[fig.3]Endre Adyde san Bartolomé en la Sixtina, el de Marsias a manos de Apolo, eldel prevaricador Sisamnes ilustrado por Gérard David, uno de losque se enfunda Xipe-Tótec) sirva de pedestal a la escena. Cucufatotiene algunos pelos circunvalándole los pezones y una rala mata debello en el esternón; no le han depilado ninguno de los sobacos, nisiquiera el pubis: el pelo inguinal le sobresale por encima del nudodel cordel que le ata a la cintura el calzoncillo. Tiene los brazos delgados,algo más el izquierdo, más nervudo que el derecho, tambiénatado por la muñeca, aunque de la atadura solo se vean tres vueltasde cuerda, al árbol sin ramas, a la Y a la que también sujetaron aSebastián para ser asaeteado. Detrás de él hay una zarza. En el cesto,del que asoman las empuñaduras de los dos cuchillos que están ala espera, hay una cuerda que aún no ha necesitado usar el verdugopara ejecutar al condenado, para cumplir profesionalmente con suobligación de hacer santo al comerciante. Faltan cinco minutos paraque el carnicero, que ahora, debido al esfuerzo aprieta los dientes,vacíe su capazo de esparto y para que, después de guardarse las herramientasen el jubón, meta dentro de él la cabeza exenta del mártiry, si como le sucedió al padre de santa Bárbara no lo fulmina antesun rayo celestial, vaya a tirarla a un barranco, a abandonarla en unamadriguera de lobos, a sepultarla en un agujero en la tierra, o a clavarlaespetada por la garganta en una pica izada frente a la puerta dela ciudad como advertencia a los transeúntes, si es que estas últimasson las órdenes que ha recibido de quien le paga, de Rufo, el prefecto(el sucesor del prefecto Maximiano, quien no pudo acabar conCucufato a pesar de haberlo sometido a la hoguera, que fue quiensucedió al prefecto Galerio, quien antes que él no pudo exterminara Cucufato porque después de desgarrarlo con peines de púas lesanaron todas las heridas y no dejaron ningún rastro en su cuerpo).16 17
[fig.4]Félix Nadar, Charles BaudelaireGalerio, Maximiano, Rufo, sea prefecto, clérigo o mercader ilustre, yen este caso compañero de oficio del mártir, podría llamarse algunode los tres ciudadanos, ese con sayas que parece que bendice o eseal que por debajo de la capa le asoma, indiscreta y premonitoria, lapunta de la vaina de su espada, el que se apoya en un mástil (en unastil si la pantorrilla de Cucufato dejara ver lo hay en su base) queapunta a los omóplatos del perro, a ese depósito de la melancolíaque yace arrinconado ahí debajo. Los dos hombres que hablan sedicen lo mismo que se estaban diciendo los dos testigos que hablanen La flagelación de Piero de la Francesca: utilizan las mismas palabrasen idéntico tono, acaso pronunciadas en otro idioma, quizá diciendocolumna donde aquellos dicen muñón, o pronunciando látigo envez de faca. El murmullo de la conversación impía no es lo únicoque se oye en el cuadro. Además del fluir silbante de la sangre albrotar de la brecha y del chapoteo del chorro al impactar en la sierra,hay un hombre que sale del templo arrastrando los pies y hay doscampanas en la espadaña incompleta, dos campanas conventualesque ya han comenzado a tañer.El perro de san Cucufato fue adoptado por Salvador Dalípara hablar nostálgicamente de sí mismo y de sus añoranzas, y unavez que se hubo apropiado, lo sumergió, agazapándolo bajo unasuperficie acuática, aunque evitando que se humedeciera: en 1950,completándole la grupa inconclusa de Bru y tintándole de ocre lasmanchas, en el cuadro Yo mismo a la edad de seis años cuando creía ser unaniña levantando con suma precaución la piel del mar para observar a un perrodurmiendo a la sombra del agua y, cuatro años después, situándolo ahoraen el mismo lugar en el que lo tumbó su predecesor, en Dalí desnudoen contemplación ante cinco cuerpos regulares metamorfoseados en corpúsculos,en los que aparece repentinamente la Leda de Leonardo cromatizada por el18 19
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Hieronymus Bosch es de los que comp