“VAMOS A PORTARNOS MAL”
“VAMOS A PORTARNOS MAL” “VAMOS A PORTARNOS MAL”
“Vamos a portarnos mal”]de manifiesto la debilidad de la política comunicacional del gobierno y su pretendida“hegemonía comunicacional”.La forma en que los medios reflejan la situación de los Derechos Humanos enVenezuela es variada. “En general, todos los medios, salvo los oficiales, se ocupandel problema de la inseguridad y la violencia; los temas vinculados a los organismospoliciales, al Poder Judicial y al Ministerio Público, unos los reflejan y otros no. En lostemas políticos, los medios del Estado patentizan que estamos frente a una propuestatotal, que nos tiene que abarcar a todos. Tal vez la pregunta que hay que hacerse essi en Venezuela hay medios equilibrados. La teoría te dice que en una democraciano. El lector se orienta y elige. Lo que no puede hacer un medio es mentir y dejar dedecir la verdad. Seguramente hay errores, pero cuando tienes una vitrina de mediospúblicos que se ha convertido en el patrimonio de un partido y que no ofrecenequilibrio, los particulares, frente a su libertad de línea editorial, han hecho lo que lesda la gana”, agrega Ayala.En ese espectro mediático, hay periódicos y canales orientados al centro, dondelas informaciones se “ven forzadas”, dice Ayala. En un periódico, por ejemplo, vesque presentan una noticia adversa al gobierno, de una manera no muy resaltada,porque cuando empiezas a pasar las páginas adviertes que la mitad de la publicidades oficial y claramente se vería afectada. Yo creo que en una democracia polarizada,es muy difícil pedirle a los medios que artificialmente jueguen al centro, ¿por qué digoartificialmente? Porque es la sociedad la polarizada y entonces los sectores quierenbuscar sus voceros y no es un problema de los medios, por eso es que los medios sonmedios, no son el inicio ni el fin”.“Resultará audaz u osado, pero yo he ejercido el periodismo desde la dictadurade Pérez Jiménez, pero además lo conozco porque lo he estudiado y he escritoprecisamente sobre lo que ha sido el periodismo y los medios en todo el siglo XX yeso me permite afirmar que no ha habido otro momento en la historia venezolana,donde haya más libertad de prensa de la que hay ahora”, la aseveración correspondea Eleazar Díaz Rangel.Desde la investigación académica y la política, ha habido denuncias sobre casosde censura. Díaz Rangel, ha insistido, a lo largo de 11 años de gobierno bolivariano,“que presenten una breve lista de noticias, informaciones o artículos de opinión –delado y lado– que no hayan sido divulgados por la acción oficial. No la hay”.La acción “disuasiva” que pudiera derivar de la aplicación de una norma regulatoria oun procedimiento fiscal, es “inexistente”, asegura Díaz Rangel. “La hubieran denunciadolos principales medios impresos (El Nacional, El Universal) o las emisoras de radio oplantas televisivas. No he visto esa denuncia en ningún lado. Eso no está funcionando.En cambio, la tolerancia a todo lo que se dice contra el gobierno sí está funcionando”.[207
El trasfondo de este debate engloba el cierre de una planta de televisión de señalabierta (RCTV, cuya penetración en el mercado televisivo era la más elevada), elcierre de 34 emisoras de radio y 588 casos de agresiones a periodistas, con 1.067víctimas, de acuerdo al registro que lleva el Instituto Prensa y Sociedad desde 2002.El gobierno ha insistido que en el caso de RCTV la “concesión feneció” y que lasemisoras radiales no presentaron los recaudos debidos ante el organismo regulador laComisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel). Más allá de las consideracioneslegales, hay que advertir que la mayoría de estos medios mantenían una posicióncrítica al gobierno.Periodismo a la medidaNo hay que buscar la raíz del problema, digamos, en los orígenes de los periódicos,ni en las líneas editoriales. El problema no es si los medios mienten o dejan de decir laverdad. Es algo más sutil y difícil de percibir en la opinión pública. La falla de origen,el daño colateral, se produce “cuando los medios instrumentalizan el periodismo anombre de determinadas orientaciones políticas”, agrega Scharfenberg.“Lo que pasó aquí en Venezuela”, explica Scharfenberg, “es que el periodismo seconvirtió, básicamente, en un instrumento de posiciones políticas”. Basta recordar loque pasó durante el golpe de Estado de abril de 2002 o durante el paro petrolero: losmedios abandonaron cualquier concepción del periodismo, digamos, como una honestabúsqueda de información, para convertirse en amplificadores o replicantes de lo queeran simples rumores o posiciones y señalamientos políticos bastante bastardos”.Esta acción de los medios, si bien ha perdido intensidad, no ha desaparecidodel todo. “De algún modo sigue haciéndose”, aclara Scharfenberg. Obviamente, sepiensa que es algo “muy astuto y eficaz, pero al paso del tiempo terminó revirtiéndosecontra la prensa en términos de credibilidad y de su propia eficacia política”.Desde la perspectiva de los medios, hay un antecedente –en realidad, unacampanada– de lo que pueden hacer los editores y los periodistas jefes de un periódicocuando consideran que un Presidente es un peligro para la democracia, tal como losmedios venezolanos caracterizan la Presidencia de Hugo Chávez. La historia ha sidominuciosamente narrada por Ben Bradley, el jefe de redacción del Washington Postdurante el caso Watergate en su libro de memorias “La vida de un periodista”. Untestigo presencial, Jhon Dinges, autor del libro Operación Cóndor, suele reseñar elpapel que jugó el Post en los talleres de formación periodística que organiza el Ipys.El Post se propuso adversar al gobierno del presidente Richard Nixon, pero nolo hizo por la vía del rumor o el uso instrumental de noticias manipuladas, comoocurrió en Venezuela, sino por la vía más rigurosa del periodismo de investigación. Siantes del caso Watergate, el periódico chequeaba con dos fuentes antes de publicar208] VENEZUELA
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El trasfondo de este debate engloba el cierre de una planta de televisión de señalabierta (RCTV, cuya penetración en el mercado televisivo era la más elevada), elcierre de 34 emisoras de radio y 588 casos de agresiones a periodistas, con 1.067víctimas, de acuerdo al registro que lleva el Instituto Prensa y Sociedad desde 2002.El gobierno ha insistido que en el caso de RCTV la “concesión feneció” y que lasemisoras radiales no presentaron los recaudos debidos ante el organismo regulador laComisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel). Más allá de las consideracioneslegales, hay que advertir que la mayoría de estos medios mantenían una posicióncrítica al gobierno.Periodismo a la medidaNo hay que buscar la raíz del problema, digamos, en los orígenes de los periódicos,ni en las líneas editoriales. El problema no es si los medios mienten o dejan de decir laverdad. Es algo más sutil y difícil de percibir en la opinión pública. La falla de origen,el daño colateral, se produce “cuando los medios instrumentalizan el periodismo anombre de determinadas orientaciones políticas”, agrega Scharfenberg.“Lo que pasó aquí en Venezuela”, explica Scharfenberg, “es que el periodismo seconvirtió, básicamente, en un instrumento de posiciones políticas”. Basta recordar loque pasó durante el golpe de Estado de abril de 2002 o durante el paro petrolero: losmedios abandonaron cualquier concepción del periodismo, digamos, como una honestabúsqueda de información, para convertirse en amplificadores o replicantes de lo queeran simples rumores o posiciones y señalamientos políticos bastante bastardos”.Esta acción de los medios, si bien ha perdido intensidad, no ha desaparecidodel todo. “De algún modo sigue haciéndose”, aclara Scharfenberg. Obviamente, sepiensa que es algo “muy astuto y eficaz, pero al paso del tiempo terminó revirtiéndosecontra la prensa en términos de credibilidad y de su propia eficacia política”.Desde la perspectiva de los medios, hay un antecedente –en realidad, unacampanada– de lo que pueden hacer los editores y los periodistas jefes de un periódicocuando consideran que un Presidente es un peligro para la democracia, tal como losmedios venezolanos caracterizan la Presidencia de Hugo Chávez. La historia ha sidominuciosamente narrada por Ben Bradley, el jefe de redacción del Washington Postdurante el caso Watergate en su libro de memorias “La vida de un periodista”. Untestigo presencial, Jhon Dinges, autor del libro Operación Cóndor, suele reseñar elpapel que jugó el Post en los talleres de formación periodística que organiza el Ipys.El Post se propuso adversar al gobierno del presidente Richard Nixon, pero nolo hizo por la vía del rumor o el uso instrumental de noticias manipuladas, comoocurrió en Venezuela, sino por la vía más rigurosa del periodismo de investigación. Siantes del caso Watergate, el periódico chequeaba con dos fuentes antes de publicar208] VENEZUELA