de</strong>masiado blando y que incluso nos podía volvernarcisistas, más preocupados en nuestra buena reputación que en las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>la gente.La reputación es algo que <strong>de</strong>be preocuparnos, supongo. La gente concurre anuestras escuelas o iglesias parroquiales, o se inscribe en nuestros cursos <strong>de</strong> teo<strong>lo</strong>gíaporque nos consi<strong>de</strong>ran hombres y mujeres bondadosos que aman a Dios. La buenareputación atrae a la gente y sin ella no tendríamos voz.152


Por el otro lado, si insistimos <strong>de</strong>masiado en esto po<strong>de</strong>mos silenciar nuestra voz.Nos volvemos caute<strong>lo</strong>sos. Tratamos <strong>de</strong> no <strong>de</strong>cir o no hacer nada que pudieraprovocar que nuestra feligresía levantara las cejas. No hablamos sobre la guerra encaso <strong>de</strong> parecer poco patriotas. Eliminamos <strong>de</strong> nuestras agendas el sermón sobre lasegregación porque podríamos encen<strong>de</strong>r la ira <strong>de</strong> algunos contribuyentes generosos.Cuando nos preocupamos en no escandalizar, nos convertimos en fariseos.Deseamos ser piadosos y amar a las personas, pero ante todo no queremosensuciarnos las manos. La respetabilidad era la marca <strong>de</strong> un buen sacerdote o <strong>de</strong> unreligioso, y limitaba <strong>lo</strong> que pudiéramos hacer. (94)Por la época en que finalizaba mi trabajo en Bolivia me preguntaba si nopodríamos tener más pasión, un poco más <strong>de</strong> temeridad, y correr riesgos parapredicar todo el evangelio <strong>de</strong> Jesús.Leí Almas en llamas, <strong>de</strong> Elie Wiesel. Según este autor, las almas eran <strong>lo</strong>sgran<strong>de</strong>s rabinos <strong>de</strong> la comunidad judía jasídica. Wiesel me introdujo en el rabinoHersh, el hijo <strong>de</strong>l gran Baal Shem, fundador <strong>de</strong>l jasidismo. Hersh era un hombremediocre e insignificante. Tras la muerte <strong>de</strong> su padre, <strong>lo</strong> convocaron para suce<strong>de</strong>r<strong>lo</strong>al frente <strong>de</strong>l movimiento, pero carecía <strong>de</strong> autoridad. Se aisló y só<strong>lo</strong> le hablaba aldifunto. En un sueño, le preguntó: ―¿Cómo puedo servir al Señor‖ Baal Shem subióa una montaña y se lanzó al abismo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> exclamar: ―¡De esta manera!‖ Luegoapareció como un pavoroso volcán en erupción: ―¡Y así también!‖Nosotros, <strong>lo</strong>s religiosos en Bolivia, no éramos apocados como el rabino Hersh,pero por pru<strong>de</strong>ncia mantuvimos reserva. Los relatos <strong>de</strong> gente como Baal Shem meobsesionaban y opacaban a nuestras obras, que parecían tan <strong>de</strong>licadas. Pensaba quesi alguna vez contribuíamos para traer el reino <strong>de</strong> Dios a la tierra, tendríamos queestar dispuestos a escalar una montaña alta y arrojarnos al abismo. Teníamos queconvertirnos en un volcán en erupción.¿Qué ofrecimos?Amigo mío, la sangre sacu<strong>de</strong> mi corazónEl horrible arrojo <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> abandonoDel cual una época <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia no pue<strong>de</strong> retractarseAsí hablaba T. S. Eliot en ―La tierra yerma‖ y <strong>de</strong>finía el propósito <strong>de</strong> la vidareligiosa mejor que nuestros libros <strong>de</strong> reglas. Hoy en día, la vida religiosa implicasacrificios. Renunciamos a un montón <strong>de</strong> cosas humanas, <strong>lo</strong> que nos vuelvepredicadores más eficientes. Sin embargo, esto pue<strong>de</strong> ser una trampa. Mi153


compromiso con la vida piadosa me unió a <strong>lo</strong>s pilares <strong>de</strong> la Iglesia y <strong>de</strong> la sociedad,y me convertí en parte <strong>de</strong> una clase privilegiada, honrado por mi virtud. Obtuvebeneficios, como por ejemp<strong>lo</strong>, acce<strong>de</strong>r al primer puesto en una fila, pero se creó unaIglesia que no era realmente católica dado que no estaba abierta a todos. Uno <strong>de</strong>bíallevar la insignia <strong>de</strong> la virtud o <strong>de</strong> <strong>lo</strong> contrario se le cerraban las puertas principales.En consecuencia, ¿cuántos miles y mil<strong>lo</strong>nes <strong>de</strong> personas jamás llegaron a escucharla buena nueva <strong>de</strong> su salvación?Jesús no permaneció en la sinagoga para predicar. Salió a las calles y trabóamistad con prostitutas y recaudadores <strong>de</strong> impuestos. Expandió el campo. Abrió laIglesia en tanto emprendimiento inclusivo y no en <strong>lo</strong>s términos <strong>de</strong> señalar quiénesquedaban <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong>l círcu<strong>lo</strong>. Cuando <strong>lo</strong>s autores <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s evangelios escribíansobre la multitud que acudía a escuchar a Jesús, empleaban el término que incluye ala chusma, las personas que uno jamás invitaría a una fiesta. (95)Para mí esto era el quid <strong>de</strong> la cuestión cuando predicábamos para <strong>lo</strong>s gays enBolivia. No queríamos arruinar nuestra reputación. No queríamos ensuciarnos lasmanos. Si un homosexual quería confesarse para obtener perdón, <strong>lo</strong> hacíamos <strong>de</strong>buen grado, pero <strong>lo</strong> aislábamos <strong>de</strong> nuestro círcu<strong>lo</strong> íntimo <strong>de</strong> feligreses, por <strong>lo</strong> menoshasta que pudiera renunciar a su condición. En la Iglesia tradicional, el placard esuna sala muy importante.Imposible acercarme a quienes más necesitaban mi ayuda, pero a la vez <strong>de</strong>bíarenunciar a mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> proteger mi honor. El voto <strong>de</strong> pobreza cobró entonces unnuevo significado: <strong>lo</strong> que cultivábamos como virtud secundaria (la tercera enimportancia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la obediencia y la castidad) se convirtió para mí en el eje <strong>de</strong>la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> un religioso.Siempre pensé que el voto <strong>de</strong> pobreza constituía un intento <strong>de</strong> <strong>de</strong>spojarse <strong>de</strong> las―cosas mundanas‖ para concentrarse en las <strong>de</strong> arriba. Por este motivo meincomodaba este voto y me resistía a que otros <strong>lo</strong> asumieran, porque no había <strong>de</strong>jadomucho <strong>de</strong> lado en el plano <strong>de</strong> las cosas materiales. A muchas personas <strong>de</strong> clasemedia les habría gustado disponer <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las que yo disponía.Esto solía preocuparme, porque creía que yo no asumía correctamente el voto.Poseía <strong>de</strong>masiadas cosas: tenía más ropa que la necesaria y más <strong>de</strong> cualquier otracosa. Esta preocupación no me impedía conservar mis pertenencias, ya que me<strong>de</strong>shacía <strong>de</strong> una camisa y enseguida compraba dos más. Siempre trataba <strong>de</strong> estar enforma, aunque a la manera <strong>de</strong> alguien que hace dieta y omite el postre, y luego154


agrega una porción más <strong>de</strong> pan. Me cuestionaba gastar en ciertos placeresrazonables, como si fueran algo <strong>de</strong>masiado oneroso para alguien que tomó el voto<strong>de</strong> pobreza. Bárbara, una amiga, observó que con tantos escrúpu<strong>lo</strong>s cuando iba <strong>de</strong>compras me volvía un anoréxico <strong>de</strong> las cosas materiales. Me dijo que me rego<strong>de</strong>abaen la pobreza con tantas privaciones, que yo creía que con la <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z iba a lucirhermoso cuando en verdad estaba <strong>de</strong>macrado.Era cierto que yo había renunciado a muchas cosas. ¿Esta actitud respondía a laconvicción <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> acuerdo con el voto <strong>de</strong> pobreza o porque yo era tacaño?Bárbara tenía razón. Debía cambiar mi actitud. Para apren<strong>de</strong>r una nueva manera<strong>de</strong> ser pobre, me inscribí en un programa <strong>de</strong> gastos forzados. Si comenzaba acuestionar <strong>de</strong>masiado el <strong>de</strong>recho a poseer una cosa <strong>de</strong>terminada, <strong>de</strong>cidía comprar<strong>lo</strong>como una forma <strong>de</strong> disciplinarme. Santo Tomás señaló con claridad que po<strong>de</strong>mosviolar el voto <strong>de</strong> pobreza <strong>de</strong> dos maneras: la primera es la vida suntuaria, y la otra esla preocupación excesiva por <strong>lo</strong>s gastos. De cualquier manera, la obsesión por eldinero le otorga un va<strong>lo</strong>r que no merece. Un <strong>de</strong>sperdicio <strong>de</strong> tiempo y <strong>de</strong> energíavaliosos. (96)¿Qué significó entonces el voto <strong>de</strong> pobreza para mí? Simplemente convertir a lapobreza en la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> arriesgar todo para predicar el evangelio. No importabacuántas cosas podría poseer; <strong>lo</strong> importante era estar dispuesto a renunciar a ellas.La pobreza implica llevar una vida valerosa. Nadine Gorminer <strong>lo</strong> cuenta en unbel<strong>lo</strong> relato sobre la pobreza en su novela: El conservador:―Había un viejo, muy viejo, en un almacén <strong>de</strong> campo como éste. El hombre senegó a partir cuando vinieron las autorida<strong>de</strong>s a <strong>de</strong>sa<strong>lo</strong>jar<strong>lo</strong>. Fue a prisión y ayunópara avergonzar<strong>lo</strong>s, a la manera <strong>de</strong> Gandhi. Asumió el sufrimiento en su propiapersona, y por fin murió, y la prensa <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s blancos le rindió homenaje como si fueraun santo. La esposa y las tías <strong>de</strong> Bis Millah <strong>de</strong>rramaban lágrimas cuando recordabanrecordar a Nana Sita. Pero en tanto se enorgullecían <strong>de</strong> él porque había sido un granhombre, como só<strong>lo</strong> un hindú pue<strong>de</strong> ser<strong>lo</strong>, la mayoría <strong>de</strong> la gente tenía esposa, hijos ytías, y otros parientes por quienes preocuparse. No todos eran bastante pobres paraconseguir gran<strong>de</strong>za.‖La pobreza es liberadora cuando predico la verdad, pues no tengo nada queper<strong>de</strong>r. Nada es tan valioso para mí que me impida explayarme a viva voz. En ―Lasvariaciones <strong>de</strong> la experiencia religiosa‖, William James afirma que ―el miedo queprevalece con respecto a la pobreza entre las clases educadas es la peor enfermedad155


moral que sufre nuestra civilización.‖ James tenía razón: a nuestra sociedad laobsesiona la seguridad. Quizá se trate <strong>de</strong> la seguridad <strong>de</strong> saber si nunca va a faltar lacomida o que no podamos pagar el servicio <strong>de</strong> la obra social para nuestros gastos <strong>de</strong>salud. De cualquier manera, la necesidad <strong>de</strong> sentirnos seguros nos impi<strong>de</strong> quecorrer riesgos: ―No puedo invertir en esto, porque podría per<strong>de</strong>r todo mi dinero.‖―No puedo <strong>de</strong>cirle a ella <strong>lo</strong> que pienso, porque nunca más me va a dirigir lapalabra.‖Y <strong>lo</strong> mismo se aplica en el caso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s predicadores <strong>de</strong>l evangelio. Es fácil caeren la trampa porque nos preocupa la opinión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros. Si <strong>de</strong>cimos toda la verdad,es probable que <strong>lo</strong>s feligreses se ofendan y nunca más regresen. Si se trata <strong>de</strong> <strong>lo</strong>scontribuyentes más importantes, habrá problemas financieros. Nos justificamosafirmando que <strong>de</strong>bemos ser pru<strong>de</strong>ntes, que la gente no está preparada.Multiplicamos las explicaciones <strong>de</strong> nuestra blanda cautela, y la mayoría soncontun<strong>de</strong>ntes. A menudo proclamamos que aún no estamos preparados para vivir enpobreza.No puedo predicar con osadía en tanto me aferro a algo o alguien que no seaDios para que me mantenga a f<strong>lo</strong>te. Para compren<strong>de</strong>r <strong>lo</strong> que significa la pobreza,intento pensar en la peor situación posible. ¿Qué tengo que per<strong>de</strong>r? Si estoy<strong>de</strong>cidido a per<strong>de</strong>r<strong>lo</strong> por la causa <strong>de</strong>l evangelio, entonces asumo mi voto <strong>de</strong> pobreza.Para mí, en el or<strong>de</strong>n personal, la peor situación en Bolivia era per<strong>de</strong>r mi buenareputación <strong>de</strong> religioso y <strong>de</strong> sacerdote. Después <strong>de</strong> todo, mi provincial me habíaenviado por este motivo.Recuerdo que durante una semana tuve que esperar para que me sirvieran en lamesa, porque había hablado fuera <strong>de</strong>l turno que me correspondía. Para mí, esto noera un castigo; me preocupaba mucho más que alguien se enterara <strong>de</strong> que yo habíahecho algo ma<strong>lo</strong>. No había cambiado a según pasaron <strong>lo</strong>s años: todavía <strong>de</strong>seaba quela gente me <strong>de</strong>mostrara respeto. Bueno, si empezaba a mezclarme con <strong>lo</strong>shomosexuales en la ciudad, mi reputación iba a <strong>de</strong>caer y me marcarían con una ―d‖o una ―f‖, alguien a quien no se tiene consi<strong>de</strong>ración.¿Podía hacer<strong>lo</strong>? Des<strong>de</strong> mi infancia me habían educado para que consi<strong>de</strong>rara a lareputación como un tesoro. Me enseñaron que podía per<strong>de</strong>r cualquier cosa menosmi buen nombre: si perdía mi buen nombre, el resto no importaba.Creo que era más fácil para mí per<strong>de</strong>r la vida que mi buen nombre. Si perdía lavida mientras cuidaba <strong>de</strong> enfermos contagiosos, o alguna otra causa noble,156


fortalecía mi reputación, me convertía en uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s héroes que Thomas O´Mearaanhelaba, porque la gente me honraría (cf. la introducción). Algo que valdría lapena. Si perdía todas mis pertenencias en un incendio, la gente me tendríacompasión y acudiría en mi ayuda. El fuego se convertiría en una bendicióndisfrazada y experimentaría la bondad <strong>de</strong> mi prójimo.Con todo, si perdía mi buena reputación, no tendría resultados positivos. Estaríaaislado, <strong>de</strong>spreciado o en <strong>de</strong>sgracia. La situación sería más do<strong>lo</strong>rosa, sobre todo paraalguien cuyo sentido <strong>de</strong> bienestar <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros. Al alinearmecon <strong>lo</strong>s homosexuales en Bolivia, opté por el ejercicio <strong>de</strong> la pobreza. Habíaempezado a creer en ella y me dio una libertad que nunca había sentidoanteriormente.En otra etapa <strong>de</strong> mi vida sacrificaré alguna otra cosa. ¿Cómo saber <strong>de</strong> antemano<strong>lo</strong>s sacrificios que nos esperan? Pero sean como sean me darán la certeza <strong>de</strong> haberasumido mi voto <strong>de</strong> pobreza.Mientras me esforzaba por vivir según mi comprensión <strong>de</strong> la pobreza, tambiénlidiaba con el sentido <strong>de</strong> la cruz. Para mí, las dos caras <strong>de</strong> la misma moneda. En miespiritualidad, la cruz tomaba asiento al fondo <strong>de</strong> la sala. No podía ignorarla porcompleto. Jesús había insistido mucho: ―El que no carga con su cruz y me sigue, nopue<strong>de</strong> ser mi discípu<strong>lo</strong>.‖ (Lucas 14, 27) De todos modos, trataba <strong>de</strong> no pensar<strong>de</strong>masiado en el<strong>lo</strong>.Le restaba importancia a <strong>lo</strong> que mencionaba Jesús. Si alguna vez predicaba sobrela cruz, <strong>lo</strong> planteaba en <strong>lo</strong>s términos <strong>de</strong> las cargas <strong>de</strong> la vida que todos <strong>de</strong>bemossobrellevar con paciencia hasta que terminen. Jesús sufrió por mí en la cruz. Lomenos que podría hacer era ofrecerle esta enfermedad o el do<strong>lo</strong>r por haber perdidomi trabajo, unirme a su cruz. Por entonces podría acercarme más a Jesús y quizáliberar a alguien <strong>de</strong> sus pecados. En este sentido, mi sufrimiento sería vicario: sufriríapara evitar que otra persona pa<strong>de</strong>zca.Pero tampoco en este sentido abordaba mucho el tema <strong>de</strong> la cruz. En mi prédicahablaba <strong>de</strong> cómo Jesús la había llevado, cómo nos había salvado por medio <strong>de</strong> lamisma. Esto implicaba que no <strong>de</strong>bíamos preocuparnos <strong>de</strong>masiado por cargar nuestrapropia cruz.Vivía feliz junto con un grupo recién iniciado <strong>de</strong> la Iglesia: ―la gente <strong>de</strong> laresurrección.‖ Nuestra relación con Dios se había convertido en algo <strong>de</strong>masiadonegativo por el énfasis en la cruz. La Pasión <strong>de</strong> Cristo, film que Mel Gibson dirigió157


con excelencia técnica, manifiesta <strong>lo</strong> peor <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> espiritualidad. Una películaviolenta, que se rego<strong>de</strong>a en cada golpe <strong>de</strong> látigo. La religión católica se había vueltoaburrida. Necesitábamos <strong>de</strong>stacar el domingo <strong>de</strong> resurrección antes que el viernessanto.Mi prédica era en verdad un cristianismo sin perfilar, y quizá no <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong>reconocido en caso <strong>de</strong> una confrontación. Prefería ―El po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l pensamientopositivo‖, <strong>de</strong> Norman Vincent Peale, al evangelio <strong>de</strong> San Marcos. Dios nos ama ynosotros amamos a Dios, y al caminar en la luz <strong>de</strong> Dios acce<strong>de</strong>mos a una vida plena.El do<strong>lo</strong>r es un mal que <strong>de</strong>bemos conquistar, no abrazar. Podría haber aún do<strong>lo</strong>r ypena, es cierto, y en aquel<strong>lo</strong>s momentos se hablaría <strong>de</strong> la cruz. No estamos todavía enel cie<strong>lo</strong>. Pero al reconocer estos percances en el camino, era algo más que un aparte.En <strong>lo</strong> fundamental, mi fe era muy ingenua; y mi religión, New Age.Releí las Escrituras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra perspectiva <strong>de</strong>bido a <strong>lo</strong> que me había pasado enBolivia, y la cruz <strong>de</strong> Jesús apareció distinta. Ya no se trataba <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s inconvenientespequeños que <strong>de</strong>bemos enfrentar en la vida. El capítu<strong>lo</strong> catorce <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> SanLucas introduce la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> autosacrificio como concepto único, que por <strong>lo</strong> general seabordan como dos realida<strong>de</strong>s diferentes. Aquí se unen la pobreza y la cruz.Si cualquier hombre viene a mí y no siente odio contra su padre, su madre, sushijos, sus hermanos y hermanas, e incluso contra sí mismo, no pue<strong>de</strong> ser entonces midiscípu<strong>lo</strong>. Si alguien no carga con su cruz y acu<strong>de</strong> a mí, no pue<strong>de</strong> ser mi discípu<strong>lo</strong>…(97) Ninguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong> ser mi discípu<strong>lo</strong> a menos que renuncie a todas susposesiones.Cargar con la cruz era transportar el medio <strong>de</strong> la propia ejecución en <strong>lo</strong>s tiempos<strong>de</strong> Jesús. Quien <strong>lo</strong> hacía iba a morir como un criminal: una muerte vergonzosa,impuesta sobre todo a las clases bajas. Se <strong>de</strong>snudaba a la víctima y se la llevaba a unlugar importante para exhibirla en público. ―La crucifixión representaba lahumillación más gran<strong>de</strong> y tenía lugar en el cruce <strong>de</strong> caminos, en algún teatro, sobreun terreno elevado o en el lugar <strong>de</strong>l crimen cometido.‖ (98) A esto se refería Jesús.No me sorpren<strong>de</strong> que no quisiera hablar <strong>de</strong> la cruz. La cruz <strong>de</strong> Jesús aparece<strong>de</strong>bido a mi compromiso <strong>de</strong> trabajar para el reino <strong>de</strong> Dios, don<strong>de</strong> hay algunos –incluso yo mismo- que no están preparados para aceptar todo <strong>lo</strong> que este reinoimplica, y también el sentido <strong>de</strong> todos <strong>lo</strong>s cambios <strong>de</strong> actitud <strong>de</strong>l corazón. Cuando nome gusta un mensaje porque <strong>de</strong>bo cambiar, entonces <strong>lo</strong> más fácil es aniquilar almensajero. (99)158


Los primeros cristianos no sabían qué hacer con el escánda<strong>lo</strong> <strong>de</strong> la cruz. No teníasentido para <strong>lo</strong>s discípu<strong>lo</strong>s. ¿Cómo podía morir el Mesías como un criminal comúnantes <strong>de</strong> que <strong>hubiera</strong> arreglado las cosas? Como <strong>lo</strong> expresaría San Pab<strong>lo</strong> más tar<strong>de</strong>, setrataba <strong>de</strong> un obstácu<strong>lo</strong> que no podían superar; para <strong>lo</strong>s paganos era un caso <strong>de</strong><strong>lo</strong>cura. (1 Corintios 1, 23)Muy pronto <strong>lo</strong> supieron. En las fuentes <strong>de</strong>l primer sig<strong>lo</strong> no cristiano, <strong>lo</strong>stérminos ―Cristo‖ y ―cristianos‖ están invariablemente asociados con crímenes y<strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes en la vía pública.A pesar <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong>l Nazareno, cargar la cruz es una parte <strong>de</strong> nuestra vidaque preferiríamos evitar; y así fue para mí durante años. Pero al leer <strong>lo</strong>s evangelios<strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro punto <strong>de</strong> vista, resulta evi<strong>de</strong>nte que <strong>lo</strong>s primeros discípu<strong>lo</strong>s tampocoestaban muy entusiasmados con la propuesta <strong>de</strong> su maestro. En el evangelio <strong>de</strong> sanMarcos su reticencia bor<strong>de</strong>a <strong>lo</strong> cómico. El mismo Jesús <strong>de</strong>be haberse preguntado sien verdad <strong>lo</strong> habían comprendido.El problema surge en el capítu<strong>lo</strong> octavo. Una vez que ya se presentaron laspalabras y las obras <strong>de</strong> Jesús, finalmente po<strong>de</strong>mos compren<strong>de</strong>r <strong>lo</strong> que Pedro va aproclamar: Jesús es el Cristo. Jesús aún no <strong>de</strong>sea que hablen <strong>de</strong> esto porque Pedro y<strong>lo</strong>s otros apóstoles no entien<strong>de</strong>n <strong>lo</strong> que implica. Aunque el conflicto con el or<strong>de</strong>nestablecido ya estaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong> Jesús, <strong>lo</strong>s discípu<strong>lo</strong>s no <strong>lo</strong>escuchaban. Todavía eran <strong>de</strong>masiado cristianos a la manera <strong>de</strong> la New Age.Tras haber escuchado la gran confesión <strong>de</strong> fe <strong>de</strong> Pedro, Jesús comienza a hablarsobre la manera <strong>de</strong> concretar el reino <strong>de</strong> Dios a través <strong>de</strong> su pasión y muerte. Lareacción <strong>de</strong> Pedro es inmediata, enérgica y negativa: <strong>de</strong>bido a su condición <strong>de</strong>Mesías, Jesús no podía sufrir semejante <strong>de</strong>stino, porque no sería el resultadovictorioso que habían esperado. A esto Jesús le respon<strong>de</strong> también <strong>de</strong> inmediato,enérgico y negativo: la teo<strong>lo</strong>gía <strong>de</strong> Pedro resultaba diabólica, una distorsión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>que su maestro representaba.Jesús sabe que su ―buena nueva‖ no suena muy buena en aquel momento, y quesus discípu<strong>lo</strong>s no <strong>lo</strong> compren<strong>de</strong>n. Los aleja entonces <strong>de</strong> la multitud, a un territoriopagano, don<strong>de</strong> apenas <strong>lo</strong> conocen y pue<strong>de</strong> pasar más tiempo con el<strong>lo</strong>s a solas. Seencamina a Jerusalén, don<strong>de</strong> <strong>lo</strong> con<strong>de</strong>narán a muerte, pero <strong>lo</strong>s lleva por el caminomás largo para darles el tiempo que necesitan.El viaje está lleno <strong>de</strong> ironía. Los discípu<strong>lo</strong>s se preparan para una entrada triunfalen la capital, el asiento <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r político y el espiritual. Se imaginan una cena con el159


sacerdote <strong>de</strong> mayor jerarquía y con <strong>lo</strong>s viejos sabios. Mejor aún, se imaginan comomaestros <strong>de</strong> ceremonias, ya que serán <strong>lo</strong>s nuevos soberanos. Su gran preocupación esacerca <strong>de</strong> quién es el más importante entre el<strong>lo</strong>s. Y mientras hacen castil<strong>lo</strong>s en el aireacerca <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za terrenal, Jesús les habla <strong>de</strong> la cruz.En el evangelio <strong>de</strong> san Marcos, cuando Jesús habla con sus discípu<strong>lo</strong>s porsegunda vez, el evangelista dice que temían hacerle cualquier pregunta. ¿Por qué?Puedo pensar varias razones que expliquen por qué una persona tiene miedo <strong>de</strong>preguntar. Para algunos, quizá ese individuo ya sabe la respuesta y no quiere pareceridiota. Para otros, quizá ese individuo es realmente idiota. Uno necesita cierto nivel<strong>de</strong> sofisticación para saber cuáles son las preguntas válidas.El tercer motivo es el que, según mis sospechas, operaba en el escenario. Nopreguntaron porque temían la respuesta. Como el hombre que rehusó mirar a través<strong>de</strong>l telescopio <strong>de</strong> Galileo dado que no ignoraba que tendría que cambiar toda sumanera <strong>de</strong> mirar el universo. Con el mensaje <strong>de</strong> su maestro que asume la cruz, <strong>lo</strong>sdiscípu<strong>lo</strong>s sabían que toda su perspectiva <strong>de</strong>l ministerio iba a cambiar.Jesús acertaba con respecto a la mejor manera <strong>de</strong> lidiar con sus discípu<strong>lo</strong>srenuentes. Cuando iniciaron el gran viaje, Jesús les or<strong>de</strong>nó que asumieran unamentalidad <strong>de</strong> sirviente: ―Cualquiera <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s que quiera ser el primero <strong>de</strong>beconvertirse en esclavo <strong>de</strong> todos.‖ Puso un niño en medio <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>s y dijo: ―Cualquieraque reciba uno <strong>de</strong> estos pequeños en mi nombre también me recibe a mí.‖ (Marcos9:35; 10:43). El niño no estaba allí como un símbo<strong>lo</strong> <strong>de</strong> inocencia y dulzura, sinocomo alguien que sufrió abusos, alguien avasallado, sin <strong>de</strong>rechos y <strong>de</strong> escaso va<strong>lo</strong>rante <strong>lo</strong>s ojos <strong>de</strong> la sociedad <strong>de</strong> Jesús. En el caso <strong>de</strong> que <strong>hubiera</strong> pan para repartir, elpadre comería primero y el niño tendría que conformarse con las migajas.Lo que Jesús hacía con este gesto era otra manera <strong>de</strong> enseñar a <strong>lo</strong>s apóstolessobre la cruz. Dejen <strong>de</strong> imaginar quien se sentará junto a uste<strong>de</strong>s durante el banquetey prepárense para servir a <strong>lo</strong>s otros, sobre todo a la gente que no es bella, <strong>lo</strong>s pobres,<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>spreciados, <strong>lo</strong>s oprimidos. Si <strong>lo</strong> hacían, la cruz inevitablemente iba a seguir<strong>lo</strong>s.(101)Dudo que haya un ministerio real con Jesús si en algún momento la cruz estáausente.Bolivia fue mi introducción en la cruz real <strong>de</strong> Jesús, el concepto radical <strong>de</strong>pobreza. Alguien como Catalina <strong>de</strong> Siena pue<strong>de</strong> correr a la cruz y abrazarla; para mí,imposible porque todavía tiendo a huir. Tal vez esto explique por qué Catalina sea160


tan importante para mí.: me humilla para que cumpla con mi <strong>de</strong>ber. Por <strong>lo</strong> general,me retracto, porque si no <strong>lo</strong> hago, la palabra <strong>de</strong> Dios no se predicará.Pero nunca llegué a ser un sufriente gozoso. Mi hermano Henry Suso, el místicoalemán que sacrificó su reputación al darle albergue en su dormitorio a una mujerpobre, escribió que el sufrimiento es un do<strong>lo</strong>r breve y una larga alegría. Sé que estoes verdad aunque las etapas <strong>de</strong> la crucifixión no sean fáciles <strong>de</strong> asumir mientrascontinúo con mi viaje. De hecho, se vuelven más arduas. El romance <strong>de</strong> la cruzretrocedió y ahora <strong>lo</strong> conozco bien. El do<strong>lo</strong>r no es dramático o consolador, sinosolamente duro.Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, soy un religioso que tomó el voto <strong>de</strong> pobreza y no <strong>de</strong>boeludir responsabilida<strong>de</strong>s.Notas al capítu<strong>lo</strong> 14(93) Cuando recibí la or<strong>de</strong>nación y vivía en Washington DC, iba a <strong>lo</strong>s conventos<strong>lo</strong>cales junto con otros sacerdotes jóvenes a celebrar la Eucaristía por lamañana temprano. Después las monjas nos servían el <strong>de</strong>sayuno. Recuerdo unconvento elegante con un comedor cuyas pare<strong>de</strong>s estaban revestidas en ma<strong>de</strong>ray que tenía vasos <strong>de</strong> cristal y una exquisita vajilla <strong>de</strong> porcelana. El diario <strong>de</strong> lamañana estaba siempre al lado <strong>de</strong> mi servicio <strong>de</strong> té para que no tuviera queestirarme para alcanzar<strong>lo</strong>. Una <strong>de</strong> las monjas tomaba asiento fuera <strong>de</strong>l salón,lista para aten<strong>de</strong>r cualquier pedido que le hiciera. Las primeras veces que fui aeste convento me incomó tanto esplendor. Tampoco estaba acostumbrado aque me sirvieran. Un sábado entré en el salón y advertí que el diario aún nohabía llegado. Me fastidié <strong>de</strong> la impaciencia, pero <strong>de</strong>spués reconocí con cuántafacilidad mis compañeros y yo podíamos caer en la trampa <strong>de</strong> esperar que estaatención fuera nuestro <strong>de</strong>recho. La or<strong>de</strong>nación <strong>lo</strong> trajo con la fuerte tentación<strong>de</strong> convertirnos en fariseos.(94) ―La Iglesia católica es para <strong>lo</strong>s santos y <strong>lo</strong>s pecadores; para la genterespetable, basta la Iglesia anglicana, escribió Oscar Wil<strong>de</strong>. Tal vez fueracierto en su época, pero en la mía nos habíamos unidos a <strong>lo</strong>s anglicanos en esteaspecto.161


(95) (95) Cf. Ched Myers, Binding the Strong Man, Maryknoll, NY, Orbis Press,1997, p. 156(96) La reglas dominicas, art 4, 31, par II, mencionan que la pobreza consiste envivir con un mínimo <strong>de</strong> objetos que se <strong>de</strong>ben cuidar, y que por <strong>lo</strong> tanto nosbrindan libertad <strong>de</strong> movimiento y más tiempo para el ministerio. Esto esválido, aunque yo <strong>lo</strong> llamaría esti<strong>lo</strong> sencil<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida, apropiado también para<strong>lo</strong>s laicos, antes que una pobreza radical.(97) En el paralelismo judío, las dos oraciones expresan la misma i<strong>de</strong>a.(98) Martin Hengel, Crucifixion, Phila<strong>de</strong>lphia, Fortress Press, 1978, p. 87. Citadopor Ched Myers, Binding the Strong Man, Maryknoll Books, 1997, p. 246.(99) Cf. Car<strong>lo</strong>s Bravo, SJ, Jesús, hombre en conflicto, México, UniversidadIberoamericana, 1996.(100) Jerome Murphy-O´Connor, OP, Paul. A Critical Life, Oxford, ClarendonPress, 1996, p. 147.(101) Cuando era pastor en San Pío, vivía con Chuck Dahm. Chuck siempre sequejaba por un motivo u otro. Una mañana anunció que llegaría tar<strong>de</strong> para lacena porque <strong>lo</strong> arrestarían. Le dijimos buena suerte y continuamos leyendo <strong>lo</strong>sdiarios. Nada nuevo, algo que ocurría a menudo. En otra ocasión estaba porsalir para asistir a un banquete don<strong>de</strong> nuestro senador hablaría. Chuck iba ainterrumpir el discurso <strong>de</strong>l senador con preguntas agudas sobre política social.Le pregunté a Chuck si disfrutaba <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> proyecto. ―No,‖ merespondió. ―Todo <strong>lo</strong> contrario, pero en el banquete <strong>de</strong> esta noche alguien tieneque <strong>de</strong>cir la verdad.‖162


Capítu<strong>lo</strong> 15CUMPLO CON EL VOTO DE OBEDIENCIARegresé so<strong>lo</strong> a <strong>lo</strong>s Estados Unidos. Sabía que no me esperaban abrazosafectuosos a mi llegada. Don, el provincial, había prometido apoyarme en mis<strong>de</strong>cisiones, pero la única ocasión en la que necesité apoyo no pudo dárme<strong>lo</strong>. Por elcontrario, se enojó mucho conmigo: creía que yo era el responsable principal <strong>de</strong>l<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en Bolivia y que no había obrado <strong>de</strong> una manera profesional. El reprochetodavía duele, porque vino <strong>de</strong> alguien que quiero y respeto, y hasta el día <strong>de</strong> hoyestamos en <strong>de</strong>sacuerdo. Pero entiendo que uno exige <strong>de</strong>masiado si espera que aquel<strong>lo</strong>sque más nos amen estén siempre dispuestos a darnos una mano. Hay situaciones que<strong>de</strong>bemos atravesar a solas, nuestra cruz.El provincial me dijo que estaba trabajando a partir <strong>de</strong> conflictos no resueltos enmi propia vida. Le respondí que había obrado precisamente <strong>de</strong> esa manera porque habíareflexionado sobre el<strong>lo</strong>s. Pero ahora él tenía la última palabra. Estaba por terminar superíodo en el cargo y no insistió. Si <strong>hubiera</strong> permanecido, me habría <strong>de</strong>negado elministerio hasta que yo me sometiera a una evaluación psicológica en un centro enToronto, con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que prescribirían mi traslado a un lugar para una terapiapro<strong>lo</strong>ngada.Aunque <strong>hubiera</strong> tenido una buena intención, la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>l provincial mepareció <strong>de</strong>gradante. No la recibí como una preocupación fraternal sino como un castigo.No aceptaba la situación. Mi espíritu estaba herido: si me sometían a pruebas paraverificar cuál era mi problema cortarían más profundo en la herida. Probablementenecesitaría más psicoterapia para superar la psicoterapia.Hice una contraoferta. Des<strong>de</strong> que un amigo me había hablado con muchoentusiasmo <strong>de</strong>l establecimiento Eckhart en Dublín, fundado por Michel O´Regan, OP,siempre había <strong>de</strong>seado ir y solicité permiso para pasar un período <strong>de</strong> tres meses,participar en <strong>lo</strong>s talleres <strong>de</strong> terapia <strong>de</strong> psicosíntesis y hacer un trabajo individual conMichel. Un beneficio adicional añadido era que por fin podría conocer Irlanda, la nación<strong>de</strong> mis ancestros. El provincial me dio su aprobación.Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota que había sufrido en Bolivia y en Chicago, <strong>lo</strong>s talleresparecían <strong>lo</strong> mejor para mí. El fundador <strong>de</strong> la psicosíntesis pensaba que Sigmund Freud163


había hecho una gran contribución al conocimiento <strong>de</strong> la psico<strong>lo</strong>gía al abrir el mundo<strong>de</strong>l inconsciente. Con todo, Freud só<strong>lo</strong> había estudiado el lado oscuro <strong>de</strong>l inconsciente.También existen aspectos positivos que nos impulsan hacia el bien. Para unacomprensión completa <strong>de</strong> nuestra psique, Roberto Assagioli me enseñó que también<strong>de</strong>bíamos analizar estos aspectos positivos. Este era uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s temas que se abordabanen <strong>lo</strong>s talleres y que contribuyeron a mi propio bienestar.A<strong>de</strong>más, las sesiones individuales con Michel reforzaron <strong>lo</strong>s efectos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>stalleres. Só<strong>lo</strong> me reuní con él tres veces, porque no pensaba que necesitaba más y aceptésu evaluación con alivio. ―Me preocuparía por usted si no tuviera apoyo <strong>de</strong> su grupo <strong>de</strong>amigos allá en casa. Pero no es el caso. (102) Observo que está atravesando unare<strong>de</strong>finición radical <strong>de</strong> su yo y esto es un trabajo arduo. Me sorpren<strong>de</strong> que tenga energíapara otras cosas. Lo consi<strong>de</strong>ro un hombre equilibrado y no necesita terapia. ¿Qué otracosa le gustaría hacer durante su estadía en Irlanda?‖Michel me ofreció su auto para que recorriera el país, pero no <strong>lo</strong> acepté. EnIrlanda e Inglaterra se maneja por el lado izquierdo <strong>de</strong> la calle. Cuando vivía con mishermanos, ya manejaba por ese lado: no necesitaba un automóvil. Todavía me gustabala condición <strong>de</strong> turista, y viajaba en tren o en ómnibus. Esto incluía una agenda que mepermitiera disponer <strong>de</strong> tiempo libre para la reflexión y la plegaria, como un retiropro<strong>lo</strong>ngado. (103)Regresé <strong>de</strong> Irlanda un mes antes <strong>de</strong> <strong>lo</strong> previsto. Mi misión estaba finalizada yestaba listo para comenzar a trabajar en mi nuevo ministerio. ¿Resultaría tan sencil<strong>lo</strong>como <strong>lo</strong> había imaginado? Aún estaba <strong>de</strong> due<strong>lo</strong> por <strong>lo</strong> <strong>de</strong> Bolivia, aún sentía el llamadoa trabajar con <strong>lo</strong>s gays y las lesbianas en Latinoamérica. Por el otro lado, el provincialno quería que yo hiciera ministerio gay en ninguna parte, mucho menos enLatinoamérica. Por <strong>lo</strong> tanto, cada vez que <strong>lo</strong> mencionaba, me <strong>de</strong>cía que esto claramenteno era la voluntad <strong>de</strong> Dios y que <strong>de</strong>bía consi<strong>de</strong>rar otras opciones.El provincial tenía algo entre manos. En cuanto a mí, pensaba recaudar dineropara <strong>lo</strong>s gays <strong>de</strong> Bolivia. Una buena i<strong>de</strong>a difícil <strong>de</strong> concretar dado que yo no sabía cómorecolectar fondos. Más aún, las causas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s homosexuales en Latinoamérica noestaban en <strong>lo</strong>s planes <strong>de</strong> ningún benefactor. Como me dijo un filántropo, si solicitarauna causa en Río <strong>de</strong> Janeiro, es probable que pudiera <strong>de</strong>spertar cierto interés, <strong>de</strong>bido aque muchos gays <strong>de</strong> mucho dinero van a divertirse por allá y sienten un víncu<strong>lo</strong> con elpaís. ¿Pero a quién le importa Bolivia? Duras palabras. Sin embargo, otros expresaron<strong>lo</strong> mismo con más tacto.164


Mis esfuerzos no habían sido en vano. La mano <strong>de</strong>l Señor me guiaba y cuandoaprendía sobre las técnicas <strong>de</strong> recolección <strong>de</strong> fondos tuve contactos con unaorganización a la cual me vinculé. En Nueva York había un congreso <strong>de</strong> la AsociaciónInternacional <strong>de</strong> Gays y <strong>de</strong> Lesbianas, al que asistí porque me habían recomendado untaller sobre la recaudación <strong>de</strong> fondos para las causas homosexuales. Si <strong>hubiera</strong> sabidoque se trataba <strong>de</strong> una charla <strong>de</strong> una hora y media no me <strong>hubiera</strong> molestado. Menos aúnsi <strong>hubiera</strong> anticipado el mensaje: ninguna fundación <strong>de</strong> caridad donaría nada para lascausas homosexuales, y ni hablar <strong>de</strong> algo fuera <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Estados Unidos. De todos modos,me estimularon para que siguiera intentando. Si insistíamos <strong>lo</strong> suficiente, acaso lasfundaciones comenzarían a preocuparse por <strong>lo</strong>s que están en estado <strong>de</strong> necesidad.Creo que el taller no tenía va<strong>lo</strong>r para mí porque fortalecía mi impresión cada vezmás consolidada: el Señor no me convocaba para recaudar fondos. Pero mi perspicaciafue más allá y la respuesta a mis plegarias estaba sentada junto a mí: el reverendo TomHanks, profesor <strong>de</strong> las Escrituras en Costa Rica, ministro presbiteriano, cofundador ydirector ejecutivo <strong>de</strong> ―<strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong>.‖<strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong> es una organización cuya oficina central está en San Louis,Missouri. Comenzó como un grupo <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> Tom que <strong>de</strong>seaban apoyar suministerio. Al divorciarse <strong>de</strong> su esposa, Tom salió <strong>de</strong>l placard y perdió todo el apoyofinanciero presbiteriano. Sus amigos hicieron posible que siguiera con sus activida<strong>de</strong>s,pero luego se dieron cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bían ir más allá <strong>de</strong> su preocupación por él. Senecesitaba la creación <strong>de</strong> un nuevo ministerio que <strong>de</strong>bía trabajar más allá <strong>de</strong> lascategorías, darles albergue a quienes no conseguían apoyo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su grupo.Asimismo, <strong>de</strong>bía ir más allá <strong>de</strong> un ministerio para individuos angustiados. Se necesitabauna campaña educativa para que cambiaran <strong>de</strong> actitud. Organizaron talleres ydistribuyeron textos para ayudar a la gente a reconocer el pecado <strong>de</strong> la homofobia y laimportancia <strong>de</strong> recibir en el seno <strong>de</strong> la Iglesia a personas <strong>de</strong> diferente orientación sexual.El proyecto me entusiasmaba. Resonaba en mi vocación dominica <strong>de</strong> predicador<strong>de</strong> la verdad, enfrentado a las fuerzas <strong>de</strong> la herejía. Mejor aún, parecía un proyectoviable que obtendría buenos resultados. Antes <strong>de</strong> retirarme <strong>de</strong>l hotel, Tom propuso queme incorporara a su equipo <strong>de</strong> consejeros. La i<strong>de</strong>a era atractiva aunque no me bastarasó<strong>lo</strong> la condición <strong>de</strong> asesor: quería integrarme a su dirigencia. Me ofrecieron unministerio <strong>de</strong> tiempo reducido en San Louis para trabajar en la dirección espiritual consacerdotes homosexuales. El sueldo me iba a permitir emplear la mitad <strong>de</strong> mi tiempocon las <strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong> y só<strong>lo</strong> faltaba que firmara el contrato.165


Pero lamentablemente el provincial no estaba <strong>de</strong> acuerdo. El ministerio para <strong>lo</strong>shomosexuales era <strong>lo</strong> que me había traído problemas en Bolivia. ¿Cómo esperar que lascosas fueran diferentes? Me daría permiso para trabajar con las <strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong> si se lesconsultaba la opinión a todos <strong>lo</strong>s frailes en Saint Louis y daban su consentimiento.Esto era esperar <strong>de</strong>masiado: le daba a cada fraile el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l veto. Ningúnhermano tendría este tipo <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r en cualquier otra situación en la provincia. Hacía queel ministerio a <strong>lo</strong>s homosexuales pareciera un animal exótico, <strong>lo</strong> que no expresaba miopinión acerca <strong>de</strong> cómo había que tratar<strong>lo</strong>s. Me hizo parecer como un mendigo que pi<strong>de</strong>favores en vez <strong>de</strong> un hombre que <strong>de</strong>sarrolla un ministerio legítimo. No estaba dispuestoa someterme a este proceso.Luego nos enfrentamos por la cuestión <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> iba a residir. Yo quería ir a unacasa <strong>de</strong> estudios, don<strong>de</strong> la liturgia se celebrara bien y se fortalecieran mis plegarias.También me gustaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> regresar a un entorno intelectual estimulante, algo quesiempre había disfrutado <strong>de</strong> la vida en nuestras casas <strong>de</strong> estudio. Incluso durante el<strong>de</strong>sayuno había discusiones serias en las que siempre se aprendía algo nuevo.Pero la opinión <strong>de</strong>l provincial fue inamovible. Después <strong>de</strong> mi estadía en Boliviacomo asesor docente, no <strong>de</strong>seaba que yo estuviera cerca <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s estudiantes: me habíaconvertido en un paria peligroso que podría corromper<strong>lo</strong>s. ¡Qué ironía! Y ahora EdRuane, el provincial nuevo, tenía la intención <strong>de</strong> enviarme a la otra comunidad en SaintLouis. El problema era que varios hermanos <strong>de</strong> esta <strong>lo</strong>calidad se opondrían a miproyecto ministerial, o por <strong>lo</strong> menos a mi participación. Yo no iba a convertir a <strong>lo</strong>shomosexuales en célibes, sino que intentaría cambiar la posición <strong>de</strong> la Iglesia. Meesperaba una vida <strong>de</strong> conflicto continuo y no podía vislumbrar cómo superarla.Saint Louis y <strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong> estaban <strong>de</strong>scartadas. ¿Qué haría entonces? No habíaningún ministerio en la provincia que me interesara o que necesitara mis servicios. Elprovincial só<strong>lo</strong> me señalaba <strong>lo</strong> que no podía hacer.Tal vez fui responsable <strong>de</strong> esta situación: nunca le permití llegar más allá porquesoy inquebrantable. En nuestras conversaciones insistí que mi llamado era trabajar conla comunidad homosexual latinoamericana y su respuesta era siempre la misma: queésta no era la voluntad <strong>de</strong> Dios y que <strong>de</strong>bería olvidarme <strong>de</strong> este proyecto y elegir otracosa.No eran disentimientos agradables y alzábamos el tono <strong>de</strong> voz. En ciertomomento, Ed se sintió tan frustrado que empezó a l<strong>lo</strong>rar. Nunca <strong>hubiera</strong> esperadosemejando reacción por parte <strong>de</strong> un provincial. Pero siempre me había apreciado como166


un buen dominico y como hombre que intentaba seguir el Espíritu. Siempre habíaobe<strong>de</strong>cido las ór<strong>de</strong>nes y ahora no cooperaba. No sabía qué hacer conmigo.Bien, siempre había cumplido las ór<strong>de</strong>nes porque escuchaba la voz <strong>de</strong>l Señor enmi corazón a través <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong>l superior, y por <strong>lo</strong> general ya había escuchado esaprimera voz en mi interior. No era en verdad alguien que obe<strong>de</strong>ciera a ciegas. Contodo, era innegable que mis i<strong>de</strong>as habían cambiado. La in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que mi confesor<strong>de</strong> la escuela secundaria había advertido, y que <strong>lo</strong> había hecho dudar <strong>de</strong> mi vocaciónreligiosa, se había fortalecido una vez más. Con todo, manifestaba <strong>lo</strong> que me habíaocurrido en <strong>lo</strong>s últimos años como una parte importante <strong>de</strong> mi i<strong>de</strong>ntidad.Por <strong>lo</strong> tanto, ya no estaba dispuesto a ―ce<strong>de</strong>r‖ y aceptar el punto <strong>de</strong> visto <strong>de</strong> Edcomo la voluntad <strong>de</strong> Dios. Cuando fue evi<strong>de</strong>nte que el provincial no me otorgaría elpermiso que <strong>de</strong>seaba, <strong>de</strong>cidí que la única alternativa era solicitar una licencia <strong>de</strong> laOr<strong>de</strong>n. Mi intención era retornar a Bolivia y trabajar allí como un laico por unos años.Quería asegurarme <strong>de</strong> que el ministerio estuviera en un terreno más sólido.Esta opción era atemorizadora. Amaba mi condición <strong>de</strong> dominico. Una licenciasería una especie <strong>de</strong> exilio. Sin embargo, si permanecía no podría hacer <strong>lo</strong> que medictaba el corazón en tanto llamado <strong>de</strong> Dios, y entonces tuve que abandonar a <strong>lo</strong>sdominicos. Este es el voto <strong>de</strong> pobreza: <strong>de</strong>bemos estar dispuestos a renunciar a todo, sinexcepción.Mi carta al provincial le hizo rever su posición y vino con una contrapropuesta.Me apoyaría en la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> viajar a cualquier lugar en América Latina. Me apoyaríainclusive si yo eligiera un país don<strong>de</strong> no <strong>hubiera</strong> dominicos. También daría suconsentimiento si optaba por un lugar don<strong>de</strong> tuviéramos conventos. Se ocuparía <strong>de</strong>organizar las cosas según yo <strong>de</strong>cidiera vivir en comunidad o a solas. Solamente seoponía a que regresara a Bolivia.Le dije que no podía respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> inmediato. Aunque me ligaba un sentimiento<strong>de</strong> lealtad a Bolivia, me había hecho en verdad una propuesta generosa y rechazarla<strong>hubiera</strong> sido tonto. Al día siguiente regresé para comunicarle que la aceptaba.¿A dón<strong>de</strong> iría? Recién regresaba <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> México, don<strong>de</strong> me habíaencontrado con John Doner, un coordinador para América Latina <strong>de</strong> <strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong>.Durante mi estadía, un dominico laico llamado Alberto Wellborn, quien por entoncestrabajaba allá, me preguntó si <strong>de</strong>seaba mudarme a la ciudad <strong>de</strong> México. La i<strong>de</strong>a mepareció acertada. Le pregunté al provincial y esa misma tar<strong>de</strong> le envió un fax al167


provincial mexicano. A <strong>lo</strong>s pocos días me concedieron el permiso y unas semanas<strong>de</strong>spués ya me había mudado.En el curso <strong>de</strong> <strong>de</strong> este proceso <strong>de</strong> discernimiento, mi teo<strong>lo</strong>gía sobre el voto <strong>de</strong>obediencia cobró más luci<strong>de</strong>z. Aún creo en el voto <strong>de</strong> obediencia, incluso cuandoafirmo mi in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. De todos modos, había cambiado <strong>lo</strong>s términos <strong>de</strong>l contrato.Este abordaje era nuevo para mí, aunque no fuera original. Recién en aquel momento <strong>de</strong>mi vida me hallaba en condiciones <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r y asimilar las nuevas i<strong>de</strong>as. Soy <strong>de</strong>aprendizaje lento cuando algo implica un cambio radical para mí: mi naturaleza esconservadora.Había abandonado el absolutismo <strong>de</strong> santa Teresa por un acercamiento mássaludable y más dia<strong>lo</strong>gado. En el segundo año <strong>de</strong> la escuela preparatoria religiosa, elhermano Gilfeather nos había contado la historia <strong>de</strong> una chica granjera que habíaentrado en un convento. Una <strong>de</strong> las primeras cosas que hizo la directora <strong>de</strong> las noviciasfue plantar repol<strong>lo</strong>s al revés. La chica granjera sabía que esto era absurdo, pero en sucondición <strong>de</strong> novicia <strong>lo</strong> hizo <strong>de</strong> todos modos: aprendía a ser obediente.Pensaba que esto era el i<strong>de</strong>al. Dejar <strong>de</strong> lado las intenciones propias sobre las quegira el eje <strong>de</strong> nuestra i<strong>de</strong>ntidad. Como <strong>de</strong>jar el yo para ascen<strong>de</strong>r a una nueva vida enJesús. En el último año <strong>de</strong> la escuela, mi amigo Ted Szymanski y yo practicábamosdándonos ór<strong>de</strong>nes uno al otro. Un día <strong>de</strong>bía hacer cualquier cosa que él dispusiera. Aldía siguiente invertíamos <strong>lo</strong>s papeles. Nos preparábamos para la vida religiosa, una vida<strong>de</strong> obediencia.Esta noción <strong>de</strong> obediencia se ejerce en verdad incluso a veces en el sig<strong>lo</strong>veintiuno: nuestra confraternidad dominica está infectada con ella. Allá a <strong>lo</strong> lejos, en <strong>lo</strong>saños sesenta, <strong>lo</strong>s hermanos aprendían que se mudaban <strong>de</strong> una ciudad a la otra con só<strong>lo</strong>leer la lista <strong>de</strong> asignaciones en la cartelera <strong>de</strong> las noticias. No había consulta alguna nianuncio antes <strong>de</strong> la publicación.Los superiores a menudo olvidaban que nuestra obediencia tenía lugar ―según<strong>lo</strong>s reglamentos‖, vale <strong>de</strong>cir, só<strong>lo</strong> en cuestiones relativas al cumplimiento <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sreglamentos. A menudo intentaban controlar las vidas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos. Un provincialque conozco iba tan lejos al respecto que les imponía a <strong>lo</strong>s frailes <strong>lo</strong>s co<strong>lo</strong>res <strong>de</strong> lapintura <strong>de</strong> sus respectivos cuartos. Nuestro Edward Hughes, el segundo provincialsuperior <strong>de</strong> san Alberto Magno, también era famoso por imponer su voluntad. En unaocasión <strong>de</strong>cidió que su hermano <strong>de</strong> sangre Reginald fuera reelecto como superior <strong>de</strong> unnoviciado <strong>de</strong> apertura reciente. Cuando <strong>lo</strong>s frailes eligieron a otro, el fraile Edward les168


dijo que había habido un error, que <strong>de</strong>bían seguir votando hasta que todo saliera bien, y<strong>lo</strong> obe<strong>de</strong>cieron. Y a<strong>de</strong>más solía adueñarse <strong>de</strong>l control remoto <strong>de</strong>l televisor cuandoestaba en la sala <strong>de</strong> recreación y nos obligaba a todos a ver el programa que a él leinteresaba.Cuando era provincial solía sentirme frustrado cuando algunos hermanos sequejaban <strong>de</strong> que ya nadie creía en la obediencia. En mis entrevistas personales con el<strong>lo</strong>sles preguntaba qué les gustaría hacer para la siguiente asignación. Y me respondían:―Creo en la obediencia, Padre (con este grupo era imposible conseguir que me llamaranpor mi nombre). Haremos <strong>lo</strong> que usted nos or<strong>de</strong>ne.‖Tratando <strong>de</strong> obrar con equidad, les sugería un ministerio. ―Bueno, Padre, nopodría realmente hacer<strong>lo</strong> porque…‖ Cada sugerencia se topaba con una objeción yluego rehusaban manifestar <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaban porque esto <strong>hubiera</strong> sido opuesto a laobediencia piadosa. Por fin, adivinaba <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaban y <strong>lo</strong> sugería. Recién entoncespodían aceptar<strong>lo</strong> con la satisfacción <strong>de</strong> haber obrado según el voto <strong>de</strong> obediencia. Anteesto me <strong>hubiera</strong> gustado alzar <strong>lo</strong>s brazos y gritarles: ―¡Basta <strong>de</strong> jugar!‖ Pero por el otrolado, admiraba a estos hermanos. Como reflexionó Eugene Kennedy: ―El principio <strong>de</strong>contradicción involucra esperar que las personas sean a la vez humanas y obedientes aciegas.‖ (104) Por <strong>lo</strong> tanto, tenían que encontrar una vía a partir <strong>de</strong> su propia teo<strong>lo</strong>gía.El juego <strong>de</strong> las ―veinte preguntas‖ era la única que conocían.En nuestro voto <strong>de</strong> obediencia no renunciamos a nuestro <strong>de</strong>seo. La función <strong>de</strong>Dios no es quebrar volunta<strong>de</strong>s o imponer sometimiento. Nuestro libre albedrío es unaposesión <strong>de</strong> la que más nos enorgullecemos. No se trata <strong>de</strong> una posesión, en verdad esnuestra i<strong>de</strong>ntidad. (NOTA: ESTE PARRAFO SE REPITE PALABRA PORPALABRA EN EL PENULTIMO PARRAFO DEL CAPITULO. SUGIEROELIMINAR ESTE Y DEJAR EL OTRO PARA EVITAR LA REDUNDANCIA)Al cumplir con un voto <strong>de</strong> obediencia uno no siempre consigue <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>sea. Encualquier relación, ya sea entre dos o doscientas personas, todos <strong>de</strong>ben ce<strong>de</strong>r un poco.En algunas ocasiones le cuestioné a un superior una asignación que me había impuesto,pero a la vez agregué que no tendría problema en asumirla si él la consi<strong>de</strong>rabaimportante y entonces me esforzaría <strong>lo</strong> más posible. Gracias a Dios que nunca mepresionaron en estas situaciones. Como solíamos <strong>de</strong>cir en la ―vieja escuela‖, me ganabael mérito sin tener que hacer el trabajo. Si se rechazaba <strong>lo</strong> que había solicitado,reconocía la sensatez <strong>de</strong> mi superior.169


Con todo, nada <strong>de</strong> esto significa renunciar a mi voluntad. Renuncio a mi ego, opor <strong>lo</strong> menos <strong>lo</strong> intento. Con este voto admito que el mundo no girar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mí.Estoy comprometido con una comunidad en la que todos trabajamos en proyectoscomunes. Unimos nuestras fuerzas porque es poco <strong>lo</strong> que po<strong>de</strong>mos hacerindividualmente. ―Cuando uno sueña a solas, se trata <strong>de</strong> apenas un sueño. La realidadcomienza cuando uno sueña con <strong>lo</strong>s otros. ‖ (Hel<strong>de</strong>r Camara)Muy a menudo se pone énfasis exagerado en el voto <strong>de</strong> obediencia en tantoobediencia al superior. La <strong>de</strong>finición es <strong>de</strong>masiado estrecha, si en verdad tiene algunavali<strong>de</strong>z. Para mí, la obediencia se refiere a averiguar cómo se trabaja en grupo en unacomunidad. El corazón <strong>de</strong> la obediencia resi<strong>de</strong> en la capacidad <strong>de</strong> diá<strong>lo</strong>go. Nosescuchamos <strong>lo</strong>s unos a <strong>lo</strong>s otros e intentamos ayudarnos para conseguir un proyecto encomún. Luego abordamos la cuestión <strong>de</strong> aunar nuestros recursos para llevar<strong>lo</strong> a cabo.Este proceso refina al ego pero no <strong>de</strong>struye a la persona. La comunidad <strong>de</strong>beríaser la liberación <strong>de</strong> nuestras individualida<strong>de</strong>s: No tratamos <strong>de</strong> meter a todo el mundo enel mismo mol<strong>de</strong>. Honramos la singularidad <strong>de</strong> cada hermano y cada hermana. Nosesforzamos para apreciar y estimular sus respectivos talentos. (105) Nuestro mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> esel trinitario, tres personas afirmadas en la singularidad <strong>de</strong> que constituyen una sola.La obediencia implica que cada miembro <strong>de</strong> la comunidad <strong>de</strong>be estar encontacto con su propio corazón. No esperamos que alguien nos or<strong>de</strong>ne qué hacer.Buscamos <strong>lo</strong> que nos brinda la sensación <strong>de</strong> caminar sobre las aguas: ―Dios te convocaa un lugar que es el lugar don<strong>de</strong> tu alegría profunda y el hambre profundo <strong>de</strong>l mundo seencuentran.‖ (106) Y ofrecemos esta pasión a la comunidad. Con esta visión internavamos a trabajar arduamente y hacer todo tipo <strong>de</strong> sacrificios personales. En estecontexto la obediencia es más fácil. Po<strong>de</strong>mos ver nuestros sacrificios como unacontribución a la concreción <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Dios. (107)Por <strong>lo</strong> tanto, <strong>lo</strong> último que un fraile obediente <strong>de</strong>sea es la aceptación pasiva <strong>de</strong>una sugerencia. Una parte esencial <strong>de</strong>l criterio habrá quedado afuera, vale <strong>de</strong>cir, eldiá<strong>lo</strong>go. También es importante que el superior no asigne cualquier persona a una tareabajo el pretexto <strong>de</strong> que no hay otra alternativa. Es preferible que <strong>de</strong>je un puesto vacanteantes que <strong>lo</strong> otorguen a quien no tenga el perfil a<strong>de</strong>cuado. Recuerdo las ocasiones en lasque <strong>de</strong>seaba hacer algo y sudaba mientras aguardaba el consentimiento <strong>de</strong> mi superior.Deberíamos trabajar en conjunto antes que asumir la posición <strong>de</strong> un fraile que propone yla <strong>de</strong> un superior que dispone.170


Si me solicitaran que eligiera un texto <strong>de</strong> las Escrituras sobre el cual sebasa nuestro voto <strong>de</strong> obediencia, citaría las palabras <strong>de</strong> san Pab<strong>lo</strong> a <strong>lo</strong>s filipenses: ―Si laexhortación en nombre <strong>de</strong> Cristo tiene algún va<strong>lo</strong>r, si algo vale el consue<strong>lo</strong> que brota <strong>de</strong>lamor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que haganperfecta mi alegría permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismocorazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu <strong>de</strong> discordia o <strong>de</strong> vanidad,y que la humildad <strong>lo</strong>s lleve a estimar a <strong>lo</strong>s otros como superiores a uste<strong>de</strong>s mismos. Quecada uno busque no solamente su propio interés, sino también el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más.‖(Filipenses 2, 1-5)La realidad es que si todos se afanaran por <strong>lo</strong>s intereses <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros, mishermanos me estimularían para que afirmara mi i<strong>de</strong>ntidad y yo haría <strong>lo</strong> mismo conel<strong>lo</strong>s. En el mejor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sentidos, la obediencia sería una sociedad <strong>de</strong> admiraciónmutua, un juego en el que todos son ganadores. En nuestro voto <strong>de</strong> obediencia norenunciamos a nuestro <strong>de</strong>seo. La función <strong>de</strong> Dios no es quebrar volunta<strong>de</strong>s o imponersometimiento. Nuestro libre albedrío es una posesión <strong>de</strong> la que más nos enorgullecemos.No se trata <strong>de</strong> una posesión, sino <strong>de</strong> nuestra i<strong>de</strong>ntidad.En cuanto a <strong>lo</strong> que a mí me concierne, nunca habría comprendido correctamenteel estado <strong>de</strong> las cosas si <strong>hubiera</strong> aceptado la opinión <strong>de</strong> Ed sin cuestionarla, o si él<strong>hubiera</strong> retrocedido en su posición para aceptar la mía. Necesitábamos librar una batalla,argumentar enérgicamente para manifestar nuestras opiniones. Necesitábamoshonestidad total. Con todo, ninguno <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong>seaba solamente <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su propioterreno. Ambos procurábamos acce<strong>de</strong>r a la voluntad <strong>de</strong>l Señor, porque podíamos ejercernuestros roles con una solución que ninguno había pensado en el comienzo y que nosbrindaría armonía. Ahora creo en este tipo <strong>de</strong> obediencia: estoy convencido <strong>de</strong> que esliberador para cualquier persona.Notas al capítu<strong>lo</strong> 15(102) Sin necesidad <strong>de</strong> ninguna justificación o explicación <strong>de</strong> mi parte sobre <strong>lo</strong> quehabía ocurrido, mis amigos y mi familia <strong>de</strong>rramaron su afecto y su emociónporque me hallaba <strong>de</strong> regreso entre el<strong>lo</strong>s. Y uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres que me diomás apoyo por entonces y a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s años fue el que me acusó <strong>de</strong> habersido poco profesional en Bolivia. Su enojo conmigo en un aspecto no171


disminuyó su preocupación para cuidarme en el otro. Fue el mejor amigo quepodía tener en esos tiempos difíciles.(103) También completó la experiencia <strong>de</strong> oración que tuve cuando era pastor enSan Pío. En el medio <strong>de</strong> la noche me <strong>de</strong>spertaba, completamente <strong>de</strong>spabilado,y tenía un sentido maravil<strong>lo</strong>so <strong>de</strong>l movimiento <strong>de</strong>l sistema solar. Yo me movíaen él y me sentía conectado por completo. Pero había algo que faltaba en estaexperiencia: no sentía ninguna conexión con el mar y la f<strong>lo</strong>ra y la fauna en suinterior. Era extraño dado que crecí cerca <strong>de</strong>l mar y cada tanto siempre sentíala necesidad <strong>de</strong> regresar al mar para refrescar mi espíritu. Me <strong>de</strong>sconcertó laausencia <strong>de</strong> esta parte <strong>de</strong>l universo en mi primera experiencia.Pero el Señor no había terminado conmigo. Un fin <strong>de</strong> semana en que mehallaba en Galway, tomé el ferry rumbo a las islas Aran. El día no era bel<strong>lo</strong> y laembarcación no era cómoda. Tomé asiento con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que iba a tener fríodurante la travesía. No pensaba en nada en particular, ni siquiera sobre aquellaexperiencia <strong>de</strong> años atrás. El bote apenas había salido <strong>de</strong>l dock cuando <strong>de</strong>pronto, como una iluminación, cobré conciencia <strong>de</strong> todo <strong>lo</strong> que estaba <strong>de</strong>bajoy me sentí uno con ese todo. Era real y sus efectos perduran hasta el día <strong>de</strong> hoy.Sé que esto no era una gracia extraordinaria que mucha gente experimenta.Meister Eckhart afirmó que la relación es la esencia <strong>de</strong> todas las cosas ycomprendo que es algo normal en el proceso <strong>de</strong> maduración que lleva a sentirel víncu<strong>lo</strong> con la Creación. La conciencia permanece como parte <strong>de</strong>l don o <strong>de</strong>la unión que Dios dispone en su víncu<strong>lo</strong> con nosotros. La experiencia me hizosentir pequeño y en estado <strong>de</strong> recogimiento (soy tan poca cosa en este universoque se expan<strong>de</strong>) y también percibir que yo formaba parte <strong>de</strong>l universo. Algoque me otorgó dignidad y la conciencia <strong>de</strong> un lugar que ocupo.(104) Tomorrow´s Catholics, p. 108.(105) Const. 20, par. 2(106) Fre<strong>de</strong>rick Buechner: The alphabet of Grace(107) Mi experiencia en la or<strong>de</strong>n dominica es que cuando un superior y suconsejero, o incluso el capítu<strong>lo</strong> provincial, formado por representantes <strong>de</strong> laprovincia, le solicitaron a <strong>lo</strong>s hermanos que llevaran a cabo proyectos<strong>de</strong>svinculados <strong>de</strong> sus intereses, <strong>lo</strong>s planes se frustraron. Para las autorida<strong>de</strong>stodo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> la obediencia a las ór<strong>de</strong>nes, a la cual consi<strong>de</strong>raban como un172


factor <strong>de</strong> motivación. Pero no resulta difícil compren<strong>de</strong>r estos fracasos cuandose ignoran las pasiones que respaldan a <strong>lo</strong>s proyectos individuales.Capítu<strong>lo</strong> 16Ministerio en MéxicoMientras volaba a la ciudad <strong>de</strong> México, aquel veinte <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1996, no sabíaque comenzaban <strong>lo</strong>s diez años más felices <strong>de</strong> mi vida. Quedaban algunos ajustespendientes que no había previsto. Siempre había anhelado residir en esa ciudad,consi<strong>de</strong>rada la más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo. Adoro las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s con multitu<strong>de</strong>surgentes y el estrépito <strong>de</strong>l tráfico. A mayor tamaño, mejor para mí, y quiero vivir en elcorazón <strong>de</strong> ellas. Después <strong>de</strong> todo, soy <strong>de</strong> Nueva York. Pero la ciudad <strong>de</strong> México meintimidaba: era <strong>de</strong>masiado popu<strong>lo</strong>sa e inmensa. Demoré un año para moverme libreentre sus calles.Demoré prácticamente el mismo tiempo para acostumbrarme a la población. Losmexicanos tienen fama <strong>de</strong> buenos anfitriones, pero en la capital <strong>lo</strong>s advertí fríos ydistantes. No comprendía porqué me costaba tanto tratar<strong>lo</strong>s. Pasaron seis meses antes <strong>de</strong>que el panorama se aclarara. Estaba tratando con una subcultura urbana diferente <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sgranjeros <strong>de</strong>l norte. A <strong>lo</strong>s ―provincianos‖ (así llamaban <strong>lo</strong>s habitantes <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong>México a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>l interior) se <strong>lo</strong>s subestimaba, y a la vez éstos tampoco les tenían<strong>de</strong>masiado respeto a <strong>lo</strong>s ―chalingos‖ (el nombre que les daban <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>l interior a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong> lacapital). Cada uno con su punto <strong>de</strong> vista respecto <strong>de</strong>l mundo. La ciudad <strong>de</strong> México eraun país diferente comparado con <strong>lo</strong>s alre<strong>de</strong>dores y habría sufrido un shock culturalcomo el que había pa<strong>de</strong>cido la primera vez que pisé el país. Una vez que toméconciencia <strong>de</strong> la situación me sentí más relajado y pu<strong>de</strong> adaptarme al entorno.Otro aspecto asfixiante fue la pérdida <strong>de</strong> mis hermanos dominicos. Amaba lavida en comunidad. Me enorgullecía moverme entre <strong>lo</strong>s frailes y saber que era uno <strong>de</strong>el<strong>lo</strong>s. En México esto no era posible. El padre Michel Concha, el provincial mexicano,me pidió que no visitara ninguno <strong>de</strong> nuestros establecimientos y mantuviera un perfilbajo. El pedido era razonable. Había varios hombres en la provincia que elevaríanquejas contra mí para que me fuera imposible permanecer en el país. El primer año vivíen un <strong>de</strong>partamento con Alberto Wellborn, un laico dominico norteamericano, queejercía trabajo voluntario con <strong>lo</strong>s ciegos y concurría a todas las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esta173


comunidad. Al regresar al <strong>de</strong>partamento me contaba todo <strong>lo</strong> que había ocurrido, ytambién <strong>lo</strong> que podría haber ocurrido. Finalmente me animé a pedirle que no fuera tanexhaustivo: me estaba clavando un cuchil<strong>lo</strong> en el corazón porque yo <strong>de</strong>seaba participaren esas activida<strong>de</strong>s y no podía hacer<strong>lo</strong>.Pero mi ambientación en la ciudad fue un do<strong>lo</strong>r breve mezclado con una granalegría, porque llegaría a conocer <strong>lo</strong> que significa el acto <strong>de</strong> recibir la bendición <strong>de</strong> lagracia. Mi vena in<strong>de</strong>pendiente estaba <strong>de</strong> licencia y no tenía experiencia previa similar a<strong>lo</strong> que me esperaba. Un ministerio nuevo y la posibilidad <strong>de</strong> forjar mi propio futuro.Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi llegada, había ido a visitar al padre Miguel Concha, elprovincial mexicano. Deseaba conocer <strong>lo</strong>s parámetros con <strong>lo</strong>s que podría trabajar.Miguel comenzó la conversación:―Cuéntame sobre este grupo llamado ―<strong>Otras</strong> ovejas.‖―Bueno, es un grupo ecuménico…‖Esto fue todo. Me interrumpió cuando intenté comentarle sobre <strong>lo</strong>s aspectospositivos, quizá porque la actitud <strong>de</strong> la Iglesia Romana hacia <strong>lo</strong>s homosexuales eranegativa y seguía empeorando. Pero si se trataba <strong>de</strong> un grupo ecuménico, no habíamotivo <strong>de</strong> preocupación. Tal vez pensó que podría culpar a <strong>lo</strong>s protestantes si ladoctrina no alcanzaba <strong>lo</strong>s parámetros <strong>de</strong>l Vaticano. No puedo afirmar<strong>lo</strong> con certeza, yaque él no dio explicación alguna y só<strong>lo</strong> intentó protegerme.Me encantaba disfrutar <strong>de</strong> mi libertad, pero a la vez me preocupaba el riesgo <strong>de</strong>causar conflictos y <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser confiable. Le pregunté al padre Concha si estabainteresado en recibir informes esporádicos sobre mis activida<strong>de</strong>s.Se trataba <strong>de</strong> <strong>lo</strong> último que <strong>hubiera</strong> querido <strong>de</strong> mí. No volví a ver<strong>lo</strong> ni supe nadamás <strong>de</strong> él por el resto <strong>de</strong>l cic<strong>lo</strong> lectivo, ni siquiera cuando le escribí para solicitarlepermiso. Una vez más, tuve la impresión <strong>de</strong> que alegaría <strong>de</strong>sconocimiento con respectoa mi labor si le hacían alguna pregunta. Nunca me pidió acreditación para misactivida<strong>de</strong>s pastorales en le arquidiócesis. Nunca le informó al car<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> mi presencia.Se suponía que yo estaba ocupado en tareas administrativas para este grupo ecuménico,y que por <strong>lo</strong> tanto no necesitaba faculta<strong>de</strong>s. El provincial no podía ignorar que en micaso, en tanto sacerdote, iba a comprometerme <strong>de</strong> inmediato en un ministerio pastoralpara la comunidad gay. Su actitud era una estrategia que reforzaba la advertencia <strong>de</strong> quecualquier cosa que hiciera <strong>de</strong>bería hacer<strong>lo</strong> con discreción.¿Dón<strong>de</strong> podría entonces encausar mis energías? <strong>Otras</strong> <strong>Ovejas</strong> es unaorganización <strong>de</strong> estructura lábil, si es que tiene alguna. Tom Hanks, el director174


ejecutivo, John Doner, el coordinador <strong>de</strong> las se<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Latinoamérica y yo, en micondición <strong>de</strong> miembro recién incorporado al comité directivo, tuvimos una largadiscusión sobre mi cargo. Había previsto convertirme en el asistente <strong>de</strong> John, pero Tomno quería saber nada <strong>de</strong> esto. Podría darle una mano a John en todo <strong>lo</strong> que quisiera, perono iba a aceptar ningún cargo que indicara jerarquía. Es presbiteriano y anarquista conrespecto a la política <strong>de</strong> la Iglesia. Por <strong>lo</strong> tanto, yo no podía ser asistente <strong>de</strong> nadie ytendría autonomía. Finalmente me asignaron el aspecto ecuménico. Fui el primersacerdote católico que trabajó con el<strong>lo</strong>s y me sería más fácil satisfacer las necesida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s católicos que a el<strong>lo</strong>s o a <strong>lo</strong>s otros miembros <strong>de</strong>l directorio protestante.Esto tenía sentido, en particular en un país don<strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> la poblaciónes católica en su gran mayoría. A<strong>de</strong>más, la cultura mexicana aún era muy jerárquica yel títu<strong>lo</strong> <strong>de</strong> ―sacerdote‖ era la única manera segura <strong>de</strong> abrir las puertas. Si un sacerdoteno estuviera involucrado en un emprendimiento espiritual, entonces la mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>scatólicos no se sentirían cómodos con respecto a la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l mensaje o <strong>de</strong>lemprendimiento. Para mí, algo irónico. Podía levantarme y dirigirme a un grupo yexpresar que el Papa estaba completamente equivocado con respecto a las cuestionessexuales y que <strong>de</strong>bíamos repensar nuestras normas morales. El hecho <strong>de</strong> que yo mismome adjudicara más importancia que el Papa no era un problema para el<strong>lo</strong>s. Todavía meescuchaban y se sentían libres <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> acuerdo, dado que yo era un sacerdotecatólico que me comunicaba con el<strong>lo</strong>s.Un hombre joven solicitó hablar conmigo durante un seminario que dicté enMonterrey sobre la historia <strong>de</strong>l activismo gay en México. Só<strong>lo</strong> contamos con quinceminutos en el pasil<strong>lo</strong>, interrumpidos <strong>de</strong> a ratos por <strong>lo</strong>s que entraban y salían <strong>de</strong>l salón.¿Cuánto más podría haber <strong>lo</strong>grado en estas circunstancias? Según <strong>lo</strong>s resultados, másque suficiente. El hombre joven le dijo a su amigo que esta charla breve le había sidomucho más útil que <strong>lo</strong> conversado con él durante largas horas. Su amigo le preguntóentonces si yo le había <strong>dicho</strong> algo que él <strong>hubiera</strong> omitido. ―No,‖ le respondió, ―peroJerry es sacerdote.‖Y por <strong>lo</strong> tanto mi condición <strong>de</strong> sacerdote, o, mejor <strong>dicho</strong>, la <strong>de</strong> predicador, le dioel espaldarazo al ministerio que ejercí en México. John Doner era laico. No le interesabaser pastor aunque <strong>hubiera</strong> viajado a Latinoamérica en 1981 para fundar la Iglesia <strong>de</strong> laComunidad Metropolitana. Su gran preocupación durante años fue encontrar y formarhombres y mujeres que <strong>de</strong>sarrollaran activida<strong>de</strong>s pastorales en la comunidad gaylésbica.Antes <strong>de</strong> mi arribo, John y su socio Pepe Hernán<strong>de</strong>z habían viajado durante175


siete meses recorriendo todos <strong>lo</strong>s países <strong>de</strong> Centroamérica y <strong>de</strong> Sudamérica, y tuvieronentrevistas con <strong>lo</strong>s lí<strong>de</strong>res gays interesados en al ministerio cristiano. Su objetivo eraconstruir una red <strong>de</strong> apoyo entre el<strong>lo</strong>s y averiguar <strong>de</strong> qué manera la fundación <strong>Otras</strong><strong>Ovejas</strong> podría ayudar<strong>lo</strong>s con respecto a su militancia.John no me necesitaba para este trabajo. Probablemente sabía más que cualquierotra persona respecto <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que estaba ocurriendo en toda América Latina, y tenía <strong>lo</strong>scontactos personales con lí<strong>de</strong>res reales o en potencia. Podría proce<strong>de</strong>r a solas. Por miparte, <strong>de</strong>cidí <strong>de</strong>jarle más tiempo para su tarea principal y me ocupé <strong>de</strong> otros proyectosmenos importantes. De todos modos, trabajamos juntos en la confección <strong>de</strong> un sitio enInternet. Me sorprendió la eficacia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sitios en la red para contactar gente. Hay ungran número <strong>de</strong> gays y <strong>de</strong> lesbianas que están aislados y no tienen a nadie para confiarcuestiones íntimas. Entonces navegaba la red buscando a alguien que quisiera hablar <strong>de</strong>sus miedos y dudas.Mi actitud era escéptica con respecto a predicar a gente <strong>de</strong>sconocida sin sabernada sobre el<strong>lo</strong>s, ya que fácilmente se podía caer en una mala interpretación. Deseopo<strong>de</strong>r <strong>de</strong>codificar <strong>lo</strong>s signos no verbales para saber cómo me perciben. En la red esto noera posible, pero todavía aquí había personas que escribían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos <strong>lo</strong>s ámbitoshispano parlantes. Tenía que <strong>de</strong>cir algo, entonces ofrecí mi plegaria al Espíritu Santopara que me ayudara y comencé a comunicarme con el<strong>lo</strong>s.Los gays que sufrían más conflictos eran por <strong>lo</strong> general <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>votos, <strong>lo</strong>spracticantes involucrados en ministerios. Traté con un buen número <strong>de</strong> personas quesentían una gran lealtad a la Iglesia y a sus enseñanzas. A pesar <strong>de</strong> la alegría queencontraron al compartir el Evangelio con <strong>lo</strong>s otros, la mayoría <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ejercer elministerio. (108) Me dijeron que no tenían <strong>de</strong>recho alguno a hablarle a la gente sobre lafe cuando no podían cumplir con las enseñanzas <strong>de</strong> la Iglesia con respecto a su propiasexualidad. Roma <strong>hubiera</strong> estado <strong>de</strong> acuerdo. Debido a esta situación, la Iglesia haperdido docentes, consejeros e incluso sacerdotes idóneos. No só<strong>lo</strong> abandonan elministerio muy a menudo, sino que también <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> concurrir a la iglesia.Rezamos regularmente por el incremento <strong>de</strong> las vocaciones. El Señor respondiónuestras plegarias muchas veces. Con todo, nuestros prejuicios nos impi<strong>de</strong>n reconocerla gracia, y <strong>lo</strong>s ministerios se <strong>de</strong>rrumban en todos <strong>lo</strong>s niveles.Respondía con cautela las cartas que recibíamos. Hubiera sido fácilescandalizar<strong>lo</strong>s si manifestaba mi oposición a la Iglesia. En cambio, presenté la otracara. Hablé sobre <strong>lo</strong>s obispos y <strong>lo</strong>s teó<strong>lo</strong>gos cuyo pensamiento se apartaba <strong>de</strong> la176


ortodoxia con respecto a la homosexualidad. Estas cuestiones no parecían leyesgrabadas en piedra, ni siquiera entre <strong>lo</strong>s católicos, apostólicos y romanos. Lesrecomendé algunos libros y, por sobre todas las cosas, les pedí que escucharan a sucorazón: tenían que buscar en su interior las respuestas a sus problemas, forjar su propiaconciencia, creer en su propia bondad y confiar en su experiencia, incluso con laconvicción <strong>de</strong> que podían pecar y equivocarse. Y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>bían permitir que <strong>lo</strong>sinfluyera la experiencia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más que habían atravesado situaciones similares.―¿Cómo se siente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tener relaciones sexuales? ¿Siente a Dios máscerca en ese momento? ¿Pue<strong>de</strong> sentir su presencia?‖ Repetí estas preguntas en muchasoportunida<strong>de</strong>s durante las entrevistas. No me sorprendía que la mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s que merespondieron confesaran que sí habían sentido el amor <strong>de</strong> Dios, sobre todo cuandoexpresaban amor en esa relación. De todos modos, la voz <strong>de</strong> la Iglesia resonaba en susoídos y se ahogaba la <strong>de</strong> Dios. Entonces sentían culpa y corrían a confesarse para unapurificación. Tenían el propósito firme <strong>de</strong> corregirse y no pecar nuevamente, <strong>lo</strong> que laIglesia exige. Con todo, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su confesión y arrepentimiento, el cic<strong>lo</strong>comenzaría una vez más. Eran esquizofrénicos espirituales y tenía que lidiar con esteproblema.Me escuchaban atentamente. Algunos optaban por el celibato como <strong>lo</strong> mejorpara el<strong>lo</strong>s, mientras que otros tomaban otros rumbos. Me sentía feliz con cualquier<strong>de</strong>cisión en tanto fuera auténticamente personal y no impuesta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera. Y seguíasintiendo gran satisfacción con este servicio anónimo que ofrecía a través <strong>de</strong> Internet.John y yo contábamos con otro colaborador, Marco Morales, quien trabajó connosotros durante siete años. Editábamos folletos, dábamos conferencias individuales ytambién <strong>de</strong> prensa (en mi caso, <strong>de</strong> manera anónima). Ofrecimos gran asesoramientopersonal. No se trataba <strong>de</strong> un movimiento <strong>de</strong> masas, ya que intentábamos mover unamontaña sabiendo que só<strong>lo</strong> podríamos <strong>de</strong>splazar una roca a la vez. Una psicó<strong>lo</strong>ga amiga<strong>lo</strong> expresó con precisión cuando afirmó que ni siquiera estábamos en la etapa <strong>de</strong>lsembrado, sino en la preparación previa <strong>de</strong>l terreno para que fuera fértil.Uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s proyectos que tuvo más éxito fue el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s retiros. Como miembro <strong>de</strong>la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s predicadores me entusiasmó la i<strong>de</strong>a, pero no iba a proponerla. John y yovisitamos un grupo <strong>de</strong> estudiantes universitarios y les ofrecimos nuestros servicios, yel<strong>lo</strong>s pidieron retiros.John y Pepe tenía una casa que habían construido en un pueb<strong>lo</strong> a dos horas <strong>de</strong> laciudad <strong>de</strong> México. Se convertiría en un establecimiento <strong>de</strong> retiro (función que sigue177


cumpliendo en la actualidad), y con esto se cumpliría precisamente un objetivo quesiempre habían tenido. Ante la solicitud <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s estudiantes, John y Pepe <strong>de</strong>cidieronconstruir un segundo piso para ampliar las instalaciones.A pesar <strong>de</strong> que la iniciativa provino <strong>de</strong> gente joven, no fue fácil convocar<strong>lo</strong>s.Publicamos avisos en <strong>lo</strong>s diarios e hicimos anuncios en las radios, colgamos carteles enbares. John pasaba horas en el teléfono hablando con <strong>lo</strong>s posibles interesados: el númeroera pequeño.No había sido una buena i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>nominar a ―retiro‖ a nuestro programa: eltérmino tenía <strong>de</strong>masiadas connotaciones negativas. La gente recordaba retiros en <strong>lo</strong>s quehabían guardado silencio durante todo el día y en <strong>lo</strong>s que también <strong>lo</strong>s habían obligado arezar el Rosario <strong>de</strong> rodillas frente al Santísimo Sacramento. El mismo temor <strong>de</strong> Boliviaprevalecía: pensaban que nuestra presencia tenía por objetivo un cambio <strong>de</strong> conducta.Un participante <strong>lo</strong> <strong>de</strong>jó en claro. Se trataba <strong>de</strong> un amigo mío y había acudidopara averiguar sobre el ministerio que yo ejercía. Sin embargo, sentía temor. Esperabaque le gritaran y le enumeraran un catá<strong>lo</strong>go <strong>de</strong> cosas que no <strong>de</strong>bía hacer. Fue un aliviopara él que la primera actividad fuera abrazar nuestros propios cuerpos, en particular laspartes que nunca nos habían gustado <strong>de</strong> nosotros mismos, y contemplarlas como algobueno. En la segunda sesión hicimos una encuesta <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que preferían o rechazaban conrespecto a las relaciones sexuales, cosas que la mayoría <strong>de</strong> nosotros jamás reconoceríaen público. La finalidad era <strong>de</strong>mostrar que todos somos algo estrafalarios en algúnaspecto <strong>de</strong> nuestros gustos. No se trataba <strong>de</strong> avergonzarse <strong>de</strong> uno mismo o <strong>de</strong>justificarse señalando que nunca faltaría alguien que fuera peor. Todos formábamosparte <strong>de</strong> un mismo grupo humano.Nuestros retiros eran experiencias curativas. Una oportunidad para aceptarnuestra orientación sexual como algo otorgado por Dios y apreciar cómo ésta podríaacercarnos a Él. Una <strong>de</strong> las instancias más importantes era la <strong>de</strong> perdonar a quienes noshabrían lastimado al <strong>de</strong>spreciar nuestra sexualidad, y le pedíamos al Señor la curación<strong>de</strong> las heridas que ese rechazo nos había provocado.Lejos <strong>de</strong> exigir silencio, estimulábamos a <strong>lo</strong>s participantes para que hablaranentre sí. Necesitaban ver que no estaban so<strong>lo</strong>s. Una sesión formal previa al comienzo<strong>de</strong>l retiro siempre tenía mayor duración. Invitábamos a <strong>lo</strong>s participantes a contar sushistorias personales con respecto a su homosexualidad y su religiosidad cristiana. Parala mayoría, se trataba <strong>de</strong> la primera vez que compartían experiencias <strong>de</strong> vida; y a pesar<strong>de</strong> que habíamos dispuesto diez minutos para cada uno, algunos llegaban a hablar178


durante una hora. Por <strong>lo</strong> general, no <strong>lo</strong>s interrumpíamos. Se trataba <strong>de</strong> un momentosagrado, una parte importante <strong>de</strong> la curación que tenía lugar cuando se les daba laoportunidad <strong>de</strong> contar estos relatos.Algunos eran inspiradores. No todos <strong>lo</strong>s gays están heridos y muchos hanexperimentado a Dios como alguien que <strong>lo</strong>s ama y <strong>lo</strong>s acepta sin cuestionar<strong>lo</strong>s porque élmismo <strong>lo</strong>s creó <strong>de</strong> esa manera. Otros resultaban conflictivos, como por ejemp<strong>lo</strong> aquelque aludía a un muchacho a quien su abuela había rechazado por su homosexualidad.Cuando llegó el momento <strong>de</strong> que un pariente la cuidara, tuvo que soportar que su nietofuera el único dispuesto a hacer<strong>lo</strong>, y él mantuvo largas conversaciones con ella junto asu lecho <strong>de</strong> convalecencia durante meses. Fue tan solidario con ella que la mujerterminó <strong>de</strong>fendiéndo<strong>lo</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la familia e incluso llegó a ben<strong>de</strong>cir su orientaciónsexual.Sin embargo, la mayoría <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s testimonios eran trágicos. Una joven repudiadapor la familia, literalmente arrojada a la calle. Un caballero que al enterarse <strong>de</strong> que eraseropositivo había ido a conversar con un cura párroco, quien le reprochó que ni <strong>lo</strong>sperros <strong>hubiera</strong>n tenido semejante conducta y que no <strong>lo</strong> ayudaría porque estaba seguro <strong>de</strong>que marcharía al infierno. También un relato que refirió un productor <strong>de</strong> televisión <strong>de</strong>unos cincuenta años <strong>de</strong> edad, un hombre culto que había viajado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l mundo yque había vivido en pareja con un jesuita durante varios año en Nueva York. Hablóbastante <strong>de</strong> alguien que admiraba en su juventud: un vecino que era travesti y muyelegante. A<strong>de</strong>más, la gente <strong>de</strong>l barrio <strong>lo</strong> apreciaba por su nobleza y generosidad con <strong>lo</strong>spobres y <strong>lo</strong>s enfermos. Cuando murió, el cura párroco le negó sepultura cristiana. Estegesto <strong>de</strong> crueldad todavía atormentaba a este productor y temía que le ocurriera <strong>lo</strong>mismo cuando le llegara la hora. Y asimismo recuerdo el caso <strong>de</strong> un joven ejecutivo quehabía visitado a un monje franciscano en busca <strong>de</strong> consue<strong>lo</strong> porque su pareja, con quienhabía vivido siete años, agonizaba <strong>de</strong> sida. El fraile le sugirió a Luis que <strong>lo</strong> mejor quepodía hacer era abandonar al enfermo y no ver<strong>lo</strong> nunca más. A<strong>de</strong>más, en cada retiroalguien confesaba que había intentado suicidarse. Y <strong>lo</strong>s relatos seguían y seguían. Comoreflexionó el obispo Desmond Tutu: ―Les hacemos dudar que sean hijos <strong>de</strong> Dios, y estoes como una blasfemia primordial.‖ (109)Varios retiros tuvieron lugar antes <strong>de</strong> que consiguiéramos el mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> al queaspirábamos, pero incluso aquellas experiencias tuvieron buenos resultados. Losparticipantes estaban ansiosos por reconciliar su fe y su sexualidad. Querían escuchar laBuena Nueva <strong>de</strong> que aunque fueran homosexuales había un lugar para el<strong>lo</strong>s en la iglesia179


y que podía tener una relación normal con Dios. No importaba <strong>lo</strong> que hiciéramos o<strong>de</strong>járamos <strong>de</strong> hacer, porque tras recibir el mensaje regresaban renovados a sus hogares,y teníamos la esperanza <strong>de</strong> que estaban preparados para vivir a pleno el evangelio <strong>de</strong>Jesús.Muchos participantes querían poner en práctica <strong>lo</strong> que habían asimilado durante<strong>lo</strong>s retiros. Así fue como se fundó ―Génesis‖, grupo bautizado con el mismo nombre <strong>de</strong>lprimer libro <strong>de</strong> la Biblia y que a la vez es un término que connota un nuevo comienzo.Los retiros habían sido ecuménicos y entonces esta agrupación se convirtió en un grupo<strong>de</strong> la misma característica. En un principio se restringió el ingreso a Génesis a <strong>lo</strong>s quehabían participado en <strong>lo</strong>s retiros. La i<strong>de</strong>a era profundizar <strong>lo</strong> que habían aprendido, y no<strong>de</strong>beríamos haber cambiado <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a porque habría sido más fácil mantener la atención<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s grupos. Con todo, había tantos hombres y mujeres <strong>de</strong> la ciudad que habíanquedado afuera, gente interesada en el <strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> <strong>de</strong> su espiritualidad, que <strong>de</strong>cidimosrecibir a una comunidad más amplia. No <strong>de</strong>moramos en contar con más <strong>de</strong> cienpersonas todos <strong>lo</strong>s domingos. Y había otros que concurrían a otras activida<strong>de</strong>s enhorarios nocturnos <strong>de</strong> lunes a viernes.Génesis tuvo momentos <strong>de</strong> crisis. Era difícil conseguir oradores que se dirigierana <strong>lo</strong>s grupos <strong>de</strong>bido a que se trataba <strong>de</strong> un emprendimiento homosexual. Más aún, conlas puertas abiertas a cualquiera, había personas que no tenían vida espiritual alguna eincluso tampoco les interesaba. Só<strong>lo</strong> concurrían por motivos sociales y acaso con laesperanza <strong>de</strong> conseguir una pareja. El guía estaba obligado entonces a comenzar todo <strong>de</strong>nuevo y esto frustraba a <strong>lo</strong>s interesados que permanecían con nosotros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s inicios<strong>de</strong>l programa. Entonces optamos por seguir <strong>de</strong>sarrollando la propuesta original ypersuadimos a <strong>lo</strong>s que necesitaban seguir avanzando que buscaran otros grupos paraprofundizar sus inquietu<strong>de</strong>s. Teníamos la esperanza <strong>de</strong> que pudieran regresar a susrespectivas parroquias y ejercer ministerios. Mientras tanto, les ofrecíamos a <strong>lo</strong>sparticipantes una nueva manera <strong>de</strong> experimentar la religión, a través <strong>de</strong>l amorincondicional <strong>de</strong> Dios, una en la que Dios y su sexualidad pudieran compartir el mismorecinto. No era poca cosa, por cierto.El otro obstácu<strong>lo</strong> para concretar el objetivo original <strong>de</strong> Génesis era elecumenismo. Algunos amigos nos habían advertido que esto no prosperaría en México.Después <strong>de</strong> todo, esta era un área don<strong>de</strong> un grupo pequeño <strong>de</strong> católicos ortodoxoshabían establecido un monasterio en un pueb<strong>lo</strong> cerca <strong>de</strong> las pirámi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Teotihuacan,180


el pastor <strong>lo</strong>cal católico, apostólico y romano le había or<strong>de</strong>nado a <strong>lo</strong>s feligreses que nisiquiera saludaran a <strong>lo</strong>s monjes que vieran caminar por la calle.¿Por qué no intentar<strong>lo</strong> <strong>de</strong> todos modos? Demostramos que esto era posible.Recibíamos a hombres y a mujeres que provenían <strong>de</strong> un espectro importante <strong>de</strong> lacristiandad: Católicos, apostólicos y romanos, testigos <strong>de</strong> Jehová, evangelistas,luteranos y mormones. Incluso recibimos a budistas y a algunos que se habían <strong>de</strong>claradoateos. Mencione cualquier grupo que se pudiera mencionar se habría acercado anosotros.Pero dado que intentábamos acomodar a todos estos grupos, habíamos diluidonuestra espiritualidad a un común <strong>de</strong>nominador. A veces resultaba difícil leer la Bibliatodos juntos, <strong>de</strong>bido a que el enfoque <strong>de</strong> un evangelista fundamentalista contrastaría conel <strong>de</strong> un católico, apostólico y romano. Discutíamos aca<strong>lo</strong>radamente sobre trivialida<strong>de</strong>s.A <strong>lo</strong>s católicos no les gustaban <strong>lo</strong>s himnos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s protestantes y a el<strong>lo</strong>s tampoco <strong>lo</strong>snuestros; <strong>lo</strong>s católicos no podían hablar <strong>de</strong> María. Algunos evangelistas objetaban que<strong>lo</strong>s católicos encendieran velas; para nosotros, se trataba <strong>de</strong> un recordatorio <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>lmundo entre nosotros. Para el<strong>lo</strong>s cualquier tipo <strong>de</strong> símbo<strong>lo</strong> era una superstición católica.Intentamos celebrar la eucaristía cada tanto, pero causaba mucha controversia (no porcuestiones teológicas, dado que no fuimos tan lejos al respecto, sino por el rito). (110)Si un sacerdote católico presidía, entonces <strong>lo</strong>s católicos <strong>lo</strong> consi<strong>de</strong>raban una ―misa real‖y querían que se siguiera la ortodoxia pertinente. Esto horrorizaba a <strong>lo</strong>s evangelistaspara <strong>lo</strong>s que nuestro ritual resultaba sofocante y repleto <strong>de</strong> plegarias que <strong>de</strong>saprobaban.Por fin, me negué a celebrar la eucaristía con el grupo. No formábamos una iglesia a lacual le correspon<strong>de</strong> la eucaristía, y entre nosotros se había convertido en un motivo <strong>de</strong>división.A pesar <strong>de</strong> todas estas discusiones, Génesis siguió con sus activida<strong>de</strong>s y <strong>lo</strong>sparticipantes aprendieron a respetar las creencias y las prácticas <strong>de</strong> las otras religiones.Incluso podíamos celebrar una eucaristía mormona en la que se consagraba pan y agua,pero no vino.Génesis ha sido y sigue siendo el comienzo <strong>de</strong> un viaje espiritual para muchoshomosexuales. Pero las dificulta<strong>de</strong>s que mencioné fueron la chispa <strong>de</strong> nuestra diáspora.Hoy en día hay grupo activos en toda la ciudad, todos el<strong>lo</strong>s comenzaron en Génesis:católicos, presbiterianos, mormones y pentecostales. Para nosotros, un motivo <strong>de</strong>orgul<strong>lo</strong>, dado que se había alcanzado el objetivo <strong>de</strong> enviar<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> regreso a susrespectivas iglesias.181


Después <strong>de</strong> cuatro años <strong>de</strong> trabajar estrechamente li<strong>de</strong>rando a Génesis, a mítambién me tocó partir ya que mi función en la vida es plantar semillas, y una vez quegerminaron me retiro para que otros se hagan cargo <strong>de</strong>l resto. Y así ocurrió con Génesis:no me necesitaban más como lí<strong>de</strong>r y opté por concentrar mis esfuerzos en cuestionesespecíficamente católicas.En Génesis ya habíamos tenido un grupo <strong>de</strong> estudios bíblicos para <strong>lo</strong>s católicos,que se reunía <strong>lo</strong>s miércoles por la noche. Decidimos que este grupo fuera la base para<strong>de</strong>sarrollar otros ministerios y sabíamos que no sería fácil. Ya había un grupo católicoen la ciudad <strong>de</strong> México, el cual convocaba a cientos <strong>de</strong> personas para la eucaristía quese oficiaba <strong>lo</strong>s domingos en una parroquia. Esto llegó a <strong>lo</strong>s oídos <strong>de</strong>l car<strong>de</strong>nal, quienprohibió el servicio religioso y transfirió al sacerdote que <strong>lo</strong> presidía a otro sector <strong>de</strong> ladiócesis.Y ocurriría <strong>lo</strong> mismo en el caso <strong>de</strong> insistir otra vez con este proyecto.Afortunadamente <strong>lo</strong>s dominicos <strong>de</strong> la parroquia <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor Divino vinieron con unapropuesta. Durante un año se había predicado sobre la necesidad <strong>de</strong> una comunidad queintegrara a todo tipo <strong>de</strong> personas. En distintas ocasiones <strong>lo</strong>s frailes invitaban a parejas alsantuario para impartirles una bendición especial. Siempre aclaraban que esteofrecimiento incluía a las parejas homosexuales <strong>de</strong> la feligresía. Ninguno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sfeligreses puso objeción alguna, y por <strong>lo</strong> tanto el Re<strong>de</strong>ntor Divino parecía el lugar i<strong>de</strong>alpara echar raíces. Lo más atractivo <strong>de</strong> todo esto era que no se formaría un ghetto gay.Celebraríamos junto con otros feligreses y convocábamos a la gente para que integraranuna parroquia que incluyera a todos, y no só<strong>lo</strong> a unos pocos elegidos.Y <strong>lo</strong>s gays comenzaron a acudir. Unos pocos nos reuníamos para rezar antes <strong>de</strong>la misa y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la celebración alguien me pedía asesoramiento o una confesión.Algunos estudiantes <strong>de</strong> mente más abierta criticaron este ministerio como algoinnecesario. Me dijeron que ahora se aceptaba a <strong>lo</strong>s gays y que no necesitaban un lugarespecífico que <strong>lo</strong>s acogiera. ¡Cuánto ansiaba que esto fuera verdad! ¡Cuánto <strong>de</strong>seabaque pudiera <strong>de</strong>cirle <strong>lo</strong> mismo a esa madre que muy perturbada me había confiado que suhijo se había encerrado en su cuarto amenazando suicidarse porque <strong>lo</strong> avergonzaba sucondición homosexual!Nos gratificaba nuestra recepción en el Re<strong>de</strong>ntor Divino y creíamos que nuestralabor <strong>de</strong>jaba su impronta. Con todo, tuvimos el problema <strong>de</strong> siempre. En tanto <strong>lo</strong>sfrailes eran <strong>de</strong> mente abierta, no <strong>de</strong>seaban que trascendiera <strong>de</strong>masiado <strong>lo</strong> que hacíamos.No querían que el car<strong>de</strong>nal se enterara. No podíamos hacer ninguna publicidad para182


contarle a la gente que estábamos allí. Entonces, a pesar <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s homosexuales eranbienvenidos, permanecían invisibles. Los lí<strong>de</strong>res católicos <strong>de</strong> Génesis dieron marchaatrás y <strong>lo</strong>s gays <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> asistir ya que sería más conveniente ahorrarse el viaje y pasarinadvertidos en las parroquias que les correspondían.Comenzamos otro grupo, que llamamos Vino Nuevo. Nos reuníamos en las aulas<strong>de</strong> la parroquia, teníamos clases sobre la Biblia, <strong>de</strong>bates sobre películas y luegocomenzamos con <strong>lo</strong>s retiros católicos que aún hoy se ofrecen. (111) Sin embargo, nos<strong>de</strong>sahuciaron porque la exposición pública era todavía limitada. Preguntamos si seríaposible vivir y trabajar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las estructuras católicas, apostólicas y romanas.Visitamos al obispo anglicano para pedirle consejo. Tenía amistad con el car<strong>de</strong>nal yestaba bastante cerca <strong>de</strong> la Iglesia Católica como para conocer el estado <strong>de</strong> las cosas,pero con la suficiente distancia para ser objetivo con nosotros. Le preguntamos a<strong>lo</strong>bispo Sergio si podríamos celebrar misa católica en territorio episcopal. Esto nospermitiría hacer publicidad y a la vez ser inmunes contra la expulsión <strong>de</strong>l car<strong>de</strong>nal.Y el obispo Sergio respondió con otra pregunta: ―Uste<strong>de</strong>s sostienen que <strong>lo</strong>srechazan en su propia iglesia y que <strong>de</strong>sean venir aquí porque sienten una buena acogida.Si es así, ¿por qué no se unen a nosotros?‖La pregunta era justa y respondimos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> meditarla. Finalmente<strong>de</strong>cidimos que si éramos católicos, apostólicos y romanos <strong>de</strong>seábamos permanecer ental condición. Esta es nuestra patria espiritual e incluso cuando discrepamos con lasenseñanzas <strong>de</strong> la Iglesia, <strong>de</strong>bemos elaborar soluciones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una perspectiva católica,apostólica y romana.Luego <strong>de</strong> conversar con el obispo Sergio, tuvimos otra conversación con elpastor <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor Divino. Comprendió nuestro disgusto y nos estimuló para queprosiguiéramos con nuestro programa y celebráramos la eucaristía el domingo principal<strong>de</strong> cada mes. Yo celebraba y predicaba. Vino Nuevo actuaba como el comité <strong>de</strong>planificación litúrgica. Fuimos creativos en la realización y la feligresía esperaba conentusiasmo nuestra liturgia <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s domingos. Nos conocían como el grupo gay ynos aceptaban sin reservas. Se trataba <strong>de</strong> un avance genuino.Y luego, una vez más, otro obstácu<strong>lo</strong> en el camino. En esta ocasión el problemano fue el car<strong>de</strong>nal que acechaba <strong>de</strong>trás, sino una pelea interna entre <strong>lo</strong>s frailes. Lasegunda <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que habíamos empezado a trabajar en esa parroquia. La primera había<strong>de</strong>jado al fraile Car<strong>lo</strong>s en la iglesia con dos frailes conservadores. En la segunda peleaestos dos hermanos se opusieron al fraile Car<strong>lo</strong>s, y mientras éste se hallaba en Europa se183


quejaron al provincial, quien <strong>de</strong>spidió a fray Car<strong>lo</strong>s y a todos <strong>lo</strong>s grupos que habíainiciado, y que nos incluía.Me enfurecí con mis hermanos. Tenían un ministerio fuerte que estabamarchando bien, con mucha gente que concurría a clases y a la eucaristía <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdomingos. Los feligreses llenaban la iglesia. Como cualquier otro grupo <strong>de</strong> feligreses,<strong>lo</strong>s nuestros tenían el mismo hambre <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios. Respondieron al escucharla,pero el ministerio colapsó <strong>de</strong>bido a que nuestros hermanos eran incapaces <strong>de</strong> resolversus disputas internas. Con todo, optamos por seguir a<strong>de</strong>lante y nos trasladamos a unainstitución educativa laica. No estaba ubicada en un lugar accesible y muchos <strong>de</strong>jaron<strong>de</strong> venir regularmente, pero <strong>de</strong> todos modos no <strong>de</strong>saparecieron.Resultaba extraño que a pesar <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que ocurría nos aferráramos al catolicismoapostólico romano. Sin duda alguna, la jerarquía afirmaría que ya habíamos abandonadola Iglesia. Rechazábamos explícitamente las enseñanzas oficiales sobre lahomosexualidad en tanto aberración o ten<strong>de</strong>ncia maligna; que esta enseñanza contradicela ciencia y la experiencia común. Acusamos a la jerarquía <strong>de</strong> rehusar analizar <strong>lo</strong>shechos, y <strong>de</strong>bido a <strong>lo</strong> que afirmamos tanto el<strong>lo</strong>s como el Papa habían perdido autoridadal respecto. Des<strong>de</strong> nuestra perspectiva, <strong>lo</strong>s católicos <strong>de</strong> buena conciencia no só<strong>lo</strong> tienenla obligación <strong>de</strong> ignorar las afirmaciones <strong>de</strong> la jerarquía, sino también la <strong>de</strong> lucharcontra ella dado que la consi<strong>de</strong>ramos <strong>de</strong>structiva para el alma humana.Eugene Kennedy dijo que la autoridad para hablar <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la capacidad <strong>de</strong>escuchar, y no tenemos la certeza <strong>de</strong> que <strong>lo</strong>s obispos escuchen la voz <strong>de</strong>l Espíritu Santoa través <strong>de</strong> la experiencia <strong>de</strong> las personas. No po<strong>de</strong>mos quedarnos sentados a esperarque esto ocurra y <strong>de</strong>bemos proseguir con nuestro cometido; y así <strong>lo</strong> hemos hecho.Acogimos a parejas divorciadas y casadas nuevamente, o a parejas que viven enconcubinato, para que se unan a nosotros para compartir una comida. Creemos que laIglesia ha excluido arbitrariamente a personas en tanto su llamado es conseguir que elpueb<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Dios sea integrador y comprensivo. Hemos contado con mujeres a nuestrolado como asistentes <strong>de</strong> la consagración y hemos convocado a la feligresía para quealzara las manos para la bendición. Los heterosexuales asimismo comenzaron a venir amisa y a <strong>lo</strong>s retiros. Al igual que nosotros creían en una iglesia integradora y no en unasegregacionista.Vino Nuevo es un emprendimiento único, diferente <strong>de</strong> otros grupos <strong>de</strong> unamanera importante. Auspiciamos activida<strong>de</strong>s para el público en general, pero no <strong>lo</strong>safiliamos a nuestra institución. Vino Nuevo está formado por hombres y mujeres que184


<strong>de</strong>dicados al ministerio y para ser un miembro tienen que comprometerse a que éste seauna prioridad en sus vidas. Comenzamos con un grupo consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> individuos quemeramente <strong>de</strong>seaban integrarse y ayudar cuando les fuera posible, y se ausentaban yregresaban según sus compromisos e intereses personales. No podíamos construir nadasólido con un grupo <strong>de</strong> miembros <strong>de</strong> asistencia esporádica.Entonces hablamos <strong>de</strong> la vocación para este trabajo. Los miembros prometieronconcurrir regularmente a las reuniones y cada participantes era responsable <strong>de</strong> algo enparticular. El número <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s miembros se redujo consi<strong>de</strong>rablemente. A vecescontábamos só<strong>lo</strong> con tres personas, pero continuamos y el trabajo prosiguió, y continúan<strong>lo</strong>s progresos. Creo que cada persona que empieza un ministerio nuevo <strong>de</strong>sea ver cómof<strong>lo</strong>rece y se incrementa antes <strong>de</strong> abandonar<strong>lo</strong>.En mi caso personal, tuve que irme <strong>de</strong> México el año pasado. Con todo, el gruposigue prosperando. Hay una conducción nueva y también miembros nuevos, y cada unoha sufrido crisis con respecto a permanecer o no. Pero aquel<strong>lo</strong>s con vocación <strong>de</strong> serviciopermanecieron, aceptaron responsabilida<strong>de</strong>s aprendieron que la primera tarea es amar yvivir en armonía con <strong>lo</strong>s otros. De esta manera, el grupo garantiza su futuro.En estos años que pasaron fue duro para mí va<strong>lo</strong>rar <strong>lo</strong>s beneficios <strong>de</strong> mi labor enMéxico. No ignoro que llegué a <strong>lo</strong>s corazones <strong>de</strong> muchas personas y que también meconsi<strong>de</strong>ran un héroe por el mero hecho <strong>de</strong> haber llegado so<strong>lo</strong>, sin <strong>de</strong>masiado apoyo <strong>de</strong>afuera, dispuesto a <strong>de</strong>jar una vida cómoda, una familia unida y un grupo estimulante <strong>de</strong>amista<strong>de</strong>s para ayudar a esas personas a abrir ventanas, dado que aún no podríamostodavía abrir las puertas <strong>de</strong> la Iglesia.Mi personalidad optimista aún permanece en aquella cofradía <strong>de</strong> la escuelasecundaria, cuando <strong>de</strong>seaba cambiar el mundo, preparado para que la fe movieramontañas. Hubo muchos problemas. Cuando comparo el estado <strong>de</strong> las cosas con eli<strong>de</strong>al, me <strong>de</strong>silusiono y siento que he fracasado. Lo que me sostiene anímicamente es lapermanencia <strong>de</strong> Vino Nuevo, que prospera como siempre.Lo que aprendí <strong>de</strong> mi experiencia mexicana es que aún no puedo juzgar mipropia labor; y en este lugar aprendo el sentido <strong>de</strong> la gracia: mis <strong>lo</strong>gros no se <strong>de</strong>ben amis habilida<strong>de</strong>s, sino que Dios dispuso que empleara <strong>lo</strong> que le ofrecí. (Cfr. Cor. 2, 4)Nuestra labor es una petición en forma <strong>de</strong> plegaria: solicitamos a través <strong>de</strong> nuestrosesfuerzos. Solicitar es nuestra obligación porque en el caso contrario <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seamosno será otorgado. Procuramos las cosas por medio <strong>de</strong> nuestro ministerio, y quizá noencontremos <strong>lo</strong> que buscamos, pero alguien <strong>de</strong>be empezar esta búsqueda o nunca se185


encontrará <strong>lo</strong> que se busca. Debemos golpear puertas que <strong>de</strong> <strong>lo</strong> contrario permaneceríancerradas para siempre (Lucas 11,9). Y sin embargo, ¿quién pue<strong>de</strong> afirmar que la puertase abrirá precisamente para nosotros? Acaso rezamos para esa persona que vendrámucho <strong>de</strong>spués que nosotros. Como reflexionó Teresa <strong>de</strong> Calcuta: ―Dios no me llamópara que tuviera éxito, sino para ser fiel.‖ Todo <strong>lo</strong> que ocurre es un don, y só<strong>lo</strong> quien <strong>lo</strong>otorga pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir cuándo, dón<strong>de</strong>, cómo y a través <strong>de</strong> quién ese don va a llegar.La mayor parte <strong>de</strong> mi estadía en México trabajé conjuntamente con ÁlvaroOlivera. Lo apodábamos ―Schopenhauer‖ por su prognosis pesimista sobre casi todo <strong>lo</strong>que intentábamos. Álvaro no esperaba ningún cambio a partir <strong>de</strong> nuestra labor. No leimportaban <strong>lo</strong>s resultados, él seguía trabajando <strong>de</strong> todos modos, y aún continúa con sustareas. No aspira a tener éxito sino a ser consecuente con su labor. Confía en Dios ysabe que <strong>lo</strong>s frutos vendrán a su <strong>de</strong>bido tiempo.Algunos amigos me criticaron cuando tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> venir a México paratrabajar con la población homosexual: ―¿Por qué ir a Latinoamérica cuando hay tantopara hacer aquí?‖ Es verdad, pero por <strong>lo</strong> menos algo está en marcha en mi propio país.En México son muy pocos <strong>lo</strong>s que no pier<strong>de</strong>n la esperanza en sus ministerios. Sontantos <strong>lo</strong>s que <strong>de</strong>berían predicar la Buena Nueva cuando en verdad hacen todo <strong>lo</strong>contrario. Hay sacerdotes que concurren a bares gays <strong>lo</strong>s sábados por la noche y al díasiguiente proclaman <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s púlpitos que <strong>lo</strong>s homosexuales van a ir al infierno. Losobispos aún afirman en público con impunidad que no necesitan escuchar nada que <strong>lo</strong>sgays podrían <strong>de</strong>cir porque están enfermos. Un obispo <strong>de</strong>fendió al gobernador <strong>de</strong> unestado cuando or<strong>de</strong>nó que se co<strong>lo</strong>caran carteles para prohibir la presencia <strong>de</strong> perros y <strong>de</strong>homosexuales en <strong>lo</strong>s natatorios públicos. Podría continuar con una lista larga. Lo mástriste es que <strong>de</strong>bido a estas autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia, la gente las escucha, y hayhombres y mujeres buenos que sufren mucho daño.En la Iglesia hay personas que conocen el significado <strong>de</strong> la Buena Nueva, perono <strong>lo</strong> proclaman porque tienen miedo <strong>de</strong> que sean rechazados. Los que no hablantien<strong>de</strong>n a susurrar y es necesario contar con buenos oídos para escuchar <strong>lo</strong> que expresan.Como dijo Martín Luther King, Jr, la Iglesia Cristiana es a menudo una luzposterior antes que un faro. El ministerio que ejercí no <strong>hubiera</strong> sido necesario si laIglesia predicara el Evangelio. Sin embargo, la esperanza es eterna, y hay momentos <strong>de</strong>cura y <strong>de</strong> revelación que alivian el do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s momentos oscuros. Voy a darles dosejemp<strong>lo</strong>s.186


Una vez un grupo <strong>de</strong> hombres y <strong>de</strong> mujeres <strong>de</strong> la Comunidad Metropolitana <strong>de</strong>Monterrey estuvieron <strong>de</strong> visita en la ciudad. Su pastor David Pettitt me había escuchadohablar tanto <strong>de</strong> las monjas <strong>de</strong> clausura <strong>de</strong>l Carme<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Cuernavaca que <strong>de</strong>seabaconocerlas. Fuimos a visitar<strong>lo</strong>s un lunes por la mañana y <strong>lo</strong>s feligreses que <strong>lo</strong>acompañaban se unieron a nosotros.Aparentemente se trataba <strong>de</strong> un capricho. Sin embargo, al final <strong>de</strong>l día supe queel Espíritu Santo nos había guiado. Comenzamos con la eucaristía en la que hablabasobre el problema <strong>de</strong> la homofobia <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Iglesia y luego estuvimos con lasmonjas en la sala <strong>de</strong> recepción.Pensaba que todo iba a consistir en una media hora <strong>de</strong> <strong>de</strong> visita <strong>de</strong> cortesía. Lacharla terminó dos horas <strong>de</strong>spués y no fue trivial en absoluto. La intensidad fue tal queni siquiera probamos las galletitas que nos sirvieron. Los miembros <strong>de</strong> la IglesiaMetropolitana dieron sus respectivos testimonios personales <strong>de</strong> las luchas que habíantenido que llevar a cabo cuando asumieron su homosexualidad. Al escuchar sus relatos,algunas monjas tenían lágrimas en <strong>lo</strong>s ojos. La bondad <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s hombres y aquellasmujeres las conmovía profundamente, y ahora comprendían por qué me encolerizaba lahomofobia <strong>de</strong> la Iglesia.Como las personas que nos apoyaban compartieron sus historias personales, lashermanas comenzaron a compartir espontáneamente las suyas. Revelaron cosas sobreellas mismas que jamás habían revelado a sus colegas. Más tar<strong>de</strong> me confiaron quenunca más serían las mismas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquella visita. Los <strong>de</strong> Monterrey habían venidoa verlas por pura curiosidad y terminaron ejerciendo un ministerio muy intenso.De igual importancia fue para <strong>lo</strong>s visitantes. La hermana Catalina, OCD, una <strong>de</strong>las más veteranas en el Carme<strong>lo</strong>, construyó un puente imprevisto. Les dijo que entendíaperfectamente el sufrimiento por el rechazo porque las monjas también sufren rechazo.Muchos católicos no compren<strong>de</strong>n cómo son sus vidas y les hacen reprochesexhortándolas a salir al mundo para ayudar a quien <strong>lo</strong> necesite.Durante el transcurso <strong>de</strong> aquella visita, algunos hombres y mujeres l<strong>lo</strong>raronabiertamente. No se trataba <strong>de</strong> sol<strong>lo</strong>zos en silencio, sino <strong>de</strong> llanto angustiado como el <strong>de</strong>Jesús ante la tumba <strong>de</strong> Lázaro. El amor que brotó <strong>de</strong> aquellas mujeres fue evi<strong>de</strong>nte.Habían recibido el reconocimiento <strong>de</strong> las mujeres que representaban a la Iglesia, esasmujeres piadosas.187


Yo estaba atónito. Por mucho que haya trabajado en esta área, a menudo pasopor alto el grado <strong>de</strong> do<strong>lo</strong>r que aún perdura en las personas que parecen haber<strong>lo</strong>superado.La segunda historia trata sobre nuestra presencia en la Marcha <strong>de</strong>l Orgul<strong>lo</strong> Gayque se celebra todos <strong>lo</strong>s años. Un amigo estaba observando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la vereda. Estamarcha es ruidosa y para muchos es un momento <strong>de</strong> recreación burlándose <strong>de</strong> símismos; y para otros, una manifestación política. De vez en cuando aparece algunapersona al costado gritándonos algo <strong>de</strong> la Biblia, aunque la mayoría <strong>de</strong> la gente participa<strong>de</strong> la diversión. Si algunos peatones no pue<strong>de</strong>n cruzar la avenida porque el <strong>de</strong>sfileb<strong>lo</strong>quea el paso, <strong>lo</strong> toman con humor aunque <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>more <strong>de</strong>masiado. En aquella tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>sol se oía el clamor habitual <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s que <strong>de</strong>sfilaban y también el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s espectadores,cuando <strong>de</strong> repente, según nos contó Eduardo, hubo silencio en la vereda <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong>observaba la escena. La gente comenzó a hacer la señal <strong>de</strong> la cruz. Nuestro grupoGénesis <strong>de</strong>sfilaba con la imagen <strong>de</strong> Jesús bien alzada, y también sostenían pancartas<strong>de</strong>clarando que el amor <strong>de</strong> Dios nos libera. Una mujer le preguntó a Eduardo <strong>de</strong> quégrupo se trataba, y al explicarle ella reaccionó con asombro: hasta entonces no habíareconocido que una persona podía ser cristiana y a la vez homosexual. Su visión <strong>de</strong> lascosas se amplió y confirmamos que nuestros esfuerzos seguían por buen camino.A <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s diez años en México contemplé la labor <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>muchas maneras, la no menos importante fue la <strong>de</strong> suministrarme dinero cuando <strong>lo</strong>necesitaba. Siempre había predicado con fervor la palabra <strong>de</strong> Jesús acerca <strong>de</strong> laconfianza en la provi<strong>de</strong>ncia, que <strong>de</strong>bíamos confiar en el reino <strong>de</strong> Dios y que todovendría por añadidura (Lucas 12:31). Ahora tenía que poner en práctica <strong>lo</strong> quepredicaba y me alegra confesar que la cuestión no me quitó el sueño.Al <strong>de</strong>jar México tenía dinero para el alquiler <strong>de</strong>l primer mes y trescientos dólarespara mis gastos. No tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> podría provenir el resto. Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegara México tuve que comprar una hela<strong>de</strong>ra y no contaba con dinero. Entonces usé mitarjeta <strong>de</strong> crédito y la rogué al Señor que me consiguiera ayuda <strong>de</strong> beneficencia. Cuandofui a retirar mi correspon<strong>de</strong>ncia al día siguiente había un cheque por la cantidad exacta<strong>de</strong> dinero para comprarme una estufa. Este tipo <strong>de</strong> ―milagros‖ ocurrían todo el tiempo.Al escuchar las historias <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros provee según nuestras necesida<strong>de</strong>s. Laclave es salir y poner manos a la obra. Entonces el dinero vendrá. La gente tien<strong>de</strong> acompartir sus relatos más dramáticos como ejemp<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> este principio. Con todo, noquería vivir en apuros económicos. Le pedí al Señor disponer <strong>de</strong> dinero antes <strong>de</strong>188


necesitar<strong>lo</strong>, no a último momento cuando mis acreedores acudieran para apropiarse <strong>de</strong>todo <strong>lo</strong> que pudieran. Sentí que podía hacer<strong>lo</strong> sin incertidumbre. Así era cómo se<strong>de</strong>senvolvían las cosas por <strong>lo</strong> general. Si alguna donación llegaba, una muy generosa oinesperada, sabía que también habría gastos inesperados. Pero no me <strong>de</strong>jaba ganar por laansiedad incluso cuando la cuenta bancaria contaba con pocos fondos. De hecho, habíaalguna ocasión <strong>de</strong> salir y <strong>de</strong> mimarme con algún lujo que por <strong>lo</strong> común no disfrutaba.Era el momento <strong>de</strong> recordarme que el Señor no era tacaño y que gozaba satisfaciendo asus hijos. El dinero siempre llegaba.Había una excepción. Nunca había suficiente dinero para pagar impuestosprovinciales o para la obra social médica. Esto me alteraba hasta el punto <strong>de</strong> tirar latoalla. Comenzaba a repetir las palabras <strong>de</strong> mi prefecto <strong>de</strong> disciplina: ―A <strong>lo</strong> mejor, setrata <strong>de</strong> una señal <strong>de</strong> que éste no es tu lugar.‖ Pensaba que tenía una responsabilidadclara <strong>de</strong> pagar estas expensas y no quería ser una carga para mis hermanos.Compartía mis tristezas con algunos frailes <strong>de</strong> mi provincia. No creían que lafalta <strong>de</strong> fondos para pagar estas facturas no fuera otra cosa que una señal <strong>de</strong> miedo <strong>de</strong>tomar <strong>de</strong>cisiones. Intentaba ser <strong>de</strong>masiado in<strong>de</strong>pendiente para <strong>de</strong>mostrarle al mundoque podía hacer<strong>lo</strong>. Sería una prueba para el<strong>lo</strong>s que cumplía con la tarea <strong>de</strong> Dios. Misamigos no <strong>lo</strong> vieron <strong>de</strong> la misma manera: opinaban que era importante e inclusivenecesario que recibiera ayuda financiera <strong>de</strong> la provincia. Esto probaría que no mehallaba en México meramente ―para hacer mis cosas.‖ El dinero tiene algo que <strong>de</strong>cir,por <strong>lo</strong> tanto me estimularon para que no titubeara y le escribiera al provincial parapedirle ayuda. No se trata <strong>de</strong> una súplica, me <strong>de</strong>cían. Iba a ofrecerles a <strong>lo</strong>s oficialesprovinciales la oportunidad <strong>de</strong> prestar ayuda <strong>de</strong> la manera que <strong>de</strong>bieron haber<strong>lo</strong> hecho<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio.Seguí el consejo <strong>de</strong> mis amigos, pero no resultó necesario. Antes <strong>de</strong> que mi cartallegara a Chicago, recibí una <strong>de</strong>l provincial en la que advertía que yo estaba en<strong>de</strong>udadocon respecto a mis gastos <strong>de</strong> salud y <strong>de</strong> impuestos. Me informó que la provincia seocuparía <strong>de</strong> estos gastos. (112)Como <strong>lo</strong> afirmé en el comienzo <strong>de</strong> este capítu<strong>lo</strong>, aquel<strong>lo</strong>s diez años en la ciudad<strong>de</strong> México me enseñaron en gran medida sobre la gracia.Notas sobre el capítu<strong>lo</strong> 16189


(108) Muchos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hombres que recibieron mi ministerio habían estudiado enseminarios o habían integrado congregaciones religiosas; algunos fueronexpulsados y otros renunciaron por <strong>de</strong>cisión propia <strong>de</strong>bido a su orientaciónsexual. Para mí esto significaba una pérdida terrible <strong>de</strong> recursos espirituales.(109) En el prefacio <strong>de</strong>l libro A nosotros también nos bautizaron.(110) Nuestra experiencia confirma la tradición teológica con respecto a que el ritualsurge tanto <strong>de</strong> nuestra teo<strong>lo</strong>gía como <strong>de</strong> las formas <strong>de</strong> la misma. La teo<strong>lo</strong>gía noestaba bien planteada en el grupo, pero obviamente éste el era motivo <strong>de</strong>discusión sobre el ritual.(111) Disfruto estos retiros mucho más que <strong>lo</strong>s ecuménicos porque todos hablamosen el mismo nivel y po<strong>de</strong>mos abordar necesida<strong>de</strong>s católicas específicas sinapo<strong>lo</strong>gía alguna. También contábamos con un equipo numeroso para coordinar<strong>lo</strong>s retiros, <strong>lo</strong> que nos <strong>de</strong>jaba a nosotros una función mínima. Me siento muchomás relajado mientras se <strong>de</strong>sarrolla el retiro.(112) Quisiera <strong>de</strong>stacar el hecho <strong>de</strong> que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios con respecto a misnecesida<strong>de</strong>s no es un gesto <strong>de</strong> fe personal. En un folleto llamado Las sieteleyes <strong>de</strong>l dinero, <strong>de</strong> Michael Phillips, el creador <strong>de</strong> la Mastercard. El señorPhillips no es ningún romántico <strong>de</strong> la New Age. Según este autor, la primeraley <strong>de</strong>l dinero es que el fracaso está asegurado si la primera pregunta sobre unproyecto que se va a realizar es ¿dón<strong>de</strong> conseguir el dinero? Si uno cree en elproyecto, <strong>de</strong>be insistir y el dinero vendrá por añadidura. Se trata <strong>de</strong> una ley <strong>de</strong>luniverso que siempre procura nuestro beneficio.Capítu<strong>lo</strong> 17Me enamoroEn <strong>lo</strong>s años anteriores a mi resi<strong>de</strong>ncia en México me había cuestionado quésignificaban <strong>lo</strong>s votos <strong>de</strong> pobreza y <strong>de</strong> obediencia. Mi manera <strong>de</strong> abordar<strong>lo</strong>s no era latradicional, aunque estos votos formaran parte <strong>de</strong> mi vida porque me habíacomprometido a asumir<strong>lo</strong>s. Por el otro lado, siempre había cuestionado el celibato, y miexperiencia en México me llevó a cuestionar el daño que podía provocar a mi bienestarespiritual. Asimismo, quisiera aclarar que no juzgo el va<strong>lo</strong>r <strong>de</strong>l celibato para <strong>lo</strong>s otros.190


Durante la época <strong>de</strong>l noviciado, nuestro prefecto <strong>de</strong> disciplina nos enviabaafuera con la excusa <strong>de</strong> recreación, y en nuestra ausencia inspeccionaba el dormitorio.¿Dón<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>ría el hermano Juan aquel cigarril<strong>lo</strong> que le habían prohibido o ese pan<strong>de</strong> jabón adicional? También revisaba nuestras sábanas para comprobar si habíamostenido poluciones nocturnas. Por <strong>lo</strong> menos <strong>lo</strong> hacía en la mía, y en una ocasión me dijoque si bien esto no era pecaminoso, indicaba que el camino <strong>de</strong>l sacerdocio sería muydifícil para mí y que quizás estas poluciones eran una señal <strong>de</strong> que no tenía vocación.Se trataba <strong>de</strong> la misma persona que le había or<strong>de</strong>nado a un candidato que no<strong>de</strong>bía ingresar en el noviciado hasta que no pasara un año entero sin masturbarse. Elpadre Connell en verdad buscaba ángeles, o por <strong>lo</strong> menos seres humanos que pensaranque eran <strong>de</strong> piedra o <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, algo que nuestra ceremonia <strong>de</strong> compromiso <strong>lo</strong>recordaban (cfr. P. 14).Opté por ignorar sus reservas con respecto a mi vocación. No importaba que el<strong>de</strong>safío fuera muy serio, yo <strong>de</strong>seaba convertirme en un religioso y predicar, y a<strong>de</strong>másamaba a la Or<strong>de</strong>n. Sin embargo, las palabras <strong>de</strong>l padre Connell fueron proféticas. Por miparte, había aprendido bien las lecciones: <strong>lo</strong>s pecados contra la pureza son terribles,signos vergonzantes, rasgos <strong>de</strong> personalidad débil. Quería evitar que se diluyera elpo<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios por un <strong>de</strong>sperfecto. Entonces resistí la tentación, me hicecargo <strong>de</strong>l voto y cargué con mi cruz.Exaltamos esta virtud muy por encima <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que señalan <strong>lo</strong>s hechos con laintención <strong>de</strong> preservar el celibato <strong>de</strong>l clero. Es probable que gran parte <strong>de</strong> nuestrodiscurso surja <strong>de</strong> una distorsión cognitiva. Como nos vemos obligados a asumir estevoto, buscamos todos <strong>lo</strong>s motivos que puedan reforzar <strong>lo</strong> positivo y restarle importanciaa <strong>lo</strong> negativo.Los argumentos a favor <strong>de</strong>l celibato nunca me convencieron. No niego lalegitimidad <strong>de</strong> la práctica; numerosos célibes han <strong>de</strong>jado testimonio sobre <strong>lo</strong> mucho quehan ganado con este esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida. Aún le doy mi apoyo a quienes <strong>de</strong>sean adoptar<strong>lo</strong>,pero no tiene que ser necesariamente algo bueno para todos.Debido a que he asumido este voto durante décadas, puedo señalar un resultadopositivo. Me ayudó a i<strong>de</strong>ntificarme con <strong>lo</strong>s solitarios. Se trata <strong>de</strong> una disciplina queHenri J. M. Nouwen llama auto <strong>de</strong>splazamiento. Nos co<strong>lo</strong>camos en situaciones en laestamos algo incómodos, como si hubiéramos emigrado a otro país, el caso <strong>de</strong> Nouwen.A través <strong>de</strong> este do<strong>lo</strong>r se compren<strong>de</strong> el <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más y adoptamos una actitud solidaria.En este sentido, el celibato es compasivo.191


En caso contrario, tengo la sensación <strong>de</strong> que nos vendieron un paquete <strong>de</strong>beneficios. ¿Es esto <strong>lo</strong> que quería significar Jesús cuando hablaba sobre aquel<strong>lo</strong>s que sehabían vuelto eunucos por la causa <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Cie<strong>lo</strong>s? La Iglesia tien<strong>de</strong> a va<strong>lo</strong>rara la virginidad como un estado <strong>de</strong> vida superior al matrimonio. Si una personasexualmente activa se vuelve santa, esto ocurre a pesar <strong>de</strong> el<strong>lo</strong>, y tampoco se trata <strong>de</strong>algo que la misma haya provocado. En nuestras plegarias litúrgicas, por ejemp<strong>lo</strong>,hablamos <strong>de</strong> María como alguien santo porque pudo ser madre mientras permanecíavirgen. La implicación es que si <strong>hubiera</strong> tenido contacto sexual con José ya no sería tanpura. Su concepción ya no sería ―inmaculada‖ porque el sexo contamina.El argumento más enérgico a favor <strong>de</strong> un esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida célibe es que nos <strong>de</strong>jalibres para servir a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. San Pab<strong>lo</strong> afirmaba <strong>lo</strong> siguiente: ―Quiero que uste<strong>de</strong>svivan sin inquietud. En cambio, el que tiene mujer se preocupa <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> estemundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido.‖ I Corintios(7,32-34) Tener una pareja, y sobretodo una familia, complica nuestra situación. En estoSan Pab<strong>lo</strong> acertaba; pero, por el otro lado, es imposible negar la <strong>de</strong>dicación infatigable<strong>de</strong> tantos clérigos protestantes casados. Incluso un célibe, hombre o mujer, aunque susalud <strong>lo</strong> permita, no pue<strong>de</strong> permitirse un ministerio las veinticuatro horas <strong>de</strong>l día durante<strong>lo</strong>s trescientos sesenta y cinco <strong>de</strong>l año. Todos necesitamos un tiempo para nuestro solazy nuestras amista<strong>de</strong>s, y también para nutrirnos espiritualmente.Un dominico amigo me contó cómo se expandía su ministerio. Una cosa llevabaa la otra y sus esfuerzos rendían frutos tan buenos que le resultaba difícil negarse atantos pedidos. Este es el tipo <strong>de</strong> ofrenda generosa que se preconiza en la Iglesia.Seguimos a<strong>de</strong>lante a pesar <strong>de</strong> nuestro cansancio, y nos señalan como individuosconsagrados a nuestra causa. Pero, ¿es cierto? La carga excesiva <strong>de</strong> trabajo le causabaproblemas <strong>de</strong> salud a mi amigo. ¿Se trataba <strong>de</strong> un rasgo <strong>de</strong> nobleza? ―A veces piensoque acepto tanto trabajo porque huyo <strong>de</strong>l do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong>l celibato,‖ me confesó Daniel.El argumento <strong>de</strong> San Pab<strong>lo</strong> es <strong>de</strong>masiado simplista. Habló en una época <strong>de</strong>crisis: el tiempo apremiaba y la segunda venida <strong>de</strong> Jesús se esperaba <strong>de</strong> un momento aotro. No tenía en cuenta las necesida<strong>de</strong>s humanas <strong>de</strong> toda una vida cuando en verdad eranecesario. Pasaron más <strong>de</strong> dos mil años y Cristo aún no regresó, y no tengo i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>cuando regresará.También tengo problemas teológicos con la argumentación <strong>de</strong> San Pab<strong>lo</strong>. Opinoque resulta peligrosa esta distinción entre satisfacer al Señor y ocuparse <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s asuntosmundanos. ¿Satisfacer a su propia esposa no es tan importante para un hombre como192


satisfacer a Dios? ¿Acaso a Dios no le preocupan <strong>lo</strong>s asuntos mundanos en la mismamedida que a nosotros? La respuesta <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s profetas a esto es inequívoca, y Jesúsmantiene la línea tradicional <strong>de</strong> pensamiento cuando nos hace rezar ―Así en la tierracomo en el cie<strong>lo</strong>.‖ Por <strong>lo</strong> tanto, acepto con reservas el voto <strong>de</strong>l celibato. Lo asumí <strong>lo</strong>mejor que pu<strong>de</strong> como parte <strong>de</strong>l equipaje <strong>de</strong> mi travesía en el sacerdocio.Por la época <strong>de</strong> mi arribo en México, esta carga ya era <strong>de</strong>masiada pesada. Soy <strong>lo</strong>que se <strong>de</strong>nomina ―un hombre comunitario.‖ Amo a <strong>lo</strong>s hermanos y a la hermandaddominica. Sin embargo, por buena que sea esta condición, no me brinda el mismo tipo<strong>de</strong> apoyo, y tampoco puedo compartir <strong>lo</strong> que ofrece la relación íntima con una persona.No creo que el matrimonio sea un paraíso <strong>de</strong>bido a las numerosas historias queme confiaron sobre las tristezas <strong>de</strong> la vida marital y la soledad que sufren muchaspersonas casadas. Por el otro lado, recuerdo las palabras <strong>de</strong> otro fraile que siempre seentristecía al anochecer porque tenía que irse so<strong>lo</strong> a la cama.No era la misma melancolía la que regresaba cada noche, sino una que se habíaacumulado a <strong>lo</strong> largo <strong>de</strong> las noches <strong>de</strong> muchos años. Ahora que me hallaba lejos <strong>de</strong> lacomunidad, lejos <strong>de</strong> mis amigos, la sensación <strong>de</strong> aislamiento se volvía más intensa hasta<strong>lo</strong> intolerable. Amaba el trabajo que había empezado, sentía necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollar<strong>lo</strong>ya que nadie más se ocuparía <strong>de</strong>l mismo, pero a la vez había alcanzado una situaciónlímite y ya no podía continuar con mi vida como hasta entonces. Tendría que abandonarel ministerio si no resolvía el problema <strong>de</strong> la soledad. Pero esto no me parecía unasolución: quizás se trataba <strong>de</strong> orgul<strong>lo</strong> o <strong>de</strong> tozu<strong>de</strong>z, porque aún sentía que Dios me habíaconvocado en México.El <strong>de</strong>senlace llegó unos meses más tar<strong>de</strong>. Aprendí a través <strong>de</strong> la experiencia <strong>lo</strong>que significa sufrir ―ce<strong>lo</strong>s insanos.‖ Dos amigos <strong>de</strong> nuestra comunidad se enamoraron ycada vez que <strong>lo</strong>s veía juntos <strong>lo</strong>s miraba con odio. Apenas les hablaba y <strong>lo</strong>s saludaba conmucha dificultad. Esto no tenía sentido: no me atraían y tampoco había intentadoseducir<strong>lo</strong>s. ¿Por qué este resentimiento contra su felicidad?Solicité ayuda a Víctor Velasco, un joven terapeuta a quien había observadomientras coordinaba un seminario sobre la aceptación <strong>de</strong> uno mismo. Era gay y seespecializaba en problemas sexuales.Creo que en la primera sesión, o quizá también en la siguiente, no hice muchomás que l<strong>lo</strong>rar. Reconocimos varios motivos <strong>de</strong> tensión en mi sufrimiento; sin embargo,el celibato era mi preocupación principal.193


Víctor me <strong>de</strong>safió. Era cierto que intentaba cumplir con mi voto, pero aún nopodía justificar<strong>lo</strong>. Era tan intenso mi do<strong>lo</strong>r que me pidió razones más sólidas parapermanecer célibe.Luego hicimos un ejercicio <strong>de</strong> ensueño dirigido. Me envió a un lugar pacíficodon<strong>de</strong> pudiera encontrar un consejero sabio. Imaginé una playa en Puerto Rico, y juntoa mí, <strong>de</strong> pie, al lado <strong>de</strong>l mar, estaba Jesús. Le dije que me sentía muy so<strong>lo</strong> y que <strong>de</strong>seabaservirle, pero que no sabía cuánto más iba a po<strong>de</strong>r soportar el do<strong>lo</strong>r.La respuesta <strong>de</strong> Jesús no fue emotiva: no me abrazó ni trató <strong>de</strong> consolarmediciéndome que me iba a recuperar. Tampoco me agra<strong>de</strong>ció el sacrificio ni expresó que<strong>de</strong>bería perseverar o que finalmente sabría que estaba bien justificado. Las únicaspalabras que recuerdo con total claridad fueron las siguientes: ―Nunca tuve la intención<strong>de</strong> que sufrieras <strong>de</strong> este modo.‖Esto <strong>hubiera</strong> bastado, un cambio importante para cambiar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l Dios aquien ofrecía mis servicios. Con todo, Jesús fue más allá. Me dijo que regresara y <strong>de</strong>jara<strong>de</strong> lado todas aquellas creencias que me habían enseñado como condiciones paraconocer<strong>lo</strong> y servir<strong>lo</strong>. Aquellas reglas no eran suyas y yo tendría que componérmelas ami manera. Por un tiempo tendría la sensación <strong>de</strong> su ausencia en mi vida, pero que no<strong>de</strong>bía sentir temor. No me faltaría su presencia sino la antigua manera <strong>de</strong> vincularnos, y<strong>de</strong> algún modo continuaría su función <strong>de</strong> guía.¿Se trataba <strong>de</strong> una experiencia elaborada por mi imaginación con respecto a <strong>lo</strong>que <strong>de</strong>seaba escuchar? No <strong>lo</strong> sabré con certeza hasta el día <strong>de</strong>l Juicio Final. Dios pue<strong>de</strong>hablarnos a través <strong>de</strong> nuestros sueños. ¿No pue<strong>de</strong> entonces comunicarse a través <strong>de</strong>nuestra imaginación? Hasta el día <strong>de</strong> hoy creo con firmeza que ese día el Señor mehabló. ¿Por qué la imaginación no podría ser una mediadora <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Dios? (113)Me recordó algo que me había ocurrido años atrás cuando oraba por mi celibato.Sentí que el Señor le hablaba a mi corazón y le <strong>de</strong>cía que algunos cargan la cruz con elcelibato y que yo la cargaría a través <strong>de</strong> la expresión <strong>de</strong> mi sexualidad.¿Cómo podía ser una cruz? ¿Cuál era el sacrificio? En rigor, la cruz consistía enluchar contra ciertas i<strong>de</strong>as difundidas y asumir la responsabilidad por mi propio<strong>de</strong>sarrol<strong>lo</strong> espiritual. . Tenía que hacer <strong>lo</strong> que era correcto según mi propio juicio y no el<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más. El riesgo <strong>de</strong>l orgul<strong>lo</strong>, la arrogancia co<strong>lo</strong>sal y la negociación con lasensualidad eran enormes; y las consecuencias, asombrosas. Hubo un salto en mi fe.Cuanto más envejezco, más me convenzo <strong>de</strong> que a menudo elaboramos unaimagen falsa <strong>de</strong> Dios, aunque siga amando a la Iglesia. En nuestra Iglesia Católica hay194


muchas verda<strong>de</strong>s y también mucha bondad. Esto es peligroso porque por respeto a susabiduría po<strong>de</strong>mos fácilmente permitirle que nos imponga i<strong>de</strong>as y disciplinasina<strong>de</strong>cuadas para nosotros. (114) La virtud <strong>de</strong> la docilidad, la voluntad <strong>de</strong> escuchar y <strong>de</strong>apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más se convierten en pecados <strong>de</strong> obediencia ciega y nos meten en unlecho <strong>de</strong> Procusto.La misma Iglesia es responsable por este estado <strong>de</strong> cosas. Nos amenaza con laexcomunión si disentimos, y en tanto esto no sea cierto en el aspecto técnico, laexcomunión connota separación <strong>de</strong>l mismo Dios. Para aquel<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> nosotros que hemossido nutridos en el seno <strong>de</strong> la madre Iglesia, y que amamos nuestra familia <strong>de</strong> creyentes,resulta una sanción <strong>de</strong>masiado pesada. La Iglesia es nuestra guía, y no <strong>de</strong>seamosarriesgar nuestra salvación. Aceptamos las enseñanzas <strong>de</strong> la Iglesia y luchamos porcumplirlas. Por <strong>lo</strong> tanto, llegamos a la conclusión <strong>de</strong> que acaso estamos equivocados yluego permitimos que la Iglesia nos esclavice. El resultado es perjudicial para muchasparejas casadas, y también para la comunidad homosexual, en gran parte alejada <strong>de</strong> laIglesia y <strong>de</strong> Dios, a quien a menudo i<strong>de</strong>ntifican con la primera.El ministerio <strong>de</strong> Víctor conmigo coincidió con el <strong>de</strong> Katherine Buckner, la mujera quien le <strong>de</strong>dico este libro. Ella ha tenido una larga vida, ya pasó <strong>lo</strong>s noventa años, ypue<strong>de</strong> dar testimonio con su sabiduría. Su esposo sufrió una <strong>de</strong>presión severa y se quitóla vida. Al quedar sola con cuatro niños pequeños, <strong>de</strong>cidió mudarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Martinsville,Virginia, a Chapel Hill, Carolina <strong>de</strong>l Norte. En esta ciudad estudió psico<strong>lo</strong>gía y seconvirtió en terapeuta. Durante su carrera profesional trabajó en el centro médico <strong>de</strong> launiversidad <strong>de</strong> Duke.Katherine proviene <strong>de</strong> una <strong>de</strong>vota familia metodista. Su padre era obispo enTexas, pero a través <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong> Tommy Tyson llegó a acce<strong>de</strong>r al Señor, algo queafirma a menudo. Y fue a través <strong>de</strong> Tommy que nos conocimos, y en ese momento intuíque se convertiría en una <strong>de</strong> mis guías espirituales. Se trata <strong>de</strong> una mujer profundamenteespiritual y una gran humanidad. A ella podría llamarla por teléfono y contarle:―Anoche soñé que… ¿Qué te parece que significa?‖ Katherine se comunicó conmigopor teléfono <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que no me reeligieran como provincial y empecé mi períodosabático en Dover, Massachusetts. Me aseguró que yo estaba precisamente en el lugarque me correspondía, confirmó la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s otros hermanos, y agregó que <strong>de</strong>beríaconcentrar mis energías en el presente. A ella recurrí cuando surgió mi temor <strong>de</strong> serhomosexual, y agra<strong>de</strong>cí que no me echara <strong>de</strong> su casa cuando le confié mi aprensión. Aella pu<strong>de</strong> contarle sobre mi fantasía <strong>de</strong> convertirme en obispo, y me respondió que <strong>de</strong>195


alguna manera ya <strong>lo</strong> era, y que por <strong>lo</strong> tanto <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> lado estas divagaciones.Volaba a Chapel Hill para gozar <strong>de</strong> la quietud <strong>de</strong> su resi<strong>de</strong>ncia y la <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s alre<strong>de</strong>dores,para que el espíritu <strong>de</strong> la plegaria <strong>de</strong> ese ámbito colmara mi alma. A ella recurría porconsue<strong>lo</strong> cuando me avergonzaban mis tentaciones. Por entonces me dijo <strong>lo</strong> siguiente:―Jerry, te con<strong>de</strong>nas por tus tentaciones. Todo el mundo sufre tentaciones. Deberíasagra<strong>de</strong>cer a Dios y va<strong>lo</strong>rar tu bondad para resistirlas.‖ A ella le mostraría mis diariospersonales y le confiaría mis secretos sin temor a que confundiera mis <strong>lo</strong>curas con otrasreflexiones sensatas. Des<strong>de</strong> que nos conocimos compartí crisis y alegrías con ella, enpersona o a través <strong>de</strong>l teléfono. <strong>Otras</strong> personas fueron asimismo importantes comoguías, pero nadie por tanto tiempo y tan consecuente como Katherine. No ha sido madreni hermana para mí, sino un ángel <strong>de</strong> la guarda o, como <strong>lo</strong> expreso en mi <strong>de</strong>dicatoria,―mi Beatriz.‖Por <strong>lo</strong> tanto, no me sorprendió que en medio <strong>de</strong> mi angustia Katherine mellamara para avisarme que pasaría una semana <strong>de</strong> vacaciones en Cuernavaca y quepodríamos almorzar juntos. (115) Se a<strong>lo</strong>jó en ―Las Mañanitas‖, uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hoteles másbel<strong>lo</strong>s <strong>de</strong> México, que cuenta con jardines don<strong>de</strong> hay pavos reales paseando en elcésped y magníficas esculturas <strong>de</strong> piedra negra dispersas entre la vegetación tropical.Una caminata en aquel<strong>lo</strong>s jardines era como una visita a una galería <strong>de</strong> arte. Fuera <strong>de</strong>lhotel estaba la vida bulliciosa <strong>de</strong> la ciudad, las bocinas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s automóviles y suschóferes impacientes, y <strong>lo</strong>s colectivos que soltaban smog negro y que ascendían por lascalles empinadas rugiendo como leones. Estos ruidos <strong>de</strong>sagradables y el ajetreo <strong>de</strong> lagente <strong>de</strong> compras <strong>de</strong>saparecían al traspasar las puertas <strong>de</strong> ―Las Mañanitas.‖ Uno entrabaen un paraíso, un oasis <strong>de</strong> paz. No podía imaginar cómo <strong>lo</strong> habían conseguido en elcorazón <strong>de</strong> la ciudad.Tomamos asiento en un rincón tranqui<strong>lo</strong>, lejos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s huéspe<strong>de</strong>s, y cerca <strong>de</strong> lapiscina vacía. Katherine, que siempre reza cuando me escucha, me confió que Dioscomprendía mis necesida<strong>de</strong>s y que estaba segura <strong>de</strong> que pronto me enviaría esa personaespecial para mi vida.Esa mañana ingresé agobiado en el hotel agobiado y mis preocupaciones meimpedían sonreír. Después <strong>de</strong>l encuentro con Katherine y Ana Bowe, otra amiga,regresé a la estación <strong>de</strong> ómnibus como si f<strong>lo</strong>tara por el bienestar: sabía que Dios estabaaún conmigo y que ante todo <strong>de</strong>seaba mi felicidad.196


Ambas mujeres observaron este cambio <strong>de</strong> actitud cuando me <strong>de</strong>spedí con unbeso. Ahora podía rezar con la certeza <strong>de</strong> que Dios me enviaría a alguien. Poco <strong>de</strong>spués,según la predicción <strong>de</strong> mi amiga, Juan Car<strong>lo</strong>s llegó a mi vida.Yo estaba en el tren, <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> una sesión <strong>de</strong> terapia con Víctor Velasco.Juan Car<strong>lo</strong>s esperaba su tren en la plataforma <strong>de</strong> enfrente. Regresaba a su casa como yoa la mía. Nos miramos a través <strong>de</strong> la ventanilla. Me sonrió y le <strong>de</strong>volví la sonrisa.Quería hablar con él. Quería un amigo adulto con quien pudiera relacionarmecomo tal. En mi trabajo solía tratar con gente muy joven e inmadura. La conversaciónnunca era seria, jamás se abordaban noticias internacionales o libros que hubiéramosleído. Juan Car<strong>lo</strong>s parecía diferente: llevaba traje y corbata, <strong>lo</strong> que indicaba que tenía unempleo formal. Parecía mayor <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s veinticinco años que tenía por entonces, y tambiénalguien con quien podría dia<strong>lo</strong>gar.Las puertas se cerraron y el tren arrancó. Decidí que no podía per<strong>de</strong>r laoportunidad. Me bajé en la estación siguiente y tomé el tren en la otra dirección.Cuando llegué a la estación Hidalgo, Juan Car<strong>lo</strong>s me estaba esperando <strong>de</strong> pie en laplataforma: había intuido que iba a regresar. Intercambiamos nuestros números <strong>de</strong>teléfono y arreglamos una cita en una cafetería tres días <strong>de</strong>spués. Un so<strong>lo</strong> pocil<strong>lo</strong> <strong>de</strong> cafétaza bastó para que me enamorara.Juan Car<strong>lo</strong>s no fue la primera persona <strong>de</strong> la cual me enamoré. Después <strong>de</strong> tantasdécadas <strong>de</strong> esterilidad emocional en la provincia, cuando regresé al Studium paraejercer la docencia, la gente <strong>de</strong> la facultad y <strong>lo</strong>s estudiantes ya no eran tan estrictos yahora era normal abrazarse, sin temor <strong>de</strong> contar con un amigo ―particular.‖ Todosintegrábamos grupos T en <strong>lo</strong>s cuales un psicó<strong>lo</strong>go nos enseñaba a comunicarnosdirectamente entre nosotros sobre <strong>lo</strong> que pensábamos y sentíamos.Cuando me mudé <strong>de</strong> Dubuque a River Forest para unirme al equipo <strong>de</strong>predicación había muchos frailes en la comunidad, incluyendo <strong>lo</strong>s estudiantes <strong>de</strong>fi<strong>lo</strong>sofía. Bill estaba en tercer año. Era brillante, extrovertido, un músico creativo; y eraevi<strong>de</strong>nte que yo le gustaba. Nos hicimos amigos y pronto nos enamoramos.Lamentablemente nunca pasamos <strong>de</strong> la primera etapa <strong>de</strong> ―enamoramiento.‖ Pasaronvarios meses y comencé a sentirme incómodo. Pasábamos <strong>de</strong>masiado tiempo juntos, nospreocupábamos <strong>de</strong>masiado el uno por el otro. Bill era muy sensible y me i<strong>de</strong>alizaba.Finalmente, en el beso <strong>de</strong> la paz durante la ceremonia <strong>de</strong>l voto solemne me susurró quehabía hecho sus votos para mí. Entonces tuve la certeza <strong>de</strong> que habíamos llevado larelación <strong>de</strong>masiado lejos.197


Poco <strong>de</strong>spués cortamos la amistad. Ninguno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s dos estaba maduro para lidiarcon las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una relación normal. Aún extraño a Bill y todavía <strong>de</strong>seo que<strong>hubiera</strong> sido posible que formara parte <strong>de</strong> mi vida. Aún me gratifica que en ciertomomento <strong>de</strong> su vida se atrevió a confesar que me amaba.Años más tar<strong>de</strong>, Jan entró en mi vida. Ella habría sido la elegida si alguna vez<strong>hubiera</strong> tomado la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> contraer matrimonio. Nos tratamos por años antes <strong>de</strong> quenuestro víncu<strong>lo</strong> fuera romántico. Hablé seriamente <strong>de</strong> abandonar el sacerdocio paracasarnos, pero eso nunca podía ocurrir. Nuestro amor era genuino, pero por entonces yome había asumido como homosexual y sabía que no podría mantener relacionessexuales con ella. De igual importancia era el hecho <strong>de</strong> que no <strong>de</strong>seaba abandonar elsacerdocio. Ambos <strong>de</strong>sarrollamos una amistad que se convirtió en un víncu<strong>lo</strong> espiritual.Jan me ha ayudado mucho: es muy directa y para nada indulgente cuando me paso <strong>de</strong> laraya. Su actitud brusca me pone a la <strong>de</strong>fensiva al principio, pero luego cambio <strong>de</strong>parecer porque ella también habla con amor y sabiduría. (116)El caso <strong>de</strong> <strong>de</strong> Juan Car<strong>lo</strong>s es único, porque se convirtió en el amor <strong>de</strong> mi vida.Nos vimos a menudo en aquel<strong>lo</strong>s primeros meses. Anhelaba que llegara el día quepudiéramos convivir. Mi compromiso con Dios era tan fuerte como siempre y mepermitía actuar.Pasaron seis meses y llegó la oportunidad. Los hombres con quienes habíacompartido el <strong>de</strong>partamento abandonaban la ciudad <strong>de</strong> México. Me encontraba so<strong>lo</strong>.Juan Car<strong>lo</strong>s me ayudaba a buscar un <strong>de</strong>partamento más pequeño y más tranqui<strong>lo</strong>. Elanterior estaba siempre lleno <strong>de</strong> gente que pedía ayuda o que pasaba para saludar. Erauna buena señal que uniéramos nuestros esfuerzos, aunque yo fuera todavía un fraileque amaba el silencio.Juan Car<strong>lo</strong>s propuso venir a vivir conmigo cuando ya me fue imposibleencontrar algo <strong>de</strong>cente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mis posibilida<strong>de</strong>s económicas. Deseaba mudarse <strong>de</strong>Los Reyes, una <strong>lo</strong>calidad en el estado <strong>de</strong> México, al Distrito Fe<strong>de</strong>ral. Se ahorraríamuchos viajes y tendríamos más tiempo para estar juntos. Encontró un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong>tres ambientes que daba al Paseo <strong>de</strong> la Reforma, la avenida <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s Champs Elysées en laciudad <strong>de</strong> México, y <strong>lo</strong> alquilamos.La vida doméstica que tanto había anhelado finalmente se volvía una realidad.Me levantaba por la mañana y preparaba el <strong>de</strong>sayuno. Por la tar<strong>de</strong>, cuando Juan Car<strong>lo</strong>sregresaba a casa, <strong>lo</strong> esperaba la cena. Invitábamos a algunos amigos para comer algomás tar<strong>de</strong> por la noche y ver televisión juntos en nuestro dormitorio.198


Juan Car<strong>lo</strong>s nunca ha sido particularmente religioso. Intenté cambiar<strong>lo</strong>. Miprimer rega<strong>lo</strong> fue un libro <strong>de</strong> textos <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> la Cruz. ¡El tiro hizo impacto muylejos <strong>de</strong>l blancos! Rezábamos salmos antes <strong>de</strong> ir a dormir. Quería que la vida leofreciera <strong>lo</strong> mejor, por <strong>lo</strong> tanto <strong>de</strong>seaba que fuera profundamente espiritual. Con todo,me doy cuenta <strong>de</strong> que mi entusiasmo no fuera probablemente una preocupación conrespecto a su alma sino un remordimiento <strong>de</strong> conciencia. Si <strong>hubiera</strong> podido acercar<strong>lo</strong>más a Dios, podría haber aliviado la inquietud que sufría en mi condición <strong>de</strong> fraile queconvivía con otro hombre.Al principio <strong>de</strong> nuestra relación, Juan Car<strong>lo</strong>s me dijo: ―El ministerio <strong>de</strong> mi vidaes amarte. No crees que alguien pueda en verdad amarte.‖ Tenía razón en un ochentapor ciento. En mi relación con <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más, yo era el que habitualmente brindaba y só<strong>lo</strong>me permitía recibir muy poco. Si alguien <strong>de</strong>cía que me amaba, o pensaba que era unapersona muy especial, me sentía gratificado pero seguía a<strong>de</strong>lante rápido sin <strong>de</strong>jar queeste sentimiento echara raíces. Aún seguía siendo el mariquita pecoso que pa<strong>de</strong>cía lasburlas <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong> escuela. ¿Cómo era posible que alguien me amase?¿Alguien me conocía realmente?Cada día durante la semana y a distintas horas, Juan Car<strong>lo</strong>s me <strong>de</strong>cía ―te amo‖ yme sentía perplejo al escuchar<strong>lo</strong> y él perdía un llamado importante. Y él continuaba:―Te amo.‖ Un día se quejó porque le parecía que mi actitud era indiferente, le contestérápido y cortante, y él respon<strong>de</strong> que me amaba. ¿Sería cierto?Cuando comenzamos a salir, su madre se enfadó. Yo era un hombre, un hombremucho mayor que su hijo, un baboso que había seducido a un inocente. Juan Car<strong>lo</strong>s nocedió su posición ante ella. Me <strong>de</strong>cía: ―Te amo‖ y era evi<strong>de</strong>nte con sus actos. (117)¿Sería cierto realmente?Con mis amigos y mis familiares usaba estas palabras en contadas ocasiones. No<strong>de</strong>seaba per<strong>de</strong>r el control y podría haber expresado <strong>de</strong>cir más <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que significan. Mereconozco parecido a mi madre. Sabíamos que ella nos amaba profundamente, peronunca <strong>lo</strong> dijo abiertamente. Juan Car<strong>lo</strong>s me había liberado y ahora las palabras fluíanfáciles, y todos <strong>lo</strong>s días <strong>de</strong> la semana y a cualquier hora podía <strong>de</strong>cirle que <strong>lo</strong> amaba. Estanueva capacidad <strong>de</strong> expresarme me permitía apren<strong>de</strong>r a manifestar<strong>lo</strong> a <strong>lo</strong>s otros. Estabamadurando.Y sin embargo había cuestiones que me aún me fastidiaban. Cuando Juan Car<strong>lo</strong>stenía un año <strong>de</strong> edad su padre había abandonado la familia. ¿Yo estaría ocupando ellugar <strong>de</strong> ese padre que nunca conoció? ¿Buscaría la compañía <strong>de</strong> otro hombre cuando ya199


no necesitara un padre? La brecha generacional causaba dificulta<strong>de</strong>s. ¿Por qué mecomprometía con alguien incapaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r en gran parte <strong>lo</strong> que me ocurría en estaetapa <strong>de</strong> mi vida? ¿Por qué toleraba <strong>lo</strong>s ce<strong>lo</strong>s y las actitu<strong>de</strong>s egoístas comunes en lajuventud? No tenía respuestas a estas preguntas, pero le repetía que <strong>lo</strong> amaba, y mispalabras eran sinceras.Juan Car<strong>lo</strong>s y yo tuvimos el sueño <strong>de</strong> poseer un <strong>de</strong>partamento a medias. Después<strong>de</strong> varias décadas en la Or<strong>de</strong>n todavía quería fundar un hogar, y compartir la posesión<strong>de</strong> una vivienda sería como el sacramento <strong>de</strong> nuestro amor. No precisaba que minombre estuviera en la escritura <strong>de</strong> la propiedad. Me bastaba que nos hubiéramosesforzado para conseguirla, y que cuando yo no estuviera en este mundo, le sirviera <strong>de</strong>recuerdo <strong>de</strong> nuestra relación. Se trataba <strong>de</strong> castil<strong>lo</strong>s en el aire, porque ninguno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdos tenía suficiente dinero.Algunos amigos nos apoyaron y nos sorprendieron con su generosidad para quepudiéramos concretar el emprendimiento. Comenzamos a mirar propieda<strong>de</strong>s. Había un<strong>de</strong>partamento pequeño cerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vivíamos, y nos entusiasmaba <strong>lo</strong> que ofrecía.Pero no estaba disponible por algún motivo que ahora no recuerdo. Esa fue la primera<strong>de</strong> las muchas ocasiones en las que se frustraron nuestros planes. Cuando nos dirigíamosa algún dueño para informarle que estábamos interesados, el inmueble ya había sidovendido. En otra ocasión perdimos nuestro apoyo financiero. Y prosiguió el estado <strong>de</strong>las cosas y nos preguntamos si era una buena i<strong>de</strong>a comprar un <strong>de</strong>partamento. Quizás<strong>de</strong>sperdiciábamos <strong>de</strong>masiado tiempo mirando <strong>de</strong>partamentos, y mientras tanto yo<strong>de</strong>satendía mis activida<strong>de</strong>s ministeriales. De este modo el Señor tal vez nos señalabaque nos olvidáramos <strong>de</strong> todo esto, porque no <strong>de</strong>seaba que fuéramos propietarios <strong>de</strong> un<strong>de</strong>partamento. De todos modos, seguí mirando y cada vez que encontraba algo que valíala pena, llamaba a Juan Car<strong>lo</strong>s para que echara un vistazo e inevitablemente leencontraba <strong>de</strong>fectos: ―Sí, Jerry, es acogedor, pero el barrio es peligroso.‖ ―Sí, Jerry,sería romántico vivir en un edificio co<strong>lo</strong>nial, pero el patio está repleto <strong>de</strong> talleres.‖Y así prosiguió todo hasta que Juan Car<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>cidió tomar las riendas <strong>de</strong> labúsqueda. En Internet rastreó un <strong>de</strong>partamento que por fin compramos. Se hallaba en elcasco histórico <strong>de</strong> la ciudad y tenía tres habitaciones y dos baños. El área estabaarruinada, pero se habían programado trabajos <strong>de</strong> remo<strong>de</strong>lación. El <strong>de</strong>partamento sevendía a un precio menor <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que correspondía pero el va<strong>lo</strong>r iba a subirsustancialmente. Firmamos <strong>lo</strong>s papeles y nos mudamos. ¿Qué podíamos per<strong>de</strong>r?200


Lo que podíamos per<strong>de</strong>r era, por supuesto, el espíritu <strong>de</strong> pobreza. Aún no<strong>de</strong>seaba poseer nada. No quería mi nombre en el contrato. Me alegraba habercontribuido a la compra, y con el espíritu <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>partamento fuera nuestro, aunquelegalmente fuera suyo. Este hogar se convirtió en un sacramento, no só<strong>lo</strong> <strong>de</strong>l amor quecompartimos, sino <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong> Dios en mi persona. Eso pensaba por entonces y no hecambiado <strong>de</strong> opinión dado que el Señor me concedió el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> formar un hogar <strong>de</strong> lamisma manera que me concedió mi vocación <strong>de</strong> predicador dominico. Y con el voto <strong>de</strong>pobreza en mente recé para que a su <strong>de</strong>bido momento pudiera renunciar a esa vivienda,cerrar la puerta y no volver la mirada a <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>jaría atrás.Fue emocionante mudarnos al <strong>de</strong>partamento. A otro nivel, sin embargo, no todoestaba bien entre Juan Car<strong>lo</strong>s y yo. Había indicios <strong>de</strong> que nuestra relación teníaproblemas. El <strong>de</strong>seo sexual <strong>de</strong>clinaba y luego se apagó. En más <strong>de</strong> una ocasión JuanCar<strong>lo</strong>s sugirió que tal vez sería mejor que tuviéramos cuartos separados. Sus palabras <strong>de</strong>amor ya no eran frecuentes ni tan intensas, y respondía con indiferencia a las mías. Yomismo reconocía que me daba miedo discutir este tema. Entonces violé uno <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sconsejos que le había dado a una pareja que <strong>de</strong>seaba contraer matrimonio y que cadapareja casada me había <strong>dicho</strong> que se trataba <strong>de</strong> algo esencial: no le comuniqué <strong>lo</strong> queocurría entre nosotros ni cómo me sentía.Al comienzo <strong>de</strong> la relación le previne a Juan Car<strong>lo</strong>s que mis necesida<strong>de</strong>ssexuales eran mínimas en aquel momento <strong>de</strong> mi vida. No consi<strong>de</strong>raba que las relacionessexuales fueran necesarias para nuestra convivencia. Me dijo que <strong>lo</strong> comprendía: estosaspectos no eran tan importantes para él. Mi actitud fue muy ingenua, y también pocorealista, porque le pedí a Juan Car<strong>lo</strong>s que llevara una vida muy domesticada. Él <strong>lo</strong>aceptó porque me amaba, pero yo sabía que no era sano. Los sábados por la noche no<strong>de</strong>berían haber sido tranquilas conmigo en casa. No frecuentábamos bares y nuestravida social consistía en visitar algunos amigos y la familia <strong>de</strong> Juan Car<strong>lo</strong>s. Antes <strong>de</strong> lasonce <strong>de</strong> la noche, a más tardar, ya nos habíamos acostado para dormir. Sentía que élestaba <strong>de</strong>sperdiciando su juventud sin la oportunidad <strong>de</strong> disfrutarla. Y por eso me alegrécuando comenzó a salir con amigos gays <strong>de</strong> la oficina. Los conocía y me sentía―seguro‖ <strong>de</strong> que estaba pasándola bien y nada más. No tuve ninguna premonición <strong>de</strong> <strong>lo</strong>que me aguardaba.Una noche, en la cama y ya listos para dormir, advertí que estaba inquieto. ―¿Tepreocupa algo, Juan Car<strong>lo</strong>s?‖ le pregunté. Y él permaneció con la mirada fija en lapared e inhaló profundo antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme estas palabras: ―Sí, ya no somos una pareja y201


<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un año… Siempre vas a tener un lugar especial en mi vida… Quiero quecompartamos el <strong>de</strong>partamento y que seamos amigos íntimos… Alguien me pidió quefuera su pareja. No quiero lastimarte…. pero creo que voy a aceptar.‖Describió a su compañero como alguien con quien se mantienen relacionessexuales. Reconoció que <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res que había proclamado y las expectativas <strong>de</strong> nuestraunión habían cambiado. El sexo se había convertido en algo importante para él. ¿Cómopuedo <strong>de</strong>scribir <strong>lo</strong> que sentía en aquel momento sin emplear lugares comunes? Suspalabras fueron como un relámpago y mi cuerpo se puso rígido como si no pudiera creeren ellas. Se trataba <strong>de</strong> una pesadilla.Le recordé que yo le había prevenido al comienzo <strong>de</strong> nuestra relación que elsexo no sería mi prioridad y que él había estado <strong>de</strong> acuerdo. ―Sí, pero cambié <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a,‖admitió, y l<strong>lo</strong>ró tanto que le dije que tal vez <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cirle que no a esa persona. Peroantes <strong>de</strong> que pudiera pensar<strong>lo</strong> dos veces, le dije: ―No <strong>lo</strong> rechaces. Si <strong>lo</strong> que necesitas essexo, puedo soportar la situación.‖ Estas palabras no parecían haber salido <strong>de</strong> mi boca,sino <strong>de</strong> la <strong>de</strong> otra persona. Ahora que <strong>lo</strong> recuerdo, creo que surgieron <strong>de</strong> una profundainquietud respecto <strong>de</strong>l compromiso que yo había tomado con esta relación.De inmediato expresé el <strong>de</strong>seo reprimido <strong>de</strong> regresar a <strong>lo</strong>s Estados Unidos paravivir en un convento. En algún aspecto, sabía que Juan Car<strong>lo</strong>s tomaba la <strong>de</strong>cisióncorrecta, y pu<strong>de</strong> confiarle que sería un privilegio para mí que fuéramos buenos amigos.Pero esto era fácil solamente <strong>de</strong> la boca para afuera. Con mis palabras, Juan Car<strong>lo</strong>s sesintió mejor, giró hacia el otro lado <strong>de</strong> la cama y se durmió.Me levanté y caminé <strong>de</strong> un lado a otro. Ahora la conmoción y la herida y <strong>lo</strong>ssentimientos <strong>de</strong> traición hervían en mí. ―Esto no pue<strong>de</strong> pasar. Esto no pue<strong>de</strong> pasar.‖Habíamos permanecido juntos durante siete años y pensaba que nuestra relación duraríapara siempre, pero ahora nos uníamos a las filas <strong>de</strong> las ex parejas. Y me dirigí al cuarto<strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s e hice la cama, y ya no era el cuarto <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s. Me sentía aturdido,perplejo, <strong>de</strong>sgarrado, e incapaz <strong>de</strong> dormir.Des<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> nuestra convivencia supe que algún día nos íbamos aseparar. Suponía que esto ocurriría porque me convocarían para que regresara a miprovincia. Este fue un momento <strong>de</strong> tensión cuando comenzamos la convivencia. JuanCar<strong>lo</strong>s quería una ceremonia <strong>de</strong> unión. Le dije que me era imposible, porque aúnformaba parte <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n dominica y que no <strong>de</strong>seaba renunciar. Me respondió que novolvería sobre el tema. Consi<strong>de</strong>raba que el tiempo que estuviéramos juntos sería valioso<strong>de</strong>bido a que nuestro amor era auténtico. Pero no se hacía ilusiones. Siete años <strong>de</strong>spués202


eflexionó <strong>lo</strong> siguiente: ―¿Qué pasaría si pongo más energía en nuestra relación y luegote llaman para que regreses a Chicago en un par <strong>de</strong> años? Me quedaría so<strong>lo</strong>. Creo que<strong>de</strong>bería aprovechar esta nueva oportunidad.‖Aunque supiera que este día llegaría, no esperaba que fuera <strong>de</strong> este modo. Ahoraregresaban todas las emociones <strong>de</strong> aquel<strong>lo</strong>s primeros meses en México: temor, soledady <strong>de</strong>sesperación. Pensaba que esta relación había sido un rega<strong>lo</strong> <strong>de</strong> Dios para salvarme<strong>de</strong> este sufrimiento. ¿Qué había ocurrido? Juan Car<strong>lo</strong>s y yo habíamos sido tan unidos.Podíamos leer nuestras mentes. ¿Cómo podía terminar nuestra relación <strong>de</strong> esta manera?Un día caminaba por la calle y tuve un ataque <strong>de</strong> pánico, como si mi vida<strong>hubiera</strong> terminado y ya no supiera qué hacer para mejorar la situación. Se trataba <strong>de</strong> otromomento que <strong>de</strong>bía transitar con una fe ciega, creyendo que Dios aún me cuidaba apesar <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que sentía.Juan Car<strong>lo</strong>s <strong>de</strong>seaba que yo conociera a Sergio, y que fuera a su casa a cenar.Nunca acepté. No podía ver<strong>lo</strong> porque me había robado mi amor, y <strong>lo</strong> odiaba y a la vezsentía vergüenza; y no só<strong>lo</strong> me ocurría esto con Sergio.Dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Navidad ambos viajaron en avión a Puerto Rico. Cuando seencontraron con viejos amigos nuestros, Juan Car<strong>lo</strong>s, emocionado, me llamó para que<strong>lo</strong>s saludara. ―Ahora el<strong>lo</strong>s también <strong>lo</strong> saben,‖ le dije. ―Todos me ven como el rechazado,el que <strong>de</strong>jaste atrás. Juan Car<strong>lo</strong>s me preguntó: ―¿Cuál es el problema? ¿Cuál es elproblema? Y yo le contesté: ―¿Hasta dón<strong>de</strong> llega esta estupi<strong>de</strong>z? ¿No te das cuenta <strong>de</strong>que me lastimaste? Nadie en la vida me lastimó tanto. Déjame so<strong>lo</strong> y regresa a lareunión. No quiero tu compañía.‖ ―No hemos sido pareja durante un año, Jerry, y <strong>lo</strong>sabes tan bien como yo,‖ aclaró Juan Car<strong>lo</strong>s.Se había convencido <strong>de</strong> que todo marchaba bien. No comprendía mi do<strong>lo</strong>r.Pensaba que haríamos una transición pacífica a una nueva rutina. Juan Car<strong>lo</strong>s queríacompartir el <strong>de</strong>partamento y ser amigos íntimos. No era insensible. Era joven. Ahoraresultaba muy evi<strong>de</strong>nte que todavía existía un amor profundo entre nosotros y noqueríamos que se <strong>de</strong>svaneciera. Algunos amigos me contaron más tar<strong>de</strong> <strong>lo</strong> mucho quel<strong>lo</strong>ró, incluso en su oficina.Era yo el que iba a hacer borrón y cuenta nueva. Me negué a seguir almorzandocon él una vez a la semana. Lo interrumpía abruptamente cuando me llamaba porteléfono. Ahora Juan Car<strong>lo</strong>s pasaba las siete noches <strong>de</strong> la semana con Sergio. ¿Quésentido tenía?203


Pero a pesar <strong>de</strong> todo esto, no conseguía ese borrón y cuenta nueva quenecesitaba. Me preguntaba si <strong>de</strong> alguna manera Juan Car<strong>lo</strong>s podría tener razón enformar un nuevo tipo <strong>de</strong> relación. ¿Habría alguna esperanza? Después <strong>de</strong> todo, inclusocuando miraba televisión con Sergio me llamaba para conversar conmigo, y cuando yoestaba en viaje, me rastreaba para saber <strong>de</strong> mí.Decidí darle una oportunidad, no podía hacer otra cosa. Venía a casa <strong>lo</strong>sdomingos y <strong>lo</strong>s lunes por la noche. Permanecía a su lado mientras planchaba la ropa. Yono miraba televisión y conversábamos sobre <strong>lo</strong> que había pasado ese día. Pensé que nose había equivocado cuando se quejaba <strong>de</strong> que yo <strong>lo</strong> daba por sentado. Resolví noapoyarme en una rutina <strong>de</strong> negligencia benevolente.Pero <strong>lo</strong>s domingos y <strong>lo</strong>s lunes eran <strong>lo</strong>s únicos días que estábamos juntos. Losmartes venía, tomaba ropa limpia y se iba a <strong>lo</strong> <strong>de</strong> Sergio. En <strong>lo</strong> emocional yo era comouna pe<strong>lo</strong>ta <strong>de</strong> tenis <strong>de</strong> mesa. Tres semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esforzarme por un nuevocomienzo reconocí que me era imposible porque mi tolerancia era cero. Me comuniquécon Victoriano Martínez, el pastor a quien ayudaba con la misa, y le pregunté si podíamudarme a la rectoría. Al día siguiente tenía un nuevo domicilio y un nuevo número <strong>de</strong>teléfono.Victoriano y la gente <strong>de</strong> San Simón fueron mi bote salvavidas. Meabrazaron con más cali<strong>de</strong>z que ninguna otra comunidad nueva. Es tan fácil observar <strong>lo</strong>sproblemas <strong>de</strong> mi vida. A veces olvido cuánta gente buena hay por ahí. Dios intervienepara brindarme <strong>lo</strong> que necesito y <strong>de</strong>mostrarme <strong>de</strong> que permanece cerca <strong>de</strong> mí cuandoestoy abatido.Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegar a la parroquia tuve problemas físicos que ya no pu<strong>de</strong>ignorar. Caminaba con dificultad por el pasil<strong>lo</strong> central cuando iba a celebrar la misa.Luego <strong>de</strong> una consulta médica en Houston, me diagnosticaron el mal <strong>de</strong> Parkinson. Elconsejo <strong>de</strong> la parroquia respondió <strong>de</strong> inmediato enviándome una lista <strong>de</strong> sus númerostelefónicos, diciéndome que estaban disponibles las veinticuatro horas <strong>de</strong>l día. Medijeron que me querían y me pidieron que les <strong>de</strong>jara ayudarme.Pensé que me había convertido en una carga y que <strong>de</strong>bía marcharme. Para el<strong>lo</strong>sla i<strong>de</strong>a era absurda y una ofensa a su sentido <strong>de</strong> comunidad cristiana. Victoriano me dijoque aunque estuviera completamente inválido siempre tendría un lugar entre el<strong>lo</strong>s. Por<strong>lo</strong> tanto me quedé con el<strong>lo</strong>s y recibí su bendición.San Simón es un pueb<strong>lo</strong> pequeño en la metrópolis <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> México. SanSimón es famoso por haber preservado ciertas tradiciones que cayeron en <strong>de</strong>suso en204


otras partes <strong>de</strong>l país. El conservadurismo <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong> la misa y la predicacióncotidiana a la comunidad eran sumamente satisfactorios. Mi ministerio a <strong>lo</strong>s gays medaba poca oportunidad para una prédica formal. Me muero si no predico.Me ajusté bien en San Simón, y el do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong> la separación <strong>de</strong> Juan Car<strong>lo</strong>sdisminuía. No só<strong>lo</strong> se trataba <strong>de</strong> una cuestión <strong>de</strong> supervivencia, sino también <strong>de</strong> ciertobienestar. Luego las predicciones <strong>de</strong> mis amigos se hicieron realidad: Sergio rompió conJuan Car<strong>lo</strong>s. Sentí me habían reivindicado y disfruté <strong>de</strong> cierto placer ahora que JuanCar<strong>lo</strong>s estaba en una posición semejante a la mía.Se trataba <strong>de</strong> una nueva situación para nosotros. Yo no era un factor <strong>de</strong>competición para la atención <strong>de</strong> Juan, entonces acepté que almorzáramos <strong>lo</strong>s viernescomo antes. Luego comenzamos con las cenas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s martes. Pronto nos veíamos <strong>lo</strong>ssábados y <strong>lo</strong>s domingos para el <strong>de</strong>sayuno, el almuerzo, las compras y alguna película.Parecía que nos veíamos más a menudo que cuando formábamos una pareja. Era comosi nunca me <strong>hubiera</strong> <strong>de</strong>jado. Podíamos <strong>de</strong>cirnos ―te amo‖ sin dudar<strong>lo</strong>. Ya no éramos unapareja, pero estábamos cómodos con el afecto que nos teníamos el uno al otro.En este momento, una vez más, como siempre ha ocurrido en nuestra relación,algo inesperado e inexplicable ocurrió. Juan Car<strong>lo</strong>s me pidió que regresara al<strong>de</strong>partamento con él. Me extrañaba y me quería más cerca para cuidarme mientrasestaba con problemas <strong>de</strong> salud. Con todo, aún quería su espacio y cierta privacidad.Le respondí que <strong>lo</strong> pensaría durante unas semanas, y recé. Si había cometido unerror cuando vivía con él y <strong>lo</strong> amaba, ahora contaba con otra oportunidad. No queríarenunciar a la posibilidad <strong>de</strong> la vida dominica en el convento. Tampoco quedarmeatrapado en una situación don<strong>de</strong> él encontrara a alguien y una vez más me encontraraso<strong>lo</strong>. Me dijo que no <strong>de</strong>bería temer por eso, que yo tenía un lugar especial en su vida yque siempre sería su prioridad.Acepté su invitación porque nunca había <strong>de</strong>seado abandonar<strong>lo</strong>. Asimismo habíallegado en un momento provi<strong>de</strong>ncial. San Simon se había convertido en un trabajo <strong>de</strong>tiempo completo. La parroquia era <strong>de</strong>masiado para que la manejara una sola persona.Só<strong>lo</strong> <strong>lo</strong>s domingos había seis servicios <strong>de</strong> eucaristía y Victoriano se ocupaba <strong>de</strong> variasactivida<strong>de</strong>s pastorales. ¿Cómo se podía negar a un moribundo el consue<strong>lo</strong> <strong>de</strong> unsacerdote? ¿Cómo <strong>de</strong>cirle a parejas en crisis que no podía ayudar<strong>lo</strong>s? El trabajo seacumulaba y yo aún tenía el ministerio principal con la comunidad gay. Debido a misalud tambaleante ya no podía seguir con este ritmo <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s. Al <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> vivir enla parroquia volvería a tener tiempo para mí.205


Juan Car<strong>lo</strong>s y yo no nos consi<strong>de</strong>ramos pareja y tampoco tuvimos la intención <strong>de</strong>mantener relaciones sexuales. Sin embargo, nuestro víncu<strong>lo</strong> se volvió más profundo queantes. Oro refinado por el fuego. Juan Car<strong>lo</strong>s ya no era la persona <strong>de</strong>masiado joven paracompren<strong>de</strong>rme. Había madurado y ahora le permitía acce<strong>de</strong>r a mi propio do<strong>lo</strong>r. Lepermitía también participar <strong>de</strong> mis alegrías y <strong>de</strong> mis esperanzas. En la otra épocacuando vivíamos juntos se quejaba <strong>de</strong> que yo era <strong>de</strong>masiado reservado, que nocomunicaba mis pensamientos o <strong>lo</strong> que sentía. Ahora era charlatán. Juan Car<strong>lo</strong>s sugeríaque sería agradable compartir comidas en las que se disfrutara un poco <strong>de</strong> silencio.Seguimos siendo muy afectuosos el uno con el otro aunque no tengamoscontacto sexual. Descubrí que el contacto físico con otro ser humano es tan confortable,sobre todo en las horas silenciosas <strong>de</strong>l día. De esta manera Dios me señala claramenteque no camino so<strong>lo</strong> en este mundo.Jamás intenté ni intento ahora justificar mi relación con Juan Car<strong>lo</strong>s en cuanto alvoto <strong>de</strong> celibato. Sospecho que si <strong>hubiera</strong> vivido en otro mundo, uno que espero quesurja, sería un dominico <strong>de</strong> otra manera. Como no he recibido esta opción, me adapté alllamado <strong>de</strong> mi ministerio y al llamado <strong>de</strong> mi relación <strong>de</strong> pareja <strong>lo</strong> mejor que pu<strong>de</strong>. Setrata <strong>de</strong> una situación ambigua antes que contradictoria. ¿Me tensiona esta <strong>de</strong>cisión? Sí,no porque no disfruto la ambigüedad. A menudo me pregunto si me ha faltado la virtud<strong>de</strong> la docilidad y <strong>de</strong> la habilidad <strong>de</strong> escuchar y <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más, sobre todo enla Iglesia, con respecto a la castidad. ¿Mi caída ocurrió <strong>de</strong>bido a ese espírituin<strong>de</strong>pendiente que mi confesor <strong>de</strong> la escuela secundaria observó como un obstácu<strong>lo</strong> parala vida religiosa? ¿Perdí la gran vocación? Me refiero a que si <strong>hubiera</strong> insistido con lacastidad, ésta me <strong>hubiera</strong> transformado fundamentalmente con la concesión <strong>de</strong> unaconciencia más profunda <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>l amor en mi vida.Para mucho que lean este texto la respuesta será obvia. Mi conducta ha sidoescanda<strong>lo</strong>sa y transcribo <strong>lo</strong> que me dijo un amigo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> orar por mí durante variashoras: ―Jerry, no pue<strong>de</strong>s alternar las dos cosas. Voy a apoyarte en cualquier cosa queelijas, pero no pue<strong>de</strong>s estar en la misa y en la procesión.‖ Y le respondo a esto: ―¿Porqué Dios no pue<strong>de</strong> llamarme para esto? Nuestra ten<strong>de</strong>ncia es ver todo en blanco ynegro, en dos dimensiones, mientras que la visión <strong>de</strong> Dios es en co<strong>lo</strong>res y en tresdimensiones.Otro amigo opina que ―quizá Dios te envió a México, lejos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s ojos críticos<strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s eclesiásticas precisamente para que pudieras tener esta experiencia.Algo que motivó otra pregunta que la gente me hizo: ¿Qué voy a hacer si se entera el206


provincial? No sé si puedo respon<strong>de</strong>r esta respuesta por a<strong>de</strong>lantado. Hay una cuestiónanterior que no necesita interrogación: ¿Qué haría el provincial si se enterara? Sospechoque su reacción contra mí sería dura. ¿Me or<strong>de</strong>naría que regresara a Chicago <strong>de</strong>inmediato? ¿Me castigaría? No <strong>lo</strong> sé. Tal vez me comprenda y me permita ser <strong>lo</strong> quesoy. No sería el primer provincial que tomaría esta <strong>de</strong>cisión.Si me atacara con las reglas <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s libros, creo que no opondría resistencia. Estaes una <strong>de</strong> las guías <strong>de</strong> Gandhi para la gente que ejerce la <strong>de</strong>sobediencia civil, y acaso seapertinente en este caso. El principio <strong>de</strong> Gandhi es que si uno violas la ley porque lajuzga injusta, entonces <strong>de</strong>be estar preparado para aceptar las sanciones legales quereaccionan contra el testimonio <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>sobediencia. Muchos católicos fueron aprisión en estas últimas décadas. Muchos sacerdotes perdieron sus ministerios. Tengoque estar abierto a <strong>lo</strong> que pueda suce<strong>de</strong>r. Conservo el sentido <strong>de</strong> lealtad y <strong>de</strong> obedienciaa mi comunidad. Soy todavía un dominico aunque haya violado algunas reglas.Tengo la convicción <strong>de</strong> que Dios me ha conducido por este camino. Podría estarequivocado, pero no me importa. A través <strong>de</strong> Cristo se nos conce<strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>equivocarnos. No acce<strong>de</strong>mos al cie<strong>lo</strong> por calificaciones sobresalientes, sino por lagracia <strong>de</strong> Dios. Cuando uno vive en medio <strong>de</strong> ambigüeda<strong>de</strong>s, se apren<strong>de</strong> que lamisericordia divina nos mantiene en una posición segura y no la soberbia <strong>de</strong> sentirnosmoralmente superiores. Una vez más aprendo el sentido <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> Dios, algo quese ha repetido en varias oportunida<strong>de</strong>s en mi vida.También creo que no siempre po<strong>de</strong>mos justificar por anticipado a través <strong>de</strong>nuestro intelecto qué acciones ejecutaremos en la vida. A menudo la única manera quese apren<strong>de</strong> es por medio <strong>de</strong> la confianza en <strong>lo</strong>s propios instintos y aceptar <strong>lo</strong>s tropiezosen la marcha, y también suplicarle la guía <strong>de</strong> Dios. Para que nuestra comprensiónprogrese, <strong>de</strong>bemos a veces vivir más allá <strong>de</strong> <strong>lo</strong> que pueda articular nuestra teo<strong>lo</strong>gía onuestra ciencia. No se comprueba <strong>lo</strong> que se apren<strong>de</strong> hasta que se convierte en unaexperiencia <strong>de</strong> vida.Creo firmemente en algo que no es muy original que digamos: que el celibato<strong>de</strong>l clérigo no pue<strong>de</strong> ser nunca la única opción <strong>de</strong> la Iglesia. Es cierto que Jesús dijo quesi <strong>de</strong>seamos seguir<strong>lo</strong> <strong>de</strong>bemos cargar con su cruz. Nunca sugirió que inventáramosnuestras propias cruces, fingiendo que éstas eran el camino a la santidad. Vivimos enuna iglesia don<strong>de</strong> la jerarquía ha dispuesto cargas sobre la gente y sin levantar un <strong>de</strong>dopara ayudar<strong>lo</strong>s a trasladarlas.207


Muchos sacerdotes no cumplen con el voto <strong>de</strong>l celibato. No hablan sobre susexperiencias y viven en secreto por miedo a llamar la atención y soportar sanciones que<strong>lo</strong>s aleje <strong>de</strong>l ministerio sacerdotal. A <strong>lo</strong>s sacerdotes y a <strong>lo</strong>s religiosos que no cumplencon este voto, se <strong>lo</strong>s acusa a menudo <strong>de</strong> estar confundidos o <strong>de</strong> carecer <strong>de</strong> vidaespiritual. Les or<strong>de</strong>nan que recen más para que puedan vencer sus tentaciones. En miexperiencia personal fue precisamente porque recé e hice esfuerzos para profundizar mirelación con Dios que terminé don<strong>de</strong> terminé. ¿Quién <strong>lo</strong> <strong>hubiera</strong> <strong>dicho</strong>? Pero proclamo<strong>lo</strong> que he visto y oído. Y elevo una plegaria para que la voz <strong>de</strong>l Espíritu se oiga en todala tierra.Notas al capítu<strong>lo</strong> 17:(113) Muy a menudo empleamos la palabra ―imaginación‖ en un sentido negativopara significar que algo no fue real: ―Lo estás imaginando.‖ Por el contrario,<strong>lo</strong>s terapeutas va<strong>lo</strong>ran la imaginación y la usan como un medio <strong>de</strong> abrir unaparte esencial <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> un individuo y <strong>de</strong> su realidad. En estaexperiencia, mi imaginación refleja la realidad <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> Dios conrespecto a mí. Fue una impresión tan intensa que <strong>de</strong>seaba actuar sobre ella.(114) Como predicaba mi amigo Tommy Tyson, Dios le habló a Balaam a través <strong>de</strong>su burro. Esto no significaba que cada rebuzno <strong>de</strong>l burro era palabra <strong>de</strong> Dios.(115) Cuernavaca está a una hora <strong>de</strong> viaje en autobús <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> México.(116) Jan está felizmente casada con un hombre que quiero y respeto mucho.(117) Su madre y yo llegamos a ser amigos. Nada abre la puerta al corazón <strong>de</strong> unamadre más rápido que contemplar la felicidad <strong>de</strong> su hijo. Cuando me mudé <strong>de</strong>nuevo a <strong>lo</strong> <strong>de</strong> Juan Car<strong>lo</strong>s, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año y medio <strong>de</strong> separación, su madrefue la primera en llamarme para contarme que le alegraba mucho la noticia.ConclusiónEl mal <strong>de</strong> Parkinson me convoca <strong>de</strong> regreso a casaAquel<strong>lo</strong>s diez años en México fueron el período más largo que permanecí encualquier lugar don<strong>de</strong> me asignaron en mis años <strong>de</strong> dominico. Podría haber continuado208


allí por un plazo in<strong>de</strong>terminado. Había muchos proyectos inconclusos y otros tantos queme <strong>hubiera</strong> gustado empren<strong>de</strong>r. Me sentía feliz. ¿Qué otra cosa podía pedir?Bueno, el provincial y el neuró<strong>lo</strong>go que me atendía sí pensaron en esa ―otracosa‖ y me aconsejaron que regresara a Chicago <strong>de</strong>bido a mi salud. El mal <strong>de</strong> Parkinsoniba empeorando y estaba cerca <strong>de</strong>l límite <strong>de</strong> la medicación que mi cuerpo podía tolerar.Esta enfermedad es astuta y diabólica. No sabía con quién me enfrentaba, algoque tal vez tenía muchos nombres y disfraces diferentes. Para mí, al principio era unmalestar <strong>de</strong> poca importancia y pensaba que só<strong>lo</strong> se trataba <strong>de</strong> un problema <strong>de</strong> manostemb<strong>lo</strong>rosas. Todo <strong>lo</strong> que se requería era un poco <strong>de</strong> medicación, y acaso algún díalejano en el futuro, podría probar con una cirugía si <strong>lo</strong>s remedios no bastaban. Tambiénexistía la posibilidad <strong>de</strong> que por entonces la medicina <strong>hubiera</strong> avanzado <strong>lo</strong> suficientecomo para que la intervención quirúrgica no fuera necesaria. ¿Para qué preocuparme? Ysin embargo, me fastidiaba que me preguntaran sobre mi salud, e incluso que a veces nopudiera retirarme <strong>de</strong> <strong>de</strong> la iglesia por mis propios medios, y tres hombres tuvieran quecargar conmigo para llevarme a la rectoría. Ante esto me reía, hacía bromas sobre lasituación. Y <strong>lo</strong>s miembros <strong>de</strong> la parroquia se tranquilizaban al observar que tomaba lascosas con humor. Lo que ignoraban era que me reía <strong>de</strong>bido al miedo, no porque tuvierafe.Podía sentir <strong>lo</strong> que le ocurría a mi cuerpo. Advertía que el Parkinson no só<strong>lo</strong>ataca al cuerpo sino también a la mente. Sufría terribles ataques <strong>de</strong> pánico provocadospor una medicación, algo que por suerte se <strong>de</strong>tectó a tiempo y <strong>lo</strong> solucionaron. Perocomenzaba a per<strong>de</strong>r el control sobre mí mismo, me poseía el miedo y no saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong>provenía <strong>lo</strong> que me amenazaba, me volvía paranoico y pensaba que <strong>lo</strong>s médicos y <strong>lo</strong>svecinos trataban <strong>de</strong> envenenarme, tenía ataques <strong>de</strong> llanto histérico y a la vez suplicaba aDios que me liberara. Todos estos síntomas pesaban <strong>de</strong>masiado y hubo cambios en mipersonalidad. Pasé etapas <strong>de</strong> manías, como por ejemp<strong>lo</strong>, levantarme a las dos <strong>de</strong> lamañana y escribirle cartas extrañas y maníacas a mis amigos y a <strong>lo</strong>s médicos. A vecesme ponía agresivo y le agra<strong>de</strong>cía a Dios que mis amigos me comprendieran aunque <strong>lo</strong>smaltratara en alguna reunión o cuando <strong>lo</strong>s visitaba.No podía tolerar <strong>de</strong>masiada estimulación física o mental. La liturgia <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sdomingos, tan concurridos y con rituales elaborados, me sobrepasaba. Perdía misfuerzas y <strong>lo</strong>s hombres <strong>de</strong> la parroquia tenían que trasladarme <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el altar hasta micuarto. Una caminata por el centro <strong>de</strong> la ciudad un sábado por la tar<strong>de</strong> podía<strong>de</strong>sequilibrarme: parecía un borracho, zaran<strong>de</strong>ándome al paso, mientras que mis amigos209


me sostenían <strong>de</strong>l brazo. En la tienda <strong>de</strong>l aeropuerto a menudo me paralizaba y noconseguía que mis piernas reaccionaran. El problema era la variedad <strong>de</strong> formas y <strong>de</strong>co<strong>lo</strong>res que cambiaban en cada esquina que doblaba. Tenía que calcular adón<strong>de</strong> <strong>de</strong>seabair y si podría tolerar<strong>lo</strong>. Ninguna opción parecía positiva y todo era como si estuvierafuera <strong>de</strong> la realidad.Debía abandonar la parroquia. No se trataba <strong>de</strong> una cuestión laboral, sino <strong>de</strong> lapreocupación genuina <strong>de</strong> la gente, que no paraba <strong>de</strong> preguntar sobre mi salud. Cuandotenía un buen día, pensaban que comenzaba una cura sin reconocer que se trataba <strong>de</strong> unatregua muy bienvenida. No me ayudaban. En cuanto a mí, insistía en negar unaenfermedad progresiva e incurable. No necesité que me dieran un mensajeesperanzador, por mucho que creyera en el ministerio <strong>de</strong> la sanación.A pesar <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s días <strong>de</strong> respiro, observaba mi <strong>de</strong>terioro. La preocupación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>smiembros <strong>de</strong> la parroquia me irritaba a pesar <strong>de</strong> que <strong>de</strong>mostraban afecto. Deseaba queno me dijeran nada al respecto. Mi capacidad para trabajar disminuyó dramáticamente.Cada reunión en la que <strong>de</strong>bía permanecer sentado por un par <strong>de</strong> horas significaba quetendría que tendrían que trasladarme atravesando sa<strong>lo</strong>nes hasta el taxi que me llevaría<strong>de</strong> regreso a casa. Y <strong>lo</strong>s últimos nueve meses en México tuve que contratar a unacompañante que estuviera todo el tiempo conmigo durante el día. Si estaba a solas,temía un sufrir un ataque <strong>de</strong> pánico, o caer sin que <strong>hubiera</strong> nadie cerca para ayudarme.Cuando estaba <strong>de</strong>masiado agotado para hacer cualquier cosa que no fuera permaneceren la cama, ahí estaba Marcos para prepararme una comida o hacer alguna diligencia.Nos hicimos amigos y todavía <strong>lo</strong> extraño.No quería que el mal <strong>de</strong> Parkinson controlara mi vida. Deseaba permanecer enMéxico y a<strong>de</strong>más contaba con médicos excelentes y personal <strong>de</strong> asistencia muy idóneo.A<strong>de</strong>más, esta estaba en mi hogar. Me <strong>hubiera</strong> gustado quedarme allá por el resto <strong>de</strong> mivida, e incluso había empezado a averiguar sobre <strong>lo</strong>s trámites para obtener la ciudadaníamexicana.Y entonces vino la conmoción. Nuestro programa <strong>de</strong> seguro ya no podíareembolsar <strong>lo</strong>s gastos <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s medicamentos. Tenía que recurrir a Medicare, <strong>lo</strong> que meobligaba a residir en <strong>lo</strong>s Estados Unidos. Michael, el provincial, también opinaba queera la obligación <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s hermanos hacerse cargo <strong>de</strong> mí, que en la provincia teníamosrecursos para cuidarme para cualquier necesidad y <strong>de</strong> que ya era evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que yo nopodía cuidarme por mis propios medios. Quería que regresara allá. El doctor Riestraestuvo <strong>de</strong> acuerdo. En cuanto a mí, me resistí a la i<strong>de</strong>a pero no tenía otra opción y me210


con<strong>de</strong>scendí al juicio <strong>de</strong> mi superior: el voto <strong>de</strong> obediencia aún tenía un peso importanteen mi vida.Me humilla esta maldición <strong>de</strong>l Parkinson. Ha introducido la inseguridad en mivida y ya no tengo control sobre mis emociones, algo característico en mí, y siempreestán en la superficie listas para estallar por un motivo justo o no. Pequeños rasgos <strong>de</strong>paranoia se solidificaron como una masa <strong>de</strong> roca. Debo esforzarme para superar todoesto y ver las cosas como son. Me vuelvo maníaco y hab<strong>lo</strong> <strong>de</strong>masiado o <strong>de</strong>svarío. Mepreocupa lucir como un <strong>lo</strong>co. Después <strong>de</strong> ser tan in<strong>de</strong>pendiente, <strong>de</strong>sear hacer las cosaspor mí mismo, cumplir la función <strong>de</strong> alguien que brinda servicio a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>más y<strong>de</strong>spreocuparme <strong>de</strong> mí, ahora tengo que aceptar que me trasla<strong>de</strong>n en vez <strong>de</strong> caminar,permitir que otros se ocupen <strong>de</strong> mis tareas, animarme a <strong>de</strong>cir ―no puedo hacer<strong>lo</strong>‖aunque el pedido sea urgente, reconocer que cada vez más me convierto en espectador ymenos actor. Siento toda esta invali<strong>de</strong>z.Debo aceptar<strong>lo</strong>. Me repito las palabras que son el principio que me sostiene en lavida: uno acce<strong>de</strong> al cie<strong>lo</strong> a través <strong>de</strong> la gracia y no por las calificaciones altas. Recuerdoel relato <strong>de</strong> Teresa en el que evoca la preocupación <strong>de</strong> su hermana cuando le confesóque en día <strong>de</strong>l Juicio Final no tendría nada que ofrecerle al Señor. Y la reacción <strong>de</strong>Teresa (rezo para tener la misma) fue que esto la hacía sentir feliz porque dado que notenía nada que ofrendar a Dios, el mismo Dios le brindaría todo. Si sabemos cómo lidiarcon esto, una enfermedad pue<strong>de</strong> convertirse en una experiencia contemplativa ytransformadora.El provincial comprendió mis necesida<strong>de</strong>s muy bien. Temía que me asignara unministerio <strong>de</strong> tiempo parcial dado que mi aspecto parecía tan bueno. No puedo hacer<strong>lo</strong>.Tal vez podría trabajar en estas condiciones durante una semana o dos, pero no puedoasegurar nada cotidiano y ni siquiera <strong>de</strong> una hora a la otra <strong>de</strong> que voy a completar latarea que me soliciten. A <strong>lo</strong> mejor me encuentro bien y <strong>de</strong> pronto, sin previo aviso, yano puedo hacer nada. Mi grupo Vino Nuevo se acostumbró a mis llamados <strong>de</strong>emergencia <strong>de</strong> último momento. El provincial me dijo que no aceptara ningúncompromiso, y que só<strong>lo</strong> hiciera <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seaba cuando tuviera ganas. Su actitud nopodía ser más comprensiva. También me dio permiso para vivir en cualquiera <strong>de</strong> <strong>lo</strong>sestablecimientos que eligiera, y que estaba dispuesto a correr con <strong>lo</strong>s gastos <strong>de</strong> mitraslado para que <strong>lo</strong>s visitara antes <strong>de</strong> tomar la <strong>de</strong>cisión. No era necesario: me bastó conla consulta <strong>de</strong> un catá<strong>lo</strong>go <strong>de</strong> la provincia don<strong>de</strong> se enumeraban todos <strong>lo</strong>s lugares y elpersonal correspondiente. En el mes <strong>de</strong> diciembre anterior, cuando había estado <strong>de</strong>211


visita en <strong>lo</strong>s Estados Unidos, le había confiado a mis amigos que <strong>de</strong> ninguna maneraregresaría a San Pío, en Chicago. ―Antes <strong>de</strong> volver allá preferiría abandonar al Or<strong>de</strong>n,‖exclamé. Mi experiencia en esa parroquia no había sido buena. Una institución gran<strong>de</strong>formada por veintisiete frailes, y aunque el edificio estuviera reciclado, aún mantendríael aspecto institucional. Imaginaba una casa don<strong>de</strong> nadie compartiría nada y todo elmundo viviría aislado. Los hermanos rezarían juntos, comerían juntos y luego semarcharían a sus respectivos cuartos para ver televisión y hablar consigo mismos. En laépoca <strong>de</strong> <strong>de</strong> estadía en San Pío, el establecimiento estaba dividido: por un lado, <strong>lo</strong>sliberales, y por el otro, <strong>lo</strong>s conservadores. Las reuniones eran frías y hostiles. Ya noquería más tensión sino tranquilidad.Fui el primero en sorpren<strong>de</strong>rme cuando solicité regresar a San Pío <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>barajar otras posibilida<strong>de</strong>s (uno <strong>de</strong>be tener cuidado con las afirmaciones categóricas:<strong>de</strong>cir ―nunca‖ es una clara señal <strong>de</strong> que un ―sí‖ viene en camino). Cambié <strong>de</strong> opiniónporque San Pío era un ámbito familiar. ¿Para qué iba a empezar en un lugar don<strong>de</strong> nadieme conociera? La comunidad había cambiado radicalmente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi partido. Las peleasentre la iglesia y la Or<strong>de</strong>n eran cosa <strong>de</strong>l pasado. San Pío estaba lleno <strong>de</strong> hermanos quese tenían afecto entre el<strong>lo</strong>s y que a<strong>de</strong>más cuidaban uno <strong>de</strong>l otro. A medida quetranscurre el tiempo conozco la bondad <strong>de</strong> estos hermanos. Vivir entre el<strong>lo</strong>s esedificante y estimulador, como una ósmosis que me permite madurar en gracia y ensabiduría.La <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> retornar a Chicago fue acertada. No podría manejar un autonunca más: si otro auto se a<strong>de</strong>lantara al que condujera, si me encandilara una larga línea<strong>de</strong> luces <strong>de</strong> frente o si ocurrieran otras cosas me harían per<strong>de</strong>r la estabilidad y meparalizaría y podría causar un acci<strong>de</strong>nte terrible. En San Pío había transporte públicoaccesible. No necesitaba <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nadie que me trasladara y podría conservar miin<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia al menos por un tiempo más largo.El provincial Michael había pensado que podría regresar en el mes <strong>de</strong> mayo.Solicité quedarme hasta fines <strong>de</strong> agosto. Quería pro<strong>lo</strong>ngar mi estadía porque habíatantas cosas para hacer. Finalmente me fui <strong>de</strong> México en junio. Una vez que la partidaera una <strong>de</strong>cisión tomada no <strong>de</strong>seaba estirar el do<strong>lo</strong>r <strong>de</strong>l adiós. Había <strong>de</strong>sarrollado milabor hasta don<strong>de</strong> me daban las fuerzas y las semillas sembradas comenzaban agerminar. A<strong>de</strong>más, Juan Car<strong>lo</strong>s y yo habíamos l<strong>lo</strong>rado bastante. Tiempo <strong>de</strong> partir.Le pedía Juan Car<strong>lo</strong>s que me acompañara en el viaje a casa. Necesitaba alguienque me ayudara a manejarme en <strong>lo</strong>s aeropuertos y trasladar mi equipaje, y por sobre212


todas las cosas, que me diera apoyo moral. Tenía miedo. Regresaba a un esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vidaque había abandonado hacía mucho tiempo y que no refleja el tipo <strong>de</strong> persona que enverdad yo soy. Pero amo a <strong>lo</strong>s hermanos y en tanto sigo pesimista con respecto al futuroen el esti<strong>lo</strong> <strong>de</strong> vida en el día <strong>de</strong> hoy, había jurado cumplir con el mismo hasta el fin <strong>de</strong>mis días. E incluso si creo que necesitamos un cambio radical <strong>de</strong> imagen, la concepcióndominica es la que aún me inspira. Si nos hundimos en el océano, aún en este caso<strong>de</strong>searía hundirme junto con mis hermanos. Se trata <strong>de</strong> mi familia y han sido muygenerosos conmigo. Me han dado oportunida<strong>de</strong>s que probablemente no <strong>hubiera</strong> tenidoen ninguna otra parte.Con todo, la situación era extraña. Al hombre que había amado profundamente,el que nunca <strong>hubiera</strong> <strong>de</strong>seado abandonar, le solicité que me acompañara a Chicago, a mihogar junto a mis hermanos. Tal vez porque se trataba <strong>de</strong>l único que podía compren<strong>de</strong>ren profundidad <strong>lo</strong> que <strong>de</strong>jaba atrás, el único que <strong>de</strong>seaba a mi lado por entonces, elúnico que me había colmado <strong>de</strong> dicha durante nueve años, el único que me habríacausado problemas si no me permitía regresar a mi país.Ya me explayé <strong>de</strong>masiado. Quisiera terminar con un sermón que pronuncié en laparroquia <strong>de</strong> San Simón, en la ciudad <strong>de</strong> México, don<strong>de</strong> tuve la oportunidad <strong>de</strong> celebrarmi cuadragésimo aniversario como sacerdote. No sabía exactamente que iba a <strong>de</strong>cir enaquella ocasión hasta que por fin comencé a hablar. Fue un agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> corazón apor la vida que había llevado, por mis amigos, mi familia, la gente a quien la había dadouna palmada en <strong>lo</strong>s hombros y aquel<strong>lo</strong>s cuyas vidas me estimularon para convertirme enmejor persona. Y les agra<strong>de</strong>zco a uste<strong>de</strong>s, mis lectores, que se hayan tomado el tiempo<strong>de</strong> leer estas reflexiones. Escribí estos textos con mucho amor y espero que les llegue atodos uste<strong>de</strong>s para que también puedan continuar con su travesía en pos <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong>lDios a cualquier lugar don<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s lleve.***Sermón <strong>de</strong> Jerry Cleator pronunciado en la ocasión <strong>de</strong>l cuadragésimo aniversario<strong>de</strong> su ordinación como sacerdote <strong>de</strong> la Iglesia Apostólica y Romana. (118)He reflexionado sobre este sermón durante unos días, y aún no estoy seguro <strong>de</strong><strong>lo</strong> que <strong>de</strong>seo expresar. Pero ahora empiezo.Probablemente recuer<strong>de</strong>n el relato <strong>de</strong> San Francisco <strong>de</strong> Asís. Un día le manifestóa un fraile: ―Hermano, ponte el abrigo, nos vamos a predicar al pueb<strong>lo</strong>.‖ Caminaron por213


la <strong>lo</strong>calidad, pero Francisco no abría la boca. Cuando regresaron al convento, el fraileque <strong>lo</strong> acompañaba le pregunté: ―Padre Francisco, ¿no íbamos a predicar?‖ Franciscorespondió: ―Lo hicimos con nuestra presencia.‖Espero que durante estos cuarenta años <strong>de</strong> sacerdocio mi presencia haya sido <strong>de</strong>alguna manera un sermón. Por el otro lado, soy un dominico y no puedo permanecercallado y tengo que <strong>de</strong>cir algo. Por <strong>lo</strong> menos, tengo que contarles por qué caminé por laciudad sin abrir la boca.Permítanme reflexionar un poco. Cuarenta años atrás, el grupo que iba a seror<strong>de</strong>nado consistía <strong>de</strong> veintiún seminaristas. Hoy quedamos cinco. Uno murió y <strong>lo</strong>sotros abandonaron. No estoy seguro <strong>de</strong>l motivo <strong>de</strong> su partida y tampoco <strong>de</strong> mipermanencia. Sé que no soy más piadoso que el<strong>lo</strong>s.No recibí el llamado para el sacerdocio por alguna característica especial <strong>de</strong> mipersona. Soy santo y pecador como cualquiera <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s. En mi condición <strong>de</strong>sacerdote, soy apenas un mendigo que les sugiere a otros mendigos dón<strong>de</strong> pue<strong>de</strong>nconseguir pan. El pan que Dios nos ofrece es tan nutritivo que nos brinda vida enplenitud. Nos permite compartir la misma vida <strong>de</strong> Dios, algo que vale la pena difundir.La misión que he ejercido en tanto sacerdote es compartir esta buena nueva. Amé estatarea a <strong>lo</strong>s largo <strong>de</strong> estos cuarenta años. Pero sigo siendo un mendigo, como cualquierotra persona.El único adorno que solicité que co<strong>lo</strong>caran para esta celebración es la cita quepue<strong>de</strong>n leer en la pared junto al sagrario. No quise nada más. Es un verso <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s efesiosque había encargado imprimir en mi tarjeta recordatoria <strong>de</strong> mi or<strong>de</strong>nación. Segúnpasaron <strong>lo</strong>s años perduró como el principio al que me aferré en la vida. La cita enaquella tarjeta y la <strong>de</strong> pared fueron abreviadas. Voy a citar el texto completo:―Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,precisamente cuando estábamos muertos a causa <strong>de</strong> nuestros pecados, nos hizo revivircon Cristo — ¡uste<strong>de</strong>s han sido salvados gratuitamente!— y con Cristo Jesús nosresucitó y no hizo reinar con él en el cie<strong>lo</strong>.Así, Dios ha querido <strong>de</strong>mostrar a <strong>lo</strong>s tiempos futuros la inmensa riqueza <strong>de</strong> sugracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque uste<strong>de</strong>s han sido salvados porsu gracia, mediante la fe. Esto no proviene <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s, sino que es un don <strong>de</strong> Dios; y noes el resultado <strong>de</strong> las obras, para que nadie se g<strong>lo</strong>ríe. Nosotros somos creación suya


Esta es la experiencia <strong>de</strong> vida y el mensaje que he predicado.Cuando leemos en el evangelio <strong>de</strong> la eucaristía <strong>de</strong> este domingo, vemos a Jesúsque llama a Mateo para que <strong>lo</strong> siga, y Mateo se levanta y <strong>de</strong>ja toda por él. Muchoscomentadores piensan que no pudo haber ocurrido <strong>de</strong> inmediato, que seguramente esteno fue el primer encuentro entre ambos, que el<strong>lo</strong>s se habrían reunido en muchas otrasocasiones antes <strong>de</strong> que Jesús <strong>lo</strong> convocara.Tal vez sea cierto, pero no <strong>lo</strong> creo. Es probable que Mateo haya observado aJesús predicar en la plaza pública y que haya advertido su sentido <strong>de</strong> la compasióncuando le dirigía a su audiencia. Incluso podría haber<strong>lo</strong> visto curar a <strong>lo</strong>s enfermos oexorcizar a <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>monios. Algo sabía sobre este hombre. Con todo, en mi opinión estefue el primer encuentro en persona, la primera vez que Jesús le habló, y entonces selevantó y <strong>de</strong>jó atrás toda su vida anterior.¿Por qué respon<strong>de</strong>ría tan rápido? No parece razonable. Pienso que se <strong>de</strong>be a queJesús no consi<strong>de</strong>raba a Mateo como otras personas. Jesús convocó a Mateo cuandoestaba pecando. En ese momento estaba robándole algo a alguien. Era un recaudador <strong>de</strong>impuestos y esto es <strong>lo</strong> que hacían estos hombres en aquella época. Y todo el mundopodía ver<strong>lo</strong>. Mateo era alguien <strong>de</strong>spreciado en la sociedad. Estaba aislado en el aspectosocial y permanecía junto a <strong>lo</strong>s publicanos y a otros recaudadores <strong>de</strong> impuestos.Pero Jesús vio más allá <strong>de</strong>l mero recaudador <strong>de</strong> impuestos. Vio la bondad en élque estaba por nacer. Vio a un apóstol, un testigo <strong>de</strong> la Buena Nueva <strong>de</strong> Dios. Yentonces le dijo: ―Ven, sígueme.‖¿No es esto <strong>lo</strong> que todos <strong>de</strong>seamos y necesitamos? Sabemos que somospecadores, que somos débiles y tenemos muchos <strong>de</strong>fectos. Pero, ¿no anhelamos quealguien crea en nosotros y afirme la bondad a punto <strong>de</strong> surgir <strong>de</strong> nuestro interior?Cuando alguien cree en nosotros, es casi imposible no reaccionar. Jesús vio al Mateoreal mientras que <strong>lo</strong>s otros solamente al recaudador <strong>de</strong> impuestos. Jesús creía en Mateoy Mateo <strong>lo</strong> sintió. De inmediato fue capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar todo y comenzar <strong>de</strong> nuevo.En la primera lectura (Ósea 6), la palabra es clara. Dios dijo que <strong>de</strong>seaba amorantes <strong>de</strong>l sacrificio. Para mí es interesante que cuando la gente opina sobre el sacerdote,primero piensan en el sacrificio, piensan que tiene el po<strong>de</strong>r que otros no tienen conrespecto a la renovación <strong>de</strong>l sacrificio <strong>de</strong> la cruz y para ejecutar la eucaristía.Sin embargo, no existe la eucaristía sin amor entre nosotros. La primeraresponsabilidad que asumo en tanto sacerdote no es li<strong>de</strong>rar la liturgia. La primera tareaes ayudarnos entre todos para crecer en el amor, y que contribuyamos para que nos sea215


posible ver el potencial <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros mismos, y también la bondad que Dios creóen nosotros y que convocó para que podamos seguir a Jesús.Muchas personas no compren<strong>de</strong>r su propia bondad y sus dones, y necesitan quelas estimulen y las convenzan para entrar en acción, para asumir su función en el reino<strong>de</strong> Dios. En tanto sacerdote, esto es <strong>lo</strong> que se requiere que yo promueva. Una vez máscomo Jesús cuando le dice a Mateo: ―Ven, sígueme.‖En estos cuarenta años <strong>de</strong> sacerdocio recibí distintos tipos <strong>de</strong> bendiciones. ¿Cuál<strong>de</strong> ellas fue la más conmovedora? Uste<strong>de</strong>s. Ésta es la respuesta.En mi condición <strong>de</strong> sacerdote muchas persones me confiaron sus vidas y<strong>de</strong>scubrí un mundo lleno <strong>de</strong> gente buena, genuinos santos <strong>de</strong> Dios. Nos atascamos tantoal contemplar <strong>lo</strong> maligno, todo <strong>lo</strong> ma<strong>lo</strong> que inva<strong>de</strong> al mundo, que pasamos por alto elhecho <strong>de</strong> que hay tantas cosas positivas y tanta gente buena. En el medio <strong>de</strong> nuestrospecados, somos en verdad la Santa Iglesia Católica. La conciencia <strong>de</strong> que me inspiranestos santos <strong>de</strong> Dios me brinda la energía y la motivación <strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lante. Me inspiravuestra presencia en este temp<strong>lo</strong> en el día <strong>de</strong> hoy. Y si cumplí con mi cometido en micondición <strong>de</strong> sacerdote, esto es algo que se <strong>lo</strong>s <strong>de</strong>bo a uste<strong>de</strong>s.Notas a la conclusión:(118) En realidad, no pronuncié este sermón en inglés sino en español: algoimprovisado, sin nota alguna, y <strong>lo</strong> escribí al día siguiente. Cuando <strong>lo</strong> leyeron algunaspersonas que <strong>lo</strong> habían escuchado, me dijeron que la recreación era correcta. Megustaría agregar con orgul<strong>lo</strong> que para mí fue sermón excepcionalmente breve.Comprobé que podía <strong>lo</strong>grar<strong>lo</strong> si me <strong>lo</strong> proponía.216


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