“VAMOS A PORTARNOS MAL”
“VAMOS A PORTARNOS MAL” “VAMOS A PORTARNOS MAL”
“Vamos a portarnos mal”]social en su historia reciente. Estudiantes, grupos comunales, sindicalistas, ecologistasy grupos eclesiales de base reaccionaron en oposición a un proyecto de ley quepretendía modificar el esquema de gestión estatal de las telecomunicaciones y lageneración eléctrica”.“Propios y extraños se sorprendieron al constatar que la sociedad civil organizadasurgía como una fuerza política, desafiando el proyecto neoliberal impulsado por laclase político-empresarial y los grandes medios de comunicación”, decía un sitio webcreado para la ocasión, Semueve.Se multiplicaban los informes en las redes sociales, aunque no tenían todavía laimportancia que han adquirido desde entonces.Finalmente, dentro del espíritu del “Memorando de la vergüenza”, ganó el SÍ porun par de puntos porcentuales.¿Cómo lo logró?Nadie puede saberlo con certeza, pero, seguramente, no fue ajeno a ese resultadouna trampa más. Se trató de lo siguiente: cuando se había iniciado ya la veda de lapropaganda, dos días antes de la votación, se armó el tinglado. Un periodista de CNNen español entrevistó a uno de sus “expertos” en temas económicos, que amenazaba alos costarricenses con todas las tragedias del mundo si decían NO al TLC. Perderíamosirremediablemente el carro de la historia, nos ahogaríamos en la ciénaga de la pobreza.La entrevista, recogida por un canal local, fue repetida cerca de 70 veces durante dosdías. Armada así la cosa, se trataba de “información”, no de “propaganda”. Y como nose podía contestar, su efecto se multiplicó y probablemente terminó por volcar ese unopor ciento que le hacía falta al gobierno para ganar el referendo.En las calles y en los tribunalesRecordando esta historia, los autores del memorando no ocultaban su temor deque la lucha por el TLC se transformara en otra derrota, como en el “Combo delICE” cuando, gracias a la enorme resistencia, nunca se pudo dar la segunda votaciónparlamentaria, indispensable para su aprobación definitiva.Lo cierto es que, país de leyes al fin, la protesta termina por saltar de las calles alcongreso, o a los tribunales. Coinciden los analistas en que la vida política costarricenseestá hoy marcada por esa enorme resistencia a los avances privatizadores que lossectores neoliberales han terminado por imponer durante la segunda administraciónde Oscar Arias (2006-10). En lo que discrepan es en la interpretación de los hechos,en la evaluación de sus consecuencias.“El SÍ triunfó por escaso margen y los ánimos se caldearon bastante.[227
Podría decirse que probablemente desde el 48 no había habido una división tangrande en la nación costarricense”, estimó el ministro Tijerino.“Como consecuencia de ello, hay mucha sensibilidad y también mucha organizaciónpopular, mucha combatividad, mucha beligerancia.Tenemos todo el espectro, desde sectores minoritarios radicales que abiertamentequieren sustituir el régimen político que tenemos, hasta sectores democráticos, quedisienten y que han cobrado consciencia de su poder y lo expresan manifestándosecontra todo aquello que consideren digno de rechazo”, agregó.Para Alberto Cortés, politólogo y miembro del Consejo Universitario de laUniversidad de Costa Rica, es “a partir de los años 80, con el ajuste estructural,y el cuestionamiento de la institucionalidad pública, cuando aparece, de formaconsistente, una conflictividad social y una movilización ciudadana en contra delintento de privatizar activos públicos”.Detrás de esa conflictividad, aseguró, “no está solo la pugna por la orientación dela forma de Estado, sino también por cómo se distribuye el excedente social mediantelos recursos públicos. Se trata de una oposición a la mercantilización de la políticapública hecha para beneficiar a sectores que han sido tradicionalmente ganadores”.Esa disputa puede llegar a niveles violentos de confrontación, en la medida en quela voracidad privatizadora rompe barreras y se salta las reglas, como cuando, en una desus últimas acciones de gobierno, Arias arremetió contra el sindicato de trabajadoresdel puerto de Moín, en el Caribe, que se resistía a sus intentos de privatizarlo.Ante la resistencia, dos maniobras surgieron desde Casa Presidencial. Una fuedescabezar el sindicato, con la complicidad del Ministerio de Trabajo. La otra fuecomprar a los trabajadores, a los que se ofreció cerca de 120 mil dólares (¡sí, 120mil dólares!) a cada uno, para que dejaran de protestar (con éxito solo relativo, hayque decirlo).“El gobierno dijo que el país no puede invertir 80 millones de dólares enla modernización de los puertos. Pero tiene 137 millones de dólares, comoindemnización, para sobornar a los trabajadores”, afirmó José Luis Castillo, secretariode Finanzas del sindicato.De hecho Arias, en enero de este año, a tres meses de dejar la presidencia dela República, escribió en el diario Extra: “Cada vez más y más empleados se sumana la propuesta del gobierno para lograr la concesión del puerto. A cambio de larenuncia del sindicato, y que una empresa privada pueda asumir la administracióndel puerto, les hemos ofrecido $137 millones como indemnización. Esto significa quecada trabajador recibiría decenas de millones de colones, tan sólo por renunciar”.“¡Esto se llama soborno!”, respondió el dirigente sindical.228] COSTA RICA
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Podría decirse que probablemente desde el 48 no había habido una división tangrande en la nación costarricense”, estimó el ministro Tijerino.“Como consecuencia de ello, hay mucha sensibilidad y también mucha organizaciónpopular, mucha combatividad, mucha beligerancia.Tenemos todo el espectro, desde sectores minoritarios radicales que abiertamentequieren sustituir el régimen político que tenemos, hasta sectores democráticos, quedisienten y que han cobrado consciencia de su poder y lo expresan manifestándosecontra todo aquello que consideren digno de rechazo”, agregó.Para Alberto Cortés, politólogo y miembro del Consejo Universitario de laUniversidad de Costa Rica, es “a partir de los años 80, con el ajuste estructural,y el cuestionamiento de la institucionalidad pública, cuando aparece, de formaconsistente, una conflictividad social y una movilización ciudadana en contra delintento de privatizar activos públicos”.Detrás de esa conflictividad, aseguró, “no está solo la pugna por la orientación dela forma de Estado, sino también por cómo se distribuye el excedente social mediantelos recursos públicos. Se trata de una oposición a la mercantilización de la políticapública hecha para beneficiar a sectores que han sido tradicionalmente ganadores”.Esa disputa puede llegar a niveles violentos de confrontación, en la medida en quela voracidad privatizadora rompe barreras y se salta las reglas, como cuando, en una desus últimas acciones de gobierno, Arias arremetió contra el sindicato de trabajadoresdel puerto de Moín, en el Caribe, que se resistía a sus intentos de privatizarlo.Ante la resistencia, dos maniobras surgieron desde Casa Presidencial. Una fuedescabezar el sindicato, con la complicidad del Ministerio de Trabajo. La otra fuecomprar a los trabajadores, a los que se ofreció cerca de 120 mil dólares (¡sí, 120mil dólares!) a cada uno, para que dejaran de protestar (con éxito solo relativo, hayque decirlo).“El gobierno dijo que el país no puede invertir 80 millones de dólares enla modernización de los puertos. Pero tiene 137 millones de dólares, comoindemnización, para sobornar a los trabajadores”, afirmó José Luis Castillo, secretariode Finanzas del sindicato.De hecho Arias, en enero de este año, a tres meses de dejar la presidencia dela República, escribió en el diario Extra: “Cada vez más y más empleados se sumana la propuesta del gobierno para lograr la concesión del puerto. A cambio de larenuncia del sindicato, y que una empresa privada pueda asumir la administracióndel puerto, les hemos ofrecido $137 millones como indemnización. Esto significa quecada trabajador recibiría decenas de millones de colones, tan sólo por renunciar”.“¡Esto se llama soborno!”, respondió el dirigente sindical.228] COSTA RICA