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27El arte de la insurrección (I)“... Es frecuente contraponer la conspiración a la insurrección, entendida aquella como laempresa de una minoría, y ésta como el movimiento elemental de la mayoría. En efecto: unainsurrección victoriosa, que sólo puede ser la obra de una clase destinada a ponerse al frente de lanación, defiere profundamente en su significado histórico y en sus métodos, del golpe de Estadoemprendido por conspiradores a espaldas de las masas. En toda sociedad dividida en clases, lascontradicciones son tan numerosas que siempre es posible aprovechar las fisuras para urdir uncomplot. Así y todo, la experiencia histórica demuestra que también se requiere cierto grado deenfermedad social como en España, en Portugal, en América del Sur, para que la política de lasconspiraciones pueda alimentarse constantemente. En estado puro la conspiración, aun en caso devictoria, sólo reemplazará camarillas de la misma clase dirigente, o menos aún, a unos gobernantespor otros. Pero nunca en la historia un régimen social ha triunfado sobre otro sino a través de unainsurrección de las masas. Mientras los complots periódicos expresan casi siempre el marasmo y ladescomposición de la sociedad, la insurrección popular, en cambio, resultará comúnmente de unarápida evolución anterior que ha roto el viejo equilibrio de la nación. Las 'revoluciones' crónicas delas repúblicas suramericanas nada tienen de común con la revolución permanente. Lo que acabamosde decir no significa de ninguna manera que insurrección popular y conspiración se excluyan de unmodo recíproco en todas las circunstancias. En mayor o menor grado un elemento de conspiraciónentra casi siempre en todas las insurrecciones. Etapa históricamente condicionada de la revolución,el levantamiento de las masas nunca es del todo elemental. Aunque estalle en forma inopinada parala mayoría de sus participantes, siempre la habrán fecundado aquellas ideas en las que losinsurrectos ven una salida para los dolores de la existencia. Pero una insurrección de las masaspuede ser prevista y preparada. Se la puede organizar de antemano. En tal caso el complot sesubordina a la insurrección, la sirve, facilita su marcha, acelera su victoria. Cuanto más elevado esel nivel político de un movimiento revolucionario, más seria es su dirección y más importante ellugar ocupado por la conspiración en la insurrección popular. Es indispensable comprenderexactamente la relación entre insurrección y conspiración, lo que las opone y lo que lascomplementa, tanto más cuanto que el término 'conspiración' tiene un sentido contradictorio en laliteratura marxista, ya sea que designe la empresa independiente de una minoría que asume lainiciativa, o la preparación por la minoría de un levantamiento mayoritario. La historia prueba, esverdad, que en determinadas condiciones, una insurrección popular puede vencer aun sin necesidadde complot. Al manifestarse con ímpetu 'elemental' a través de una revuelta generalizada, enmúltiples protestas, manifestaciones, huelgas, choques callejeros, la insurrección puede arrastrar aun sector del Ejército, paralizar las fuerzas del enemigo y derribar el antiguo poder. Hasta ciertolímite, es lo que sucedió en Rusia en febrero de 1917. Un cuadro semejante presenta el desarrollo delas revoluciones alemana y austro-húngara durante el otoño de 1918. Como en uno y otro caso nofiguraban a la cabeza de los insurgentes partidos profundamente compenetrados de los intereses ydesignios de la insurrección, la victoria de esta última debía transmitir el poder, inevitablemente, aaquellas fuerzas que hasta último momento se habían opuestos al estallido. Derribar el antiguopoder es una cosa y otra distinta es adueñarse de él. La burguesía en una revolución puede hacersedel poder no porque sea revolucionaria, sino porque es la burguesía: tiene la propiedad, lainstrucción, la prensa, una red de apoyos, una jerarquía de instituciones. Muy distinto es el caso delproletariado: privado de privilegios sociales que no existen en su seno, el proletariado insurrectosólo puede contar con su propio número, su cohesión, sus cuadros, su Estado Mayor. Así como unherrero no puede tomar con sus manos desnudas hierro candente, tampoco el proletariado puede,con sólo sus manos, adueñarse del poder: le es preciso una organización adecuada para dicha tarea.En la combinación de la insurrección de masas con la conspiración, en la organización de lainsurrección través de la conspiración, consiste aquel capítulo complejo y lleno deresponsabilidades de la política revolucionaria que Marx y Engels denominaban 'el arte de la
insurrrección'. Ello supone una correcta dirección general de las masas, una orientación flexibleante las circunstancias cambiables, un plan meditado de ofensiva, prudencia en los preparativostécnicos y audacia en dar el golpe”.Leon Trotsky,en Historia de la revolución rusa, Tomo 11, 1931.
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27El arte de la insurrección (I)“... Es frecuente contraponer la conspiración a la insurrección, entendida aquella como laempresa de una minoría, y ésta como el movimiento elemental de la mayoría. En efecto: unainsurrección victoriosa, que sólo puede ser la obra de una clase destinada a ponerse al frente de lanación, defiere profundamente en su significado histórico y en sus métodos, del golpe de Estadoemprendido por conspiradores a espaldas de las masas. En toda sociedad dividida en clases, lascontradicciones son tan numerosas que siempre es posible aprovechar las fisuras para urdir uncomplot. Así y todo, la experiencia histórica demuestra que también se requiere cierto grado deenfermedad social como en España, en Portugal, en América del Sur, para que la política de lasconspiraciones pueda alimentarse constantemente. En estado puro la conspiración, aun en caso devictoria, sólo reemplazará camarillas de la misma clase dirigente, o menos aún, a unos gobernantespor otros. Pero nunca en la historia un régimen social ha triunfado sobre otro sino a través de unainsurrección de las masas. Mientras los complots periódicos expresan casi siempre el marasmo y ladescomposición de la sociedad, la insurrección popular, en cambio, resultará comúnmente de unarápida evolución anterior que ha roto el viejo equilibrio de la nación. Las 'revoluciones' crónicas delas repúblicas suramericanas nada tienen de común con la revolución permanente. Lo que acabamosde decir no significa de ninguna manera que insurrección popular y conspiración se excluyan de unmodo recíproco en todas las circunstancias. En mayor o menor grado un elemento de conspiraciónentra casi siempre en todas las insurrecciones. Etapa históricamente condicionada de la revolución,el levantamiento de las masas nunca es del todo elemental. Aunque estalle en forma inopinada parala mayoría de sus participantes, siempre la habrán fecundado aquellas ideas en las que losinsurrectos ven una salida para los dolores de la existencia. Pero una insurrección de las masaspuede ser prevista y preparada. Se la puede organizar de antemano. En tal caso el complot sesubordina a la insurrección, la sirve, facilita su marcha, acelera su victoria. Cuanto más elevado esel nivel político de un movimiento revolucionario, más seria es su dirección y más importante ellugar ocupado por la conspiración en la insurrección popular. Es indispensable comprenderexactamente la relación entre insurrección y conspiración, lo que las opone y lo que lascomplementa, tanto más cuanto que el término 'conspiración' tiene un sentido contradictorio en laliteratura marxista, ya sea que designe la empresa independiente de una minoría que asume lainiciativa, o la preparación por la minoría de un levantamiento mayoritario. La historia prueba, esverdad, que en determinadas condiciones, una insurrección popular puede vencer aun sin necesidadde complot. Al manifestarse con ímpetu 'elemental' a través de una revuelta generalizada, enmúltiples protestas, manifestaciones, huelgas, choques callejeros, la insurrección puede arrastrar aun sector del Ejército, paralizar las fuerzas del enemigo y derribar el antiguo poder. Hasta ciertolímite, es lo que sucedió en Rusia en febrero de 1917. Un cuadro semejante presenta el desarrollo delas revoluciones alemana y austro-húngara durante el otoño de 1918. Como en uno y otro caso nofiguraban a la cabeza de los insurgentes partidos profundamente compenetrados de los intereses ydesignios de la insurrección, la victoria de esta última debía transmitir el poder, inevitablemente, aaquellas fuerzas que hasta último momento se habían opuestos al estallido. Derribar el antiguopoder es una cosa y otra distinta es adueñarse de él. La burguesía en una revolución puede hacersedel poder no porque sea revolucionaria, sino porque es la burguesía: tiene la propiedad, lainstrucción, la prensa, una red de apoyos, una jerarquía de instituciones. Muy distinto es el caso delproletariado: privado de privilegios sociales que no existen en su seno, el proletariado insurrectosólo puede contar con su propio número, su cohesión, sus cuadros, su Estado Mayor. Así como unherrero no puede tomar con sus manos desnudas hierro candente, tampoco el proletariado puede,con sólo sus manos, adueñarse del poder: le es preciso una organización adecuada para dicha tarea.En la combinación de la insurrección de masas con la conspiración, en la organización de lainsurrección través de la conspiración, consiste aquel capítulo complejo y lleno deresponsabilidades de la política revolucionaria que Marx y Engels denominaban 'el arte de la