EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile
EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile
[fig.119]Hieronymus Bosch, ariete con dos orejas y un cuchillo en la tabla de El infierno deEl Jardín de la delicias, h.1500. Museo de El Prado, Madridsobre la cabeza tiene algo que sopla y que pita, una ampolla de airesilbante, un silbido siniestro que es eterno porque es circular, y por suizquierda, el arma otológica amenazante, las dos orejas innecesariasque están ahí para demostrar que ese sonido no viene de fuera, queno necesita ni de los pabellones ni de los tímpanos para ser percibido,que viene de dentro, que se oye sin ellas y a pesar de ellas [fig.119].El infierno de El Bosco es un infierno sonoro, no debido al llanto delos condenados y al eterno castañear de sus dientes sino al jaleo monocordede todas las cosas que hacen ruido y que han ido allí a parar.Debajo de la piel soturna que hace de árbol, del sarcasmo queha adoptado apariencia de nido y de hombre, el pintor situó los instrumentosmusicales de cuerda, de viento y de percusión, y los aderezócon algunas de sus víctimas propiciatorias. Una de ellas, aprisionadapor un laúd sobre un libro abierto, exhibe una partitura tatuada sobresus nalgas; hay un cuerpo enhebrado en las cuerdas de una lira y hayun muchacho sodomizado por una flauta a cuyos pies otro se tapa lasdos orejas y, para extrudírsela, se aplasta la cabeza con ambas manos[fig.120]. Del interior oval del hombre-navío, de este hombre-tonelhabitado por criaturas ruidosas, de este hombre-caracol que remitea las cavidades del oído interno, por la parte de popa de este hombre-huevoque tiene rota la cáscara, se asoma hacia fuera una formahumana que, acodada en el borde, como tantas de las ya vistas, sesostiene la cabeza apoyándosela por la oreja en la mano derecha. Estacriatura también mira hacia fuera del cuadro, hacia atrás, hacia otrolado. La melancolía es una postura y un gesto: la melancolía reside, alfin y al cabo, en la mirada (la melancolía, si es demasiado enigmáticao dramática, si es excesivamente escénica, corre el riesgo de parecerfraudulenta). El acúfeno es un espíritu: el silbo siniestro habita el oídoizquierdo.272 273
Hieronymus Bosch es de los que comparten la certeza de quelos que padecen acúfenos melancólicos lo último que oirán serásu silbido: que en el instante en el que terminen de fundirse en lanada oirán una última e idéntica nota de la única música que hancompuesto en la vida. Su silbido se añadirá al alboroto ultraterrenoconstituido por la suma de todos los silbidos siniestros; pasará aformar parte del archivo general de los sonidos sobrenaturales. Esezumbido perpetuo continuará sonando en sus oídos cuando todaslas voces del alrededor se hayan callado, cuando los murmullos delos familiares en el lecho de muerte y el rumor de las máquinas deasistencia respiratoria y el pitido sismográfico del cardiograma sevayan poco a poco apagando. Se callará el mundo pero el zumbido,que no alterará ni un ápice su intensidad, seguirá emitiéndosemientas el paciente se aleja despreocupado y sonriente hacia el polvo,incluso cuando el paciente parezca que ya se haya ido del todo:incluso cuando haga mucho tiempo de que su carne fue consumidapor los sarcófagos, en su calavera aún podrá oírse aletear, si alguiense la acerca inocentemente al oído, como sucede en las caracolas conel oleaje del mar, el zumbido siniestro.[fig.120]Hieronymus Bosch, Músicos en la tabla de El infierno de El Jardín de la delicias, h.1500Museo de El Prado, Madrid274 275
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Hieronymus Bosch es de los que comparten la certeza de quelos que padecen acúfenos melancólicos lo último que oirán serásu silbido: que en el instante en el que terminen de fundirse en lanada oirán una última e idéntica nota de la única música que hancompuesto en la vida. Su silbido se añadirá al alboroto ultraterrenoconstituido por la suma de todos los silbidos siniestros; pasará aformar parte del archivo general de los sonidos sobrenaturales. Esezumbido perpetuo continuará sonando en sus oídos cuando todaslas voces del alrededor se hayan callado, cuando los murmullos delos familiares en el lecho de muerte y el rumor de las máquinas deasistencia respiratoria y el pitido sismográfico del cardiograma sevayan poco a poco apagando. Se callará el mundo pero el zumbido,que no alterará ni un ápice su intensidad, seguirá emitiéndosemientas el paciente se aleja despreocupado y sonriente hacia el polvo,incluso cuando el paciente parezca que ya se haya ido del todo:incluso cuando haga mucho tiempo de que su carne fue consumidapor los sarcófagos, en su calavera aún podrá oírse aletear, si alguiense la acerca inocentemente al oído, como sucede en las caracolas conel oleaje del mar, el zumbido siniestro.[fig.120]Hieronymus Bosch, Músicos en la tabla de El infierno de El Jardín de la delicias, h.1500Museo de El Prado, Madrid274 275