George GershwinBrooklyn, Nueva York, 25-ix-1898; Beverly Hills, California, 11-vii-1937Rhapsodie in Blue, para dos pianosVersión original de G. GershwinResulta llamativa la sentencia de un caballero <strong>del</strong> jazz comoDuke Ellington, en la que afirma que no existe “nueva música”después de Stravinsky –véase la cita que aparece al inicio de lasnotas–. Esta sentencia, personal si quieren, pero que invita ala reflexión, es idónea en un programa como el presente, enel que se pone en evidencia que la línea entre la revoluciónrítmica promovida por Stravinsky tras sus ballets El pájaro de fuego,La consagración de la primavera y Petrouchka y el Jazz, con sus ritmossincopados, el swing y la improvisación, resulta muy <strong>del</strong>gada eincluso algo confusa.George Gershwin manifestó en The Composer in the Machine Age–1930– que “una composición entera escrita en jazz no podríavivir”. Son muchos los que han calificado su Rhapsodie in Blue comouna obra de jazz. Probablemente inducidos a la confusión porlos ritmos utilizados por Gershwin –que ciertamente imitano sugieren el swing y el uso sistemático de un ritmo sincopadopropio <strong>del</strong> jazz– y por el título algo malicioso con que elpropio Gershwin quiso provocar esta confusión, muchos hanconsiderado a Gershwin como un sinfonista de jazz. Una formaalgo sui generis de rebajar su categoría. Nada más lejos de larealidad, Gershwin es ante todo, un gran compositor y, son desobra conocidas las sugerencias de Maurice Ravel al compositornorteamericano al ser requeridas sus enseñanzas en composición:“yo no tengo nada que enseñarte, sigue con tu estilo artístico”.De forma habilidosa, Gershwin recreó el género jazzísticobajo las formas clásicas, utilizando los máximos recursos
disponibles: trinos y glissandi en el clarinete,trompeta con sordina, ritmos sincopadosy algunas notas propias <strong>del</strong> blues. Eltítulo, como decimos no es casual. Larapsodia remite a una forma típica <strong>del</strong>romanticismo, en la que la música fluye deforma libre y continua, enlazando temassin relación entre ellos y sin aparenteestructura –al contrario que la sonata–,mientras que el apelativo in blue sugiere undoble juego de palabras. Por una parte,remite al género blues, nacido de loscantos de trabajo y los negro spiritualsde la comunidad afroamericana, en lostiempos de su esclavitud, que da formaal jazz. Por otra parte, in blue sugieretambién un juego sinestésico propio de lossimbolistas –tal y como hacía por ejemploDebussy– y la atribución <strong>del</strong> color azul a lanostalgia y tristeza propia, por otra parte,<strong>del</strong> carácter originario <strong>del</strong> género blues.Sentencias como las de LeonardBernstein –The Atlantic Monthly, 1955– sonsintomáticas de un momento efervescentea nivel creativo: “La Rhapsody no es unacomposición. Es una sucesión de párrafosseparados pegados entre sí con un pocode pasta hecha de harina y agua (…) Nocreo que haya habido un compositor demelodías tan inspirado desde Tchaikovski(…) pero si de compositores hablamos,entonces es otro asunto.”. Llama laatención que un compositor y músico <strong>del</strong>a talla de Bernstein sea capaz de emitircomentarios de este tipo, pero cabedecir que en algo estaba en lo cierto. LaRhapsody es precisamente una rapsodiapor su condición de unir “párrafos”melódicos de forma sucesiva y sin relaciónalguna entre ellos y, aún más en lo cierto,la inventiva melódica de Gershwin es dignade envidia, como es evidente.La famosa Rhapsody in Blue, más conocidaen su versión para piano y orquesta, fueoriginalmente compuesta para dos pianosy, posteriormente, para piano y BigBand –formación de vientos–. En estaformación se estrenó el 12 de febrero de1924 en el Aeolian Hall de Nueva York,a cargo de la Jazz Band de Paul Withemany el propio autor como solista. Pese a lassusceptibilidades que generaba el hecho deque pudiera, aparentemente, mezclarse elJazz con la música clásica, la obra tuvo unéxito arrollador en su estreno.La versión de la Rhapsodie in Blue parados pianos, obviamente, no contiene eltemido y esperado glissando <strong>del</strong> clarinete,pero éste está sugerido por una escalasutil que se ve completada con unostrinos que rápidamente sitúan al oyenteen la atmósfera nocturna, nostálgica,jazzística... de las calles de una ciudadnorteamericana a principios <strong>del</strong> siglo xx.Breve, con respecto a la gran cantidad detemas que llega a exponer en el tiempoque dura la misma –unos quince minutosaproximadamente–, la versión para dospianos no desmerece las posterioresversiones para Big Band u orquesta, sinoque más bien sugiere el ambiente <strong>del</strong>os locales en que el Jazz iba haciéndosehueco paulatinamente en los oídos de losnorteamericanos.