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BILBAO EL SUR TAMBIEN EXISTE - Alberto Lopez Arquitecto

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mucho éramos niños, la vida en nuestras ciudades se desarrollaba así. Y eso hay que sentirlocomo una verdadera perdida en términos de calidad de vida. En este sentido el tiempo es unavariable importante, tanto que lo destinado a desplazamiento es, en una ciudad, un verdaderoíndice de su calidad de vida. A más tiempo perdido en desplazamiento menos calidad de vida.Por otra parte el tiempo destinado a desplazamientos para ir al trabajo, la compra, laescuela o la diversión, esta íntimamente relacionado con la congestión viaria y de los sistemasde transporte. El incremento de los motivos de desplazamiento conlleva más motorización ycongestión. Tan es así que los problemas de tráfico nunca se solucionarán si no se acometendesde el planeamiento políticas urbanísticas de mixtura de usos, orientadas, como se sueledefender, no solo a mejorar la diversidad de la vida urbana, sino también a reducir el volumende desplazamientos. La disuasión de los movimientos de tráfico no solo esta en aumentar laoferta del transporte público y en una ciudad densa, sino en la disposición de los usos en lapropia ciudad. A mayor dispersión funcional en el territorio, mas necesidades de movilidad.Por eso también frente a las políticas desrreguladoras es fundamental el planeamiento de losusos. En este sentido, el funcionalismo esquemático y radical de la urbanística moderna hasido no solo el destructor de la ciudad histórica sino también el responsable de la dispersión dela ciudad en el territorio ( Universidad de Leioa), que ha venido unida a la explosión de lamotorización privada y al déficit crónico de los transportes públicos.Una ciudad construida con tranquilidad, sin los agobios políticos de Madrid oBarcelona, sin tener que competir con ellas en el concierto de ciudades europeas (¿qué esrealmente esa competencia si no una lucha por la cuota de mercado de las clases mediaseuropeas?), sin tener que parecernos a otras haciendo los proyectos que hacen otras, sin tenerque recurrir a las grandes empresas porque no se llega a la fecha de la inauguración de no seque evento, gran obra pública o palacio de exposiciones, sin tener que ser más grande ni mejorque nadie, sin renunciar a la propia identidad, sin tener que borrar el pasado para sustituirlopor una modernidad espectacular.Bilbao necesita volver a mirarse a sí misma, hacia sus problemas de siempre,olvidándose de lo que de ella digan los demás en sus preciosas revistas de arquitectura y en suscongresos de ciudades que llaman sostenibles.El entendimiento de la ciudad en los tiempos que corren tiene que volver areformularse, en claves parecidas a las que formulamos y defendimos antes de que ladesregulación urbanística neoliberal campeara a sus anchas.La ciudad no puede entenderse como un mercado inmobiliario para la accióndiscrecional de los inversores públicos o privados, ni el territorio como un espacio ageográficoa libre disposición de corporaciones económicas o grupos políticos y sus proyectos estrella,casi siempre con un sustrato inmobiliario.La ciudad no puede travestirse con bambalinas arquitectónicas, abandonando sucarácter y adulterando su historia para conseguir una parte del pastel del mercado turístico.La ciudad no puede ser tampoco un centro comercial, ni el lugar del espectáculo y elentretenimiento para los visitantes consumistas, ante los que, para agradar, hay que plegarsehasta el ridículo.Ni claro está, tampoco la ciudad es el lugar para la gran obra de arte de arquitectura,como pretenden los demiurgos arquitectos ilustrados llegados de otros mundos másadelantados, con sus discursos tan rimbombantes como banales, con los que intentan tomar elpelo a los gestores locales.7

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