EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile
EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile EL OÃDO MELANCÃLICO - Cortijo deEl Fraile
[fig.21]Alberto Durero, Autorretrato, 1884. Graphische Sammlung Albertina, Vienainquietante y soberbio ángel de la melancolía. Job, el santo pacientedel antiguo testamento, y Jerónimo, el santo traductor, como semostrará más adelante, fueron dos de ellos.No se pintó pero sí se dibujó hacia 1491: tenía la cabeza vendada.Durero se autorretrató por primera vez a los trece años deedad: en el año 1484, en un dibujo a punta de plata sobre papelpreparado de 273 x 195 milímetros que se custodia en la GraphischeSammlung Albertina de Viena [fig.21]. Esta es una obra singular: esla más antigua que se conoce de Durero; la realiza en una época –finalesdel siglo XV- en la que hacerse autorretratos era sumamenteextraño (y más aún autorretratos párvulos), y con una técnica deltodo inusual (algunos más antiguos son pinturas: de Jan van Eyck,por ejemplo); una época de la que, debido a la baja calidad del papely al escaso valor que entonces se le otorgaba, apenas se conservandibujos; una época en la que no había mercado ni para el dibujoni, mucho menos, para el dibujo promocional del autorretrato, nisiquiera para el de los pintores consagrados. Y lo traza a una edadque lo convierte en “el único dibujo infantil conocido del siglo XVque nos ha llegado”. 8 Que un niño se autorretratara con la ayuda deun espejo y que conservara el dibujo, y que años después, siendoya famoso, sabiéndose un artista genuino, tal vez ya afectado por elzumbido siniestro, lo firmara y lo datara escribiendo sobre él con supluma, consciente de que dibujante y dibujo pasarían a la posteridad,manifiesta el interés tan temprano que tuvo por dejar registrode su aspecto y su precoz voluntad de documentar su imagen y suscontinuas transformaciones. En este autorretrato, en muchos sentidosinaugural, el pequeño Durero se muestra de medio cuerpo, demedio perfil, con la mano izquierda embutida en la manga del brazoderecho, con el largísimo índice de su mano derecha apuntando al56 57
[fig.22]Alberto Durero, Autorretrato con un vendaje, 1491-92Graphische Sammlung der Universitätsbibliothek, Erlangenfrente: su mano, su herramienta, el instrumento de su arte, es elauténtico objeto del dibujo. Ocultas por la melena, no se le ven lasorejas. Durero tenía el pelo rizado, al que cuidaba con esmero, y delque, de acuerdo con sus autorretratos al óleo, estaba muy orgulloso.Siempre a cubierto, tapadas por una mano, por los rizos áureos opor una venda, no se le ven ni en el dibujo de 1491, en el que seaprieta la cara con la derecha, ni se le ven al anciano del dibujo sobrepapel gris violeta de 1521, también en la Albertina de Viena, eseque meditabundo se tapa la oreja con la mano derecha y que habríade servir para componer el San Jerónimo del Museo de Arte Antiguode Lisboa. Tampoco se le ven en los autorretratos pictóricos: ni enel que se hizo en 1498, con veintiséis años, que hoy puede verseen el Museo del Prado ni en el que pintó en el año 1500 imitandofrontalmente a Cristo, vestido con una túnica de piel, mirando desafianteal espectador que se asoma a admirarlo a las salas de la AltePinakothek de Múnich. Durero, que en tantas ocasiones dibujó ypintó las de otros, apenas se ocupó de perpetuar sus aurículas.Si es Alberto Durero el personaje del, así denominado,Autorretrato con un vendaje, dibujado por él entre 1491 y 1492 [fig.22],ese que lleva envuelta la cabeza y que mira fijamente de frente conojos de enfermo, el que en el espejo que copia se tapa con la manoizquierda el oído, entonces puede decirse que el pintor no mostrósíntomas evidentes de acúfenos hasta que tuvo veinte años, veintitrésantes de que, si se acepta la sugerencia de Panofsky de queMelancolía I es otro de sus autorretratos (acaso poético, siquiera delalma), volviera a hacerlo disfrazándose de criatura celestial. En susdibujos es donde está el Alberto Durero más humano, el real y doliente,el artista que no ha sido idealizado, sublimado y divinizado ensu representación pictórica: el hombre artista que, aunque finito y58 59
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[fig.21]Alberto Durero, Autorretrato, 1884. Graphische Sammlung Albertina, Vienainquietante y soberbio ángel de la melancolía. Job, el santo pacientedel antiguo testamento, y Jerónimo, el santo traductor, como semostrará más adelante, fueron dos de ellos.No se pintó pero sí se dibujó hacia 1491: tenía la cabeza vendada.Durero se autorretrató por primera vez a los trece años deedad: en el año 1484, en un dibujo a punta de plata sobre papelpreparado de 273 x 195 milímetros que se custodia en la GraphischeSammlung Albertina de Viena [fig.21]. Esta es una obra singular: esla más antigua que se conoce de Durero; la realiza en una época –finalesdel siglo XV- en la que hacerse autorretratos era sumamenteextraño (y más aún autorretratos párvulos), y con una técnica deltodo inusual (algunos más antiguos son pinturas: de Jan van Eyck,por ejemplo); una época de la que, debido a la baja calidad del papely al escaso valor que entonces se le otorgaba, apenas se conservandibujos; una época en la que no había mercado ni para el dibujoni, mucho menos, para el dibujo promocional del autorretrato, nisiquiera para el de los pintores consagrados. Y lo traza a una edadque lo convierte en “el único dibujo infantil conocido del siglo XVque nos ha llegado”. 8 Que un niño se autorretratara con la ayuda deun espejo y que conservara el dibujo, y que años después, siendoya famoso, sabiéndose un artista genuino, tal vez ya afectado por elzumbido siniestro, lo firmara y lo datara escribiendo sobre él con supluma, consciente de que dibujante y dibujo pasarían a la posteridad,manifiesta el interés tan temprano que tuvo por dejar registrode su aspecto y su precoz voluntad de documentar su imagen y suscontinuas transformaciones. En este autorretrato, en muchos sentidosinaugural, el pequeño Durero se muestra de medio cuerpo, demedio perfil, con la mano izquierda embutida en la manga del brazoderecho, con el largísimo índice de su mano derecha apuntando al56 57