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LUJO ARTES N 7 IT ClenlaillY111111,11151" - periodicoadarve.com

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,(Priego y la ulturag3arroca mnadina(Comentario en torno a unos datos inéditos de Alvarez Cubero)RAS mi primera visita a Sagrario de Priego,y aún bajo la fuerte impresión de sorpresaque deja —esa impresión de riquezadesbordante, <strong>com</strong>plicación de formas, derrocheornamental y efectos de espacio y de luz que,paradójicamente, en vez de saturar nuestra sensibilidadparece la impulsa y pontencializa para gozar de barroquismos—me lancé por sus calles para seguir encontrandoiglesias, retablos, portadas y camarines barrocos.A la grata contemplación de todo ello, se fué uniendootra serie de sorpresas más inesperadas: por todas partesiba encontrando imágenes granadinas, aunque engeneral todas estaban sin atribución de escuela ni autor.Y no obras aisladas o de una sola época, sino de los másdistintos momentos y autores, y llegando, a veces, aconstituir verdaderos conjuntos, <strong>com</strong>o el de la iglesia deSan Pedro. Esos Encuentros con las obras granadinas,con lo conocido y propio, con quienes podía entablarinmediato diálogo y <strong>com</strong>unicación, fué favoreciendo yaumentando el interés y atracción que ejercía sobre mítodo ese arte barroco de Priego. Era encontrar aun másfundido con él, el espíritu barroco granadino, pues eraincorporarse la impresión más plenamente <strong>com</strong>unicativa:lo vivo y lo humano de la imaginería, quizá el arte através del cual se descubre con más emoción y profundidadla intimidad del alma de Granada.Ese grupo de imágenes abarca, desde fines del sigloXVI, con el hermoso Nazareno de Pablo Rojas —elmaestro -de Montañés— hasta el siglo XVIII, con los preciososgrupos en barro de Risueño, en la iglesia de lasAngustias; e incluyendo los varios momentos del sigoXVII, con obras de los hermanos García, Alonso de Menay los Mora. Y subrayemos, <strong>com</strong>o prueba de la plena<strong>com</strong>placencia en el arte granadino, el hecho de que lasfiguras del Niño de Pasión y del Niño Pastor del mismoRisueño, de la Iglesia de San Francisco fueron copiadascuidadosamente por un artista local del siglo XIX.No me parcelo extraño que Priego buscara este enlacede su propio arte barroco con el que florecía enGranada. Es explicable esa relación que ofrece, sobretodo en el siglo XVIII. Si sus marmolistas y entalladores,junto con otros cordobeses, van y vienen a Granada ytrabajan unidos a los granadinos, cuando llega la horade encargar sus im ' genes se dirijen casi exclusivamentea esta ciudad Y hay que pensar que este hecho se produjono solo por razones de la fama de que gozaban lostalleres granadinos, sino por algo más sutil y <strong>com</strong>plejo:por afinidad de sentimiento; porque eran artistas quesentían el arte y la religión <strong>com</strong>o ellos. Sus capillas, retablosy camarines pedían una imaginaria en la que todofuese finura y iqueza de linea y color, y una exaltaclonexpresiva que, aunque impresionando con fuerzade realidad, impulsara a elevarse de lo terreno Porqueesas imágenes barrocas granadinas no solo ofrecen encarnadoese ideal de belleza noble y elegante, que siemprealentó en el arte de la ciudad da la Aí hambra, sino,una especial sensibilidad para la expresión delsentimiento religioso, sin violencia, enfasis ni teatralesdraina tisinos.Queda bien claro que Priego prefirió siempre rezarante iniagenes granadinas. Su sentimiento re igioso encontróen ellas el mejor estimuló para ay udaale y mantenerleen su vida de devocion y piedad. En ellas encontróconsuelo al <strong>com</strong>unicarle sus penas y aficiones ycedidos. Así pues, ha sentido y vivido Priego a travésde siglos en una íntima <strong>com</strong>unicación con el sentimientode los artistas granadinos. Se ha entristecido y lloradoen los días de Semana Santa, ante el Cristo a la Columnao el Nazareno, en esas horas de silencio en quemás agudamente hiere esa expresión de dolor callado,hacia adentro, que en estas, <strong>com</strong>o en todas sus imágenesde Pasión, puso siempre el escultor granadino. Y enlos días alegres de Navidad, se habrá aproximado a vecespara avivar su devoción y amor al Niño Dios, a esosencantadores grupos de San José y de la Virgen, de laiglesia de las Angustias. Para contemplar de cerca, eníntima <strong>com</strong>unicación, a ese divino Niño que duermetranquilo en el regazo de María, que cuidadosamente leprepara sus pañales, o al mismo Niño que se desperezaen los brazos de ese San José, arrodillado con tierno cariñopaternal, ante la criaturita que tiene a su cuidado,y con la emoción temblorosa del que siente, al mismotiempo, que ese Niño que tiene en sus brazos, y cuyosueño vela, es el Dios que no duerme y que vela por todos.Corresponden esos barros de Risueño al último períodode la gran floración del Barroco esr» ñol; ese momentoen que en Andalucía, al mismo tiempo que extremala expresión en movimiento y color, exaltan lasnotas amables y sonrientes de nuestra religiosidad;cuando se prodigan en nuestro arte Vírgenes y Niños envisiones llenas de intimidad, gracia y ternura.No es extraño que cuando un artista <strong>com</strong>o José AlvarezCubero, de decidida vocación de escultor, vió laluz en tierras de Priego entre marmolistas y retablistasbarrocos, se decidiera enviarlo para <strong>com</strong>pletar su formacióna los talleres y maestros de Granada. Contariaen ello la decisión de otro ilustre hijo de Priego, elObispo Caballero Góngora, que conocía a Granada desdejoven cuando estudió en su Colegio de San Bartoloméy Santiago, y amante del barroquismo no solo artísticosino también literario, <strong>com</strong>o lo prueba su amistady entusiasmo por el canónigo poeta Porcel y Salablancaque mantenía viva en Granada, en estos mismos días,la admiración por la poesía de Góngora.A pesar, pues, de las fechas -1791- en que llega AlvarezCubero a Granada. no se habían impuesto losideales neoclásicos en el ambiente artístico de la ciudad,aunque artistas de fuera <strong>com</strong>enzaban a trabajar enélia, <strong>com</strong>o Verdiguier que hacía unos pocos años habíaterminado sus trabajos en la Catedral. En contra de loque se viene creyendo hasta hoy, no debió ser este suverdadero maestro en Granada, sino otro forastero, elcatalán Jaime Folch, que intentaba difundir en la ciudadun sentido clasicista de la escultura. Es precisamenteel que dirige los estudios de escultura en la Escuelade Dibujo que tiene establecida la Sociedad Economicay adonde va a estudiar el joven artista dePriego. Pero <strong>com</strong>o director de pintura aparece FernandoMarin mas apegado a la tradición risueñesca. Elnuevo academisismo hace naturalmente que esos profesoresacudan a Madrid, e incluso a Roma, en demandade vaciados de esculturas griegas y romanas, que tambiénvienen a ofrecer a la misma Escuela <strong>com</strong>erciantesitalianos y vaciadores alemanes. Pero, a pesar de todo,el gran arte d_J Cano no se olvidaba; permanecía vivo elculto a sus modelos, y, así, la escuela pidió permiso alCabildo de la Catedral, para hacer los vaciados de algunasde sus esculturas, lo que sabemos, de cierto, se hizocon la cabeza de San Pablo y probablemente con las de

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