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EL OÍDO MELANCÓLICO - Cortijo deEl Fraile

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[fig.14]Henri Cartier-Bresson, Martine Franck, París, 1975Esta atadura no fue más que creciendo y fortaleciéndose conel tiempo, dotándose de argumentos con san Isidoro, complicándosecon la adicción medieval de lo demoníaco y multiplicándose conlas variables (filosóficas, religiosas, iconológicas, farmacológicas,etc.) introducidas por el Renacimiento italiano y centroeuropeo, ymatizadas allí por la Reforma luterana. Marsilio Ficino (1433-1499)defendió que la melancolía impulsaba al espíritu a buscar el núcleode las cosas singulares y a anhelar la comprensión de las cosas máselevadas, y que facultaba al genio contemplativo a poder profetizarel porvenir: que la melancolía, en definitiva, alimentaba el deseo deconocimiento. Ficino, en el libro XIII de su Theologia platonica, en elque entre otras se ocupa de las relaciones entre la melancolía y laprofecía, cita al humor melancólico como una de las siete vías de liberacióndel espíritu de las ataduras y las limitaciones del cuerpo (lasotras son: sueño, desvanecimiento, complexión regulada, soledad,admiración y castidad), como uno de los métodos para conseguir elestado de «vacatio anima», ese que posibilita “apartar al alma de losnegocios externos, de modo que esté tan libre en estado de vigiliacomo suele estarlo en ocasiones el sueño”. La «vacatio anima», el vacíoanímico, el abandono de lo carnal y la suspensión temporal delo mundano, aquello que, según sus propias palabras, era necesariopara “llevar el alma de las cosas externas a las internas” se asociódesde entonces al humor melancólico y se consideró uno de susaspectos positivos. No siempre conservó, sin embargo, el carácterbenéfico atribuido por Ficino a ese estado de liberación propiciadopor la melancolía: Walter Benjamin en El origen del drama barroco alemán,por ejemplo, advirtió sobre su aspecto perverso. Ficino estabade acuerdo con la doctrina que distinguía entre una melancolía leve yotra severa, entre una benigna y creadora y otra destructiva causada38 39

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