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Denevi, Marco - Ceremonia secreta

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<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong>41<strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>Salía por ejemplo una tarde y no volvía hasta la noche. Belena le preguntaba: “¿Dedónde vienes, querida?”, pero la otra no se lo decía. Y Belena, lógicamente, sospechabaque aquellas salidas no presagiaban nada bueno. Pero, ¿qué podía hacer?—Anabelí: Pues yo, en el lugar de Belena...—Encarnación: Usted sí, querida. Usted no vive a costa de Cecilia, como vivíaBelena. Porque la pobre Belena no tiene dónde caerse muerta. Además, usted es latía, es una persona madura...—Anabelí: ¿Y Belena? ¿Acaso Belena es una chica?—Encarnación: No, pero...—Anabelí: Tenía el deber de dirigir los pasos de su prima menor de edad.—Encarnación: ¿Cecilia?—Mercedes: ¿Cecilia, menor de edad?—Anabelí: ¿O no? No sé, no tengo memoria para las edades.—Encarnación: Cecilia ya ha cumplido los veintitrés.—Anabelí: Dorremifá.—Encarnación: ¿Decía?—Anabelí: No, nada.—Encarnación: Claro que no los aparenta.—Mercedes: Los locos nunca aparentan la edad.—Encarnación: ¡Mercedes!—Anabelí: Siga contándome, querida.—Encarnación: Un día que fuimos a visitarlas, Cecilia no estaba en casa. Yo, éstay Belena conversábamos lo más tranquilas en el comedor. Y de golpe Belena que sepone a llorar. Imagínese nosotras. Nos contó que revisando unas ropas de Ceciliahabía encontrado una foto. “Esta”, dijo. Y nos mostró la fotografía de un muchachorubio, joven, nada feo, pero con unos ojos... Al dorso de la foto estaba escrito: “F. a C.“.—Anabelí: ¿Y por eso lloraba Belena?—Encarnación: Natural.—Anabelí: No era para tanto. Un novio lo tiene cualquier muchacha.—Encarnación: Sí, pero Cecilia no es cualquier muchacha. Piense en su fortuna.Piense en su forma de ser. Mire qué carnada para más de un aventurero. Y si era unnovio como Dios manda, ¿por qué lo ocultaba? ¿Por qué no la visitaba en su casa,delante de Belena?—Anabelí: Eso es cierto.—Encarnación: Fíjese que Belena no había logrado que Cecilia le confiase adónde iba cuando salía sola por las tardes. Y todavía más: una vez Cecilia se habíaenojado y la había llamado arpía.—Anabelí: ¿Arpía? ¡Mire qué bien!—Encarnación: ¿cómo, qué bien?—Anabelí: Digo, ¿y ustedes? ¿No hicieron la prueba de hablar con Cecilia?—Encarnación: Pero si esa muchacha estaba siempre en otro mundo. Usted tratabade sonsacarle algo y era como dirigirse a una pared. Además, no podíamos dejarlamal a Belena descubriendo que nos hacía confidencias. La propia Belena noshabía pedido discreción. Y si usted me permite decírselo todo, le diré que Cecilia nostenía cierta ojeriza, no se por qué.—Mercedes: Entre Jan y Guirlanda le habían metido en la cabeza la idea de quenosotras...

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