“VAMOS A PORTARNOS MAL”
“VAMOS A PORTARNOS MAL” “VAMOS A PORTARNOS MAL”
“Vamos a portarnos mal”]alternativas” a la prisión como la “prohibición a organizarse y de participar dereuniones con personas, prohibición de salir del país”.Un incidente particular, que guarda relación también con la política de disuasión,involucra a dos universitarios. María Paz Valenzuela, estudiante de ciencias de lacomunicación, vio truncada su carrera universitaria –en la Facultad de Filosofía de laUniversidad Nacional de Asunción (UNA)– a causa de una imputación.“Lo que nosotros en principio reivindicamos fue el hecho de que el rector de laUNA, Pedro González buscaba modificar un artículo del estatuto de la universidadpara poder ser reelecto en su cargo al igual que los decanos, por tiempo indefinido”,cuenta la universitaria que se desempeñaba como representante estudiantil.La movida de los directivos reavivó el tema del saneamiento dentro de la universidad,un aspecto pendiente desde la caída de la dictadura –dice– “el prebendarismo, lacorrupción, la no transparencia en la gestión y, sobre todo, de apartados dentro delestatuto que da atribuciones a las autoridades para declararles a un alumno rebeldecomo causa justificada para la expulsión, si es que se manifestaba. Esto data de laépoca de la dictadura y se intentó reflotar”, remarca.Valenzuela, junto a otro compañero suyo, Andrés Parra, fue procesada por hechopunible de extorsión e intento de secuestro. Esto hizo que el juez de garantías calificarade exagerada la carátula abierta por la fiscala Blanca Aquino.El hecho que precedió a este procesamiento, además, marcó un precedentenefasto en la historia de la Universidad en el país. Transcurría el 11 de mayo del 2005,estudiantes de cinco facultades: Filosofía, Ciencias Agrarias, Arquitectura, Facen y deTrabajo Social. Los planteamientos giraban en torno a, primero, no modificar dichoartículo del estatuto, segundo, una revisión general del reglamento de la UNA quegarantice la transparencia y los periodos de gobernabilidad que buscaban proteger aalgunos decanos que estaban muy cuestionados.Las autoridades se sintieron presionados por los estudiantes y solicitaroninéditamente el auxilio de la fuerza policial. Un pelotón de agentes antimotines“cascos azules” ingresaron así al Campus de la ciudad de San Lorenzo donde sellevaba a cabo la medida de fuerza.Por primera vez, en toda la transición democrática, policías ingresaban a un prediouniversitario. Hubo represión, heridos e imputados. El proceso contra Valenzuela yParra duró un año y fueron obligados al final a realizar trabajos sociales.Era una forma de desarticular a la dirigencia estudiantil. “La idea era descabezar almovimiento que estaba muy fuerte ya que se trata de 12 Facultades. Yo me vi obligadaa dejar el centro de estudiantes y me cortó la carrera”, señala Valenzuela a quien lefalta todavía un año para terminar sus estudios que aún hoy no puede retomar.[137
Esto pone de manifiesto que las imputaciones contra dirigentes apuntan de estamanera directamente a la desmovilización de las organizaciones sociales.Inclusive, el mismo día de la asunción al mando de Fernando Lugo, el 15 deagosto de 2008, un grupo de campesinos se encontraba acampado al costado de lapropiedad del hacendado Carlos María Van Humbeck. Cuando llega la intervenciónde la fiscala Lilian Ruiz, ésta ordena la destrucción de los ranchos e incauta losalimentos que estaban en las carpas; además, detuvo a 20 campesinos y los imputópor apología al delito e incitación a cometer hechos punibles.Asimismo, en los cierres de rutas –otra de las modalidades clásicas de protestasocial–, aparte del uso de la fuerza para despejarlas, las imputaciones también estánal orden del día por cometerse hechos punibles de perturbación a la paz pública,resistencia y asociación criminal.Se asiste, de esta forma, a fórmulas propias de la dictadura pero con la ley en lamano”, lanza Marielle Palau que dirige temporalmente la coordinadora de DDHHen Paraguay.Otro polo álgido del conflicto resulta del avance sojero y la falta de cumplimientode las leyes ambientales. En Paraguay existen más de 2.600.000 hectáreas de soja ypara este año se calcula una cosecha récord de 7,48 millones de toneladas. Ademásde la expulsión de campesinos, los productos que se utilizan para fumigar sonconsiderados tóxicos de alta peligrosidad.De acuerdo con la legislación protectora del medioambiente, ningún sojal puedeestar al borde de los caminos. La Fiscalía frente a esto debe actuar de hecho, peroeso no acontece. “Sin embargo, cuando los campesinos se movilizan en contra de lafumigación son detenidos”, insiste Palau.Así es como la fiscala Ninfa Aguilar imputó a cuatro líderes de una comunidad deldistrito de Santa Rosa del Aguaray, Dpto. de San Pedro, por los delitos de coaccióngrave y asociación criminal. Los imputados Elvio Romero, concejal municipalindependiente, Joel Cabrera, Catalino Mongelós y Florencio Martínez estabanorganizando una movilización en contra del uso ilegal e indiscriminado de agrotóxicoscon acciones directas no violentas. Los cultivos, conforme denunciaron, no cumplíancon la disposición del Decreto Nº 2084/04 que establece la construcción de barrerasvivas de seguridad cuando la aplicación de plaguicidas tenga que realizarse cercanaa comunidades o caminos colindantes y a la vez infringía una resolución (Nº 458/03)del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) que prohíbe la aplicación deplaguicidas en comunidades y asentamientos humanos.Los miembros de dicha comunidad se opusieron en varias ocasiones a las fumigacionesirregulares a través de la aprehensión de tractores, cierres de rutas, sentatas, entre otrasmedidas. Las denuncias fueron realizadas ante las autoridades correspondientes: laSecretaría del Ambiente (Seam), el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de138] PARAGUAY
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