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Prólogo Entre aquí y allá. Las familias colombianas transnacionales

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Los vínculos en las <strong>familias</strong> <strong>transnacionales</strong>hijo estaría más seguro. Desde el momento en que lo mandó, llamaba con frecuenciay sufría constantemente. Así lo cuenta su madre: “(…) muy desesperada me llamaba yme decía llorando, yo esto no lo vuelvo a cometer nunca, cuando vaya, voy con él.”Mabel, madre de un pequeño que está al cuidado de su abuela, afirma que le da temorpensar que: (…) el niño se va a encariñar más con mi madre que conmigo. Cuandoestuvo de visita, confirmó este presentimiento al notar que su hijo no la sentía cercanaafectivamente. Narra así su experiencia: (…) Cuando llegué, mi mamá le dijo:“Salude, papi, a su mami; ella es su mamá”. Yo digo que a mí eso me dio una cosa en elcorazón, tan horrible, que yo me iba era aguantando en el taxi, hasta que llegué a la casay me metí en el baño, y ahí me destapé a llorar sola (…). Por ello, trató de interactuarcon él y se ganó su cariño y en la segunda despedida pensaba: (…) está bien, yo mevoy muy triste de dejarlo otra vez, pero por lo menos me queda la satisfacción de que estácon mi madre, que está estudiando, que está grande, que está bien y que seguirá adelante(…) Sí, me dio mucha tristeza, pero sabía que estaba bien. Al final, reconoce el papelde la abuela como cuidadora y se consuela.Nos preguntamos acerca de la forma como estas madres expresan la nostalgia y eldolor de la separación. Vemos que algunas madres aprovechan los viajes a Colombiapara llevarlos a pasear, ayudarles con las tareas escolares o hacerles los oficios domésticos.Así lo relata Elena, quien retorna después de haber dejado a los hijos e hijasdurante seis años:A pesar de sentir muchas cosas, rechazo y dolor, pues muy lindo, porque levantarme a hacerlesun desayuno a mis hijos o a arreglarles la ropa, después de tantos años que les habíatocado hacerlo... Todo eso, ¡pues es una felicidad muy grande! Salir a comprarles la fruta,eso era la dicha de los tres. ¿Qué quiere comer? ¡Cuánto hace que no se come algo hecho porsu mamá! Porque definitivamente lo que le hace a uno la mamá no se lo hace nadie.<strong>Las</strong> madres migrantes sufren un desgarramiento o un duelo recurrente al vivir separadasde sus hijos e hijas menores, lo cual puede incidir en que caigan en depresiones,durante las cuales las culpas aumentan el dolor de la pérdida. En un estudio similarrealizado por Solé y Parella (2005: 12, 13) sobre las madres <strong>transnacionales</strong> en Barcelona,después de oírles sus expresiones de dolor, las autoras concluyen:Cuando [las madres migrantes] llegan a la sociedad de destino, la nostalgia y el dolorpor la separación son tan intensos que lo único que desean es no tener tiempo parapensar demasiado en su situación y trabajar cuantas más horas mejor para no decaer.(…) Pero trabajar tantas horas tiene un elevado costo para su salud. El estrés y elagotamiento físico aflora en el discurso (…) En este sentido, podemos concluir que lamaternidad “a distancia” tiene una gran incidencia negativa en la salud física y mentalde estas mujeres.125

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