Financiamiento de las campañas electorales y los sistemas ... - IIDH

propia legitimidad de las instituciones, lo cual constituye el umbral del caos y la anarquía.De allí que resulte inaplazable impulsar todas aquellas reformas que contribuyan afortalecer y a vigorizar a los partidos políticos, así como al parlamento, tan venido amenos, a dignificar la política y el ejercicio de la misma, hoy tan degradados, a riesgo deque si ellas no logran su cometido pueden conducir a la inviabilidad.La base sobre la cual se deben edificar las normas sobre financiación de campañaselectorales, debe partir de la concepción de que los partidos y movimientos políticosdeben ser el instrumento por excelencia para la formación de la voluntad popular y de lainteracción de los poderes para hacer efectivo el papel de la democracia en la vidaciudadana.A la compra-venta de votos, al fraude electoral, al trasteo de votantes, la falsificación decédulas de ciudadanía, se vino a sumar el de la viciada financiación de las campañas,con lo cual se le está infligiendo un golpe mortal a la democracia. También nos estamosrefiriendo al rebasamiento de los topes legales impuestos, así sea con dineros de origenlícito, pues no todo aquello que es lícito es legal. Todo ello atenta contra la transparenciaque debe presidir el evento electoral, socavando la credibilidad y respetabilidad en elsistema electoral, cubriéndola con un manto de duda y de sospecha, lo cual le da unagran opacidad al sistema electoral.Aunque Colombia participa de ese común denominador que caracteriza a nuestrasdébiles democracias, tiene también sus especificidades, las cuales, lejos de seratenuantes, son aún más aberrantes. Son dignos de mención los excesivos costos queconlleva en Colombia la movilización del elector y los enormes obstáculos que es precisosalvar para llevar al elector a las urnas; a esto se suma los sobrecostos inherentes a lascinematográficas medidas de seguridad con las que tienen que contar los candidatos,ante el asedio cada vez mayor de los violentos, llámense guerrillas o paramilitares.Se suma a lo anterior el hecho de que hoy en día en la competencia para atraer a lamayoría de los electores, los partidos y candidatos han modificado su discurso pasandodel plano ideológico y programático al pragmatismo, utilizando otros recursos decompetencia, tales como la imagen del candidato o la imposición de slogans,mecanismos que sin lugar a dudas encarecen la actividad política, en la era del marketingy la imagología, las campañas políticas se ven manejadas por cuantiosas técnicas demercadeo que imponen la contratación de medios publicitarios y masivos decomunicación. A ello se añade la circunstancia de que en Colombia el tiempo de lascampañas se extiende en exceso, puesto que el único límite establecido es para lapropaganda, que solo puede darse con tres meses de antelación a las elecciones. Deresto, quedan abiertas todas las posibilidades para adelantar el proselitismo, con elconsiguiente costo que ello implica.La Ley 130 de 1994 propició el fraccionalismo de los partidos y el auge de lasmicroempresas electorales, en la medida que el atractivo de la financiación y lafranquicia para tener acceso gratuito a los medios, se constituyó en un incentivoarrollador. El péndulo nos llevó al otro extremo; de una democracia restringida, como laque heredamos del Frente Nacional, basada en el bipartidismo y la alternación22