dogma-y-ritual-de-alta-magia-parte-1-dogma-eliphas-levi
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una esirafia fijeza Sir—.me dijo con un acento inglés muy pronunciado— yo sé que laley del secreto es rigurosa entre los adeptos; una amiga de Sir B*** L***, que os havisto, sabe que han solicitado de vos experiencias y que habéis rehusado satisfacer esacuriosidad. Quizá no poseáis las cosas necesarias; yo voy amostraros un gabinetemágico completo; pero solicito de vos, ante todo, el más inviolable secreto.Si no me hacéis esa promesa, por vuestro honor, daré orden para que os conduzcan avuestra casa. Hice la promesa que se me exigía y soy fiel a ella no diciendo ni elnombre, ni la jerarquía social, niel domicilio de esa señora, en quien reconocíinmediatamente a una iniciada, no precisamente de primer orden, sino de un grado muysuperior. Tuvimos muy largas y amplias conversaciones, durante las cuales ella insistiósiempre en la necesidad de prácticas para completar la iniciación. Me enseñO unacolección de trajes y de instrumentos mágicos y aun me prestO algunos libros raros deque yo carecía. Luego, me determinó a intentar en su casa la experiencia de unaevocación completa, para la cual me preparé durante veintiún días observandoescrupulosamente las prácticas indicadas en el decimotercer capítulo del Ritual.Mi preparación había terminado el 24 de julio. Se trataba de evocar el fantasma deldivino Apollonius (Apolonio de Tiana) y de interrogarle acerca de los secretos; uno queme concernía a mí exclusivamente, y otro que interesaba a la dama en cuestión. Estahabía contado al principio con asistir ala evocación acompañada de una persona deconfianza; pero, a última hora; esa persona tuvo miedo, y como el temario o la unidadson rigurosamente requeridos para los ritos mágicos, me dejaron solo. El gabinetepreparado para la evocación estaba practicado en una especie de altar con piedra demármol blanco y rodeado de una cadena de hierro imantado.Sobre el blanco mármol estaba grabado y dorado el signo del pentagrámaton, tal y comoestá representado en la siguiente figura; yen el mismo signo estaba trazado, en diversoscolores, sobre una piel blanca de cordero, completamente nueva, que estaba extendidabajo el altar. En el centro de la mesa de mármol había un exahumerio de cobre concarbón de madera de émula y de laurel; otro exahumerio estaba colocado delante de mísobre un trípode.Yo estaba vestido con una túnica blanca, muy parecida al alba de los sacerdotescatólicos, pero más amplia ymás larga y llevaba en la cabeza una corona de hojas deverbena entrelazadas por una cadenilla de oro. En una mano tenía una espada nueva yen la otra el Ritual. Encendí los dos fuegos con las sustancias requeridas y preparadas ycomencé, en voz baja primero, las invocaciones del Ritual.El humo se extendió; las llamas hicieron vacilar los objetos que iluminaban y despuésse apagaron. El humo se elevaba blanco y lento sobre el altar de mármol y me pareciósentir una sacudida, como si fuera un temblor de tierra; sentía un tintineo en los oídos ymi corazón latía con fuerza.Volví a echar algunas ramas y perfumes en los exahumerios, y cuando la llama se elevó,vi claramente, delante del altar, una figura de hombre mayor de tamaflo natural, que sedescomponía y se borraba. Volví a comenzar las evocaciones y vine a colocarme en uncfrculo que había previamente trazado entree! altar ye! trípole; vi entonces aclararsepoco apoco e! fondo del espejo que estaba enfrente de mí, detrás del altar y una formablancuzca se dibujó en él, agrandándose y pareciendo acercarse poco a poco.Llamé tres veces «~Apol1onius!» cerrando los ojOs, y cuando los abrí, un hombre sehallaba frente a mí, envuelto por completo en una especie de sudario que me pareció ser90
gris más bien que blanco; su rostro era delgado, y estaba triste y sin barba, hecho que nocorrespondía en forma alguna con la idea que precisamente me había formado en unprincipio de ApolonioExperimenté una sensación de frío extraordinaria, y cuando abrí la boca para interpelaral fantasma, me fue imposible articular un sonido. Puse entonces la mano sobre el signodel pentagramaton y dirigí hacia él la punta de la espada, ordenándole, mentalmente porese signo, de no espantarme y de obedecerme.Entonces la forma se hizo más confunsa y desapareció de repente. Le ordené quevolviera; entonces sentí pasar cerca de mí como un sopio, y que algo me había tocadoen la mano que sustentaba la espada, sintiendo inmediatamente el brazo comoentumecido hasta el hombro. Creí comprender que esa espada ofendía al espfritu y lahinqué por la punta dentro del circulo, cerca de mí.La figura humana repareció inmediatamente; pero sentí una debilidad tan grande entodos mis miembros y un desfallecimiento tan repentino que de mí se apoderaba, que didos pasos para sentarme. En cuanto me senté, caí en una especie de profundo sopor ,acompañado de ensueños, de los que no me quedaron, al despertarme, más que unrescuerdo confuso y vago.Tuve, durante muchos días, el brazo entumecido y dolorido. La figura no me habíahablado, pero me parece que las preguntas que tenía que hacerle, se habían resuelto porsí mismas en mi espíritu. A la de la señora, una voz interior respondía en mí; Muerto.(Se trataba de un hombre de quien quería saber noticias.) En cuanto a mí, yo queríasaber si el acercamiento y el perdón serían posibles entre dos personas en las que yopensaba, y el mismo eco interior respondía implacablemente: ¡Muertas!Refiero aquí los hechos tal y como han pasado; no los impongo a la fe de nadie. Elefecto de esta experiencia, tuvo en mí algo extraordinario, algo inexplicable. Yo no eraya el mismo hombre; algo del otro mundo había pasado por mí; no estaba ni alegre, nitriste, pero experimentaba un encanto singular por la muerte, sin sentir, no obstante,ningún intento de recurrir al suicidio. Yo analizo cuidadosamente lo que experimenté,ya pesar de una repugnancia nerviosa muy vivamente sentida, reitiré dos veces, sólo conintervalo de algunos días, la misma prueba. El relato de los fenómenos que seprodujeron difieren muy poco del que acabo de referir, y lo suprimo por no hacerdemasiado extensa la narración. Pero, el resultado de estas otras dos evocaciones fuepara mí la revelación de los secretos cabalísticos, que si fueran conocidos por todo elmundo cambiarían en poco tiempo las bases y las leyes de todas las sociedadesmodernas.¿Concluiré de ello que he, realmente, evocado, visto y palpado al gran Apolonio deTiana? No esto ni bastante~alucinado para creerlo, ni so tan poco serio para afirmarlo.El efecto de las preparaciones, de los perfumes, de los espejos, de los pantáculos, es unaverdadera embriaguez de la imaginación que debe obrar vivamente sobre una personade suyo impresionable y nerviosa. Yo no explico por qué leyes fisíologicas he visto ytocado; afirmo, únicamente, que he visto y he tocado; que he visto clara y distintamente,sin sueños, y esto basta para creer en la eficacia real de las ceremonias mágicas. Creo,por otra parte, peligrosa y nociva la práctica; la salud, sea moral, sea física, no resistiríaa semejantes operaciones, si éstas se hicieran habituales. La dama de edad de que hehablado y de la que tuve después por qué quejarme, sería una prueba; porque a pesar desus negaciones, yo no dudo que ella no tenga la costumbre de la nigromancia y de lagoecia. A veces disparataba por completo, entregándose otras a insensatas cóleras, de91
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gris más bien que blanco; su rostro era <strong>de</strong>lgado, y estaba triste y sin barba, hecho que nocorrespondía en forma alguna con la i<strong>de</strong>a que precisamente me había formado en unprincipio <strong>de</strong> ApolonioExperimenté una sensación <strong>de</strong> frío extraordinaria, y cuando abrí la boca para interpelaral fantasma, me fue imposible articular un sonido. Puse entonces la mano sobre el signo<strong>de</strong>l pentagramaton y dirigí hacia él la punta <strong>de</strong> la espada, or<strong>de</strong>nándole, mentalmente porese signo, <strong>de</strong> no espantarme y <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cerme.Entonces la forma se hizo más confunsa y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> repente. Le or<strong>de</strong>né quevolviera; entonces sentí pasar cerca <strong>de</strong> mí como un sopio, y que algo me había tocadoen la mano que sustentaba la espada, sintiendo inmediatamente el brazo comoentumecido hasta el hombro. Creí compren<strong>de</strong>r que esa espada ofendía al espfritu y lahinqué por la punta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l circulo, cerca <strong>de</strong> mí.La figura humana repareció inmediatamente; pero sentí una <strong>de</strong>bilidad tan gran<strong>de</strong> entodos mis miembros y un <strong>de</strong>sfallecimiento tan repentino que <strong>de</strong> mí se apo<strong>de</strong>raba, que didos pasos para sentarme. En cuanto me senté, caí en una especie <strong>de</strong> profundo sopor ,acompañado <strong>de</strong> ensueños, <strong>de</strong> los que no me quedaron, al <strong>de</strong>spertarme, más que unrescuerdo confuso y vago.Tuve, durante muchos días, el brazo entumecido y dolorido. La figura no me habíahablado, pero me parece que las preguntas que tenía que hacerle, se habían resuelto porsí mismas en mi espíritu. A la <strong>de</strong> la señora, una voz interior respondía en mí; Muerto.(Se trataba <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> quien quería saber noticias.) En cuanto a mí, yo queríasaber si el acercamiento y el perdón serían posibles entre dos personas en las que yopensaba, y el mismo eco interior respondía implacablemente: ¡Muertas!Refiero aquí los hechos tal y como han pasado; no los impongo a la fe <strong>de</strong> nadie. Elefecto <strong>de</strong> esta experiencia, tuvo en mí algo extraordinario, algo inexplicable. Yo no eraya el mismo hombre; algo <strong>de</strong>l otro mundo había pasado por mí; no estaba ni alegre, nitriste, pero experimentaba un encanto singular por la muerte, sin sentir, no obstante,ningún intento <strong>de</strong> recurrir al suicidio. Yo analizo cuidadosamente lo que experimenté,ya pesar <strong>de</strong> una repugnancia nerviosa muy vivamente sentida, reitiré dos veces, sólo conintervalo <strong>de</strong> algunos días, la misma prueba. El relato <strong>de</strong> los fenómenos que seprodujeron difieren muy poco <strong>de</strong>l que acabo <strong>de</strong> referir, y lo suprimo por no hacer<strong>de</strong>masiado extensa la narración. Pero, el resultado <strong>de</strong> estas otras dos evocaciones fuepara mí la revelación <strong>de</strong> los secretos cabalísticos, que si fueran conocidos por todo elmundo cambiarían en poco tiempo las bases y las leyes <strong>de</strong> todas las socieda<strong>de</strong>smo<strong>de</strong>rnas.¿Concluiré <strong>de</strong> ello que he, realmente, evocado, visto y palpado al gran Apolonio <strong>de</strong>Tiana? No esto ni bastante~alucinado para creerlo, ni so tan poco serio para afirmarlo.El efecto <strong>de</strong> las preparaciones, <strong>de</strong> los perfumes, <strong>de</strong> los espejos, <strong>de</strong> los pantáculos, es unaverda<strong>de</strong>ra embriaguez <strong>de</strong> la imaginación que <strong>de</strong>be obrar vivamente sobre una persona<strong>de</strong> suyo impresionable y nerviosa. Yo no explico por qué leyes fisíologicas he visto ytocado; afirmo, únicamente, que he visto y he tocado; que he visto clara y distintamente,sin sueños, y esto basta para creer en la eficacia real <strong>de</strong> las ceremonias mágicas. Creo,por otra <strong>parte</strong>, peligrosa y nociva la práctica; la salud, sea moral, sea física, no resistiríaa semejantes operaciones, si éstas se hicieran habituales. La dama <strong>de</strong> edad <strong>de</strong> que hehablado y <strong>de</strong> la que tuve <strong>de</strong>spués por qué quejarme, sería una prueba; porque a pesar <strong>de</strong>sus negaciones, yo no dudo que ella no tenga la costumbre <strong>de</strong> la nigromancia y <strong>de</strong> lagoecia. A veces disparataba por completo, entregándose otras a insensatas cóleras, <strong>de</strong>91