➜portadaEPoríndigo • 27 de octubre 2006GEorGiNA HiDALGos la soleada mañanade un viernes,un día propicio paralimpias, curacionesy meditaciones trascendentales.Mi editora y yo estamos apunto de emprender la rutade los chamanes, curadores,curanderos, brujos y contactados,en la localidad de Amatlánde Quetzalcóatl, de la mano deuna experta en historia y tradicionesdel estado de Morelos.A la hora fijada comenzamosa internarnos en el pueblode montañas con ventanas quese extiende entre los cerros deLa Barranca de Xochiatlahcoy la Poza de Nahualatl, dondeCeacatl Topiltzin Quetzalcóatlfue bautizado.El camino, si así puede llamarsea una carretera de doblesentido, estrecha, sinuosa yllena de baches infames, sevuelve más terrorífica a medidaque avanzan los relatos denuestra guía sobre los brujosde Morelos.“A mi amiga se le juntó todo,muertes de familiares, enfermedades,accidentes”, nosdice mientras esquiva uno delos enormes hoyos negros quebrotan del pavimento. Fueronpor ella y “la rayaron” (la iniciaronen el palomayombé,uno de los dos aspectos de lasantería: el santo y el palo). Fueentonces que de veras comenzaronlos problemas que ellamisma atestiguó. Y que prefiereno recordar más.“Por eso con los santeros,de lejitos. Ésa sí se las debo”,nos advierte.Como cronista y estudiosade los usos y costumbres de lasdistintas comunidades morelensesnos indica que a estosuniversos hay que aproximarsecon respeto, más allá decreer o no.Fotos: enrique Martínezdiagnóstico escalofrianteLa primera parada la hacemosen la casa de Don Fidel,un respetado brujo de la localidada quien hace un año matóun chivo de un tope.Frente a un columpio solitariovemos una camioneta ydos autos polvosos estacionados.El zaguán azul está semiabierto,arriba de éste hay unacruz de pericón seco colgada.Antes de atravesarlo, un gatopardo y escuálido pasa frentea nosotros sujetando un ratónentre sus dientes.Dentro de la humilde casahay un patio pequeño conun círculo de cal dibujado enel centro, es la “sala de espera”.Un árbol de pirul, otro detamarindo y jardineras llenasde sábilas y otras plantas dansombra a cinco mujeres quemurmuran mientras tejen,una de ellas se limpia las lágrimasde los ojos.Las horas comienzan atranscurrir. Varias personas,27 de octubre 2006 • índigo➜
➜portadamuchas de estrato humilde,salen y entran por el patio deDon Fidel. Al fin toca mi turno.Dentro de la casa marcadapor una cruz de spray azul estáel cuarto donde Constantino,hijo del finado Don Fidel, dalimpias sin descanso. Su esposaBlanca lo asiste dando losdiagnósticos.Un altar con imágenes de laVirgen de Guadalupe y otrossantos atestiguan todo. En elsuelo hay decenas de veladorasnegras y blancas.Frota un huevo persignándolopor todo mi cuerpo mientraspide a los santos que meprotejan y dejen sin efecto labrujería que me aqueja. Mientrasme rocía una loción de SietePotencias, un líquido verde quehuele penetrantemente a hierbasy perfumes, pide que meden trabajo, dinero y salud.Al romper el huevo en unvaso con agua, la clara comienzaa formar hilos blancos quequedan suspendidos.Nos perdimos y fuimosa parar al pueblo desaNto domiNgo. alfiNal coNseguimos llegara la casa de doñaViceNta, la curaNderadel pueblo, a quieN Nide broma debíamosdecirle que éramosperiodistas. al tocarsu reja, uNa aNciaNacoN la piel pegada alos huesos Nos hizoseñas de que “No, No,No”. eNteNdimos elmeNsaje.“Usted tiene mucho nervio,fue a algún negocio recientementey agarró algo, no se lohicieron a propósito, simplementese le pegó. Necesita uncambio de suerte”, sentencióBlanca, quien rápidamentecomenzó a escribir mi receta:“Hervir siete rosas rojas ybañarse con un jabón de sietepotencias. Tomar thé (sic) por9 días, hervir un litro de aguacon un trocito de contrahierba,guaco y albaca. Tomar tresveces al día”.El diagnóstico de mis acompañantesresultó aún másescalofriante: a una le estabanhaciendo un trabajito porenvidias, y a otra le dijeron quetraía pegado un muerto.camino sinuosoNos despedimos de nuestraguía de vuelta en Tepoztlán,ella debe volver a Cuernavaca.Luego de darnos las instruccionesprecisas de cómo llegara nuestras siguientes paradasacordamos vernos por lanoche.Hacemos una parada enel cementerio de Tepoztlány retomamos la carretera aAmatlán.Nos perdimos y fuimosa parar al pueblo de SantoDomingo. Luego de preguntardos veces conseguimos llegara la casa de Doña Vicenta, lacurandera del pueblo, a quienni de broma debíamos decirleque éramos periodistas.Al tocar su reja, también decolor azul, una anciana muydelgada, con la piel en los huesosy los ojos muy hundidosnos hizo señas de que “no, no,no”. Entendimos el mensaje.La tercer parada fue paraver a Sara Otero, “contactada”.Su casa está a la vista de todosen el 929 de la carretera a Amatlán,frente a su gran reja demetal se lee “Villa Sarita”.Entramos con unos camarógrafosde un canal de Cablevisión,que llevan varios díasíndigo • 27 de octubre 200627 de octubre 2006 • índigo➜