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1Cuentos & CuentistasTusitala, el narrador de historiasHay escritores a los cuales es imposible acercarse sin algún grado de reverencia. Esto puede venirde nuestra tradición cultural egipcia-judeo-cristiana, que por milenios ha reverenciado al librocomo un elemento sagrado, como un puente entre lo absoluto (la divinidad) y lo perecible (lavida), un compendio del legado de los antepasados, en suma, un atisbo de inmortalidad. Esainmortalidad que Horacio expresó tan elocuentemente en una de sus Odas (23 A.C.): Non OmnisMoriar, “No morirás del todo”. Interpreto así el verso: tu voz, tu palabra, tu mente, tus manos,perdurarán en tu libro. En la piedra, el papiro, la seda, el papel o la red... Tu alma permaneceráallí, como tu cuerpo en tus hijos y en los hijos de tus hijos.¿Adónde apunta esto? Pues a tratar de entender por qué el lector, todo lector, macho o hembra(como diría Cortázar), a pesar de su supersticiosa ética (según la fórmula de Borges), todo lector,repito, mantiene un panteón, un iconostasio, un altar, o como quiera llamársele, donde instala a suescritores preferidos, estimados, adorados, recurrentes, imprescindibles... Aquellos autores quepor cualquier razón dejaron una huella perenne en cada uno, de generación en generación,aquellos que no fallan cuando se trata de superar una tristeza, que llenan los momentos vacíos; y amenudo sentimos el deber de dejarlos como legado a las generaciones que vendrán, para que lesconcedan los mismos momentos de alegría que a nosotros. Henry Miller así lo hizo, en su lúcidorecuento Los libros en mi vida (1950). Y antes Robert Louis Stevenson, en su ensayo Los librosque han influido en mí (1887).Al menos para mí, uno de estos autores venerados es precisamente Stevenson, el autor de La isladel tesoro y La flecha negra (1883). Quiero entender el porqué de esa veneración. Umberto Ecotal vez dio en el clavo cuando planteó en su Lector in Fabula (1979), la existencia de un procesoque llama de “cooperación interpretativa”; en otras palabras, la forma en que se produce elabordaje del libro por las distintas personas. Eco lo pone de manera solemne y bella: “El lectormodelo es un conjunto de condiciones de felicidad, establecidas textualmente, que debensatisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado”.

1Cuentos & CuentistasTusitala, el narrador de historiasHay escritores a los cuales es imposible acercarse sin algún grado de reverencia. Esto puede venirde nuestra tradición cultural egipcia-judeo-cristiana, que por milenios ha reverenciado al librocomo un elemento sagrado, como un puente entre lo absoluto (la divinidad) y lo perecible (lavida), un compendio del legado de los antepasados, en suma, un atisbo de inmortalidad. Esainmortalidad que Horacio expresó tan elocuentemente en una de sus Odas (23 A.C.): Non OmnisMoriar, “No morirás del todo”. Interpreto así el verso: tu voz, tu palabra, tu mente, tus manos,perdurarán en tu libro. En la piedra, el papiro, la seda, el papel o la red... Tu alma permaneceráallí, como tu cuerpo en tus hijos y en los hijos de tus hijos.¿Adónde apunta esto? Pues a tratar de entender por qué el lector, todo lector, macho o hembra(como diría Cortázar), a pesar de su supersticiosa ética (según la fórmula de Borges), todo lector,repito, mantiene un panteón, un iconostasio, un altar, o como quiera llamársele, donde instala a suescritores preferidos, estimados, adorados, recurrentes, imprescindibles... Aquellos autores quepor cualquier razón dejaron una huella perenne en cada uno, de generación en generación,aquellos que no fallan cuando se trata de superar una tristeza, que llenan los momentos vacíos; y amenudo sentimos el deber de dejarlos como legado a las generaciones que vendrán, para que lesconcedan los mismos momentos de alegría que a nosotros. Henry Miller así lo hizo, en su lúcidorecuento Los libros en mi vida (1950). Y antes Robert Louis <strong>Stevenson</strong>, en su ensayo Los librosque han influido en mí (1887).Al menos para mí, uno de estos autores venerados es precisamente <strong>Stevenson</strong>, el autor de La isladel tesoro y La flecha negra (1883). Quiero entender el porqué de esa veneración. Umberto Ecotal vez dio en el <strong>cl</strong>avo cuando planteó en su Lector in Fabula (1979), la existencia de un procesoque llama de “cooperación interpretativa”; en otras palabras, la forma en que se produce elabordaje del libro por las distintas personas. Eco lo pone de manera solemne y bella: “El lectormodelo es un conjunto de condiciones de felicidad, establecidas textualmente, que debensatisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado”.


2Robert Louis <strong>Stevenson</strong> conforma una mina inagotable. Fecundo en la novela, el ensayo y el librode viajes, dejó pocos cuentos, aunque enormemente trabajados, que trasuntan una búsqueda deperfección formal que pocos autores han asumido. Sus temas obsesivos se hallan en ellos. Paraempezar el que lo rondó toda la vida: la inseparabilidad del bien y el mal, o sea, el relativismo enlos comportamientos humanos, que él percibió tan <strong>cl</strong>aramente cuando viajó por los mares del sur,por Hawai, la Polinesia, Samoa, las islas del Pacífico. Sus cuentos se hallan repartidos en doscolecciones principales: Las nuevas noches árabes (o Nuevas mil y una noches) de 1882-1885 yCuentos de los mares del sur (1893), más otros publicados de maneras diversas. Hace poco laprensa británica anunció el descubrimiento de un par de relatos desconocidos.Amparado en esas condiciones de felicidad satisfechas que postula Eco, me voy a permitirseñalar diez cuentos memorables de <strong>Stevenson</strong>, porque aquí ya no es cuestión de calidad o decantidad, no es para hacer el ejercicio crítico al pedo (la “supersticiosa ética” que denunciabaBorges), sino para dar una muestra de lo que considero lo más venerable que ha producido elgénero del cuento; y con tal visión, son más abordables con el sentimiento que con el intelecto.En “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” desarrolla sus conjeturas acerca de la unidad entre el lado bueno y ellado malo de toda persona, más allá de la religión, la ética o el instinto. El desdoblamiento es lavida misma del ser humano y <strong>Stevenson</strong> sólo recrea, en sus personajes, antiguos casos míticos oreales, como los de Jano Bifronte, Caín y Abel, Jacob y Esaú, o los bondadosos caníbales conquienes departió en las islas. En palabras de <strong>Stevenson</strong>, “... esa dualidad misteriosa y eterna, raízde donde brotan todos los sistemas religiosos, y fuente abundantísima de todas las miseriashumanas”.En “El <strong>cl</strong>ub de los suicidas” se permite hacer burla de la afición británica por los <strong>cl</strong>ubesmasculinos, el snobismo, la lógica retorcida de los hombres solos (los bachelor), y la coexistenciade pretendidas virtudes tras actitudes y prácticas bastante viles. Además, uno de los máshermosos títulos de libros que conozco, que dota al relato de una tensión permanente porque sesabe la abominación que empuja la trama.En “El diamante del rajá” continúa con ciertos personajes del libro anterior (el caricaturescopríncipe Florizel de Bohemia) para contar una historia de voracidad y traición, y donde generales,e<strong>cl</strong>esiásticos y nobles aparecen transformados en verdaderos monstruos por efecto de la codicia.De pasada, le propina una buena paliza al colonialismo británico. El famoso príncipe termina susdías de dueño de una cigarrería en París. También merecedora de mención en este relato y elanterior, es la figura de un detective, lo cual los acerca al género policial.En “El diablo en la botella” juega con los límites de la ambición, el rol del azar y los sucesosfortuitos y una cierta predestinación que limita naturalmente la posibilidad de acción. Interesantela reducción al absurdo que lo anterior introduce en la historia, que no se puede resolver sino conun conveniente golpe del destino. Un gran broma del autor.En “Olalla” cuenta acerca de una extraña atracción, en la que preponderan los aspectos eróticosfísicos, con una intensidad que proviene de Poe y prefigura a D.H. Lawrence. Los temas de ladecadencia de la aristocracia y el vampirismo se entrelazan en una recreación de la temática delbien y el mal, tan cara a <strong>Stevenson</strong>.En “La playa de Falesá” relata con un humor sólidamente sustentado en su conocimiento delmedio indígena polinésico, las vicisitudes de un comerciante inglés que se enamora de una bellanativa. Es una historia tan llena de aventuras, vueltas de tuerca, personajes graciosos e


3imprevisibles, que es casi como una Isla del tesoro en pequeño, un verdadero goce para lectoreshedónicos. Un nativo comenta: “Estos blancos, aunque pretendan saber adonde van, navegan tana la suerte como nosotros”.En “El usurpador de cadáveres” presenta una historia gótica, con personajes coloridos ypatibularios, teatralmente pérfidos, todo plagado de truculencias y cuerpos descompuestos, humornegro de época. “No es posible empezar y pararse luego. Si empiezas, tienes que seguir adelante;esa es la verdad. Los malvados nunca encuentran descanso”, escribe <strong>Stevenson</strong>En “Markheim” reflexiona sobre la bondad y la maldad por boca de un asesino que dialoga consu conciencia: “... buscaba en sus recuerdos los vestigios de alguna iniquidad que pudiera traerlesombras de remordimientos y exigencias de expiación”.En “La isla de las voces”, sobre la base de leyendas indígenas polinésicas, construye una historiadonde se superponen costumbres locales e influencias europeas, en una abigarrada confusión deprácticas comerciales y derroches de magia. De un personaje se dice: “... no hablaba mucho connadie, no estaba nunca muy seguro de sus nuevos amigos, porque los veía demasiado cortesescomo para confiar en ellos”.Una par de reflexiones finales. Existe un libro de <strong>Stevenson</strong> poco conocido y de seguro difícil deencontrar, titulado simplemente Fábulas, compuesto de relatos breves o brevísimos que fuerescatado tras su muerte. Hay animales personificados y personas animalizadas y objetos bastanteopinantes. Los adictos tenemos la suerte de que lo tradujera Borges, que lo consideraba “unabreve y secreta obra maestra”. Para los lectores de Ramona, va una muestra en recuadro.Respecto al título de esta nota, <strong>Stevenson</strong> decidió al final de su vida, marcada por gravesenfermedades pulmonares, hacer un viaje por la Polinesia en busca de aire puro. Allí se quedóvarios años, hizo amistades y fue razonablemente feliz. Los nativos lo acogieron y apreciaron. Ensu tumba en Samoa se lee: “Aquí yace Tusitala, el narrador de historias”.


4El lector(Fábula de Robert Louis <strong>Stevenson</strong>)−Nunca he leído un libro tan impío −dijo el lector, arrojándolo al suelo.−No tienes por qué lastimarme −dijo el libro−, ganarás menos si me vendes de segunda mano, yyo no me he escrito.−Es verdad −dijo el lector−, mi desacuerdo es con quien te escribió.−Bien −dijo el libro−, nadie te obliga a comprar sus disparates.−Es verdad −dijo el lector−, pero yo creí que se trataba de un autor agradable.−Yo lo juzgo así −dijo el libro.−Estarás hecho de una sustancia distinta −dijo el lector.−Déjame contarte una fábula −dijo el libro−. Dos hombres habían naufragado en una isla desierta.Uno de ellos fingió que estaba en su casa; el otro admitió...−Conozco esa <strong>cl</strong>ase de fábulas −dijo el lector−. Ambos murieron.−Así fue −dijo el libro−. Así les pasó a ellos y a todos.−Es verdad −dijo el lector. Llevemos la historia un poco más lejos. Cuando todos habían muerto...−Estaban en manos de Dios −dijo el libro.−Nada de qué vanagloriarse −dijo el lector.−¿Quién es impío ahora? −dijo el libro.El lector lo tiró al fuego.(Traducción de Roberto Alifano y Jorge Luis Borges)

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