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1.karlheinz_deschner- historia criminal del cristianismo

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puede hacer las obras <strong>del</strong> mal. “No son hijos de Abraham ni hijos de Dios, sino de laestirpe de la serpiente, y siervos <strong>del</strong> diablo [...], hijos de una voluntad satánica.” Yatendido que no existe para ellos la posibilidad de justificación, “es necesario tacharlos<strong>del</strong> libro de la vida”. Únicamente los arríanos serían enemigos más grandes de Cristo,según Hilario, “Atanasio de Occidente” como le llaman, en lo que aciertan por másmotivos de los que se suele pensar, cuyos méritos fueron todavía más grandes como“azote de herejes” y le valieron, en 1851, el título de doctor de la Iglesia, el más altohonor para un creyente de la fe católica, como se sabe, y que sólo dos de los papas hanmerecido. 222Del antijudaísmo de otros grandes patriarcas occidentales, como Ambrosio y Agustín,tendremos ocasión de tratar más a<strong>del</strong>ante.Sobre la inquina antijudía <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong> primitivo apenas hay lugar para laexageración. En 1940, en plena época hitleriana, Cari Schneider confiesa que “pocasveces en la <strong>historia</strong> se encuentra un antisemitismo tan decidido y tan intransigente [...]como el de aquellos primeros cristianos”. Ello fue obra, sobretodo, <strong>del</strong> clero, al queescuchaba el pueblo (y pronto sería escuchado por otros) mucho más que ahora, y cuyossermones encontraban un ambiente bien distinto de la indiferencia soñolienta denuestros días. 223 Ya Pablo de Samosata, gran vividor y desde el año 260 obispo deAntioquía, censuraba a los que guardaban silencio durante los sermones. Era cuestión deaplaudir como en el circo y el teatro, de hacer volar pañuelos; los gritos, las pataletas, elponerse en pie de un salto eran gestos habituales. En las catedrales resonaban lasinterpelaciones: ¡Campeón de la fe! ¡Decimotercer apóstol! ¡Anatema sea el que diga otracosa! En las actuaciones de Crisóstomo, sin ir más lejos, cuyas andanadas de odioaclamadas por el público eran registradas simultáneamente por varios taquígrafos, elpúblico perdía la compostura hasta el punto de que el mismo orador se veía en laobligación de reclamar orden diciendo que la casa de Dios no era un teatro, ni elpredicador un histrión. Sin embargo, a los demagogos eclesiásticos de la época nodejaban de agradarles los aplausos, mendigados por algunos, como el obispo Pablo, conlatiguillos, o agradecidos por otros, como el monje Esquió de Jerusalén, adulando a losoyentes. Tampoco Agustín era insensible a los aplausos, de los que según decía sólo lemolestaban los de los pecadores. 224222 Venant. Fortunat. Vita Hil. 6. Hilar. Super Psalmos 53; 68,23. MG Auct.ant 4,2,2. De trinit. 7,23.Anwander LThK 1 ed. V 25 ss. Antweiler BKV 1935, 32. Parkes, Antisemitismus 96. V.Campenhausen, Lateinische Kirchenváter 78. Seifer 74. Kühner, Antisemitismus 37 s. Hruby,Juden 40 s. Held 128.223 C. Schneider, Frühchristentum 6.224 Euseb. h.e. 7,30,14. Zellinger 404,407,413 s. V. Campenhausen, Griechische Kirchenváter 141.Deschner, Das Kreuz 182.Historia Criminal <strong>del</strong> Cristianismo Vol I 107

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