Denevi, Marco - Ceremonia secreta
Denevi, Marco - Ceremonia secreta Denevi, Marco - Ceremonia secreta
Marco Denevi43Ceremonia secreta—Encarnación: Todo. Belena dejó de buscar. Estaba hecha un demonio. Se mordíalos labios, las manos le temblaban, echaba lumbre por los ojos. ¿Cómo te dije quehacía, Mercedes?—Mercedes: Uuuuh uuuh, así, como si soplase.—Encarnación: Después, sin siquiera mirarme, huyó a la planta baja. Yo no sabíaqué partido tomar. Estuve un rato deambulando por el dormitorio de Guirlanda,por, la antecámara. No me atrevía a entrar en el cuarto de Cecilia. Por fin me decidí ybusqué a Belena. La encontré en la cocina, llorando como yo jamás he visto llorar anadie. Al verme dejó instantáneamente de llorar, me volvió la espalda, y en un tonoun poco seco, es la verdad, me dijo: “Encarnación, se lo ruego, que nadie sepa lo queha ocurrido en esta casa. Se lo pido por la memoria de Guirlanda. Y ahora váyase.Váyase y déjeme sola”. Me pareció que el dolor la volvía un poco grosera. Pero se loperdoné. Y como no soy de las que se hacen repetir dos veces las cosas, allí mismome fui.—Anabelí: Querida, una pregunta, ¿No se acuerda si el día en que, bueno, pasólo que pasó, era lunes?—Encarnación: Espere. Criscuolo atiende de lunes y jueves.—Mercedes: Jueves no era, porque si hubiese sido un jueves, yo habría ido a laMisión, y en cambio me quedé en casa.—Encarnación: Entonces sí, fue un lunes. ¿Cómo lo sabía?—Anabelí: No, nada. Pero siga, querida.—Encarnación: Ya queda poco. Cuando al día siguiente volví con ésta, encontramosa una Belena de piedra, que casi no nos habló, que abrió la boca sólo para pedirnosotra vez reserva. Nosotras estábamos impresionadas viéndola así.—Anabelí: ¿Así? ¿Cómo?—Encarnación: Hecha un guiñapo. Ella, tan arrogante. Y todavía más: cuando lepreguntamos por Cecilia, nos gritó que no se la nombrásemos, y se puso a sollozar.Le repito que estábamos impresionadas.—Anabelí: ¿Y Cecilia?—Encarnación: Esa tarde no la vimos. Dos días después las visitamos nuevamente,pero Belena ya no estaba más. En cuanto a Cecilia, nos recibió con una cara deloca que producía horror. Disparataba, decía que su pobre madre había salido y tardabaen volver, y que tal vez se habría perdido y que ella debía ir a buscarla... Partíael alma oírla.—Anabelí: De modo que Belena abandonó a Cecilia cuando la muchacha más lanecesitaba.—Encarnación: Sí. También a nosotras nos llamó la atención.—Anabelí: ¿No volvieron a verla?—Encarnación: No, nunca.—Anabelí: ¿Y saben dónde vive?—Encarnación: No.—Mercedes: No.—Encarnación: Intentamos sondear a Cecilia a ese respecto, pero fue inútil.—Anabelí: De modo que ni Belena ni ustedes hicieron ninguna denuncia.—Encarnación: Querida, ¿qué hubiéramos ganado?—Anabelí: ¿Ustedes? Al contrario. Habrían perdido.—Encarnación: ¿Sí?—Mercedes: ¿Perdido?
- Page 34: Marco Denevi17Ceremonia secretaQuie
- Page 38: Marco Denevi19Ceremonia secretaba.
- Page 42: Marco Denevi21Ceremonia secretaceas
- Page 46: Marco Denevi23Ceremonia secretacho,
- Page 50: Marco DeneviCeremonia secretaDurant
- Page 54: Marco Denevi27Ceremonia secretavac
- Page 58: Marco DeneviCeremonia secreta—¿L
- Page 62: Marco Denevi31Ceremonia secretauna
- Page 66: Marco DeneviCeremonia secretara ver
- Page 70: Marco Denevi35Ceremonia secretaatis
- Page 74: Marco Denevi37Ceremonia secretaexag
- Page 78: Marco Denevi39Ceremonia secreta—E
- Page 82: Marco Denevi41Ceremonia secretaSal
- Page 88: Marco DeneviCeremonia secreta—Enc
- Page 92: Marco DeneviCeremonia secretaSiempr
- Page 96: Marco DeneviCeremonia secretaSantos
- Page 100: Marco Denevi50Ceremonia secretadevo
- Page 104: Marco Denevi52Ceremonia secretadido
- Page 108: Marco Denevi54Ceremonia secretaen l
- Page 112: Marco DeneviCeremonia secreta56
<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong>43<strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>—Encarnación: Todo. Belena dejó de buscar. Estaba hecha un demonio. Se mordíalos labios, las manos le temblaban, echaba lumbre por los ojos. ¿Cómo te dije quehacía, Mercedes?—Mercedes: Uuuuh uuuh, así, como si soplase.—Encarnación: Después, sin siquiera mirarme, huyó a la planta baja. Yo no sabíaqué partido tomar. Estuve un rato deambulando por el dormitorio de Guirlanda,por, la antecámara. No me atrevía a entrar en el cuarto de Cecilia. Por fin me decidí ybusqué a Belena. La encontré en la cocina, llorando como yo jamás he visto llorar anadie. Al verme dejó instantáneamente de llorar, me volvió la espalda, y en un tonoun poco seco, es la verdad, me dijo: “Encarnación, se lo ruego, que nadie sepa lo queha ocurrido en esta casa. Se lo pido por la memoria de Guirlanda. Y ahora váyase.Váyase y déjeme sola”. Me pareció que el dolor la volvía un poco grosera. Pero se loperdoné. Y como no soy de las que se hacen repetir dos veces las cosas, allí mismome fui.—Anabelí: Querida, una pregunta, ¿No se acuerda si el día en que, bueno, pasólo que pasó, era lunes?—Encarnación: Espere. Criscuolo atiende de lunes y jueves.—Mercedes: Jueves no era, porque si hubiese sido un jueves, yo habría ido a laMisión, y en cambio me quedé en casa.—Encarnación: Entonces sí, fue un lunes. ¿Cómo lo sabía?—Anabelí: No, nada. Pero siga, querida.—Encarnación: Ya queda poco. Cuando al día siguiente volví con ésta, encontramosa una Belena de piedra, que casi no nos habló, que abrió la boca sólo para pedirnosotra vez reserva. Nosotras estábamos impresionadas viéndola así.—Anabelí: ¿Así? ¿Cómo?—Encarnación: Hecha un guiñapo. Ella, tan arrogante. Y todavía más: cuando lepreguntamos por Cecilia, nos gritó que no se la nombrásemos, y se puso a sollozar.Le repito que estábamos impresionadas.—Anabelí: ¿Y Cecilia?—Encarnación: Esa tarde no la vimos. Dos días después las visitamos nuevamente,pero Belena ya no estaba más. En cuanto a Cecilia, nos recibió con una cara deloca que producía horror. Disparataba, decía que su pobre madre había salido y tardabaen volver, y que tal vez se habría perdido y que ella debía ir a buscarla... Partíael alma oírla.—Anabelí: De modo que Belena abandonó a Cecilia cuando la muchacha más lanecesitaba.—Encarnación: Sí. También a nosotras nos llamó la atención.—Anabelí: ¿No volvieron a verla?—Encarnación: No, nunca.—Anabelí: ¿Y saben dónde vive?—Encarnación: No.—Mercedes: No.—Encarnación: Intentamos sondear a Cecilia a ese respecto, pero fue inútil.—Anabelí: De modo que ni Belena ni ustedes hicieron ninguna denuncia.—Encarnación: Querida, ¿qué hubiéramos ganado?—Anabelí: ¿Ustedes? Al contrario. Habrían perdido.—Encarnación: ¿Sí?—Mercedes: ¿Perdido?