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impossibilia-8-octubre-2014

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Si no me engaño, cuantos desde este libro o desde otros lugares defendemos la Literatura como disciplinaacadémica en todos los niveles de la enseñanza, estamos defendiendo un modelo de ciudadano razonador,crítico y sensible, tal vez incómodo, pero evidentemente necesario para edicar una verdadera y ordenadaciudad de hombres. Que esta sea hoy, y tal vez siempre, una utopía, debe servir más de estímulo que defreno. Porque a ela se opone otra, sí realizable: la del mundo feliz, more huxleyano.Ahora bien, a la vez que aquí se pide un fortalecimiento de los programas literarios, no se oculta […] lanecesidad de transformar radicalmente la docencia de esta disciplina. Tal como suele ejercitarse (dejando asalvo las excepciones), ni contribuye a crear espíritu crítico en los alumnos, ni estimula sus gustos artísticos,ni los convierte en lectores. De ahí su crisis entre los estudiantes mismos (Lázaro Careter, 1974: 335).Se trata de otorgar de nuevo a la literatura el papel que los lectores habituales de literatura conocen –conocemos– bien: la literatura constituye una vía fundamental para legar a ser quienes somos. Nietzchedesarola esta idea en su obra Ece Homo a partir de la conocida frase de Píndaro –“¡Llega a ser el queeres!”– (cit. por Larosa, 2003), una apelación a no renunciar a lo que cada uno tiene de original y distinto.De entre todos los maestros, Nietzsche destaca al “maestro de lectura” como el iniciador a los secretos deuna actividad “de cuyo contacto todo el mundo sale más rico de sí mismo”.Para Sánchez Coral (2003b) la educación podría constituir una fuente fundamental para unaeducación de naturaleza ética, inserta en una posición estética: la literatura da la opción de ver y nombrar elmundo de una forma propia, alejada de visiones estereotipadas. La literatura trascendería así una inalidad enexclusiva evasiva o lúdica.El concepto de experiencia de la lectura, desarolado por Larosa (2003), puede contribuir a sentarunas bases acerca de lo que puede signicar la educación literaria como transformación del lector infantil ojuvenil en sus múltiples dimensiones vitales, afectivas, estéticas y éticas. La palabra “experiencia”, indicaLarosa, viene del latín experiri, probar. El saber de experiencia es el que se adquiere en el modo como unoresponde a lo que le pasa a lo largo de la vida y el que conforma lo que uno es; es un saber inito, subjetivo,ligado a la maduración de un individuo particular; no está, como el conocimiento cientíico, fuera denosotros, sino que solo tiene sentido en el modo como conigura una personalidad, un carácter, endeinitiva, una forma humana singular que es a la vez una ética (un modo de conducirse) y una estética (unestilo).La verdadera lectura sería la que produce experiencia, la que forma y transforma al lector del mismomodo que la experiencia vital, algo que lo constituye o pone en cuestión aquelo que es. Literatura y vida seconvierten en dos caras de la misma moneda: lo que somos, lo que hemos vivido, resuena en todo acto deSanjuán Álvarez, Marta. “Leer para sentir. La dimensión emocional de la educación literaria”. Imposibilia Nº8, Págs. 155-178 (Octubre <strong>2014</strong>)Artículo recibido el 24/07/<strong>2014</strong> – Aceptado el 06/09/<strong>2014</strong> – Publicado el 30/10/<strong>2014</strong>.171

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