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“VAMOS A PORTARNOS MAL”

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Como hemos advertido en algunas crónicas, el discurso de la protesta socialparece oponerse a lo que podríamos denominar “una democracia sin conflictos”,es decir, aquellos discursos institucionales generalmente configurados desdegobiernos con escasas políticas sociales o modelos económicos y políticos decorte neoliberal basados en el ajuste estructural. Se trata de una lectura quecriminaliza la protesta social y la devuelve a la sociedad bajo la representaciónde los “revoltosos, los terroristas, los anti-democráticos”.Podríamos decir que la idea de democracia juega en estos discursos el lugarde un significante tendencialmente vacío. Ambos discursos (protesta social yausencia de conflicto) parecen disputarse la legitimidad para hablar sobre lademocracia como deber ser. Cabe señalar que desde la teoría de la hegemoníalos significantes vacios no son “significantes sin significado” sino significantesque contienen un exceso de significación. En últimas, se trata de dos caras deuna misma moneda que no pueden ser abordadas desarticuladamente, si porun lado tenemos vacuidad de sentido es porque también estamos frente a unexceso de sentido (Magrini, 2010b). Esta es quizás la forma de la democracia,un significante que tendencialmente va perdiendo contenido para acobijar unamultiplicidad de demandas.Si pensamos la cuestión desde la propuesta de Laclau y desde la perspectiva delas mediaciones de Martín-Barbero, no se podría contar con salidas únicamenteprocedimentales a los conflictos que se expresan bajo la protesta social. Loque nos propone la reflexión de Laclau y Mouffe (1987) es acceder a la idea de“democracia radical”, una democracia basada en las construcciones hegemónicascomo producto de una serie de articulaciones discursivas de las diversasidentidades colectivas. Dicha democracia radical tiene una peculiaridad, se basaen la asunción del conflicto como una instancia constitutiva de lo político, esdecir, intenta superarlo pero no eliminarlo ¿Cómo podría la democracia lograralgo semejante? Chantal Mouffe (2003) nos propone para ello pasar del modeloantagónico de la democracia a un modelo agonístico, en el que en vez deenemigos nos enfrentemos a adversarios. Esta lógica agonística no implica unademocracia totalizante sino contingente, continuamente amenazada por otrosdiscursos-adversarios que le disputan la significación de los fenómenos políticos.El término “radical” no implica “una solución radical”, refiere a una democraciaque admite la lucha por los sentidos, admite a los ciudadanos como reclamantes,admite la configuración de múltiples ciudadanías desde las diferencias sinpretender la eliminación del otro.Pero para que un proyecto como este sea posible, considero, se necesitan unaserie de avances en nuestra región, que van desde las ya mencionadas eternastareas pendientes que tienen los Estados latinoamericanos con el bienestar socialde la población, hasta la redefinición de ciertas identidades que parecen cerradas50] PRETEXTOS

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