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1.karlheinz_deschner- historia criminal del cristianismo

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y ultrasensibles”, como anotó Charles Péguy con clarividencia poco habitual, aunquehablando, como es lógico, desde su propia posición de católico. 52Pues bien, la ficción de la ingenuidad teórico-científica y la ocultación de las premisasideológicas de la presentación histórica pueden servir para disimular muchas cosas, unainercia mental propia de la especialidad, por ejemplo, una estrechez de perspectivas, o lapusilanimidad que precisamente hace estragos en los círculos de expertos, en el“pequeño museo de los elegidos” (Von Sybel), un relativismo ético y un escapismo quehuye cobardemente de las decisiones tajantes en materia de principios..., lo que no dejade ser también una decisión, ¡la de declararse irresponsable en nombre de laresponsabilidad científica! Porque una ciencia que no quiere formular valoraciones, conello, quiéralo o no, se hace aliada <strong>del</strong> status quo, apoya a los que dominan y perjudica alos dominados. Su objetividad es sólo aparente y en la práctica no significa otra cosa sinoamor a la propia tranquilidad, apego a la seguridad y a la carrera. No discuto que unplanteamiento histórico valorativo pudiera ser rechazado o descartado desde unadeterminada convicción científica. Pero sé que la repugnancia <strong>del</strong> <strong>historia</strong>dor ante lainterpretación de la <strong>historia</strong>, su miedo a admitir lo que ocurre en realidad, “no es másque otro ejemplo de la conocida ‘trahison des cleros’, la negativa <strong>del</strong> especialista a vivirlo que predica” (Barraclough). 53Sin duda existe más de un método y más de dos para cultivar la <strong>historia</strong>. O mejordicho, existe una multiplicidad de métodos, como demuestra la historiografíanorteamericana, sin que ninguno de ellos pueda pretender la exclusiva. Pero, aunquehaya muchas formas diversas <strong>del</strong> saber y de la ciencia, aquí sólo nos importan dosposturas: la que cultiva la ciencia por sí misma, por considerarla como lo más elevado, loúltimo, como una especie de religión y que, como ésta, sería capaz de pasar por encimade los cadáveres (y lo hace); y aquella ciencia que sin considerarse ni lo más alto ni lodefinitivo, se pone al servicio de los hombres, <strong>del</strong> mundo y de la vida, y en particularasocia la historiografía con “el deber de la pedagogía política”, como ha dicho TheodorMommsen, que no tuvo reparos en afirmar que la <strong>historia</strong> era el “juicio contra losmuertos” y que a la vista de su “brutalidad desnuda”, de su “barbarie supina”, invitabaa abandonar “la fe infantil en cuanto a que la civilización consiga erradicar la bestialidadde la naturaleza humana”. 54Las expresiones más conocidas de estas dos posturas frente a la ciencia podemoshallarlas en el siglo XIX: de un lado, el optimismo cientifista, tanto para las cienciasnaturales como para las históricas, el positivismo y el objetivismo; <strong>del</strong> otro, el pesimismoradical de Nietzsche, quien vio en las ciencias naturales de su época “algo terrible y52 Treitschke, Deutsche Geschichte vol. V p. V. Péguy 80.53 Cf. carta de H. v. Sybeis a Waitz, mayo 1857, cit. en W.J. Mommsen, Objektivität undParteilichkeit 143. Barraclough 222.54 Th. Mommsen, Römische Geschichte I 407. Más citas en Ch. Meier, Das Begreifen 208.Historia Criminal <strong>del</strong> Cristianismo Vol I 34

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