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11.07.2015 Views

El templereligiosoen José VasconcelosHéctor VasconcelosNoé Sandoval.Me sorprendió la invitación que me hicierala Biblioteca Vasconcelos, paraabrir el ciclo de conferencias que ha organizadoen conmemoración del quincuagésimoaniversario del fallecimientode José Vasconcelos.Digo que me sorprendió porquesiempre he sido de la opinión de que nadieestá menos capacitado para evaluar alos personajes históricos que sus parientescercanos y, sobre todo, sus cónyuges.Todos conocemos los casos, demasiadofrecuentes, de viudas o hijosque se erigen en depositarios y paladinesde la herencia de escritores, artistas, políticos,y que a veces cambian su vida porla del personaje ausente, al dedicarsepor completo a preservar la memoria yla supuesta legitimidad del ancestro ocompañero de vida. Me parece que haceresto es un grave error, pues cada generacióny cada persona son un fin en símismos y deben realizar su propio destino,en vez de vivir de manera vicaria eldel familiar desaparecido.La razón por la cual creo poco en lahabilidad crítica y analítica del parientees que nadie como él o ella está tan involucradoemocional y psicológicamentecon el sujeto de análisis. Es obvio que enun pariente o cónyuge pesan factoresafectivos y, casi siempre, conflictivos. Deuna u otra manera, si la relación fue satisfactoriao insatisfactoria o, como suelesuceder, una combinación de ambos elementos,factores psicológicos tienden anublar la perspectiva analítica, aúncuando sabemos que ninguna perspectiva,ni la que pretenda ser más objetiva,es enteramente equilibrada. En toda críticaliteraria o histórica subsiste la subjetividad.Por eso es tan cierta la aseveraciónde Nietzsche: “No existen loshechos; sólo las interpretaciones”.Dicho lo anterior, ustedes se preguntaránpor qué acepté la invitación deesta Biblioteca para hablar sobre JoséVasconcelos, siendo el caso que se tratade mi padre. Acepté, con las reservas delcaso, y presuponiendo otras tantasre servas de ustedes, porque quise hacerlospartícipes de algunas reflexiones queme he hecho a lo largo de los años, y especialmentecuando intenté analizar ami padre objetivamente, en la medida delo posible, como parte de mis estudiosdel pensamiento iberoamericano cuandoera estudiante en la Universidad deHarvard. Acaso esta perspectiva míaaporte un punto de vista que si bien nopretende estar exento de factores afectivos,sí puede revelar hechos o percepcionesque sólo la cercanía familiarpermite.De las muchas aristas de la personalidadde José Vasconcelos que po­21

dríamos abordar hoy, escojo una que meparece medular porque explica muchode su personalidad y de su biografía, ytambién de los alcances y las limi ta cionesde su obra literaria y filosófica. Me refieroa la forma en que su temprana e intensaformación religiosa de terminómuchos rasgos de su persona lidad ycontribuyó, también, a conformar y acotarsu pensamiento, tal y como éste se revela en su literatura y su filosofía. Setrata de un tema que, ése sí, puede estudiarsemejor con la información y laspercepciones que la intimidad familiarpermite.Se ha dicho mucho que el carácter, eltemple de Vasconcelos, mostró siempreuna clara tendencia hacia el misticismo,la espiritualidad, la trascendencia. Labúsqueda del absoluto está presente, explícitao implícitamente, en casi cualquierade sus textos. Esto lo han señaladomuchos de los autores que se hanocupado de su obra, y de manera señaladaEnrique Krauze. Aún fuera del ám bitodel cristianismo, cuando exploró otrasexpresiones de la espiritualidad, Vasconcelosmostró siempre un afán de absoluto.En el pensamiento griego, le interesaronparticularmente Plotino, Pitágoras yPlatón, no Aristóteles. Fuera del cristianismo,se interesó en el pensamientoindostánico. Cómo recuerdo cuando meleyó Los Vedas en la edición que él mismohabía hecho publicar y distribuircuando fungía como Secretario de EducaciónPública. Tendría yo entonces diezu once años.Aparte de predisposiciones genéticas,cómo no habría sido la suya unabúsqueda religiosa, si su madre, mi abuela,inculcó en él desde la más tempranaedad, desde el regazo materno mismo, lapasión religiosa que ella profesaba. Así lorelata él desde las primeras páginas deUlises Criollo, su más famoso y perdurablelibro, que es reconocido unánimementecomo uno de los grandes clásicosde las letras mexicanas. Octavio Paz medijo en más de una ocasión —como loexpresó a otros también—, que Uli sesCrio llo es el libro más importante escritoen México después de Sor Juana. En lospárrafos iniciales de esta autobiografía,Vasconcelos relata que, al desearle buenasnoches con un beso, su madre le re­José Vasconcelos de niño. Archivo de Joaquín Vasconcelos.petía cotidianamente que lo único que elniño debía preservar, en cualquier circunstancia,era su fidelidad a Cristo.Nada más importaba. El beso nocturnode mi abuela a su hijo, recuerda inevitablementela despedida, también nocturna,de la madre de Marcel Proust, cuandoésta abandonaba la habitación deMarcel infante. Así como esa despedidase convertiría en el meollo del sentimientode orfandad que Proust habría22 el bibliotecario

dríamos abordar hoy, escojo una que meparece medular porque explica mucho<strong>de</strong> su personalidad y <strong>de</strong> su biografía, ytambién <strong>de</strong> los alcances y las limi ta ciones<strong>de</strong> su obra literaria y filosófica. Me refieroa la forma en que su temprana e intensaformación religiosa <strong>de</strong> terminómuchos rasgos <strong>de</strong> su persona lidad ycontribuyó, también, a conformar y acotarsu pensamiento, tal y como éste se revela en su literatura y su filosofía. Setrata <strong>de</strong> un tema que, ése sí, pue<strong>de</strong> estudiarsemejor con la información y laspercepciones que la intimidad familiarpermite.Se ha dicho mucho que el carácter, eltemple <strong>de</strong> Vasconcelos, mostró siempreuna clara ten<strong>de</strong>ncia hacia el misticismo,la espiritualidad, la trascen<strong>de</strong>ncia. Labúsqueda <strong>de</strong>l absoluto está presente, explícitao implícitamente, en casi cualquiera<strong>de</strong> sus textos. Esto lo han señaladomuchos <strong>de</strong> los autores que se hanocupado <strong>de</strong> su obra, y <strong>de</strong> manera señaladaEnrique Krauze. Aún fuera <strong>de</strong>l ám bito<strong>de</strong>l cristianismo, cuando exploró otrasexpresiones <strong>de</strong> la espiritualidad, Vasconcelosmostró siempre un afán <strong>de</strong> absoluto.En el pensamiento griego, le interesaronparticularmente Plotino, Pitágoras yPlatón, no Aristóteles. Fuera <strong>de</strong>l cristianismo,se interesó en el pensamientoindostánico. Cómo recuerdo cuando meleyó Los Vedas en la edición que él mismohabía hecho publicar y distribuircuando fungía como Secretario <strong>de</strong> EducaciónPública. Tendría yo entonces diezu once años.Aparte <strong>de</strong> predisposiciones genéticas,cómo no habría sido la suya unabúsqueda religiosa, si su madre, mi abuela,inculcó en él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más tempranaedad, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el regazo materno mismo, lapasión religiosa que ella profesaba. Así lorelata él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las primeras páginas <strong>de</strong>Ulises Criollo, su más famoso y perdurablelibro, que es reconocido unánimementecomo uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s clásicos<strong>de</strong> las letras mexicanas. Octavio Paz medijo en más <strong>de</strong> una ocasión —como loexpresó a otros también—, que Uli sesCrio llo es el libro más importante escritoen México <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Sor Juana. En lospárrafos iniciales <strong>de</strong> esta autobiografía,Vasconcelos relata que, al <strong>de</strong>searle buenasnoches con un beso, su madre le re­José Vasconcelos <strong>de</strong> niño. Archivo <strong>de</strong> Joaquín Vasconcelos.petía cotidianamente que lo único que elniño <strong>de</strong>bía preservar, en cualquier circunstancia,era su fi<strong>de</strong>lidad a Cristo.Nada más importaba. El beso nocturno<strong>de</strong> mi abuela a su hijo, recuerda inevitablementela <strong>de</strong>spedida, también nocturna,<strong>de</strong> la madre <strong>de</strong> Marcel Proust, cuandoésta abandonaba la habitación <strong>de</strong>Marcel infante. Así como esa <strong>de</strong>spedidase convertiría en el meollo <strong>de</strong>l sentimiento<strong>de</strong> orfandad que Proust habría22 el bibliotecario

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