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José Antonio Benito RodríguezRevista STUDIUM VERITATIS, Año 11, N. <strong>17</strong>, 2013 (pp.487-535)parroquia, en la diócesis, en la tribuna política y en la prensa, en el púlpitoy el altar, «tuvo la fuerte convicción de haber recibido una especial misiónde Dios para realizar una reforma de la sociedad peruana de su época…Luchó por lograr unos objetivos concretos y perfectamente determinados:moralizar la sociedad, combatir el liberalismo —que se presentaba comoenemigo de la religión— y preservar los valores cristianos» (Putman 1879:294-295). En parte lo logró, especialmente cuando estuvo al frente delConvictorio de San Carlos, el cual llegó a tener un gran prestigio en todoSudamérica, y del cual salieron hombres ilustres que estuvieron al frente delas principales instituciones del país. Como enfatiza Jorge Putnam: «Herrerasabía que para moralizar el país había que empezar por la reforma educativa,y es lo que comenzó a realizar en San Carlos» (Putman 1879: 294-295).Cierto que esa profunda renovación social que él deseaba quedó a mediaspor no encontrar a nadie que la continuase con la misma fuerza e interéscon que él la promovió, pero siempre quedará como paradigma de lo quepuede un educador, un maestro, cuando tiene ideas claras, conviccionesprofundas, corazón generoso. Él comenzó su actuación pública con aquelfamoso sermón en las exequias del presidente Agustín Gamarra, en 1842.Desde entonces se granjeó la fama de gran orador y pensador profundo.Luego, le vino la década como Rector del Convictorio de San Carlos, elcargo de ministro de varias carteras durante los gobiernos de Echenique yCastilla y hasta llegó a ser Presidente del Congreso de la República. 13 Desdeesos cargos Herrera promovió una gran reforma educativa, social y moral.Pero su prematura muerte, en 1864, siendo obispo de Arequipa, truncó esosgrandes ideales y no se llegó a realizar toda la reforma que él proponía.13Debe notarse que en esa época estaba permitido que algunos sacerdotes, con especialescualidades, interviniesen en política, trabajando por el bien común de la patria.— 528 —

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