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contenido - Yacht Club Argentino

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Cabo Buen Suceso entrando en el Estrecho de Le Maireenrollando el genoa e izando la trinquetilla 2, con elobjetivo de quedar bien pegados por estribor. En esetrayecto dejamos, también por estribor y muy cerca,las bahías Crossley y Flinders, en las que podríamoshabernos metido, especialmente en Flinders, que noshubiera protegido bastante bien de los vientos queestaban soplando.Una vez superado el enorme Cabo que teníamosen la mira, inmediatamente pegamos la orzada aestribor, cazando escotas y apuntando la proa atierra, metiéndonos para adentro de la amplia BahíaSan Antonio en cuyo fondo está Puerto Hoppner,acostándonos un par de veces con la impresionantemarejada del W que nos transportaba rápidamente ensentido contrario. Después de unos penosos minutosque parecieron una eternidad y apenas el cabo entróa tapar el cuadrante W, la marejada se fuetranquilizando muchísimo, quedando un mar de fondorespetable pero nada que ver con lo de afuera.Evidentemente que la clave de esta maniobra estáen acercarse al cabo sin miedos, lo más que se puede,a pesar de su impresionante altura y del estado de lamar, y pegarle la virada instantáneamente una vezsuperado el mismo, sin perder arrancada.Mientras estábamos en esta contingencia me fuiacordando de Luis Piedrabuena que conocía estasaguas como la palma de su mano, y me preguntabacuantas veces, empapado y con temperaturas bajocero, debió haber hecho esta misma maniobra en estemismo lugar, abordo de pesadas goletas de madera,con velas de algodón y obviamente sin máquina.Este cabo, que se adentra en el mar unas 3 millascon alturas entre 200 y 300 metros, no solo corta lamarejada sino también, en gran medida, el viento,pudiéndose efectuar el acercamiento a la costa, depiedra a pique, con bastante comodidad, más allá delmar de fondo y las rachas de viento que se cuelanentre los cañadones de los cerros, intensas ymolestas pero de corta duración. (Para unadescripción pormenorizada de este lugar consultar elartículo titulado “De puerto Hoppner a Mar del Plata”,edición Nº 164 de Enero del 2008).Transpuestos los dos angostos pasos de piedraque determinan la entrada a este fondeadero, algo asícomo un tranquilo lago de aguas oscuras rodeado demontañas de hasta 700 metros de altura, nossorprendió bastante encontrarnos allí adentro, en esasoledad, con un catamarán de bandera alemana,aparejo tipo Cutter, de unos 55 pies de eslora,tripulado nada más que por una pareja de personasbastante mayores, que se habían instalado armandouna telaraña de calabrotes, y pensaban invernar enese lugar para seguir durante la primavera siguientehacia el Pacífico, lo que demuestra, una vez más, quecuando hay ganas de navegar no hay imposibles.Zarpamos durante la media mañana del díasiguiente, acompañados de una gran cantidad deaves, mientras los pingüinos, desde las costasaledañas que caen a pique, entraban y salían delagua con cada ola, en cantidades innumerables.Atravezamos la inmensa Bahía San Antonio, dejandopor estribor y bastante cerca el Cabo Colnett y suislote homónimo, que conforman el límite E de estaEl <strong>Yacht</strong> enero 2009 3

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