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unlibrorojo

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51Las enseñanzasDe la insurrección de Moscú“... La huelga pacífica y las manifestaciones han dejado de satisfacer enseguida a losobreros, que se preguntaban: ¿y después qué? Y exigían acciones más activas. La directiva delevantar barricadas llegó a las barricadas con enorme atraso, cuando ya se levantaban en el centro.Los obreros se pusieron en masa a levantaras, pero esto tampoco les satisfacía y preguntaban ¿ydespués qué? Y exigían acciones activas. Nosotros, dirigentes del proletariado socialdemócrata, noshemos encontrado en diciembre como aquel jefe militar que tenía dispuestos sus regimientos de unmodo tan absurdo que la mayor parte de las tropas no participan activamente en la batalla. Lasmasas obreras buscaban instrucciones para realizar operaciones activas y no las encontraban... Asípues, nada más miope que el punto de vista de Plejánov, que hacen suyo todos los oportunistas, deque no se debió emprender esa huelga extemporánea, de que 'no se debió empuñar las armas'. Por elcontrario, se debió explicar a las masas que era imposible realizar una huelga puramente pacífica yque había que librar una lucha armada intrépita e implacable. Y hoy debemos, en fin, reconocerabiertamente y bien alto la insuficiencia de las huelgas políticas; debemos llevar la agitación a lasmás amplias masas a favor de la insurrección armada, sin disimular esta cuestión con ninguna clasede 'pasos preliminares', sin cubrirla con ningún velo. Ocultar a las masas la necesidad de una guerraencarnizada, sangrienta y exterminadora, como tarea inmediata de la acción que se avecina, esengañarse a sí mismo y engañar al pueblo. Tal es la primera enseñanza de los acontecimientos dediciembre. La segunda se refiera al carácter de la insurrección, a la manera de librarla, a lascondiciones en que las tropas se pasan al lado del pueblo. Sobre esto últimos se hala muy difundidaen la ala derecha del partido una opinión extremadamente unilateral. Es imposible, dícese, lucharcontra un ejército moderno, es preciso que éste se haga revolucionario. Es evidente la necesidad deque si la revolución no gana a las masas y al ejército mismo, no puede hablarse de una lucha seria.Es evidente un trabajo en el ejército. Pero no podemos figurarnos este cambio de frente en las tropascomo un acto simple, único, resultante del convencimiento de una de las partes y del grado deconciencia de la otra. La insurrección de Moscú demuestra hasta la evidencia lo que hay derutinario e inerte en esta concepción. La vacilación de las tropas, que en realidad es un hechoinevitable en presencia de todo movimiento verdaderamente popular, conduce, al agudizarse lalucha revolucionaria, a una verdadera lucha para ganarse al ejército. La insurrección de Moscú nosrevela precisamente la lucha más implacable, más furiosa, entre la reacción y la revolución porconquistar el ejército. El propio Dubasov ha declarado que sólo cinco mil hombres de los quincemil de la guarnición de Moscú eran seguros. El gobierno retenía a los vacilantes recurriendo a lasmedidas más diversas y más desesperadas: se les persuadía, se les adulaba, se les sobornabadistribuyéndoles relojes, dinero, etc.; se les emborrachaba con vodka, se les engañaba, se lesencerraba en los cuarteles y se separaba, por la traición y por la violencia, a los soldadosconsiderados más inseguros. Y hay que tener el valor de reconocer franca y abiertamente que, eneste aspecto, hemos quedado a la zaga del gobierno. No hemos sabido utilizar las fuerzas de quedisponíamos para sostener con tanta actividad, audacia, espíritu de iniciativa y de ofensiva unalucha para ganarnos a las tropas vacilantes... Nos hemos dedicado y nos dedicaremos con mayortenacidad a 'trabajar' ideológicamente en el ejército; pero no pasaríamos de ser unos lamentablespedantes si olvidáramos que, en el momento de la insurrección, se necesita también librar una luchafísica por ganarse a las tropas...”Lenin, 29 de agosto de 1906.

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