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impossibilia-8-octubre-2014

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eal. Y la literatura es vista a menudo como un visitante imprevisto y perturbador. No parece fácil modicaresa percepción. Lo cierto es que la literatura infantil aborda las cuestiones que importan y preocupan a losniños –¿por qué se muere la gente?, ¿por qué los padres dejan de quererse?, ¿por qué tengo miedos?, ¿porqué hay gueras?, ¿tendré amores?– y que los adultos, bien por temor, desinterés o puritanismo, se resisten amenudo a aceptar. La cuestión entonces es determinar qué debería hacerse con esos libros, qué se espera queocura tras su lectura. O, formulado de otra manera, qué se desea que ocura.ENTRE LAS LECCIONES Y LAS ACCIONESEsa mirada ética sobre la literatura infantil poco tiene que ver sin embargo con las profusascolecciones de libros expresamente concebidas y promovidas para trabajar determinados valores o conlictos:los sentimientos, los miedos, la multiculturalidad, la coeducación…, y que, como ocure con los remedios ohierbas medicinales (para el colesterol, para la artrosis, para el insomnio, para la jaqueca.), se las utilizapara encauzar la educación de los niños. Se sostienen esos libros en la crencia, tan araigada como inexacta,de que basta una lectura o una actividad, exámenes incluidos, para que un valor araigue en la concienciadel lector.La consecuencia más lamentable de esa tendencia editorial es la desconsideración de la literatura y ellector. Ambos acaban por desaparecer en favor de lo obvio y lo trivial. Cuando se le asigna un carácterpuramente instrumental, la literatura pierde su fundamento. La virtud de la literatura reside en lassugerencias más que en las evidencias. Es un uso especíico del lenguaje –metáforas, referencias, sutilezas,simbolismos, ambigüedades, iguras.– lo que le otorga cualidad literaria. La polisemia permite lainterpretación, lo explícito solo admite la aceptación. Los “espacios vacíos” del texto (Iser, 1987) son los queel lector ocupa con su experiencia y su personalidad. Lo “no formulado” en el texto hace posible que ellector se formule a sí mismo y, por consiguiente, dé sentido personal al texto. Desde el momento en que laliteratura se hace precepto o credo se transforma en un artefacto dogmático e inlexible. Además, muchos deesos libros suelen estar podados de elementos conlictivos, polémicos, incómodos, punzantes, con lo que lacomplejidad de la vida desaparece en favor de un moralismo ingenuo e inocuo.Por otra parte, si se coarta la posibilidad de interpretación se niega la propia naturaleza del lector. Ellector es siempre el protagonista del acto de ler, quien establece su relación con la obra, quien aporta almundo del texto su propio mundo, quien elabora inalmente el signicado. Al imponerle un sentidopredeterminado se coarta la lectura literaria. O, dicho de un modo más simple, se coarta la lectura. Esarestricción u obligación interpretativa anula al lector, que deja de ser un intérprete para convertirse en unMata, Juan. “Ética, literatura infantil y formación literaria”. Imposibilia Nº8, Págs. 104-121 (Octubre <strong>2014</strong>)Artículo recibido el 30/08/<strong>2014</strong> – Aceptado el 17/09/<strong>2014</strong> – Publicado el 30/10/<strong>2014</strong>.115

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