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Caballo de Troya 2 JJ BENÍTEZ - IDU

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aparecieron en mi memoria las palabras que pronunciara Jesús <strong>de</strong> Nazaret enel atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>l martes, 4 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong>l año 30:“¿Habéis visto esas piedras y ese templo macizo? Pues en verdad, en verdados digo que llegarán días muy próximos en los que no quedará piedra sobrepiedra. Todas serán echadas abajo. “---(1) Este muro, llamado “<strong>de</strong> las Lamentaciones”, es el lugar más venerado porel pueblo judío. Se trata <strong>de</strong> la única reliquia <strong>de</strong> lo que fue el gran Templo,edificado por el rey Hero<strong>de</strong>s (el Gran<strong>de</strong>) en el año 20 antes <strong>de</strong> Cristo. Elemperador romano Tito, al <strong>de</strong>struir Jerusalén en el año 70 <strong>de</strong> nuestra Era,or<strong>de</strong>nó que aquella parte <strong>de</strong> la muralla que ro<strong>de</strong>aba el Templo permanecieraen pie, como muestra <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Roma y <strong>de</strong> sus legionarios, que habían sidocapaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir tan sólida construcción. En el período bizantino, los judíosfueron autorizados al fin a visitar la ciudad santa, pudiendo acercarse al muro<strong>de</strong> los Lamentos una vez al año. Justo en el aniversario <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>Jerusalén. Y allí lamentaron dicha <strong>de</strong>strucción, empezando a rezar por lareunificación <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Israel. Esta costumbre perduraría durante siglos.Entre los años 1948 y 1967, esta parte <strong>de</strong> Jerusalén fue prohibida nuevamentea los israelitas, por hallarse en el sector conquistado por Jordania. Pero, a raíz<strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> los Seis Días, el muro occi<strong>de</strong>ntal fue tomado por los judíos y,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, constituye un punto <strong>de</strong> exaltación nacional y <strong>de</strong> culto. (N. <strong>de</strong>lm.)---.Impulsado por una extraña fuerza me acerqué a una <strong>de</strong> las moles <strong>de</strong> piedra.Mis manos acariciaron la rugosa superficie y mi rostro, lenta y suavemente,fue a tocar aquella segunda hilera. Cerré los ojos, intentando captar laformidable energía que, sin lugar a dudas, almacenaba aquella reliquia. Mialma necesitaba <strong>de</strong>sesperadamente una señal, un simple recuerdo, quizá elfugaz perfume <strong>de</strong> unas piedras que habían sido mudos testigos <strong>de</strong> la presencia<strong>de</strong>l Cristo... Un llanto dulce y sosegado fue la única respuesta.Cuando aquella lacerante tristeza estaba a punto <strong>de</strong> ahogarme, una mano fue aposarse sobre mi hombro <strong>de</strong>recho. Por un instante me negué a abrir los ojos,imaginando que aquel gesto -tan típico <strong>de</strong> Jesús- estaba sucediendo en “otrotiempo"...Pero al dirigir la vista hacia el hombre que tenía a mi lado, un <strong>de</strong>stello verdosome <strong>de</strong>volvió a la trágica realidad. Era un paracaidista <strong>de</strong>l Ejército judío, con suuniforme <strong>de</strong> camuflaje y una metralleta colgada <strong>de</strong>l hombro izquierdo y con elcañón apuntando hacia tierra. En torno a su cuello presentaba el más singularmanto <strong>de</strong> oración que yo hubiera visto frente al muro <strong>de</strong> los Lamentos: doscananas, con un brillante enjambre <strong>de</strong> balas, relampagueando al tibio sol <strong>de</strong> lamañana.El joven -quizá se trataba <strong>de</strong> un judío ortodoxo que cumplía su serviciomilitar- me miró en silencio. Y tras dibujar una sonrisa, hizo un solocomentario:-Hermano, el espíritu divino está siempre presente en estas piedras. Aunqueno seas judío, reza, pí<strong>de</strong>le a Dios... Tus <strong>de</strong>seos se verán satisfechos.No sé ciertamente si correspondí a su sonrisa. El caso es que me sentí aliviadoy, siguiendo su consejo, recé en silencio y con toda la fuerza <strong>de</strong> mi mermadocorazón. Al hacerlo, otras inolvidables palabras <strong>de</strong>l Maestro brotaron en micerebro:“Ninguna súplica recibe respuesta, a no ser que proceda <strong>de</strong>l espíritu. Enverdad, en verdad te digo que el hombre se equivoca cuando intenta canalizarsu oración - sus peticiones hacia y el beneficio material propio o ajeno. Esacomunicación con el reino divino <strong>de</strong> los seres <strong>de</strong> mi Padre sólo obtienecumplida respuesta cuando obe<strong>de</strong>ce a una ansia <strong>de</strong> conocimiento o consueloespirituales. Lo <strong>de</strong>más, las necesida<strong>de</strong>s materiales que tanto os preocupan noson consecuencia <strong>de</strong> la oración, sino <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> mi Padre" (1).En esos momentos comprendí que buena parte <strong>de</strong> mi angustia nacía <strong>de</strong> un<strong>de</strong>seo egoísta: sólo pretendía saciar mi curiosidad e instintos mas íntimos. Yallí mismo pedí perdón, suplicando---

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