[fig.33]Jannis Kounellis, instalación con seis campanas, 2006donde colgaba un retrato de su madre, muerta unos años antes juntoa un árbol de navidad. 11 La muerte de Klara, la pérdida de su madreamadísima, deprimió, al parecer, profundamente a Hitler y lo hizoperder “su sentido del hogar y del mundo”. Cuando comenzó a notarel zumbido en el oído izquierdo, cuando sintió por primera vezsu presencia y quiso extirpárselo con la uña afilada del dedo meñique,Eva Braun no estaba con él. No es con el gesto de taparse conla mano izquierda la oreja con el que Hitler ha pasado a la historia:en la mayoría de sus fotografías el militar se impone o con el brazoderecho estirado, en alto y al frente, y con la mano horizontal extendidao con el derecho doblado en ángulo recto y en alto y con lamano abierta enseñando la palma al horizonte. El führer, que nuncapermitió que lo retrataran frágil, apesadumbrado, enfermo, abatido,acúfeno-melancólico, a veces posa con los brazos cruzados (y enocasiones, además, sentado sobre una mesa).El cardenal de Ferrara, Hipólito II de Este, nombrado gobernadorde Tívoli por el papa Julio III, también sufrió las inclemenciasdel silbido soturno radicado en la izquierda. Lo padeció con granpesar, como una tortura, sin hallar quien se apiadara, quejándose atodos los que lo rodeaban. Lo cuenta Pier Francisco Orsini en lasmemorias que para él redactó cuatrocientos años después el argentinoManuel Mujica Lainez en la novela Bomarzo. Dice que como “elzumbido martirizaba sus oídos… optó por una solución tan sonoracomo la de las construcciones acuáticas, con sus murmullos y ecosincesantes que debían enloquecerlo”. 12 Cuenta que para menguarlo,para amortiguar la persistencia del ruido, recurrió al agua, a llenarde fuentes los jardines de su palacio en Tívoli. Hizo, de la mano delarquitecto Pirro Liborio, ayudado por Alberto Galvani, ThomasoChiruchi y Claude Venard, quien era un experto en órganos de agua,80 81
[fig.34]Simón Vouet, Saturno capturado por Amor, Venus y Esperanza, 1645-46. Museo de Berry Bourgesinundar de cascadas y de chorros, de surtidores y de fuentes inauditas(algunas de ellas inspiradas en las ficciones arquitectónicas delSueño de Polífilo), de lagunas y de acequias como ríos (abastecidaspor conducciones subterráneas procedentes de río Aniene) el ValleGaudente. Lo ordenó con una sucesión de terrazas escalonadas paraque el agua fluyera y saltara de un plano a otro y salpicara, de un vasoa otro chapoteando, brotando por cientos de caños, moviéndose yhaciéndose oír sin descanso, amenizando la Villa Este que luego sehizo construir como si fuera una caja sonora, la platea de un teatroen cuyo escenario sonaba a perpetuidad la misma sinfonía acuática.La opulenta villa del cardenal hijo de Lucrecia Borgia, del nietodel papa Alejandro VI, levantada sobre los restos de un conventofranciscano, quiso ser un fármaco con el que Hipólito pudiera, conel auxilio de Dios y la mecánica de fluidos, olvidarse de su acúfenopenitencial y silvestre.El cardenal de Hipólito II de Este tampoco se dejó retratartapándose el oído izquierdo: no hubiera estado bien visto; ningúncardenal lo había hecho antes ni lo haría después. Ni el cardenalLudovico Trevisano pintado por Mantenga, ni Giulio de Médicis porRafael Sanzio, ni Bernardo Dovici Bibbiena ni Alejandro Farnese niPietro Bembo, lo tres por Tiziano, ni Camilo Astalli Pamphili porVelázquez, ni Roberto Ubaldini por Guido Reni, ni Don Luis Maríade Borbón y Vallabriga por Francisco de Goya osaron, como si fuerancarnales, tocarse en el cuadro que los retrataba la cara: posarsu mejilla empolvada en el reclinatorio de su mano izquierda. Solose atrevió san Jerónimo, que no podía haber sido cardenal aunqueasí lo invistiera la posteridad, a quien arroparon con el manto y elcapelo cardenalicio antes de que esta dignidad eclesiástica se hubierainventado.82 83
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