Todos estos epítetos, acuñados por la socialdemocracia de fines del siglo XIX y empleados por elstalinismo prosoviético durante la década de 1960 para insultar al Che, a Fidel y a los jóvenesrevolucionarios que seguían a Cuba fueron reflotados durante la década de 1980 y 1990, entoncesde la mano de ex comunistas arrepentidos y socialdemócratas subsidiados por fundaciones alemanaso norteamericanas. Tanto en 1890, en 1967 como en 1980-1990 el objetivo de su uso era el mismo:rechazar a cualquiera que se proponga ir más allá de los límites y protestas permitidas por el sistemade dominación capitalista.Toda la polémica ideológica entablada por Roque Dalton se propone precisamente defender lalegitimidad política del pensamiento revolucionario latinoamericano y hacer jugar a Lenin en esadisputa, no como dogmático censor que reta con el dedo autoritario en alto a los jóvenesizquierdistas sino como ácido impugnador del reformismo, la enfermedad senil del comunismo.El Lenin que nos aproxima Roque, a través de discursos históricos, artículos o testimonios deinvestigadores, es el del revolucionario que propone a los jóvenes fabricar molotov, organizarcélulas clandestinas de combate callejero, el que recomienda pensar mejor qué hacer frente a laselecciones antes de participar en ellas con los ojos cerrados y bajo cualquier circunstancia, el queenseña el camino de la lucha frontal y armada contra los organismos de inteligencia y represión...¡Pero Lenin, el más grande de todos, no está solo en este libro! Lo acompañan el Che Guevara,Fidel Castro, el general vietnamita Giap (que se cansó de derrotar y humillar a varios ejércitos delimperialismo japonés, francés, yanqui...), Ho Chi Minh, Antonio Gramsci, György Lukács. Yobviamente no podía faltar el diablo...Roque, Lenin y el diabloSí, en Un libro rojo para Lenin aparece León Trotsky. Roque extracta y reproduce fragmentos de sucélebre Historia de la revolución rusa (el mismo libro que Ernesto Guevara se llevó para leer,extractar y anotar en Bolivia en 1966). Aquella voluminosa obra en la cual el fundador del EjércitoRojo bolchevique subraya las fuertes deudas que el marxismo revolucionario mantiene con Blanqui,sin obviar las diferencias recíprocas.Hoy en día, en el siglo XXI, resultan más que útiles, seductores y sugerentes estos fragmentos deTrotsky sobre la violencia revolucionaria y el arte de la insurrección, inteligentemente extraídos eincorporados por Roque. Sirven sobremanera para compararlos con la obsesión pretendidamente“antifoquista” (en realidad espontaneísta y reformista) de Nahuel Moreno [Hugo Miguel Bressano]y algunos otros dirigentes trotskistas latinoamericanos menos conocidos que han terminadoconvirtiendo a Trotsky en un vulgar apologista de la participación electoral a toda costa y a cómo délugar.Aunque el blanco predilecto de Roque Dalton es, principalmente, la seudo ortodoxia oportunista delos soviéticos y el reformismo estalinista —por ejemplo de Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi,dos dirigentes del PC argentino a quienes cuestiona con nombre y apellido en su otro libroRevolución en la revolución y la crítica de derecha—, el radio de alcance de sus polémicas llegamás allá de ese espacio restringido. La lúcida reconstrucción de Roque Dalton deja bien en claroque León Trotsky se sentiría mucho más a gusto en compañía de los guevaristas latinoamericanos,“izquierdistas” y “románticos”, que con las instituciones burguesas y las elecciones parlamentarias alas que tristemente lo han querido maniatar durante las últimas décadas en algunos de nuestrospaíses.¿Qué adopta Roque de Trotsky? Pues aquello según lo cual lo más difícil de resolver en unasituación revolucionaria es el problema del sujeto colectivo y el papel activo de los revolucionarios.En ese contexto, entre las principales trabas a remover, Trotsky identifica a la maquinariainstitucional y sus habituales acusaciones de “blanquismo” utilizadas por la propaganda reformistapara rechazar y demonizar a las corrientes de izquierda no institucionales.En ese sentido, a Roque Dalton le llamó poderosamente la atención la forma en que el creador del
Ejército Rojo bolchevique define al “blanquismo”. Según el autor de Historia de la revolución rusa,reproducido por Dalton, por blanquismo debe entenderse, no una desviación elitista, militarista oconspiradora del socialismo sino, por el contrario, “la esencia revolucionaria del pensamientomarxista”. No es casual que Roque se haya detenido en este párrafo de Trotsky, ya que en AméricaLatina las corrientes más moderadas del movimiento comunista emplearon el término de“blanquismo” para descalificar a Fidel y al Che.Al poner en discusión la visión falsamente apologética de Lenin, que lo convertía en una momia demausoleo más preocupada por la “coexistencia pacífica” entre diversas potencias a nivelinternacional y por la gobernabilidad interna de cada estado a nivel nacional, que en incentivarfuturas rebeliones populares, Dalton también realiza un beneficio de inventario sobre la teoría delpartido. “El partido de Lenin es un partido de combate”, afirma. Su misión no es garantizar la paz(de los poderosos y los cementerios) sino encaminar a la juventud y la clase trabajadora “para latoma del poder”.No es casual que las diversas organizaciones de la izquierda salvadoreña, pocos años después deque Roque escribiera este libro, se encaminaran —unidas en el Frente Farabundo Martí deLiberación Nacional (FMLN)— hacia la lucha armada y la lucha revolucionaria por el poder.Justamente, hacia el final del volumen, Roque reproduce un fragmento periodístico que da cuentade la actividad político militar de las FPL (Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, unade las principales expresiones que años después conformarían el FMLN). Marca de esta manera unalínea de acción práctica en la política salvadoreña de aquellos días.Lenin desde el marxismo latinoamericanoEl poeta salvadoreño se propone nada menos que traducir a Lenin a nuestra lengua política, anuestra idiosincrasia, a nuestra historia, insertándolo en lo más rebelde y radical de nuestrastradiciones revolucionarias. No es aleatorio que en su reconstrucción apele a otras experiencias derevoluciones en países del Tercer Mundo: la atrasada Rusia, la periférica China, Vietnam, Cuba, ElSalvador... El Lenin de Roque se viste de moreno, de indígena, de campesino, de cristianorevolucionario, de habitante de población, villa miseria, cantegril y favela, además de obreroindustrial, moderno y urbano. La suya es una lectura ampliada de Lenin, pensada para que sea útilya no exclusivamente en las grandes metrópolis del occidente europeo-norteamericano sinoprincipalmente en el Tercer Mundo, única manera de mantenerlo vivo y al alcance de la mano en lasrebeliones actuales de América latina.Esa perspectiva permite comprender la dedicatoria del libro que aunque está cargada de afecto yadmiración, implica también una definición política, ya que Roque lo dedica “A Fidel Castro,primer leninista latinoamericano, en el XX aniversario del asalto al Cuartel Moncada, inicio de laactualidad de la revolución en nuestro continente” . Esa dedicatoria a Fidel retoma puntualmente latesis central del libro de Lukács sobre Lenin [véase nuestro estudio preliminar a G.Lukács: Lenin, lacoherencia de su pensamiento. La Habana, Ocean Sur, 2007].Algunos de los problemas prioritarios que Un libro rojo... aborda tienen que ver con el carácter de larevolución latinoamericana y las vías (“tránsito pacífico”, confrontación directa, “no tomar elpoder...”, etc). Pero el abanico de problemas no se detiene allí. Pretende ser más extenso.Lectura sobre las lecturasLa obra de Roque tiene como objetivo fundamental pensar y repensar qué significa el leninismopara y desde América latina. Su reflexión merece ser balanceada y contrastada con otrasaproximaciones análogas realizadas en América Latina.En primer lugar, con el “leninismo” construido por Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi, dos de losprincipales exponentes argentinos de la corriente latinoamericana prosoviética. Estos dos dirigentescomenzaron a ser hegemónicos dentro del Partido Comunista argentino (PCA) a partir de 1928,cuando ya hacía diez años que éste se había fundado. Alineados en forma férrea con la vertiente de
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