“VAMOS A PORTARNOS MAL”
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“Vamos a portarnos mal”]modernidad. Desde la tiranía de Rafael Molina Trujillo, quien gobernó el paíscon mano de hierro durante 30 largos años, los movimientos de trabajadores, decampesinos y de estudiantes abonaron con sangre las fábricas, los campos y las callesen demanda de libertad y de justicia.Como en toda América Latina obreros, campesinos y estudiantes protagonizaronmarchas, ocupaciones, mítines, huelgas, paralizaciones y enfrentamientos que seprolongaron hasta entrados los años ochenta. Con la apertura “democrática” en 1978y la puesta en marcha de las políticas neoliberales a principios de los ochenta, los viejossujetos sociales homogéneos dieron paso a una diversidad de actores que, según lasocióloga Laura Faxas, en su ensayo “El mito roto”, daban cuenta de una sociedad quele abría sus puertas a un modelo social y económico caracterizado por la fragmentacióndel lazo social y la emergencia de un mundo urbano, lo que dio lugar al surgimiento denuevos actores populares organizados en los barrios de las grandes ciudades y cuyasdemandas se centraron, principalmente, en servicios sociales.En abril de 1984 se produjeron protestas sociales violentas en todo el país. Lospobladores barriales se lanzaron a las calles contra el alza de los precios de losalimentos, dando pie a una masacre de más de 200 muertos y más de 800 heridosy encarcelados, según reportes periodísticos de la época. Más tarde, al comenzar ladécada de los 90, se escenificaron varias huelgas nacionales y regionales, decenasde marchas y mítines multitudinarios contra las políticas fondo monetaristas y porel derecho a la vida. Entre tanto, irrumpieron en la vida pública significativos gruposde mujeres que irradiaron la perspectiva de género, hasta ese momento confinadaal debate entre intelectuales y entidades de educación popular, que sembraron lasemilla de movimientos de mujeres que de algún modo sacudieron las estructurassociales del viejo régimen patriarcal.De esta manera fue diferenciándose un sujeto urbano popular heterogéneo, descritoen sus detalles en el texto de Faxas. A partir de entonces ocuparía el epicentro de lasprotestas sociales. Al mismo tiempo los sindicatos de trabajadores y las organizacionescampesinas perdían capacidad de convocatoria, se agrietaban; terminando, en sumayoría, integrados al status quo mediante procesos de diálogos tripartitos derivadosde la nueva política del consenso de Washington. Los movimientos estudiantiles, porsu lado, desconfiados de la nueva política de “concertación”, en la que entraron lossindicatos y buena parte de las organizaciones denominadas “no gubernamentales”,que controlaban variados contingentes de grupos populares y de mujeres dados ala protesta, terminaron con el siglo 20 reducidos a minúsculos grupos de jóvenesuniversitarios con escasa capacidad de convocatoria.Aún así persisten en todo el territorio cientos de organizaciones sociales y popularesque mantienen su mecha encendida, ofreciendo un collage de memoria y presente,un mapa poco recorrido por los estudiosos dominicanos de las ciencias humanas deprincipios de siglo.[319
Uno de los pocos activistas que se han aventurado a investigar y sistematizar lasprotestas y los movimientos sociales de la actualidad es Luis Salazar. En un informedel 2009, Salazar establece que “por las características de las fuentes, el registro de lasinformaciones es incompleto ya que la prensa no reseña la totalidad de los procesosde lucha social. Sin embargo, estos registros indican algunas de las tendencias de losmovimientos sociales”.Partiendo de lo anterior, Salazar refiere que durante el año 2009 se dieron 374conflictos sociales, muy por encima de los registros de los últimos cuatro años. Elpromedio de luchas por mes fue de una por día. El aumento anual de la conflictividadsocial, siguiendo a Salazar, plantea la interrogante de si se está o no en presencia deun fenómeno nuevo.“Salvo en el caso de la lucha exitosa contra la instalación de una cementera enLos Haitises –indica– la mayoría de los procesos de lucha social reiteran un carácterespontáneo, disperso y puntual”.Su informe revela que en cuanto a la distribución espacial de las protestas, laRegión Norte queda en primer lugar con 154 registros de acciones reivindicativas, un41.2% del total; le siguen el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo con 143(38.2 %); Región Suroeste con 57 (15.2 %), y Región Sureste con 13 (3.5 %).El balance desde el 2006 hasta el 2009, expone Salazar, arroja la conclusión deque es en la Región Norte donde se produce la mayor cantidad de procesos deluchas populares, seguida de la capital dominicana. Estas son las regiones de mayorconcentración poblacional y económica del país.Los momentos de mayor auge de las protestas ocurrieron durante los meses demarzo, junio, y agosto de 2009, con 47 registros cada uno; es decir, más de un casopor día.Motivos sectorialesLos actores que tienen como escenario el territorio son los que ocupan la primacíaen los procesos de lucha social. Los datos de los últimos cuatro años recogidos porSalazar dan cuenta de ello. Para el 2009 los esfuerzos coordinados multisectorialesa nivel local ocuparon el primer lugar con 127 registros de protestas; continúan lasorganizaciones de pobladores (109), los jóvenes y/o estudiantes (26), y los transportistasy trabajadores/as de la salud (24 cada uno).Según el investigador, el sector que le aportó mayor creatividad y empuje a lasprotestas sociales del 2009 fue el de la juventud, dada su participación en el procesode lucha de Los Haitises, lo cual significa que no siempre los que tienen más registrosson los que más aportan, ni los que más éxitos tienen.320] REPÚBLICA DOMINICANA
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“Vamos a portarnos mal”]modernidad. Desde la tiranía de Rafael Molina Trujillo, quien gobernó el paíscon mano de hierro durante 30 largos años, los movimientos de trabajadores, decampesinos y de estudiantes abonaron con sangre las fábricas, los campos y las callesen demanda de libertad y de justicia.Como en toda América Latina obreros, campesinos y estudiantes protagonizaronmarchas, ocupaciones, mítines, huelgas, paralizaciones y enfrentamientos que seprolongaron hasta entrados los años ochenta. Con la apertura “democrática” en 1978y la puesta en marcha de las políticas neoliberales a principios de los ochenta, los viejossujetos sociales homogéneos dieron paso a una diversidad de actores que, según lasocióloga Laura Faxas, en su ensayo “El mito roto”, daban cuenta de una sociedad quele abría sus puertas a un modelo social y económico caracterizado por la fragmentacióndel lazo social y la emergencia de un mundo urbano, lo que dio lugar al surgimiento denuevos actores populares organizados en los barrios de las grandes ciudades y cuyasdemandas se centraron, principalmente, en servicios sociales.En abril de 1984 se produjeron protestas sociales violentas en todo el país. Lospobladores barriales se lanzaron a las calles contra el alza de los precios de losalimentos, dando pie a una masacre de más de 200 muertos y más de 800 heridosy encarcelados, según reportes periodísticos de la época. Más tarde, al comenzar ladécada de los 90, se escenificaron varias huelgas nacionales y regionales, decenasde marchas y mítines multitudinarios contra las políticas fondo monetaristas y porel derecho a la vida. Entre tanto, irrumpieron en la vida pública significativos gruposde mujeres que irradiaron la perspectiva de género, hasta ese momento confinadaal debate entre intelectuales y entidades de educación popular, que sembraron lasemilla de movimientos de mujeres que de algún modo sacudieron las estructurassociales del viejo régimen patriarcal.De esta manera fue diferenciándose un sujeto urbano popular heterogéneo, descritoen sus detalles en el texto de Faxas. A partir de entonces ocuparía el epicentro de lasprotestas sociales. Al mismo tiempo los sindicatos de trabajadores y las organizacionescampesinas perdían capacidad de convocatoria, se agrietaban; terminando, en sumayoría, integrados al status quo mediante procesos de diálogos tripartitos derivadosde la nueva política del consenso de Washington. Los movimientos estudiantiles, porsu lado, desconfiados de la nueva política de “concertación”, en la que entraron lossindicatos y buena parte de las organizaciones denominadas “no gubernamentales”,que controlaban variados contingentes de grupos populares y de mujeres dados ala protesta, terminaron con el siglo 20 reducidos a minúsculos grupos de jóvenesuniversitarios con escasa capacidad de convocatoria.Aún así persisten en todo el territorio cientos de organizaciones sociales y popularesque mantienen su mecha encendida, ofreciendo un collage de memoria y presente,un mapa poco recorrido por los estudiosos dominicanos de las ciencias humanas deprincipios de siglo.[319