Saberes 8<strong>La</strong> Opinión A CoruñaSábado, 29 de marzo de 2008LecturasLA BRÚJULAEUGENIO FUENTESPara seguir trayectoEl éxito de Cuentos para leeren el bus ha colmado las expectativaseditoriales y, en consecuencia,los lectores tienen su recompensa.Por la módica suma deseis euros podrán hacerse conuna segunda y excelente partede aquella selección de relatosbreves y poco difundidos demaestros de la literatura. MaximilianoTomás ha vuelto a escogerveinte piezas, aunque sólo hamantenido a doce de los autoresque figuraban en la primeraentrega. Los nuevos son Afanasiev,Stephen Crane, BaldomeroLillo, Machado de Assis, MarcelSchwob, Henry Sienkiewicz,Frank Stockton y Rubén Darío.Metafísica del terrorAntes que nada conviene precisarque el británico TerryEagleton —el padre de Despuésde la teoría— no ha renunciado aninguna de las armas de su formaciónmarxista, a pesar de quesu obra ha dado un giro teológicoen los últimos años. Su pretensiónes desafiar el lenguaje de laderecha ampliando el de laizquierda, para que ésta tambiénesté cómoda entre conceptos comosublime, mal o sacrificio, quetanta aprensión suelen causarle.Si, sabido esto, decide internarseen las páginas de Terror santo(2005, en su edición original)estará adquiriendo un billetepara viajar por textos filosóficosque tal vez pongan en duda algunasde sus más firmes conviccionesrespecto al problema demoda del siglo XXI. Allá usted.Luz sobre sombrasamericanasSerá difícil encontrar aalguien capaz de asignar al nombreAmérico Vespucio algo másque el consabido “fue el hombreque dio nombre a América”.Afirmación que suele ir seguidade la coletilla: “Aunque el nuevomundo debía haber sido llamadoColombia”. A salir de esa incurianos puede ayudar el libro del historiadorbritánico de raíces coruñesasFelipe Fernández-Armesto.Su Vespucio es un auténticorepresentante de la época de losdescubridores, dotado de unoportunismo poco común.Siguiendo su pista, sabrá por quéAmérica no se llama Colombia.Terror lúdicos<strong>La</strong> novela del sueco Lindqvist(1968) trata, como la de Eagleton,del terror, pero en este casose trata del meramente lúdicoque, en lugar de menguar carnesy vidas, nutre la imaginación yentretiene esperas. Apreciadopor sus historias de vampiros,zombies y demás fauna de sangrehelada, Lindqvist, un maestro,narra en Déjame entrar lahistoria de un niño de 12 añosque un día conoce a una amiguitacon canas que huele raro...Cuentosbreves paraseguirleyendo enel busSelección deMAXIMILIANOTOMÁSVerticales deBolsillo,174 páginasTerror santoTERRYEAGLETONDebate,174 páginasAméricoFELIPEFERNÁNDEZ-ARMESTOTusquets312 páginasDéjameentrarJOHN AJVIDELINDQVISTEspasa,456 páginasOrteguiano entiemposdifícilesDiscípulo de Ortega, Zubiri, Morente y Gaos, sepublican unas memorias de Julián Marías queson un referente inexcusable para comprenderel drama de un país que pasó de su edad deplata a cuatro décadas de nacionalcatolicismoLUIS ARIAS ARGÜELLES-MERESVino al mundo en 1914, en el mismo añoen que su maestro publica su primer libro,Meditaciones del Quijote. También en1914, Ortega pronunció una de sus conferenciasmás importantes, Vieja y NuevaPolítica. Es además el año que da nombrea la generación de Ortega, Azaña y Pérezde Ayala.En 1919, la familia se traslada a Madrid.Una infancia lectora, gracias en gran parteal entorno familiar. Unos estudios deBachillerato en un instituto que remiten alautor a gratos recuerdos.Hasta que llegó el inicio de la vida universitaria,en un año históricamente inolvidable,en 1931. Se matricula en dos Facultadesa la vez: Ciencias y Filosofía yLetras. A pesar de haber obtenido excelentescalificaciones en la primera, decide volcarseen la segunda, descubriendo su vocación.Sus primeras experiencias como alumnode Filosofía son con Morente y Zubiri. Deeste último cuenta una divertida anécdota.Se sentó al lado de una muchacha y le preguntócómo eran las clases de aquel profesor.Fíjense en la respuesta: “Estupendo.No se entiende una palabra”.Parece, además, que solía llegar conretraso. Y también habla de un profesor, deJosé Gaos, que ya entonces militaba en elPartido Socialista, y que fue, acaso, el discípulode Ortega másimportante.Cuatro grandes maestros:Ortega, Zubiri,Morente y Gaos. Besteirose reincorporó a sus tareasdocentes cuando dejóla Presidencia del Congreso.<strong>La</strong> relación delcatedrático de Lógica conMarías habría de ser muyimportante en el Madridsitiado durante la guerra civil.Marías alterna sus recuerdos de alumnouniversitario con su forma de vivir losgrandes acontecimientos que tuvieronlugar durante la República. Su visión delEstado republicano no dista mucho de laque sostuvo su maestro.Pero mientras éste abandonó España enel verano del 36, Marías se quedó en aquelMadrid asediado y tuvo una estrecha relacióncon Besteiro, colaborando con el políticosocialista en todo momento hasta el finalde la guerra. Escribió artículos de opiniónen el diario ABC, en poder de las fuerzasrepublicanas.Entre los testimoniosfavorables que permitieron aMarías salir de la cárcel en1939 había uno de Cela escritocon enorme barroquismoA propósito de la guerra civil, siendo ciertassus grandes reservas a la política seguidapor los principales dirigentes republicanos,es conveniente detenerse en estas palabras:“Si hay un caso que me ha parecido siempreinadmisible es el de la “inevitabilidad” de laguerra civil”. (Página 139). Una vez que diocomienzo, Marías no se ahorra críticas conlas atrocidades de ambos bandos, sin perderde vista, no obstante, la responsabilidad delos sublevados al iniciarla: “Mi repulsiónhacia la sublevación fue inequívoca” (140).Javier Marías recordó más de una vez lasdelaciones de las que su padre fue objeto porparte de un profesor de Historia del Arte y,también, de un antiguo “amigo” y compañerode estudios.El discípulo de Ortega, al ocuparse deesto en sus memorias, tiene la elegancia deno mentarlos.Un día de San Isidro del 1939 lo detienen.Va a parar a un enorme sótano. El relato deese periodo es aterrador. Gentes que llamanpara interrogarlas y que nunca regresan. Ala pena de muerte había quien la llamaba <strong>La</strong>Pepa. ¡Quién se lo iba a decir a los constitucionalistasde Cádiz!De aquel sótano, a una prisión en la que almenos había más sol. Los suyos consiguentestimonios favorables antes de que el juiciofuera a celebrarse. Como anécdota, entre losinformes que le ayudaron, había uno de Cela,escrito con enorme barroquismo, al decir deMarías. Abandonaría la prisión un 7 de agostode 1939.Comienza un largo exilio interior en el queno se le permite ejercer la docencia universitaria.El episodio de la suspensión de su tesisdoctoral es ilustrativo de la miseria moral dela Universidad española de entonces.Preside el tribunal Morente; lo formantambién otros dos miembros, García Hoz,pedagogo de la España franquista, y YelaUtrilla.Este personaje gritó y declaró que odiabaal Padre Gratry, objeto del estudio. Le suspendieronla tesis doctoral, sin que Morentehubiera podido evitarlo. <strong>La</strong> Universidadespañola le está vetada y comienza su etapa
<strong>La</strong> Opinión A CoruñaSábado, 29 de marzo de 20089 SaberesJOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍNAdivina adivinanzaJulián Marías.como profesor universitario en Estados Unidos.En 1964 entra, sin el apoyo del régimen,en la Real Academia española.Les aconsejo vivamente que no se pierdanlas consideraciones que hace en torno alnacimiento del diario El País, del que se fuedistanciando paulatinamente. Tienen interéstambién las referencias que hace a susencuentros con Adolfo Suárez, con el que,según testimonia, mantuvo una cordial yamistosa relación.El hombre que desde España nunca dejóde defender la vilipendiada figura de Ortegaempezó a distanciarse en más de un sentidode la vida pública desde los años ochenta.Siempre habrá que reconocerle su valorcívico, su coherencia, su vasta cultura y suclaridad como ensayista. De su maestro asumióque “la claridad es la cortesía del filósofo”.Sin embargo, estuvo muy lejos de lagenialidad de Ortega.Estas memorias, densas y llenas deimportantes episodios de nuestra recientehistoria, son una referencia inexcusable paradar cuenta de un tiempo y de un país quepasó de vivir su edad de plata a sepultarsedurante cuatro décadas en un cenagosonacional catolicismo.Una vidapresente.MemoriasJULIÁN MARÍASPáginas deEspuma, 2008992 páginas<strong>La</strong> maníaANDRÉS TRAPIELLOPre-textos, Valencia, 2008En un pasaje de <strong>La</strong> manía, su más reciente y también (como es habitual)más voluminoso diario, Andrés Trapiello compra en un quiosco madrileño undiario, impaciente por leer lo que en el suplemento de ese jueves publica Xacerca de su libro sobre los maquis: “Es una reseña llena de objeciones y antipática,y se refiere a la facilidad de uno “casi circense” para abordar todos lostemas de la literatura. Señala algunos de los que creía errores. Es siempre unhombre sutil en ese cometido, y por verle cortar pelos en tres merece la penaobservarle, con una cimitarra igualmente circense. Dice también cosas buenas.<strong>La</strong> balanza quedaría equilibrada, aunque es posible que al pasar el tiemporecuerde que el libro le gustaba más de lo que dijo. Como suele decirse, harepartido de todo”.Ese tal X (que soy yo) no puede dejar de sonreír al verse de nuevo con lacimitarra en la mano ante un libro de Andrés Trapiello tratando de cortarpelos en tres y escribiendo otra reseña “llena de objeciones y antipática”,pero también de admiración y entusiasmo, sobre un libro suyo.De <strong>La</strong> manía sobran algunas páginas, no demasiadas, unas doscientas,como de todas las entregas últimas de su diario. Si de este centón sacamossus burlas de la erudición universitaria y sus opiniones literarias, no se perderíamucho, todo lo contrario. Andrés Trapiello está convencido de que Galdóses Dios y Clarín un escritorzuelo de tres al cuarto, también de que no haydiferencias de calidad (sólo ideológicas) entre la poesía de Alberti y la dePemán, y de otras muchas cosas igualmente disparatadas y pintorescas.Todas las reiteradas referencias a la heterodoxia de su diario y las bromassobre el comité policial que vigila para que en los diarios no se altere ni unacoma (esa humorada, con ligeras variantes, la ha repetido ya, en este y otrostomos, 127 veces) podrían igualmente eliminarse. Y dedicar más de mediocentenar de páginas a contar cómo le envió a un poeta amigo el original de sulibro de poemas Rama desnuda y éste, después de varios meses, ni siquierahabía comenzado a leerlo, parece un tanto excesivo. Ni Proust se había atrevidoa tanto.Podríamos seguir añadiendo reparos hasta convertir esta reseña en la másantipática de todas. Pero <strong>La</strong> manía, a pesar de ello, resulta un libro divertido,emocionante y absolutamente recomendable. ¿Cómo es posible? En primerlugar, porque aunque el autor hable de “novela en marcha”, no es unanovela, sino una miscelánea. <strong>La</strong> labor de criba que el autor se ha negado ahacer la realiza el lector sin escrúpulo ninguno.Los lectores son de muchos tipos y para todos guarda algún aliciente estetomo reiterativo y prodigioso. Si el lector forma parte del mundillo literario,disfrutará poniéndole nombre a las infinitas equis que pueblan sus páginas.Yo lo he leído casi como quien hace un crucigrama y son muy pocas las casillasque me quedan por despejar: sé quién es el patoso ególatra que protagonizaalgunas de las más hilarantes páginas del volumen (Vila-Matas), el maestroamigo que no lee a tiempo sus poemas ni le admira lo suficiente (FranciscoBrines), el editor que antes fue crítico y al que se caricaturizainmisericordemente (Constantino Bértolo), el prologuista barojiano que lelleva a juicio por llamarle “completamente idiota” en una nota a pie depágina...Andrés Trapiello domina como nadie el arte de la caricatura, sabe vengarsecon quevedesca crueldad, y por eso a menudo no es necesario averiguarcontra quién arremete para disfrutar de este teatrillo de burlas y veras.Pero en <strong>La</strong> manía hay más, mucho más que una feria de vanidades literariasen la que el autor, con divertidos alardes de falsa modestia y de no darleimportancia a estas cosas, va llevando a cabo minuciosamente sus ajustes decuentas. Hay historias, infinitas historias, que tienen que ver con palaciosdesvencijados, con librerías de viejo, con la gente que uno se encuentra porla calle.Cuando deja de lado sus pequeñas rencillas profesionales, Andrés Trapiellose convierte en otro escritor, en otra persona mejor. Ya no sigue la estelainmisericorde de Quevedo, Umbral y Cela, sino la de sus admirados Cervantesy Galdós. Nos cuenta lo mismo que nos ha contado tantas veces y nuncanos cansamos de escucharle (al contrario de lo que ocurre cuando le toma elpelo insistentemente, y sin gracia, a Anna Caballé).<strong>La</strong> manía, ya lo dije, es una miscelánea en la que hay lugar para las páginasviajeras (destacan una estancia familiar en Venecia y una agridulce visitaa León), para la crónica familiar (pocos escritores han sabido reflejarmejor su cotidiana verdad), para la historia de sus libros (especialmente <strong>La</strong>noche de los Cuatro Caminos), para dejar lírica constancia del paso de lasestaciones en el campo extremeño… El autor quiere que lo leamos de la primeraa la última página, como una novela (y de ahí esa asustante disposicióntipográfica sin títulos ni capítulos). Pero no hay que hacerle demasiado caso:mejor leerlo como lo que es, como un centón, picoteando acá y allá, y cuandoun fragmento nos aburra saltárselo y buscar otro. No tardaremos en encontrarunas páginas de ésas que nunca nos cansamos de leer y releer.