“VAMOS A PORTARNOS MAL”
“VAMOS A PORTARNOS MAL” “VAMOS A PORTARNOS MAL”
COLOMBIALUGAR COMÚN: LA CALLELos asesinatos de líderes, las torpezas de las guerrillas yel dedo estigmatizador de Álvaro Uribe hicieron que en laúltima década la protesta social haya dejado de tener elinflujo exclusivo de la izquierda.Marta Ruiztamarindo34@hotmail.comPeriodista, especializada en televisión y con maestría en estudios políticos. Ha trabajado en televisióny prensa, y durante los últimos siete años se ha desempeñado como editora de seguridad de la revistaSemana, de Colombia. Publicó un libro de crónicas sobre jóvenes de Bogotá, y ha sido coeditora devarios libros y antologías.[191
En Colombia el nombre de Aída Quilcué era prácticamente desconocido hastaoctubre de 2008 cuando estuvo cara a cara con el entonces presidente Álvaro UribeVélez. Unos 15.000 indígenas del pueblo Nasa habían salido el 12 de octubre desdeSantander de Quilichao, en el Norte del Cauca con rumbo a Cali y Bogotá. Marchabana un lado de la carretera Panamericana, seguidos de cerca por policías antimotines. Noera la primera Minga o marcha masiva que hacían los indígenas de esta región, pero síla más numerosa y contestataria. Buscaban resolver un viejo conflicto de tierras. Queel gobierno pusiera fin a las dilaciones para entregarles las tierras prometidas comoreparación por la masacre de 20 indígenas cometida en la Hacienda Nilo en 1991. Lareparación sólo se ha hecho a medias, pero las tierras buenas, las planas y regadas porríos, siguen en manos de empresarios de la región. Ellos, como los campesinos quedescribió Juan Rulfo en “Nos han dado la tierra”, no quieren recibir baldíos agrietadospor la sequía, que tantas veces les han ofrecido.La protesta también era simplemente para decirle al Presidente Álvaro Uribe queellos no estaban con él. Que la política de seguridad democrática, 1 que tantos réditosle había dado al gobierno, para los indígenas había significado militarización y muerte.Los indígenas sólo iban armados con bastones de madera, que se han convertido en unsímbolo del pacifismo y la resistencia de estas comunidades. Pero de repente, antes dellegar a Cali, se armó una batalla campal con la policía. Del lado de los manifestantessalieron a volar por los aires pequeños explosivos conocidos como “papas bombas”que hirieron a varios uniformados. La policía disparó y mató a tres indígenas. Y ahífue Troya. La refriega en la finca La María, donde estaban acampando los indígenasfue brutal. Hubo destrucción, contusiones, gritos y un desorden que tuvo eco entodo el país, incluso en Bogotá, donde los medios estaban completamente absortosen los temas de “alto turmequé” político, como las mañas que se estaba dando Uribepara buscar una segunda reelección, o los escándalos de corrupción que tenían envilo al país, como la para-política, nombre que se le ha dado a las investigacionesque adelanta la justicia contra más de un centenar de congresistas, gobernadores yalcaldes, por sus presuntos vínculos con grupos paramilitares. El 23 de octubre, undía después de la batalla campal, Uribe hizo una alocución presidencial en la quetuvo que rectificarse y reconocer que “la policía sí disparó” aunque no reconocióque esas balas hubiesen causado las muertes de los indígenas. Y no escatimó tiempopara calificar a la marcha de los indígenas como un movimiento “infiltrado por losterroristas de las Farc”.1La Política de Seguridad Democrática fue la columna vertebral del gobierno deÁlvaro Uribe y consistió en una agresiva recuperación del control territorial enregiones de influencia guerrillera. Por cuenta de esta política se duplicó el pie defuerza y se modernizó el aparato militar.192] COLOMBIA
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En Colombia el nombre de Aída Quilcué era prácticamente desconocido hastaoctubre de 2008 cuando estuvo cara a cara con el entonces presidente Álvaro UribeVélez. Unos 15.000 indígenas del pueblo Nasa habían salido el 12 de octubre desdeSantander de Quilichao, en el Norte del Cauca con rumbo a Cali y Bogotá. Marchabana un lado de la carretera Panamericana, seguidos de cerca por policías antimotines. Noera la primera Minga o marcha masiva que hacían los indígenas de esta región, pero síla más numerosa y contestataria. Buscaban resolver un viejo conflicto de tierras. Queel gobierno pusiera fin a las dilaciones para entregarles las tierras prometidas comoreparación por la masacre de 20 indígenas cometida en la Hacienda Nilo en 1991. Lareparación sólo se ha hecho a medias, pero las tierras buenas, las planas y regadas porríos, siguen en manos de empresarios de la región. Ellos, como los campesinos quedescribió Juan Rulfo en “Nos han dado la tierra”, no quieren recibir baldíos agrietadospor la sequía, que tantas veces les han ofrecido.La protesta también era simplemente para decirle al Presidente Álvaro Uribe queellos no estaban con él. Que la política de seguridad democrática, 1 que tantos réditosle había dado al gobierno, para los indígenas había significado militarización y muerte.Los indígenas sólo iban armados con bastones de madera, que se han convertido en unsímbolo del pacifismo y la resistencia de estas comunidades. Pero de repente, antes dellegar a Cali, se armó una batalla campal con la policía. Del lado de los manifestantessalieron a volar por los aires pequeños explosivos conocidos como “papas bombas”que hirieron a varios uniformados. La policía disparó y mató a tres indígenas. Y ahífue Troya. La refriega en la finca La María, donde estaban acampando los indígenasfue brutal. Hubo destrucción, contusiones, gritos y un desorden que tuvo eco entodo el país, incluso en Bogotá, donde los medios estaban completamente absortosen los temas de “alto turmequé” político, como las mañas que se estaba dando Uribepara buscar una segunda reelección, o los escándalos de corrupción que tenían envilo al país, como la para-política, nombre que se le ha dado a las investigacionesque adelanta la justicia contra más de un centenar de congresistas, gobernadores yalcaldes, por sus presuntos vínculos con grupos paramilitares. El 23 de octubre, undía después de la batalla campal, Uribe hizo una alocución presidencial en la quetuvo que rectificarse y reconocer que “la policía sí disparó” aunque no reconocióque esas balas hubiesen causado las muertes de los indígenas. Y no escatimó tiempopara calificar a la marcha de los indígenas como un movimiento “infiltrado por losterroristas de las Farc”.1La Política de Seguridad Democrática fue la columna vertebral del gobierno deÁlvaro Uribe y consistió en una agresiva recuperación del control territorial enregiones de influencia guerrillera. Por cuenta de esta política se duplicó el pie defuerza y se modernizó el aparato militar.192] COLOMBIA