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83Hacer, acelerar, preparar«La concepción leninista de la organización entraña pues, una doble ruptura con el fatalismomecanicista: con el que concibe la conciencia del proletariado como un producto mecánico de susituación de clase, y con el que no ve en la revolución misma sino el resultado mecánico de unasfuerzas económicas que se desencadenan de manera inexorable, conduciendo al proletariado casiautomáticamente a la victoria, una vez ‘maduras’ las condiciones objetivas de la revolución. Porquesi se hubiera de esperar a que el proletariado se lanzara consciente y unitariamente a la luchadecisiva, jamás se llegaría a una situación revolucionaria. Siempre habrá, por una parte –y tanto máscuanto más desarrollado esté el capitalismo–, sectores del proletariado que asistirán pasivamente ala lucha de su propia clase por liberarse, llegando, en casos extremos, incluso a pasarse al campeoenemigo. La conducta misma del proletariado, por otra, su firmeza y el grado de su conciencia declase, no son, en modo alguno, algo que con necesidad inexorable se desprende de la situacióneconómica. Es evidente que ni siquiera el mejor y más grande partido del mundo puede ‘hacer’ larevolución. Pero la manera de reaccionar del proletariado ante una situación dada dependeampliamente de la claridad y energía que el partido sea capaz de conferir a sus objetivos de clase.En la época de la actualidad de la revolución el viejo problema de si ésta puede o no ‘ser hecha’,adquiere, pues, un significado completamente nuevo. Y con esta mutación de significado varía,asimismo, la relación existente entre clase y partido, es decir el significado de los problemas deorganización para el partido y el conjunto del proletariado. Al plantear la revolución como algo quehay que ‘hacer’, se está, en realidad, separando de manera rígida y muy poco dialéctica la necesidaddel desarrollo histórico y la actividad del partido militante. En este nivel, en el que “hacer” larevolución es algo así como sacarla por arte de magia a partir de la nada, no podemos menos deadoptar una actitud totalmente negativa. La actividad del partido en la época de la revolución debeir por un camino muy diferente. Pues si el carácter fundamental de la época es revolucionario, unasituación agudamente revolucionaria puede presentarse en cualquier instante. Prever el momentojusto y las circunstancias de su aparición nunca puede ser una empresa rigurosamente posible. Sí loes, en cambio, la determinación de las tendencias que llevan a ella, así como las líneas maestras dela acción a emprender, a raíz del desencadenamiento del proceso revolucionario. La actividad delpartido es planteada a partir de este conocimiento histórico. El partido ha de preparar larevolución. Es decir , debe acelerar, por un lado, el proceso de maduración de las tendencias queconducen a la revolución (por su influencia en la línea de conducta del proletariado, así como en lade las otras capas oprimidas). Debe preparar, por otra parte, al proletariado, tanto en el planoideológico, como en el táctico, material y organizativo para la acción necesaria en una agudasituación revolucionaria. Con lo cual quedan situadas en una perspectiva nueva las cuestiones deorganización interna del partido. Tanto la vieja concepción –representada también por Kausky- de laorganización como supuesto previo ineludible de la acción revolucionaria, como la de RosaLuxemburgo, que la considera como un producto del movimiento revolucionario de masas, parecenunilaterales y no dialécticas. El partido, cuya función es preparar la revolución, es a un tiempo y conigual intensidad productor y producto, supuesto y fruto de los movimientos revolucionarios demasas. Porque la actividad consciente del proletariado descansa en un conocimiento claro de lanecesidad objetiva de la evolución económica; su rigurosa estructura organizativa vive eninteracción fructífera y permanente con las penalidades y luchas elementales de las masas»Lukacs, ob. cit.

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