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LUJO ARTES N 7 IT ClenlaillY111111,11151" - periodicoadarve.com

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Enesas aulas granadinas, se encontró pues el jovenartista con-los modelos clásicos que ofrecían <strong>com</strong>o idealla época—y que habían de arrastrarle—y con esas reproduccionesy originales de ese arte granadino queprecisamente le había impulsado a venir a Granada.Pero, al parecer, también se entregó en algún taller dela ciudad al modelado de las populares figuras de Nacimientosque perpetuaban los graciosos y realistas modelosbarrocos y que le harían recordar la técnica queél admirara de muchacho en los grupos de Risueño queexistían en su tierra.En la escuela destacó inmediatamente. En la Juntade la Sociedad Económica de fecha 3 de noviembre de1791, en la que no se conceden más que dos premios-uno a la escultura de cabezas y otro a la de extremos-,se le otorga a él el correspondiente a las primeras. Alaño siguiente —el 31 de octubre—, en los premios quese conceden ese mes, se le otorga el correspondiente amodelos en yeso, que era precisamente el de mayorcuantía e importancia de todos. La buena racha sigue,pues el 5 de febrero de 1793 consigue también el primerpremio de escultura correspondiente al mes de Enero.Pero ni el espíritu ni las ambiciones del artista podíansatisfacerse en el ambiente de Granada. El clasicismoque representaba el maestro Don Jaime Folch, quedabaahogado por el general barroquismo de Granada.Allí mismo —y asistiendo algún tiempo a la misma escuela—conocería a otro modesto escultor granadino,algo más joven, Manuel González, que iba a seguir haciendodentro del siglo XIX, imágenes que, aunque másapagadas de color, seguian totalmente ligadas a la escuelabarroca de siglo XVII. Salir de Granada era paraél una necesidad. El joven escultor, que, aunque —segúnlo retrataba Eugenio de Ochoa— modesto y sin presunción,«conocía sus fuerzas, <strong>com</strong>o todos los que lastienen», no esperó más para lanzarse a la Corte. En laJunta de la Sociedad de fecha 9 de julio de 1793, se vióun memorial suyo en el que expresaba, «que teniendoresuelto pasar para su mayor progreso y adelantamientoa la Real Academia de San Fernando, suplica a laReal Sociedad le conceda certificación de su conductay aprovechamiento en el estudio a que se dedicó». LaJunta, oidos los buenos informes de los señores Directores,acordó darle la dicha certificación «con arreglo a lo informado».Estos datos, que hoy damos a conocer, <strong>com</strong>pletanla información recogida en el libro de Pardo Canalis—que contiene el más importante estudio que seha escrito sobre el escultor— quien da <strong>com</strong>o primerafecha segura de sus años de formación el 23 de abril de1794, en que aparece inscrito en las clases de la Academiade San Fernando.La seducción del nuevo arte que abría las puertas aun clasicismo en el que se creía encontrar la resurrecciónde las formas y del espíritu del mundo helénico,arrastró al artista de Friego a la gran aventura artísticapor los caminos de Europa. El severo academicismo,las bellas y correctas formas del desnudo clásico de héroesy de dioses paganos, labradas en blancos mármolesno se avenían ni con el espíritu de Priego, ni con elespíritu de Granada. El artista, con sus grandes dotes ysu no menor entusiasmo, triunfó plenamente; pero negandoy condenando este barroquismo que en ciertomodo fué el que le impulsó en su carrera. Su espíritupatriótico le hizo reaccionar briosamente <strong>com</strong>o españolen Italia, frente al poderío napoleónico. Ese mismo fondole impulsó. pocos años después, a volver a España,aunque, desgraciadamente, el destino no le concediótiempo para saborear en tierras españolas todos esostriunfos, así <strong>com</strong>o, el haber sido nombrado escultor deCámara. Pero pienso que en sus últimos días —cuandoaquellas manos tan seguras para labrar los mármolesno tenían fuerzas, ni aun para firmar su testamento—en esas nostálgicas miradas hacia atrás recorriendo loscaminos de su vida de trabajo y de triunfos, pensaríamás de una vez en su Priego barroco. A las equilibradasarquitecturas neoclásicas, buscadas por él <strong>com</strong>ofondo de sus estatuas, se les superpondría la agitadavisión de su Sagrario, con aquella luz transparente ycambiante, con las formas que se deshacen y elevan,con sus graciosos ángeles revoloteando o pasándose ensus movidas cornisas. Y sobre tantas cabezas de diosesy héroes que él mismo tallara, con el gesto heróico eindiferente de la blancura del mármol, se le superpondríael recuerdo de su Nazareno, bajo la sombra de lastempladas noches de Semana Santa, reflejando la oscilanteluz de los cirios en la matizada carnación de surostro. Y quizá también pensaría en aquellas imágenesde Risueño, llenas de calor y ternura y exaltadas en sumovimiento y color, rodeadas por el rizado oleaje deoro reververante de un pequeño retablo barroco.Todo ese mundo de arte que quedaba en la lejaníade su juventud era la más <strong>com</strong>pleta negación de losideales que sentía su época y que él habla procuradovivir y realizar en sus mármoles, en emulación con losgrandes artistas de Europa. Era el barroquismo llevadoa su extremo, con sus formas movidas y recargadas envolviendoy arrastrando <strong>com</strong>o en rizado oleaje de espumasy nubes. Era el derroche del color y de la luz, ofreciéndoseen apasionada y rica matización de tonos, brillosy destellos, en el más pleno recreo sensorial. Era laexaltación expresiva de un sentimiento de religiosidadhonda y penetrante, pero sin grandienlocuencia ni teatralidadhumana, llamando a la intimidad del alma. Era,en suma, la negación del mundo del Barroco, el arte dela Contrarreforma, en ese momento último en que sedesborda por él toda el alma de Andalucía.Frente a ello se ofrecía todo un gran cortejo de diosespaganos, de héroes y de personajes representadoscual si fueran del mundo de la Antigüedad pagana, quecon gestos solemnes y severos y con rasgos ideales deperfección helénica, Alvarez Cubero había labrado ensus mármoles, en una aspiración y culto devocional porla humana belleza del desnudo perfecto y por el espírituclásico pagano. Esos bellos desnudos de dioses y dehéroes, <strong>com</strong>o esos retratos de damas y caballeros ataviadoscual si fueran matronas o senadores romanos, ledieron al escultor todos los premios y laureles que pudoapetecer <strong>com</strong>o hombre y <strong>com</strong>o artista en sus ansias defama. Saboreo la plenitud de esa sensación de gloria, yteniendo <strong>com</strong>o escenario la gran ciudad de Roma. Tuvotodo, y más, de lo que pudo soñar <strong>com</strong>o artista en sujuventud; lo que rió consiguió ningún otro escultor español.Pero ello lo alcanzó siguiendo al espíritu de sutiempo y olvidándose de su tierra. Por esó, para desarrollarsu arte tuvo que salir de ella; de ella y de Granada,pues <strong>com</strong>o en Priego seguía vivo en ésta el arte barrococaldeado en su fondo por una espiritualidad que, paradójicamentebuscaba el recreo de los sentidos y despertara través de ellos la emoción religiosa; algo que nopodía dar albergue ni fondo, ni menos aún estímulo yvida, a una estatuaria que quería resucitar <strong>com</strong>o idearlas formas y el espíritu de la Antigüedad pagana.Como muestra del arranque de Cubero <strong>com</strong>o escultor,quedó en Priego ese león que centra arrogante laFuente del Rey; <strong>com</strong>o muestra, todavía, del florecer delbarroquismo — que hizo posible su nacer a la vida delarte — del que iba a renegar después; pero tambiénqueda erguido, solo, reflejándose orgulloso entre el trenzadofluir de las aguas, <strong>com</strong>o símbolo del brío y potenciade un artista que se lanzó decidido a luchar y atriunfar en el mundo del arte.EMILIO OROZCO DIAZ

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