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Prólogo Entre aquí y allá. Las familias colombianas transnacionales

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<strong>Entre</strong> aquí y allá. <strong>Las</strong> <strong>familias</strong> <strong>colombianas</strong> <strong>transnacionales</strong>afectivas. A pesar de estas representaciones sociales en contra de la expresión desentimientos –de forma especial entre los hombres–, la migración a otro país generaun impacto emocional fuerte, tanto entre familiares como entre migrantes, dolores yduelos que serán analizados en este aparte.Si bien existen múltiples formas de emociones, una indispensable para el proceso dehumanización ha sido el amor, la cercanía afectiva, el cual hace posible la convivenciasocial. El amor es una emoción que nos une y el fundamento de la existencia de grupossociales, da posibilidades de compartir la intimidad, favorece el consenso social, laaceptación y la tolerancia. Según Maturana (2001: 15), somos también animales quevamos confiriendo un nosotros a grupos de referencia; uno de ellos ha sido la familia.(…) vivimos en grupos pequeños, lo que es aparente en nuestro sentido de pertenenciafamiliar; aún somos animales sensuales que vivimos espontáneamente en el tocarse yacariciarse, cuando no pertenecemos a una cultura que niega la legitimidad del contactocorporal; y por último, aún somos animales que vivimos la sensualidad en el encuentropersonalizado con el otro, lo que es aparente en nuestra queja cuando esto no ocurre.Siguiendo al autor, comprendemos las emociones como imbricadas en la base mismade la vida social, fundamento de nuestro lenguaje y de las interacciones entre laspersonas. Para analizar las emociones y los sentimientos de quienes viven en mediode relaciones afectivas <strong>transnacionales</strong>, abordaremos una visión que integra la vidaemocional y la racional.Como lo planteamos en el capítulo primero, en nuestra sociedad occidental moderna,la familia constituye un nicho central para las vivencias emocionales necesarias enla constitución de las relaciones de identidad primaria (Berger y Luckman, 1968).Al compartir con padres y madres, construimos el lenguaje, aprendemos la llamadalengua materna, necesaria para interactuar con el mundo, nos sentimos protegidosy vivimos los afectos. Al mismo tiempo, por medio de estas relaciones primarias, formamosuna identidad colectiva que nos crea un sentido de pertenencia y nos permiteaprehender el espacio inmediato, establecemos un mí que además se carga de significacionescon base en la historia común, generamos así vivencias sobre los espaciosmás cercanos y la idea de patria –esta última palabra viene de “padre” y se complementacon las sensaciones de pertenencia derivadas del lenguaje materno–. En esteorden de ideas, la frase de un migrante adquiere un significado especial, pues asociafamilia con patria: el país de uno es la familia de uno, si tu familia está aquí, en dondetú estás, ese es tu país, pero mi país está allá porque mi familia está allá (Iván).Estos sentimientos se construyen a un nivel no consciente, pues cuando la madreamamanta a la criatura humana, le entrega su cultura y, en general, el universo simbólico.Como refiere Lorenzer (1976: 44): “Con la socialización la madre transmite110

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