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EL OÍDO MELANCÓLICO - Cortijo deEl Fraile

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[fig.107]Andrea Mantegna, Lamentación por la muerte de Cristo, 1490propicios: se niega cuando lo paraliza el temor a que las palabrasinútiles se adhieran a su verde de hoja de olivo mediterráneo, a quepuedan quedarse prendidas en los intersticios de sus rojos Litholen descomposición. Cuando Rothko presiente el sufrimiento de suscuadros, que habrán de servir de insignificantes murales, innecesariamentesometidos al ruido de fondo de un restaurante en ParkAvenue, en un momento de feliz lucidez que se coagulará once añosdespués en su suicidio, dice que no.Rothko se suicidó cortándose las venas una mañana de finalesde febrero de 1970 en Nueva York, en el lugar que le servíatanto de estudio como de vivienda. Vivía entonces solo y ya sinamor: desierto, decepcionado y apesadumbrado. Se había divorciadotraumáticamente de Mell, su segunda esposa, y hacía tiempo quesatisfacía su deseo de aislamiento, que cumplía con su voluntad dealejarse del ruido mundano del arte y de la molesta estridencia desus representantes. Tenía sesenta y seis años y cinco meses de edad.Había nacido en 1903 en Dvinsk, en una Letonia entonces rusa,donde fue bautizado como Markus Rothkowitz; diez años despuéslo forzaron a emigrar a Estados Unidos y a atravesarlo hasta llegar aPórtland en busca de sus parientes. Los expertos han insistido en laimportancia de su viaje en tren cruzando solo el país, de extremo aextremo, con un cartel colgado al cuello que decía cómo se llamabay adónde iba, y han intentado evidenciar los débitos de su pinturacon lo que vio a través de la ventana en movimiento del vagónque lo transportaba aterido, así como la dependencia de su gamacromática del cómo lo contempló: hambriento, en ruso, en judío,infantil, bárbaro, indefenso y mudo. No se sabe, sin embargo, si loque realmente columbró fue el paisaje, así el horizonte infinito o elmuro ceniciento de la estación, así las vastas praderas diluyéndose238 239

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