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Caballo de Troya 2 JJ BENÍTEZ - IDU

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lugar tan solemne como el litóstrotos, don<strong>de</strong> Poncio impartía justicia.Si, en cambio, el patio porticado <strong>de</strong>l cuartel romano, punto <strong>de</strong> confluencia <strong>de</strong>los hombres francos <strong>de</strong> servicio y en el que no tenían lugar <strong>de</strong>masiados actosoficiales.Cuando me disponía a salir <strong>de</strong> la cámara, el susurro <strong>de</strong> otro guía turístico,comentando los <strong>de</strong>talles y pormenores <strong>de</strong>l citado “juego <strong>de</strong>l Rey", me retuvo.“Según la tradición -explicó el hebreo-, si un reo aceptaba jugar, y ganaba lapartida, podía salvar la vida... En el caso <strong>de</strong> Jesús -concluyó el buen hombrecon una sonrisa-, los legionarios romanos no aceptaron porque sabían que elGalileo podía ganar..."Algo reconfortado por la ingenuidad <strong>de</strong> aquel guía <strong>de</strong>jé atrás el convento <strong>de</strong>las Hermanas <strong>de</strong> Sión, a<strong>de</strong>ntrándome en la llamada por los cristianos víaDolorosa (barrio Al-Mujahe<strong>de</strong>en), que forma parte <strong>de</strong> un intrincado laberinto<strong>de</strong> callejas estrechas, malolientes y, en ocasiones, cubiertas, en pleno mercadooriental. Como en la Jerusalén <strong>de</strong>l año 30, aquel sector-hoy ocupado pormusulmanes- así conservaba un cierto parecido con lo que yo había conocido:pasadizos y calles a cuál más angosto, precariamente empedrados en lamayoría <strong>de</strong> los casos, surcados <strong>de</strong> canalillos pestilentes y, a ambos lados, unsinfín <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>retes y diminutos establecimientos infectos en los que seguisaba, vendía o comerciaba con todo lo inimaginable. Confundido,abriéndome paso con dificultad entre aquella marea humana -mezcla <strong>de</strong>turistas, árabes arreando asnos cargados con voluminosos fardos, mujeres conel rostro cubierto por velos y balanceando gran<strong>de</strong>s cántaros <strong>de</strong> arcilla sobresus cabezas, religiosos <strong>de</strong> todas las confesiones y algún que otro rabinopresuroso, luciendo su tradicional indumentaria: levita larga y negra como lanoche y sombrero <strong>de</strong> ala ancha y terciopelo igualmente azabache, con luengasbarbas y patillas acaracoladas cayendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las sienes- logré acce<strong>de</strong>r al fin aotro <strong>de</strong> los santuarios <strong>de</strong> la Ciudad Vieja. Sin duda, el más santo para elcristianismo: la iglesia <strong>de</strong>l Santo Sepulcro.No fue fácil <strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> la chiquillería que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el instante en quepisé la supuesta vía Dolorosa (1), asaltan prácticamente al viandanteextranjero o con aspecto <strong>de</strong> turista, metiéndole por los ojos toda clase <strong>de</strong>mercancías. Recuerdo con <strong>de</strong>solación cómo uno <strong>de</strong> los viernes, a las tres <strong>de</strong> latar<strong>de</strong>, cuando me encontraba en pleno adiestramiento, acerté a pasar por lamencionada vía Dolorosa, coincidiendo con una tradicional y semanalprocesión que organizan los padres franciscanos. Aquel espectáculo meconmovió. Mientras los religiosos y fieles avanzaban lenta y pausadamentepor las calles, ora <strong>de</strong> rodillas, ora cargando gran<strong>de</strong>s cruces, a uno y otro lado,.los propietarios<strong>de</strong> los comercios seguían pregonando sus artículos ysouvenirs, ajenos y sin el menor respeto hacia aquellos <strong>de</strong>votos cristianos.Pero aquel <strong>de</strong>scarado e irritante negocio se ve eclipsado ante lo que, para mi,constituye una <strong>de</strong> las más negras y frías afrentas que pueda concebirse en unlugar tan sagrado y especial como el <strong>de</strong>l Santo Sepulcro...Ahora me pregunto si no <strong>de</strong>bería haber omitido estas nada edificantesexperiencias. Pero es preciso que sea fiel a mis propios sentimientos yabsolutamente claro y sincero.La verdad es que tampoco tiene mayor trascen<strong>de</strong>ncia que la roca <strong>de</strong>l Gólgota -casioculta bajo la basílica <strong>de</strong>l llamado Santo Sepulcro- estuviera, o no, unosmetros más al norte o al sur <strong>de</strong> su actual y pretendida ubicación. Lo queimporta es que éste sí fue el paraje real y concreto don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>sarrollaron lasdramáticas horas finales <strong>de</strong>l Nazareno. Ni siquiera la circunstancia <strong>de</strong> que latumba <strong>de</strong> Cristo haya sido marcada por la religión y las tradiciones a tanescasa distancia <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong> ejecución <strong>de</strong>bería revestir problema alguno.(Como también especifiqué con anterioridad, la propiedad <strong>de</strong> José <strong>de</strong>Arimatea -una pequeña finca <strong>de</strong> recreo y <strong>de</strong>scanso- se hallaba relativamenteretirada <strong>de</strong>l Gólgota.) No era habitual, ni lógico, que este tipo <strong>de</strong> propieda<strong>de</strong>sfuera fijada prácticamente al pie <strong>de</strong> un lugar tan tétrico---(1) Digo "supuesta" vía Dolorosa porque, tal y como relaté en anteriorespáginas <strong>de</strong> este diario, el camino que siguió Jesús <strong>de</strong> Nazaret <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior

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