Prólogo Entre aquà y allá. Las familias colombianas transnacionales
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<strong>Entre</strong> aquí y allá. <strong>Las</strong> <strong>familias</strong> <strong>colombianas</strong> <strong>transnacionales</strong>y decidió migrar como respuesta a una situación económica precaria. Frente a esto–pues no tenía ni para pagar los servicios–, y a falta de un empleo, decidió hablar consus hijos, quienes le sugirieron viajar. Sobre la despedida, recuerda que fue:Muy difícil, pero como dice el cuento: “haciendo de tripas corazones”, me hice como muyfuerte delante de mis hijos y de mi madre, pero eso sí, me subí al avión y todo el camino lloré.Han sido dos veces que nos hemos separado de esa forma y yo digo: “nunca más me vuelvo aseparar así”, pero vuelve y juega la ruleta.Al llegar a su destino, durante la incorporación al nuevo país y a pesar de haberconseguido empleo, sus sufrimientos por los hijos se hicieron más agudos: Lo quemás me costó fue haberlos dejado. De hecho, los seis primeros meses me bajé como cinco,seis kilos, y lloraba demasiado, demasiado, yo estaba planchando y lloraba, estabaen el autobús y lloraba, yo estaba con la fregona, lloraba... Mejor dicho, era una cosaimpresionante. Elena estuvo un tiempo sin regularizarse, retornó a Colombia duranteocho meses y de regreso a Madrid inició un proceso de reunificación. En este caso lareunificación, que parecía sencilla y se planeaba en uno o dos años, fue posponiéndosey duró siete años.En el caso de Ana, la situación ha sido especialmente dramática porque llegó a Españacon su hijo de dos años y medio, pero al mes de estar allá las condiciones en quevivía no le permitieron ni cuidarlo ni mucho menos pagar para que alguien lo hiciera.Por esa época, debieron vivir hacinados y hasta aguantando hambre, así que decidiódevolver al niño en un vuelo a Colombia con una azafata. Después fue a visitarlo a supaís. Ana cuenta así los sentimientos que provocaron en ella las despedidas:El niño se quedó y para mí fue super duro; el niño en el aeropuerto no lloró, pero cuandome vine, me despedí de él, y cuando llegué aquí, tuve que pedir una semana de vacacionesen la empresa porque no hacía sino llorar y llorar, de ver la tristeza tan grande de volvermea venir, de volver a vivir lo mismo que la primera vez que me vine. Al otro día que lleguéllamé al niño a ver qué tal, y la abuela dijo: “Ana este niño no lloró en el aeropuerto, perocuando llegó aquí a la casa no sabíamos ni qué hacer con él, cómo calmarlo”, él decía: “peromi mamá, ¿por qué se tenía que volver a ir?”.Para las madres, el sufrimiento aumenta por la imposibilidad de abrazar a sus hijos(as) y cuando sienten que no participan en las distintas etapas de su ciclo vital, talcomo lo relata Blanca, recordando la época en que cuidó a su nieto: Ella me lo mandómuy pequeñito, apenas iba a cumplir dos años. Para mí fue una felicidad muy grande habertenido ese niño; cuando se fue, casi me muero (…) cuando el niño llegó iba a cumplirdos años y estuvo trece meses conmigo; cuando llegó todavía tenía pañal y tomaba tetero,cuando se fue ya no usaba pañal y no tomaba tetero. La migrante tomó esa decisiónporque no tenía estabilidad laboral, es madre soltera y consideró que en Colombia su124