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1.karlheinz_deschner- historia criminal del cristianismo

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expresamente los aspectos más importantes, con cesuras o divisiones intencionadasentre distintas temáticas o entre distintos períodos, resumiendo en algunos puntos,introduciendo en otros una ojeada panorámica, retrotrayéndome a un pasaje anterior,añadiendo digresiones. En fin, todo lo que suele hacerse para facilitar la lectura y lavisión general <strong>del</strong> asunto.Criticar es fácil, según una opinión corriente; lo dicen sobre todo quienes poroportunismo, por indolencia o por incapacidad jamás han intentado criticar nada enserio. No faltan los que opinan que eso de criticar está muy mal..., sobre todo cuando loscriticados son ellos, aunque esto último no lo confesarían jamás. Muy al contrario,afirman siempre que no tienen nada en contra de la crítica, que todas las críticas son bienrecibidas pero, eso sí, siempre y cuando sean críticas positivas, constructivas, y nocríticas negativas y <strong>del</strong>etéreas. Entendiéndose siempre que la crítica constructiva esaquella que no profundiza demasiado, o mejor aún si sólo es crítica en apariencia,procedente de aquellos que, en el fondo, están de acuerdo con nosotros. En cambio, sejuzga “negativo”, “estéril”, “condenable”, el ataque que apunta a los fundamentos conintención de destruirlos. Cuanto más convincente sea dicho ataque, más se expondrá suautor a verse denigrado..., o silenciado.Los círculos clericales son los más sensibles a la crítica. Precisamente los mismos quedicen “no juzgues, y no serás juzgado”, pero consignan al infierno cuanto no les interesa,los mismos cuya Iglesia gusta de presentarse como la principal instancia moral <strong>del</strong>mundo, tal como viene haciendo desde hace siglos y seguirá haciendo todavía, ésos sonlos que más se indignan cuando ven que alguien quiere tomarles la medida y juzgarlos aellos; y cuanto más agudo sea el juicio y más aplastante el veredicto, más grande es suira y su furor. Sólo que esa ira y ese furor (a diferencia de las pasiones que conmueven alos demás mortales) son santa ira y santo furor, “furor ordenado”, cómo no, que segúnBernard Háring, gran entendido en moral, es “una fuerza indudablemente útil queayuda a superar los obstáculos que se oponen al bien, a conseguir nuestro objetivo,ciertamente elevado pero difícil. El enamorado que no es capaz de enojarse no tienesangre en las venas [!]; pero si amamos el bien enardecidamente, con todas nuestrasenergías anímicas y corporales, no serán menores nuestras energías en el momento enque debamos oponernos al mal. Porque no es lo propio <strong>del</strong> cristiano soportar los malescon pasividad, sino alzarse contra ellos con valor y haciendo acopio de todas las fuerzas.Y entre éstas figura también la capacidad de enojarse”. 64Con inflamada indignación se alzan esos círculos, precisamente, contra “la manía dejuzgar” (Aitmeyer), y dan muestras de su escándalo con ribetes “científicos” cuando unautor, habráse visto, se atreve a “valorar”, cuando “el <strong>historia</strong>dor, reconocida suincapacidad en tanto que moralista, asume el papel de fiscal”, cuando “cae en latentación” de “extremar el rigorismo de su perspectiva”, cuando se hunde “en las simas<strong>del</strong> maximalismo idealista”, o adopta “la fraseología forense”, y todo ello sinpreocuparse <strong>del</strong> “tradicional problema historiográfico de la practicabilidad de las64 Häring I 414s.Historia Criminal <strong>del</strong> Cristianismo Vol I 39

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