“VAMOS A PORTARNOS MAL”
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“Vamos a portarnos mal”]a que la población conozca varios entretelones de esa discusión. Sin embargo, eso nofue óbice para que los medios disimularan su rechazo al gobierno.Para mayo las protestas alcanzaron un punto crítico. El 7 de mayo El Comerciopresentaba una crónica: Un herido en las protestas por la Ley de Aguas: “Una espesanube de gas lacrimógeno se extendió por la calle Piedrahita. Indígenas y campesinosafrodescendientes corrían con desenfreno por la avenida 6 de Diciembre, frente alPalacio de Justicia. Ellos trataban de huir de las bombas que lanzaban los policías desdelos exteriores de la Asamblea, en donde se debatía el informe de la Ley de Aguas”.Dos días después el presidente de la Ecuarunari, Delfín Tenesaca, en una entrevista,declaraba: “Estamos decepcionados, Rafael Correa ha hecho decretos en contra delos indígenas”. Los defensores de la Ley explicaban que ésta no es privatizadora; peroTenesaca afirmaba: “No decimos que la Ley está intentando privatizar el agua, sinoque eso ya está vigente. Por ejemplo, en la Costa ecuatoriana el 65% del agua está enpocas manos. Las 47 haciendas que existen ahí tienen suficiente agua. Pero si vemoslos suburbios de las ciudades tampoco tienen agua. Nos preguntamos, ¿no será quetenemos que redistribuir el agua?”.Lo mediático desde el oficialismoA las protestas siguieron varias cadenas televisivas del gobierno atacando a ladirigencia de la CONAIE y las formas de protesta. Ha sido la táctica oficial paradesprestigiar a los dirigentes sociales. La Ministra Coordinadora de la Política, DorisSolíz, incluso desestimó las marchas. El 12 de mayo El Comercio decía: Correa atacay minimiza a los indígenas: “El conflicto indígena por la Ley de Aguas hace que desdeCarondelet se lancen tiros en direcciones contrarias. Por un lado, los miembros delGobierno dicen que no les preocupa las movilizaciones. Pero han activado unaestrategia política y comunicacional para desactivar las protestas”.Pero las protestas mostraron, para sorpresa de muchos, que el movimiento indígenano es homogéneo y unívoco. Vertientes con visiones distintas fueron posicionándosea lo largo del debate. Y eso sustentó los argumentos del régimen para minimizarlas protestas.Desenlace político y mediáticoSin embargo, la primera gran derrota del gobierno y de la mayoría legislativa queapoyaba el Proyecto de Ley del Agua, llegaría pronto. Ni siquiera la salida mágica quepretendió el Presidente de la Asamblea, Fernando Cordero, de enviar el proyecto[183
a consulta pre legislativa pudo frenar los frutos de las protestas. Y en la Asamblea,debido a la poca efectividad de los diálogos, no se logró consolidar una mayoría loque impidió la aprobación de la Ley. La continuidad de las protestas había impedidoque los traspiés del debate desembocaran en la aprobación de una Ley con vacíos ycontradicciones. Para Dennis García los puntos críticos que impidieron aprobar dichaley “giran en torno a los intereses empresariales que desarrollaron un intenso lobby enel Ejecutivo y en la Asamblea. El tema de Interagua, igual que ocurrió en Montecristi,partió a Alianza País, que optó por aliarse con Madera de Guerrero (socialcristianos)para aprobar todo el capítulo referido al aprovechamiento productivo del agua.Madera de Guerrero obviamente estaba defendiendo a Interagua y comprometió susvotos a condición de que no se la tocara. Este era para las organizaciones indígenascontrarias y aliadas del gobierno un tema innegociable”.Juan Cuvi escribiría en El Comercio el 23 de mayo: “La pugna por la Ley de Aguasevidencia que los poderes fácticos continúan actuando tras bastidores, al extremo deconvertir al escenario político en una maraña de actos y discursos contradictorios eindescifrables”.Y en la retórica parlamentaria surgió una palabra para situar la real contradicciónque alimentaba la derrota oficial: la ley cayó en un “limbo”.La respuesta del régimen no se hizo esperar: “la ley no era una prioridad”.El gran contexto de las protestasMás allá de los resultados de aquellas luchas y la evidencia de la exigua comprensiónpolítica que tuvo el gobierno sobre este proceso, es indudable que las protestassociales desempeñadas por el movimiento indígena, principalmente, tuvieron comocorrelato el despliegue de verdades y visiones que ambos protagonistas asumen paraplasmar su rol en el Ecuador actual.Pero no todo devino en una circunstancial derrota (gobierno) y victoria (movimientossociales e indígenas) sino que los coletazos de semejante hecho produjeron la idea decondenar (desde el poder político) las protestas sociales en cuestiones prácticas. Lacriminalización de todo acto que “rompa el orden” se transforma en un delito. Asomael disciplinamiento de la protesta como sinónimo de la racionalidad de la insatisfacciónsocial. Para corroborarlo Gustavo Jalkh, ministro de gobierno, lo explica: “El derechoa la protesta está garantizado. Hay que distinguir ente protesta y cometimiento dedelitos, conceptos distintos: lo uno es un derecho lo otro son actos antijurídicos queafectan los derechos individuales y/o colectivos. Se debe evitar la impunidad de actosdelictivos y evitar confundir protesta con destrucción de bienes públicos o privados,o con afectación de derechos como la libre circulación por vías y carreteras”.184] ECUADOR
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