impossibilia-8-octubre-2014
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vergüenza, la justicia, la equidad.– nos daremos cuenta de que muchas de elas siguen siendo relevantespara nosotros. Cada sociedad, cada época, prestigia unas virtudes y minusvalora otras. Durante años seensalzó en España el pudor y la obediencia como virtudes principales de las mujeres, algo que hoy seconsidera del todo obsoleto. En cambio, valores como la espontaneidad o la independencia femeninas eranimpensables hace unas décadas. Valores encomiables en unos lugares resultan incomprensibles o grotescosen otros.No obstante, aun cuando los valores morales son de carácter contextual y social, lo cierto es que hayciertas reacciones viscerales en el ser humano que parecen innatas. Por ejemplo, la condolencia oparticipación en el dolor ajeno. Como demuestran las neurociencias, las estructuras neuronales del cerebronos permiten tomar decisiones morales con rapidez en función de la probabilidad de supervivenciaindividual y colectiva. Salvar a un individuo o no hacerle daño, que es una regla moral básica, pudieraresponder a mecanismos subconscientes comunes que revelarían el temor de que nuestra especie pudieradesaparecer a largo plazo. La evolución ha hecho a los seres humanos capaces de comprender qué sienten yqué piensan los otros, pues de esa capacidad depende nuestro papel en el seno de un grupo. La posibilidadde una ética universal se basaría, pues, en el hecho de ser humanos, sensibles a las emociones de los otros yorientados al refuerzo de la supervivencia (Gazaniga, 2006).Hablar prioritariamente de valores con respecto a la literatura infantil es, sin embargo, un modo derebajarla a la condición de instrumento didáctico o doctrinario. Parecen entenderse los libros para niñoscomo reservorios de valores que los lectores perciben, digieren y asimilan cuando los len. Es usual escuchara padres, profesores o bibliotecarios frases como "este libro transmite valores" o "este álbum sirve paratrabajar valores". El cuento Elmer, de David McKe, inculcaría el valor de la multiculturalidad o latolerancia; a través del álbum Arturo y Clementina, de Adela Turin, se transmitiría el valor de la igualdad degénero; la novela Sadako y las mil grulas de papel, de Eleanor Coer, difundiría el valor del pacismo y laconvivencia. Bastaría, pues, ler ciertos libros para que los valores custodiados en elos se traspasen a lamente del lector, como las vitaminas o los virus al comer y respirar. Esa concepción simplista de la literaturaen general y de la infantil en particular, además de ignorar cómo funciona en realidad el cerebro humano,reduce los libros a una especie de farmacopea moral.Sería pertinente señalar la diferencia entre transmitir y construir. La oposición no es solo de naturalezasemántica. La idea de transmisión supone aceptar la existencia de algo objetivo que se desplaza de un lugar aotro, de una persona a otra, de un organismo a otro. Las personas transmiten conocimientos, enfermedades,imágenes, patrimonio. Un valor, con todo, es un concepto abstracto, inasible. Es el nombre que damos aun deseo o a un gesto que nos gusta, que nos recompensa. Los valores no son visibles, no pueden observarseo tocarse. Los reconocemos, eso sí, en la conducta de las personas. La rectitud, por ejemplo, es el nombreMata, Juan. “Ética, literatura infantil y formación literaria”. Imposibilia Nº8, Págs. 104-121 (Octubre 2014)Artículo recibido el 30/08/2014 – Aceptado el 17/09/2014 – Publicado el 30/10/2014.108
que damos a un comportamiento digno e insobornable. Un valor puede deinirse, describirse, reconocerse,analizarse, pero no puede donarse o inocularse o traspasarse. Es decir, no se puede transmitir. Y menos aún através de discursos, normas o lecturas. Percibir valores en un texto literario no signica que esos valorespasen de inmediato a formar parte de la conciencia del lector. La literatura puede mostrar conductasvirtuosas, pero no inculcar en el lector una virtud. Es lo que se haga a partir de esas percepciones lo quepuede transformar a alguien.La construcción, por el contrario, exige poner los medios para realizar algo inexistente. Construir eshacer posible. Se construye una casa o una empresa o se elabora un libro a base de ideas, materiales, actos,trabajo, y inalmente, después de un largo proceso de exploración, actividades y recticaciones, se obtieneun resultado. Memorizar una extensa lista de preceptos morales o ler historias ejemplares no nos conviertenecesariamente en personas virtuosas. No se trata tanto de recibir leciones como de emprender aciones.Adquirir un valor es la culminación de un largo proceso de deseos, emulaciones, razonamientos, emociones,experiencias, reconocimientos, relexiones., en el que no faltarán obstáculos, tensiones o recelos. Al cabo deun tiempo alguien puede reconocer en sí mismo un comportamiento que la sociedad asocia a un valor:generosidad, compasión, benevolencia. Se actúa de modo generoso, compasivo o benevolente antes de serconscientes de portar un valor, antes de saber incluso que nuestros actos tienen un valor. Los conceptosvienen a dar nombre a lo que ya se es.LEER ÉTICAMENTELer no es, pues, una actividad que transmita valores. Los libros no son instrumentos conductores,como una jeringuila o una cuchara. Se puede ler o escuchar un cuento sin que ocura nada, sin que en lamente del lector se produzca una transformación, y menos aún de carácter moral. Una obra literariapresenta comportamientos humanos que pueden propiciar emociones, relexiones íntimas y diálogos conotros, y esa actividad puede ser el origen de un cambio o una decisión. Pero lo que ocura después dependesiempre del lector, del sentido y el carácter de sus lecturas.Deiende Martha Nusbaum que los textos literarios, como una forma especial de escritura, presentanun contenido ético distintivo y controvertido. “Determinadas obras literarias han contribuido al análisis dealgunas cuestiones importantes sobre los seres humanos y la vida humana” (2005: 29). En esas obras, unadeterminada concepción de la vida es contada de un modo singular, es decir, con todos los recursos retóricosde la literatura, lo que provoca en el lector determinadas reaciones de carácter cognitivo y emocional, queno aparecen de la misma manera en otros tipos de textos. Las contribuciones de la literatura a lacomprensión de la diversidad y complejidad de la vida humana, un objetivo que comparte con la ética,Mata, Juan. “Ética, literatura infantil y formación literaria”. Imposibilia Nº8, Págs. 104-121 (Octubre 2014)Artículo recibido el 30/08/2014 – Aceptado el 17/09/2014 – Publicado el 30/10/2014.109
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vergüenza, la justicia, la equidad.– nos daremos cuenta de que muchas de elas siguen siendo relevantespara nosotros. Cada sociedad, cada época, prestigia unas virtudes y minusvalora otras. Durante años seensalzó en España el pudor y la obediencia como virtudes principales de las mujeres, algo que hoy seconsidera del todo obsoleto. En cambio, valores como la espontaneidad o la independencia femeninas eranimpensables hace unas décadas. Valores encomiables en unos lugares resultan incomprensibles o grotescosen otros.No obstante, aun cuando los valores morales son de carácter contextual y social, lo cierto es que hayciertas reacciones viscerales en el ser humano que parecen innatas. Por ejemplo, la condolencia oparticipación en el dolor ajeno. Como demuestran las neurociencias, las estructuras neuronales del cerebronos permiten tomar decisiones morales con rapidez en función de la probabilidad de supervivenciaindividual y colectiva. Salvar a un individuo o no hacerle daño, que es una regla moral básica, pudieraresponder a mecanismos subconscientes comunes que revelarían el temor de que nuestra especie pudieradesaparecer a largo plazo. La evolución ha hecho a los seres humanos capaces de comprender qué sienten yqué piensan los otros, pues de esa capacidad depende nuestro papel en el seno de un grupo. La posibilidadde una ética universal se basaría, pues, en el hecho de ser humanos, sensibles a las emociones de los otros yorientados al refuerzo de la supervivencia (Gazaniga, 2006).Hablar prioritariamente de valores con respecto a la literatura infantil es, sin embargo, un modo derebajarla a la condición de instrumento didáctico o doctrinario. Parecen entenderse los libros para niñoscomo reservorios de valores que los lectores perciben, digieren y asimilan cuando los len. Es usual escuchara padres, profesores o bibliotecarios frases como "este libro transmite valores" o "este álbum sirve paratrabajar valores". El cuento Elmer, de David McKe, inculcaría el valor de la multiculturalidad o latolerancia; a través del álbum Arturo y Clementina, de Adela Turin, se transmitiría el valor de la igualdad degénero; la novela Sadako y las mil grulas de papel, de Eleanor Coer, difundiría el valor del pacismo y laconvivencia. Bastaría, pues, ler ciertos libros para que los valores custodiados en elos se traspasen a lamente del lector, como las vitaminas o los virus al comer y respirar. Esa concepción simplista de la literaturaen general y de la infantil en particular, además de ignorar cómo funciona en realidad el cerebro humano,reduce los libros a una especie de farmacopea moral.Sería pertinente señalar la diferencia entre transmitir y construir. La oposición no es solo de naturalezasemántica. La idea de transmisión supone aceptar la existencia de algo objetivo que se desplaza de un lugar aotro, de una persona a otra, de un organismo a otro. Las personas transmiten conocimientos, enfermedades,imágenes, patrimonio. Un valor, con todo, es un concepto abstracto, inasible. Es el nombre que damos aun deseo o a un gesto que nos gusta, que nos recompensa. Los valores no son visibles, no pueden observarseo tocarse. Los reconocemos, eso sí, en la conducta de las personas. La rectitud, por ejemplo, es el nombreMata, Juan. “Ética, literatura infantil y formación literaria”. Imposibilia Nº8, Págs. 104-121 (Octubre <strong>2014</strong>)Artículo recibido el 30/08/<strong>2014</strong> – Aceptado el 17/09/<strong>2014</strong> – Publicado el 30/10/<strong>2014</strong>.108